AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Increase Pain - Fan Fic
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Increase Pain - Fan Fic
Solo por que les quiero compartir algo de mi talento, jajaja... les dejo este Fan Fic, escrito para una amiga por motivo del día del Niño
Advertencias:
Es Slash / Yaoi, o sea... Relacion Chico x Chico. Si no te agrada el genero, puedes dale boton atras o cerrar la pagina.
Personajes:
Adrian Bennett (nieto de Anssi Enkeli, personaje de mi Propiedad)
Siegfried Skarsgart (personaje de Kenny _ Black)
Imagen: By NoirPapillon
NO AL PLAGIO!!
Increase Pain
~§~~§~~*~~§~~§~
Se sentía asustado por aquellos sentimientos que noche a noche crecían en su interior, sabía que no era lo más correcto dada la situación en la que vivía, su vida había cambiado mucho desde que él lo había dejado, después de casi dos años juntos.
Se sentía perdido en un mar de sentimientos confusos, de la atracción física inminente que había provocado en él desde que se habían visto aquella noche.
Su impactante porte, su álgida mirada de ojos color gris, la lustrosa cabellera rubia perfectamente cortada, y ese temple de acero imperturbable con el que siempre andaba por la vida. Lo habían dejado sin respiración.
Era sin duda un hombre sumamente atractivo, de esos que solo con ponerse de pie en algún lugar llamaban la atención de inmediato, no como él, un niño, demasiado delgado e imperfecto, quizás con un atractivo demasiado femenino a veces demasiado para su propio gusto.
Ese aspecto era algo de lo que solía echar a mano cuando era necesario para salirse con la suya, era bueno que lo confundieran con mujer en algunas ocasiones, aun que en otras era simplemente incomodo, tanto para él como a la persona que erróneamente le había visto cara de mujer.
Suspiro nuevamente tomando su botella de cerveza, bebiendo el liquido amargo que no le sabia a nada, era manías humanas que aun tenia, pues no hacía más de seis meses que había dejado su mortalidad atrás, gracias a una venganza con mal resultado para ambas partes.
Saco el lado bueno del asunto, después de la posterior pelea con su pareja y su repentina desaparición después de que habían acordado sobrellevar esa situación juntos y superarla, por el amor que se tenían.
Sin embargo el se había ido, sin decir más, simplemente había desaparecido de su existencia, para siempre, dejándolo hundido en una fuerte depresión por muchos días, hasta que se encontró con su entrañable amigo, el único ser al que podría llamar amigo.
Ahí fue donde supo que después de todo el tenia muchos, muchísimos años por delante, aun que el dolor seguía latente, aun estaba, pero no quería pensar en él, y se enfrasco en ser mejor poco a poco, ser lo que su padre y familia querían que fuera.
Se convertiría entonces en el mejor Capo de la Mafia que podría existir, le demostraría también así a su prima que no solo era el niño pequeño al que ella no se cansaba de proteger como si ella fuera el hombre y el la mujer.
Suspiro nuevamente y dejo la botella en la barra de aquel bar, sin dejar de mirar las botellas en la vitrina que se encontraba frente a él. Se lamio los labios con los ojos cerrados recordando aquella noche en la que realmente había disfrutado tener sexo con ese hombre.
Y se sintió confundido nuevamente.
El simple hecho de cómo lo trataba, como si realmente tuviera el potencial que nadie veía en él y el repentino cambio al desprecio y de ahí a la atracción casi animal que los unía en aquella vorágine de pasiones demasiado primitivas incitadas por el deseo y la sangre, principalmente ese último elemento.
Levanto la mirada, pidiendo algo más fuerte, algo que calara su garganta, aun que no le embriagara como antes, ya después buscaría algún junkie del cual alimentarse, para que las drogas de alguna forma nublaran sus sentidos por algunos instantes en lo que la sangre era procesada por su cuerpo.
Pidió un whiskey solo, el cual bebió totalmente de un trago, sintiendo aun esa sensación caliente en el fondo de su garganta y arrastrándose hasta caer en lo que él creía aun era su estomago, aun que ahora no estaba al cien por ciento seguro que tendría en esa zona.
Había ocasiones que se ponía a meditar sobre los cambios en su físico, como el color pálido excesivo de su piel, el hecho de que su cabello fuera más espeso, delgado y brilloso, el brillo iridiscente habían adquirido sus ojos azules, dándoles un aspecto más gatuno. Se preguntaba entonces que había pasado con sus órganos internos, recordando lecturas de distintas leyendas de vampiros, entre ellas un libro que recientemente había leído, de un director, productor y escritor mexicano: Nocturna.
En el cual tenían la teoría de un algo, una especie de sanguijuela que entraba al sistema del humano convirtiéndolo en una especie de zombi bebedor de sangre, haciendo mutar sus cuerpos para el mejor alojamiento de la sanguijuela.
Adrian, tenía la teoría de que lo que fuera que viviera en su interior, lo que le animara a ser un ser bebedor de sangre era entonces era algo parecido, una especie de bichito o demonio raro que vivía en el centro de vida, su corazón, que su estomago se había deformado a una especie de válvula que al igual que su corazón, llevaban la sangre a todo su cuerpo, incluido su cerebro, provocando una reacción que lo hacía levantarse cada noche a beber sangre.
Rio ante tal pensamiento. Con los ojos cerrados y se recargo en la barra, ya aburrido de tanto darle vueltas al asunto. Se quedo mirando los hielos dentro del vaso y el líquido ambarino traslucido que era mágicamente iluminado por las luces del bar.
Le pego a penas con la punta del dedo al vaso, provocando el tintineo de los hielos contra la superficie de cristal, era el único sonido al que prestaba atención, pese a la música que sonaba a toda marcha en los altavoces de aquel antro.
Se estiro cual gato antes de moverse siquiera, bebiéndose de un solo trago el resto del contenido del vaso, justo cuando escucho una voz hablándole a sus espaldas.
-Buenas noches- fue un saludo simple y la presencia de ese vampiro, lo hiso dar un salto sobre su banco, incorporándose para volver su cuerpo entero hacia donde se encontraba el vampiro.
-Pensé que me dejarías colgado-comento, sonriéndole levemente-. Un gusto tenerte en el Vanity Death, Siegfried.
Dijo sonriéndole abiertamente, sin pena de mostrar sus diminutos colmillos que acrecentaban más su aspecto felino.
-Me alegra realmente que hayas venido-comento Adrian, invitándole a sentarse junto a él en la barra, haciendo señas al barman, para que le sirviera un poco de vodka, pues hasta ahora eso era lo que le había visto beber además de sangre.
-¿Para qué me querías aquí?-pregunto el vampiro mayor, tomando el vaso que le ofrecían, mirando fríamente a Adrian.
-Solo quería verte-murmuro, tomando el vaso el cual había sido llenado de nueva cuenta con whiskey-. Aun que realmente es mas para proponerte algo.
Dio un trago a su bebida, mirando por encima del vaso a su acompañante, que solo lo miraba con desinterés, pese a las palabras del joven vampiro.
-Habla-ordeno Sigfried, sin siquiera tomar el vaso de vodka, simplemente aguardando a que el menor hablase.
-Preferiría decirte lo que te tengo que decir en privado-dijo y se puso de pie, moviéndose, indicándole así que lo siguiera.
Sigfried siguió los pasos de Adrian, no sin cierta molestia, ya que ni el mismo sabia la razón por la cual había asistido a aquella cita, porque lo seguía, quizás simplemente por diversión.
Caminaron entre la gente hasta alcanzar una puerta detrás del escenario, entrando a lo que parecía ser el área de bodegas, y de ahí, un corto tramo por un oscuro pasillo desprovisto de luces, hasta llegar a una nueva puerta.
Adrian la abrió, dejando ver dentro una pequeña sala de estar con algunos percheros y ropa, entre los que pudo distinguir un abrigo que le había visto a Adrian dos noches antes cuando había asistido a su presentación en Los Angeles.
-Y… hablaras o te quedaste mudo de nuevo-pregunto con cierta ironía, recordándole aquella incómoda situación que había vivido Adrian.
-No tendrás demasiada suerte-refuto, sentándose frente a él, cómodamente, mirándolo con la misma frialdad, o al menos eso intentaba- ¿Por qué no te sientas?
Sugirió el joven, sin dejar de mirarlo, de estudiar cada uno de los movimientos del vampiro mayor, mientras buscaba las palabras correctas en las cuales le pediría lo que deseaba.
-Eras mejor compañía así- dijo el otro fríamente, sin medir ni siquiera la entonación de sus palabras, solo las había dicho, y tampoco importo la reacción que hubo en el rostro de Adrian, el cual solo había abierto grandes sus ojos y apretado los labios.
Respiro profundo, cerrando los ojos.
-Quiero que pases una noche conmigo- soltó las palabras en seco, mirando nuevamente y de forma fija a Sigfried que a punto estaba de soltar una carcajada o al menos eso parecía, pues había movido los labios y los había paralizado en una media sonrisa sarcástica.
-Ya hemos pasado más de una noche juntos-comento sacando de su chaqueta su cigarrera, tomando uno de los cigarrillos, lo puso entre sus labios encendiéndolo con un encendedor de gasolina.
Adrian siguió todos sus movimientos, quedando sus ojos fijos en los labios de Sigfried y en como exhalaba el humo del tabaco. Se estremeció y cerró los ojos, volviendo a suspirar largamente para despejar su mente y poder hablar de forma clara y concreta.
-Eso ya lo sé-contesto-. A lo que me refiero es…
Hiso una pausa, tragando saliva, maldiciendo la mala fortuna de no haber llevado consigo su bebida.
Sigfried, le miraba fijamente, con aquellos ojos grises, de pesada mirada que lo desarmaban por completo.
-Quiero que me hagas el amor-dijo sin más, aguantándole la mirada al vampiro mayor, sintiendo su corazón latir acelerado debido a la adrenalina que corría por todo su inmortal sistema-. Yo se que te reirás de mi, o quizás seas un vampiro tan anciano que seas incapaz de saber qué es eso, tal vez careces de emociones, no lo sé realmente, pero te estoy pidiendo esto, como un simple capricho, si es que así lo quieres tomar.
Indico, guardando la compostura, pese al coctel de emociones que llevaba dentro, confusas y que parecían gritarle en su cabeza mil cosas inentendibles para él.
-Si me cumples esto, juro que no volverás a saber de mi-dijo- Los negocios que hay entre Northman y mi familia los podrás aclarar directamente o con mi padre o con mi prima, pero de mi no sabrás nada mas, solo pido eso…
Hubo un silencio incomodo dentro de aquel lugar, en el cual solo se escuchaba el respirar pausado del más joven de los vampiros y la música amortiguada que llegaba desde el bar hasta ese improvisado camerino.
Adrian cerró los ojos, suspirando pesadamente, sintiendo tenso el ambiente, estaba a punto de pararse y salir de ahí, pero antes de siquiera poder moverse o decir nada escucho la voz de Sigfried hablándole, en ese tono tan duro y solemne que siempre usaba para hablar de lo que fuese.
-Si aceptara serias feliz, no es así-pregunto de forma retorica, o al menos eso aparentaba ya que no parecía esperar respuesta de parte de Adrian.
Lo seguía mirando desde su lugar, levantando levemente una de sus cejas.
-Tampoco te voy a mentir-contesto Adrian, escapando de la mirada del mayor-. Me gustas, aun que eso creo que te queda muy en claro, por eso quiero saber que se sentiría estar en tus brazos de esa manera, sin prisas, sin esa pasión desbordada y primitiva- guardo silencio tragando saliva-. Quiero que me tomes, como si estuvieras realmente enamorado de mi, aun lo finjas, no importa, solo quiero estar en tus brazos hasta que me quede dormido, después podrás irte si así lo deseas.
Paso su lengua por sus labios, bajando la mirada, fijándola en la alfombra como si fuese a encontrar la verdad divina en el tejido apretado y suave de aquel objeto.
Nuevamente el silencio se apodero del lugar, esta vez más corto, y ligero, hasta escuchar el rose de las ropas de Sigfried, se había movido, escucho también los amortiguados pasos y levanto la vista cuando vio los lustrosos zapatos del vampiro mayor casi chocando con sus deslucidos tenis.
Lo observo fijamente a los ojos, mientras el mayor hacia lo propio, con aquella mirada altanera, que parecía exaltarse más debido a la altura desde donde le miraba, casi con burla o desprecio.
-Debo sonarte más patético de lo que ya me consideras.
Murmuro, poniéndose de pie, quedando a solo un palmo del cuerpo del otro, inundando su sentido del olfato con el profundo aroma de la colonia de Sigfried. Se alejo de él, dando unos pasos a su izquierda, para seguir su camino al perchero para tomar su abrigo de un color magenta demasiado llamativo, con plumas en los puños y cuello.
Se puso la prenda, dispuesto a salir, tomando el pomo de la puerta, antes de sentir la presencia y el cuerpo de Sigfried a sus espaldas.
-Aun no me dejaste responder-. Comento el vampiro mayor, pegando su pecho a la espalda del menor, aprovechado la altura, solo agachándose lo suficiente para hablarle al oído-. Esto es un trato, Adrian, pero que te quede en claro que solo hare esto por negocios.
Dijo en un tono que a Adrian le parecía más una burla que una respuesta seria y concreta, estuvo a punto de darse la media vuelta y golpearle, o simplemente salir de ahí y perderse lo que quedara de la noche.
-¿Tu hotel o el mío?
Fue la pregunta y a la vez la respuesta a su petición.
Adrian seguía de pie sin soltar el pomo de la puerta, temblando casi imperceptiblemente sin lograr enlazar palabras coherentes.
Levanto el rostro mirando la puerta llena de marcas y rayones, respirando con profundidad antes de responderle aun con la cabeza aturdida.
-Solo sígueme- fue su respuesta, dicha en un tono muy bajo, casi tímido; abrió la puerta del camerino, saliendo de ahí para caminar a lo que era el cubo del ascensor de carga, entrando en el, recargándose en el fondo de aquel espacio, oscuro y sucio aguardando a su compañero.
Sigfried, tardo unos segundos antes de seguir al joven vampiro, con una extraña sensación, la cual desecho casi al instante antes de moverse, torciendo los labios en una ligera sonrisa, y observar a su joven “Socio” aguardarle en el cubo del elevador de carga, entro en silencio, acomodándose el saco de un color gris plata, el cual hacia juego con sus pantalones y la camisa de seda negra, mismo color que usaba en sus zapatos perfectamente lustrados.
Adrian siempre se había sentido intimidado principalmente por ese detalle, la forma en la que vestía Sigfried parecía siempre ser pulcra, muy distinto a él que vestía desparpajadamente o en colores demasiado llamativos y con ropas que eran de mujer.
Fueron solo segundos, que le parecieron eternos encerrados junto a Siegfried en el ascensor hasta que este se detuvo en el tercer piso de aquel edificio. Salió de ahí, caminando por un angosto pasillo hasta llegar a otra puerta de lustrosa madera negra en la cual estaban tallados ángeles y flores, específicamente rosas.
Adrian, abrió la puerta, entrando a una suntuosa habitación, mucho mejor que cualquier pent-house de algún hotel de cinco estrellas.
Cerró los ojos, concentrándose en encender las velas aromáticas que siempre había esparcidas por la habitación, iluminando aquel cuarto de forma tenue, dándole al lugar aquel ambiente romántico para el cual estaba destinada aquella noche.
Camino en silencio, quitándose el abrigo, dejándolo sobre un sillón tapizado en cuero negro. Seguía en silencio, un silencio que solo era interrumpido por el sonido del rose de las ropas de ambos hombres al moverse, de la respiración de Adrian y el lento y arrítmico sonido del corazón del menor.
Adrian, permaneció de pie en medio de la estancia, mirando la enorme cama con dosel, las cortinas de terciopelo negro, la colcha negra con un enorme bordado de una rosa en hilos de seda rojos y de un material sintético que imitaba al oro. Cerró los ojos y suspiro con cierta ansiedad, sin atrever a decir nada o actuar, quizás empezando a flaquear respecto a aquella petición.
Estaba a punto de decir algo, cuando sintió los fuertes brazos de Siegfried rodear su cintura, su cuerpo mas corpulento y alto pegado a su espalda, sus labios pegados a su cuello, mientras el permanecía con los ojos cerrados, soltando un leve jadeo al contacto de los fríos labios en su pálida piel.
Se estremeció levemente, pegándose por instinto al cuerpo ajeno, al tiempo que las manos del mayor le acariciaban de una forma sutil, sin prisas. Una de las manos de Siegfried recorrió su costado, hasta alcanzar su cuello y mejilla, tomándolo por el mentón para moverlo a forma de poder besar los labios ajenos, con calma, mordiendo levemente el labio inferior sin llegar a romper la sensible piel.
Lo giro entre sus brazos, a lo que Adrian correspondió posando sus manos sobre el pecho de Siegfried, besándose aun, disfrutando realmente ambos de aquel gesto tan conocido y desconocido al mismo tiempo.
Ambos eran conscientes de que en aquel acto no habría amor verdadero, pero estaban totalmente convencidos de que aquello no sería como en anteriores ocasiones.
Siegfried fue el primero en romper aquel beso, mirando directo a los ojos de Adrian que parecían tener un brillo que antes Siegfried nunca había visto. Se separo algunos centímetros, sin dejar de mirarlo, solo un instante antes de desviar la mirada hacia el amplio y suntuoso lecho que les aguardaba.
-No tienes que hacerlo, si no quieres- dijo Adrian, bajando la mirada, simplemente confundido, demasiado confundido de todo aquello, de la situación y lo que en su mente pasaba cuando estaba cerca de Siegfried Skarsgart.
-¿A caso no eres un hombre de palabra, Bennett?- Pregunto, observándole altivamente, dando un paso al frente, intimidando mas al joven vampiro que solo había optado por huir de su mirada, y observaba fijamente hacia otro lugar.
Adrian dio un paso atrás, aun sin mirarle y contesto.
-Lo soy, soy un Leone y los Leone cumplimos nuestra palabra- dijo, afrontándolo nuevamente, mirándole de nuevo, acercándose a él, provocando que aquel estrecho espacio que los separaba desapareciera, rodeando con sus delgados brazos el cuello del mayor, besando sus labios una vez más, concentrándose en mantenerse firme con aquel anhelado deseo.
El mayor simplemente le volvió a tomar por la cintura, para después recorrer su espalda con la punta de los dedos, llevando sus manos a la parte frontal de la ropa de Adrian, desprendiendo los botones de la vaporosa blusa de mujer que llevaba puesta.
Una prenda hecha de lino blanco, con encajes, a juego con el entallado pantalón negro y los deslucidos y rotos tenis converse. Retiro la prenda tirándola al suelo, acariciando con delicadeza la blanca piel que al tacto de sus duros y gélidos dedos, era cálida, casi humana.
Dejo los labios ajenos, deslizando los propios por el mentón de Adrian, bajando por su largo cuello, mordiendo levemente aquella zona, provocándole estremecimientos al joven, que jadeaba levemente aferrándose a su espala, en aquel estrecho abrazo.
Adrian, bajo las manos por el pecho de Siegfried, sin dejar de soltar suspiros incitados por las caricias del otro, encargándose de quitarle de encima el saco, dejándolo caer al suelo, y encargarse de desabotonar la camisa, abriendo uno a uno los botones, dejando expuesta la fría piel de mármol, de tacto duro y suave al tacto.
Levanto la mirada, encontrándose con los gélidos ojos de Siegfried mirándole fijamente, con ese desdén que parecía ya ser parte de él. Sonrió levemente esperando alguna reacción o que Siegfried correspondiera a su gesto, pero no lo hiso, al menos no como él esperaba, sin embargo en sus labios se dibujo, lo que a sus jóvenes ojos, parecía un amago de sonrisa.
Volvió a ponerse de puntitas acercando sus labios a los ajenos en un beso suave, mientras deslizaba la punta de sus dedos en el pecho ajeno, delineando con ellos los marcados pectorales, y los músculos del abdomen de Siegfried.
-Vamos a la cama-murmuro pegado a un a los labios ajenos.
El vampiro mayor le tomo de la mano, acercándose al lecho, sentándose en la orilla, observando fijamente a Adrian, a quien comenzaba a ver como a una presa, demasiado frágil, débil, pequeño, perfecta pieza de caza para un depredador como él, sin embargo, era consciente de que había dado su palabra y cumpliría con ese trato, cerrar el negocio con una noche al lado de Adrian, la ultima, quizás.
Adrian, seguía sonriendo, complacido, aun separado de Siegfried algunos pasos, aprovechando el espacio y el sentir la intimidante mirada del vampiro antiguo sobre si, para acercarse nuevamente, sentándose a horcajadas sobre el regazo del mayor, besándolo nuevamente, disfrutando de aquel contacto con la helada piel que contrastaba perfectamente con la tibieza de su cuerpo.
Se movió levemente rosando su naciente erección contra el cuerpo ajeno, gimiendo ahogadamente contra los labios del otro.
El mayor, tomo de la cintura a Adrian, para pegarlo mas contra si, buscando que aquel núbil cuerpo se acoplara al propio, sin dejar de besarle y acariciar la suave y exquisita piel juvenil.
En poco tiempo ambos jadeaban inundados de deseo, con sus cuerpos pegados, aun con ropa que les impedía el contacto total e intimo que les proporcionaba la desnudez.
Siegfried se movió, dejando al más joven de espaldas contra el colchón, mirándole ahora con deseo, acercándose a besar los labios, deslizándose por el mentón y el cuello, mordiendo la frágil piel que se marcaba de inmediato, dejando pequeñas marcas purpureas que desaparecían casi al instante, pero tampoco se cansaba de ponerlas como adornos temporales en tan perfecto lienzo.
Podía escuchar los gemidos de Adrian, y sentir como todo su cuerpo se estremecía al contacto de sus labios y manos, de aquellas caricias que le parecían ridículamente dulces, pese a estar deseándolo con la misma pasión animal de otras ocasiones.
Beso el vientre de Adrian, acariciando las largas piernas por encima de su pantalón, sintiendo la molestia de aquellos zapatos tenis, sucios y rotos, quitándolos rápidamente al igual que los calcetines, para poder regresar nuevamente a su tarea inicial. Volvió a besar los labios del joven, que se deshacía en gemidos y temblores provocados por el deseo que le quemaba internamente, encargándose de desabrochar el cinturón y el botón del ajustado pantalón, bajo el cierre de forma lente y sugerente, separándose centímetros de los labios y rostro de Adrian para poder mirarle y admirar las reacciones en el sonrosado rostro.
Las mejillas y los labios totalmente enrojecidos, la frente perlada de sudor, el cómo su pálida piel y rubios cabellos contrastaban casi a la perfección con la oscura colcha bordada de rojo y dorado, y los ojos, brillantes cuales joyas.
Se deshizo del pantalón y la ropa interior al mismo tiempo, dejando la prenda tirada a los pies de la cama, pasando sus manos por las largas y bien torneadas piernas, acomodándose entre ellas antes de volver a besarle, con un poco mas de pasión, esa pasión ardiente que quemaba en su cuerpo, una pasión que podría salir cual lava de un volcán, con furia, quemando todo a su paso, pero guardo la compostura, encargándose de darle el mayor de los placeres y cumplir aquel capricho a aquel chiquillo que no paraba de moverse cual serpiente bajo el peso de su cuerpo, que se deshacía en jadeos apasionados, buscando aferrarse de la colcha e incluso de su cuerpo, arañando levemente su espalda, provocando que las sensaciones fueran más gratas.
Adrian no paraba de gemir, disfrutando realmente de todo aquello, hasta que se concientizo de que Siegfried tenía aun puesto su pantalón, por lo cual se alejo un poco, rompiendo con aquel beso, moviéndose para poder invertir posiciones, permaneciendo desnudo sentado sobre la cadera del mayor, mirándolo con la misma intensidad con la que ahora él le observaba.
Volvió a sonreírle, mientras pasaba sus delgadas manos por los pectorales del vampiro antiguo, deslizándolas hasta los músculos de su abdomen y llegar a la pretina de su pantalón, haciendo lo propio con cada obstáculo que para él representaba aquella prenda, para poder llegar a su objetivo.
Abrió la prenda, moviéndose un poco para poder quitarla, así como la ropa interior, dejando totalmente expuesto a Siegfried al que miro de nuevo con intenso deseo mientras se relamía los labios, tomando el miembro semi erecto de su amante, masajeándolo levemente para que aquella erección creciera mas antes de acercar sus labios, besando la punta, lamiéndola levemente, disfrutando de hacer lo mismo con el resto de aquella tujente erección, degustándola como si fuera una especie de caramelo, engulléndola por completo, succionando con verdadero deseo, escuchando a penas como Siegfried reaccionaba a aquella felación, moviéndose levemente, jadeando.
Levanto la mirada para encontrarle recargado en sus codos, mirándole con intensidad, medio sonriendo depredadoramente, mientras él seguía felandole, de forma lenta, sacando y metiendo aquel miembro de su boca, succionando y usando cada musculo de su cavidad bucal, al igual que sus dientes para proporcionarle algo más de placer.
Siegfried, le tomo por los hombros después de dejarle hacer aquello, algo que realmente había disfrutado, dejándolo recostado boca abajo sobre el colchón, besando sus hombros, sus omoplatos, pasando sus manos por los muslos y piernas, aprovechando la posición para apretar con sus manos las blandas carnes de sus nalgas, bajando lentamente entre besos y lamidas por la espina de Adrian que solo se estremecía y volvía a moverse bajo el peso de su cuerpo, buscando algo, mas contacto, mas placer.
Siegfried disfrutaba de tenerlo así, moviéndose, suplicándole de forma silenciosa más y más placer el cual le otorgaría. Beso sus glúteos, las piernas, pasando sus manos por ellas, hasta tomar las nalgas nuevamente, estrujándolas, separándolas para dejarle expuesto, observando fijamente aquel pequeño orificio pulsante de deseo, sonrió para sus adentros, pasando uno de sus dedos en aquella sensible zona, provocando que de los labios del joven vampiro salieras mas suplicantes gemidos. Acerco sus labios, besando y paso la lengua, disfrutando tanto de la forma en que reaccionaba Adrian, estremeciéndose por completo, gimiendo con mas volumen, moviéndose en busca de más de aquellas caricias que Siegfried realmente comenzaba a disfrutar, lamiendo, succionando, introduciendo su lengua en imitación a una real penetración.
-Por favor-escucho la petición, salir de los labios de Adrian de forma trémula, mientras este se aferraba a la colcha, desarreglándola.
Adrian paro más las nalgas, cada que sentía la lengua de Siegfried acariciándole de aquella forma, esperando sentirle totalmente. Casi soltó un grito al sentir un par de dedos entrar en su cuerpo, moviéndose dentro de él, dilatándole, provocándole miles de sensaciones placenteras, que su miembro creciera mas debido a la excitación, que se sintiera a punto de terminar, hasta que Siegfried dejo aquellas atenciones, para después sentir sus labios en su espalda, recorriéndole desde la parte baja, en un camino de besos y lengüetazos acompañados por la fría respiración del vampiro mayor por toda su espina dorsal hasta llegar al oído de Adrian que seguía estremeciéndose, moviéndose contra el cuerpo de Siegfried, suplicándole así que lo tomara.
-Ya estás listo-murmuro a su oído, metiendo la lengua en su oreja, para dejar caer su respiración fría, haciendo así que adrian se estremeciera completamente, gimiendo su nombre.
-Siegfried…-gimió nuevamente, clavándole casi las uñas a la colcha- Por favor… quiero verte cuando lo hagas.
Pidió, aun sin dejar de moverse, sintiendo como el mayor lo tomaba por la cintura, acomodándolo de espaldas al colchón, mirándolo con deseo, con las pupilas dilatadas y mostrándole los colmillos.
Siegfried le separo las piernas, acomodándose entre ellas, tomándole por las caderas para poder penetrarle de forma lenta y tortuosa, sintiendo como aquella cálida cavidad le recibía con deseo, húmeda y palpitante, al tiempo que escuchaba los gemidos de Adrian nuevamente y como se retorcía sobre la cama en un verdadero y sensual espectáculo a sus ojos, algo que en sus mil años de vida, no alcazaba a recordar una escena similar, aun que había tenido distintos amantes que disfrutaban de sus favores demostrándole cuanto lo hacían en distintas formas, jamás nadie le había dado una experiencia similar a la que Adrian le brindaba en ese momento.
Un joven de chocante aspecto femenino, con la piel perlada de sudor sanguíneo, con el cabello alborotado y rubio esparcido en la oscura superficie de la colcha, con los brazos colocados por encima de su cabeza, aferrados a la tela, gimiendo placenteramente, dándole un aspecto de víctima de un sagrado sacrificio.
Comenzó a moverse, de forma lenta y candente, sacando hasta la mitad de su endurecido miembro, clavándolo nuevamente dentro del cuerpo ajeno; jadeaba deseoso, aferrado a las caderas del menor que no paraba de gemir, con los ojos cerrados, mordiendo sus labios, provocándose leves heridas de las cuales manaba sangre. Se acerco nuevamente a esos labios, lamiendo aquel rojo liquido, besando los labios con pasión, mordiéndolos sin llegar a cortar la piel, sin dejar de moverse, sintiendo los brazos de Adrian rodeándole por la espalda, aferrándolo a si, también con sus piernas.
Le gustaba aquella sensación de poder, de poseer aquel exquisito cuerpo, de saberlo suyo, y que probablemente para el joven, el también sabía también que era suyo, de una forma u otra.
Adrian se deshacía en gemidos, estremeciéndose en cada estocada, cada que sentía como el miembro del hombre mayor golpeaba sus entrañas, provocando que se retorciera de placer, disfrutando de los labios ajenos, de aquel sabor a sangre que percibía en sus bocas unidas por ese beso.
Se aferro con fuerzas al cuerpo ajeno, dejando sus labios para respirar innecesariamente, clavándole las uñas en la espalda, jadeando y repitiendo el nombre del vampiro que le poseía de aquella forma tan apasionada, tan intima.
-Siegfried- repetía una y otra vez sin dejar de moverse al ritmo que el otro marcaba, sintiendo su cuerpo llenarse de aquel sudor sanguíneo que no hacía más que provocarles mas. Apretó los ojos, clavando sus uñas en la espalda del mayor cuando sintió como la punta del miembro de este golpeaba directamente en su próstata, provocando un sinfín de reacciones eléctricas en todo su cuerpo, haciéndolo gemir mas y mas alto, al tiempo que se movía con más rapidez contra las caderas del antiguo vampiro, haciendo así que su miembro rosara contra el abdomen del otro vampiro, estimulándole mas, haciéndole llegar poco a poco a su propio orgasmo.
Siegfried seguía acometiendo contra el cuerpo ajeno, aferrando el joven y pequeño cuerpo bajo el suyo, sintiendo como este se estremecía y contraía sus entrañas de forma exquisita contra su miembro, llevándole poco a ese clímax tan esperado. Se movió nuevamente contra el cuerpo de Adrian, golpeando directo en ese punto de placer, sintiendo nuevamente esas contracciones contra su pene, haciendo que de sus labios saliera un gemido el cual no disimulo, simplemente dejándose llevar por aquel momento, en que escucho el grito efusiva de los labios de su joven amante y el cómo se corría entre sus cuerpos, manchándolos a ambos, mientras el seguía moviéndose, solo un par de estocadas mas antes de correrse de manera furiosa, entre gruñidos de placer y sin parar de moverse dentro del pulsante interior del muchacho.
Se dejo caer sobre el cuerpo ajeno, el cual permaneció laxo y agitado sobre el colchón, sintiendo solo sus manos que parecían pequeñas mientras acariciaban con la punta de sus dedos su espalda, y sus entrañas aun cálidas y palpitantes, escucho entonces el latir de aquel corazón recién muerto, algo que él no podía percibir en su cuerpo, y la calidez, la cual le parecía extraña.
Se separo de él, recargado sobre la palma de sus manos, sonriendo en un breve instante de profunda intimidad, salió de su interior, dejando que el semen que inevitablemente salía del cuerpo de Adrian, manchara la oscura colcha. Se recostó a un lado sintiendo como el delgado cuerpo del muchacho se acercaba al propio, envolviéndolo con sus delgados brazos, dejando su cabeza recargada sobre su hombro, provocándole una sensación de cosquilleo en el cuello debido a sus rebeldes y rubios cabellos al contacto de su piel.
No hubo palabras de amor, no promesas, ni más besos, simplemente aquel íntimo contacto, que pese a ser mentira para el corazón de Adrian le era reconfortante, como si nuevamente se sintiera completo con una mentira de tales magnitudes.
No podía dormir, no quería hacerlo pese a estar cansado después de tan desgastante faena, y permaneció así recostado contra el cuerpo de Siegfried, respirando el aroma de su colonia mesclada con el aroma de la sangre del sudor del vampiro, abrazándolo levemente, sin atreverse a decir ni una palabra al respecto, recordando simplemente aquella sonrisa, tan clara y carente de ironía que le había regalado, justo después de su orgasmo.
Cerró al fin los ojos, dejándose llevar por el agotamiento, sintiendo así próximo el amanecer, respirando livianamente aferrado al cuerpo del hombre mayor.
Despertó a la noche siguiente, sintiendo algo frio que cruzaba su rostro, en una caricia que dibujaba cada línea de su rostro, sus parpados cerrados, su nariz, sus labios, sus mejillas. Era una caricia intima, exploradora, una caricia de un amante enamorado buscando reconocer cada poro de la piel amada.
Abrió los ojos, encontrándose con la acerada mirada de Siegfried frente a él, sonriéndole como nunca antes, sin dejar de acariciar su mejilla. Sintió la cercanía del aire frio que exhalaba, sus labios rosando con los suyos en un amago de beso.
-Min* Adrian-le escucho murmurar, antes de besarle, de forma pacífica, degustando realmente del contacto de sus labios, volvió a cerrar los ojos aferrándose al cuello del vampiro, pegando mas su cuerpo, sintiendo el helado tacto de la dura piel de Siegfried, soltando un ligero jadeo cuando dejo de besarle, y comenzó a recorrer con sus labios la sensible piel de su cuello, provocándole mil estremecimientos.
-Mitt hjärta tillhör dig**, Siegfried-murmuro, con voz trémula, antes de sentir una fuerte presión en el pecho y la grave carcajada del vampiro al levantar el rostro, con los labios manchados de sangre, sintiendo las gotitas del rojo liquido caer en su rostro, observando en la mano, su propio corazón aun palpitante.
-Y así es…-contesto el vampiro, estrujando el órgano entre sus dedos.
Un grito escapo de sus labios, aterrado, sofocado, se levanto en la enorme cama, respirando agitado, tocándose el pecho, buscando la herida, sintiendo latir de forma arrítmica y acelerada su corazón.
Se quedo sentado sobre la cama, desnudo, controlando su respiración, con los ojos cerrados, sin saber exactamente al porque de la pesadilla. Trago saliva, pasándose los dedos por su rubio y alborotado, aun asustado y tembloroso, no tanto por el recuerdo del sueño, más bien porque ahora ya podía darle nombre a aquel aterrador sentimiento que permanecía inmutable en el centro de su pecho.
-Te amo Siegfried.
Murmuro para asegurarse de que era cierto, y el escucharlo en voz alta, le provocaba más frustración que guardarlo como un secreto, incluso para el mismo.
Cerró los ojos, sintiendo sus lagrimas salir, manchando sus manos que aferraban con fuerza la oscura colcha, buscando de algún modo, de esta forma, poder mantener ese sentimiento enterrado en lo más profundo de su ser y poder seguir adelante, solo.
-Mejor así-murmuro, y soltó un suspiro largo, levantando el rostro aun manchado de la sangre de sus lágrimas-. Mejor así.
Dijo una vez más, en un tono más audible.
Mejor así, antes de salir dañado una vez más.
Aclaraciones, traducciones del Sueco:
*Mi
** Mi corazón te pertenece
Se aceptan comentarios y criticas constructivas.
Advertencias:
Es Slash / Yaoi, o sea... Relacion Chico x Chico. Si no te agrada el genero, puedes dale boton atras o cerrar la pagina.
Personajes:
Adrian Bennett (nieto de Anssi Enkeli, personaje de mi Propiedad)
Siegfried Skarsgart (personaje de Kenny _ Black)
Imagen: By NoirPapillon
NO AL PLAGIO!!
Increase Pain
~§~~§~~*~~§~~§~
Se sentía asustado por aquellos sentimientos que noche a noche crecían en su interior, sabía que no era lo más correcto dada la situación en la que vivía, su vida había cambiado mucho desde que él lo había dejado, después de casi dos años juntos.
Se sentía perdido en un mar de sentimientos confusos, de la atracción física inminente que había provocado en él desde que se habían visto aquella noche.
Su impactante porte, su álgida mirada de ojos color gris, la lustrosa cabellera rubia perfectamente cortada, y ese temple de acero imperturbable con el que siempre andaba por la vida. Lo habían dejado sin respiración.
Era sin duda un hombre sumamente atractivo, de esos que solo con ponerse de pie en algún lugar llamaban la atención de inmediato, no como él, un niño, demasiado delgado e imperfecto, quizás con un atractivo demasiado femenino a veces demasiado para su propio gusto.
Ese aspecto era algo de lo que solía echar a mano cuando era necesario para salirse con la suya, era bueno que lo confundieran con mujer en algunas ocasiones, aun que en otras era simplemente incomodo, tanto para él como a la persona que erróneamente le había visto cara de mujer.
Suspiro nuevamente tomando su botella de cerveza, bebiendo el liquido amargo que no le sabia a nada, era manías humanas que aun tenia, pues no hacía más de seis meses que había dejado su mortalidad atrás, gracias a una venganza con mal resultado para ambas partes.
Saco el lado bueno del asunto, después de la posterior pelea con su pareja y su repentina desaparición después de que habían acordado sobrellevar esa situación juntos y superarla, por el amor que se tenían.
Sin embargo el se había ido, sin decir más, simplemente había desaparecido de su existencia, para siempre, dejándolo hundido en una fuerte depresión por muchos días, hasta que se encontró con su entrañable amigo, el único ser al que podría llamar amigo.
Ahí fue donde supo que después de todo el tenia muchos, muchísimos años por delante, aun que el dolor seguía latente, aun estaba, pero no quería pensar en él, y se enfrasco en ser mejor poco a poco, ser lo que su padre y familia querían que fuera.
Se convertiría entonces en el mejor Capo de la Mafia que podría existir, le demostraría también así a su prima que no solo era el niño pequeño al que ella no se cansaba de proteger como si ella fuera el hombre y el la mujer.
Suspiro nuevamente y dejo la botella en la barra de aquel bar, sin dejar de mirar las botellas en la vitrina que se encontraba frente a él. Se lamio los labios con los ojos cerrados recordando aquella noche en la que realmente había disfrutado tener sexo con ese hombre.
Y se sintió confundido nuevamente.
El simple hecho de cómo lo trataba, como si realmente tuviera el potencial que nadie veía en él y el repentino cambio al desprecio y de ahí a la atracción casi animal que los unía en aquella vorágine de pasiones demasiado primitivas incitadas por el deseo y la sangre, principalmente ese último elemento.
Levanto la mirada, pidiendo algo más fuerte, algo que calara su garganta, aun que no le embriagara como antes, ya después buscaría algún junkie del cual alimentarse, para que las drogas de alguna forma nublaran sus sentidos por algunos instantes en lo que la sangre era procesada por su cuerpo.
Pidió un whiskey solo, el cual bebió totalmente de un trago, sintiendo aun esa sensación caliente en el fondo de su garganta y arrastrándose hasta caer en lo que él creía aun era su estomago, aun que ahora no estaba al cien por ciento seguro que tendría en esa zona.
Había ocasiones que se ponía a meditar sobre los cambios en su físico, como el color pálido excesivo de su piel, el hecho de que su cabello fuera más espeso, delgado y brilloso, el brillo iridiscente habían adquirido sus ojos azules, dándoles un aspecto más gatuno. Se preguntaba entonces que había pasado con sus órganos internos, recordando lecturas de distintas leyendas de vampiros, entre ellas un libro que recientemente había leído, de un director, productor y escritor mexicano: Nocturna.
En el cual tenían la teoría de un algo, una especie de sanguijuela que entraba al sistema del humano convirtiéndolo en una especie de zombi bebedor de sangre, haciendo mutar sus cuerpos para el mejor alojamiento de la sanguijuela.
Adrian, tenía la teoría de que lo que fuera que viviera en su interior, lo que le animara a ser un ser bebedor de sangre era entonces era algo parecido, una especie de bichito o demonio raro que vivía en el centro de vida, su corazón, que su estomago se había deformado a una especie de válvula que al igual que su corazón, llevaban la sangre a todo su cuerpo, incluido su cerebro, provocando una reacción que lo hacía levantarse cada noche a beber sangre.
Rio ante tal pensamiento. Con los ojos cerrados y se recargo en la barra, ya aburrido de tanto darle vueltas al asunto. Se quedo mirando los hielos dentro del vaso y el líquido ambarino traslucido que era mágicamente iluminado por las luces del bar.
Le pego a penas con la punta del dedo al vaso, provocando el tintineo de los hielos contra la superficie de cristal, era el único sonido al que prestaba atención, pese a la música que sonaba a toda marcha en los altavoces de aquel antro.
Se estiro cual gato antes de moverse siquiera, bebiéndose de un solo trago el resto del contenido del vaso, justo cuando escucho una voz hablándole a sus espaldas.
-Buenas noches- fue un saludo simple y la presencia de ese vampiro, lo hiso dar un salto sobre su banco, incorporándose para volver su cuerpo entero hacia donde se encontraba el vampiro.
-Pensé que me dejarías colgado-comento, sonriéndole levemente-. Un gusto tenerte en el Vanity Death, Siegfried.
Dijo sonriéndole abiertamente, sin pena de mostrar sus diminutos colmillos que acrecentaban más su aspecto felino.
-Me alegra realmente que hayas venido-comento Adrian, invitándole a sentarse junto a él en la barra, haciendo señas al barman, para que le sirviera un poco de vodka, pues hasta ahora eso era lo que le había visto beber además de sangre.
-¿Para qué me querías aquí?-pregunto el vampiro mayor, tomando el vaso que le ofrecían, mirando fríamente a Adrian.
-Solo quería verte-murmuro, tomando el vaso el cual había sido llenado de nueva cuenta con whiskey-. Aun que realmente es mas para proponerte algo.
Dio un trago a su bebida, mirando por encima del vaso a su acompañante, que solo lo miraba con desinterés, pese a las palabras del joven vampiro.
-Habla-ordeno Sigfried, sin siquiera tomar el vaso de vodka, simplemente aguardando a que el menor hablase.
-Preferiría decirte lo que te tengo que decir en privado-dijo y se puso de pie, moviéndose, indicándole así que lo siguiera.
Sigfried siguió los pasos de Adrian, no sin cierta molestia, ya que ni el mismo sabia la razón por la cual había asistido a aquella cita, porque lo seguía, quizás simplemente por diversión.
Caminaron entre la gente hasta alcanzar una puerta detrás del escenario, entrando a lo que parecía ser el área de bodegas, y de ahí, un corto tramo por un oscuro pasillo desprovisto de luces, hasta llegar a una nueva puerta.
Adrian la abrió, dejando ver dentro una pequeña sala de estar con algunos percheros y ropa, entre los que pudo distinguir un abrigo que le había visto a Adrian dos noches antes cuando había asistido a su presentación en Los Angeles.
-Y… hablaras o te quedaste mudo de nuevo-pregunto con cierta ironía, recordándole aquella incómoda situación que había vivido Adrian.
-No tendrás demasiada suerte-refuto, sentándose frente a él, cómodamente, mirándolo con la misma frialdad, o al menos eso intentaba- ¿Por qué no te sientas?
Sugirió el joven, sin dejar de mirarlo, de estudiar cada uno de los movimientos del vampiro mayor, mientras buscaba las palabras correctas en las cuales le pediría lo que deseaba.
-Eras mejor compañía así- dijo el otro fríamente, sin medir ni siquiera la entonación de sus palabras, solo las había dicho, y tampoco importo la reacción que hubo en el rostro de Adrian, el cual solo había abierto grandes sus ojos y apretado los labios.
Respiro profundo, cerrando los ojos.
-Quiero que pases una noche conmigo- soltó las palabras en seco, mirando nuevamente y de forma fija a Sigfried que a punto estaba de soltar una carcajada o al menos eso parecía, pues había movido los labios y los había paralizado en una media sonrisa sarcástica.
-Ya hemos pasado más de una noche juntos-comento sacando de su chaqueta su cigarrera, tomando uno de los cigarrillos, lo puso entre sus labios encendiéndolo con un encendedor de gasolina.
Adrian siguió todos sus movimientos, quedando sus ojos fijos en los labios de Sigfried y en como exhalaba el humo del tabaco. Se estremeció y cerró los ojos, volviendo a suspirar largamente para despejar su mente y poder hablar de forma clara y concreta.
-Eso ya lo sé-contesto-. A lo que me refiero es…
Hiso una pausa, tragando saliva, maldiciendo la mala fortuna de no haber llevado consigo su bebida.
Sigfried, le miraba fijamente, con aquellos ojos grises, de pesada mirada que lo desarmaban por completo.
-Quiero que me hagas el amor-dijo sin más, aguantándole la mirada al vampiro mayor, sintiendo su corazón latir acelerado debido a la adrenalina que corría por todo su inmortal sistema-. Yo se que te reirás de mi, o quizás seas un vampiro tan anciano que seas incapaz de saber qué es eso, tal vez careces de emociones, no lo sé realmente, pero te estoy pidiendo esto, como un simple capricho, si es que así lo quieres tomar.
Indico, guardando la compostura, pese al coctel de emociones que llevaba dentro, confusas y que parecían gritarle en su cabeza mil cosas inentendibles para él.
-Si me cumples esto, juro que no volverás a saber de mi-dijo- Los negocios que hay entre Northman y mi familia los podrás aclarar directamente o con mi padre o con mi prima, pero de mi no sabrás nada mas, solo pido eso…
Hubo un silencio incomodo dentro de aquel lugar, en el cual solo se escuchaba el respirar pausado del más joven de los vampiros y la música amortiguada que llegaba desde el bar hasta ese improvisado camerino.
Adrian cerró los ojos, suspirando pesadamente, sintiendo tenso el ambiente, estaba a punto de pararse y salir de ahí, pero antes de siquiera poder moverse o decir nada escucho la voz de Sigfried hablándole, en ese tono tan duro y solemne que siempre usaba para hablar de lo que fuese.
-Si aceptara serias feliz, no es así-pregunto de forma retorica, o al menos eso aparentaba ya que no parecía esperar respuesta de parte de Adrian.
Lo seguía mirando desde su lugar, levantando levemente una de sus cejas.
-Tampoco te voy a mentir-contesto Adrian, escapando de la mirada del mayor-. Me gustas, aun que eso creo que te queda muy en claro, por eso quiero saber que se sentiría estar en tus brazos de esa manera, sin prisas, sin esa pasión desbordada y primitiva- guardo silencio tragando saliva-. Quiero que me tomes, como si estuvieras realmente enamorado de mi, aun lo finjas, no importa, solo quiero estar en tus brazos hasta que me quede dormido, después podrás irte si así lo deseas.
Paso su lengua por sus labios, bajando la mirada, fijándola en la alfombra como si fuese a encontrar la verdad divina en el tejido apretado y suave de aquel objeto.
Nuevamente el silencio se apodero del lugar, esta vez más corto, y ligero, hasta escuchar el rose de las ropas de Sigfried, se había movido, escucho también los amortiguados pasos y levanto la vista cuando vio los lustrosos zapatos del vampiro mayor casi chocando con sus deslucidos tenis.
Lo observo fijamente a los ojos, mientras el mayor hacia lo propio, con aquella mirada altanera, que parecía exaltarse más debido a la altura desde donde le miraba, casi con burla o desprecio.
-Debo sonarte más patético de lo que ya me consideras.
Murmuro, poniéndose de pie, quedando a solo un palmo del cuerpo del otro, inundando su sentido del olfato con el profundo aroma de la colonia de Sigfried. Se alejo de él, dando unos pasos a su izquierda, para seguir su camino al perchero para tomar su abrigo de un color magenta demasiado llamativo, con plumas en los puños y cuello.
Se puso la prenda, dispuesto a salir, tomando el pomo de la puerta, antes de sentir la presencia y el cuerpo de Sigfried a sus espaldas.
-Aun no me dejaste responder-. Comento el vampiro mayor, pegando su pecho a la espalda del menor, aprovechado la altura, solo agachándose lo suficiente para hablarle al oído-. Esto es un trato, Adrian, pero que te quede en claro que solo hare esto por negocios.
Dijo en un tono que a Adrian le parecía más una burla que una respuesta seria y concreta, estuvo a punto de darse la media vuelta y golpearle, o simplemente salir de ahí y perderse lo que quedara de la noche.
-¿Tu hotel o el mío?
Fue la pregunta y a la vez la respuesta a su petición.
Adrian seguía de pie sin soltar el pomo de la puerta, temblando casi imperceptiblemente sin lograr enlazar palabras coherentes.
Levanto el rostro mirando la puerta llena de marcas y rayones, respirando con profundidad antes de responderle aun con la cabeza aturdida.
-Solo sígueme- fue su respuesta, dicha en un tono muy bajo, casi tímido; abrió la puerta del camerino, saliendo de ahí para caminar a lo que era el cubo del ascensor de carga, entrando en el, recargándose en el fondo de aquel espacio, oscuro y sucio aguardando a su compañero.
Sigfried, tardo unos segundos antes de seguir al joven vampiro, con una extraña sensación, la cual desecho casi al instante antes de moverse, torciendo los labios en una ligera sonrisa, y observar a su joven “Socio” aguardarle en el cubo del elevador de carga, entro en silencio, acomodándose el saco de un color gris plata, el cual hacia juego con sus pantalones y la camisa de seda negra, mismo color que usaba en sus zapatos perfectamente lustrados.
Adrian siempre se había sentido intimidado principalmente por ese detalle, la forma en la que vestía Sigfried parecía siempre ser pulcra, muy distinto a él que vestía desparpajadamente o en colores demasiado llamativos y con ropas que eran de mujer.
Fueron solo segundos, que le parecieron eternos encerrados junto a Siegfried en el ascensor hasta que este se detuvo en el tercer piso de aquel edificio. Salió de ahí, caminando por un angosto pasillo hasta llegar a otra puerta de lustrosa madera negra en la cual estaban tallados ángeles y flores, específicamente rosas.
Adrian, abrió la puerta, entrando a una suntuosa habitación, mucho mejor que cualquier pent-house de algún hotel de cinco estrellas.
Cerró los ojos, concentrándose en encender las velas aromáticas que siempre había esparcidas por la habitación, iluminando aquel cuarto de forma tenue, dándole al lugar aquel ambiente romántico para el cual estaba destinada aquella noche.
Camino en silencio, quitándose el abrigo, dejándolo sobre un sillón tapizado en cuero negro. Seguía en silencio, un silencio que solo era interrumpido por el sonido del rose de las ropas de ambos hombres al moverse, de la respiración de Adrian y el lento y arrítmico sonido del corazón del menor.
Adrian, permaneció de pie en medio de la estancia, mirando la enorme cama con dosel, las cortinas de terciopelo negro, la colcha negra con un enorme bordado de una rosa en hilos de seda rojos y de un material sintético que imitaba al oro. Cerró los ojos y suspiro con cierta ansiedad, sin atrever a decir nada o actuar, quizás empezando a flaquear respecto a aquella petición.
Estaba a punto de decir algo, cuando sintió los fuertes brazos de Siegfried rodear su cintura, su cuerpo mas corpulento y alto pegado a su espalda, sus labios pegados a su cuello, mientras el permanecía con los ojos cerrados, soltando un leve jadeo al contacto de los fríos labios en su pálida piel.
Se estremeció levemente, pegándose por instinto al cuerpo ajeno, al tiempo que las manos del mayor le acariciaban de una forma sutil, sin prisas. Una de las manos de Siegfried recorrió su costado, hasta alcanzar su cuello y mejilla, tomándolo por el mentón para moverlo a forma de poder besar los labios ajenos, con calma, mordiendo levemente el labio inferior sin llegar a romper la sensible piel.
Lo giro entre sus brazos, a lo que Adrian correspondió posando sus manos sobre el pecho de Siegfried, besándose aun, disfrutando realmente ambos de aquel gesto tan conocido y desconocido al mismo tiempo.
Ambos eran conscientes de que en aquel acto no habría amor verdadero, pero estaban totalmente convencidos de que aquello no sería como en anteriores ocasiones.
Siegfried fue el primero en romper aquel beso, mirando directo a los ojos de Adrian que parecían tener un brillo que antes Siegfried nunca había visto. Se separo algunos centímetros, sin dejar de mirarlo, solo un instante antes de desviar la mirada hacia el amplio y suntuoso lecho que les aguardaba.
-No tienes que hacerlo, si no quieres- dijo Adrian, bajando la mirada, simplemente confundido, demasiado confundido de todo aquello, de la situación y lo que en su mente pasaba cuando estaba cerca de Siegfried Skarsgart.
-¿A caso no eres un hombre de palabra, Bennett?- Pregunto, observándole altivamente, dando un paso al frente, intimidando mas al joven vampiro que solo había optado por huir de su mirada, y observaba fijamente hacia otro lugar.
Adrian dio un paso atrás, aun sin mirarle y contesto.
-Lo soy, soy un Leone y los Leone cumplimos nuestra palabra- dijo, afrontándolo nuevamente, mirándole de nuevo, acercándose a él, provocando que aquel estrecho espacio que los separaba desapareciera, rodeando con sus delgados brazos el cuello del mayor, besando sus labios una vez más, concentrándose en mantenerse firme con aquel anhelado deseo.
El mayor simplemente le volvió a tomar por la cintura, para después recorrer su espalda con la punta de los dedos, llevando sus manos a la parte frontal de la ropa de Adrian, desprendiendo los botones de la vaporosa blusa de mujer que llevaba puesta.
Una prenda hecha de lino blanco, con encajes, a juego con el entallado pantalón negro y los deslucidos y rotos tenis converse. Retiro la prenda tirándola al suelo, acariciando con delicadeza la blanca piel que al tacto de sus duros y gélidos dedos, era cálida, casi humana.
Dejo los labios ajenos, deslizando los propios por el mentón de Adrian, bajando por su largo cuello, mordiendo levemente aquella zona, provocándole estremecimientos al joven, que jadeaba levemente aferrándose a su espala, en aquel estrecho abrazo.
Adrian, bajo las manos por el pecho de Siegfried, sin dejar de soltar suspiros incitados por las caricias del otro, encargándose de quitarle de encima el saco, dejándolo caer al suelo, y encargarse de desabotonar la camisa, abriendo uno a uno los botones, dejando expuesta la fría piel de mármol, de tacto duro y suave al tacto.
Levanto la mirada, encontrándose con los gélidos ojos de Siegfried mirándole fijamente, con ese desdén que parecía ya ser parte de él. Sonrió levemente esperando alguna reacción o que Siegfried correspondiera a su gesto, pero no lo hiso, al menos no como él esperaba, sin embargo en sus labios se dibujo, lo que a sus jóvenes ojos, parecía un amago de sonrisa.
Volvió a ponerse de puntitas acercando sus labios a los ajenos en un beso suave, mientras deslizaba la punta de sus dedos en el pecho ajeno, delineando con ellos los marcados pectorales, y los músculos del abdomen de Siegfried.
-Vamos a la cama-murmuro pegado a un a los labios ajenos.
El vampiro mayor le tomo de la mano, acercándose al lecho, sentándose en la orilla, observando fijamente a Adrian, a quien comenzaba a ver como a una presa, demasiado frágil, débil, pequeño, perfecta pieza de caza para un depredador como él, sin embargo, era consciente de que había dado su palabra y cumpliría con ese trato, cerrar el negocio con una noche al lado de Adrian, la ultima, quizás.
Adrian, seguía sonriendo, complacido, aun separado de Siegfried algunos pasos, aprovechando el espacio y el sentir la intimidante mirada del vampiro antiguo sobre si, para acercarse nuevamente, sentándose a horcajadas sobre el regazo del mayor, besándolo nuevamente, disfrutando de aquel contacto con la helada piel que contrastaba perfectamente con la tibieza de su cuerpo.
Se movió levemente rosando su naciente erección contra el cuerpo ajeno, gimiendo ahogadamente contra los labios del otro.
El mayor, tomo de la cintura a Adrian, para pegarlo mas contra si, buscando que aquel núbil cuerpo se acoplara al propio, sin dejar de besarle y acariciar la suave y exquisita piel juvenil.
En poco tiempo ambos jadeaban inundados de deseo, con sus cuerpos pegados, aun con ropa que les impedía el contacto total e intimo que les proporcionaba la desnudez.
Siegfried se movió, dejando al más joven de espaldas contra el colchón, mirándole ahora con deseo, acercándose a besar los labios, deslizándose por el mentón y el cuello, mordiendo la frágil piel que se marcaba de inmediato, dejando pequeñas marcas purpureas que desaparecían casi al instante, pero tampoco se cansaba de ponerlas como adornos temporales en tan perfecto lienzo.
Podía escuchar los gemidos de Adrian, y sentir como todo su cuerpo se estremecía al contacto de sus labios y manos, de aquellas caricias que le parecían ridículamente dulces, pese a estar deseándolo con la misma pasión animal de otras ocasiones.
Beso el vientre de Adrian, acariciando las largas piernas por encima de su pantalón, sintiendo la molestia de aquellos zapatos tenis, sucios y rotos, quitándolos rápidamente al igual que los calcetines, para poder regresar nuevamente a su tarea inicial. Volvió a besar los labios del joven, que se deshacía en gemidos y temblores provocados por el deseo que le quemaba internamente, encargándose de desabrochar el cinturón y el botón del ajustado pantalón, bajo el cierre de forma lente y sugerente, separándose centímetros de los labios y rostro de Adrian para poder mirarle y admirar las reacciones en el sonrosado rostro.
Las mejillas y los labios totalmente enrojecidos, la frente perlada de sudor, el cómo su pálida piel y rubios cabellos contrastaban casi a la perfección con la oscura colcha bordada de rojo y dorado, y los ojos, brillantes cuales joyas.
Se deshizo del pantalón y la ropa interior al mismo tiempo, dejando la prenda tirada a los pies de la cama, pasando sus manos por las largas y bien torneadas piernas, acomodándose entre ellas antes de volver a besarle, con un poco mas de pasión, esa pasión ardiente que quemaba en su cuerpo, una pasión que podría salir cual lava de un volcán, con furia, quemando todo a su paso, pero guardo la compostura, encargándose de darle el mayor de los placeres y cumplir aquel capricho a aquel chiquillo que no paraba de moverse cual serpiente bajo el peso de su cuerpo, que se deshacía en jadeos apasionados, buscando aferrarse de la colcha e incluso de su cuerpo, arañando levemente su espalda, provocando que las sensaciones fueran más gratas.
Adrian no paraba de gemir, disfrutando realmente de todo aquello, hasta que se concientizo de que Siegfried tenía aun puesto su pantalón, por lo cual se alejo un poco, rompiendo con aquel beso, moviéndose para poder invertir posiciones, permaneciendo desnudo sentado sobre la cadera del mayor, mirándolo con la misma intensidad con la que ahora él le observaba.
Volvió a sonreírle, mientras pasaba sus delgadas manos por los pectorales del vampiro antiguo, deslizándolas hasta los músculos de su abdomen y llegar a la pretina de su pantalón, haciendo lo propio con cada obstáculo que para él representaba aquella prenda, para poder llegar a su objetivo.
Abrió la prenda, moviéndose un poco para poder quitarla, así como la ropa interior, dejando totalmente expuesto a Siegfried al que miro de nuevo con intenso deseo mientras se relamía los labios, tomando el miembro semi erecto de su amante, masajeándolo levemente para que aquella erección creciera mas antes de acercar sus labios, besando la punta, lamiéndola levemente, disfrutando de hacer lo mismo con el resto de aquella tujente erección, degustándola como si fuera una especie de caramelo, engulléndola por completo, succionando con verdadero deseo, escuchando a penas como Siegfried reaccionaba a aquella felación, moviéndose levemente, jadeando.
Levanto la mirada para encontrarle recargado en sus codos, mirándole con intensidad, medio sonriendo depredadoramente, mientras él seguía felandole, de forma lenta, sacando y metiendo aquel miembro de su boca, succionando y usando cada musculo de su cavidad bucal, al igual que sus dientes para proporcionarle algo más de placer.
Siegfried, le tomo por los hombros después de dejarle hacer aquello, algo que realmente había disfrutado, dejándolo recostado boca abajo sobre el colchón, besando sus hombros, sus omoplatos, pasando sus manos por los muslos y piernas, aprovechando la posición para apretar con sus manos las blandas carnes de sus nalgas, bajando lentamente entre besos y lamidas por la espina de Adrian que solo se estremecía y volvía a moverse bajo el peso de su cuerpo, buscando algo, mas contacto, mas placer.
Siegfried disfrutaba de tenerlo así, moviéndose, suplicándole de forma silenciosa más y más placer el cual le otorgaría. Beso sus glúteos, las piernas, pasando sus manos por ellas, hasta tomar las nalgas nuevamente, estrujándolas, separándolas para dejarle expuesto, observando fijamente aquel pequeño orificio pulsante de deseo, sonrió para sus adentros, pasando uno de sus dedos en aquella sensible zona, provocando que de los labios del joven vampiro salieras mas suplicantes gemidos. Acerco sus labios, besando y paso la lengua, disfrutando tanto de la forma en que reaccionaba Adrian, estremeciéndose por completo, gimiendo con mas volumen, moviéndose en busca de más de aquellas caricias que Siegfried realmente comenzaba a disfrutar, lamiendo, succionando, introduciendo su lengua en imitación a una real penetración.
-Por favor-escucho la petición, salir de los labios de Adrian de forma trémula, mientras este se aferraba a la colcha, desarreglándola.
Adrian paro más las nalgas, cada que sentía la lengua de Siegfried acariciándole de aquella forma, esperando sentirle totalmente. Casi soltó un grito al sentir un par de dedos entrar en su cuerpo, moviéndose dentro de él, dilatándole, provocándole miles de sensaciones placenteras, que su miembro creciera mas debido a la excitación, que se sintiera a punto de terminar, hasta que Siegfried dejo aquellas atenciones, para después sentir sus labios en su espalda, recorriéndole desde la parte baja, en un camino de besos y lengüetazos acompañados por la fría respiración del vampiro mayor por toda su espina dorsal hasta llegar al oído de Adrian que seguía estremeciéndose, moviéndose contra el cuerpo de Siegfried, suplicándole así que lo tomara.
-Ya estás listo-murmuro a su oído, metiendo la lengua en su oreja, para dejar caer su respiración fría, haciendo así que adrian se estremeciera completamente, gimiendo su nombre.
-Siegfried…-gimió nuevamente, clavándole casi las uñas a la colcha- Por favor… quiero verte cuando lo hagas.
Pidió, aun sin dejar de moverse, sintiendo como el mayor lo tomaba por la cintura, acomodándolo de espaldas al colchón, mirándolo con deseo, con las pupilas dilatadas y mostrándole los colmillos.
Siegfried le separo las piernas, acomodándose entre ellas, tomándole por las caderas para poder penetrarle de forma lenta y tortuosa, sintiendo como aquella cálida cavidad le recibía con deseo, húmeda y palpitante, al tiempo que escuchaba los gemidos de Adrian nuevamente y como se retorcía sobre la cama en un verdadero y sensual espectáculo a sus ojos, algo que en sus mil años de vida, no alcazaba a recordar una escena similar, aun que había tenido distintos amantes que disfrutaban de sus favores demostrándole cuanto lo hacían en distintas formas, jamás nadie le había dado una experiencia similar a la que Adrian le brindaba en ese momento.
Un joven de chocante aspecto femenino, con la piel perlada de sudor sanguíneo, con el cabello alborotado y rubio esparcido en la oscura superficie de la colcha, con los brazos colocados por encima de su cabeza, aferrados a la tela, gimiendo placenteramente, dándole un aspecto de víctima de un sagrado sacrificio.
Comenzó a moverse, de forma lenta y candente, sacando hasta la mitad de su endurecido miembro, clavándolo nuevamente dentro del cuerpo ajeno; jadeaba deseoso, aferrado a las caderas del menor que no paraba de gemir, con los ojos cerrados, mordiendo sus labios, provocándose leves heridas de las cuales manaba sangre. Se acerco nuevamente a esos labios, lamiendo aquel rojo liquido, besando los labios con pasión, mordiéndolos sin llegar a cortar la piel, sin dejar de moverse, sintiendo los brazos de Adrian rodeándole por la espalda, aferrándolo a si, también con sus piernas.
Le gustaba aquella sensación de poder, de poseer aquel exquisito cuerpo, de saberlo suyo, y que probablemente para el joven, el también sabía también que era suyo, de una forma u otra.
Adrian se deshacía en gemidos, estremeciéndose en cada estocada, cada que sentía como el miembro del hombre mayor golpeaba sus entrañas, provocando que se retorciera de placer, disfrutando de los labios ajenos, de aquel sabor a sangre que percibía en sus bocas unidas por ese beso.
Se aferro con fuerzas al cuerpo ajeno, dejando sus labios para respirar innecesariamente, clavándole las uñas en la espalda, jadeando y repitiendo el nombre del vampiro que le poseía de aquella forma tan apasionada, tan intima.
-Siegfried- repetía una y otra vez sin dejar de moverse al ritmo que el otro marcaba, sintiendo su cuerpo llenarse de aquel sudor sanguíneo que no hacía más que provocarles mas. Apretó los ojos, clavando sus uñas en la espalda del mayor cuando sintió como la punta del miembro de este golpeaba directamente en su próstata, provocando un sinfín de reacciones eléctricas en todo su cuerpo, haciéndolo gemir mas y mas alto, al tiempo que se movía con más rapidez contra las caderas del antiguo vampiro, haciendo así que su miembro rosara contra el abdomen del otro vampiro, estimulándole mas, haciéndole llegar poco a poco a su propio orgasmo.
Siegfried seguía acometiendo contra el cuerpo ajeno, aferrando el joven y pequeño cuerpo bajo el suyo, sintiendo como este se estremecía y contraía sus entrañas de forma exquisita contra su miembro, llevándole poco a ese clímax tan esperado. Se movió nuevamente contra el cuerpo de Adrian, golpeando directo en ese punto de placer, sintiendo nuevamente esas contracciones contra su pene, haciendo que de sus labios saliera un gemido el cual no disimulo, simplemente dejándose llevar por aquel momento, en que escucho el grito efusiva de los labios de su joven amante y el cómo se corría entre sus cuerpos, manchándolos a ambos, mientras el seguía moviéndose, solo un par de estocadas mas antes de correrse de manera furiosa, entre gruñidos de placer y sin parar de moverse dentro del pulsante interior del muchacho.
Se dejo caer sobre el cuerpo ajeno, el cual permaneció laxo y agitado sobre el colchón, sintiendo solo sus manos que parecían pequeñas mientras acariciaban con la punta de sus dedos su espalda, y sus entrañas aun cálidas y palpitantes, escucho entonces el latir de aquel corazón recién muerto, algo que él no podía percibir en su cuerpo, y la calidez, la cual le parecía extraña.
Se separo de él, recargado sobre la palma de sus manos, sonriendo en un breve instante de profunda intimidad, salió de su interior, dejando que el semen que inevitablemente salía del cuerpo de Adrian, manchara la oscura colcha. Se recostó a un lado sintiendo como el delgado cuerpo del muchacho se acercaba al propio, envolviéndolo con sus delgados brazos, dejando su cabeza recargada sobre su hombro, provocándole una sensación de cosquilleo en el cuello debido a sus rebeldes y rubios cabellos al contacto de su piel.
No hubo palabras de amor, no promesas, ni más besos, simplemente aquel íntimo contacto, que pese a ser mentira para el corazón de Adrian le era reconfortante, como si nuevamente se sintiera completo con una mentira de tales magnitudes.
No podía dormir, no quería hacerlo pese a estar cansado después de tan desgastante faena, y permaneció así recostado contra el cuerpo de Siegfried, respirando el aroma de su colonia mesclada con el aroma de la sangre del sudor del vampiro, abrazándolo levemente, sin atreverse a decir ni una palabra al respecto, recordando simplemente aquella sonrisa, tan clara y carente de ironía que le había regalado, justo después de su orgasmo.
Cerró al fin los ojos, dejándose llevar por el agotamiento, sintiendo así próximo el amanecer, respirando livianamente aferrado al cuerpo del hombre mayor.
Despertó a la noche siguiente, sintiendo algo frio que cruzaba su rostro, en una caricia que dibujaba cada línea de su rostro, sus parpados cerrados, su nariz, sus labios, sus mejillas. Era una caricia intima, exploradora, una caricia de un amante enamorado buscando reconocer cada poro de la piel amada.
Abrió los ojos, encontrándose con la acerada mirada de Siegfried frente a él, sonriéndole como nunca antes, sin dejar de acariciar su mejilla. Sintió la cercanía del aire frio que exhalaba, sus labios rosando con los suyos en un amago de beso.
-Min* Adrian-le escucho murmurar, antes de besarle, de forma pacífica, degustando realmente del contacto de sus labios, volvió a cerrar los ojos aferrándose al cuello del vampiro, pegando mas su cuerpo, sintiendo el helado tacto de la dura piel de Siegfried, soltando un ligero jadeo cuando dejo de besarle, y comenzó a recorrer con sus labios la sensible piel de su cuello, provocándole mil estremecimientos.
-Mitt hjärta tillhör dig**, Siegfried-murmuro, con voz trémula, antes de sentir una fuerte presión en el pecho y la grave carcajada del vampiro al levantar el rostro, con los labios manchados de sangre, sintiendo las gotitas del rojo liquido caer en su rostro, observando en la mano, su propio corazón aun palpitante.
-Y así es…-contesto el vampiro, estrujando el órgano entre sus dedos.
Un grito escapo de sus labios, aterrado, sofocado, se levanto en la enorme cama, respirando agitado, tocándose el pecho, buscando la herida, sintiendo latir de forma arrítmica y acelerada su corazón.
Se quedo sentado sobre la cama, desnudo, controlando su respiración, con los ojos cerrados, sin saber exactamente al porque de la pesadilla. Trago saliva, pasándose los dedos por su rubio y alborotado, aun asustado y tembloroso, no tanto por el recuerdo del sueño, más bien porque ahora ya podía darle nombre a aquel aterrador sentimiento que permanecía inmutable en el centro de su pecho.
-Te amo Siegfried.
Murmuro para asegurarse de que era cierto, y el escucharlo en voz alta, le provocaba más frustración que guardarlo como un secreto, incluso para el mismo.
Cerró los ojos, sintiendo sus lagrimas salir, manchando sus manos que aferraban con fuerza la oscura colcha, buscando de algún modo, de esta forma, poder mantener ese sentimiento enterrado en lo más profundo de su ser y poder seguir adelante, solo.
-Mejor así-murmuro, y soltó un suspiro largo, levantando el rostro aun manchado de la sangre de sus lágrimas-. Mejor así.
Dijo una vez más, en un tono más audible.
Mejor así, antes de salir dañado una vez más.
~§~~§~~*~~§~~§~
Aclaraciones, traducciones del Sueco:
*Mi
** Mi corazón te pertenece
Se aceptan comentarios y criticas constructivas.
Amadeo- Vampiro Clase Alta
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