Ven a deslizarte por mi cuerpo (+18) {Nigel} ACTIVO

“Hare lo que quieras…” La frase retumbo en su mente de manera estruendosa manteniendo impecable el timbre de voz de tan hermosa criatura y seguramente haría eco por el resto de sus días. Por que precisamente eso era lo que el quería, que ella accediera a los ruegos que había empezado a hacerle desde meses atrás, quería que ella no pusiera más esa barrera que el se empeñaba el echar abajo como si de una guerra se tratase y la cual ella no hacia más que reforzar. Pero el no era su enemigo, era quien le amaba y la defendería, era quien estaba dispuesto a doblegar su propio reino, donde el solo había mandado desde que tenia uso de memoria. Y le ofrecía todo eso, hacerla reina a ella, de hacerla su dueña. Cuanta vulnerabilidad por un solo sentimiento, cuantas promesas hechas a si mismo estaban ahora rotas por solo una mujer.

La cama era lo mas parecido a un lecho en llamas, ambos cuerpos desnudos, el sobre ella, cubiertos de sudor, llenos de deseo. Era imposible querer dar marcha atrás con lo que se estaba viviendo en esa cama, el fuego había sido encendido y no pararía hasta consumir todo a su paso, ya ellos se encargarían de renacer de las cenizas. La respiración poco a poco se tornaba aun más complicada al punto de tener que respirar por la boca, una ola de excitación lo recorría de pies a cabeza, centrándose por completo en la parte baja donde su miembro permanecía en una increíble erección, esperando por entrar a ese cuerpo que ya era casi como su hogar. Necesitaba sentirla, vulnerable, entera, suya realmente, como quizás nunca lo había sido.

Sus insistentes dedos prosiguieron hurgando entre los pliegues de su sexo, hundiéndolos en aquella humedad deliciosa que le pertenecía, que le indicaba que al menos el placer que pretendía darle era verdadero. Bajo su rostro hasta su pelvis, retirando los dedos y dejando que esta vez fueran sus labios quienes continuaran las caricias, hundió su rostro en aquella humedad y bebió de ella dejando que su lengua se asemejara lo más posible a una serpiente venenosa. Paseo su lengua de un lado a otro y fue subiendo poco a poco, pasando por su vientre, su ombligo, su cintura, dos montes lo detuvieron. El cuerpo de Claire lograba arrebatarle la poca cordura que le quedaba, ¿que importaba perderla? lo haría si era el precio de tenerla esa noche.

Una mueca de dolor apareció en su rostro al rozar su miembro contra el cuerpo de su mujer, ya no podía soportar más el no sentirse dentro de ella, ya no podía aguantar más ese acto de masoquismo puro. Se coloco con agilidad sobre la joven concubina y con delicadeza aparto sus piernas para poder tener el paso libre, sus ojos se posaron en los de ella en un intento de no perder el contacto visual durante el acto. Y nuevamente retumbo en su mente la anterior frase que ella había citado: “Hare lo que quieras…lo que quieras”. - Se mía entonces… - No dudo en pedir en medio de jadeos de la manera mas posesiva antes vista. - Se solo mía y de nadie más, de nadie….de nadie….

Su pelvis se movió con fuerza hasta lograr penetrarla con apenas dos movimientos los cuales no cesaron. La tibieza del interior de Claire lo lograba llenarlo aun de más excitación. Los movimientos ondulantes fueron en incremento, como si quisiera poder explorar aun más profundamente aquel cuerpo que había sido suyo tantas noches, como si deseara encontrar algo nuevo en el, algo que hubiera permanecido escondido todo este tiempo.

Los movimientos no cesaron, el vaivén en sus caderas, su cuerpo sobre el de ella, el sudor mezclándose, la expedición interior a un cuerpo que conocía como a la palma de su mano. Estaba loco, desquiciado por ella y no había razón para ocultarlo o intentar reprimir tal cosa, mucho menos tratándose de el.

Era increíble darse cuenta como dos cuerpos podían tener esa compenetración, tan exacta, tan hechos el uno para el otro, una pieza embonando en la otra a la perfección. Su piel se derretía como si la de Claire fuese una especie de brasa que lograba encenderlo y su sabor…simplemente exquisito. Innumerables veces fueron las que su lengua se aventuro a pasearse por todo ese perfecto cuerpo femenino, para después cubrirlo de besos ansiosos que desencadenaban una orgia de sensaciones que no parecían disminuir o perder fuerza con el paso de los años. Cuanto placer sentía Nigel de tenerla enteramente suya por esa noche, pero no era suficiente…nunca era suficiente. ¿Quien lo imaginaria? Un noble caballero de su estatus perdidamente aferrado a una prostituta? Una obsesión fuera de contexto, sin límites.

No paro de moverse sobre ella incluso cuando escucho el leve susurro de su voz en su oído, en esos momentos le resultaba toda una odisea el poner atención a lo que ella intentaba decirle. ¿Era realmente importante mantener una conversación durante el acto? No podía pensar, no quería hacerlo, se negaba a poner algo de atención en algo que no fuese en la satisfacción carnal de ambos. Coloco sus labios sobre los de Claire en un intento de hacer que callara, que se olvidara del mundo como el lo hacia, de hacerle ver que no era el mejor momento para mantener un dialogo a menos de que fuera para pedirle que hiciera algo en especial sobre esa cama, pero fue inútil, ella continuo hablando en medio de jadeos arrancándole la concentración por algunos instantes. Entonces supo de qué se trataba todo. Le miro fijamente a los ojos cuando escucho la palabra “juguete” salir de sus carnosos labios, los movimientos cesaron como arte de magia.

Lo que Claire decía era completamente comprensible, ciertamente había sido un juguete para el desde esa primera vez que habían hecho el amor años atrás, un juguete caro, pero que lo valía y que se había convertido, sin razón aparente, en su favorito, en uno que no solo quería usar cuando le diera la gana, si no que quería llevar a su residencia y proclamarlo como suyo ante el resto del mundo.

Lo cierto es que resultaba bastante curioso e incluso irreal ver a Nigel en esa situación, era como si de pronto ese ser mezquino, vil y promiscuo que era todo el tiempo se redujera a ese hombre vulnerable, un esclavo de esa concubina del diablo que tantos placeres le había vendido desde años atrás. Incluso se sentía miserable al tener que pagar por sus caricias, no por que el dinero le faltara, si no por el simple hecho de estar adquiriendo algo que debía ser gratuito y sin esperar nada a cambio.

Y se mantuvo callado siendo solo su respiración agitada lo que expresaba en tan difícil momento. Por un momento se sintió amenazado, era difícil tener que ceder a un sentimiento que nunca antes había experimentado. ¿Amor? ¿Realmente estaba enamorado? ¿Cómo puede distinguir uno un sentimiento cuando se tienen tantos por esa misma persona? ¿Y si estaba equivocado? ¿Y si todo era pasajero? Se sintió inseguro ante sus palabras, sintió que le pedía que debía renunciar a todo si realmente quería tenerla a ella. La mujer le pedía fidelidad, pedía lealtad, promesas, algo que la hiciera sentir segura. ¿Podía el ofrecer todas esas cosas? ¿Podía incluso ofrecer alguna de ellas?

– No eres un juguete, dejaste de serlo hace mucho tiempo, me he cansado de decírtelo. – Quizás era tiempo de darle un poco de protagonismo a ese corazón que había mantenido cautivo por tanto tiempo bajo la dura coraza que se había creado a través de los años. Acerco su rostro y empezó a rozar la barbilla de la mujer con su frente, su nariz, con sus labios. – Tantos años Claire…estoy harto de compartirte, por favor… - Y se lo rogaba una vez mas, el orgullo parecía doblegarse mientras mas le besaba. – Claire…. – Gimió con deseos de terminar lo que habían empezado. – Creo que te amo…

¿Qué demonios estaba haciendo? ¿Nigel Quartermane? ¿Enamorado? Cuanto compromiso significaba decirle te amo a una persona, ¿De verdad estaba dispuesto a renunciar al tipo de vida que había tenido hasta ahora por una ramera?

Y nuevamente dudo. No por que el sentimiento que sabia que existía en su interior hacia la mujer que yacía desnuda en esa cama fuese falso, si no por que luego de escuchar lo que ella le decía e incluso lo que el mismo había dicho, era inevitable no sentirse confundido, aturdido. La mujer que amaba respondía a sus sentimientos, le hacia ver que no estaba queriendo solo, que era correspondido en lo mas pleno. Cosa que lo había tomado por sorpresa, no por que sintiera que seria rechazado, si no por que de verdad ella había ignorado anteriormente sus suplicas de ser solo de el, empeñándose en verlo solo como un cliente mas, el mas fiel y consecutivo de ellos. Se tomo unos momentos, los suficientes para asimilar que todo eso era real, que no era un sueño, ni una visión provocada por alguna sustancia alcohólica. Era real, por supuesto que lo era. – Quiero que te cases conmigo. – Respondió sin darle muchas vueltas al asunto, sin reparar en que quizás estaba viéndose bastante ansioso, en que probablemente la proposición que acababa de salir de su boca fuera uno de esos arranques de los que sufría constantemente. No le importaba nada en esos momentos, lo único que realmente importaba era esa necesidad de saberla suya, solo suya. – Quiero que compartas la casa conmigo, mi cama, la vida misma, te quiero a ti Claire Delacroix. – Añadió mas decidido para finalizar a aquella declaración del que aun se dudaba fuera amor verdadero. ¿Pero a quien le importaba? Debía tenerse en cuenta el hecho de que era la primera vez que el sentía algo así por alguien, la primera vez que sentía esa necesidad de pedirle a alguien que entrara a su vida de manera definitiva y la compartiera con el.

No hubo mas palabras de por medio, las caricias ocuparon su lugar. No le importaba si a Claire le sorprendía la propuesta que acababa de hacerle, se saldría con su suya de todos modos. Las manos de Nigel recorrieron su cuerpo entero nuevamente, esta vez con la precisión y delicadeza a la vez. Sus labios cubrieron de besos el cuerpo de su amada, para finalmente realizar un nuevo y permanente encuentro entre sus labios. Se coloco entre sus piernas sin dejar de besarle, y nuevamente hundió su cuerpo en el de ella como lo más natural del mundo. Los movimientos fueron más suaves esta vez, el vaivén fue más lento. Los minutos pasaron, pero el tiempo era lo de menos. Sintió el cuerpo de ella tensarse bajo el suyo, en ocasiones cambio de posición, dejando que fuera ella quien estuviera arriba, permitiendo que fuese ella quien se adueñara de su cuerpo. Gemidos, jadeos, caricias, besos, tan solo cuatro de las cosas que tuvieron lugar en aquella habitación. Un éxtasis total como final a aquella serie de escenas poco pudorosas, pero que habían sido realizadas con la más plena intención de llevarlas a cabo. Esta vez no había tenido sexo con una prostituta, le había hecho el amor a la que estaba seguro, dentro de poco, seria su esposa.