AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Amabilidad francesa [+18]
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Amabilidad francesa [+18]
Recuerdo del primer mensaje :
[Privado con Juliette Delacroix]
Después de dejar el restaurant, lleve a Juliette a mi casa en coche, como estaba a las afueras de la ciudad nos pasamos mas de media hora en el recorrido donde no hubo mucha charla, solo caricias a su blanco y delicioso cuello. Ella estaba vendada como habia planeado asi no podría ver el camino que habiamos recorrido y si planeaba regresar intacta a la civilización pues de la misma forma regresaría. Y no fue hasta que llegamos que pense en quitarle la venda pero después decidi hacerlo mejor en el interior de la casa pues no me arriesgaria a que la reconociera de fuera aunque sea cerca a la media noche.
El coche nos dejo cerca a la puerta principal, de donde ayude a que bajara -Pronto podras ver de nuevo- le dije animandola a que confie en mi. La guie por unas escaleras hasta que encontramos la puerta de la casa que se abrio incluso antes de que llegaramos a ella, los sirvientes estaban atentos. Le mande a uno de mis mas confiables mayordomos a que llevara una botella de vino a mi dormitorio, donde la conduci en seguida, solo una vez alli le quite la venda.
-Bueno, ponte comoda, lo mereces- dije sacandome la chaqueta y dejandola colgada en el repaldo de una silla.
[Privado con Juliette Delacroix]
Después de dejar el restaurant, lleve a Juliette a mi casa en coche, como estaba a las afueras de la ciudad nos pasamos mas de media hora en el recorrido donde no hubo mucha charla, solo caricias a su blanco y delicioso cuello. Ella estaba vendada como habia planeado asi no podría ver el camino que habiamos recorrido y si planeaba regresar intacta a la civilización pues de la misma forma regresaría. Y no fue hasta que llegamos que pense en quitarle la venda pero después decidi hacerlo mejor en el interior de la casa pues no me arriesgaria a que la reconociera de fuera aunque sea cerca a la media noche.
El coche nos dejo cerca a la puerta principal, de donde ayude a que bajara -Pronto podras ver de nuevo- le dije animandola a que confie en mi. La guie por unas escaleras hasta que encontramos la puerta de la casa que se abrio incluso antes de que llegaramos a ella, los sirvientes estaban atentos. Le mande a uno de mis mas confiables mayordomos a que llevara una botella de vino a mi dormitorio, donde la conduci en seguida, solo una vez alli le quite la venda.
-Bueno, ponte comoda, lo mereces- dije sacandome la chaqueta y dejandola colgada en el repaldo de una silla.
Última edición por Dorian Windsor el Miér Ene 05, 2011 9:42 am, editado 3 veces
Invitado- Invitado
Re: Amabilidad francesa [+18]
-No como crees- respondí y di la charla por terminada, lo que estaban por comenzar no se mezclaba con conversaciones porque era cosa de dejarse llevar y no pensar mas que en el acto. Eso fue lo que ambos parecian hacer entre besos, caricias, deseo, hasta llegar a la lujuria y al placer carnal que ambos podian proporcionarse aun solo usando sus manos o como hizo ella al final, utilizando habilmente su boca. Si bien estaba tentado en ver lo que ella sabia de la profesion, tal vez sospechaba su siguiente movida despues de llegar a mi sexo, solo senti sus besos y su lengua provocandome un gran placer en esa área.
Mi miembro se endurecio a causa de su lengua y curve una sonrisa de satisfacción al sentir aquel placer, espere a que lo siguiera haciendo unos instantes mas antes de moverme y tomarla por los brazos para que se recostara de espaldas, en ese momento me fui sobre ella y bese con desesperación sus labios como si no me alcanzara el tiempo, baje hasta su cuello con besos mientras mis brazos retenian a los suyos como aprisionandola. En ese momento me abri espacio entre sus piernas posandome en el medio de sus muslos y por un momento deje una de mis manos libre de sujetar la de ella para llevarla a su sexo, donde encontre lo que buscaba y una vez ubicado me vi en la posibilidad de penetrar con mi miembro en ella, al principio despacio, aumentando el ritmo lentamente entre una penetración y otra sintiendo el roce de su piel con la mia tanto dentro de ella como por fuera.
Mi miembro se endurecio a causa de su lengua y curve una sonrisa de satisfacción al sentir aquel placer, espere a que lo siguiera haciendo unos instantes mas antes de moverme y tomarla por los brazos para que se recostara de espaldas, en ese momento me fui sobre ella y bese con desesperación sus labios como si no me alcanzara el tiempo, baje hasta su cuello con besos mientras mis brazos retenian a los suyos como aprisionandola. En ese momento me abri espacio entre sus piernas posandome en el medio de sus muslos y por un momento deje una de mis manos libre de sujetar la de ella para llevarla a su sexo, donde encontre lo que buscaba y una vez ubicado me vi en la posibilidad de penetrar con mi miembro en ella, al principio despacio, aumentando el ritmo lentamente entre una penetración y otra sintiendo el roce de su piel con la mia tanto dentro de ella como por fuera.
Invitado- Invitado
Re: Amabilidad francesa [+18]
Me mantuve en silencio, sin atreverme a hacer más preguntas, aunque seguía sintiendo las mismas dudas, sabía que aquel no era el momento para seguir hablando de aquello, si seguía viva y si él lo consideraba pertinente ya abría tiempo para preguntas. Al menos eso creía. Pronto olvidé todo eso, y no hubo lugar en mi cabeza para algo que no fuese sentir su cuerpo bajo el mio, la lujuria llenándome esta vez no por deber, sino solo por que era lo que él me provocaba. El placer, era lo predominante en aquella habitación, por el momento no había espacio para nada más.
La calidez de mi lengua, contrastaba enormemente con al frialdad de su piel, tanto que me hacía estremecerme de tanto en tanto, en una sensación placentera. Planeaba seguir en ello un rato, brindándole placer con dedicación, como bien sabía hacer. Pero pronto me vi bajo él, con bastante rapidez, que me costó asimilar el cambio de posición.
Respondí a sus besos con la misma intensidad y pasión desbordada, no me quejé por la prisión en se había convertido sus brazos, ni por la presión que sus manos causaban en mi pálida piel, eso poco importaba, era más me excitaba que tomase el control. Le mordisquee el cuello y una oreja mientras él se posicionaba sobre mi. Cerré los ojos, y solté un primer y suave gemido, sintiendo como nuestros cuerpos se unían, como el frío y el calor comenzaban a confundirse, de una manera exquisita y mucho más placentera de lo que había esperado. Me moví al ritmo por él impuesto, aumentando las sensaciones de ambos, mis gemidos se volvían cada vez mas audibles, mientras con mis manos recorría su espalda.
La calidez de mi lengua, contrastaba enormemente con al frialdad de su piel, tanto que me hacía estremecerme de tanto en tanto, en una sensación placentera. Planeaba seguir en ello un rato, brindándole placer con dedicación, como bien sabía hacer. Pero pronto me vi bajo él, con bastante rapidez, que me costó asimilar el cambio de posición.
Respondí a sus besos con la misma intensidad y pasión desbordada, no me quejé por la prisión en se había convertido sus brazos, ni por la presión que sus manos causaban en mi pálida piel, eso poco importaba, era más me excitaba que tomase el control. Le mordisquee el cuello y una oreja mientras él se posicionaba sobre mi. Cerré los ojos, y solté un primer y suave gemido, sintiendo como nuestros cuerpos se unían, como el frío y el calor comenzaban a confundirse, de una manera exquisita y mucho más placentera de lo que había esperado. Me moví al ritmo por él impuesto, aumentando las sensaciones de ambos, mis gemidos se volvían cada vez mas audibles, mientras con mis manos recorría su espalda.
Juliette Blackwood- Realeza Inglesa
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Re: Amabilidad francesa [+18]
El solo hecho de recorrer su piel era placentero, penetrarla me condujo a un extasis algo parecido a cuando entraba en frenesi al beber la sangre, tal vez deberia asombrarme que me sucediera con esa mujer a la que acababa de conocer hace tan solo unas horas. En anteriores ocasiones no me habria molestado lo más minimom habria hecho lo mio y punto pero su piel, su olor, su presencia era de por si embriagadora para mi. Su cuerpo y el mio se movian al mismo ritmo, escuchaba sus gemidos y yo solo queria seguir y penetrar con mi miembro en lo mas profundo y delicioso de su ser, ella era toda una delicia, un manjar para mi que seguro se convertiria en un vicio a pesar de que hasta entonces habria dudado que existiera un ser degustable como ella.
Fui reduciendo el ritmo a medida que queria disfrutarlo por un rato mas y no terminar rápido con ella, le bese el cuello y le hasta le daba pequeñas mordidas sin que ninguna fuera sangrante aun, su sangre podría distraerme y llevarme a otro placer. Despues de disminuir el ritmo pare y me separe de ella, me puse a su costado la voltee de espaldas hacia mi, entonces gire hacia ella pegando mi cuerpo al suyo y levante una de sus piernas, volvi a penetrarla desde esa posición con mucho menos cuidado que la primera vez, con desenfreno total, esta vez uniendome a los gemidos de placer, porque entre mas lo hacia menos creia que pudiera en algun momento parar.
Fui reduciendo el ritmo a medida que queria disfrutarlo por un rato mas y no terminar rápido con ella, le bese el cuello y le hasta le daba pequeñas mordidas sin que ninguna fuera sangrante aun, su sangre podría distraerme y llevarme a otro placer. Despues de disminuir el ritmo pare y me separe de ella, me puse a su costado la voltee de espaldas hacia mi, entonces gire hacia ella pegando mi cuerpo al suyo y levante una de sus piernas, volvi a penetrarla desde esa posición con mucho menos cuidado que la primera vez, con desenfreno total, esta vez uniendome a los gemidos de placer, porque entre mas lo hacia menos creia que pudiera en algun momento parar.
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Re: Amabilidad francesa [+18]
Mi cuerpo se estremecía con el solo roce de esa fría piel, estaba muy consciente nunca antes había sentido algo semejante, y me gustaba. Se me hacía agradable el sentir su gélido cuerpo sobre el mío, irrumpiendo rítmicamente en mi interior. Era lo más placentero que había sentido, y no se podía decir que tenía poca experiencia, pero generalmente me ocupaba de hacer bien mi trabajo. Lo disfrutaba, si, era obvio, pero no tanto como aquella vez, aquella era diferente, era la primera vez que no vendía mi cuerpo, así que tenía una connotación especial para mí. En mis movimientos se demostraba mi experiencia y por que era tan cotizada, le dio un rápido u apasionado beso en los labios.
Me aferraba a él con desesperación, la cual provenía del éxtasis que me provocaba que me hiciese suya, no quería separarme, quería seguir así eternamente, le puse mi cuello a su disposición, jadeando, gimiendo, en su oído. Aquel cambio de posición me desesperó por algunos segundos, sensación que se vio reflejada en mi rostro –Sigue…- rogué con voz agitada, pero pasó cuando él volvió a poseerme esta vez con más ímpetu, no me disgustó la brusquedad y violencia de la penetración, era placentera, su voz se alzaba y sus gemidos, se habían transformado en gritos de placer. Me aferré a cobertor de la cama, mientras gemía su nombre presa del placer –Dorian…-
Me aferraba a él con desesperación, la cual provenía del éxtasis que me provocaba que me hiciese suya, no quería separarme, quería seguir así eternamente, le puse mi cuello a su disposición, jadeando, gimiendo, en su oído. Aquel cambio de posición me desesperó por algunos segundos, sensación que se vio reflejada en mi rostro –Sigue…- rogué con voz agitada, pero pasó cuando él volvió a poseerme esta vez con más ímpetu, no me disgustó la brusquedad y violencia de la penetración, era placentera, su voz se alzaba y sus gemidos, se habían transformado en gritos de placer. Me aferré a cobertor de la cama, mientras gemía su nombre presa del placer –Dorian…-
Juliette Blackwood- Realeza Inglesa
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Re: Amabilidad francesa [+18]
Envuelto en placer, era yo o era ella?, eramos ambos porque en ese momento no eramos mas que uno. Cortesana bien pagada, cortesana en sueños ahogada que en manos de un vampiro libertino cayo. Esa escena del restaurante parecia ya tan lejana, años luz lejana. La misma habitación, los muebles, el vino, la cama, todo habia pasado a un segundo plano, todo lo que importaba era su cuerpo, su cuerpo un desierto caliente, una selva húmeda, una noche en el mar cuando se teme a lo desconocido, que es el amar a una cortesana?, no es nada mas que sexo y lujuria me dirian, nada mas que una noche entre sus piernas y unos besos fingidos, para eso le pagaban. Sin embargo yo no le estaba pagando y ella no se habia acercado a mi aquella noche para ofrecerme un servicio de su profesión.
Su cuerpo como el beber de la sangre o mas me satisfacia, su cuerpo como la hoguera me quemaba y me destruia. Su voz perforaba en mis oidos y sus labios hasta provocaban que mi muerto corazón diera uno que otro latido. La conjunción de nuestros cuerpos lo era todo y nada, en que vida pues una cortesana y un libertino verian todo aquello como mas que una simple revolcada. Para mi solo habia una vida muy larga, años que pasaban como dias, mujeres que pasaban como las páginas de un libro, seguramente para ella la cuestión de los clientes era algo parecido. Como sea, alli estabamos por cruel broma, tino o desatino, nada mas que un encuentro.
No habian palabras, para que?, que sentido tenian?. Todo lo que importaba era el sentir, el penetrar, el gemir, el terminar en un placer de grito ahogado por el mismo. Dos cuerpos que llegan a sus limites y solo por un momento dejan de ser la cortesana y el libertino, no tienen nombre ni domicilio, no tienen familia ni amigos, solo un momento donde son sencillamente ellos. Habia placer en desligarse de todo para estar un momento de esa noche olvidando quien era y solo sintiendo su cuerpo pegado al de ella, escuchar sus gemidos, su pedido y su propio nombre salir de sus labios hicieron que se entreagra al maximo a aquel placer penetrandola con mas fuerza, besando su cuello mientras lo hacia y a la vez que una de mis manos buscaba su clitoris para al mismo tiempo que la penetraba acariciarlo fuertemente, sentir su misma humedad en el "Desde hoy seras llamada Venus" dije entre palabras entrecortadas porque me sumergia en el mas adictivo placer que su carne podia dar. Era una mujer de la noche pero ahora que la estaba tomando no parecia ser tal, su cuerpo no habia perdido el sabor de una virgen pero esta dotada del saber de lo que se hacia en la cama.
Su cuerpo como el beber de la sangre o mas me satisfacia, su cuerpo como la hoguera me quemaba y me destruia. Su voz perforaba en mis oidos y sus labios hasta provocaban que mi muerto corazón diera uno que otro latido. La conjunción de nuestros cuerpos lo era todo y nada, en que vida pues una cortesana y un libertino verian todo aquello como mas que una simple revolcada. Para mi solo habia una vida muy larga, años que pasaban como dias, mujeres que pasaban como las páginas de un libro, seguramente para ella la cuestión de los clientes era algo parecido. Como sea, alli estabamos por cruel broma, tino o desatino, nada mas que un encuentro.
No habian palabras, para que?, que sentido tenian?. Todo lo que importaba era el sentir, el penetrar, el gemir, el terminar en un placer de grito ahogado por el mismo. Dos cuerpos que llegan a sus limites y solo por un momento dejan de ser la cortesana y el libertino, no tienen nombre ni domicilio, no tienen familia ni amigos, solo un momento donde son sencillamente ellos. Habia placer en desligarse de todo para estar un momento de esa noche olvidando quien era y solo sintiendo su cuerpo pegado al de ella, escuchar sus gemidos, su pedido y su propio nombre salir de sus labios hicieron que se entreagra al maximo a aquel placer penetrandola con mas fuerza, besando su cuello mientras lo hacia y a la vez que una de mis manos buscaba su clitoris para al mismo tiempo que la penetraba acariciarlo fuertemente, sentir su misma humedad en el "Desde hoy seras llamada Venus" dije entre palabras entrecortadas porque me sumergia en el mas adictivo placer que su carne podia dar. Era una mujer de la noche pero ahora que la estaba tomando no parecia ser tal, su cuerpo no habia perdido el sabor de una virgen pero esta dotada del saber de lo que se hacia en la cama.
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Re: Amabilidad francesa [+18]
Cortesana de sueños y alas rotas, ¿con cuántos hombres había compartido el lecho? ¿cuántos hombres habían pasado por mi cuerpo? Placer y dinero, habían sido la combinación perfecta y ganadora, el placer de mis clientes y el dinero con el que siempre había soñado. Ahora todo lo que había parecido cierto y perfecto, se ha vuelto distante, nebuloso, porque un vampiro me había puesto el mundo de cabeza en una noche. Una noche había trastocado toda mi existencia, estaba segura de que ya nada sería igual, nada podría quitar la sensación de placer de mi recuerdo, nada me haría olvidar el frío toque de sus manos. Cada sensación estaba siendo grabada a fuego en mi piel y mi inconsciente, aunque en realidad más que fuego, era hielo.
No importaba, ya nada importaba, la guerra de nuestros cuerpos desnudos era lo único relevante, ya no recordaba que me había llevado a aquel restaurante, que más daban los detalles, solo importaba el aquí y el ahora. Por primera vez no era una cortesana, por primera vez era solo yo, Juliette, sin aparentar, sin fingir, no tenía que cumplir una actuación perfecta, podía limitarme a sentir y hacerlo disfrutar, por primera vez mi corazón latía desbocado, como si no tuviese la experiencia que tenía. Aquella noche mi mundo se había abierto, los seres de la noche se había vuelto reales a mis ojos y no solo eso, ahora estaba compartiendo la cama, el deseo, la pasión, la lujuria con uno… pero no tenía miedo, era suicida quizás, ¿pero no lo había sido desde un comienzo? En vez del miedo era la complicidad lo que había surgido como algo instintivo y desesperado en medio de la vorágine se sensaciones. Pronto me pareció que todo lo vivido antes de esa noche había sido un una ilusión, que nada era verdad, y que por lo tanto en aquella noche todo estaba permitido.
Ese pensamiento reinó en mi mente y olvidé todo lo demás, incluso las palabras que eran inútiles, compartíamos un idioma común mucho más sencillo conformado de caricias, besos, jadeos y gemidos, no necesitábamos más para comunicarnos. Las miles de dudas que tenía sobre aquel hombre de diluían en el sudor de mi cuerpo agitado, mientras mis manos buscaban su cuerpo, buscaban aprenderse el camino de su piel –Dulce placer que me condenas- escapó de mis labios sin que quisiera, me estremecí con el hábil y experto toque de su mano en el punto y forma justa en mi entrepierna, mientras seguíamos unidos. Mis gemidos acallaban los murmullos del viento, que parecía espectador de aquel lascivo show, y mientras me estremecía de placer rogaba en silencio que esa noche no acabase. Oí sus palabras y suspiré –Esta noche mi nombre dará igual, podría ser un diosa como Venus y tu ser Cupido o podría ser Lujuria y tu Placer… que más da eso ahora- respondí con dificultad, ya que algunas de mis palabras eran ahogadas por nuestros gemidos.
No importaba, ya nada importaba, la guerra de nuestros cuerpos desnudos era lo único relevante, ya no recordaba que me había llevado a aquel restaurante, que más daban los detalles, solo importaba el aquí y el ahora. Por primera vez no era una cortesana, por primera vez era solo yo, Juliette, sin aparentar, sin fingir, no tenía que cumplir una actuación perfecta, podía limitarme a sentir y hacerlo disfrutar, por primera vez mi corazón latía desbocado, como si no tuviese la experiencia que tenía. Aquella noche mi mundo se había abierto, los seres de la noche se había vuelto reales a mis ojos y no solo eso, ahora estaba compartiendo la cama, el deseo, la pasión, la lujuria con uno… pero no tenía miedo, era suicida quizás, ¿pero no lo había sido desde un comienzo? En vez del miedo era la complicidad lo que había surgido como algo instintivo y desesperado en medio de la vorágine se sensaciones. Pronto me pareció que todo lo vivido antes de esa noche había sido un una ilusión, que nada era verdad, y que por lo tanto en aquella noche todo estaba permitido.
Ese pensamiento reinó en mi mente y olvidé todo lo demás, incluso las palabras que eran inútiles, compartíamos un idioma común mucho más sencillo conformado de caricias, besos, jadeos y gemidos, no necesitábamos más para comunicarnos. Las miles de dudas que tenía sobre aquel hombre de diluían en el sudor de mi cuerpo agitado, mientras mis manos buscaban su cuerpo, buscaban aprenderse el camino de su piel –Dulce placer que me condenas- escapó de mis labios sin que quisiera, me estremecí con el hábil y experto toque de su mano en el punto y forma justa en mi entrepierna, mientras seguíamos unidos. Mis gemidos acallaban los murmullos del viento, que parecía espectador de aquel lascivo show, y mientras me estremecía de placer rogaba en silencio que esa noche no acabase. Oí sus palabras y suspiré –Esta noche mi nombre dará igual, podría ser un diosa como Venus y tu ser Cupido o podría ser Lujuria y tu Placer… que más da eso ahora- respondí con dificultad, ya que algunas de mis palabras eran ahogadas por nuestros gemidos.
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Re: Amabilidad francesa [+18]
La sujete con fuerza contra mi cuerpo, sintiéndome dentro de ella, no solo mi miembro rozaba con fuerza dentro de su ser, su cuerpo, su piel como seda rozaba contra mi fría piel y sentida su calor, su sudor resbalando en delicadas gotas y su aroma...el aroma del placer que por un momento había cegado el mismo aroma de su sangre joven. Paris...había llegado a esta ciudad solo por ella y me acababa de enterar, nada mas era relevante en adelante que poseer su piel, besar sus labios, morderlos y hacerla mía una y otra vez porque era un éxtasis hecho para los dioses. A la vez que la penetraba jugaba apretando su clítoris con mis dedos, bañándolos de su humedad y mi otro brazo aun sujetando su pierna en esa posición pellizcaba su carne todo lo que buscaban eran su carne, su deliciosa carne que podía sentir en completa plenitud.
Los gemidos se extendieron, el jadeo, las palabras entrecortadas y el ritmo no paraba, no cansaba ir cada vez más profundo dentro de ella, ser abrazado por las paredes de su vagina y ser adicto a ellas en cada roce -Que mas da...de todas formas te desearía igual- respondí entre besos que le daba en el cuello, era tan profundo ese placer, esa lujuria que todo pensamiento quedaba nublado, los instintos lo eran todo y ellos pedían mas. Ya había perdido el control de mi cuerpo, se movía a un ritmo constante de penetración en penetración como si fuera solo eso lo que deseara, era cuestión de segundos para que perdiera el control total de mi mente, en ese momento mi demonio interno se presentaría y reclamaría sangre, la de ella. En medio de aquel placer seria difícil de dominar ese impulso, bebería de ella...lo que quería evitar en ello era matarla. Aunque podía dominar mi sed en una situación normal en medio del sexo solo provocaría que me diera mas placer aun, entregado totalmente a el podría darse el caso de dejarla sin una gota de sangre, lo que por supuesto no era mi deseo.
En medio de todo aquello que consideraba entrega total al placer carnal, intente detenerme la primera vez sin éxito solo penetrándola con una intensidad mayor, escuchar su jadeo solo me impedía detenerme y aunque me resulto extremadamente complicado poco a poco fui bajando el ritmo entre las penetraciones, mis caricias a su clítoris se volvían cada vez más suaves y al cabo de unos minutos pude finalmente detenerme y muy a mi pesar abandonar su cuerpo. Aun disfrutaba de los vestigios del placer que ella me había dejado, la recosté sobre la cama acariciando desde sus piernas, subiendo por su vientre, sus senos hasta su cuello, recorriendo con los dedos todas sus curvas, saboreando la piel de esa cuerva con mis labios que también hacían el mismo recorrido.
Volví a posarme encima de ella abriendo sus piernas sin embargo sin penetrarla de nuevo aun, encontré sus ojos, aquellos que se asemejaban al azul del cielo, acerque mi rostro a su costado y mordí su oreja levemente dando un camino de besos hasta sus labios desde allí, la bese con deseo, con desenfreno y sed de la humedad de su boca y estando a punto de volver a penetrarla me separe de ese beso -No temas a lo que sigue, quedaras adormecida mas despertaras a la luz del día- susurre cerca de su oído. No podía dominar mas el deseo constante que recorría por cada célula de mi cuerpo, la sujete con ambos brazos por los contornos de los muslos y volví a penetrarla, con la misma fuerza que antes, con el mismo deseo y la misma intensidad. Mis labios se saciaron de su cuello, de su piel y se encontraron al borde de este con el deseo que me llevaría al máximo placer en medio del sexo, su sangre.
Trate de morderla con suavidad, mis colmillos tocaron su piel de seda perforándola en el camino, alcanzando sus venas, succionando su sangre. No deje de penetrarla en ningún momento, es más, a medida que gota tras gota de su sangre llevaba a mi boca el placer se incrementaba, su sangre...mas deliciosa de lo que había imaginado, en ella se depositaba su vitalidad entera, esa piel que acababa de besar, el mismo calor de su cuerpo en esa sangre caliente que bajaba por mi garganta quemándome por dentro en el fuego de la lujuria y que me finalmente me había echo perder todo el control de mi ser. ¿Cuándo detenerme?, ¿Debía detenerme?, tan solo un poco mas...unas gotas mas, mas sexo, mas placer, me cegué por completo y olvide que no quería matarla, si tan solo fuera el deseo egoísta de satisfacerme como lo había hecho tantas veces antes pero al final, tenía que hacerlo...parar de beber.
Los gemidos se extendieron, el jadeo, las palabras entrecortadas y el ritmo no paraba, no cansaba ir cada vez más profundo dentro de ella, ser abrazado por las paredes de su vagina y ser adicto a ellas en cada roce -Que mas da...de todas formas te desearía igual- respondí entre besos que le daba en el cuello, era tan profundo ese placer, esa lujuria que todo pensamiento quedaba nublado, los instintos lo eran todo y ellos pedían mas. Ya había perdido el control de mi cuerpo, se movía a un ritmo constante de penetración en penetración como si fuera solo eso lo que deseara, era cuestión de segundos para que perdiera el control total de mi mente, en ese momento mi demonio interno se presentaría y reclamaría sangre, la de ella. En medio de aquel placer seria difícil de dominar ese impulso, bebería de ella...lo que quería evitar en ello era matarla. Aunque podía dominar mi sed en una situación normal en medio del sexo solo provocaría que me diera mas placer aun, entregado totalmente a el podría darse el caso de dejarla sin una gota de sangre, lo que por supuesto no era mi deseo.
En medio de todo aquello que consideraba entrega total al placer carnal, intente detenerme la primera vez sin éxito solo penetrándola con una intensidad mayor, escuchar su jadeo solo me impedía detenerme y aunque me resulto extremadamente complicado poco a poco fui bajando el ritmo entre las penetraciones, mis caricias a su clítoris se volvían cada vez más suaves y al cabo de unos minutos pude finalmente detenerme y muy a mi pesar abandonar su cuerpo. Aun disfrutaba de los vestigios del placer que ella me había dejado, la recosté sobre la cama acariciando desde sus piernas, subiendo por su vientre, sus senos hasta su cuello, recorriendo con los dedos todas sus curvas, saboreando la piel de esa cuerva con mis labios que también hacían el mismo recorrido.
Volví a posarme encima de ella abriendo sus piernas sin embargo sin penetrarla de nuevo aun, encontré sus ojos, aquellos que se asemejaban al azul del cielo, acerque mi rostro a su costado y mordí su oreja levemente dando un camino de besos hasta sus labios desde allí, la bese con deseo, con desenfreno y sed de la humedad de su boca y estando a punto de volver a penetrarla me separe de ese beso -No temas a lo que sigue, quedaras adormecida mas despertaras a la luz del día- susurre cerca de su oído. No podía dominar mas el deseo constante que recorría por cada célula de mi cuerpo, la sujete con ambos brazos por los contornos de los muslos y volví a penetrarla, con la misma fuerza que antes, con el mismo deseo y la misma intensidad. Mis labios se saciaron de su cuello, de su piel y se encontraron al borde de este con el deseo que me llevaría al máximo placer en medio del sexo, su sangre.
Trate de morderla con suavidad, mis colmillos tocaron su piel de seda perforándola en el camino, alcanzando sus venas, succionando su sangre. No deje de penetrarla en ningún momento, es más, a medida que gota tras gota de su sangre llevaba a mi boca el placer se incrementaba, su sangre...mas deliciosa de lo que había imaginado, en ella se depositaba su vitalidad entera, esa piel que acababa de besar, el mismo calor de su cuerpo en esa sangre caliente que bajaba por mi garganta quemándome por dentro en el fuego de la lujuria y que me finalmente me había echo perder todo el control de mi ser. ¿Cuándo detenerme?, ¿Debía detenerme?, tan solo un poco mas...unas gotas mas, mas sexo, mas placer, me cegué por completo y olvide que no quería matarla, si tan solo fuera el deseo egoísta de satisfacerme como lo había hecho tantas veces antes pero al final, tenía que hacerlo...parar de beber.
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Re: Amabilidad francesa [+18]
Bendito destino, divina suerte o azar, dioses o demonios, eso daba igual, quien fuese el culpable de aquel encuentro, era a quien debíamos agradecerle, esa noche el placer corría por su cuenta. El placer nublaba mis sentidos y aturdía mis pensamientos, todo mi cuerpo estaba a su merced, mis manos buscaban recorrer la perfección de su piel, todo mi interés estaba puesto en él, y como su cuerpo irrumpía en el mío con sublime experticia. Cada movimiento, cada caricia era perfecta, suaves, delicadas y con la presión justa para volverme loca de placer. Y una pregunta surgió en mi ¿cuántos siglos de experiencia en aquellos menesteres tendría aquel vampiro?
Su nombre resonaba en mis oídos como si fuese algo que por alguna razón no debiese olvidar, algo en me decía que era importante, debería haber reparado en algo pero… Quien se detiene a pensar en ese tipo de nimiedades cuando el placer te llena y de ciega, era presa de lujuriosa locura -What's in a name? That which we call a rose By any other name would smell as sweet- recité con voz agitada mirándolo de reojo, aquella ya conocida frase de Shakespeare llegó a mí como una fresca ráfaga de aire, no podía pensar pero aquella frase había llegado a mí con naturalidad abrumante, se aplicaba demasiado bien a aquella conversación, los nombre no importaban era la esencia lo que valía y era precisamente eso lo que me atraía de él. El contacto de mi cuerpo con el suyo había conseguido que poco a poco la frialdad la abandonase. Placer, placer, placer… Aquella palabra cobraba un nuevo sentido para mí, y se suponía que yo debía saber de ello, era una cortesana, noche tras noche vendía mi cuerpo al mejor postor, pero… ¿había sentido acaso antes algo semejante? La respuesta era sencilla y clara, no.
Lo miré con cierta desesperación al verlo intentar detenerse, entreabrí los labios y los moví intentando articular palabra, mas no lo logré, no sabía que decir, no quería que se apartase de mí, no aun. Le miré con expresión implorante, un tanto curiosa, y sonreí apenas cuando me recostó con cuidado sobre la cama, acomodándonos para proseguir, aun había tiempo. Respiraba agitada, y le robé un rápido e intenso beso mientras me recostaba, que sellaba todo aquello, las cortesanas no besaban a sus clientes, pero él no era mi cliente, yo no estaba trabajando, aquello era distinto. Lo miré a los ojos con algo de inquietud mientras sus manos y las mías acariciaban nuestros cuerpo bañados en mi sudor.
Asentí a sus palabras y le dirigí una mirada determinada, sabía a lo que se referían con ellas y no tenía miedo, no le temía a nada. Desde aquella noche y aun más que las que la antecedieron, me había convertido en una suicida, no temía a las criaturas de la noche, no temía a los vampiros, no le temía a él, ladeé la cabeza y cerré los ojos esperando el momento –No temo… De seguro será como extender le petite mort- dije en un jadeo con falsa seguridad, mientras él volvía a poseer mi cuerpo, volvía a adueñarse de el, me quedé pensando en le petite mort, aquel preciado instante en el clímax donde el placer lo era todo. Quería deshacerme entre sus brazos, perderme en el placer que él me entregaba y no dejar de sentirlo sobre mi cuerpo.
Mantuve mis ojos cerrados mientras sentía sus colmillos rompiendo la piel de mi cuello, solté un suave pero audible quejido de dolor, que se entrelazaba y mezclaba con el placer que sentía con las embestidas de él en contra de mi cuerpo, aquella era una lucha que bien valía la pena perder. El dolor fue entrelazándose con el placer, como los hilos de un bordado, que ahora no realizaba sobre una tela, sino sobre nuestras pieles, nuestros cuerpos eran las piezas de la más perfecta obra artística. Era consciente de todo y de nada a la vez, casi podía sentir como mi sangre abandonaba mi cuerpo para colarse por sus labios, tuve un breve momento de placer casi eufórico mientras me mordía, luego mi cuerpo poco a poco comenzó a sentirse lejano, y el sopor se adueñó de mí, podía sentir como la vitalidad me abandonaba junto con la sangre, en tanto él parecía ser presa de un éxtasis mayor a cualquiera que yo pudiese conocer. Débil, me sentía débil, mis gemidos de placer fueron apagándose poco a poco, no temía a la muerte, pero… ¿Quería morir en aquel instante sin llegar a saber más de aquel hombre? Aquella pregunta caló hondo en mi ser y me llevó a tomar la decisión de hablar la boca –Dorian, de… deten…te- supliqué mientras mi vista se iba nublando, ¿cuánto tiempo había pasado desde que había comenzado a beber de mi? ¿Podría acaso detenerse?
Su nombre resonaba en mis oídos como si fuese algo que por alguna razón no debiese olvidar, algo en me decía que era importante, debería haber reparado en algo pero… Quien se detiene a pensar en ese tipo de nimiedades cuando el placer te llena y de ciega, era presa de lujuriosa locura -What's in a name? That which we call a rose By any other name would smell as sweet- recité con voz agitada mirándolo de reojo, aquella ya conocida frase de Shakespeare llegó a mí como una fresca ráfaga de aire, no podía pensar pero aquella frase había llegado a mí con naturalidad abrumante, se aplicaba demasiado bien a aquella conversación, los nombre no importaban era la esencia lo que valía y era precisamente eso lo que me atraía de él. El contacto de mi cuerpo con el suyo había conseguido que poco a poco la frialdad la abandonase. Placer, placer, placer… Aquella palabra cobraba un nuevo sentido para mí, y se suponía que yo debía saber de ello, era una cortesana, noche tras noche vendía mi cuerpo al mejor postor, pero… ¿había sentido acaso antes algo semejante? La respuesta era sencilla y clara, no.
Lo miré con cierta desesperación al verlo intentar detenerse, entreabrí los labios y los moví intentando articular palabra, mas no lo logré, no sabía que decir, no quería que se apartase de mí, no aun. Le miré con expresión implorante, un tanto curiosa, y sonreí apenas cuando me recostó con cuidado sobre la cama, acomodándonos para proseguir, aun había tiempo. Respiraba agitada, y le robé un rápido e intenso beso mientras me recostaba, que sellaba todo aquello, las cortesanas no besaban a sus clientes, pero él no era mi cliente, yo no estaba trabajando, aquello era distinto. Lo miré a los ojos con algo de inquietud mientras sus manos y las mías acariciaban nuestros cuerpo bañados en mi sudor.
Asentí a sus palabras y le dirigí una mirada determinada, sabía a lo que se referían con ellas y no tenía miedo, no le temía a nada. Desde aquella noche y aun más que las que la antecedieron, me había convertido en una suicida, no temía a las criaturas de la noche, no temía a los vampiros, no le temía a él, ladeé la cabeza y cerré los ojos esperando el momento –No temo… De seguro será como extender le petite mort- dije en un jadeo con falsa seguridad, mientras él volvía a poseer mi cuerpo, volvía a adueñarse de el, me quedé pensando en le petite mort, aquel preciado instante en el clímax donde el placer lo era todo. Quería deshacerme entre sus brazos, perderme en el placer que él me entregaba y no dejar de sentirlo sobre mi cuerpo.
Mantuve mis ojos cerrados mientras sentía sus colmillos rompiendo la piel de mi cuello, solté un suave pero audible quejido de dolor, que se entrelazaba y mezclaba con el placer que sentía con las embestidas de él en contra de mi cuerpo, aquella era una lucha que bien valía la pena perder. El dolor fue entrelazándose con el placer, como los hilos de un bordado, que ahora no realizaba sobre una tela, sino sobre nuestras pieles, nuestros cuerpos eran las piezas de la más perfecta obra artística. Era consciente de todo y de nada a la vez, casi podía sentir como mi sangre abandonaba mi cuerpo para colarse por sus labios, tuve un breve momento de placer casi eufórico mientras me mordía, luego mi cuerpo poco a poco comenzó a sentirse lejano, y el sopor se adueñó de mí, podía sentir como la vitalidad me abandonaba junto con la sangre, en tanto él parecía ser presa de un éxtasis mayor a cualquiera que yo pudiese conocer. Débil, me sentía débil, mis gemidos de placer fueron apagándose poco a poco, no temía a la muerte, pero… ¿Quería morir en aquel instante sin llegar a saber más de aquel hombre? Aquella pregunta caló hondo en mi ser y me llevó a tomar la decisión de hablar la boca –Dorian, de… deten…te- supliqué mientras mi vista se iba nublando, ¿cuánto tiempo había pasado desde que había comenzado a beber de mi? ¿Podría acaso detenerse?
Juliette Blackwood- Realeza Inglesa
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Re: Amabilidad francesa [+18]
El roce con su piel suscitaba una obsesiva satisfacción, su calor con mi frialdad, su vida con mi muerte compactaban no solo en sentido carnal. En un momento pensé que podría seguir así una y otra vez, no habia cansancio solo satisfacción, solo placer y sed de mas que saciaba continuamente en cada penetración a su cuerpo, su humedad se escurría por los lados de sus muslos, de pronto sentí sed de esa humedad en la garganta la que solo podía ser saciada con otro liquido, su sangre. Bajaba el ritmo para poder sacias esa sed desde otra posición pero su mirada me encontró, esa mirada que de alguna forma me pedía en silencio que no parara y debido a ella fue penetrándola con mayor fuerza y velocidad, sintiéndola, mas, cada vez más dentro de ella podía sentir aun mas de esa humedad suya prueba de su excitación. Un verso se escapo de esos labios en medio de ese desenfreno total, a pesar de haberlo escuchado, no podía pensar, no quería pensar que era diferente en hacer otra cosa más que penetrarla y sentir el rose entero de su piel, sus nalgas chocando contra mi piel, su espalda restregándose contra mi pecho, su cabello contra mi rostro.
Faltaba casi nada para que perdiera la conciencia y durmiera ante ese deseo irrefrenable, sabia a donde conduciría si no me detenía, el placer carnal me llevarían a buscar el placer final, tomarla por completo, después de haber tomado cada centímetro de su piel también tomar su sangre. Fue difícil tener que detenerme en medio de tanto gozo y eventualmente pude disminuir el ritmo y detenerme mas no por mucho. Estando ella echada me pose otra vez sobre su cuerpo, la bese con desenfreno al igual que el sexo que teníamos, mis labios se saciaron de los suyos si es que acaso eso era posible, cuando por fin pude siquiera separarlos un poco de los suyos me acerque a su oído a decirle la verdad, lo que estaba por ocurrir, ella respondió que no temía, palabras perdidas en medio del placer, si tan solo ella estuviera consciente de que podía matarla si no me detenía pero no, era demasiado tarde para mi, había vuelto a penetrarla incluso antes de que ella terminara de hablar. Los jadeos y gemidos de placer volvieron a llenar el ambiente, tenía sus piernas a mis lados moviéndose al ritmo de cada penetración, besaba su cuello hasta encontrar su yugular donde clavaria mis colmillos mientras una de mis manos masajeaba uno de sus senos, llegando a su pezón y apretándolo con fuerza.
La primera gota de sangre toco mu lengua, seguido ya era esa sustancia deliciosa la que invadía mi garganta llenándome del placer total en medio del sexo que no había parado en ningún momento aunque no la estuviera penetrando ya con la misma fuerza seguía haciéndolo. Ella soltó un quejido de dolor cuando la mordí, quejido que siguió en gemidos hasta que eventualmente estos fueron callándose a medida que injería más y más de su sangre sin poder detenerme, ni siquiera pensaba en ello hasta que en algún rincón de mi conciencia escuche su voz casi en un susurro imperceptible. Una imagen cruzo por mi mente en ese momento, horas antes esa noche cuando la había visto por primera vez, esos ojos...su sonrisa, lo siguiente paso en imágenes rápidas, la llegada a la casa, el vino, los besos, el momento en que nuestros cuerpos se encontraron y me detuve repentinamente. No sabía cuantos minutos mas habían pasado desde que había escuchado su voz, no sabía cuánto más había bebido de ella lo único que quería es que al abrir los ojos y contemplar de nuevo su rostro ella aun siguiera viva.
Retire delicadamente mis colmillos de su cuello, a medida que mis sentidos regresaban y mi conciencia con ellos sentí aun la tibieza de su piel, su respiración aunque no tan agitada como antes aun podía sentirla debajo de mí, me levante lentamente colocando ambos brazos a los costados de ella, vi sus ojos, no atentos, algo entrecerrados y mi cuerpo termino de abandonar el suyo dejándola recostada sobre la cama me senté a un costado de esta acariciando su piel. Me acerque a su cuello otra vez y reconocí las marcas que yo acababa de dejarle, pase mi lengua por ellas limpiando los restos de sangre. En su momento me deje aturdir por completo, perdido en ese placer, ahora que la contemplaba allí en la cama esperaba poder volver a tenerla entre mis brazos y tome las sabanas cubriéndola con ellas, me recosté a su lado abrazándola y acariciándole el cabello -Cuánto gozo al mirar tu corpóreo esplendor...como si fueran seda iridiscente tu piel y su fulgor-
Faltaba casi nada para que perdiera la conciencia y durmiera ante ese deseo irrefrenable, sabia a donde conduciría si no me detenía, el placer carnal me llevarían a buscar el placer final, tomarla por completo, después de haber tomado cada centímetro de su piel también tomar su sangre. Fue difícil tener que detenerme en medio de tanto gozo y eventualmente pude disminuir el ritmo y detenerme mas no por mucho. Estando ella echada me pose otra vez sobre su cuerpo, la bese con desenfreno al igual que el sexo que teníamos, mis labios se saciaron de los suyos si es que acaso eso era posible, cuando por fin pude siquiera separarlos un poco de los suyos me acerque a su oído a decirle la verdad, lo que estaba por ocurrir, ella respondió que no temía, palabras perdidas en medio del placer, si tan solo ella estuviera consciente de que podía matarla si no me detenía pero no, era demasiado tarde para mi, había vuelto a penetrarla incluso antes de que ella terminara de hablar. Los jadeos y gemidos de placer volvieron a llenar el ambiente, tenía sus piernas a mis lados moviéndose al ritmo de cada penetración, besaba su cuello hasta encontrar su yugular donde clavaria mis colmillos mientras una de mis manos masajeaba uno de sus senos, llegando a su pezón y apretándolo con fuerza.
La primera gota de sangre toco mu lengua, seguido ya era esa sustancia deliciosa la que invadía mi garganta llenándome del placer total en medio del sexo que no había parado en ningún momento aunque no la estuviera penetrando ya con la misma fuerza seguía haciéndolo. Ella soltó un quejido de dolor cuando la mordí, quejido que siguió en gemidos hasta que eventualmente estos fueron callándose a medida que injería más y más de su sangre sin poder detenerme, ni siquiera pensaba en ello hasta que en algún rincón de mi conciencia escuche su voz casi en un susurro imperceptible. Una imagen cruzo por mi mente en ese momento, horas antes esa noche cuando la había visto por primera vez, esos ojos...su sonrisa, lo siguiente paso en imágenes rápidas, la llegada a la casa, el vino, los besos, el momento en que nuestros cuerpos se encontraron y me detuve repentinamente. No sabía cuantos minutos mas habían pasado desde que había escuchado su voz, no sabía cuánto más había bebido de ella lo único que quería es que al abrir los ojos y contemplar de nuevo su rostro ella aun siguiera viva.
Retire delicadamente mis colmillos de su cuello, a medida que mis sentidos regresaban y mi conciencia con ellos sentí aun la tibieza de su piel, su respiración aunque no tan agitada como antes aun podía sentirla debajo de mí, me levante lentamente colocando ambos brazos a los costados de ella, vi sus ojos, no atentos, algo entrecerrados y mi cuerpo termino de abandonar el suyo dejándola recostada sobre la cama me senté a un costado de esta acariciando su piel. Me acerque a su cuello otra vez y reconocí las marcas que yo acababa de dejarle, pase mi lengua por ellas limpiando los restos de sangre. En su momento me deje aturdir por completo, perdido en ese placer, ahora que la contemplaba allí en la cama esperaba poder volver a tenerla entre mis brazos y tome las sabanas cubriéndola con ellas, me recosté a su lado abrazándola y acariciándole el cabello -Cuánto gozo al mirar tu corpóreo esplendor...como si fueran seda iridiscente tu piel y su fulgor-
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Re: Amabilidad francesa [+18]
La pasión y la lujuria que se habían impregnado en nuestras pieles poco a poco fueron deslavándose, atenuándose, como las llamas cuando tornan todo en cenizas, ya nada quedaba que consumir, el fuego voraz de la pasión había consumido nuestros cuerpos y nuestra energía, y mientras él seguía haciéndome suya, el ritmo iba en descenso. Podían decir lo que quisiesen, pero el fuego que había surgido esa noche era de aquellos que no suelen apagarse con nada, cuyas cenizas siempre conservan chipas capaces de despertar el fuego y la pasión, estaba segura que él también lo sabía. A penas lo conocía pero sentía que entre ambos había una conexión que no había sentido nunca antes.
No eran tan desagradable la sensación de que bebiese de mi sangre, solo algo incomodo y extraño, algo distinto de todo cuanto había sentido antes, con las pocas fuerzas que tenía busqué aferrarme a él. De algún modo estaba segura de que aquella noche marcaría el resto de las noches mi vida, así mismo estaba segura de que teníamos más en común de lo que cualquiera podría pensar en dos personas de clases tan distintas como las nuestras. Éramos más que dos seres nocturnos, de distinta clase, ambos vivíamos de noche, yo vivía de noche producto de mi trabajo, pero a diferencia suya, madrugada tras madrugada podía ver los amaneceres desde la ventana de mi cuarto, luego de un ir y venir de clientes, para luego dormir de día, sabía cómo eran los amaneceres de memoria, tanto que podría narrárselos una y otra vez con exactitud impresionante, no entendía porque estaba pensando todo eso, quizás la pérdida de sangre comenzaba a afectarme, pero sentía que sería capaz de ser sus ojos en el día, quizás hace cuantos años no veía la luz del sol.
Mantuve los ojos cerrados, sin tener la fuerza suficiente para abrirlos, pero no fue necesario que lo hiciera para darme cuenta que él se había alejado de mi cuello, deje de sentir sus colmillos en mi cuello y la presión de su cuerpo. Había perdido la noción del tiempo, estaba mareada y demasiado débil, como si llevase días enferma y sin mejorar, sin saber cómo estaba segura que él había ido más lejos de lo que debería haber ido al beber de mí. Solté un suave quejido mientras sentía como se acomodaba a mi lado, me acurruqué en sus brazos, sintiéndome envuelta por ellos y por la suavidad de las sabanas. Y sentí una calidez en el interior de mi pecho, como si algo estuviese surgiendo en él un atisbo de algo desconocido que era a la vez quietud y tormenta, dulzura y pasión, no sabía que era, pero sabía que lo anhelaba. –Bellas palabras endulzan mis oídos ¿Qué es la poesía para el alma de una cortesana?- pregunté con dificultad, y la respiración queda, sin esperar una respuesta volvía a abrir mi boca –No es sino el bálsamo para suavizar la vida…- abrí los ojos y busqué los suyos casi en un sobre salto.
Apoyé mi cabeza en su pecho, ese pecho sin latidos a la espera de algo que no sabía que era, ¿quizás el fin de aquella noche? No, no, no anhelaba eso, temía el final de esa noche como un niño teme a la oscuridad. Por primera vez en mucho tiempo esperaba que el amanecerse se retrasase, pero sabía que ese momento estaba en camino y que llegaría más temprano que tarde. “¿Y ahora qué?” me pregunté mirándolo, contemplando su ancestral belleza, ya nada podía ser igual “¿Ahora que?”
No eran tan desagradable la sensación de que bebiese de mi sangre, solo algo incomodo y extraño, algo distinto de todo cuanto había sentido antes, con las pocas fuerzas que tenía busqué aferrarme a él. De algún modo estaba segura de que aquella noche marcaría el resto de las noches mi vida, así mismo estaba segura de que teníamos más en común de lo que cualquiera podría pensar en dos personas de clases tan distintas como las nuestras. Éramos más que dos seres nocturnos, de distinta clase, ambos vivíamos de noche, yo vivía de noche producto de mi trabajo, pero a diferencia suya, madrugada tras madrugada podía ver los amaneceres desde la ventana de mi cuarto, luego de un ir y venir de clientes, para luego dormir de día, sabía cómo eran los amaneceres de memoria, tanto que podría narrárselos una y otra vez con exactitud impresionante, no entendía porque estaba pensando todo eso, quizás la pérdida de sangre comenzaba a afectarme, pero sentía que sería capaz de ser sus ojos en el día, quizás hace cuantos años no veía la luz del sol.
Mantuve los ojos cerrados, sin tener la fuerza suficiente para abrirlos, pero no fue necesario que lo hiciera para darme cuenta que él se había alejado de mi cuello, deje de sentir sus colmillos en mi cuello y la presión de su cuerpo. Había perdido la noción del tiempo, estaba mareada y demasiado débil, como si llevase días enferma y sin mejorar, sin saber cómo estaba segura que él había ido más lejos de lo que debería haber ido al beber de mí. Solté un suave quejido mientras sentía como se acomodaba a mi lado, me acurruqué en sus brazos, sintiéndome envuelta por ellos y por la suavidad de las sabanas. Y sentí una calidez en el interior de mi pecho, como si algo estuviese surgiendo en él un atisbo de algo desconocido que era a la vez quietud y tormenta, dulzura y pasión, no sabía que era, pero sabía que lo anhelaba. –Bellas palabras endulzan mis oídos ¿Qué es la poesía para el alma de una cortesana?- pregunté con dificultad, y la respiración queda, sin esperar una respuesta volvía a abrir mi boca –No es sino el bálsamo para suavizar la vida…- abrí los ojos y busqué los suyos casi en un sobre salto.
Apoyé mi cabeza en su pecho, ese pecho sin latidos a la espera de algo que no sabía que era, ¿quizás el fin de aquella noche? No, no, no anhelaba eso, temía el final de esa noche como un niño teme a la oscuridad. Por primera vez en mucho tiempo esperaba que el amanecerse se retrasase, pero sabía que ese momento estaba en camino y que llegaría más temprano que tarde. “¿Y ahora qué?” me pregunté mirándolo, contemplando su ancestral belleza, ya nada podía ser igual “¿Ahora que?”
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Re: Amabilidad francesa [+18]
Todo lo que por un momento había quedado ausente volvió a mostrarse, el panorama de la habitación, el sonido de su respiración tratando de recobrar la normalidad aunque sentía que le costaba creer que la había dejado viva, en parte también me costaba creerlo a mí. Las sabanas envolvieron su cuerpo al lado del mío mientras la acunaba entre mis brazos, sintiendo si no bien el mismo calor que antes pero conservaba su tibieza, su aroma, su suavidad. No…no era más una cortesana desde entonces, no, no era más un desliz que podría olvidar a la siguiente noche. Eran los labios que quería volver a besar, la piel que quería volver a tocar, el placer que quería volver a sentir pero sobre todo era la mujer cuyo nombre no olvidaría ¿por qué?, delirio…ella era un dulce delirio que en solo unas horas me había hecho adicto a su mortal existencia.
Después de mucho tiempo no pensé en nada, no pensé en que pasaría, no pensé en que sería cuando los dos volviéramos a la realidad, por cierto estas muy contrarias pues en las condiciones en que llevábamos nuestras vidas lo más probable era que no nos volviéramos a encontrar. Afortunadamente esa idea no cruzo por mi mente en ese momento, hubiera sido un desatino tener que pensar en ello pues mientras acariciaba su rostro, mientras grababa su mirada en mi memoria lo único que quería era tenerla allí tal cual estaba. Su voz aun débil respondió a mis palabras, después de escucharla me acerque a su rostro, le di un beso en la frente, otro en la mejilla izquierda, otro en los labios -Olvídate de esa vida, ahora estas aquí y aquí eres todo lo que quieras ser- respondí acariciando la piel de su espalda debajo de la sábana, me gustaba sentir su piel, aquello ya era irremediable.
Apoyo su cabeza en mi pecho, de pronto aquello que temía estaba por alcanzarlos, el regreso a la realidad, calculaba que aun debían faltar poco más de una hora para que llegara el amanecer, habían muchos que lo esperaban, nosotros desearíamos que nunca llegara. Ese amanecer que yo no me permitía ver ni vivir, ese día largo en el que ella saldría de esa habitación y regresaría quien sabe a dónde, al llegar la noche yo despertaría y no la encontraría como la tenia ahora, pensaría que había sido acaso un encuentro tan lejano que no sabía si era mejor recordarlo o dejarlo ir. Volvería a la vida que tenia, con las personas que formaban mi circulo social hasta que llegara otra noche en que añoraría de nuevo tener esa piel y no sabría donde encontrarla.
Miedo…era una palabra tan contradictoria para los de mi especie, el miedo era un jugador que estaba de nuestro lado y que atemorizaba a nuestras victimas, sin embargo de alguna forma ahora ese factor también estaba del lado de ella, dándome una extraña sensación que no planeaba reconocer porque no era mi naturaleza hacerlo mas estaba latente en algún lugar de mi ser ese miedo a no volver a verla. De pronto el lado racional se presento…iba en contra de aquello que creía enterrado, que creía muerto dentro de mí hace tanto tiempo atrás, el apego a algo…peor, a alguien. Aquello no podía ser, era solo una noche, era solo una mujer que me había hecho perder la noción de todo, olvídalo, tal vez no era solo una mujer. Confusión, dilema, todo aquello que quería callar, silencio de una vez y no escuchar a nada, ni a la razón, ni al temor, ni al apego que de pronto sentía hacia Juliette.
No lo sabía, no sabía en lo que ella pensaba, tal vez lo mismo que yo, tal vez preguntándose cuál sería el resultado de todo lo que había pasado. No sabía si ella esperaba una promesa de mi parte como la mayoría de las damas lo hacía, no sabía si en lugar de ello se preguntaba sobre el momento de regresar a su vida y sin saber nada volví a olvidarme de todo porque en suposiciones insulsas perdía aquel valioso tiempo, el tiempo que me quedaba con ella. Estrechándola hacia mi cuerpo, sintiéndola allí, eso era el resumen de todo –Ahora duerme Juliette, descansa tranquila porque estas aqui y estas conmigo– le dije mientras acostumbraba mis manos a su piel, mis oídos a su voz, mi olfato a su perfume, mi existencia a la suya. Esa era, la respuesta final mas allá de la razón, tenerla siempre como la había tenido aquella noche.
Después de mucho tiempo no pensé en nada, no pensé en que pasaría, no pensé en que sería cuando los dos volviéramos a la realidad, por cierto estas muy contrarias pues en las condiciones en que llevábamos nuestras vidas lo más probable era que no nos volviéramos a encontrar. Afortunadamente esa idea no cruzo por mi mente en ese momento, hubiera sido un desatino tener que pensar en ello pues mientras acariciaba su rostro, mientras grababa su mirada en mi memoria lo único que quería era tenerla allí tal cual estaba. Su voz aun débil respondió a mis palabras, después de escucharla me acerque a su rostro, le di un beso en la frente, otro en la mejilla izquierda, otro en los labios -Olvídate de esa vida, ahora estas aquí y aquí eres todo lo que quieras ser- respondí acariciando la piel de su espalda debajo de la sábana, me gustaba sentir su piel, aquello ya era irremediable.
Apoyo su cabeza en mi pecho, de pronto aquello que temía estaba por alcanzarlos, el regreso a la realidad, calculaba que aun debían faltar poco más de una hora para que llegara el amanecer, habían muchos que lo esperaban, nosotros desearíamos que nunca llegara. Ese amanecer que yo no me permitía ver ni vivir, ese día largo en el que ella saldría de esa habitación y regresaría quien sabe a dónde, al llegar la noche yo despertaría y no la encontraría como la tenia ahora, pensaría que había sido acaso un encuentro tan lejano que no sabía si era mejor recordarlo o dejarlo ir. Volvería a la vida que tenia, con las personas que formaban mi circulo social hasta que llegara otra noche en que añoraría de nuevo tener esa piel y no sabría donde encontrarla.
Miedo…era una palabra tan contradictoria para los de mi especie, el miedo era un jugador que estaba de nuestro lado y que atemorizaba a nuestras victimas, sin embargo de alguna forma ahora ese factor también estaba del lado de ella, dándome una extraña sensación que no planeaba reconocer porque no era mi naturaleza hacerlo mas estaba latente en algún lugar de mi ser ese miedo a no volver a verla. De pronto el lado racional se presento…iba en contra de aquello que creía enterrado, que creía muerto dentro de mí hace tanto tiempo atrás, el apego a algo…peor, a alguien. Aquello no podía ser, era solo una noche, era solo una mujer que me había hecho perder la noción de todo, olvídalo, tal vez no era solo una mujer. Confusión, dilema, todo aquello que quería callar, silencio de una vez y no escuchar a nada, ni a la razón, ni al temor, ni al apego que de pronto sentía hacia Juliette.
No lo sabía, no sabía en lo que ella pensaba, tal vez lo mismo que yo, tal vez preguntándose cuál sería el resultado de todo lo que había pasado. No sabía si ella esperaba una promesa de mi parte como la mayoría de las damas lo hacía, no sabía si en lugar de ello se preguntaba sobre el momento de regresar a su vida y sin saber nada volví a olvidarme de todo porque en suposiciones insulsas perdía aquel valioso tiempo, el tiempo que me quedaba con ella. Estrechándola hacia mi cuerpo, sintiéndola allí, eso era el resumen de todo –Ahora duerme Juliette, descansa tranquila porque estas aqui y estas conmigo– le dije mientras acostumbraba mis manos a su piel, mis oídos a su voz, mi olfato a su perfume, mi existencia a la suya. Esa era, la respuesta final mas allá de la razón, tenerla siempre como la había tenido aquella noche.
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Re: Amabilidad francesa [+18]
Suspiré sabiendo que pronto aquello terminaría, que cerca del amanecer debería volver al burdel y retomar mi vida, para seguirla justo en el punto que la había dejado esa noche, estaba dudosa de que pudiese lograrlo, ya nada volvería a ser igual, algo había cambiado dentro de mi aquella noche, y me preguntaba si a él aquel encuentro le había afectado tanto como a mí, era imposible saberlo sin preguntárselo. Pero para que romper la magia del momento con dudas banales, era mejor dejar todo a su tiempo, si debía saberlo lo sabía a su debido tiempo, lo cierto era que temía a la respuesta, así como temía que todo aquello fuese un sueño, todo había sido demasiado perfecto para ser cierto.
En ese momento sintiendo sus brazos rodeándome me sentí como una princesa de cuentos de hadas, como la protagonista del cuento Cendrillon ou la petite pantoufle de verre de Charles Perrault, solo que esta vez no era la medianoche lo que rompía el hechizo, el hechizo, la magia, el encanto se rompería llegada del alba, ¿dejaría algo atrás esa noche como la protagonista de ese cuento? No tenía nada especial para hacerlo, ya que llegado el momento del alba, yo volvería a ser una simple cortesana y él un vampiro, cada cual volvería a su propia ¿condena? Si, quizás era eso, y quizás no, las verdades eran verdades a medias, ya que estaban llenas de matices, ¿no eran los vampiros matices de la verdad oficial?
Cerré los ojos disfrutando de la paz que me otorgaban sus brazos, me sentía cómoda y reconfortada, como nunca me había sentido, como si hubiese encontrado el refugio que no sabía que necesitaba. Cruel destino, que jugaba con nosotros otorgándonos algo que luego nos quitaría, mientras más pasaba el tiempo, más quería aferrarme a ese momento, le acaricié la mejilla mientras recibía cada beso como si fuese agua en el desierto, quizás, solo quizás la pérdida de sangre me había afectaba demasiado –Lo sé, acá podría ser simplemente yo, como esta noche. Pero ambos sabemos que nuestro tiempo de acaba, y que pronto deberé volver a la realidad- dije desviando la mirada en dirección al techo.
Todos aquellos mimos, aquella cercanía, era una afrenta inútil contra el reloj, una lucha que estábamos condenados perder, el tiempo avanzaría inexorablemente a pesar de nosotros, minuto a minuto, el tiempo se escurría entre nuestros dedos, separándonos a pesar que nuestros cuerpos estuviesen juntos bajo las sabanas. Por más que nos aferrásemos al momento actual el epilogo de aquella noche comenzaría a escribirse con los colores de la aurora, el tiempo diluía la noche, más no lo recuerdos que estaban grabados en mi mente. Pensar en ello no ayudaría, no retrasaría el proceso y solo me quitaría la posibilidad de aferrarse a ello, suspiré mientras me llevaba una mano por primera vez al cuello que me ardía.
El cansancio poco a poco se ido adueñando de mí, a mi parecer la culpa era de la pérdida de sangre, ¿a quien más podría culpar de ello? Tal vez era culpa de Hypnos, dios griego del sueño quien me robaba aquel último instante en sus brazos, llevándome a los brazos de su hijo Morfeo, así quizás gracias a él podría retomar aquello aunque fuese solo en sueños. Bostecé y me acomodé entre sus brazos – Dormiré en la paz de tus brazos, arrullada por tus besos y esta noche se volverá poesía en mis sueños, para luego volver al mundo real- le di un beso lento y dulce, cerré los ojos muy a mi pesar, a sabiendas de que cuando los volviese a abrir él ya no estaría a mi lado y aquello sería solo un extraño recuerdo en el ir y venir de hombres en la vida de una cortesana, no, no lo sería, no era uno más de la lista, y caí rendida con ese pensamiento en la mente…
En ese momento sintiendo sus brazos rodeándome me sentí como una princesa de cuentos de hadas, como la protagonista del cuento Cendrillon ou la petite pantoufle de verre de Charles Perrault, solo que esta vez no era la medianoche lo que rompía el hechizo, el hechizo, la magia, el encanto se rompería llegada del alba, ¿dejaría algo atrás esa noche como la protagonista de ese cuento? No tenía nada especial para hacerlo, ya que llegado el momento del alba, yo volvería a ser una simple cortesana y él un vampiro, cada cual volvería a su propia ¿condena? Si, quizás era eso, y quizás no, las verdades eran verdades a medias, ya que estaban llenas de matices, ¿no eran los vampiros matices de la verdad oficial?
Cerré los ojos disfrutando de la paz que me otorgaban sus brazos, me sentía cómoda y reconfortada, como nunca me había sentido, como si hubiese encontrado el refugio que no sabía que necesitaba. Cruel destino, que jugaba con nosotros otorgándonos algo que luego nos quitaría, mientras más pasaba el tiempo, más quería aferrarme a ese momento, le acaricié la mejilla mientras recibía cada beso como si fuese agua en el desierto, quizás, solo quizás la pérdida de sangre me había afectaba demasiado –Lo sé, acá podría ser simplemente yo, como esta noche. Pero ambos sabemos que nuestro tiempo de acaba, y que pronto deberé volver a la realidad- dije desviando la mirada en dirección al techo.
Todos aquellos mimos, aquella cercanía, era una afrenta inútil contra el reloj, una lucha que estábamos condenados perder, el tiempo avanzaría inexorablemente a pesar de nosotros, minuto a minuto, el tiempo se escurría entre nuestros dedos, separándonos a pesar que nuestros cuerpos estuviesen juntos bajo las sabanas. Por más que nos aferrásemos al momento actual el epilogo de aquella noche comenzaría a escribirse con los colores de la aurora, el tiempo diluía la noche, más no lo recuerdos que estaban grabados en mi mente. Pensar en ello no ayudaría, no retrasaría el proceso y solo me quitaría la posibilidad de aferrarse a ello, suspiré mientras me llevaba una mano por primera vez al cuello que me ardía.
El cansancio poco a poco se ido adueñando de mí, a mi parecer la culpa era de la pérdida de sangre, ¿a quien más podría culpar de ello? Tal vez era culpa de Hypnos, dios griego del sueño quien me robaba aquel último instante en sus brazos, llevándome a los brazos de su hijo Morfeo, así quizás gracias a él podría retomar aquello aunque fuese solo en sueños. Bostecé y me acomodé entre sus brazos – Dormiré en la paz de tus brazos, arrullada por tus besos y esta noche se volverá poesía en mis sueños, para luego volver al mundo real- le di un beso lento y dulce, cerré los ojos muy a mi pesar, a sabiendas de que cuando los volviese a abrir él ya no estaría a mi lado y aquello sería solo un extraño recuerdo en el ir y venir de hombres en la vida de una cortesana, no, no lo sería, no era uno más de la lista, y caí rendida con ese pensamiento en la mente…
Juliette Blackwood- Realeza Inglesa
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Fecha de inscripción : 25/05/2010
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Re: Amabilidad francesa [+18]
Al igual que yo ella pensaba en esa 'realidad' que hace solo unos momentos antes había sido olvidada, llevada a un espacio inexistente, no importaba entonces hasta ahora cuando la noche empezaba a quedar lejana y minuto tras minuto se aproximaba el amanecer, un amanecer que me llevaría a otra habitación, que la haría despertar en una cama vacía y en consecuencia a que dejara esa casa quien sabe si alguna vez retornaría a ella -Olvida ese mundo, aún no estás en el- le dije al oído seguido de un beso en el. Espere a que se durmiera, a que cerrara sus ojos y la observe, cada detalle de su rostro. Reflejaba tanta tranquilidad que me parecía que nunca había contemplado una escena como aquella, la verdad es que habían pasado siglos desde que me había quedado en la cama con una de mis acompañantes, mis recuerdos de humano parecían tan vagos ahora.
La cortesana que después del trabajo esperaba a que se fuera el ultimo cliente para dormir sola, el libertino que después de satisfacer su deseo dejaba la cama de su amante, era un cambio extraño para los dos aquella escena. Ella no quería despertar, yo no quería dejar esa cama. Paso una hora en la que en silencio permanecí en la cama a su lado, sentía su respiración en mi pecho ya que ella estaba echada sobre él, no se movía, había caído en un sueño profundo del cual me hubiera gustado compartir pero no era tiempo de dormir para mi, era tiempo de admirar. El cielo apenas fue cambiando su color negro azulado a uno más claro, no había sol aun y seguro faltaba una media hora más para que se aclarara más y aquel desconocido astro apareciera. Sin embargo yo sabía que era hora de dejarla, me levante de la cama cuidando de no despertarla, repose su cabeza sobre la almohada y la cubrí aun más con las sabanas casi hasta el cuello. Al lado de la cama me pare y la vi por última vez, me agache a darle un beso en la frente.
Busque mi ropa y me vestí antes de salir de mi habitación, no quería estar allí para cuando ella tuviera que marcharse, después de todo lo que tenía que pasar ya había pasado, era inconcebible pensar en alargarlo más, no existía mas noche para los dos. Recorrí los largos pasillos de la abadía, uno de mis sirvientes no tardo en darse cuenta de que estaba por allí y se acerco a preguntarme si se me ofrecía algo. Le di ordenes de que en la mañana llevaran comida humana a mi habitación y que cuidaran de la mujer que se encontraba allí hasta que ella se encontrara preparada para irse, al estarlo que la llevaran en carruaje donde ella les mandara. El sirviente no pudo fingir mostrar un gesto dubitativo, aquel no era el comportamiento normal de su amo, nunca habían tenido huéspedes mortales por más de una noche, o más bien que llegaran vivas al amanecer. Tartamudeo un poco en decirme que seguiría mis órdenes y se retiro cuando se lo dije.
Me dirigí a la biblioteca, me recosté en uno de los sillones largos que había allí. Las cortinas todas cerradas obviamente, era raro que en esa casa hubieran cortinas abiertas, es más, las únicas que debían estarlo en este momento eran las de mi habitación y eso porque solo las abría de noche. Ella era un ser diurno, yo un ser nocturno, ella dormía al otro extremo de la abadía mientras yo pensaba y decidía, a medida que llegaba el amanecer, nublar mi mente. Después de dormir durante el día despertaría otra vez al anochecer, pensaría que solo había sido una amante como las demás, saldría a otra noche en Paris, conocería otra gente y otra amante...en realidad ese era el engaño que mi mente tramaba para despistarme de todas las dudas que empezaban a surgir, las dudas no se permitían, no en mi vida, no en mi posición.
Una vez hubo una mujer…una vez, su recuerdo fue bloqueado, su rostro borrado, su voz callada. Ahora había otra mujer…su recuerdo no podía ser bloqueado, su rostro no podía ser borrado, su voz no podía ser callada, su existencia no podía olvidarla pues ella había cambiado algo aquella noche. Algo que olvide desde el tiempo en que era un humano, algo sepultado, no sabía que era, no quería saber, pensé en dejarlo pasar como el viento, era un roce que lograba producir una extraña sensación en cuanto lo sentías pero con el tiempo pasar se desvanecía, así debía ser esto. Y por más que pensé que sentía un Dorian humano hace mucho no me fue posible recordar, seguramente porque ese hombre estaba muerto y yo era muy diferente a él. Ahora el sueño cayó durante el día.
La cortesana que después del trabajo esperaba a que se fuera el ultimo cliente para dormir sola, el libertino que después de satisfacer su deseo dejaba la cama de su amante, era un cambio extraño para los dos aquella escena. Ella no quería despertar, yo no quería dejar esa cama. Paso una hora en la que en silencio permanecí en la cama a su lado, sentía su respiración en mi pecho ya que ella estaba echada sobre él, no se movía, había caído en un sueño profundo del cual me hubiera gustado compartir pero no era tiempo de dormir para mi, era tiempo de admirar. El cielo apenas fue cambiando su color negro azulado a uno más claro, no había sol aun y seguro faltaba una media hora más para que se aclarara más y aquel desconocido astro apareciera. Sin embargo yo sabía que era hora de dejarla, me levante de la cama cuidando de no despertarla, repose su cabeza sobre la almohada y la cubrí aun más con las sabanas casi hasta el cuello. Al lado de la cama me pare y la vi por última vez, me agache a darle un beso en la frente.
Busque mi ropa y me vestí antes de salir de mi habitación, no quería estar allí para cuando ella tuviera que marcharse, después de todo lo que tenía que pasar ya había pasado, era inconcebible pensar en alargarlo más, no existía mas noche para los dos. Recorrí los largos pasillos de la abadía, uno de mis sirvientes no tardo en darse cuenta de que estaba por allí y se acerco a preguntarme si se me ofrecía algo. Le di ordenes de que en la mañana llevaran comida humana a mi habitación y que cuidaran de la mujer que se encontraba allí hasta que ella se encontrara preparada para irse, al estarlo que la llevaran en carruaje donde ella les mandara. El sirviente no pudo fingir mostrar un gesto dubitativo, aquel no era el comportamiento normal de su amo, nunca habían tenido huéspedes mortales por más de una noche, o más bien que llegaran vivas al amanecer. Tartamudeo un poco en decirme que seguiría mis órdenes y se retiro cuando se lo dije.
Me dirigí a la biblioteca, me recosté en uno de los sillones largos que había allí. Las cortinas todas cerradas obviamente, era raro que en esa casa hubieran cortinas abiertas, es más, las únicas que debían estarlo en este momento eran las de mi habitación y eso porque solo las abría de noche. Ella era un ser diurno, yo un ser nocturno, ella dormía al otro extremo de la abadía mientras yo pensaba y decidía, a medida que llegaba el amanecer, nublar mi mente. Después de dormir durante el día despertaría otra vez al anochecer, pensaría que solo había sido una amante como las demás, saldría a otra noche en Paris, conocería otra gente y otra amante...en realidad ese era el engaño que mi mente tramaba para despistarme de todas las dudas que empezaban a surgir, las dudas no se permitían, no en mi vida, no en mi posición.
Una vez hubo una mujer…una vez, su recuerdo fue bloqueado, su rostro borrado, su voz callada. Ahora había otra mujer…su recuerdo no podía ser bloqueado, su rostro no podía ser borrado, su voz no podía ser callada, su existencia no podía olvidarla pues ella había cambiado algo aquella noche. Algo que olvide desde el tiempo en que era un humano, algo sepultado, no sabía que era, no quería saber, pensé en dejarlo pasar como el viento, era un roce que lograba producir una extraña sensación en cuanto lo sentías pero con el tiempo pasar se desvanecía, así debía ser esto. Y por más que pensé que sentía un Dorian humano hace mucho no me fue posible recordar, seguramente porque ese hombre estaba muerto y yo era muy diferente a él. Ahora el sueño cayó durante el día.
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