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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Invitado Miér Mayo 18, 2011 5:11 am

Habían sido largos y duros días de trabajo, pero por fin tenía los suficientes francos como para comprar comida fresca, Pablo fue al lugar indicado para esa tarea, se daría un día libre de tocar el violín en la plaza para hacer sus compras, casi olvidaba a lo que sabía la fruta, y lo que era preparar un platillo de carne con verduras, de sólo pensarlo la panza le gruñó, se llevó una mano al abdomen: "ya pronto" le dijo a su hambriento estómago.

Era medio día y el cielo despejado hacía caer los rayos del sol sin clemencia al suelo, conforme se fue acercando empezó a escuchar los ruidos del mercado, los compradores preguntando precios, pidiendo rebajas, y los vendedores pregonando la calidad de sus productos, escuchó el ruido de las aves enjaulas y de las vacas dispuestas para su venta, también a él llegaron los olores de las flores recién cortadas, las frutas frescas y las legumbres unas apiladas encima de otras. Apresuró el paso ansioso, no podía creer que después de todos esos días podía darse un lujo como ese, porque para alguien como él, comer representaba un lujo.

Al llegar al lugar se dio cuenta que debió haber ido más temprano, pues había mucha gente, se apresuró, si quería encontrar buenas verduras y frutas, recordaba que su madre gitana le había dado ese truco, ir temprano al mercado para llevarse los mejores ejemplares de frutas y verduras, pero no creyó que las 12 del día fuera muy tarde, ahora se daba cuenta de su error. Se abrió paso entre la gente y comenzó a comprar, de pronto tuvo antojo de ratatouille, era un platillo sencillo que podía preparar rápidamente, se hizo de los pimientos y calabacines, faltaba un ingrediente importante: berenjena.

Buscó con varios comerciantes y todos le decían lo mismo, que ya se había acabado, comenzaba a frustrarse, nada lo obligaba a preparar aquel platillo, podía hacerlo en otra ocasión, pero era su capricho, uno que no siempre podía darse, el calor, la gente y su enojo por no encontrar berenjena comenzaban a ponerlo de malas hasta que vio en un puesto una sola berenjena solitaria. Corrió empujando y pisando gente, no sin no recibir insultos y recordatorios a una madre que no tenía, pero finalmente llegó, estiró la mano para tomar aquel preciado fruto, pero alguien más también andaba tras de una y la tomó a la vez, Pablo jaló pero la otra persona no estaba dispuesta a ceder, alzó la mirada y se encontró con un par de ojos claros y la dueña de éstos, una joven rubia que parecía extranjera.

-Yo la vi primero -le dijo.
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Mensaje por Invitado Jue Mayo 26, 2011 1:56 am

Administrar el dinero esa era la clave, su primera paga no era la gran cosa pero sin embargo le serviría para comer mejor de cómo lo había estado haciendo y otra parte la guardaría quería comprar unas telas que había visto a buen precio pero primero lo primero y eso era el procurarse el alimento.

Esa mañana no pudo zafarse de sus obligaciones en el burdel hasta poco antes de las once del día, ese lugar tenía movimiento a todos los días a todas horas pero en cuanto pudo se dio una escapada para ir al mercado ambulante parisino sabía que las mejores cosas ya se habrían acabado pero esperaba poder encontrar algunos productos que aún lucieran frescos y no tan magullados, había gente que aplastaba el fruto demasiado fuerte, que pelaba la vaina para no llevarse peso de sobra, gente que mordía para probar el nivel de acidez, sabía que no encontraría lo mejor pero mañana y el día que seguía sería la misma cantaleta así que tendría que aprovechar al máximo de lo que lograra hacerse.

Había aprendido a regatear desde pequeña en el mercado de su natal Porvoo pero no faltaba el mercante que por su acento quisiera aprovecharse de ella. Pasado el medio día el sol primaveral azotaba inclemente la zona, estaba deshecha, cansada pero satisfecha por sus compras, tan sólo le faltaba algo que durante esa época no creía encontrar: zetas. Buscó un tanto fastidiada hasta que en un puesto le pareció ver algunas cuantas, comenzó a cruzar palabras con el encargado del puesto, probablemente el dueño, logró llegar a un precio justo dado el lugar y la temporada un tanto seca en la que se encontraban, mientras esperaba que le fueran entregadas, observó un fruto de tonalidades índigo, lo había visto antes y al parecer era popular en el lugar, sólo que daba uno, quería sentir su consistencia, la tomó al mismo tiempo que un muchacho, tal vez menor que ella, jaló como reflejó cuando él la haló hacia sí.

-Puedes quedártela – le dijo al momento que la soltaba inmediatamente después de que él terminara de articular sus palabras, ella sólo sentía curiosidad en cambio el muchacho parecía capaz de matar por ella.- ¿Para que la usarás? – preguntó un tanto distraída mientras le entregaba unas monedas al comerciante y ella recibía su compra.


Última edición por Eve Heikkinen el Vie Mayo 27, 2011 10:29 am, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Jue Mayo 26, 2011 1:43 pm

Frunció el entrecejo cuando la chica le cedió la berenjena y al escucharla hablar supo que no era de París, el podía disimular mejor su acento, pues su natal catalán era muy similar al francés, pero esa joven no parecía de ahí, ni de ningún lugar de la tierra, era demasiado hermosa y alta, y rubia y sus ojos azules como nunca los había visto antes, parecía una diosa, parecía Freya misma, claro, debía ser de ese sitio que había escuchado hablar tantas veces donde las luces bajan a la tierra, del norte perpetuamente congelado.

-Eh... -reacomodó sus pensamientos para responderle -haré ratatouille -respondió con la verdad, seguramente ella no sabría de qué demonios le hablaba, pues era un platillo muy típico del lugar, aunque su primer experiencia fue en la casa de sus padres, los biológicos, en la casa Sant Jordi, los sirvientes lo preparaban para ellos mismos, pues era un platillo demasiado vulgar para los señores de la casa, pero su nana algunas veces se lo daba a probar, después, con los gitanos fue más común que lo probara, en fin, tenía demasiado significado para él-, es un platillo sencillo -se atrevió a agregar un tanto intimidado por la bella mujer, no quería que creyera que se trataba de una comida en extremo complicada como la mayoría de la cocina francesa, y que lo creyera a él un habilidoso chef.
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Mensaje por Invitado Vie Jun 10, 2011 12:45 am

Escuchó al muchacho balbucear un poco antes de responderle mientras ella recibía las zetas en un cucurucho de papel. Aunque parecía un poco distraída, en lo que recibía y posteriormente acomodaba su compra en la desvalijada bolsa que colgaba de su brazo, estaba atenta a la respuesta del muchacho aunque no entendiera mucho de ella.

Frunció un poco el ceño – “Ratatoille” – repitió el nombre de aquel platillo en el que el muchacho utilizaría el fruto que le era tan extraño, y recordó que ya lo había oído nombrar antes aunque ella jamás lo había comido.- “¿Cuáles son sus ingredientes? ¿Qué más usarás para prepararlo?”- preguntó curiosa y sin querer se imaginó el gusto del platillo en su paladar, aquella textura desconocida, seguramente las connotaciones suaves y dulces que le estaba dando eran terriblemente erróneas, tal vez no. De pronto volvió al muchacho y cayó en la cuenta de que tal vez le estaba quitando el tiempo, tal vez tenía otros ingredientes que buscar, un horario de trabajo que debía acatar- No sientas obligación en contestarme – comenzó un poco apenada y seguramente un ligero tono coral tiñó sus pálidas mejillas. Eran unos perfectos desconocidos– Seguro tienes cosas que hacer y te estoy entreteniendo mucho.– añadió al momento en el que se disponía a perderse de nuevo en el mar de gente.
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Mensaje por Invitado Vie Jun 10, 2011 7:15 pm

Por unos segundos se quedó embebido en su belleza y en sus preguntas, parpadeó un par de veces antes de poder comprender completamente lo que le estaba diciendo. Llevó la berenjena a la bolsa de tela que esa tarde lo acompañaba, pagó con puras monedas de baja denominación y sonrió torpemente.

-Es un platillo muy sencillo -repitió pero ahora con ánimos renovados, la curiosidad de la joven le recordó la suya propia, pues ambos eran extranjeros en tierra desconocida-, lleva ajo, pimientos, calabacín, cebollas y por supuesto, berenjena -explicó y luego ella insinuó estarle quitando el tiempo-. ¡No!, para nada, me tomé un descanso del trabajo, se podría decir que hoy es mi día libre -cualquier día podía ser su día libre si así se lo propusiera pero no lo hacía a menudo porque básicamente vivía al día.

Se quedó ahí como tonto, aunque pudo verla mejor, a parte de su clara belleza foránea, no vestía ropa nueva, más bien algo desgastada como la suya.

-Si... si quieres... -tartamudeó, en su vida había cruzado tantas palabras con un desconocido-, puedes acompañarme a comer -le ofreció con una sonrisa tímida, la compañía le haría bien, y Antonella no estaba en casa, así que le hacía falta alguien con quien compartir la mesa.
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Mensaje por Invitado Vie Jun 24, 2011 8:44 pm


-¿En serio?- lo observó cuestionándole con la mirada pero sin intención de intimidarle. El muchacho bien podía estar mintiendo tan sólo por su amabilidad, ¡¿pero que va?! Él lucia tan humilde como ella no podría estar mintiéndole en cuanto al trabajo - Creeré en ti – dijo cuando él insistió en que no había problema y su mirada cambió, amigable y comprensiva.- sentenció y luego enumeró mentalmente los ingredientes que el muchacho había dicho hace apenas un par de minutos.

Él tartamudo y ella con su mal francés formaban la pareja perfecta, al pensar aquello una pequeña risa se le escapó y esta termino por convertirse en una ligera sonrisa correspondiendo la que el muchacho le brindó al momento que hacia tan sincera invitación - ¿Estás seguro? Es sólo una berenjena ¿alcanza para los dos? – preguntó con sincera duda, no quería que el sacrificara su comida por ella, al fin y al cabo era sólo una desconocida. Sin previo aviso lo tomó por la muñeca para abrirse paso entre la gente, alejándose del paso ya que el comerciante del puesto comenzaba a mirarlos con recelo como si ellos le espantaran a los clientes.

-Si insistes en que te acompañe deberé cooperarte con algo- propuso y ella estaba decidida no pretendía abusar de él – ¿Tienes todos los ingredientes? ¿Deseas preparar algo más? El postre podría ir por mi cuenta.- La idea le había cruzado el pensamiento como un chispazo, no tenía idea de un postre, hace años que no probaba alguno. - ¿Tienes algún otro antojo?
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Mensaje por Invitado Mar Jun 28, 2011 5:44 pm

Sonrió asintiendo cuando ella preguntó si iba en serio, a él no le molestaba tener algo de compañía a la hora de la comida y Antonella no estaba en casa, por lo que la desconocida era su opción, lucía como alguien en quien se puede confiar. Iba a responder que sí, que alcanzaba para ambos cuando ella lo jaló y lo sacó del tumulto de geste, rió cuando finalmente estuvieron en un área más despejada, dándose cuenta que se había asido a la berenjena más de lo que le hubiera gustado y había enterrado sus dedos en ella, pero es que le había costado tanto trabajo hacerse de una que no iba a perderla por nada del mundo.

-Estoy seguro –dijo dando un suspiro-, no sólo lleva berenjena, lleva muchos más ingredientes, alcanzará para ambos –se quedó pensativo-, y no sé tú, pero estoy acostumbrado a las comidas frugales –se atrevió a bromear con la condición económica de ambos-, ¿postre? –parpadeó varias veces-, hace… hace mucho que no como postre –admitió, tartamudeando otra vez, recordó las deliciosas tartas que preparaban en la casa Sant Jordi cuando era niño, pero cuando empezó a vivir con los gitanos tales lujos quedaron descartados al completo.

-No sé qué podamos hacer de postre –se encogió de hombros mirando la punta de sus pies, después cayó en cuenta de algo, habían estado un rato juntos y ya hasta la había invitado a comer pero no sabían sus nombres siquiera, alzó la mirada y sonrió-, soy Pablo –dijo a secas, la gente humilde como él no tenían apellidos que presumir y en todo caso daban igual, no había una historia de títulos nobiliarios o riquezas que se contara por medio del apellido-, tampoco soy de París –concluyó pues era obvio que ella también era extranjera, aunque su francés era mejor que el de su acompañante-, y todo va en serio, no me haría mal la compañía, no soy un gran cocinero pero podrías ayudarme, y ambos prepararíamos el postre también –la idea era encantadora, no podía negarlo, acompañado de una chica tan evidentemente hermosa; no era que en París no hubiera mujeres hermosas sino que ésta en especial poseía esa belleza que proviene de una tierra lejana que se sabe siempre está cubierta por nieve.
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Mensaje por Invitado Vie Jul 29, 2011 12:26 am

Aquel muchacho le inspiraba una confianza que en muy pocas personas lograba encontrar. Escuchó atentamente todo lo que llevaba el platillo aquel, exótico para ella, común para los franceses, tal vez no debería ser así pero debía admitir que tenía pocas relaciones en París. Cuando dijo que alcanzaría para ambos plasmó en su rostro una clara expresión de duda, sin embargo le creía así que asintió.

Tal vez había sido una mala idea sugerir un postro pero tenía tanto tiempo sin probar alguno, recordaba que pocas veces en su casa se daban esos lujos, sólo en ocasiones especiales como en algún cumpleaños y luego al salir de Porvoo con Alvar aquello ocurrió únicamente una vez comieron postre y creía recordar que había sido una especie de austera natilla que compartieron ambos, no lo recordaba por su sabor sino por la tierna imagen de Alvar con la barba salpicada, al recordarlo el corazón se le detuvo un momento y se hizo un poco más pequeño como cada vez que una imagen de él era evocada en su mente, pensaba que aquel procedimiento era irreversible, que algún día su corazón dejaría de latir o tal vez como una forma supervivencia su memoria cancelaría todo recuerdo de él.

-Lo dije sin pensar- le dije al muchacho para sacudirse la mente de aquellas ideas -No sé de ningún postre- pausó, aquello sonaba absurdo -bueno sí pero sólo los que conocí de pequeña peo se necesitarían ingredientes extranjeros, ¡no sabes lo que me han costado estás zetas!- exclamó sonriendo y señalando la bolsa que cruzaba uno de sus brazos

La circulación entre tanta gente era torpe pero les permitía avanzar y platicar al mismo tiempo sin perderse, hombro con hombro o casi.

-Mucho gusto, Pablo- sonrió, y sin poder hacer nada más correspondió con su nombre -Eve, mi nombre es Eve- Que ella era extranjera era algo fácil y no se necesitaba gran astucia para comprobar en cambio el caso de Pablo era otra cosa, por su acento jamás lo hubiera imaginado aunque en ella era común que se le escaparan muchas cosas. Su sonrisa se acrecentó ante el comentario, aquello era aún más reconfortante. El empujón de unos comerciantes que se peleaban no le permitió preguntar de vuelta pero sin duda lo sacaría en el camino aceleró el paso para alejarse del puesto aquel y seguir con su camino -¿A dónde vamos? -alcanzó a preguntar antes de que a su nariz llegara, entre tantos puestos no sabía de dónde, ese delicioso e inconfundible aroma que a cualquiera le hace agua la boca -Sobre el postre... Tal vez algo caliente! ¿Qué opinas de algún chocolate?-
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Mensaje por Invitado Lun Ago 01, 2011 11:02 am

Pablo, como era su costumbre se sintió cohibido, y más aún al estar junto a una mujer tan evidentemente hermosa. “Contrólate Pablo”, se dijo “es tan alta como tú, hasta creo que más y jamás te haría caso… ¡oh!, ¿pero qué estoy diciendo?” continuó su proceso de pensamiento y solo se regañaba por los disparates que se atrevía a hilar en su mente. La miró de lado y sonrió, por estar pensando en todo aquello no había prestado mucha atención, ¿había hablado?, ¿le había dicho algo importante?, si pudiera se estaría dando de topes en la pared. Parpadeó un par de veces cuando aceptó que había sido un error haber propuesto un postre, y él rió como el tonto que era.

-Eve –repitió como un chiquillo tonto, como si al repetirlo se le fuera a grabar aquel nombre tan sencillo que se lee igual al derecho y al revés-, es… es… muy bonito –al decir aquello se sonrojó, su paliducha piel de pronto tomó un tono sonrosado similar al que tuvo alguna vez al ser el niño dorado de la casa Sant Jordi, se reprendió por enésima vez esa tarde y trató de ocultar su torpeza intentando hablar nuevamente aunque su lengua se sintiera viscosa, era sólo el efecto de intentar decir algo coherente cuando sabía bien que no podía-. Eva –dijo de la nada sin mirarla, pero se lo pudo imaginar, pudo visualizar la expresión de la bella mujer, de Eve, una expresión de total desconcierto –Eva es en mi idioma –en castellano, iba a agregar, y aclarar que era uno de sus idiomas, el otro era el catalán, pero ya sería enredarse mucho solo, dirigió la mirada al frente, supuso que quedarse callado era lo más sensato pues sólo se estaba liando al sentirse tan nervioso.

Su acento, también pensó, era adorable, como pronunciaba mal algunas palabras pero aún se entendía lo que quería decir, aunque literalmente fuera algo mucho más gracioso. Si estuviera usando traje, ese sería el momento ideal para aflojarse el corbatín. Iba a responder a su cuestionamiento, invitarla a la casa que compartía con Antonella, pero ella sola se interrumpió y su incomodidad aumentó cuando notó que ella se daba cuenta de aquel aroma y él, con sus habilidades, no lo había hecho causa de estar tan concentrado en ella.

-Chocolate –dijo en voz baja-, suena bien –hacía años que no probaba aquel sabor ligeramente amargo, cuando era niño, la golosina llegaba directo de nuevo mundo y a él le fascinaba robar barras de la estantería de la cocina, aunque muchas otras veces los mismo sirvientes se las daban a escondidas pues a sus padres no les gustaba que comiera demasiado de aquello. Cuando estuvo con los gitanos el manjar novohispano se vio considerablemente reducido y cuando algo de eso llegaba a sus manos tenía que compartirlo, pero el sabor, recordaba bien, era igual-. Hace mucho que no como chocolate –se atrevió a apuntar.

Se detuvo pensando luego de eso.

-Podemos ir a mi... -se mordió la lengua -casa -dijo en tono más bajo y absolutamente sonrojado ante su atrevimiento.


Última edición por Pablo Díaz-Reixa el Mar Oct 04, 2011 6:47 am, editado 1 vez
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Mensaje por Invitado Lun Oct 03, 2011 9:22 pm

Sonrió de lado sin apartar la vista del muchacho, no era que él le resultase arrebatadoramente atractivo, su encanto radicaba en otro lugar, era la sensación cálida que su cuerpo emanaba. Atenta lo escuchó hablar de su nombre.

-No lo es, a mi no me gusta- contestó al tiempo que movía la cabeza de un lado a otro, negando. Tenía hermanas con nombres netamente finlandeses y eran esos los que le parecían más hermosos, mejor entonados en su idioma natal -No sé en que estaban pensando mis padres- aunque aquellas palabras pudieran parecer severas pero las suavizó sonriendo. Posteriormente lo escuchó en esa platica que le pareció era más dirigida a él mismo que para ella, algo sobre su nombre en otro idioma “Eva” lo recordaría siempre, le gustaban ese tipo de detalles pero sentía que él mismo en aquella disertación lingüística quería comunicar más que lo que realmente decía, o al menos esa impresión tenía.

-Vamos– dijo ante la señal de consentimiento que había dado él ante la idea del chocolate como postro, señaló el puesto donde lo vendían, prácticamente se derretía a pesar de estar protegido del sol bajo una doble capa de lonas.- Es delicioso, casi he olvidado su sabor- apuntó, no lo había comido en Finlandia, lo había probado durante el viaje que le había traído hasta ahí, al principio cuando el dinero no escaseaba y Alvar solía traer uno en el bolsillo del abrigo. Compraron un par de piezas de chocolate oscuro, ya que el muchacho pondría lo necesario para el plato fuerte, por su parte se sintió con el deber de pagar aquel mangar americano, lo cubrió con un paño y lo enterró entre las húmedas y frescas zetas que había comprado para conservarlo intacto y protegerlo del calor.

-Pablo- musitó para sí, ejercitando la pronunciación de aquel nombre y corroborando la confianza que el portador del nombre le inspiraba. Escuchó la idea de ir a su casa y no sé le hizo tan descabellado, en el pequeño cuarto donde ella vivía no podrían moverse a libertad y seguramente su casera pondría alguna objeción sobre la entrada de un miembro del sexo opuesto a su cuarto, de mínimo correría algún rumor y eso era lo último que necesitaba, mucho tenía ya con que se sospechase de su trabajo. -Me parece perfecto, vamos a tu casa.- sonrió compartiéndole un poco de esa confianza que él mismo emanaba.
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Mensaje por Invitado Lun Oct 10, 2011 11:33 am

Rió divertido, pero de forma tímida al escucharla hablar sobre su nombre. No sabía qué era pero él lo encontraba hermoso, sencillo, con un significado más allá de las tres letras que lo componían, significado por ser la primera mujer, aunque hubiese abandonado la religión tan pronto sus padres lo abandonaron a orillas del Llobregat, era un pensamiento que le gustaba, pero más allá de eso poseía una carga, un valor especial para él. Desde ese día, estuvo seguro.

La siguió en cuanto dijo “vamos” y casi como pasmado la observó hacer la transacción, el olor de aquel dulce le trajo recuerdos, vivencias pasadas de un pasado mejor, del niño Sant Jordi escabulléndose por la cocina mientras las cocineras preparaban postres con ese manjar venido de tierras desconocidas para él. Salió de su estupor cuando vio que el intercambio terminaba, Eve guardaba la barra de chocolate entre sus compras y sonrió dando un bote imperceptible sobre sus talones.

-Eve –contestó cuando escuchó su nombre salido de sus labios y le pareció que para no hablar francés (o peor aún, español) lo había dicho perfecto, de una manera hermosa que siempre recordaría. Siempre recordaría su voz, su acento, diciendo “Pablo”, como el apóstol.

-Vivo con una amiga –le pareció correcto aclarar –pero ella no está ahora, me hará bien la compañía –cayó en cuenta de algo, Eve pareció tenerle confianza desde el principio, era increíble, no porque sus intenciones fuesen lastimarla, de ningún modo, bajo ninguna circunstancia le haría algo malo, es más, comenzó a formular la descabellada idea de protegerla por siempre, por ese simple gesto de una tarde en el mercado parisino-, ¿vives sola? –en cuanto preguntó aquello, casi de golpe, giró el rostro para que no viera su sonrojo, ¿a él qué demonios le importaba?, se reprendió mentalmente pero ya no había mucho que se pudiera hacer más que escuchar su respuesta, tontamente esperanzado de que la respuesta fuese afirmativa.

-Por aquí –señaló para encaminarse ya a la casa que compartía con Nell, estaba acostumbrado a caminar, era un nómada después de todo, como los zíngaros que lo criaron, como el músico callejero que era-, no está lejos, espero no te moleste caminar –agregó después encogiéndose un poco, a cada paso que daba se sentía un poco más nervioso, pues fue hasta entonces que caía en cuenta que Eve, la hermosa mujer que se había topado por casualidad, por una berenjena, algo tan trivial, ahora iba a conocer el lugar en el que vivía.

Si al salir de casa le hubieran dicho que eso iba a suceder, no se lo hubiese creído.
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Mensaje por Invitado Sáb Dic 10, 2011 12:38 am

Lo escuchó atentamente y el que viviera con una amiga terminó por convencerla de que aquel muchacho no le haría ningún daño, no sabía exactamente de donde se originaba aquella confianza, esa inmediata simpatía. Disminuyó su andar por unos segundos cuando la pregunta de que si vivía sola salió en la conversación, no le gustaban aquella clase de preguntas, eran comunes, si pero a ella le recordaban que en realidad no debería estar sola en esa extraña ciudad, también venía a su mente su ciudad natal, sus pocos conocidos y la familia que había dejado en aquel lugar.

-Sí, vivo sola- contestó un poco letárgica y quedándose unos pasos por detrás de Pablo, con la vista fija en el camino pero sin realmente enfocar gran cosa de lo que le rodeaba, sacudió la cabeza y la imagen del muchacho que iba unos metros delante de ella, se definió ante sus ojos y enseguida dio unas cuantas zancadas raídas para alcanzarlo. -Alquilo un pequeño cuarto en los suburbios.- dijo siguiéndole el paso sin dificultad. –No es gran cosa pero no tengo visitas, así que no hay nadie a quien impresionar.- dejó de observar el camino para voltear a verlo y sonreír. –Claro que no me molesta caminar- y en seguida agregó con irguiéndose y voz pedante -es común que lo haga cuando mis sirvientes estas ocupados en otros menesteres.- bromeó. Siempre había andado a pie, nunca había tenido (ni llegaría a tener) el nivel adquisitivo necesario para transportarse de otro modo, además Porvoo era una ciudad pequeña y a pesar de que no conocía todo lo que París podía brindarle, sabía moverse y conseguir todo lo que necesitaba.

Si bien no le molestaba caminar, su viaje camino a Francia había implicado algunas caminatas mucho más extensas de lo que dos vueltas zigzageando a París podrían conllevar, comenzaba a pensar que no su estomago no aguantaría a que el platillo francés que el muchacho cocinaría para ellos, comenzaba a sentir un vació solido en la base del estomagó, frío y pesado que le gritaba a gritos que se estaba muriendo de hambre, rápidamente revolvió en una de las bolsas que contenían lo que había comprado en el mercado, tomó una pieza de pan, la troceó con los dedos y se llevó un pedazo a la boca.

-¿A qué te dedicas, Pablo?- preguntó interesada mientras le ofrecía un pedazo. No podría imaginárselo en alguna trabajo común, no con su físico, al menos no como el saca borrachos de la cantina de la esquena. Lo imaginó y de inmediato sonrió ante aquellos disparatados pensamientos como si lo que hubiera pensado fuera alguna travesura.

Tenía pocos amigos por no decir que en realidad no tenía ninguno, de alguna forma sentía una conexión con Pablo, tal vez él podría ser su primer verdadero amigo en aquella ciudad.
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Mensaje por Invitado Miér Dic 21, 2011 6:10 am

La miró por un momento parpadeando hasta que se dio cuenta que sus palabras eran una broma y soltó una risa un poco más sonora a lo que estaba acostumbrado, incluso aquel sonido llegó a sus oídos y se sorprendió. El sonido de su propia risa lo tomaba desprevenido, hacía años, y no mentía, que no la escuchaba, no así al menos, tan franca y sincera, natural, sin aspavientos contrariados.

Se dio cuenta, por sus palabras, que era una persona solitaria, como él, al menos en esa ciudad, él había corrido con la buena fortuna de toparse a Antonella, pero de ser de otro modo, estaría solo deambulando calles y callejones sin rumbo. Se preguntó a quién habría dejado en aquella lejana tierra de la que provenía, o a quién pudo haber dejado en el camino. Viajar, sabía bien, se trataba de pérdidas, encuentros y desencuentros, de dejar cosas atrás, y sabía que no sólo cosas materiales o sitios, sino también sentimientos y miedos.

Estaba pensando en eso, en lo que él mismo tuvo que dejar atrás cuando la siguiente pregunta vino a él, alzó la mirada y se dio cuenta que, como pocas veces en su vida, no llevaba el violín en las manos, siempre salía con él, era parte de él, pero aquella mañana lo había dejado resguardado. Tomó un trozo de pan con timidez, una porción tan pequeña que no saciaría su hambre ni la de nadie, se lo llevó a la boca y el sabor de pan recién horneado se derritió en su paladar, agitando su estómago más que apaciguándolo.

-Soy músico –carraspeó –callejero –se apresuró a aclarar, no quería que pensara que era un músico famoso o algo así, un pensamiento bastante absurdo considerando las circunstancias de su encuentro y sus malas fachas-. ¿Y tú? –la pregunta le vino en automático. Una mujer tan bella debía ser actriz, o los pintores debían pagarle para que les modelara, seguro era algo así, no podía imaginársela haciendo algo mundano y mal pagado, aunque de nuevo, sabía que eran pensamientos sin sentido, pues ambos estaban en la misma situación de humildad.

Se llevó la mano a la nuca y siguió caminando en aquella posición tan incómoda, señaló un camino sin decir nada, no hacía falta, era obvio que al sitio al que señalara era el camino a tomar. Conforme avanzaba a su lado se iba sintiendo más y más nervioso, si es que aquello era posible. Iba a ver esa casa que no era para nada elegante, sabía que ella estaba acostumbrada a sitios así, sin embargo, algo en todo eso le producía vergüenza, no podía evitarlo. Guardó silencio incapaz de decir algo más, no sabía qué, sabía que si abría la boca diría algo imprudente, o tartamudearía sin que nada se le entendiera. Guardó silencio, era mejor.
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Mensaje por Invitado Miér Dic 21, 2011 7:27 pm

Lo miró con un pequeño atisbo de disgusto cuando él tomó tan pequeño trozó de pan.

-Vamos, que no se acabará por un par de buenos bocados.- le incitó a que tomara un poco más, no sabía cuándo llegarían a su destino pero no comerían tan pronto llegaran a él. Le sonrió al muchacho para no parecer amenazadora y ambos continuaron caminando. Recordó que durante su viaje había recorrido varios caminos con nada en el estomago, algunos cortos y otros más largos compartiendo con Alvar, los pocos víveres que poseían, en algunos casos piezas de pan. Aquello no fue un recuerdo agradable pese a que su acompañante ahora no se parecía a nada a su compañero en aquel entonces, aquellos buenos recuerdos en la actualidad no eran gratos en su memoria, la muerte del sueco había dejado pocos pero importantes temas sin resolver entre ambos.

Sin quitar la vista del camino, miraba al joven de reojo mientras este hablaba. Asintió cuando el mencionó que era músico, pero aquel detalle inmediatamente cautivó su interés.

-¿Qué instrumento o instrumentos tocas?- preguntó con interés, ¿Callejero? No debía ser un instrumento ostentoso y pesado, algo ligero que pudiera llevar al hombro o al costado. No es que estuviera tan necesitada de amigos ¿o tal vez si? El muchacho le inspiraba la confianza necesaria para mostrarse así, entusiasta por que por fin encontraba a alguien con quien hablar, alguien que hablaba mejor que ella una lengua que no era la materna, alguien que a simple vista podía notar que compartía con ella los mismos problemas que conllevan su clase social. Con un ligero ademán despreció el hecho de que se dijera callejero, aquel era un detalle sin importancia.

Aquella postura que adoptó, una forma poco natural del cuerpo pero que era jovial, despreocupada, le inspiró a por primera vez no ponerse nerviosa a decir su lugar de trabajo. Al principio no le molestaba decirlo, al principio aquel lugar en su mente no estaba lleno de prejuicios pero luego la gente se encargó en llenarle la cabeza de ellos.

-Yo trabajo en el burdel- dijo con un volumen de voz más bajo del que había utilizado en toda su conversación. -Soy ayudante, limpio, hago lo que se necesite. No soy cortesana… - se arrepintió de esas palabras en cuanto salieron de su boca. -No es que denigre el trabajo de ellas- se apresuró a aclarar. - es la gente la que suele creer que miento y lo soy, no es que… ya sabes lo que la gente suele creer del empleo.- se estaba haciendo una maraña entre sus pensamientos y las palabras que pronunciaba sin poder transmitir el mensaje correcto, lo miró con angustia en su mirada y esperó que el entendiera lo que deseaba decirle.

-Lo siento, no sé qué decirte. Mi boca torpe no se conecta bien con mi cabeza- musitó.
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Mensaje por Invitado Vie Dic 23, 2011 2:16 pm

Se encogió más en sí mismo cuando ella pareció reprenderlo por tomar tan poco pan, estiró la mano con dificultad y torpeza y volvió a tomar un trozo pequeñísimo de la hogaza y la miró como si lo hubiese hurtado en lugar de haber sido un ofrecimiento sincero. De nueva cuenta el sabor del trigo y la mantequilla se fundieron en su paladar deleitándolo por un momento, toda la experiencia maximizada por sus agudos sentidos licántropos.

La miró ante el entusiasmo que ella mostró cuando mencionó a qué se dedicaba. Era algo, al menos tenía algo, un arma, para poder sorprenderla, por primera vez en muchos años se sentía un alce, intentando mostrar sus astas, y qué tan poderosas y letales eran. Por primera vez en años quería impresionar a una chica sabiendo de antemano que no tenía oportunidad alguna. Tosió y luego se recompuso.

-Toco el violín –dijo con voz queda, aunque un poco más firme de lo usual. Cuando hablaba de él tocando el violín, o de la música en general, perdía un poco de esa inseguridad que siempre lo caracterizaba, esta característica se esfumaba por completo cuando finalmente tomaba entre sus manos el instrumento en cuestión y comenzaba a rasgar las cuerdas con el arco, creando así notas que al entrelazarse, construían melodías; tristes la mayoría de las veces-. Si quieres… -carraspeó-, puedo tocar algo para ti, el violín se quedó en casa –ofreció. Quizá con palabras no podría decirle lo hermosa que le parecía, pero alguna canción en su repertorio sería suficiente, una que versara sobre un pobre diablo, recitándole sonetos a un amor imposible. De edad había muchas melodías.

Luego escuchó con atención, al escuchar la palabra «burdel» abrió los ojos con sorpresa; no era quién para juzgarla, sólo no se la imaginaba sumergida en esa vida, pero luego vino la explicación y aunque no dudaba que la gente no creyera en su palabra, él lo hacía. Conocía algunas cortesanas, tampoco eran pertenecientes al sector más privilegiado de la sociedad, y todas ellas parecían que habían sido despojadas de su brillo, Eve, en cambio, aún lo conservaba, eso, y un aura de cargar con muchos secretos a los que él aún no tenía derecho a acceder.

-Entiendo –dijo simplemente sonriéndole y llevándose las manos a los bolsillos para luego patear una piedra-, supongo que es complicado laborar ahí y quitarte el estigma, pero te creo –sonrió de tal modo que sus ojos se achicaron, hacía mucho tiempo que un gesto similar no se dibujaba en su rostro-, debe ser interesante –se encogió de hombros, de verdad lo creía. Debía haber mil historias en un sitio como ese, y la mayoría no del todo agradables.

Él se la pasaba maldiciendo un día sí y el otro también, la condena de su vida, pero sabía que allá, en las calles, todos los días, las personas deambulaban con mil penas colgando sobre sus cabezas como condenas de muerte. Él era miserable, pero no era el único que lo era.
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Mensaje por Invitado Dom Feb 12, 2012 7:20 pm

Al escuchar que tocaba cual era el instrumento que manejaba, observó detenidamente a su acompañante, ella no era una experta en ese ámbito, ni en ninguno otro, pero con una simple vista podía inferir que Pablo y el violín eran uno solo. Aunque en ese momento el instrumento estaba seguro en su casa, ella podía imaginarse sin ninguna dificultad como se vería Pablo sosteniéndolo, primero como si fuese una parte de su indumentaria y luego llevándolo a la posición adecuada para poder comenzar a crear notas.

-Me parecería maravilloso que pudieras tocar algo para mi- dijo ampliando su sonrisa, y la sola idea de un concierto privado le resultó emocionante, claro que había escuchado a artistas callejeros, aquí y allá, pero pocas veces se detenía a escucharlos con atención principalmente por la prisa con la que solía moverse, siempre había algo que hacer. En este caso sentía que Pablo era un caso especial. -Pero podríamos dejarlo para otro día, ya es mucha molestia con que vayas a cocinar, yo sólo seré una simple ayudante. Espero que pronto lleguemos a tu casa.-

A pesar de los bocados de pan, la sensación de vacío en su estomago poco a poco comenzaba a incrementar y no quería acabarse la hogaza antes de que la comida estuviera servida en la mesa, la había comprado para acompañar aquel platillo que utilizaba aquella fruta de tan llamativo color. No quería hacerse una idea de su sabor, ya que si estas no superaban sus expectativas, no quería que su anfitrión notara algún gesto de insatisfacción.

Al escuchar el lugar donde trabajaba, el muchacho sólo mostró un atisbo de sorpresa, le agradeció profundamente, que solo fuera ese simple gesto y que continuara como si nada, que en su voz vibraba aquella comprensión. Quiso agradecerle pero sabía que lo mejor era guardar silencio. Continúo escuchándolo y lo observó, había abordado el tema de una manera que nunca se imaginó.
-Es interesante- soltó una carcajada. Ella estaba preparada para que aquella mención del Burdel terminara en catástrofe, así que Pablo y su manera de hablar despreocupada y algo tímida, le habían sorprendido gratamente , haciendo que se relajara y olvidara ese miedo que tenía a la critica de otras personas.

¡Claro que había cosas interesantes en ese lugar! Si uno miraba detenidamente podía apreciar como aquellas personas que parecían vulgares y corrientes formaban un extraño entramado de seres y situaciones bastante particulares que iban desde las amables y curiosas hasta las aberrantes (y no menos curiosas).

-Se ven muchas cosas raras en ese lugar ¿quieres que te cuente algunas?- ofreció curiosa, como si aquello fuese una pequeña travesura. Agarró a Pablo del brazo. Claro que no hablaría de cosas personales de las cortesanas, ni mucho menos daría nombres, sólo hablaría de situaciones. Ella misma se había visto envuelta en un par, como aquella desagradable vez en la que un hombre ebrio y despechado la había confundido con una de las cortesanas cuando había ido a pedir el trabajo.

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Mensaje por Invitado Lun Mar 12, 2012 8:35 pm

Se sonrojó incontrolablemente cuando ella aceptó aquel concierto privado, su estómago le dio un vuelco, las mariposas revoloteaban dentro de él, entendía entonces a qué se refería la gente cuando solía decir aquello de “mariposas en el estómago”, tragó saliva y asintió. Aún le parecía un sueño que alguien como ella, como Eve, hermosa y grácil, sencilla y dulce, le prestara atención a alguien tan insignificante y gris como él. Solía pensar que de no ser por su maldición, en realidad sería la persona más aburrida del mundo.

Apresuró el paso, ahora sí que quería llegar, ella había dicho que el concierto lo dejaran para otra ocasión, pero claro que Pablo no le haría caso, para él sería un placer y un honor no sólo compartir los alimentos con ella, sino tocar algo, decirle en notas y no palabras (mismas que nunca se le habían dado con facilidad) cuán grande era el impacto que desde ya había provocado en su vida. Por ser tan bella, pero sobre todo, tan comprensiva y tierna con él.

El sonido de su risa era mejor de como se lo había imaginado, era una canción ondulante y suave, grata para el oído, armoniosa como la mejor de las sonatas. La miró de soslayo, no quería ser descubierto admirando cada detalle de ella, no es que considerara que fuese una afrenta, pero era demasiado tímido como para dejarse descubrir así como si nada.

-Estamos a punto de llegar –observó la puerta de madera de su casa al final de la calle, dijo para evitar proferirle un cumplido, aunque claro, lo diría y luego se echaría a correr más rojo que un tomate para no volver a verla jamás, un simple «eres muy bonita» era demasiado para Pablo.

Tragó salida y enderezó la postura cuando ella lo tomó del brazo, era muy alta, se dio cuenta de ello, supuso que así serían todos los que provenían de la lejana tundra del norte, miró al frente como un caballo de diligencia mensajera que tiene prohibidas y vetadas las distracciones, si la observaba a su lado de aquel modo podía gustarle tanto la imagen que hasta podría acostumbrarse y él no podía soñar con que algo parecido se repitiera pronto.

-Claro –la miró con una sonrisa, dijo con un tono que incluso podía calificarse de animoso y se detuvo-, hemos llegado, pasa –abrió la rústica puerta y la dejó pasar-, no es la gran cosa pero me podrás platicar alguna vivencia mientras cocino, ¿me ayudas? –aunque no quisiera, el niño Sant Jordi aún habitaba en él y tenía un atisbo de modales, aunque hilar todas esas palabras y para colmo en frente de ella, había representado un verdadero agotamiento físico.

Espero su respuesta a la mitad del camino entre la puerta y la cocina, que no era mucho, su casa distaba de ser una mansión. Le era suficiente, eso sí.
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Mensaje por Invitado Mar Abr 10, 2012 12:35 am

De un momento a otro notó como el muchacho aumentaba la cadencia de sus pasos, y ella sin dificultad alguna imitó su velocidad al andar. Dejo la pregunta en el aire y sus mejillas se tiñeron de un ligero y no muy visible color rosáceo, ya que tal vez su proposición había sido un tanto indiscreta, una parte de si se sintió aliviada de que el la ignorara y otra, sin dudar, se sintió avergonzada. Caminó sin alejarse de él, respetando el espacio personal que hacia que ambos se sintieran cómodos.

Su silencio le hizo observarle de reojo, buscando una señal de incomodidad pero en el semblante sólo encontró un ceño ligeramente fruncido y seriedad un tanto ajena a aquel rostro juvenil, parecía encerrado en si mismo ¿y quien no lo ha hecho? Sin embargo en Pablo, no lucía extraño, lucía como la pieza perdida del rompecabezas de una nube, en las que las volutas de color se amoldan las unas con otras y ocupan su lugar correspondiente, en ese mismo momento podía pensar, más bien imaginar a pesar de que nunca lo había escuchado tocar su instrumento, que el sonido producido por las cuerdas de su violín era ese viento que empujaba, desdibujaba y trazaba de nuevo esas nubes blancas.

Su voz le sacó de aquel lienzo que se había formado en su mente y que representaba a él, a Pablo y tal vez siempre relacionaría con él a ese paisaje. Asintió sonriendo, acercándose a él inevitablemente, tomándole por el brazo, como si la confianza de poder penetrar aquella burbuja que le rodeaba hubiera sido restablecida al momento de que el volvió a recuperar la platica.

-Claro– dijo sonriéndole de nuevo y el ligero rubor mágicamente desapareció de sus mejillas, para luego meditar en silencio el pequeño relato que le contaría, algunas de sus experiencias no llegaban a ser relatos, sólo expresiones de asombro sobre cosas que ella simplemente no podía creer. Sin duda el cotilleo lo empezaría con ella misma, no se sentía del todo honesta hablando de los demás, tal vez le contaría de aquel hombre que le había asustado en su primer día en el burdel, luego le contaría de esas cosas curiosas que se veían en aquel lugar. No planeaba cansarlo, agobiarlo hablando sólo de ella, también quería saber un poco más de su persona.

Él caballerosamente le abrió la puerta y ella ingreso a su casa un poco apenada, con la postura imperceptiblemente encorvada pero una vez que él cerró la puerta tras ellos, se enderezó. El lugar era pequeño y humilde pero acogedor, aunque en el ambiente no existía ese toque hogareño que da una madre.

-¡Tú dime en que puedo ayudarte y yo con gusto lo haré!- exclamó siguiéndolo a la cocina, estaba ansiosa por comenzar a pelar o a rebanar con un cuchillo tan finamente como él quisiera, lo que él quisiera. Y aunque la embargaba esa emoción que siempre le había impulsado a hacer las cosas sin pensarlas dos veces, en ese momento y en esa casa en la que era una total intrusa, ella estaba contenida y aunque su voz temblaba ligeramente de la emoción, su cuerpo permanecía sereno y esperando las instrucciones de su anfitrión.
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Mensaje por Invitado Miér Abr 25, 2012 5:22 am

Por un segundo su mente vagó a sitios que nunca se había atrevido a visitar por su propia cuenta, era como si aquel rincón dentro de su mente lo hubiese buscado y encontrado a él y no viceversa. Aquel sitio al que había arribado dentro de su proceso mental era ese mismo en donde estaba parado en la realidad, su casa, pero sobre todo, acompañado de alguien como ella, como Eve. Pablo luchó encanizadamente, el cielo lo sabía, por no pecar de patetismo, pero al final había sido vencido; no esperaba otra cosa.

Aquella chica a la que acababa de conocer le robó el corazón, tan sencillo como eso, y tan contundente que dentro de su mente ya había escrito un par de melodías a fugacidad, inspiradas en ella, para ella. Quizá, o mejor dicho, estuvo seguro que jamás las tocaría, no estuvo ni siquiera convencido de alguna vez plasmarlas en hojas pautadas. Suspiró y parpadeó un par de veces saliendo de su ensoñación, la miró confundido porque había estado navegando en aquel estupor que se mezclaba con la realidad de forma traicionera y ladina. Sacudió la cabeza y terminó por llegar a la cocina de la pequeña, sucia y fea casa que habitaba en París. Tal vez no era tan horrendo como él quería verlo, pero de pronto le pareció que Eve no pertenecía ahí, su belleza era demasiado abrumadora como para rodearla de tanta roña y tanto cochambre, Pablo la observó ahí radiante, con las paredes despintadas y el marco de la ventana roído como fondo, creyó y estuvo seguro que el lugar de aquella mujer debía ser un palacio, mucho más grande que la casa que fuera suya cuando aún era Pablo Sant Jordi, hijo de Iñaki y Aranza, terratenientes de Barcelona, no Pablo Díaz-Reixa, el don nadie criado por gitanos. Estuvo seguro como si fuese la verdad más poderosa en ese instante, que Eve debía estar en un gran salón de cristales y oro, al lado de un príncipe, o de un rey.

-Ven -finalmente abrió la boca e ingresó a la cocina, que dadas las dimensiones de su casita, estaba a pocos pasos-, ayúdame con esto –pidió, se remangó las mangas de la amarillenta y vieja camisa y comenzó a vaciar las verduras que había comprado sobre la barra. Las calabazas y berenjenas para el ratatouille. Llenó una tina con agua y echó ahí todo-, ayúdame a lavarlas –dijo mientras el mismo tomaba un calabacín y lo frotaba con agua y un poco de jabón que tenía ahí cerca.

-¿Cómo es que llegaste a París? –era increíble que Pablo profiriera una pregunta para iniciar una conversación, pero extrañamente, al llegar a la conclusión de que Eve era hermosa, la más hermosa mujer que jamás había visto, pero que su sitio era otro y ahí parecía sólo una estación de transito hacia algo mejor (al lado de un príncipe o rey) el nerviosismo le dio tregua y se sintió llanamente bien a su lado. Sonrió contrariado sin mirarla, fijando su vista en las verduras que flotaban en el agua-. Es decir, evidentemente no eres de por aquí –rio nervioso y taimado pero pronto se recompuso. Alzó la mirada –debe ser interesante lo que tengas que contar –finalmente añadió, contrario a su propia historia, se dijo, pero ahora no importaba, él no importaba.

Eve era el centro del universo en ese instante mientras ambos lavaban verduras en una vieja tina de madera.
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Mensaje por Invitado Miér Jun 20, 2012 12:22 am

La casa en la que vivía el joven era humilde y aunque con un par de pasos cubrieron la distancia que los llevaba a la cocina, era evidentemente un espacio mucho más grande del que habitaba Eve, un simple cuarto rentado con las cosas más indispensables apretujadas por el lugar.

Lo imitó en la labor que estaba llevando a cabo, tomó un calabacín y comentó a frotarlo con agua y un poco de jabón impregnado en sus manos, tomó aquella verdura que le era conocida por que aún le intrigaba aquellos ejemplaros de colores morados y dada su desconocimiento, se dedicó a lavar calabacines y dejar pasar las berenjenas para no estropearlas.

-Yo me encargó de los calabacines.- le sonrió, luego se dedicó a observarlo unos segundos, sopesando la pregunta que acababa de hacerle, no era una mirada incomoda o incrédula por lo que acaba de escuchar, más bien estaba sorprendida de si misma porque por primera vez sentía que podía dar una respuesta sincera y fluida sobre a ello. Inexplicablemente sentía que podía hablar durante horas con Pablo, sin que este la juzgara de alguna manera. - Hice un viaje demasiado largo junto a un amigo- “un amigo” Alvar no había sido para ella un simple amigo, pero al mencionarlo sonaba tan lejano, enterrado bajo gruesas capas de tierra, bajo gruesos muros reforzados por pensamientos que tenían como objetivo contener aquellos recuerdos. –No sé si hice lo correcto- pretendía no pensar muy a menudo sobre su familia, aquella que la atosigaba de responsabilidades y de la cual había decidido escapar. –Deje algunas cosas atrás, una madre y hermanos… - titubeo unos segundos, inclusive sus manos detuvieron sus movimientos. - No deseo aburrirte – digo mientras ponía uno de los calabacines lavados fuera de la tina junto al otro par que ya había tallado. –Además no creo adecuado hablar solamente de mí.- se apoyó en la endeble mesa de madera donde había colocado los calabacines recién lavados.- Si quieres saber de mi, tú también deberás contarme cosas sobre ti..-

El ambiente era ligero, era extraño pero tal vez jamás se había sentido tan cómoda, inclusive su soledad se desenvolvía en un ambiente que hacía del aire más espero y de cierta forma le asfixiaba. El joven la llenaba de tranquilidad y cada uno de sus gestos y movimientos le inspiraba confianza, las dudas de ella para con él eran mínimas, las indispensables de salvaguarda de todo ser humano, deseaba contarle su vida, deseaba ver en él un amigo, al confidente que jamás había tenido.

-Necesitas que corte los calabacines y la berenjena ¿rodajas?- observó a su alrededor, y tomó un cuchillo de buen tamaño, ideal para esa tarea. - ¿Tienes Familia?-

Aquella pregunta le surgió de manera natural, había recordado a la propia al remover los motivos por los cuales ahora yacía en aquella ciudad. Él había mencionado que vivía con una amiga, ¿tendría familia? ¿Su historia sería un tanto similar a la suya? De antemano sabía que para aclarar aquellas dudas, ella misma debía contar su historia, una historia que tal vez Pablo no deseaba escuchar y ella estaba entrometiéndose demasiado.
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