Judah D'Maine

Vale más ser un alguien falso, que un auténtico don nadie.

Hasta hace algunos días, Judah, como la mayoría de los gitanos, solía llevar la cabellera larga, hasta media espalda. Siempre le gustó así, desde que era un niño pequeño, porque de algún modo, quizás bastante extraño, lo hace sentir libre. El color de su pelo es castaño medio, ni tan oscuro ni tan claro, aunque bajo los rayos del sol suele tomar un tono bastante peculiar, como el color del bronce ardiente bajo el calor. Su piel tiene un tono similar, no es blanca pero tampoco morena en exceso, es más bien de un tono cobrizo, como si llevara encima una ligera capa de algún metal que la hace brillar. Sus ojos contrastan con su apariencia porque son de distintos colores, uno es azul, tan azul que si lo miras detenidamente podrías llegar a sentir la sensación de perderte en el más profundo de los mares, y el otro es verde, muy intenso. Tiene una mirada impactante que transmite a la perfección los sentimientos que se desembocan en su interior. Es una de esas personas a las que se les dice que tienen la mirada penetrante. Su altura resulta bastante impactante para estos tiempos, pero sólo por que son pocos los que pueden presumir de tener 1.90 de estatura. Si bien es delgado, su cuerpo está muy bien marcado, no tiene en absoluto la apariencia de un muchacho debilucho o frágil. Siempre viste como lo hacen los gitanos, de una manera humilde, ya que dinero no es lo que le sobra. Su aspecto podría llegar a tener una apariencia descuidada y sucia.

Nunca fue muy amable, y eso pudo verse desde su infancia, desde el momento en que se negó a aceptar a su hermanastro como parte de su familia. Tal hecho dejó a descubierto su naturaleza excesivamente posesiva y su egoísmo que sólo fue acrecentándose y acentuándose con el paso de los años, volviéndose así una persona bastante falta de sentimientos, pero no, no es que no los posea, es que jamás se ha esforzado por demostrar que los tiene. No es expresivo, rara vez ha demostrado el sentir algún sentimiento a hacia una persona, no importando qué tan importante sea para él. En el amor no se diga, él asegura jamás haber estado enamorado de alguien, de hecho, el amor le parece algo innecesario, algo tonto y una total pérdida de tiempo; aunque le gustan las mujeres y le gustan mucho, pero se controla, no se deja arrastrar por los encantos femeninos tan fácilmente, a menos de que salga beneficiado de ello. Nunca mostró muchos modales, siempre fue burdo y tosco, nunca aprendió a decir “gracias” o “por favor” y eso lo hace siempre verse como si se tratara de un hombre primitivo, puede incluso ser bastante grosero, tanto con hombres como con mujeres, no distingue géneros. También es perezoso, no le gusta batallar con nada, le gustan las cosas fáciles, hecho que es bastante curioso ya que también es avaricioso, el dinero es importante para él, sueña con algún día llegar a ser un hombre de fortuna y poder, y lo peor es que a menudo no le importa cómo llegar a hacerlo, a veces se siente capaz de todo con tal de lograrlo.

Una vez que conoció la manera de ganarse el dinero de una manera rápida, pero poco honrada, ya nunca más tuvo la intención de hacerlo de la forma correcta. Le gusta robar, ya sea desde la manera más simple, haciéndolo en la calle, por ejemplo, o de maneras más graves como irrumpiendo en viviendas ajenas y saqueándolas por completo; el colmo de esto es que es bastante astuto y siempre se sale con la suya. Decir esto de Judah también deja entrever que es un vividor, le molesta tener que trabajar, porque la verdad es que no le ve ningún futuro a realizar actividades que sus demás compañeros de etnia hacen para ganarse la vida. Nunca ha sentido orgullo de ser parte de ellos, porque ellos sienten vergüenza de él. Es mutuo, es lo justo.

Su vida nunca fue fácil y, aunque me gustaría decir que eso ha cambiado, no es así. Lamentablemente la suerte nunca ha estado del lado de los gitanos, probablemente en algunas cosas lo esté, pero no en la situación económica y eso no es ningún secreto. Nació en un país del Sacro Imperio Romano Germánico, donde vivió toda su niñez al lado de un padre que quedó viudo demasiado pronto por caprichos del destino. Judah quedó huérfano de madre demasiado joven, siendo tan sólo un niño, pero tuvo que hacerse el fuerte y empezar a comportarse como alguien adulto. Lo intentó, por su padre, quien siempre intentaba levantarle el ánimo y guiarlo por el buen camino, pero en realidad no lo logró del todo.

Desde la ausencia de su madre se volvió un poco más reservado, hablaba sólo cuando le era necesario y sólo a su padre, quien un tiempo después conoció a una joven que marcaría su destino. La forma en la que Elliot, el padre de Judah y esta joven se conocieron, fue bastante extraña, fue inesperado, pero decisivo. Tiempo después estaban juntos, pero la muchacha en cuestión no estaba sola, un hijo venía en camino, uno que la arrastró a la muerte el día del parto. El destino nuevamente daba fe de lo cruel que puede ser a veces, dejando huérfano a otro infante más, pero a diferencia de Judah, este sí estaba solo, sin un padre que se hiciera cargo. Elliot no tuvo ningún inconveniente en acoger a ese otro infante como uno más de sus hijos, aún cuando no llevara su sangre, había amado demasiado a Rocío, como para dejar a su hijo desamparado. Fue entonces cuando Judah conoció los celos. Jamás le gustó el hecho de compartir el cariño de su padre con otro niño, mucho menos con un extraño, su escasa edad no le permitía entender por qué su padre debía hacerse cargo de él, por qué no podía simplemente dárselo a alguien más. Pero tuvo que aceptarlo, nada cambiaría sólo por su resentimiento.

La relación con Lionel, su hermanastro, no fue nunca demasiado buena, se podría decir que mejoró con el paso de los años, cuando ambos crecieron y no había más cavidad para riñas de niños pequeños, pero su resentimiento nunca se esfumó del todo. Llevaban la fiesta en paz, pero le costaba el tener que verlo como parte de su familia. Hasta que un día todo cambió. Su padre, el padre de ambos, murió y no fue una muerte natural, no fue tampoco un accidente, fue un asesinato. Elliot murió a sangre fría a manos de alguien que a la fecha sigue en el anónimato, mismo al que ambos aún no dan por perdido el dar con su paradero y hacerlo pagar, porque si de algo están seguros cada quién por su lado, es que no era un humano, era otra criatura, algo sobrenatural. Luego de la muerte de Elliot, la relación entre ambos fue de mal en peor. Lionel se dio cuenta de que ya no tenía sentido el permanecer al lado de alguien que no sentía nada por él por el simple hecho de no llevar su sangre y decidió irse. Judah no lo detuvo, se sintió feliz de al fin deshacerse de él, aunque aún lo embargaba la tristeza de la pérdida de su padre. Deseó que hubiese sido Lionel y no su padre quien muriera, culpó a su hermanastro de algo en lo que él jamás tuvo participación. Judah jamás razonaba las cosas como era debido.

Los próximos años los pasó solo, se unió a otros gitanos con los que permaneció algunos años, hasta que alcanzó la mayoría de edad. Viajó de un lugar a otro, pero su suerte no cambió nunca. Mientras los demás gitanos se ganaban la vida haciendo trabajos como lectura de cartas, del destino, runas, etc., él no tenía ningún talento, parecía que por sus venas no corría sangre de esa etnia, no tenía ninguna de sus habilidades. Aprendió a tocar el violín tan sólo por necesidad, porque algo debía hacer o moriría de hambre, y una vez que tenía dominado este arte, se dispuso a intentar ganarse el pan tocando en las plazas o en lugares públicos. No funcionó, no para él. El ganar diariamente un par de monedas no era suficiente, no era lo que él merecía, ¡no gastaría su vida en algo tan mediocre!

Judah se fue por el mal camino, siguiendo a la perfección esa etiqueta que se le ha dado a los gitanos desde épocas remotas: la de ladrones. Empezó a robar cosas pequeñas como billeteras, anillos o collares de las personas con las que se topaba en la calle, pero poco a poco su avaricia fue aumentando y aumentó su nivel en cuanto al hurto, esta vez empezó a introducirse a escondidas a residencias ajenas, las cuales empezó a saquear sin problemas. Con el tiempo obtuvo habilidad para esto, hoy en día es un ladrón con todas sus letras, uno de los mejores.

► Muchos de los gitanos lo desprecian por lo que hace, porque la mayoría sabe a lo que se dedica y creen que denigra a los suyos. Varias veces lo han corrido de sus grupos pero él permanece debido a que no tiene otro sitio donde quedarse, además de que su hermanastro, Lionel, lo ha incitado a que le haga compañía.
► Le encantan las fiestas, siempre y cuando el alcohol y el tabaco esté incluido, de lo contrario la única diversión que tendría sería el de arruinarla.
► Sus ojos de colores diferentes se deben a una anomalía ocular que tiene por nombre “Heterocromía”, es de nacimiento y la padecerá por el resto de su vida; no es una enfermedad ya que no le afecta en nada a su vista.
► A veces la gente le hace burla a causa de sus ojos de distinto color, ya que no es muy común de ver, a él no le importa, se acostumbró a ello.
► Tiene muchas cicatrices en el cuerpo, todas debido a las constantes riñas en las que se ha visto involucrado y dónde ha salido herido. La más visible es una que tiene en una mejilla, donde un hombre le clavó un fierro.
► En ocasiones le gusta provocar caos, sólo por diversión o aburrimiento.
► Tiene la mala costumbre de “tutear” a todo el mundo, sin importar edad o posición social.