demenza di origine animale (priv.)CERRADO

La debilidad se iba apoderando de su cuerpo, mezclándose en su interior el dolor lacerante que había marcado en su brazo por tal de evitar que su ímpetu feroz le fuera a pasar factura a Jama, con la agonía que resultaba para él la curación de semejante herida; se había causado un enorme daño a conciencia a expensas de equilibrar la balanza. No tenía motivos suficientes como para que pudiera sentir poco menos que simpatía hacia ese otro licántropo, pero había algo en su mirada, algo salvaje e indómito, que le recordaba a él mismo de más joven.

Se había topado en muchas otras ocasiones con otros miembros de la misma raza, encontrándose siempre la misma reacción, fueran del género que fueran, sólo porque su pelaje era algo distinto y su carácter tendía a distar de lo que se consideraba normal.

Pero aquél joven licántropo, al que en realidad no le sacaba tanta ventaja de edad, había dejado todo eso de lado. Había estado dispuesto a compartir su presa, a aceptar sus diferencias y había acudido en su ayuda en cuanto fue víctima del conjuro de la bruja. Incluso había aceptado de buen grado una pelea bajo la opinión que les ayudaría a liberar tensiones. Es más, se contaba, desde tiempos inmemoriales, que si dos combatientes igualados se enfrentaban, podían llegar a entenderse mutuamente.

Aún faltaba mucho para que pudiera entender a su oponente, y lo mismo se podría decir por parte del otro lícano, pero aquella pelea no era más que eso: una simple disputa sin más objetivo que disipar el óxido de las articulaciones. Noah lo veía así, añadiendo el hecho que el joven ejemplar suponía un oponente que convenía tener en cuenta.

¿Cómo vería Jamal aquél enfrentamiento? ¿Consideraría que Noah se trataba de una bestia atípica? Porque era evidente que el actor jamás estuvo bajo la protección de una manada. Vivía, y luchaba, sólo por él; no por egoísmo, sino porque no se le había presentado la ocasión de defender a nadie, de poder confiar en otro miembro de su raza.

Por mucho que intentó contenerse, un doloroso hormigueo reclamó gradualmente sus ojos e hizo que el lícano de ónice y carmín se retorciera de dolor, mientras sus garras se clavaban en el suelo con impotencia. El conjuro se estaba desvaneciendo, apagando el tono oscuro de sus ojos para dar paso al brillo celeste que poseían por naturaleza. El dolor de las heridas causadas por Jamal se fue intensificando a medida que el poder del conjuro apático desaparecía de su organismo.

Entonces llegó a sus oídos el ruido seco que causó el cuerpo del rival al golpear el suelo, junto al sonido apagado de algunos huesos fracturándose. Había sido una buena pelea. Bastante más equilibrada de lo que habría imaginado: la diferencia de poder y experiencia que los separaba era prácticamente mínima.

Los ojos de Noah ardían por dentro como si sus venas contuvieran hierros candentes. Para más inri, el poder del astro benefactor se iba desvaneciendo. Miró cómo el joven lícano se le acercaba y los ojos celestes del actor estaban inyectados en sangre de la agonía que lo recorría: de no ser por su capacidad de regeneración, habría perdido varios grados de visión. No hizo gesto de apartarse cuando acercó su hocico para examinar con detenimiento la herida, aunque su instinto le decía que anduviera con cuidado, ya que ahora él se hallaba en una clara desventaja.

La terrible herida de su brazo iba perdiendo su mal aspecto, pero lo hacía de forma muy paulatina, un recuerdo más de toda la fuerza que poseían por ser las bestias que eran, sumado a la inconsciencia que había causado en el actor el conjuro.

Asintió con gravedad, conteniendo los achaques de la agonía fruto del corto combate y del conjuro. Sintió como en breves instantes volvería a su forma humana. En parte se alegró, ya que cualquier sonrisa bajo ese aspecto se podía interpretar como una amenaza.

− Sabes pelear bien aunque no ha sido un enfrentamiento justo –confesó con una voz que iba perdiendo su tono de bestia y se iba volviendo humana−. Siento… haberte involucrado en esto. Me estaban dando caza a mí y pese a todo, volviste para ayudarme y lo he terminado pagando contigo. Lo lamento de veras.

En su voz se apreciaba el tono de arrepentimiento. Se sentía culpable de aquello porque, por primera vez en todos esos años, había encontrado a otro hombre lobo que era diferente a los demás.

Paulatinamente, el mundo de las sombras fue cediendo paso a la rejuvenecedora iluminaria que traía consigo el amanecer de un nuevo día. Hacía un tiempo que ya iba notando los achaques del cuerpo que eran indicadores de que en apenas unos instantes volverían a su débil forma humana.

La regresión, como la llamaba Noah a falta de algo mejor, no era tan dolorosa ni por asomo. En su caso, se asemejaba a una sensación de frío que le recorría las venas con vehemencia, tan intensamente helada que hasta llegaba a quemarle, pero no de una forma devastadora, sino apaciguante y liberadora.

Su cuerpo fue reduciendo de tamaño, como si los músculos se plegasen unos con otros, y su pelo de ónice y carmín fue menguando hasta prácticamente desaparecer, si bien parecía que el vestigio que legaba en su forma humana eran sus cabellos de azabache con mechas rojizas. Sus garras dieron paso a unas manos perfectamente cinceladas, y su posición de bestia fue dejando paso a un porte de carácter digno, pese a hallarse postrado por el dolor. En él quedaban dos claras señales de todo lo que había pasado aquella noche.

La primera era la herida de su antebrazo. Lucía un aspecto menos grave que en su apariencia lupina, pero se veía a simple vista que debería ir con cuidado de no forzarse demasiado durante un breve lapso de tiempo o el dolor iría a más en lugar de ir desvaneciéndose.

La segunda evidencia de lo acontecido, era tan sencilla como obvia: tras regresar a su aspecto humano, su cuerpo no era ocultado por ninguna prenda. Desafortunadamente, cuando cedió a la llamada de la Luna, olvidó desprenderse de la ropa por completo, pues hacía tiempo que no padecía el influjo de la bestia que habitaba en su interior. Una lástima, pues nada cubría su desnudez, aunque ello no parecía importunarle. No porque Jamal también lo estuviera, pues no había recogido su sencilla prenda todavía.

Escuchó con atención lo que le dijo, mientras le dedicaba una sonrisa sincera, agradeciéndole que pensara así. Después, se puso lentamente en pie, y le tendía su brazo ileso (aun teniendo contusiones, no era la extremidad perjudicada por el mordisco) para ayudar al otro lícano a ponerse en pie.

− No es fácil integrarse cuando a uno sólo lo ven como un despojo de su propia raza –confesó con un suspiro, sin temor a lo que el joven pudiera pensar de él mismo−. Pero tú no mereces un trato tan ruin por mi parte, después de lo mucho que me has ayudado. Te agradezco que estuvieras en esta zona y que regresaras, pese a mi mal trato. De no ser por ti, dudo que ahora pudiera contarlo...

Otra más. Cada vez que miraba a los ojos de Jamal veía un “algo” que lo hacía peculiarmente distinto a los demás. ¿Qué motivo podría ser ese? Era consciente de las claras diferencias que había entre ellos dos; básicamente, que Noah era un ser solitario debido a su complicada ética y también al rechazo de otros miembros de su raza. Pero en cambio, ese joven lícano había convivido en una manada de su propia raza.

Y pese a ello, había algo en él que lo hacía diferente al resto.

Nada de charlas ni necias palabras acerca de lo noble que era pertenecer a una familia y el orgullo que proporcionaba al resto de integrantes; nada sobre disputas acerca de los territorios, un comportamiento que el actor veía de lo más ruin ya que eso limitaba la evolución de los individuos por pretender ser unas bestias descontroladas, cuando podían dirigir su propio destino casi como cualquier mortal.
Todas aquellos comportamientos que él despreciaba tanto de su raza, parecían que en el chico, que había sido un más que digno rival durante esa noche, no tenían ninguna cabida.

Al intentar incorporarse, el joven lícano se tambaleó, pero una vez superado ese momento de debilidad apresó su mano, demostrando la camaradería. Era toda una suerte que ambos poseyeran una capacidad de regeneración extraordinaria, algo más allá incluso de lo normal entre los miembros de su especie. Seguramente tendrían cardenales y alguna que otra dolorosa molestia mientras se soldasen los huesos fracturados y se restañasen las heridas sufridas; pero no era nada que un poco de reposo por parte de ambos individuos que no pudiera solucionarse en pocas horas.

Al menos, eso se podía aplicar para la mayoría de lesiones que habían acontecido durante la pelea.

Una sonora carcajada nació de la garganta de Noah al escuchar el comentario del otro lícano, deshaciendo con lentitud la sujeción que unían sus manos, para evitar que el otro joven se sintiera desequilibrado por su gesto.

− Me tranquiliza saber que piensas de ese modo –admitió aún con una amplia sonrisa en sus labios−. Espero que nos volvamos a ver, y por encima de todo, en una situación no tan peliaguda.

Contuvo el gesto de darle una palmada amistosa en el hombro, ya que tal gesto supondría una dolorosa molestia para los magullados cuerpos de ambos sujetos. En lugar de eso, se despidió de Jamal con un saludo y, con algo de lentitud debió a su estado, se dispuso a abandona el lugar.

Quizá no se sentía satisfecho debido a la inquietante aparición de la mano derecha de la ejecutora de su pasado, pero al menos esa noche había terminado siendo interesante. ¿Volvería a encontrarse a ese alocado “camarada”…?