Murallas del Pasado [Privado Celeste Giovanni]

por **Carmmine Von Misson** Lun Mayo 02, 2011 8:43 am

- No tengo consciencia de la hora, solo sé que es tarde, o temprano según si lo ves desde los ojos de un inmortal- piensa en voz alta, sabe que debería tenerlo en cuenta, más aun después de su último descuido que pudo ser fatal de no haber intervenido de su nuevo maestro, en el arte de amar la vida y aprender de la sabiduría misma. Quien a estas horas debe estar en el hospital, salvando las frágiles vidas de los humanos.

Así que para evitar quedarse sola en su residencia, aunque más debido a la curiosidad, decidió salir a explorar la ciudad, quizás inconscientemente buscando algo o a alguien.

La ciudad le presentaba muchas opciones, calles atestadas de gente o callejones vacíos, en este momento no podía siquiera prever las consecuencias que traería haberse decidido por la primera opción. Y es que detestaba estar sola, odiaba a la soledad misma. Así que a pesar de no hablar con nadie, la joven Carmmine sabía que ahí estaban humanos y otros inmortales a quienes observar.

Detenida, frente a una bifurcación se encontró con dos caminos, los que se queda mirando con cierto aire de desafío. Hasta que finalmente se decidió a vagar por las calles parisinas que le traían todo un mundo de nuevos colores y sabores. Las damas vestidas elegantemente con vestidos y joyas de los colores más extravagantes, los hombres vestidos tan pulcramente como se les exigía en sociedad. Eso le recordaba que lo intempestivo de su viaje, y es que en la prisa de huir, trajo consigo apenas lo necesario para un par de días, unos cuantos vestidos azules. Pero ya pensaría en eso después, era momento de disfrutar la ciudad.

- Dulces, ¿Kuchen? – dice tratando de seguir el aroma siendo guiada por su delicado sentido del olfato hacia una robusta humana que los llevaba en una cesta – No puede ser, así que hasta aquí ha llegado parte de mi amado país – susurra entusiasmada como cuando era una niña pequeña que podía prometer el mundo a cambio de una rebanada de Kuchen, y es que a pesar de todo lo malo, jamás le había faltado nada material debido a la milenaria fortuna de su familia, obtenida a costa de inversiones en los más variados y exóticos negocios, la cual ahora le pertenecía y podía usar a sus anchas, incluso para comprar miles de nuevos dulces.

Pero esos días habían acabado, pensó de pronto, ya no los podría saborear más que con el olfato. En definitiva, su pasado estaba atrás, su familia estaba muerta y enterrada, sus amigos de la infancia si no es que corrían la misma suerte se encontrarían demasiado seniles como para reconocerla. Aunque nada de eso le importara, ahora estaba sola, pero entonces ¿Por qué había abandonado a su creador, Azael?

No quería aventurarse a dar un respuesta a aquello, así que fue una bendición que notara la presencia de un extraño que hacía rato la venía siguiendo, pero que su distracción con los dulces consiguió ocultar a su instinto.

- ¿Quién eres? – le dijo mentalmente – Deja de esconderte, llevas un rato siguiéndome.

En su interior, más que asustada o enfadada, estaba entusiasma por el hecho de alguien la siguiera, eso le ponía más emoción a lo que parecía ser una noche de retrospección. Hasta que, gracias a los agudizados sentidos que le habían sido otorgados, consiguió detectar un aroma familiar que le evocaba al pasado, un pasado que quería olvidar.

No podía ser aquello, esa persona no podía seguir con vida, era imposible. Se repetía muchas veces en su cabeza, como queriendo hacer que se volviera realidad. Ahora presa del pánico, corre por las calles de París, aunque sabe que quizás no hay escapatoria, por lo que se detiene.

- Al parecer nadie escapa de su pasado, al menos no completamente – dice resignada, esperando que los dos mundos de quien es y quien fue, colisionaran estrepitosamente.

por **Celeste K. Giovanni** Lun Mayo 02, 2011 11:04 am

Por el simple placer de no estar sola, Celeste había decidido vagar sin rumbo por Paris. Pasando por diversos caminos, divididos en varias bifurcaciones que hacían, sino enfadar por la indecisión de tener que elegir entre ellos, molestar ante la duda de que destino tomar -Tantas calles, tantos caminos, tantos destinos...- murmura con cansancio, aunque claro, no cansancio real, como vampira, ella no sentía el cansancio del mismo modo que lo hacían los humanos. Pasó por calles que ella creía que a esas horas de la noche, nadie debería transitar, humanos, brujos, vampiros y licántropos se hallaban entre la multitud escandalosa de seres incomprendidos. Varios vagabundos fueron a acercarse a la joven, pero bastó una sola mirada por parte de ella para hacerlos retroceder.

En momentos como ese, siempre le entraba la vena nostálgica, pensaba en los antiguos tiempos ya pasados, en su vida. Como no, eso no incluía los momentos por los que pasaba ahora, ya que, técnicamente, estaba muerta. Pero a ella no le gusaba entrar en detalles sobre su vida de no-muerta. Le molestaba siquiera oir mencionar a alguien que era como el mismísimo infierno, ¿pero que se habían creído? A ella le gustaba ser respetada, pero respetar... eso era otra cosa. Aunque para hacerse respetada necesitaba respetar, y eso era algo que le había costado desde siempre, desde su vida, hasta su no-vida. Y eso mismo había pasado con monsieur Von Misson, el padre de Carmmine.

Ella era una chica humana que había conocido hacia varias décadas, desde el principio se habían llevado bien. Pero al ver que su amistad no era muy apreciada por el padre de ésta, su amistad se había ido haciendo más fuerte, sobretodo cuando veían a cada paso de hostilidad por parte de monsieur Von Misson. Era bastante divertido, pero esa amistad se desvaneció completamente cuando Carmmine desapareció, así, sin más. Le había comentado que marcharía unos días, pero esos días se transformaron en meses, y esos meses en años. Al final la amistad fue olvidada por Celeste, y no supo porque de repente recordó todo lo que había pasado.

Seguía caminando, con sus frías y delicadas manos posadas sobre ambos lados del vestido victoriano. No era demasiado apto para caminar, por eso ese día había tomado unos pantalones de hombre y se los había enfundado, dejándolos así, ocultos bajo el vestido, que tiraría si necesitaba correr. Notó un olor mientras caminaba. Un olor familiar, parecido al de... no no no. Neguó lentamente con la cabeza. Imposible, ella había desaparecido. Alzó un poco el rostro y fijó la mirada de donde venía aquel penetrante olor, era una doncella que caminaba con desenvoltura. Y se parecía a ella. Por detrás era la misma, solo qque un poco cambiada. Decidió seguirla. Avanzó rápidamente algunos pasos, para asegurarse de que lo que veía era una sola broma del destino, algún efecto óptico.

Notó como la joven de adelante se percataba de que la estaba siguiendo. Avanzó cada vez más rápido, tanto, que creía necesario deshacerse de la falda. Desató el broche por detras y la escondió bajo un cartón polvoriento, luego lo recogería. Los pantalones le quedaban ideales, le hacían el cuerpo, de alguna forma, más bonito y sofisticado. Así podría correr mejor. Empezó su carrera hasta que pudo adelantar a la joven y mirarla a la cara. Entonces una mueca de sorpresa apareció en su lindo rostro.

por **Carmmine Von Misson** Lun Mayo 02, 2011 8:06 pm

- ¿Ce… Celeste? – consiguió apenas balbucear de la sorpresa.

Y es que la joven rebelde que conoció en su vida de humana apareció ante sus ojos estrepitosamente, como el brillo de un diamante que es expuesto al sol. Solían escaparse juntas con la excusa de ir al centro comercial a ver los nuevos perfumes, cuando ambas vivían en Alemania. Ya que el padre de Carmmine no aprobaba que su hija, la que pronto pensaba prometer en matrimonio con un joven de clase alta con el fin de cerrar una alianza comercial, tratara con un ser tan rebelde y llevado a sus propias ideas.

Las fiestas en la residencia de Celeste siempre eran memorables, llenas al mismo tiempo de elegancia y decadencia. Pero esa era la Celeste que se intentaba proyectar en el mundo exterior, que quizás se vio a sí misma en la reprimida Carmmine, y no queriendo que corriera el mismo destino se convirtió en su mejor amiga para protegerla.

- Eres… un… - dijo de forma entrecortada, sin poder siquiera terminar la frase.

Y es que no había cambiado nada, lo que lógicamente significaba que la Celeste del pasado, que conoció en vida, ya era una inmortal en ese entonces. Más que eso, era una inmortal con ya muchos años de no vida.

- Dicen que los nuestros pueden adivinarse la edad mirándose a los ojos – sabía que era mucho mayor, pero no había cambiado ni en el último de sus cabellos.

Aun recordaba aquel último día en que se vieron, antes de que Carmmine se embarcara en el Victoire, antes de que su mundo se destrozara por completo. Le dijo que volvería en menos de un mes, sino antes, si lograba conseguir que su padre la dejase volver. Para poder ir a buscar el collar de lapislázuli que habían solicitado a una joyería en Dusseldorf.

- Aun tienes esa costumbre de disfrazarte por lo que veo – le dice al tiempo que sonrió

por **Celeste K. Giovanni** Mar Mayo 03, 2011 2:02 pm

-Oh. My. God.- pronunció, silaba a silaba, palabra a palabra, en un perfecto inglés que demostraba que había estado muchísimo tiempo en el pais materno; demostrando lo sorprendida que se sentía. Parpadeó varias veces, pensando en la imposibilidad del asunto. -Haber, recapitulemos.- se llevó una mano a los labios, dejándola ahí, mientras la otra se la llevaba a la cintura. Estaba muy sorprendida. Ella estaba igual, idéntica igual que hacía algo más de cinco décadas. Soltó una carcajada y aplaudió dos veces. Encontraba bastante cómica la situación. Extraña. No solo porque frente a ella estaba una Carmmine idéntica a hacía muchos años, sino dada la coincidencia de hacía varios instantes, estaba pensando en ella, ¿habría captado su olor inconscientemente y su mente había empezado a divagar? Esa era la teoría más lógica.

Sonrió y se mordió el labio inferior, negando con la cabeza. -Carmmine- por fin salió su nombre, que de sorprendida que estaba no había podido decirlo antes. De repente recordo las fiesta en su mansión de verano. Los días que iban de compras a escondidas de su padre. Por primera vez en su vida de no-muerta, se lo pasaba bien con alguien, y no solo bien, se lo pasaba en grande. Sobretodo sabíendo lo poco que le gustaba su amistad al padre de su amiga Carmmine, las normas era algo que las jovenes no solían respetar, y menos Celeste, con sus aires ególatras y egocéntricos y lo poco que le gustaba que le ordenasen algo: como por ejemplo, alejarse de Carmmine.

"Eres... un..."; escuchó a Carmmine decir aquellas palabra, igual o menos sorprendida que la mismísima Celeste Giovanni. Se encogió de hombros y le dedicó una sonrisa cómplice, de esas que solían regalarse siempre que hacían algo que a su padre no le gustaba. -¿Te sorprende?- preguntó mientras se retiraba el flequillo de la cara con la mano, y se lo ponía hacia atrás, aunque rebeldemente, se volvió a colocar en su sitio. Se sabía de memoría la palabra que le faltaba a la frase de su amiga y no completó la frase. Para afirmar la oración de ella, Celeste tomó sus propias mejillas y las estiró -Ni una arruga,- tomó un mechón de cabello y se lo mostró -ni una cana-. Paró y sonrió de nuevo.

-La que está enormemente sorprendida al ver a su amiga, igual de joven que hace más de 55 años soy yo, moi- le guiñó un ojo, ahora bastante divertida. -¿Puedes adivinar mi edad?- sonrió y le hizo un ademán con la mano indicándole que dijera el resultado, mientras la miraba fijamente a los ojos -Prueba a ver- se encogió ligeramente de hombros. -Te doy una pista, no tengo 19- entreabrió los labios y se llevó un dedo hacia uno de los colmillos, que se agrandó al instante, mostrando cuan largo podía ser.

Soltó una carcajada. -¿Disfrazarme dices?- observó sus pantalones, antes ocultos por el largo vestido pomposo de color rojo. -Así es más fácil correr, y si me das un momento...- levantó el dedo índice, indicandole que le llevaría menos de un segundo lo que iba a hacer; y así fue. Corrió hacia el lugar donde anteriormente había dejado su faldón esmeralda y regresó al lado de Carmmine y lo levantó, poniéndolo ante sus ojos -Este era mi vestuario, al correr me obligaste a quitármelo.- respondí casi con indiferencia mientras se lo colocaba, abrochando un pequeño broche por la parte de atrás.

por **Carmmine Von Misson** Mar Mayo 03, 2011 8:30 pm

- Ahora entiendo muchas actitudes tuyas, sabes – dice suspirando – y yo que pensaba que evitabas comer dulces para mantener esa figura – suelta una carcajada como olvidándose del lugar en el que se encontraban.

Al escuchar su propia risa, tomo consciencia de que se encontraban en medio de la ciudad, y que muchas personas habían parado a observarlas. Y es que a un par como ellas no se le encontraban todos los días, dos jóvenes de tez perfecta, y de un desplante elegante y refinado, riendo en mitad de la noche parisina.

- Celeste, sé que te encanta llamar la atención, pero creo que estamos haciendo un espectáculo aquí – dice mirando alrededor – menos así vestida y con el vestido que llevas en la mano.

Se acerca y le toma la mano, para llevarla al callejón del que había recuperado el vestido.

- Póntelo, así podremos ir más tranquilas a conversar, aunque no pienso adivinar tu edad, y arriesgarme a que me des una bofetada si me paso por un par de años – se ríe, recordando los buenos momentos que habían pasado en Alemania.

De pronto se acuerda de aquella vez, antes de su fiesta de cumpleaños, cuando ayudándola a llamar la atención de un joven, le ató el corsé de tal manera que su cintura formó una curva perfecta, pero que apenas le permitía respirar.

- Lamento haber tardado el volver, ya sabes, tuve algunos inconvenientes, espero que hayas ido a recoger el collar de lapislázuli – dice sonriendo.

Ya no se sentía una extraña en la ciudad, tenía un maestro, y a la única persona de su pasado que no la había juzgado ni reprimido. Tendría que presentarlos algún día, pero por ahora, habían miles de preguntas que quería hacerle a Celeste.

por **Celeste K. Giovanni** Miér Mayo 04, 2011 2:54 pm

-Esta figura se mantiene solita, querida-respondió Celeste con una sonrisa en los labios mientras que se llevaba las manos a la cintura y delineaba su cuerpo hasta llegar al cuello. -Siempre he sido una joven bien formada- le guiño un ojo con picardía -Algo que tu y yo somos de sobras.- suspiró teatralmente -Ya querrían otras jóvenes asemejarse a nosotras, ser tan hermosas y tan terriblemente perfectas- en ese momento pasó una pareja joven, deberían tener unos 16 o 17 años ambos, y lo que defendía la teoría de Celeste era que la muchacha las miraba con una mueca de plena y absoluta envidia y el acompañante se las comía con los ojos. En ese momento Celeste le sonrió coquetamente al joven, haciendo que este se sonrojara hasta alcanzar el color de un tomate y la vampira soltara una risita.

Al escuchar las palabras de su amiga Carmmine miró de nuevo a su alrededor, percatándose esta vez de que estaban rodeadas de gente que las miraba asombrados. Como no observar a estas dos muchachas. Con sus aires de perfección, sus pieles, sus cuerpos, sus hablas... Además de las risas musicales que emitían sus gargantas. Era todo un espectáculo digno de admiración. -Oh si, me encanta, pero tienes razón- se giró y dedicó una sonrisa coqueta y una pequeña reverencia a los que estaban a su alrededor -Au revoir- les dijo y les mandó un beso con la mano a los presentes, que la miraron estupefactos. Luego dejó hablar a Carmmine y frunció el ceño. -¡Hey, que tiene de malo mi ropa!- se quejó con un pucherito digno de un bebé, aunque siguió obedientemente a Carmmine.

-¿No quieres adivinarla porque crees que te daré una bofetada? Ay, querida mía, a mi me van más los mordiscos.- elevó una mano e hizo el gesto de un gato mientras decía <arrrg> y sonreía. -Como ves, no he cambiado ni un ápice- soltó una carcajada. Escuchó a su amiga, ahora vampira, decir lo que tenía que decir. -Ah, no te preocupes, lo que importa esque ahora estamos juntas...- se mordió el labio inferior. Y luego se quedó quieta durante unos instantes. -¿El... collar...?- preguntó confusa -No lo fui a buscar, pensaba que regresarías para buscarlo cuando yo estuviera contigo- contestó suspirando. -Podríamos irlo a buscar otro día... podríamos enviar a alguien, el vendedor recordaría nuestra cara...- resopló, haciendo que algunos mechones de cabello volaran hacia arriba mientras tanto. -O... no hay que olvidar que somos vampiras y yo, por lo menos, tengo algunos poderes útiles- sonrió con picardía.

por **Carmmine Von Misson** Vie Mayo 06, 2011 5:49 pm

No puede evitar reírse de la escena de la pareja, a la que Celeste saludó.

- Tan vanidosa como siempre, al parecer tendrás se volver a enseñarme cómo hacerlo – le dice sonriendo – Aunque parece que no te hace falta, ya que hasta con ropas masculinas, seguías igual de elegante y sofisticada – dice, pensando en que algún día podrían salir disfrazadas las dos, de esa manera.

A Carmmine no le había gustado nunca llamar la atención, hasta que conoció a Celeste, y si bien no era una competencia, esas dos perfectas bellezas aunque de tipos diferente, siempre pugnaban por destacar.

- Si te pones el vestido llamaremos más la atención, y quien sabe, quizás ni tengamos que molestarnos en ir por alimento – dice entre risas – Pero como hace poco que he llegado a París, la verdad no conozco muchos lugares donde podamos conversar tranquilamente, aunque juntas se nos haga difícil no destacar. - Dice recordando a los jóvenes que durante sus paseos en Alemania, siempre las abordaban.

Carmmine se preguntaba cómo es que el destino les había preparado esta pequeña jugarreta. Una inmortal italiana y otra alemana, en Francia. Sabía que Celeste era mucho mayor que ella, lo había sido siempre, aun en desconocimiento de su verdadera naturaleza, pero eso ahora no importaba realmente, Celeste siempre sería la misma joven de 19 años y Carmmine la niña dos años menor.

- Espero que no dejes de tratarme como una niña, aunque técnicamente ya no lo sea – dice sonriendo, casi en lágrimas al abrazar finalmente a Celeste.

por **Celeste K. Giovanni** Dom Jun 12, 2011 2:34 pm

-¿Pero ya te olvidaste, querida?- preguntó abriendo los ojos y llevándose una mano a los labios, mientras la miraba con exagerada sorpresa. -Tranquila, conmigo todo se recuerda- mostró una sonrisa ladeada, en la que se entreveía picardía. -¡Por supuesto que si, Carmmine! ¿Acaso dudabas...?- añadió ante las palabras de su amiga, sobre su ropa. Recordó las muchas veces que deseaban y conseguían llamar la atención, solo por diversión; una vampira y una humana... viejos tiempos ahora cambiados. Celeste no se esperaba volver a ver jamás a su amiga, y menos convertida en lo que era ella misma, un ser oscuro, una criatura de la noche, una vampira.

-No hará falta molestarnos, tienes razón, ya vendrán ellos. Me parece una buena idea, ¿y a ti?- preguntó con otra sonrisa amplia, que hacia mostrar sus colmillos, ahora extendidos en todo su esplendor, alargados de tal manera que llegaban hasta el labio inferior, aunque sin provocarle ninguna herida, como solía suceder. -Para estar tranquilas...- meditó durante unos instantes, en los que diversas imágenes de París pasaban ante sus ojos -en cualquier callejuela estaría bien, o algún tejado de alguna casa abandonada- propuso encogiéndose de hombros. Recordó la gente que las abordaba, ya fuera para intentar hablar con ellas o para observarlas nada más. -Tengo múltiples admiradores por todo el mundo, querida- confesó con diversión.

Quedó muy sorprendida ante las palabras de Carmmine y su abrazo, y aun más al ver las lágrimas de sus ojos. La abrazó torpemente, el sentimentalismo no se le daba nada bien, pero intentaría ser lo menos fría y arisca posible, que era a lo que estaba acostumbrada a ser. Acarició su cabello con cariño y sonreía, una sonrisa suave, sin maldad. -Hey, tenemos todo el tiempo del mundo- bromeó. -No te preocupes, para mi sigues siendo como un bebé, querida- añadió.

por **Carmmine Von Misson** Mar Jun 14, 2011 2:36 am

Una bebé, suspiró mientras pensaba en el real significado de esa frase. Sin duda era mucho menor que Celeste, pero eso realmente no importaba en estos momentos, y respecto al resto Celeste había sido una excelente maestra en esas artes así que seguramente retomaría todo rápidamente.

Se separó de la joven recordando lo poco que solía demostrar ese tipo de sentimientos, y en el fondo, espero que no se enfadara con ella, ya que conocía el genio que tenía Celeste cuando alguien conseguía sacarla de sus casillas. Había muchas preguntas que quería formular y también muchas cosas de las que excusarse, porque a sabiendas de que la residencia habitual de su amiga era en Inglaterra, lugar donde Carmmine había pasado sus casi cinco décadas de existencia inmortal ni siquiera se le pasó por la cabeza buscar a su mejor amiga para decirle que estaba bien, cambiada pero bien.

- ¿Callejuela? ¿Casa abandonada? – dijo riendo jovialmente – Estos vestidos son para lucirlos más con una figura de la cual estar orgullosa – dijo al momento en que hacía una leve reverencia.

Podrían hablar más tranquilamente en un lugar como aquellos que había propuesto Celeste, pero quizás en uno de los cafés del centro las cosas serían más al estilo de las viejas andanzas, y la idea de las simpáticas mesitas en medio de la acera la entusiasmaba mucho, ya que eran algo típicamente parisino.

- ¿Qué te parece una cafetería? Extraño el aroma de los dulces – dijo con una sonrisa sabiendo que Celeste recordaría lo culpable que Carmmine se sentía por esa afición infantil que tenía por el helado y los dulces – Jamás he estado en esas mesitas que están en la acera –

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