Momento de supuesta tranquilidad [Nigel]

Pero que día tan increíblemente tedioso era el que estaba viviendo. La residencia casi lograba asfixiarlo cuando no ponía pie fuera de ella y permanecía encerrado por demasiado tiempo. Quizás fue precisamente eso lo que logro exasperarlo al grado de salir como alma que lleva el diablo mientras azotaba la puerta principal y sin dar una sola reseña de donde estaría a su fiel mayordomo. Incluso olvido por completo la carroza, prefería caminar, estirar un poco las piernas y quizás, con algo de suerte, encontrar en las abarrotadas calles algo que llamase su atención.

Las empedradas calles no trajeron nada divertido a el, tan solo cientos de ojos que le miraban con extrañeza al verlo andar a pie y no precisamente con el más elegante de su repertorio de trajes. Poco le importaba lo que la gente pensara de el, podría incluso haber salido desnudo a las calles si le diera la gana y seguiría importándole poco la opinión de los demás. Sus pasos poco a poco lo guiaron hacia un lugar que muy pocas veces había frecuentado, la laguna se abría paso ante sus ojos y la brisa fresca le azotaba el rostro haciéndole respirar un aire incluso mas puro ahí. Poca gente era la que se encontraba a su alrededor y llego a pensar que nada bueno habría de esa visita, hasta que finalmente una mujer apareció frente a sus ojos. Parecía nunca agotarse de intentar persuadir a las mujeres, una entretención un tanto mezquina y casi obsesiva de su parte.

Le mantuvo la mirada de una manera caprichosa hasta que lograra captar también su atención, la cual no llegaba y mientras estuvo a la espera saco del bolsillo de su pantalón un cigarrillo el cuando encendió para entretenerse mientras planeaba la excusa perfecta para acercarse a la joven en cuestión.

Oh si, ahí estaba la señal que había esperado, la joven lo había mirado discretamente y para el eso era una luz verde para llevar a cabo su “sutil” procedimiento de seducción con el único fin de llevarle a la cama.

¿Qué demonios estaba esperando? ¿Acaso no se trataba de Nigel Quartermane?
¿Por qué debía pensarse tanto el acercarse si eso era lo que quería?

No hubo mas que pensar al respecto, la decisión estaba hecha. Se puso de pie con un movimiento bastante ágil que cualquiera se hubiese sorprendido. Mantuvo el cigarrillo encendido, mientras sus pasos se dirigían seguros hacia la damisela en cuestión que tenia unos pies pequeños sumergidos en el agua. Dejo escapar una porción de humo antes de hablar y mantuvo la humeante adicción lejos de su rostro mientras llevaba a cabo una nueva actuación con fines meramente lascivos.

- ¿Qué le gusta? ¿Las rosas rojas? ¿Las blancas? ¿Los lirios? ¿Las azucenas? O… ¿quizás algún delicioso dulce para consentir a su paladar? ¿Chocolates? ¿Bombones? – Una sonrisa un tanto impregnada de cinismo se impregno en sus labios al imaginar que sus preguntas podrían sonar descabelladas ante la joven que probablemente no sabia de lo que hablaba. - No, me juzgue de loco mon chérie, no he perdido el juicio, si lo pregunto es por que existe una gran posibilidad de que usted a esta hora, mañana, este en cama con una terrible gripe por haberse atrevido a mojar sus pies con este clima tan poco prudente y me gustaría que mi elección al visitarle y llevarle un presente fuese atinada.

La sorpresa no tardo en aparecer en el rostro de Nigel, una ceja se levanto de manera casi automática en el momento en que le escucho a la joven decir la primera frase como respuesta a su elaborado repertorio de frases que solía usar para conquistar a las jovencitas de la aristocracia. ¿Que significaba aquello? ¿Que la bella rubia que tenia justo enfrente no se tragaba su palabrería barata? Quizás era hora de desechar por completo esa mala fama que solían tener las rubias, quizás no eran del todo tan tontas e ingenuas como solían dirigirse a ellas la mayoría de las veces, de manera discriminatoria.

Ah, pero si las rubias tenían su encanto, vaya que lo tenían, bastaba ver a esa joven. Los ojos de Nigel se pasearon por su prodigiosa imagen: un cuerpo espectacular, un cabello largo y de aparecía sedosa y por si fuera poco, un rostro angelical donde salian a relucir un par de enormes ojos azules que no apartaban la vista de el. ¿A quien demonios le interesaba si eran o no inteligentes? banalidades, simples banalidades.

Una sonrisa rompió el repentino silencio que se había hecho paso entre ambos gracias a los pensamientos de Quartermane, dio una última calada al cigarrillo en su boca y finalmente lo lanzo al piso dejándolo encontrar la muerte en la humedad de la arena que ahí se encontraba.

- Me ofende. – Llevo su mano a pecho en un gesto de indignación bastante sobreactuada. – ¿Quiere usted decir que por el simple hecho de que no le conozco, no debería preocuparme por su salud? – La ceja volvió a enarcarse, sosteniéndole la mirada, como esperando una respuesta, pero sin darle oportunidad de escucharla. – Bueno, en cierta forma, tiene usted razón, pero eso tiene remedio. – Irguió su espalda y alargo la mano, dejándola en el aire, esperando estrechar la de ella. – Nigel Quartermane, para servirle. ¿Y usted es? En cuanto a su invitación, no me lo tome a mal, pero me agradan mucho mas las cosas un tanto mas…privadas.

La joven que acababa de acercarse profirió una carcajada que resonó a todo su alrededor, provocando que los transeúntes giraran sus curiosos rostros para admirar con desaprobación a esa joven que demostraba tener pocos modales al reírse de esa manera tan poco grata, tan poco digna de una señorita se alcurnia. Todo producto de las palabras que Elizabeth le había dirigido, mismas que habían sido ciertas por lo visto y quizás tontas también, ya que ¿quien podría querer seguir al lado de un hombre al que se le estaba acusando claramente de libertino? Tan solo otra libertina como el.

- Y tampoco lo conoce a el por lo que veo dulce señorita. – Respondió la mujer que había sido una de las múltiples amantes de Quartermane, mismo que parecía carecer del habla en esos instantes. – Este señor… - Añadió haciendo una pausa mientras recorría el físico de Nigel de arriba abajo con una nota de desprecio que se había visible hasta al mas idiota que pasara por el lugar. – …es un..!

- ¡Cuanto veneno en una sola boca! – Interrumpió Nigel antes de que fuese demasiado tarde y la serpiente frente a el procediera a morderlo atrayéndole la muerte frente a Elizabeth. – ¡Por Dios Caroline! ¿Donde han quedado tus modales?

- ¿De verdad quieres que te lo diga “mi amor”? – El sarcasmo serpenteo en su boca de manera descarada, ya poco le importaba lo que la demás gente pudiera decir de ella el día de mañana, todo fuera con el fin de dejar en mal al hombre que la había usado un par de veces para satisfacer su libido y después la había botado sin mas como un trapo viejo que le había aburrido. ¿Y quien no sabia de ese talento que solía dejar claro Quartermane por donde quiera que pisara? Quizás solo las ingenuas…¿como la que tenia al lado?

- Basta. – Inquirió con voz grave y decidida, no estaba dispuesto a que lo dejaran mal parado frente a una de sus conquistas en potencia, ¡pero si apenas unos segundos atrás la tenia en la bolsa! No permitiría que por culpa de una loca despechada se le vinieran abajo sus planes. – Ha sido un placer el verte Caroline, por favor, toma tus medicinas, te pones muy mal cuando las olvidas. – Tomo con firmeza el brazo de la rubia y siguió avanzando con la frente en alto, altivo como solía acostumbrar, como si nada hubiese pasado. Miro de reojo a su acompañante, ¿se lo había tragado todo? – Lamento que haya tenido que ser espectadora de tan desagradable escena mademoiselle, hay personas que no entienden que la paz ajena es algo sagrado.

La respuesta a su proposición llego mucho antes de lo que el mismo había creído y quizás por la misma sorpresa de no haber sido rechazado luego de sus atrevidas y recientes confesiones, fue que no dudo en el momento en que ella lo jalo del brazo para entrar al mismo lugar que el había propuesto: Una cantina nada decente, pero sin duda, bastante abarrotada. Al entrar en el lugar, varios de los presentes se dedicaron a mirarles, seguramente reconociendo a Nigel, quizás siendo ella también alguien a quien había visto en algunas ocasiones. Nadie de los allí presentes era alguien verdaderamente importante, simples obreros, campesinos, criados, meseros…en fin, gente sin un nivel socioeconómico digno de presumir. Los únicos y verdaderamente reconocidos eran ellos dos: un hombre de importante fortuna y una mujer que partencia a una realeza extranjera, ambos jóvenes y que se encargarían de gozar al máximo tal cosa.

Nigel visualizo el lugar y con sus ojos azules busco rápidamente una mesa que fuera digna de ellos. Eligio una al fondo del lugar, una de las pocas que estaban libres esa noche y que si habría de añadir, estaba también bastante apartada de todas las demás. Privacidad era una de las cosas que Nigel mas valoraba y no por que se sintiera inhibido por exhibirse, de hecho le encantaba hacerlo, pero cuando estaba con una mujer, entonces prefería que no hubiera interrupciones poco esperadas. Alargo la silla para que ella se sentara y posteriormente tomo asiento el, la mesera no se hizo esperar, colocándose al lado de Nigel, esperando por la orden que iniciaría con el resto de la noche. – Dos whiskeys. – Ordeno sin temer errar al hacer la orden por su acompañante, confiaba en que había acertado a sus gustos. La mesera dio media vuelta, decidida a ir a la barra por los tragos, pero entonces Nigel se percato de que había olvidado un pequeñísimo, pero sin duda importante detalle. Tomo rápidamente del brazo a la mesera para impedir que esta se alejara antes de escucharle. – Que sea del mejor, por favor. Y que sean dobles. – La mesera pareció momentáneamente hipnotizada por la mirada que el caballero le hacia y sonrío como respuesta para finalmente alejarse. – Espero que no le importe el que haya ordenado por usted. – Comento a su acompañante, como si de verdad esperara sentirse avergonzado por haberlo hecho.

La mesera apareció a los pocos minutos, coloco ambos vasos sobre la mesa y se alejo, no sin antes dirigirle una mirada coqueta a quien había sido el encargado de la orden que acababa de atender. Nigel la ignoro, por supuesto que Nigel no preferiría el dedicarle mas atención a una simple empleada de ese cuchitril, antes de hacerlo a la dama de alta alcurnia que tenia como acompañante a la que si sonrío luego de levantar su vaso en señal de brindis. – Salud. – Bebió casi la mitad del vaso de un solo golpe, saboreando el ardor exquisito que provocaba el primer trago de alcohol en su garganta. - Así que no le importa compartir esta velada con un tipo… - Hizo una pausa intentando buscar la palabra que mas usaban al referirse al el y sus constantes actos poco bien vistos en sociedad. - …”indecente” como yo. – Finalizo con una sonrisa llena de sarcasmo. – Quizás debería, ¿quien le garantiza que mi único plan de esta noche es emborracharla, para posteriormente aprovecharme de usted?