Mar de tinieblas... (Jean Luc Gravois)

por **Yulianna Fiódorovna** Jue Mayo 19, 2011 10:34 am

Calles de París. Noche. Luna menguante. LLuvia. 22.00.

Yulianna paseaba por las calles de París. Llovía. El agua corría hacia las alcantarillas. Había indigentes que intentaban esconderse en las calles más ocuras, otros que buscaban cartones en la basura, algunos se atrevían a pedir comida caliente en los restaurantes: eran echados, desahuciados; nadie tenía piedad con ellos. Y allí estaba ella, entre la gente rica que cenaba al calor de la chimenea en los lugares más privilegiados, otros que tomaban café, algunos chocalate, y finalmente madres llevando a sus niños de nuevo a casa, personas paseando a sus mascotas. Y ella... ella estaba sola. Se encontraba caminando, en línea recta, con la cabeza alta, mirando cada detalle. Y seguía lloviendo. Ella llevaba un vestido verde botella, y un paraguas a juego; llovía mucho. Y tronaba, pero ella no pasaba. Insaciable continuaba; el camino de esa calle no parecía acabar. Escuchaba, atentamente, cada detalle de esa noche. Los gritos, al violinista tocando por un par de francos; y veía, a las parejas besándose, a otros discutiendo... ¿París era tan grande? Pero no miró atrás. Continuó caminando. Pensando. ¿Su vida era así? Noche de jueves, común el teatro, ir a cenar... ¿y ella? No. Ella, pese a su dinero, sus galas, su casa y sus negocios... sola. Empezaba a acostumbrarse. Y entonces vio a un muchacho de cabello negro. Era alto, atractivo, de piel pálida, y estaba mojado, o eso parecía. Permanecía contra una parez. No alcanzaba a verle la mirada, pero debía ser hermosa. Y entonces se paró frente a él, sin poder evitarlo. Necesitaba que alguien la acogiese, que fuese su guía, que eliminase su tristeza, alguien cuya presencia mereciese una reverencia. Alguien que la abrazase. Y tenía frío. Dejó de observarlo. Debía parecer ridícula allí. Observándolo. Y continuó caminando. Sola. Se sentía en un mar de tinieblas.

por **Jean Luc Gravois** Jue Mayo 19, 2011 5:49 pm

Aquella tarde, había salido a pasear. Era uno de aquellos días en los que le apetecía relajarse, respirar el aire frío y húmedo de la ciudad de París, caminando sin rumbo ni destino. Como muchas de aquellas veces, había perdido la noción del tiempo, y tan sólo el rugir de su estómago, le avisó de la hora que era, pues ni el ponerse del sol, le había sacado de su ensimismamiento. Se tocó el vientre, masajeándolo con una mano como si con ello fuera a lograr apaciguar sus tripas que gruñían con ferocidad. Miró a su alrededor, intentando situarse, pero no conocía aquella zona y decidió aventurarse y callejear en busca de algún pequeño puesto de comida, lo suficientemente asequible para su bolsillo.

Tras un rato un tanto largo, encontró un lugar en el que conseguir algo que llevarse a la boca. Compró una gran hogaza de pan y una bota de vino dulce que cargó bajo el brazo. Salió del pequeño y enmohecido local, con intención de dejarse caer en algún rincón apartado. Sin embargo, no contaba con que oiría un nuevo rugido, esta vez del cielo, y es que se puso negro y no por la noche, sino por las nubes oscuras que lo encapotaron, impidiendo incluso, ver los luceros en el firmamento. Se subió el cuello de la casaca y apresuró el paso, decidiendo cobijarse en cuanto de chispear, pasó a casi diluviar. Se apegó a la pared, junto a un pequeño portal, donde una cornisa de poco más de dos palmos, le refugiaba mínimamente, pues el agua caía diagonalmente.

Se quedó allí parado unos minutos, cuando una joven se le acercó. Una chica rubia que para nada cuadraba en aquel lugar. Era como ver una flor en mitad de un campo de ortigas. ¿Qué estaba haciendo ahí? ¿Y por qué se paraba frente a él y se quedaba en silencio? Enarcó una ceja, sin a penas moverse y la chica se alejó nuevamente. Se aseguró que la bota y el pan estaban bien sujetos y a resguardo bajo su brazo y siguió a la chica de cerca, sin realmente decirle nada, llegando a parecer un acosador.

por **Yulianna Fiódorovna** Vie Mayo 20, 2011 7:35 am

Continuó su camino. Aún llovía más. Mucho más. Y no sabía a dónde ir, pero se sentía mal esa noche. No sabía por qué pero no era su día ideal. Recordó al muchacho que acababa de ver, creía haberlo visto con una hogaza de pan, algo tan sencillo que le encantaría probar. Quizás en un campo, o en su propia casa, pero nunca había comido así porque sí pan, es decir, que estaba acostumbrada a que siempre le hiciesen todo, y eso no cambiaría.

Continuó visualizando a todas las personas que había en la calle. Muchos ahora corrían. Diluviaba. Y ella estaba cansada de caminar. Giró a la derecha y entonces... aquel joven iba detrás de ella. ¿Coincidencia? No lo sabía, pero sin duda parecía dirigirse al mismo lugar que ella, y eso que ni ella misma sabía a dónde iba. Se paró en la pared, justo como él estaba antes y cerró el paragüas, pues había un soportal. ¿Se fijaría en ella? Ésta sentía curiosidad.

Él estaba cerca, ella le observaba, pero cuando lo vio muy muy cerca cambió la mirada. Intrigada. ¿Qué tenía ese joven que le llamaba la atención? Suponía que en parte era su aspecto, pues el cabello largo en los hombres era algo que le encantaba. Sin duda siempre le había llamado eso la atención. Y continuaba lloviendo.

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