Cafetería "Le Rose Blanche" - Caroline Van De Vallery

por **Giselle Kruger** Sáb Mayo 21, 2011 2:07 pm

Había terminado mi clase privada con mi mejor amigo, Francis. Fue un una clase complicada, me costó mucho entender, pero valía la pena, ya que cada vez se acerba más a mi menta, tener el conocimiento absoluto del tema.

Levaba un bolso, donde podía dejar mis papeles con confianza, sin que se arruguen, decidí caminar hasta mi hogar, me gustaba caminar, mirara las tiendas de paso, y ver algo que me gustara, me gustaba comparar, era una forma de satisfacerme a mí misma.

¿y qué tal un café? – cruzando la calle había una cafetería, nunca la había visto, fue raro, me pareció interesante ver que tal era, solo esperaba que fuese una tienda mixta.
Había una mujer sentada, sola, así que con confianza decidí entrar.
Era temprano, aun no comía mi merienda, así que decidí compartirá con algunas galletas.

Por fin, me senté en una de las mesas, y con suma delicadeza tome mi taza y calcule que tan caliente estaba, come mi cuchara y coloque dos de azúcar. Me quite mi pequeño sombrero, que combinaba con mi vestido verde esmeralda.

por **Carolina Van de Valley** Lun Jun 20, 2011 12:51 pm

Había decidido salir aquella noche. No es que me gustara salir a la calle. Es más, casi nunca lo hacía. Pero soy consciente de que no puedo vivir las 7 noches de la semana encerrada. A veces, tenía la necesidad de salir a que me diera el aire. Aquello me servía para pensar, para inspirarme.

Y estos días necesitaba mucha inspiración. No sólo porque estuviera empezando una ópera, sino por algo mucho más mundano. Por sentimientos que creí que nunca más volvería a experimentar tras la muerte de mi Maestro. Y es que, la entrada del señor Gregori Lindemann había puesto mi marchita existencia patas arriba.

Si me quedaba una noche más sola encerrada en casa, acabaría por estallar. Por eso, salí a una de las cafeterías cercanas de mi modesto apartamento. Me llevé mis notas de música y partituras. Allí podría trabajar tranquila.

Al entrar, reparé en que sólo había dos señoras en la cafetería; una muchacha rubia y otras más mayor, pelirroja. Tomé una de las mesas más apartadas. El camarero me preguntó por mi pedido. Yo le dije que un café sería suficiente. Aunque, en realidad, a los vampiros no les afectaba igual que a los mortales. Debía aparentar.

Una vez que el camarero me hubo traído mi pedido, me concentré en mis notas y mis partituras.

Cafetería "Le Rose Blanche" - Caroline Van De Vallery

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