AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Falacias - Nigel - ACTIVO
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Falacias - Nigel - ACTIVO
Podía ser temprano o tarde, pero el correr del tiempo carecía de sentido para mi. Mis ojos se negaban a abrirse y hacerse con la luz del día o la penumbra de la noche. No importaba si fuera la lluvia azotaba la ciudad, el tormento dentro de mi mente era lo suficientemente confuso como para mantenerme en vela. No podía dormir, dormir significaba desconectarte y estar en paz con uno mismo. Pero… ¿Qué ocurría cuando una de las dos no quería? Basta ya Miranda, sabes la respuesta. Nunca estaría en paz, siempre buscando una u otra razón para atormentar y centrar mi vida en pequeñeces para no tener que ver la cruda realidad, no saber quien…quien…tranquila. El dicho no hay más ciego que el que no quiere ver era cierto en mi caso. Pero tampoco podía llegar a decir que era feliz siendo ignorante de mí misma. Sabía que había una verdad latente bajo mi piel aguardando como un monstruo para salir ¿Y si alguien la encontraba primero?
No, tranquila. No vamos a dejar que eso ocurra. Hora de “despertar”.
Mis ojos se entreabren, observando las penumbras apenas iluminadas por los rayos de la luna que se filtraban por la vieja persiana de cedro. Mis pupilas dilatadas buscan en la oscuridad la lámpara de aceite para prenderla al rozar mis dedos. Me incorporo sin demasiada voluntad. No importaba demasiado que ocurría, quería salir de allí, quería correr, nunca sería libre de mi misma, solo la muerte iba a separarnos finalmente. Mis ansias a por ella y falta de pavor se justificaban en una parte, no por ello menos cuerda. Mi cuerpo cubierto por un vestido blanco, para las altas clases era tan solo una prenda íntima, para mi no importaba. Unas botas de montar marrones. Era un estilo indecoroso y harapiento para algunos, excéntrico para otros. Mi estilo para mí. El suelo de madera roída cruje cediendo ante mi peso mientras me dirijo a la puerta de aquella pocilga que llamaba casa. Las suelas se hunden en el barro impulsándome a correr. Podía sentir el impacto del gélido exterior contra mi nívea piel, mi pelo ondeando en un sinfín salvaje e indomable. Hasta que finalmente llego al lugar que no sabía que quería alcanzar, pero mi subconsciente añoraba. Un enorme estanque, cuya superficie inmóvil era un espejo de agua reflejando la luna color plata.
De un tirón me deshago de las botas. No me importaba el vestido, solo sentía el canto rodado bajo mis pies, amoldando la planta a su textura rugosa. Me adentro en las frías aguas sin inmutarme ni detenerme. Estaba sola, no había nadie en aquel campo anexo a una serie de castillos. Podía ser una calumnie de mi parte, pero no me podía juzgar a mi misma. Finalmente, tomo aire y termino por sumergirme en la inmensa y fría negrura de las aguas perdiéndome bajo aquella única luz plateada que irrumpía en la negrura predominante.
No, tranquila. No vamos a dejar que eso ocurra. Hora de “despertar”.
Mis ojos se entreabren, observando las penumbras apenas iluminadas por los rayos de la luna que se filtraban por la vieja persiana de cedro. Mis pupilas dilatadas buscan en la oscuridad la lámpara de aceite para prenderla al rozar mis dedos. Me incorporo sin demasiada voluntad. No importaba demasiado que ocurría, quería salir de allí, quería correr, nunca sería libre de mi misma, solo la muerte iba a separarnos finalmente. Mis ansias a por ella y falta de pavor se justificaban en una parte, no por ello menos cuerda. Mi cuerpo cubierto por un vestido blanco, para las altas clases era tan solo una prenda íntima, para mi no importaba. Unas botas de montar marrones. Era un estilo indecoroso y harapiento para algunos, excéntrico para otros. Mi estilo para mí. El suelo de madera roída cruje cediendo ante mi peso mientras me dirijo a la puerta de aquella pocilga que llamaba casa. Las suelas se hunden en el barro impulsándome a correr. Podía sentir el impacto del gélido exterior contra mi nívea piel, mi pelo ondeando en un sinfín salvaje e indomable. Hasta que finalmente llego al lugar que no sabía que quería alcanzar, pero mi subconsciente añoraba. Un enorme estanque, cuya superficie inmóvil era un espejo de agua reflejando la luna color plata.
De un tirón me deshago de las botas. No me importaba el vestido, solo sentía el canto rodado bajo mis pies, amoldando la planta a su textura rugosa. Me adentro en las frías aguas sin inmutarme ni detenerme. Estaba sola, no había nadie en aquel campo anexo a una serie de castillos. Podía ser una calumnie de mi parte, pero no me podía juzgar a mi misma. Finalmente, tomo aire y termino por sumergirme en la inmensa y fría negrura de las aguas perdiéndome bajo aquella única luz plateada que irrumpía en la negrura predominante.
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Going into the lake. Deep, as deep as I can go. Don't try to stop me.
Miranda Schreiber- Hechicero Clase Baja
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Re: Falacias - Nigel - ACTIVO
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Última edición por Nigel Quartermane el Vie Jul 11, 2014 12:12 am, editado 1 vez
Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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Re: Falacias - Nigel - ACTIVO
El frío del agua calaba todos mis huesos, sintiendo desde las yemas de mis dedos como el calor se iba, cediendo paso al frío que recorría mi níveo cuerpo. Una y otra vez pequeñas agujas se clavaban en mi piel recordándome que todavía estaba viva, un dolor que me obligaba a dejar a Miranda de lado. Era lo más cercano que podía estar de la paz. El aire presionaba mis pulmones con urgente necesidad de un recambio. Mis pies en ningún momento llegaron a tocar el fondo por lo que msi brazos generan el impulso para ir hacia la superficie. Era un solo golpe, una sola contracción muscular la que me pondría sobre el espejo de agua nuevamente, guiada por la luz de la luna que había logrado sobrepasar unos centímetros bajo el negro claro de agua, pero algo me detuvo, era un torrente de orgullo, avaricia. Demasiado pesado como para dejar a alguien con vida, pero no me djé cegar.
Era solo el primer encuentro, siempre me ocurría con la gente, pero luego solo lso ignoraba, no me detenía demasiado en uno en particular como para llegar a molestarme. La fina capa de la superficie se rompe cuando mi cuerpo emerge del torso hacia arriba, Mi cabello rubio queda algo más largo de lo normal, pegado junto con la tela a mi esbelto cuerpo, algo enfermizo pero no por ello menos atrapante. Mi mirada se clava en una sola dirección, la de un joven que estaba con su caballo y su ego, quizá necesitara otro corcel solamente para el ego, demasiado grande ¿Eso nos importa? Claro que no. Que seamos autodestructivas no implica que el sea demasiado orgulloso, Miranda.
Doblo mi espina, pudiendo flotar calma sobre la superficie elevando mis piernas, quedando completamente lisa y expuesta sobre el lago. La tela del vestido comienza a ceder, generando una especie de aura en mi contorno al igual que mi rubio cabello. Desde arriba simulaba estar muerta, o ser un ángel ¿Cuál era la diferencia?
Mis ojos se cierran ignorando al muchacho cuyo afán me resultaba haberlo sentido en casos anteriores, pero al igual que el resto, no me fijé en él como para tomarlo en cuenta ni tampoco hoy iba a hacerlo. Entonces reacciono demasiado rápido. Mis ojos se abren de par en par pero mi cuerpo continúa laxo, inmóvil bañado por la luz perlada provenientes de la Luna.
-Desafortunado el día que nos vio nacer.
Murmuro, gruñendo más que nada. Mi carácter no era fácil de llevar e imposible de manipular por alguien que no sea Miranda. El frío comenzaba a hacerse más intenso, demasiado incluso para alguien que lo toleraba con gusto. Mi cuerpo vira, sumergiéndome nuevamente en el lago, nadando por debajo hasta cuando mi cuerpo roza la piedra del fondo, en la orilla. Mis pies se colocan y mi figura se eleva, quedando parada a unos metros del joven.
-Espectáculo es algo digno de ver. No lo veo más alla de su ego. Déjeme en paz..
Un segundo de bondad se apiado de mí, no tenía ganas de que me jodieran y el chico tenía un caso perdido, era la salida más simple para ambos. No iba a suicidarme, solo quería escapar de la realidad. Sin importarme nada en lo más mínimo termino por salir del lago sintiendo como el frío era atraído por las cristalinas gotas que decoraban mi cuerpo. Mi mano escurre mi pelo hacia un lado mientras mi cuerpo esquiva al chico para ir bajo un árbol. Sentía la tela del vestido pegada a mi cuepro y la mirada indecorosa recorriendo mi silueta. Una simple mano acaricia la tela, despegándola y secándola, volviéndola más nítida y menos divertida para el espectador que ya poco recordaba tenerlo presente.
Era solo el primer encuentro, siempre me ocurría con la gente, pero luego solo lso ignoraba, no me detenía demasiado en uno en particular como para llegar a molestarme. La fina capa de la superficie se rompe cuando mi cuerpo emerge del torso hacia arriba, Mi cabello rubio queda algo más largo de lo normal, pegado junto con la tela a mi esbelto cuerpo, algo enfermizo pero no por ello menos atrapante. Mi mirada se clava en una sola dirección, la de un joven que estaba con su caballo y su ego, quizá necesitara otro corcel solamente para el ego, demasiado grande ¿Eso nos importa? Claro que no. Que seamos autodestructivas no implica que el sea demasiado orgulloso, Miranda.
Doblo mi espina, pudiendo flotar calma sobre la superficie elevando mis piernas, quedando completamente lisa y expuesta sobre el lago. La tela del vestido comienza a ceder, generando una especie de aura en mi contorno al igual que mi rubio cabello. Desde arriba simulaba estar muerta, o ser un ángel ¿Cuál era la diferencia?
Mis ojos se cierran ignorando al muchacho cuyo afán me resultaba haberlo sentido en casos anteriores, pero al igual que el resto, no me fijé en él como para tomarlo en cuenta ni tampoco hoy iba a hacerlo. Entonces reacciono demasiado rápido. Mis ojos se abren de par en par pero mi cuerpo continúa laxo, inmóvil bañado por la luz perlada provenientes de la Luna.
-Desafortunado el día que nos vio nacer.
Murmuro, gruñendo más que nada. Mi carácter no era fácil de llevar e imposible de manipular por alguien que no sea Miranda. El frío comenzaba a hacerse más intenso, demasiado incluso para alguien que lo toleraba con gusto. Mi cuerpo vira, sumergiéndome nuevamente en el lago, nadando por debajo hasta cuando mi cuerpo roza la piedra del fondo, en la orilla. Mis pies se colocan y mi figura se eleva, quedando parada a unos metros del joven.
-Espectáculo es algo digno de ver. No lo veo más alla de su ego. Déjeme en paz..
Un segundo de bondad se apiado de mí, no tenía ganas de que me jodieran y el chico tenía un caso perdido, era la salida más simple para ambos. No iba a suicidarme, solo quería escapar de la realidad. Sin importarme nada en lo más mínimo termino por salir del lago sintiendo como el frío era atraído por las cristalinas gotas que decoraban mi cuerpo. Mi mano escurre mi pelo hacia un lado mientras mi cuerpo esquiva al chico para ir bajo un árbol. Sentía la tela del vestido pegada a mi cuepro y la mirada indecorosa recorriendo mi silueta. Una simple mano acaricia la tela, despegándola y secándola, volviéndola más nítida y menos divertida para el espectador que ya poco recordaba tenerlo presente.
Miranda Schreiber- Hechicero Clase Baja
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Re: Falacias - Nigel - ACTIVO
La diversión de Nigel se acrecentó con fiereza al ver de pie a la diosa aquella que segundos antes había estado seduciendo las aguas con su delicada y apetecible piel, una que cualquiera desearía a menos que fuese imbecil y Nigel quizás lo era, pero no esa clase de idiota que no pudiese contemplar la belleza de una mujer tan perfecta como aquella. Un regalo de la noche, eso era lo que era aquella joven rubia, habia aparecido asi, en su camino, ante el, sin mas.
La mirada lasciva no disminuyo ni un segundo, todo lo contrario, alzo la ceja un tanto sorprendido por la manera en que la chica acababa de osar a hacerle un desaire, pero lejos de molestarse, aquello le fascinaba, un nuevo reto. Una ligera sonrisa se dibujo mientras su cuerpo permanecía congelado sin movimiento alguno, viendo como la rubia se alejaba. Finalmente se giro para no cortar aquel contaco visual con el cuerpo ampliamente seductor de la muchacha, una orgia de pensamientos pecaminosos venían a el con tan solo visualizarla, no podía imaginar lo que seria tocarla..
Lejos de querer hacer caso a las palabras de la joven, este la había seguido, olvidándose incluso de atar a su precioso caballo antes de que este le dejara, cosa que era poco probable, el animal era asombrosamente inteligente. Los pasos acompasados de Nigel pronto lo llevaron a un nuevo escenario debajo de un enorme árbol que a esas alturas era como una vil sombra negra entre la potente negrura de aquella noche febril.
- ¿Ego? - Repitió palabras que la misma chica había dicho anteriormente esta vez hechas preguntas. - Si, uno muy grande. ¿Es eso acaso un pecado mortal? ¿Es usted una creyente de la iglesia? Quizás eso justificaría la manera en que huye de mi como si se tratase del mismísimo demonio. ¿Le parezco aberrante? Deme una buena excusa por la cual se haya alejado de mi de tal manera. - Su voz era serena, mientras esperaba por una respuesta hundió sus manos en los bolsillos del pantalón, su vista volvió a posarse sobre el cuerpo de la chica sin intenciones de querer hacerlo parecer menos notable.
Off: Disculpa la tardanza x_x
La mirada lasciva no disminuyo ni un segundo, todo lo contrario, alzo la ceja un tanto sorprendido por la manera en que la chica acababa de osar a hacerle un desaire, pero lejos de molestarse, aquello le fascinaba, un nuevo reto. Una ligera sonrisa se dibujo mientras su cuerpo permanecía congelado sin movimiento alguno, viendo como la rubia se alejaba. Finalmente se giro para no cortar aquel contaco visual con el cuerpo ampliamente seductor de la muchacha, una orgia de pensamientos pecaminosos venían a el con tan solo visualizarla, no podía imaginar lo que seria tocarla..
Lejos de querer hacer caso a las palabras de la joven, este la había seguido, olvidándose incluso de atar a su precioso caballo antes de que este le dejara, cosa que era poco probable, el animal era asombrosamente inteligente. Los pasos acompasados de Nigel pronto lo llevaron a un nuevo escenario debajo de un enorme árbol que a esas alturas era como una vil sombra negra entre la potente negrura de aquella noche febril.
- ¿Ego? - Repitió palabras que la misma chica había dicho anteriormente esta vez hechas preguntas. - Si, uno muy grande. ¿Es eso acaso un pecado mortal? ¿Es usted una creyente de la iglesia? Quizás eso justificaría la manera en que huye de mi como si se tratase del mismísimo demonio. ¿Le parezco aberrante? Deme una buena excusa por la cual se haya alejado de mi de tal manera. - Su voz era serena, mientras esperaba por una respuesta hundió sus manos en los bolsillos del pantalón, su vista volvió a posarse sobre el cuerpo de la chica sin intenciones de querer hacerlo parecer menos notable.
Off: Disculpa la tardanza x_x
Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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Re: Falacias - Nigel - ACTIVO
¿Qué se siente caer, pero nunca tocar el suelo? Solo una ilusión en la mente. Sentir, realmente poco y nada. Podía imaginarme la mirada lujuriosa del chico sobre cada centímetro de mi silueta, pero era como el viento bañando mi nívea piel, imposible de detener e incluso frío, helando los poros de mi piel ¿La solución? Abrigarme si el dolor que calaba mis huesos era insoportable ¿Y qué con la mirada del chico este? Nada, era un nadie. No me importaba quien demonios era en cuanto nos dejara en paz. Pero si es otro más, hombres. Desean a una mujer tanto como anhelan el tabaco. Somos su maldito vicio, desechables. Oh vamos Miranda ¿Ellos no son lo mismo para ti? Nunca llegan a ser desechables porque nunca terminan por ser algo útil.
¿Pretendes que me crea eso, dulzura? Su mirada me importaba demasiado poco como para que su persona llegara a molestarme al punto de gritar. Perder el control frente a alguien era mi mayor pecado. Cada uno tenía su lista, para alguien como él, a juzgar por su mirada intrépida, o yo el sexo más que pecado era una virtud. Sus palabras comienzan a ser veneno mientras mis manos tiran hacia atrás mi cabello secándolo demasiado rápido, no me giro para verle, tenía mis propios tiempos. ¿Cuáles, los nuestros Miranda, los de tu mundo? Si, esos, donde el tiempo se medía por avaricia y ansiedad, y no por manecillas del reloj ni luces. Podía ver luces de colores y eso no implicaba que el tiempo corría.
Mi cuerpo se gira rápidamente en dirección enfrentada, el vestido a duras penas llegaba a mis rodillas, ondeante por las ráfagas de viento filtradas entre los árboles un poco más allá del claro de agua. Mis ojos completamente ausentes se clavan en él.
-No lo hago.
Murmuro girándome nuevamente buscando mis botas, unas marrones de la brigada utilizadas para montar. Raramente se la veía a las mujeres y menos con vestidos, pero era mi humor, mi estado. No era ni lo uno, ni lo otro. No tenía un destino definido, no iría a montar, no tampoco a dormir. Todo era inercia, era el encanto del descontrol y desenfreno lo que decoraba mis aires.
-No la hay. Que vea muchas personas no significa que me detenga en ellas como para que me importen.
Egocéntrico estúpido que me diriges la palabra. Basta, Miranda, quieta ¿Qué no lo íbamos a ignorar como al resto? Claro que si, solamente que a veces el amor propio se construye sobre las desgracias o patetismo del resto. Él era insignificante, yo lo era, todos lo éramos. Vivan los entes. Que pena que yo no encajaba en esa realidad, mis ojos se clavan en el nuevamente.
-La Iglesia es para miedosos.
Mi tono monótono, carente de nada era peor que el odio. No demostrar nada te hacía sentir tan desahuciado al punto de preferir el odio antes que eso.
¿Pretendes que me crea eso, dulzura? Su mirada me importaba demasiado poco como para que su persona llegara a molestarme al punto de gritar. Perder el control frente a alguien era mi mayor pecado. Cada uno tenía su lista, para alguien como él, a juzgar por su mirada intrépida, o yo el sexo más que pecado era una virtud. Sus palabras comienzan a ser veneno mientras mis manos tiran hacia atrás mi cabello secándolo demasiado rápido, no me giro para verle, tenía mis propios tiempos. ¿Cuáles, los nuestros Miranda, los de tu mundo? Si, esos, donde el tiempo se medía por avaricia y ansiedad, y no por manecillas del reloj ni luces. Podía ver luces de colores y eso no implicaba que el tiempo corría.
Mi cuerpo se gira rápidamente en dirección enfrentada, el vestido a duras penas llegaba a mis rodillas, ondeante por las ráfagas de viento filtradas entre los árboles un poco más allá del claro de agua. Mis ojos completamente ausentes se clavan en él.
-No lo hago.
Murmuro girándome nuevamente buscando mis botas, unas marrones de la brigada utilizadas para montar. Raramente se la veía a las mujeres y menos con vestidos, pero era mi humor, mi estado. No era ni lo uno, ni lo otro. No tenía un destino definido, no iría a montar, no tampoco a dormir. Todo era inercia, era el encanto del descontrol y desenfreno lo que decoraba mis aires.
-No la hay. Que vea muchas personas no significa que me detenga en ellas como para que me importen.
Egocéntrico estúpido que me diriges la palabra. Basta, Miranda, quieta ¿Qué no lo íbamos a ignorar como al resto? Claro que si, solamente que a veces el amor propio se construye sobre las desgracias o patetismo del resto. Él era insignificante, yo lo era, todos lo éramos. Vivan los entes. Que pena que yo no encajaba en esa realidad, mis ojos se clavan en el nuevamente.
-La Iglesia es para miedosos.
Mi tono monótono, carente de nada era peor que el odio. No demostrar nada te hacía sentir tan desahuciado al punto de preferir el odio antes que eso.
Miranda Schreiber- Hechicero Clase Baja
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Re: Falacias - Nigel - ACTIVO
Nigel no pudo evitar volver a enarcar una ceja, lo hacia una y otra vez y probablemente seguiría haciéndolo ya que la manera Tan peculiar de ser de aquella rubia lo tenia fascinado. Pocas eran las mujeres que había conocido con ese carácter tan fuerte, muchas eran las que había encontrado en su camino, sumidas, complacientes, siempre con “si” en su boca a todo lo que el dijera o deseara hacer. Pero no, la mujer de nombre aun desconocido era todo lo contrario, no dejaba de negar, no dejaba esa altivez a un lado, tanto que a Nigel le daba la impresión de tener frente a el a una yegua que aun no Abia sido domada…y a el le encantaba esa parte.
A pesar de los aparentes rechazos de la joven mujer, la sonrisa de Nigel no se esfumo por completo. No estaba molesto ante el comentario que la rubia había hecho haciendo mención a que posiblemente el no era nadie importante ni fascinante para ella, solo uno mas, del montón, como ella misma había osado a comentar. Eso le dolía de cierto modo a Nigel, el ego que poseía era algo que no pasaba desapercibido. Pero en vez de alejarlo lo atraía aun mas a su cometido. Su sonrisa se amplio el doble de lo anterior al escuchar las ultimas palabras de la mujer mezclarse con el viento que secaba sus cabellos y vestido muy a pesar de el.
- Miedo… - Comento desviando por primera vez la mirada, cambiado el rostro angelical de la rubia por un par de arbustos tan solo por unos momentos. Avanzo a paso muy lento pero seguro hacia ella fijando una vez más su vista en esos ojos que lograban llenarlo de fascinación con cada segundo que transcurría y paro en seco a unos cuantos metros del cuerpo de la chica. – Miedo es el que detecto en usted, es la única explicación a su forma de actuar señorita. Si tan segura esta ¿por que huir de mi? ¿Qué pasaría si yo decido acercarme más de la cuenta? Saldría huyendo cual oveja asustada? No voy a ocultárselo, usted me parece fascinante, es probablemente una de las mujeres mas hermosas y exquisitas que mis ojos han visto…y mire que he visto a muchas, aunque probablemente no era necesario el recalcar la atracción que he empezado a sentir por usted, creo que no se me da bien eso del disimulo. – Rió dejando escapar un ligero sonido de su boca. Nuevamente avanzo dos pasos mas hacia ella, la distancia era cada vez más corta, su cometido por el contrario, cada vez mas cerca.
A pesar de los aparentes rechazos de la joven mujer, la sonrisa de Nigel no se esfumo por completo. No estaba molesto ante el comentario que la rubia había hecho haciendo mención a que posiblemente el no era nadie importante ni fascinante para ella, solo uno mas, del montón, como ella misma había osado a comentar. Eso le dolía de cierto modo a Nigel, el ego que poseía era algo que no pasaba desapercibido. Pero en vez de alejarlo lo atraía aun mas a su cometido. Su sonrisa se amplio el doble de lo anterior al escuchar las ultimas palabras de la mujer mezclarse con el viento que secaba sus cabellos y vestido muy a pesar de el.
- Miedo… - Comento desviando por primera vez la mirada, cambiado el rostro angelical de la rubia por un par de arbustos tan solo por unos momentos. Avanzo a paso muy lento pero seguro hacia ella fijando una vez más su vista en esos ojos que lograban llenarlo de fascinación con cada segundo que transcurría y paro en seco a unos cuantos metros del cuerpo de la chica. – Miedo es el que detecto en usted, es la única explicación a su forma de actuar señorita. Si tan segura esta ¿por que huir de mi? ¿Qué pasaría si yo decido acercarme más de la cuenta? Saldría huyendo cual oveja asustada? No voy a ocultárselo, usted me parece fascinante, es probablemente una de las mujeres mas hermosas y exquisitas que mis ojos han visto…y mire que he visto a muchas, aunque probablemente no era necesario el recalcar la atracción que he empezado a sentir por usted, creo que no se me da bien eso del disimulo. – Rió dejando escapar un ligero sonido de su boca. Nuevamente avanzo dos pasos mas hacia ella, la distancia era cada vez más corta, su cometido por el contrario, cada vez mas cerca.
Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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Re: Falacias - Nigel - ACTIVO
-No lo hará.
Mis finos labios se entreabren para dejar esa frase. No era una orden pero el tono autoritario y seco se imponía mucho más que cualquier otro gesto que mi cuerpo pudiera hacer. La voz era el arma más filosa que poseía una persona, pero siempre se podía acortar el camino yendo hacia el lado de las armas. Pero para nosotras, la batalla mental contaba más que cualquier acto físico. Mis ojos austeros le observan pero atravesándolo, sin verlo realmente solamente orientada en su dirección ¿Causa? No pensar básicamente.
El viento que ruge entre los árboles no hace más que desacomodar un cabello indómito, limpiándolo hacia atrás para dejar al desnudo un rostro angelical pero cuya mirada no hacía más que inspirar la ausencia de un portador. Miedo ante la indiferencia e ignorancia, eso es lo que obtenías cuando tu mirada se veía reflejada en la de Miranda, en ambas. Poco quedaba de mojado en mi cuerpo, mi silueta no se insinuaba de la misma forma que había osado a hacerlo antes. Pese al aspecto extraño, enfermizo, no dejaba se tener cánones de muñeca de porcelana con la frágil idea que podía partirse en contacto brusco. Para contrarrestarlo, Miranda y yo no lo éramos, no sabía que éramos, éramos todo y nada. Mis ojos se enfocan por completo en el chico sin apartar la mirada en cuando comienza a acercarse.
No, no nos toques. NO LO HAGAS. No, tranquila. No lo hará. Sabe que con nosotras sus juegos no sirven, en mi tablero solo hay dos reinas, no existe rey a quien derrotar solo un enemigo del cual huir. Miranda ¿Qué se cree que el cuenta en ese juego? Solamente él. No era lo suficiente para entrar al partido, mucho menos pensar una estrategia. No, él no iba a descubrir la respuesta. Sus palabras poco hacen para detener mi atención en él. Hablaba como hablaba un hombre motivado por la lujuria de sus ojos y el placer carnal. Como dijimos, uno de millones.
-Ojos subjetivos son falacias.
Mi tono continuaba con el de mi mirada, indiferente. Sus halagos eran palabras coquetas regaladas a sordos. No me importaba el resto en cuanto me dejaran en paz y él iba a hacer exactamente eso. No era especial. Podía serlo para el pueblo, lástima que yo no lo era.
-No me jodas. Ve, págate una cortesana y haz algo útil. Fascinante porque prefieres engañarte, ya te aburrirás, superarás tu decepción y no volverás a hablarme.
Lejos de una amenaza, la pasividad de mi voz podía sacar de quicio. Era demasiado directa y calma como para desquiciar al más paciente, ni mencionar a alguien con semejante ego y que no tenía la costumbre de enfrentar la cruda realidad acostumbrado a vivir del engaño, aunque en el fondo lo sabía. Mi respuesta parecía una guía de indicaciones con lo que iba a suceder, quiera o no resultaría así. Tono tajante pero sin elevar el volumen mirándolo, tranquila en mi pose sin atisbo a moverme completamente indiferente.
Mis finos labios se entreabren para dejar esa frase. No era una orden pero el tono autoritario y seco se imponía mucho más que cualquier otro gesto que mi cuerpo pudiera hacer. La voz era el arma más filosa que poseía una persona, pero siempre se podía acortar el camino yendo hacia el lado de las armas. Pero para nosotras, la batalla mental contaba más que cualquier acto físico. Mis ojos austeros le observan pero atravesándolo, sin verlo realmente solamente orientada en su dirección ¿Causa? No pensar básicamente.
El viento que ruge entre los árboles no hace más que desacomodar un cabello indómito, limpiándolo hacia atrás para dejar al desnudo un rostro angelical pero cuya mirada no hacía más que inspirar la ausencia de un portador. Miedo ante la indiferencia e ignorancia, eso es lo que obtenías cuando tu mirada se veía reflejada en la de Miranda, en ambas. Poco quedaba de mojado en mi cuerpo, mi silueta no se insinuaba de la misma forma que había osado a hacerlo antes. Pese al aspecto extraño, enfermizo, no dejaba se tener cánones de muñeca de porcelana con la frágil idea que podía partirse en contacto brusco. Para contrarrestarlo, Miranda y yo no lo éramos, no sabía que éramos, éramos todo y nada. Mis ojos se enfocan por completo en el chico sin apartar la mirada en cuando comienza a acercarse.
No, no nos toques. NO LO HAGAS. No, tranquila. No lo hará. Sabe que con nosotras sus juegos no sirven, en mi tablero solo hay dos reinas, no existe rey a quien derrotar solo un enemigo del cual huir. Miranda ¿Qué se cree que el cuenta en ese juego? Solamente él. No era lo suficiente para entrar al partido, mucho menos pensar una estrategia. No, él no iba a descubrir la respuesta. Sus palabras poco hacen para detener mi atención en él. Hablaba como hablaba un hombre motivado por la lujuria de sus ojos y el placer carnal. Como dijimos, uno de millones.
-Ojos subjetivos son falacias.
Mi tono continuaba con el de mi mirada, indiferente. Sus halagos eran palabras coquetas regaladas a sordos. No me importaba el resto en cuanto me dejaran en paz y él iba a hacer exactamente eso. No era especial. Podía serlo para el pueblo, lástima que yo no lo era.
-No me jodas. Ve, págate una cortesana y haz algo útil. Fascinante porque prefieres engañarte, ya te aburrirás, superarás tu decepción y no volverás a hablarme.
Lejos de una amenaza, la pasividad de mi voz podía sacar de quicio. Era demasiado directa y calma como para desquiciar al más paciente, ni mencionar a alguien con semejante ego y que no tenía la costumbre de enfrentar la cruda realidad acostumbrado a vivir del engaño, aunque en el fondo lo sabía. Mi respuesta parecía una guía de indicaciones con lo que iba a suceder, quiera o no resultaría así. Tono tajante pero sin elevar el volumen mirándolo, tranquila en mi pose sin atisbo a moverme completamente indiferente.
"Tranquila, no nos torturará. No nos encontrará antes que nosotras. La barrera jamás se va a romper. JAMÁS".
Miranda Schreiber- Hechicero Clase Baja
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Re: Falacias - Nigel - ACTIVO
Nigel sencillamente no daba crédito a lo que escuchaba, la mujer tenia efectivamente toda la expresión de una yegua que no había sido domada, rebelde, incauta, salvaje. Ese ultimo adjetivo podía llegar a encantarle, de hecho…así era, le fascinaba la idea, la rubia era sencillamente el tipo de mujeres por las cuales Nigel podía incluso perder la cordura, si es que aun tenia un poco. Desvío la mirada por apenas unos cuantos instantes fijándola en el pasto mezclado con tierra sobre el cual se encontraba de pie mientras dejaba escapar una tenia risa producto de la manera tan hostil en la que la joven y bella mujer osaba a tratarlo.
Su risa se acrecentó al escuchar la palabra prostituta la cual se conjugaba perfectamente con burdel, dos cosas efectivamente conocidas por Nigel a la perfección ya que era un cliente bastante frecuente de tales lugares; los disfrutaba, si, disfrutaba de hacer suya a cuanta mujer quisiera sabiendo que harían caso a cada una de sus peticiones, de todo aquello que se le ocurriera poner en practica, incluso lo mas sucio que su mente pudiera procesar, sabia que lo harían por que para todas ellas el era el amo, era quien al final de un par de orgasmos le pagarían por sus servicios y todo seguiría bien entre ellos. Pero precisamente eso era lo que hacia tan especial a esa joven rubia, que ella no seria sumisa ni complaciente como todas esas cortesanas que Nigel había tenido entre sus sabanas. Ella era especial, diferente, como esa obra de arte única en su especie y en el mundo y la quería para el, para su colección.
- No es una prostituta lo que deseo, lo igual termina por aburrir, así como justamente a ti te aburre el pensar que yo soy igual a todos. No lo soy, “todos” es una palabra tan común, incluso llega a hacerme sentir enfadado el que me consideres así. Y no suelo ser muy amable estando enfadado… - ¿Podría aquello ser tomado como una advertencia? Viniendo de Nigel todo era posible. - ¿Te has dado cuenta de que estamos aquí, solos, sin nadie a quizás muchos metros de distancia? – Sus pies se movían una vez mas hacia ella, acortando cada vez mas la distancia, su voz permanecía serena, sin dar indicio de lo que por su mente pasaba hasta al fin estar a apenas unos cuantos centímetros del cuerpo de la mujer. La miro una vez mas de forma fija, los ojos de Nigel empezaban a sentirse adictos de aquella belleza que solo ella poseía y la cual seria difícilmente fácil de encontrar en algún otro sitio. Alzo su mano y la coloco sobre la barbilla de la rubia de una manera delicada, luego ladeo su rostro sin apartarle los ojos. – Es bella…muy bella, sencillamente exquisita.
Su risa se acrecentó al escuchar la palabra prostituta la cual se conjugaba perfectamente con burdel, dos cosas efectivamente conocidas por Nigel a la perfección ya que era un cliente bastante frecuente de tales lugares; los disfrutaba, si, disfrutaba de hacer suya a cuanta mujer quisiera sabiendo que harían caso a cada una de sus peticiones, de todo aquello que se le ocurriera poner en practica, incluso lo mas sucio que su mente pudiera procesar, sabia que lo harían por que para todas ellas el era el amo, era quien al final de un par de orgasmos le pagarían por sus servicios y todo seguiría bien entre ellos. Pero precisamente eso era lo que hacia tan especial a esa joven rubia, que ella no seria sumisa ni complaciente como todas esas cortesanas que Nigel había tenido entre sus sabanas. Ella era especial, diferente, como esa obra de arte única en su especie y en el mundo y la quería para el, para su colección.
- No es una prostituta lo que deseo, lo igual termina por aburrir, así como justamente a ti te aburre el pensar que yo soy igual a todos. No lo soy, “todos” es una palabra tan común, incluso llega a hacerme sentir enfadado el que me consideres así. Y no suelo ser muy amable estando enfadado… - ¿Podría aquello ser tomado como una advertencia? Viniendo de Nigel todo era posible. - ¿Te has dado cuenta de que estamos aquí, solos, sin nadie a quizás muchos metros de distancia? – Sus pies se movían una vez mas hacia ella, acortando cada vez mas la distancia, su voz permanecía serena, sin dar indicio de lo que por su mente pasaba hasta al fin estar a apenas unos cuantos centímetros del cuerpo de la mujer. La miro una vez mas de forma fija, los ojos de Nigel empezaban a sentirse adictos de aquella belleza que solo ella poseía y la cual seria difícilmente fácil de encontrar en algún otro sitio. Alzo su mano y la coloco sobre la barbilla de la rubia de una manera delicada, luego ladeo su rostro sin apartarle los ojos. – Es bella…muy bella, sencillamente exquisita.
Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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Re: Falacias - Nigel - ACTIVO
-A todos les gusta ser especiales. Pero todos terminaremos en la misma mierda.
¿Mierda? El tono de mi voz en esa última palabra le agrega un toque de dulzura poco común asociado con la muerte. No era ella mi miedo sino mi descanso. Miranda era mi mayor preocupación llegando al punto de olvidar por momentos la muerte. Pero un ego amenazaba con pisarnos, o intentarlo. El tal muchacho seguía ahí de pie, esperando a que cayera como una cortesana, presa de su dinero y esclava de sus deseos. Era una profesión, yo jamás lo podría ser. Soy tu prostituta, tu esclava y tu sirvienta Miranda, no hay espacio para que otro domine un ser que es difícil de manejar de por sí. ¿Y en lo sexual? ¿Dirás que somos puras? El sexo es un vicio, el cigarrillo es un vicio. Pero el sexo era…distinto, carnal, donde el cuerpo dominaba a la mente. El sexo sin amor era una experiencia vacía, pero como experiencia vacía una de las mejores. No tenía porque atarte. Basta, basta, voy a tomar el poder ¿Por qué mierda piensas en sexo? Si sabes que con este inútil no pasará nada. Lo sé, solo miraba los pros de disfrutar del sexo sin amor dado que es lo que hacemos ¿Quieres que te recuerde que estás tan rota por dentro que temes sentir algo, porque eres más frágil que nadie, y nadie puede saberlo? Jaque mate. Lo sé.
Miranda no jodería, pero para eso tenía al Don Juan a pocos metros, su respiración contra la piel de porcelana de mi cuerpo de muñeca no era una cálida brisa. El campo, helado, la penumbra consumía las dos almas plantadas debajo de aquel árbol perdido de su rebaño en los bosques y el gran espejo de agua. Y ahí estaba él, cerca, demasiado. No, atrás, maldita sea fui clara. Enfermo estúpido ¿Quieres pisar la hiedra? Si quieres ser feliz debes sufrir, pero el quería entretenerse. Nosotras no queríamos nada. Para cuando siento su tacto bajo mi barbilla fue demasiado tarde.
-Siéntete como quieras, no eres más que un egocéntrico sin madurar.
Sin meditarlo, sin pensarlo, mis dientes muerden su mano. Perro que ladra no muerde. Tan solo unos segundos, fue todo demasiado rápido. Si, me invadía, que me dejara en paz, que no me tocara ¿es qué no entendía? Retira la mano como impulso nervioso inconciente mientras mi cuerpo permanece quieto, calmo tras la ola de ira.
-Lo bello implica que soy venenosa. En serio, déjame en paz ¿No llegas tarde a con tu puta o tu madre?
¿Nos importaba la respuesta? No, claramente no. Mis ojos se clavan en él con un deje de odio más que de ausencia pero me controlo volviendo a la indiferencia, ya lo habíamos dicho, él no era nadie y respetaría mi espacio por las malas. Maduro se hubiera ido, pero insistía como niño con juguete nuevo. Fascinado, yo no era un objeto más ni menos un trofeo. Mis manos toman mi pelo para estirarlo hacia un costado liberando mi cuello.
¿Mierda? El tono de mi voz en esa última palabra le agrega un toque de dulzura poco común asociado con la muerte. No era ella mi miedo sino mi descanso. Miranda era mi mayor preocupación llegando al punto de olvidar por momentos la muerte. Pero un ego amenazaba con pisarnos, o intentarlo. El tal muchacho seguía ahí de pie, esperando a que cayera como una cortesana, presa de su dinero y esclava de sus deseos. Era una profesión, yo jamás lo podría ser. Soy tu prostituta, tu esclava y tu sirvienta Miranda, no hay espacio para que otro domine un ser que es difícil de manejar de por sí. ¿Y en lo sexual? ¿Dirás que somos puras? El sexo es un vicio, el cigarrillo es un vicio. Pero el sexo era…distinto, carnal, donde el cuerpo dominaba a la mente. El sexo sin amor era una experiencia vacía, pero como experiencia vacía una de las mejores. No tenía porque atarte. Basta, basta, voy a tomar el poder ¿Por qué mierda piensas en sexo? Si sabes que con este inútil no pasará nada. Lo sé, solo miraba los pros de disfrutar del sexo sin amor dado que es lo que hacemos ¿Quieres que te recuerde que estás tan rota por dentro que temes sentir algo, porque eres más frágil que nadie, y nadie puede saberlo? Jaque mate. Lo sé.
Miranda no jodería, pero para eso tenía al Don Juan a pocos metros, su respiración contra la piel de porcelana de mi cuerpo de muñeca no era una cálida brisa. El campo, helado, la penumbra consumía las dos almas plantadas debajo de aquel árbol perdido de su rebaño en los bosques y el gran espejo de agua. Y ahí estaba él, cerca, demasiado. No, atrás, maldita sea fui clara. Enfermo estúpido ¿Quieres pisar la hiedra? Si quieres ser feliz debes sufrir, pero el quería entretenerse. Nosotras no queríamos nada. Para cuando siento su tacto bajo mi barbilla fue demasiado tarde.
-Siéntete como quieras, no eres más que un egocéntrico sin madurar.
Sin meditarlo, sin pensarlo, mis dientes muerden su mano. Perro que ladra no muerde. Tan solo unos segundos, fue todo demasiado rápido. Si, me invadía, que me dejara en paz, que no me tocara ¿es qué no entendía? Retira la mano como impulso nervioso inconciente mientras mi cuerpo permanece quieto, calmo tras la ola de ira.
-Lo bello implica que soy venenosa. En serio, déjame en paz ¿No llegas tarde a con tu puta o tu madre?
¿Nos importaba la respuesta? No, claramente no. Mis ojos se clavan en él con un deje de odio más que de ausencia pero me controlo volviendo a la indiferencia, ya lo habíamos dicho, él no era nadie y respetaría mi espacio por las malas. Maduro se hubiera ido, pero insistía como niño con juguete nuevo. Fascinado, yo no era un objeto más ni menos un trofeo. Mis manos toman mi pelo para estirarlo hacia un costado liberando mi cuello.
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Re: Falacias - Nigel - ACTIVO
Sentir al fin la piel de la joven rubia en su mano lo lleno de regocijo, algo indescriptible. Era como tocar un pequeño pedazo de ese paraíso al que no ansiaba as que adentrarse a como diera lugar….así fuera a la fuerza, lo cual no hace falta decir que no dudaría en hacer. Nigel carecía de valores, su abuelo había sido el culpable de tal cosa, lo único que le había enseñado era a materializarlo todo, a sentir poca importancia por las cosas que no fuesen dinero, poder y mujeres. Nigel era una reencarnación de Lord Quartermane que no había sido mas que un tirano que había dedicado su desgraciada vida a malvivir, blasfemar, herir y la ultima de sus creaciones había sido nuestro caballero en cuestión: Nigel. ¿Podía tomársele a el como una victima? ¡Por supuesto que lo era! Un pequeño que había sido moldeado al antojo de un hombre vil. Sin embargo hay que recalcar que Nigel tampoco hacia mucho por impedir ser el vivo retrato de su fallecido abuelo, si bien siendo un niño no había tenido mucho por hacer al respecto, ahora que tenia pasados los veinte años tampoco ponía mucho de si por cambiar esto, al contrario, parecía disfrutarlo.
Movió su mano bajo la barbilla de la bella rubia con la plena intención de alzarla mas y acariciar esos labios rosados que no hacían mas que invitarle a pecar y cuando sintió que se acercaba a su cometido algo corto de lleno su inspiración.
- ¡Maldita sea! – Vocifero abriendo la boca en una mueca de dolor mientras aparaba la mano de la mujer. ¡Lo había mordido! ¡Esa chica, loca y desgraciada se había atrevido!
Presiono la quijada a causa de la repentina irritación que había hecho acto de aparición de forma instantánea, mientras su mano se agitaba en el aire en un intento de aminorar el dolor. La alzo y observo que una pequeña cantidad de sangre se vertía sobre su pálida y blanca piel, fijo la vista en la chica aun con aire de enojo.
La miro por breves instantes con un aire de indignación en la mirada, no daba crédito a lo que acababa de ocurrir. La mujer era mucho mas salvaje de lo que había creído, peor que una yegua sin domar, mucho mas parecida a una fiera con rabia. La boca que había permanecido en una curva recta poco a poco empezaba a arquearse formando una sonrisa torcida y llena de diversión, hasta que al fin se echo a reír sin pudor alguno.
- ¿Sabes..? de verdad espero que esto te haya divertido. – Alzo la mano para dejarle ver a la joven que la sangre aun brotaba de la herida. - Eres ruda ¿eh?... – Camino nuevamente hacia al frente acortando la poca distancia que los separaba, hasta que al fin estuvo nuevamente a pocos centímetros de ella. – De verdad espero que te haya divertido…por que ¿sabes?... –pausa- ahora me toca a mi divertirme. – En cuanto termino la frase se abalanzo en un intento de sujetar sus manos e impedir que se defendiera, la fuerza la tenia de su lado siendo hombre y ella mujer. – Prometo que seré mucho menos rudo que tú… - En un movimiento rápido acorto la poca distancia que existía entre ambos rostros y beso a la fuerza los labios de aquella rubia que lo había fascinado desde la primera vista. – Me lo debes…. – Añadió separándose un poco de los suaves labios de la mujer y volviendo a robarle el aliento en un nuevo beso forzado, pero no poco eso menos placentero.
Movió su mano bajo la barbilla de la bella rubia con la plena intención de alzarla mas y acariciar esos labios rosados que no hacían mas que invitarle a pecar y cuando sintió que se acercaba a su cometido algo corto de lleno su inspiración.
- ¡Maldita sea! – Vocifero abriendo la boca en una mueca de dolor mientras aparaba la mano de la mujer. ¡Lo había mordido! ¡Esa chica, loca y desgraciada se había atrevido!
Presiono la quijada a causa de la repentina irritación que había hecho acto de aparición de forma instantánea, mientras su mano se agitaba en el aire en un intento de aminorar el dolor. La alzo y observo que una pequeña cantidad de sangre se vertía sobre su pálida y blanca piel, fijo la vista en la chica aun con aire de enojo.
La miro por breves instantes con un aire de indignación en la mirada, no daba crédito a lo que acababa de ocurrir. La mujer era mucho mas salvaje de lo que había creído, peor que una yegua sin domar, mucho mas parecida a una fiera con rabia. La boca que había permanecido en una curva recta poco a poco empezaba a arquearse formando una sonrisa torcida y llena de diversión, hasta que al fin se echo a reír sin pudor alguno.
- ¿Sabes..? de verdad espero que esto te haya divertido. – Alzo la mano para dejarle ver a la joven que la sangre aun brotaba de la herida. - Eres ruda ¿eh?... – Camino nuevamente hacia al frente acortando la poca distancia que los separaba, hasta que al fin estuvo nuevamente a pocos centímetros de ella. – De verdad espero que te haya divertido…por que ¿sabes?... –pausa- ahora me toca a mi divertirme. – En cuanto termino la frase se abalanzo en un intento de sujetar sus manos e impedir que se defendiera, la fuerza la tenia de su lado siendo hombre y ella mujer. – Prometo que seré mucho menos rudo que tú… - En un movimiento rápido acorto la poca distancia que existía entre ambos rostros y beso a la fuerza los labios de aquella rubia que lo había fascinado desde la primera vista. – Me lo debes…. – Añadió separándose un poco de los suaves labios de la mujer y volviendo a robarle el aliento en un nuevo beso forzado, pero no poco eso menos placentero.
Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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Re: Falacias - Nigel - ACTIVO
Sus palabras, sus malditas palabras que conjugadas formaban una oración. Dos, una o miles de ellas. Ahí estaba el Príncipe con el don del arte de la retórica. Si lo sabías controlar, en 3 palabras podías decir lo que otro en mil no lograría. El don del habla era algo que te daba un poder que Miranda poseía de un modo distinto y extraño. Poder expresar lo justo y necesario para engañar, hipnotizar al otro con tus condecoraciones, hasta sumirlo a tu voluntad, manipulando su ser haciendo lo que quieras con él. Nigel creía poseerlo. No por don sino por derecho de sangre. Miranda lo tenía impregnado en cada centímetro de mármol tallado en cánones perfectos de acuerdo a la figura de una muñeca escultural. Porque ella era gravedad. Su mirada, la nuestra, reflejaba la ausencia. Esa ausencia, carencia de algo te llevaba a querer encontrarlo. Todos tenían ganas de resolver un misterio único, que murió al nacer porque ¿Realmente existe Miranda? Eso es relativo, y eso nació cuando murió lo absoluto. Miranda nunca fue absoluta. Mejor dicho, habría que partir de la base en que Miranda nunca fue.
¿No existimos? Que no, solamente vivimos mil demonios. Eres una tirana, dígnate a gobernarme y no preguntes nada más ¿Y para qué quiero gobernar a la nada? Por una simple y mísera razón ¿Cuál? Disfrutas torturándome ¿No es así? Claro que si, tu insignificancia es mi goce. Tu decadencia es mi reinado. Si tengo que divertirme con algo ¿Qué mejor que nuestra patética vida no existencialista? Cállate.
Los insultos del Príncipe me importan una mierda. Si vienen de mierda ¿Para qué quieres seguir escuchando? Los ojos ausentes, faroles de la noche. Siguen clavados en un punto demasiado lejano y atrayente como para que Miranda y yo nos centráramos en la arrogancia con labios que intentaba acrecentarse delante de nosotras. Pero las cosas cambian.
No, maldito. No nos toques! Demasiado físico. Demasiada conexión, se encontraba más cerca de lo que queríamos. Su muñeca toma presa la mía, pequeña, frágil e insignificante. Los huesos resaltaban en ella, pero más que una ilustración enfermiza era tan delicada a ojos ajenos que deseabas tomarla entre sedas. Pero no él, quería imponerse a la maldita figura que implicábamos. La lujuria y avaricia se apoderaron de él. Miranda, haz algo por favor, nos está tocando.
Mi fuerza es en vano mientras sigue hablando. No había peor sordo que aquel que ignoraba al otro ¿Ignorar qué? ¿Intentos de amenaza? Vete tu y él a la mierda ¿Hablaba de promesas? Para que, mejor no esperar nada si luego te decepcionas. Estúpido. Mi cuerpo cual muñeca que era se ve forzado bajo la fuerza del humano. Resisto como puedo, mis pies enclavados entre las raíces pero todo se acaba cuando sus labios tibios, desgastados por tando uso, pero de una manera opuesta, sabios seductores encuentran los míos renegados. Sentía su liento, su calor. Su textura. La sinapsis se corta.
Me lo debes…Miranda completamente corrompida y enfadad gruñe dentro de mí, arañando mis paredes, queriendo salir. Seguía siendo su presa, sus labios luchando con una extraña dulzura autoritaria. Mis dientes atrapan ágiles su labio inferior, mordiéndolo sin terminar de cortarlo pero obligándolo a apartar su rostro de nosotras.
-¿Divertirte? Déjame en paz. Me debes la vida porque estoy a punto de asesinarte.
Miranda grita dentro de mí, pero mi voz es calma. Mi mano libre se alza y amenaza con abofetearlo. Pero el dedo índice termina por presionarse contra sus labios con suficiente fuerza de impedirle hablar aunque quisiera.
-Cállate, cállate, CÁLLATE.
¿Para quién iba? Para ti y para él. El último fue un gruñido. Mi muñeca sigue intentando soltarse pero Nigel se reniega. Miranda contrólate, por favor.
-Soy ruda porque soy la única reina en mi tablero. Tú pagas para meter y sacar fichas. Que divertida es la vida con poder ¿No? Sino cual es la gracia de que nadie te haga caso.
Nadie implicaba Miranda. Éramos su primera vez. Calmada, ironía y una fiera verdad. Servidas como mejor sabíamos, en un plato frío. Él debía entender que éramos peligrosas y que lo mejor sería soltarnos y dejar de jodernos. Dejar de intentar descubrirnos y cortar su fascinación. Maldita sea Quartermane, si te terminas condenando no me sentiré culpable. Te pasa por estúpido ¿Condenarse porque lo íbamos a asesinar? No, porque iba a torturarse si se dejaba atrapar por la curiosidad, tomando por carnada a la muñeca, y pescador a Miranda.
¿No existimos? Que no, solamente vivimos mil demonios. Eres una tirana, dígnate a gobernarme y no preguntes nada más ¿Y para qué quiero gobernar a la nada? Por una simple y mísera razón ¿Cuál? Disfrutas torturándome ¿No es así? Claro que si, tu insignificancia es mi goce. Tu decadencia es mi reinado. Si tengo que divertirme con algo ¿Qué mejor que nuestra patética vida no existencialista? Cállate.
Los insultos del Príncipe me importan una mierda. Si vienen de mierda ¿Para qué quieres seguir escuchando? Los ojos ausentes, faroles de la noche. Siguen clavados en un punto demasiado lejano y atrayente como para que Miranda y yo nos centráramos en la arrogancia con labios que intentaba acrecentarse delante de nosotras. Pero las cosas cambian.
No, maldito. No nos toques! Demasiado físico. Demasiada conexión, se encontraba más cerca de lo que queríamos. Su muñeca toma presa la mía, pequeña, frágil e insignificante. Los huesos resaltaban en ella, pero más que una ilustración enfermiza era tan delicada a ojos ajenos que deseabas tomarla entre sedas. Pero no él, quería imponerse a la maldita figura que implicábamos. La lujuria y avaricia se apoderaron de él. Miranda, haz algo por favor, nos está tocando.
Mi fuerza es en vano mientras sigue hablando. No había peor sordo que aquel que ignoraba al otro ¿Ignorar qué? ¿Intentos de amenaza? Vete tu y él a la mierda ¿Hablaba de promesas? Para que, mejor no esperar nada si luego te decepcionas. Estúpido. Mi cuerpo cual muñeca que era se ve forzado bajo la fuerza del humano. Resisto como puedo, mis pies enclavados entre las raíces pero todo se acaba cuando sus labios tibios, desgastados por tando uso, pero de una manera opuesta, sabios seductores encuentran los míos renegados. Sentía su liento, su calor. Su textura. La sinapsis se corta.
Me lo debes…Miranda completamente corrompida y enfadad gruñe dentro de mí, arañando mis paredes, queriendo salir. Seguía siendo su presa, sus labios luchando con una extraña dulzura autoritaria. Mis dientes atrapan ágiles su labio inferior, mordiéndolo sin terminar de cortarlo pero obligándolo a apartar su rostro de nosotras.
-¿Divertirte? Déjame en paz. Me debes la vida porque estoy a punto de asesinarte.
Miranda grita dentro de mí, pero mi voz es calma. Mi mano libre se alza y amenaza con abofetearlo. Pero el dedo índice termina por presionarse contra sus labios con suficiente fuerza de impedirle hablar aunque quisiera.
-Cállate, cállate, CÁLLATE.
¿Para quién iba? Para ti y para él. El último fue un gruñido. Mi muñeca sigue intentando soltarse pero Nigel se reniega. Miranda contrólate, por favor.
-Soy ruda porque soy la única reina en mi tablero. Tú pagas para meter y sacar fichas. Que divertida es la vida con poder ¿No? Sino cual es la gracia de que nadie te haga caso.
Nadie implicaba Miranda. Éramos su primera vez. Calmada, ironía y una fiera verdad. Servidas como mejor sabíamos, en un plato frío. Él debía entender que éramos peligrosas y que lo mejor sería soltarnos y dejar de jodernos. Dejar de intentar descubrirnos y cortar su fascinación. Maldita sea Quartermane, si te terminas condenando no me sentiré culpable. Te pasa por estúpido ¿Condenarse porque lo íbamos a asesinar? No, porque iba a torturarse si se dejaba atrapar por la curiosidad, tomando por carnada a la muñeca, y pescador a Miranda.
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Re: Falacias - Nigel - ACTIVO
La fiera no se daría por vencida y el lo sabia, incluso podía decirse que era lo que lo atraía de ella por mas enfermo que sonara. Era partidario del salvajismo muchas ocasiones, de la pasión en su máxima expresión, de las malas palabras usadas como parte de la seducción. La rubia lo había mordido, lo insultaba y el se limitaba a apartar su rostro tan solo una minima distancia mientras su lengua se paseaba por sus gruesos labios saboreando el par de besos que acababa de hurtar de esa apetecible boca. Una nueva risa apareció como respuesta ante los burdos comentarios de la rubia de nombre desconocido –el cual no importaba demasiado en realidad- para luego volver a sujetarle del la mano de la cual había logrado soltarse.
- ¿De verdad crees que me hieres con tus blasfemas? ¿Tú de verdad no me conoces ah? Si lo hicieras, sabrías de lo que soy capaz, deberías sentirte honrada por que alguien como yo se fije en algo como tu… - Bajo la vista para recorrer la vestimenta de la chica, si bien no era bastante modesta, se notaba a leguas que tampoco era de dinero, una simple campesina tal vez, una simple doncella sin nombre ni apellido, o al menos no alguno que valiera lo suficiente como para ser reconocido. – Es tu día de suerte…. – Añadió acariciando con su rostro el lado izquierdo de el de ella, dejando que su aliento que mezclara con el de la muchacha. - No voy a callarme…no voy a dejarte ir, ¿lo entiendes? vas a ser mía, quieras o no, por que yo lo decidí y siempre se hace lo que yo digo, ¿tienes alguna objeción? ¿Qué piensas hacer al respecto? – Detuvo su rostro frente al de ella en espera de una posible respuesta mientras una sonrisa cargada de absoluto egocentrismo aparecía en su rostro.
– ¿Cuál es la gracia de que nadie me haga caso? Por favor niña, no digas tonterías, deja de decir estupideces y mejor usa la boca para algo más productivo. – Su lengua recorrió el borde de la boca de la joven rubia dejando caer mas su peso sobre ella, poniéndola contra el árbol el cual empezó a crujir a sus espaldas.– Tan fácil que hubiera sido todo….si no te hubieras negado, tu me obligas a actuar de esta manera. – Llevo ambas manos de la chica hasta su espalda sujetándolas con una mano, dejando la otra libre la cual ni tarde ni perezosa empezó a bajar hasta el final del vestido de la chica el cual estaba casi seco. Alzo poco a poco la prenda de manera delicada y sus manos empezaron a palpar con lujuria la suave y tersa piel de ese sin duda escultural cuerpo. El hecho de que algo le fuera prohibido lograba excitarlo aun más, un trofeo que se estaría dispuesto a llevarse a casa. – Eres tan…. – Murmuro en su oído y sus labios se deslizaron por la nívea piel hasta el largo cuello de la mujer. Cada centímetro en ella era exquisito, delicioso y Nigel quería probarlo todo.
- ¿De verdad crees que me hieres con tus blasfemas? ¿Tú de verdad no me conoces ah? Si lo hicieras, sabrías de lo que soy capaz, deberías sentirte honrada por que alguien como yo se fije en algo como tu… - Bajo la vista para recorrer la vestimenta de la chica, si bien no era bastante modesta, se notaba a leguas que tampoco era de dinero, una simple campesina tal vez, una simple doncella sin nombre ni apellido, o al menos no alguno que valiera lo suficiente como para ser reconocido. – Es tu día de suerte…. – Añadió acariciando con su rostro el lado izquierdo de el de ella, dejando que su aliento que mezclara con el de la muchacha. - No voy a callarme…no voy a dejarte ir, ¿lo entiendes? vas a ser mía, quieras o no, por que yo lo decidí y siempre se hace lo que yo digo, ¿tienes alguna objeción? ¿Qué piensas hacer al respecto? – Detuvo su rostro frente al de ella en espera de una posible respuesta mientras una sonrisa cargada de absoluto egocentrismo aparecía en su rostro.
– ¿Cuál es la gracia de que nadie me haga caso? Por favor niña, no digas tonterías, deja de decir estupideces y mejor usa la boca para algo más productivo. – Su lengua recorrió el borde de la boca de la joven rubia dejando caer mas su peso sobre ella, poniéndola contra el árbol el cual empezó a crujir a sus espaldas.– Tan fácil que hubiera sido todo….si no te hubieras negado, tu me obligas a actuar de esta manera. – Llevo ambas manos de la chica hasta su espalda sujetándolas con una mano, dejando la otra libre la cual ni tarde ni perezosa empezó a bajar hasta el final del vestido de la chica el cual estaba casi seco. Alzo poco a poco la prenda de manera delicada y sus manos empezaron a palpar con lujuria la suave y tersa piel de ese sin duda escultural cuerpo. El hecho de que algo le fuera prohibido lograba excitarlo aun más, un trofeo que se estaría dispuesto a llevarse a casa. – Eres tan…. – Murmuro en su oído y sus labios se deslizaron por la nívea piel hasta el largo cuello de la mujer. Cada centímetro en ella era exquisito, delicioso y Nigel quería probarlo todo.
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Re: Falacias - Nigel - ACTIVO
-¿Algo como yo? Yo soy una mierda y tu no eres más que eso ¿Herirte? será lo menos...
La sonrísa cínica en mis labios se torna maléfica y enfermiza. Sus palabras eran la causa de mi gracia. Humano insolente no sabía con quien se metía. Miranda era mi peor enemiga, pero era más terrorífica con aquel que quería joderme. Ella era a quien él debía temer. De quien tendría que escapar pero ya era demasiado tarde. La había provocado. Había acudido como una víctima presa de la lujuria a sus puertas y gritado su nombre. Ella aguardaba, paseándose dentro de mi mente hasta el momento justo de atacar. Miranda ¿Me llamabas? Si ¿Ahora si me necesitas? No me jodas, ayúdame. Ruega. Por favor. RUEGA. De acuerdo, ayúdame.
Sus manos, sus dedos apresando mis muñecas cual esposas sujetaban mi cuerpo con ardiente deseo encarnado en sus acciones. Deseos puramente sexuales, quería tenernos, no. Mi cuerpo se retuerce como primera acción de rechazo, pero las frágiles manos demostraban la poca fuerza física que un físico tan enfermizo podía oponer frente a un vigoroso como él encarnaba. Los labios entreabiertos dejan escapar un gruñido bajo cual serpiente, la cabeza queda de costado dejando lejos mis labios de colro carmesí, furiosos y a la defensiva lo más alejados posibles.
No, no podía. NO IBA a tenernos. No. Presa. Así quería que me sintiera. Las rugosidades del árbol podían sentirse clavadas en mi espalda cuando el me empuja contra el tronco. Era ajena a este mundo, no estaba allí. Simplemente ni Miranda ni yo estábamos allí. Podría tenernos físicamente pero ni ella ni yo nos íbamso a resignar a un engreído pedante que no se resignaba a su propia insignificancia, lo que lo volvía más idiota que el resto. Quemaba, su piel contra la mía generaba un dolor mental que se traducía en miles de agujas penetrando mi piel. Nos tocaba.
-Jamás seré tuya. Nunca seré tu puta. Eres un pobre diablo sin vida, no jodas la mia.
Giro mi rostro para quedar frente al suyo, sin premeditarlo, los labios escupen contra su rostro dando en su cara. Mi mugre era su mugre y eso solo era la representación física. Pero sus manos tocaban mi cuerpo, lo deseaban. Quemada, todo mi cuerpo ardía y de mis labios entreabiertos solo sale un grito. Grito de odio entremezclado con dolor. Sus manos revolvían la tela hasta llegar a acariciar mi piel. Sentía su tacto en mi pierna y es entonces cuando mi cuerpo deja de moverse. Completamente inmóvil. No entregado sino como preludio a la tempestad que estaba por caer sobre él. Mi pelo al viento y mi figura apresada pro su cuerpo. Solos en aquel campo.
-Tu eres un niño. Te lo digo por última vez, suéltame. Soy una salvaje sádica y no me importas.
Era la advertencia más clara. No iba a tener remordimiento por cualquier cosa que podía llegar a hacerle si su mano no detenía el recorrido por mi pierna. Mi rostro gira hacia mi hombro derecho tras haber clavado en él mis ojos al hablar. Su mano acariciaba mi cuello, el fuego ascendía por mi cuerpo.
La sonrísa cínica en mis labios se torna maléfica y enfermiza. Sus palabras eran la causa de mi gracia. Humano insolente no sabía con quien se metía. Miranda era mi peor enemiga, pero era más terrorífica con aquel que quería joderme. Ella era a quien él debía temer. De quien tendría que escapar pero ya era demasiado tarde. La había provocado. Había acudido como una víctima presa de la lujuria a sus puertas y gritado su nombre. Ella aguardaba, paseándose dentro de mi mente hasta el momento justo de atacar. Miranda ¿Me llamabas? Si ¿Ahora si me necesitas? No me jodas, ayúdame. Ruega. Por favor. RUEGA. De acuerdo, ayúdame.
Sus manos, sus dedos apresando mis muñecas cual esposas sujetaban mi cuerpo con ardiente deseo encarnado en sus acciones. Deseos puramente sexuales, quería tenernos, no. Mi cuerpo se retuerce como primera acción de rechazo, pero las frágiles manos demostraban la poca fuerza física que un físico tan enfermizo podía oponer frente a un vigoroso como él encarnaba. Los labios entreabiertos dejan escapar un gruñido bajo cual serpiente, la cabeza queda de costado dejando lejos mis labios de colro carmesí, furiosos y a la defensiva lo más alejados posibles.
No, no podía. NO IBA a tenernos. No. Presa. Así quería que me sintiera. Las rugosidades del árbol podían sentirse clavadas en mi espalda cuando el me empuja contra el tronco. Era ajena a este mundo, no estaba allí. Simplemente ni Miranda ni yo estábamos allí. Podría tenernos físicamente pero ni ella ni yo nos íbamso a resignar a un engreído pedante que no se resignaba a su propia insignificancia, lo que lo volvía más idiota que el resto. Quemaba, su piel contra la mía generaba un dolor mental que se traducía en miles de agujas penetrando mi piel. Nos tocaba.
-Jamás seré tuya. Nunca seré tu puta. Eres un pobre diablo sin vida, no jodas la mia.
Giro mi rostro para quedar frente al suyo, sin premeditarlo, los labios escupen contra su rostro dando en su cara. Mi mugre era su mugre y eso solo era la representación física. Pero sus manos tocaban mi cuerpo, lo deseaban. Quemada, todo mi cuerpo ardía y de mis labios entreabiertos solo sale un grito. Grito de odio entremezclado con dolor. Sus manos revolvían la tela hasta llegar a acariciar mi piel. Sentía su tacto en mi pierna y es entonces cuando mi cuerpo deja de moverse. Completamente inmóvil. No entregado sino como preludio a la tempestad que estaba por caer sobre él. Mi pelo al viento y mi figura apresada pro su cuerpo. Solos en aquel campo.
-Tu eres un niño. Te lo digo por última vez, suéltame. Soy una salvaje sádica y no me importas.
Era la advertencia más clara. No iba a tener remordimiento por cualquier cosa que podía llegar a hacerle si su mano no detenía el recorrido por mi pierna. Mi rostro gira hacia mi hombro derecho tras haber clavado en él mis ojos al hablar. Su mano acariciaba mi cuello, el fuego ascendía por mi cuerpo.
Miranda Schreiber- Hechicero Clase Baja
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Re: Falacias - Nigel - ACTIVO
Pero Nigel siguió haciendo lo que deseaba con ella, como si se tratase ya de algo de su propiedad, como si aquella joven de tersa piel y mirada colérica no fuese más que una muñeca la cual podía maniobrar a su total antojo. La recorrió a su manera, cuantas veces quiso, ignorando las palabras rabiosas que la joven vociferaba en un intento de apartar a tan atrevido hombre. Pero el era sordo y ciego, completamente, nada le impediría lograr lo que se había propuesto esa noche, solo por que si, solo por que tenia ganas, por que le venia en gana. Las manos de Nigel se aferraron aun más a las perfectas piernas de la rubia, el momento que tanto había estado deseando se veía cada vez más cercano, la chica no tendría mas fuerzas para negarse, finalmente accedería, como todas lo hacían tarde o temprano y Nigel saldría glorioso, una mujer mas que añadir a su lista, un trofeo mas que colgar en su colección.
¡Pero que insolencia! Esa era la única palabra que podía describir el acto que acababa de realizar tan salvaje mujer. La saliva de Miranda resbalaba por el rostro molesto de Nigel Quartermane, quien procedió a llevarse la mano al rostro en un intento de limpiar el “regalo” que ella le había hecho. Era suficiente, había llegado demasiado lejos, demasiado.
El rostro impregnado con esa sonrisa cínica que lo caracterizaba a menudo, había mutado adoptando un semblante de molestia, el ceño fruncido, los labios tensos y la mirada fija al rostro orgulloso de la joven. Por un momento fingió que todo estaba bien, con lentitud llevo su mano al bolsillo derecho de su pantalón y de el saco un pañuelo blanco perfectamente doblado, con el comenzó a limpiar los restos de saliva que aun permanecía en su rostro que ahora parecía sereno. Siguió limpiado su cara a la vez que avanzaba unos pasos hacia la chica, pasos lentos, calmos, faltos de preocupación. Pronto estuvo frente a ella, a la misma distancia que se había encontrado antes del acto de rechazo de la joven y permaneció observándola como si nada ocurriera. Cuando su rostro estuvo limpio, volvió a esconder el pañuelo en su lugar original y dejo escapar un suspiro.
Miranda no lo vio venir. La mano de Nigel se alzo con tal velocidad que no se lo permitió y con tanta fuerza que la bofetada que acababa de darle logro mover el rostro de la chica hacia un costado. El no sintió pena alguna por atreverse a golpear a tan delicada mujer, todo lo contrario, se lo merecía.
- Nadie se burla de Nigel Quartermane, y menos alguien como tú. - La voz estaba llena de orgullo, falta de remordimiento. - Ignoro por completo lo que te hace pensar que eres especial niña, no eres mas que una campesina, una pobre diabla que debería sentirse orgullosa de que yo, Nigel Quartermane, haya osado en poner los ojos sobre ti. - Una sonrisa irónica apareció para quedarse. - ¿Pero que se puede esperar de alguien como tú?, posiblemente eres tan ignorante que no sabes con quien estas tratando, no te culpo, no eres nadie, nada excepto una cara bonita.
¡Pero que insolencia! Esa era la única palabra que podía describir el acto que acababa de realizar tan salvaje mujer. La saliva de Miranda resbalaba por el rostro molesto de Nigel Quartermane, quien procedió a llevarse la mano al rostro en un intento de limpiar el “regalo” que ella le había hecho. Era suficiente, había llegado demasiado lejos, demasiado.
El rostro impregnado con esa sonrisa cínica que lo caracterizaba a menudo, había mutado adoptando un semblante de molestia, el ceño fruncido, los labios tensos y la mirada fija al rostro orgulloso de la joven. Por un momento fingió que todo estaba bien, con lentitud llevo su mano al bolsillo derecho de su pantalón y de el saco un pañuelo blanco perfectamente doblado, con el comenzó a limpiar los restos de saliva que aun permanecía en su rostro que ahora parecía sereno. Siguió limpiado su cara a la vez que avanzaba unos pasos hacia la chica, pasos lentos, calmos, faltos de preocupación. Pronto estuvo frente a ella, a la misma distancia que se había encontrado antes del acto de rechazo de la joven y permaneció observándola como si nada ocurriera. Cuando su rostro estuvo limpio, volvió a esconder el pañuelo en su lugar original y dejo escapar un suspiro.
Miranda no lo vio venir. La mano de Nigel se alzo con tal velocidad que no se lo permitió y con tanta fuerza que la bofetada que acababa de darle logro mover el rostro de la chica hacia un costado. El no sintió pena alguna por atreverse a golpear a tan delicada mujer, todo lo contrario, se lo merecía.
- Nadie se burla de Nigel Quartermane, y menos alguien como tú. - La voz estaba llena de orgullo, falta de remordimiento. - Ignoro por completo lo que te hace pensar que eres especial niña, no eres mas que una campesina, una pobre diabla que debería sentirse orgullosa de que yo, Nigel Quartermane, haya osado en poner los ojos sobre ti. - Una sonrisa irónica apareció para quedarse. - ¿Pero que se puede esperar de alguien como tú?, posiblemente eres tan ignorante que no sabes con quien estas tratando, no te culpo, no eres nadie, nada excepto una cara bonita.
Nigel Quartermane- Vampiro/Realeza [Admin]
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Re: Falacias - Nigel - ACTIVO
Miranda no era más que un espectro, no era más que fruto de la desolación, Miranda no era más que yo misma. La ausencia de lo que amas es el espejo de la demencia. ¿Pero la amaba? Me odias, me amas demasiado.
La noche era calma, tan solo poseía la ira de antagonista. La irritabilidad, un deseo carnal cuya llama se iba extinguiendo poco a poco. Tan solo el viento acariciaba el pastizal que nos rodeaba. Miranda lo observaba. Podía sentir como obligaba a mis músculos a tensarse, cada uno continuo del otro. El manto de la oscuridad era el único testigo del maldito pedante cuando…El ruido de la porcelana al romperse, como sus innumerables piezas caen como una lluvia nevada, perdiéndose en el suelo hasta astillarse. Convirtiéndose en polvo, algo imposible de recrear. Mi mejilla tras el golpe seco queda impactada de perfil. El impacto impidió saber cual era su temperatura corporal. Pero nuestro cuerpo, podía sentir como la sangre comenzaba a hervir aumentando abruptamente la corriente. Un tono levemente rosado invade aquella porcelana ¿Qué mierda? No.
No era el dolor, no era la humillación ni tampoco sus palabras que cortaban aquel silencio espectral que acompañaba el momento, interrumpido por algún sonido de insecto o ave al acecho. Miranda estaba temblando de furia. Sus palabras no eran motor de nada más que una invitación a la incitación ¿Dementes? A veces la demencia es la razón ¿Dudas de mi? ¿Acaso tengo otra opción?
Escupía palabras por esos labios que mil bocas habían conocido ¿Carnal es pecado? Nada, ni una sola interrumpe a Miranda. Nada era ofensa porque él no era nadie, no era nada más que un pobre diablo. La sonrisa cínica en un cuerpo extrañamente relajado. Mis ojos vacíos solo conservan parte de mi aura. Miranda no necesita vislumbrar un grito, una queja o una palabra.
-¿Orgullosa? No eres nadie ¿Quieres saber qué eres?
Mis párpados caen pesadamente sumiéndome en la oscuridad. Nada había cambiado al lugar donde estábamos parados salvo, la brisa comenzaba a correr, envolviéndome cual manta de seda llevándome con ella. Frío y gritos. Las imágenes no tardaron en sucederse y allí estaba él. Nigel en su entorno, Nigel en su vida. ¿Vas a ponerte melancólica? No, disfruto de la venganza ¿Encariñándote? No, buscando el punto justo donde romper…Miranda se silencia, al igual que el aire que nos rodea. Lo había encontrado. El recuerdo más sepultado por el dolor que había en aquel mar cubierto de pecados para las falacias de la Iglesia.
-Eres Lord Quartermane ¿Te agrada?
La comisura de mis labios se tensa todavía más en una sonrisa que comenzaba a formarse cada vez más intensa en mi rostro, al mismo tiempo que una de mis cejas se enarca levemente, dejando atrás el rostro de muñeca de porcelana para comenzar de a poco, a mover aquellos hilos que generaban expresiones. Apenas, muchos podías desatar el caos.
La locura es un cierto placer que sólo el loco conoce. Y nosotras éramos expertas. La peor tortura era la cadena que uno mismo había forjado.
-¿Qué pasa pequeño Nigel? ¿Tienes miedo porque tus padres no pueden defenderte?
Lentamente, mis ojos se clavan en él. Mi cabeza se ladea levemente sin cortar ese vínculo. Podía ser cualquier cosa, podía ser Nigel Quartermane, no discriminábamos.
-Mal mal mal. Te advertimos, ahora tienes que jugar. Debes jugar porque ¿Qué puedes perder? Morirás solo y viejo ¿Amar? ¿Existe eso? Egocéntrico y egoísta. La pregunta es ¿Sabes tú con quien estás tratando?
La noche era calma, tan solo poseía la ira de antagonista. La irritabilidad, un deseo carnal cuya llama se iba extinguiendo poco a poco. Tan solo el viento acariciaba el pastizal que nos rodeaba. Miranda lo observaba. Podía sentir como obligaba a mis músculos a tensarse, cada uno continuo del otro. El manto de la oscuridad era el único testigo del maldito pedante cuando…El ruido de la porcelana al romperse, como sus innumerables piezas caen como una lluvia nevada, perdiéndose en el suelo hasta astillarse. Convirtiéndose en polvo, algo imposible de recrear. Mi mejilla tras el golpe seco queda impactada de perfil. El impacto impidió saber cual era su temperatura corporal. Pero nuestro cuerpo, podía sentir como la sangre comenzaba a hervir aumentando abruptamente la corriente. Un tono levemente rosado invade aquella porcelana ¿Qué mierda? No.
Miranda, tranquila.
No era el dolor, no era la humillación ni tampoco sus palabras que cortaban aquel silencio espectral que acompañaba el momento, interrumpido por algún sonido de insecto o ave al acecho. Miranda estaba temblando de furia. Sus palabras no eran motor de nada más que una invitación a la incitación ¿Dementes? A veces la demencia es la razón ¿Dudas de mi? ¿Acaso tengo otra opción?
Escupía palabras por esos labios que mil bocas habían conocido ¿Carnal es pecado? Nada, ni una sola interrumpe a Miranda. Nada era ofensa porque él no era nadie, no era nada más que un pobre diablo. La sonrisa cínica en un cuerpo extrañamente relajado. Mis ojos vacíos solo conservan parte de mi aura. Miranda no necesita vislumbrar un grito, una queja o una palabra.
-¿Orgullosa? No eres nadie ¿Quieres saber qué eres?
Mis párpados caen pesadamente sumiéndome en la oscuridad. Nada había cambiado al lugar donde estábamos parados salvo, la brisa comenzaba a correr, envolviéndome cual manta de seda llevándome con ella. Frío y gritos. Las imágenes no tardaron en sucederse y allí estaba él. Nigel en su entorno, Nigel en su vida. ¿Vas a ponerte melancólica? No, disfruto de la venganza ¿Encariñándote? No, buscando el punto justo donde romper…Miranda se silencia, al igual que el aire que nos rodea. Lo había encontrado. El recuerdo más sepultado por el dolor que había en aquel mar cubierto de pecados para las falacias de la Iglesia.
-Eres Lord Quartermane ¿Te agrada?
La comisura de mis labios se tensa todavía más en una sonrisa que comenzaba a formarse cada vez más intensa en mi rostro, al mismo tiempo que una de mis cejas se enarca levemente, dejando atrás el rostro de muñeca de porcelana para comenzar de a poco, a mover aquellos hilos que generaban expresiones. Apenas, muchos podías desatar el caos.
La locura es un cierto placer que sólo el loco conoce. Y nosotras éramos expertas. La peor tortura era la cadena que uno mismo había forjado.
-¿Qué pasa pequeño Nigel? ¿Tienes miedo porque tus padres no pueden defenderte?
Lentamente, mis ojos se clavan en él. Mi cabeza se ladea levemente sin cortar ese vínculo. Podía ser cualquier cosa, podía ser Nigel Quartermane, no discriminábamos.
-Mal mal mal. Te advertimos, ahora tienes que jugar. Debes jugar porque ¿Qué puedes perder? Morirás solo y viejo ¿Amar? ¿Existe eso? Egocéntrico y egoísta. La pregunta es ¿Sabes tú con quien estás tratando?
Miranda Schreiber- Hechicero Clase Baja
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