AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Una necesidad [Carolina Van De Vallery]
Página 1 de 2.
Página 1 de 2. • 1, 2
Una necesidad [Carolina Van De Vallery]
Por fin… había dejado de escuchar el movimiento de las ruedas del carruaje por más de 3 horas de viaje, desde el puerto del lado norte de Francia hasta mi mansión.
Abrí los ojos con lentitud, y no mire nada en particular. Me encontraba sentado, con ambas manos sobre la manilla de mi bastón que estaba entre mis piernas, aún pensaba… en muchas cosas, si no fuera porque tendría que bajarme, aun seguiría allí, pegado en mis pensamientos.
- Hemos llegado señor Lindemann – anuncio la ronca voz del chofer antes de abrir la puerta. – Despegue mi concentrada mirada y observe los ojos cansados del chofer.
Mis zapatos pisaron las piedras sueltas que juntas formaban un camino para llegar a las puertas de mi mansión, camine unos pasos, mi mirada aun estaba perdida, aun no asimilaba mi llegada, pero luego, me detuve y me gire para ver al chofer. – Necesito que me lleve a otro lugar ahora.
Sabía que el hombre no estaba en la disposición adecuada para seguir trabajando, pero me daba igual, era su trabajo, y además, le pagaba por hacerlo. Me apoye de mi vasto y espere a que el hombre abriera nuevamente al carruaje de cortinas rojas escarlatas y fabricada de una madera de color negra.
A medida de que iba llegando, mantuve la cortina un poco abierta, la cual me facilitaría ver en qué sector no encontrábamos, hasta que por fin, di con el paradero… algo por dentro me jugó una mala pasada, fue una sensación de nostalgia pero a la vez, de felicidad, de gozo, alegría… anhelos.
- Deténgase aquí – le ordene al chofer. Esta vez, preferí ser yo quien abriera la puerta y bajara del carruaje, sin meter ruido alguno en las calles despobladas de Paris. Era increíble sentir el silencio, pero este, era un área tranquila, lo extraño era en el centro de Paris.
- Ya sabes donde esperarme… - el hombre no dijo nada y marcho
Ahora me encontraba solo, era una figura alta con una capa negra y sombrero de copa, que miraba un edificio de buen aspecto.
Podía sentir un aroma particular, cerré nuevamente mis ojos… y mi piel se erizo por completo. Me imaginaba su rostro, tan angelical, tan bello, tan puro… su sonrisa tímida, perfecta y admiradora… sus ojos, tan claros como los míos, eran las ventanas de un alma tranquila y estimada… y sus labios, quietos… rojos, deseosos…
Estaba decidido a buscar una forma de poder verla… y había una… la ventana del departamento de Carolina, estaba entre abierta.
Había llegado de muy lejos, las horas de viajes fueron infinitamente largas… y el primer gusto que quería darme al llegar a Paris, era tan solo… verla, a ella… fuese como fuese. ¿Cuánto tiempo ha pasado ya? ¿Dos meses aproximadamente?... quería darme el gusto de hacerlo. Estaba tan decidido a hacerlo, que estaba seguro que Carolina no me sentiría en estos momentos.
Abrí los ojos con lentitud, y no mire nada en particular. Me encontraba sentado, con ambas manos sobre la manilla de mi bastón que estaba entre mis piernas, aún pensaba… en muchas cosas, si no fuera porque tendría que bajarme, aun seguiría allí, pegado en mis pensamientos.
- Hemos llegado señor Lindemann – anuncio la ronca voz del chofer antes de abrir la puerta. – Despegue mi concentrada mirada y observe los ojos cansados del chofer.
Mis zapatos pisaron las piedras sueltas que juntas formaban un camino para llegar a las puertas de mi mansión, camine unos pasos, mi mirada aun estaba perdida, aun no asimilaba mi llegada, pero luego, me detuve y me gire para ver al chofer. – Necesito que me lleve a otro lugar ahora.
Sabía que el hombre no estaba en la disposición adecuada para seguir trabajando, pero me daba igual, era su trabajo, y además, le pagaba por hacerlo. Me apoye de mi vasto y espere a que el hombre abriera nuevamente al carruaje de cortinas rojas escarlatas y fabricada de una madera de color negra.
A medida de que iba llegando, mantuve la cortina un poco abierta, la cual me facilitaría ver en qué sector no encontrábamos, hasta que por fin, di con el paradero… algo por dentro me jugó una mala pasada, fue una sensación de nostalgia pero a la vez, de felicidad, de gozo, alegría… anhelos.
- Deténgase aquí – le ordene al chofer. Esta vez, preferí ser yo quien abriera la puerta y bajara del carruaje, sin meter ruido alguno en las calles despobladas de Paris. Era increíble sentir el silencio, pero este, era un área tranquila, lo extraño era en el centro de Paris.
- Ya sabes donde esperarme… - el hombre no dijo nada y marcho
Ahora me encontraba solo, era una figura alta con una capa negra y sombrero de copa, que miraba un edificio de buen aspecto.
Podía sentir un aroma particular, cerré nuevamente mis ojos… y mi piel se erizo por completo. Me imaginaba su rostro, tan angelical, tan bello, tan puro… su sonrisa tímida, perfecta y admiradora… sus ojos, tan claros como los míos, eran las ventanas de un alma tranquila y estimada… y sus labios, quietos… rojos, deseosos…
Estaba decidido a buscar una forma de poder verla… y había una… la ventana del departamento de Carolina, estaba entre abierta.
Había llegado de muy lejos, las horas de viajes fueron infinitamente largas… y el primer gusto que quería darme al llegar a Paris, era tan solo… verla, a ella… fuese como fuese. ¿Cuánto tiempo ha pasado ya? ¿Dos meses aproximadamente?... quería darme el gusto de hacerlo. Estaba tan decidido a hacerlo, que estaba seguro que Carolina no me sentiría en estos momentos.
Invitado- Invitado
Re: Una necesidad [Carolina Van De Vallery]
¿Por qué salir cuando no hay nada que anhelar? ¿Por qué observar a parejas en los parques, familias en los restaurantes, amantes en los burdeles cuando una misma no conocía ya aquellos sentimientos?
Cuando a una se le antoja algo demasiado lejano, indiferente, tibio...No había razón para salir a buscarlo.
Y eso fue lo que hice. Quedarme en mi apartamento de la Rue de París. Una noche, tras otra, tras otra y tras otra. Las horas de miserable existencia se me pasaban eternas. Sí, la eternidad era demasiado tiempo para mí.
Todos se habían marchado. ¿Qué diablos le pasaba a los hombres? ¿por qué se iban sin mentarlo si quiera? ¿acaso hice mal a alguna gitana para que me apartase de todos aquellos con los que lograba trabar amistad? No era fácil para mí abrirme a los demás y, cuando lo conseguía, la noche los engullía como lobos.
Sin saber por qué, aquella noche mis pensamientos estuvieron dirigidos a un vampiro en particular. No, no era Friedrich. El velo de mi Maestro se había cubrido casi por completo. Tampoco era Dimitri...aquel malnacido ya tuvo de mí las lágrimas que quería.
El caballero al que casi podía dibujar con mi mente no era otro que Gregori Lindemann. ¿Por qué él? Quizá porque era la pérdida que más me dolía. Se fue, simplemente. No dejó nota, ni despedida...Nada con lo que pudiera rememorarle. Temía que se empezase a difuminar con el tiempo, como tantos otros se han difuminado.
Me levanté del sofá orejero y caminé hacia el gran ventanal, que estaba entreabierto, cubierto con unas cortinas burdeos. Desde la calle, los viandantes podrían ver la luz del candelabro iluminando tibiamente el salón, comunicándo que, efectivamente, había alguien allí.
Pero a esas horas, la plaza de París estaba vacía. Algunos camareros uniformados recogían las mesas de las terrazas. La lluvia había calado la plaza adoquinada. Y, aunque no pude sentir la humedad de la lluvia recién caída, me la imaginé.
La luz de la farola iluminó a cierto personaje galante estacionado en la plaza. Y mis ojos no me engañaron.
Con el ímpetu de un alma descarriada, bajé las escaleras del edificio y salía a la plaza. Me quedé unos instantes en medio de los adoquines, sin poder apartar la vista de él.
Cuando tuve su rostro a unos centímetros del mío, le asesté una bofetada en la mejilla. Mis labios temblaban, mis ojos empezaban a acuarse.
-¡¿Por qué?!-fue lo primero que escapó de mis labios.-¿Tanto te habría costado una mísera carta, una despedida?
No sabía cuando fue el momento en el que empecé a tutearle. Tampoco sabía de dónde había sacado el valor para abofetear a un caballero. Pero allí estaba yo; en medio de una plaza abandonada, encharcada y temblorosa.
-Pensé...-dejé escapar un sollozo ahogado y no terminé la frase. Si hubiera tenido aliento, el frío del otoño parisino me habría echo soltar bocanadas de aire.
Cuando a una se le antoja algo demasiado lejano, indiferente, tibio...No había razón para salir a buscarlo.
Y eso fue lo que hice. Quedarme en mi apartamento de la Rue de París. Una noche, tras otra, tras otra y tras otra. Las horas de miserable existencia se me pasaban eternas. Sí, la eternidad era demasiado tiempo para mí.
Todos se habían marchado. ¿Qué diablos le pasaba a los hombres? ¿por qué se iban sin mentarlo si quiera? ¿acaso hice mal a alguna gitana para que me apartase de todos aquellos con los que lograba trabar amistad? No era fácil para mí abrirme a los demás y, cuando lo conseguía, la noche los engullía como lobos.
Sin saber por qué, aquella noche mis pensamientos estuvieron dirigidos a un vampiro en particular. No, no era Friedrich. El velo de mi Maestro se había cubrido casi por completo. Tampoco era Dimitri...aquel malnacido ya tuvo de mí las lágrimas que quería.
El caballero al que casi podía dibujar con mi mente no era otro que Gregori Lindemann. ¿Por qué él? Quizá porque era la pérdida que más me dolía. Se fue, simplemente. No dejó nota, ni despedida...Nada con lo que pudiera rememorarle. Temía que se empezase a difuminar con el tiempo, como tantos otros se han difuminado.
Me levanté del sofá orejero y caminé hacia el gran ventanal, que estaba entreabierto, cubierto con unas cortinas burdeos. Desde la calle, los viandantes podrían ver la luz del candelabro iluminando tibiamente el salón, comunicándo que, efectivamente, había alguien allí.
Pero a esas horas, la plaza de París estaba vacía. Algunos camareros uniformados recogían las mesas de las terrazas. La lluvia había calado la plaza adoquinada. Y, aunque no pude sentir la humedad de la lluvia recién caída, me la imaginé.
La luz de la farola iluminó a cierto personaje galante estacionado en la plaza. Y mis ojos no me engañaron.
Con el ímpetu de un alma descarriada, bajé las escaleras del edificio y salía a la plaza. Me quedé unos instantes en medio de los adoquines, sin poder apartar la vista de él.
Cuando tuve su rostro a unos centímetros del mío, le asesté una bofetada en la mejilla. Mis labios temblaban, mis ojos empezaban a acuarse.
-¡¿Por qué?!-fue lo primero que escapó de mis labios.-¿Tanto te habría costado una mísera carta, una despedida?
No sabía cuando fue el momento en el que empecé a tutearle. Tampoco sabía de dónde había sacado el valor para abofetear a un caballero. Pero allí estaba yo; en medio de una plaza abandonada, encharcada y temblorosa.
-Pensé...-dejé escapar un sollozo ahogado y no terminé la frase. Si hubiera tenido aliento, el frío del otoño parisino me habría echo soltar bocanadas de aire.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 495
Fecha de inscripción : 19/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una necesidad [Carolina Van De Vallery]
Mire la entrada del edificio, mi cuerpo aun no se movía de donde me había bajado del carruaje, mis manos aun sostenían el bastón, y la oscuridad de la calle, estaba acompañado por los postes de luz con velas totalmente chorreadas. Deje escapar un suspiro, sentí de pronto, que no podía moverme.
Mire nuevamente a la ventana del departamento de Carolina, y alcance a distinguir su figura, la cual se había apartado del, fue algo fugaz, ¿me habrá visto? Y si fue así… ¿A dónde iría?
Deje de mirar hacia arriba hasta que sentí movimiento en el primer piso, era ella, no me lo podía creer…
Sentí un malestar dentro de mí, fue de nuevo esa sensación de nostalgia mezclado con un gozo al verla caminar hacia mí. Aparte el bastón que estaba delante y lo deje encargado a mi mano derecha.
Ahora estábamos solos, juntos de nuevo… mire su rostro, algo me pareció extraño, un movimiento, que alcanzaba a detener, iba directo a mi rostro, era para mí y creo que lo tenía bien merecido. Mi rostro se giro automáticamente, mi sombrero de copa se giro un poco sobre mi cabeza, y escuche su voz, su agotada voz, triste y agobiada.
A mi mente llego un fugaz recuerdo, el de mi ida hacia el norte de Inglaterra, no había pensado en Carolina, para nada, estaba… tan acostumbrado a no excusar mis largas ausencias a nadie… sabiendo que no tenía a nadie en este mundo a quien dárselas, fue un día… muy distraído.
Pestañe un poco, y baje la cabeza en forma de rendición, mis labios aun estaba sellados, me sentí avergonzado y con muchísima vergüenza. Me encontré nuevamente con los ojos de Carolina, por un momento pensé que los encontraría desafiantes, pero encontré que una lágrima estaba recorriendo su mejilla.
Buscaba a quien echarle la culpa, ¿tal vez a mi eterna soledad? ¿mi despreocupación?. No sabía que decirle…
Nuevamente la escuche hablar, y fue allí donde no lo soporté más mantener mi silencio.
Me arrodille delante de ella, dejando el bastón en el suelo y no apartando mi mirada hacia su rostro - No sé cómo expresar… mis disculpas, pero créame que lo haré todo por remediarlo, no soporto verla así – tuve el valor de tomar su suave mano y traerla hasta mi – pero si usted no desea verme más... una palabra suya me silenciará para siempre. Pero antes, debo decirle que me ha embrujado en cuerpo y alma, y... la respeto demasiado como para no cumplir sus deseos.
Mire nuevamente a la ventana del departamento de Carolina, y alcance a distinguir su figura, la cual se había apartado del, fue algo fugaz, ¿me habrá visto? Y si fue así… ¿A dónde iría?
Deje de mirar hacia arriba hasta que sentí movimiento en el primer piso, era ella, no me lo podía creer…
Sentí un malestar dentro de mí, fue de nuevo esa sensación de nostalgia mezclado con un gozo al verla caminar hacia mí. Aparte el bastón que estaba delante y lo deje encargado a mi mano derecha.
Ahora estábamos solos, juntos de nuevo… mire su rostro, algo me pareció extraño, un movimiento, que alcanzaba a detener, iba directo a mi rostro, era para mí y creo que lo tenía bien merecido. Mi rostro se giro automáticamente, mi sombrero de copa se giro un poco sobre mi cabeza, y escuche su voz, su agotada voz, triste y agobiada.
A mi mente llego un fugaz recuerdo, el de mi ida hacia el norte de Inglaterra, no había pensado en Carolina, para nada, estaba… tan acostumbrado a no excusar mis largas ausencias a nadie… sabiendo que no tenía a nadie en este mundo a quien dárselas, fue un día… muy distraído.
Pestañe un poco, y baje la cabeza en forma de rendición, mis labios aun estaba sellados, me sentí avergonzado y con muchísima vergüenza. Me encontré nuevamente con los ojos de Carolina, por un momento pensé que los encontraría desafiantes, pero encontré que una lágrima estaba recorriendo su mejilla.
Buscaba a quien echarle la culpa, ¿tal vez a mi eterna soledad? ¿mi despreocupación?. No sabía que decirle…
Nuevamente la escuche hablar, y fue allí donde no lo soporté más mantener mi silencio.
Me arrodille delante de ella, dejando el bastón en el suelo y no apartando mi mirada hacia su rostro - No sé cómo expresar… mis disculpas, pero créame que lo haré todo por remediarlo, no soporto verla así – tuve el valor de tomar su suave mano y traerla hasta mi – pero si usted no desea verme más... una palabra suya me silenciará para siempre. Pero antes, debo decirle que me ha embrujado en cuerpo y alma, y... la respeto demasiado como para no cumplir sus deseos.
Invitado- Invitado
Re: Una necesidad [Carolina Van De Vallery]
Gregori no dijo nada mientras le reprendía. Aquello me hizo sentir más ansiosa que antes. "Habla. Dime algo. Lo que sea...Sólo quiero" Escuchar su voz de nuevo para convencerme de que era real.
Sabía que no tenía ningún derecho a exigirle explicación alguna por su comportamiento. Debería estar acostumbrada; los vampiros somos seres variables y de carácter cambiante. ¿Quién diablos era yo para reclamarle cualquier cosa al señor Lindemann? Es más, ¿por qué me había entristecido tanto su partida?
Me disponía a marcharme de allí. Disculparme y marcharme, porque no quería verlo. ¿O sí quería? No sabía lo que pasaba por mi cabeza en aquellos instantes. Ideas contradictorias fluían y me obligaban a apartarme, a acercame. Aquel encuentro me había desconcertado por completo. Me había hecho a la idea de que él había desaparecido; como Friedrich y como Dimitri...Sin embargo, sin embargo...
"Ha vuelto. Es el único que ha vuelto"
Por fín, sus palabras resonaron en medio de la plaza como un susurro de lluvia. Pensaba que me iba a increpar por mi comportamiento tan descortés. Pero, en lugar de eso, mostró la caballerosidad y elegancia que siempre le habían caracterizado. "No lo merezco"
-Ni se te ocurra...Nunca más...-aún estaba agitada por el encontronazo y mi posterior reacción. Mi voz todavía temblaba; yo entera todavía temblaba. Del lagrimal de mis ojos se escapó una lágrima roja escarlata, pero la sequé rápidamente. -...No vuelva a hacerme algo así. Sólo...No lo haga.-repuse. Recuperé de nuevo la compostura y volví a tratarlo de usted, coloqué un mechón de mi cabello rubio detrás de la oreja y carraspeé.
Le insté para que se pusiera de pie otra vez. Él estaba calado hasta los huesos, ambos lo estábamos...Aunque no podíamos notarlo con precisión.
-¿Le...le apetece subir a mi apartamento y tomar una copa de alcohol?-era un ofrecimiento que podría haber estado fuera de lugar. Pero era una vampiresa; éramos vampiros. Seres eternos que necesitan compañía aunque me negase a reconocerlo. Además, ansiaba preguntarle el motivo de su marcha tan precipitada.
Sabía que no tenía ningún derecho a exigirle explicación alguna por su comportamiento. Debería estar acostumbrada; los vampiros somos seres variables y de carácter cambiante. ¿Quién diablos era yo para reclamarle cualquier cosa al señor Lindemann? Es más, ¿por qué me había entristecido tanto su partida?
Me disponía a marcharme de allí. Disculparme y marcharme, porque no quería verlo. ¿O sí quería? No sabía lo que pasaba por mi cabeza en aquellos instantes. Ideas contradictorias fluían y me obligaban a apartarme, a acercame. Aquel encuentro me había desconcertado por completo. Me había hecho a la idea de que él había desaparecido; como Friedrich y como Dimitri...Sin embargo, sin embargo...
"Ha vuelto. Es el único que ha vuelto"
Por fín, sus palabras resonaron en medio de la plaza como un susurro de lluvia. Pensaba que me iba a increpar por mi comportamiento tan descortés. Pero, en lugar de eso, mostró la caballerosidad y elegancia que siempre le habían caracterizado. "No lo merezco"
-Ni se te ocurra...Nunca más...-aún estaba agitada por el encontronazo y mi posterior reacción. Mi voz todavía temblaba; yo entera todavía temblaba. Del lagrimal de mis ojos se escapó una lágrima roja escarlata, pero la sequé rápidamente. -...No vuelva a hacerme algo así. Sólo...No lo haga.-repuse. Recuperé de nuevo la compostura y volví a tratarlo de usted, coloqué un mechón de mi cabello rubio detrás de la oreja y carraspeé.
Le insté para que se pusiera de pie otra vez. Él estaba calado hasta los huesos, ambos lo estábamos...Aunque no podíamos notarlo con precisión.
-¿Le...le apetece subir a mi apartamento y tomar una copa de alcohol?-era un ofrecimiento que podría haber estado fuera de lugar. Pero era una vampiresa; éramos vampiros. Seres eternos que necesitan compañía aunque me negase a reconocerlo. Además, ansiaba preguntarle el motivo de su marcha tan precipitada.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 495
Fecha de inscripción : 19/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una necesidad [Carolina Van De Vallery]
Por un momento pensé que mi querida Vampiresa, me rechazaría… me pediría que me marchara, que no la volviera a ver, y con el dolor de mi supuesta alma… debía respetar sus decisiones, con un dolor inmenso, con ganas y deseos de seguir estando a su lado, escuchando su voz, ver su sonrisa, sus ojos… los cuales pensé, que podría quedarme toda la madrugada allí, mirándola por toda la eternidad y no necesitaría nada más.
- No, nunca más, lo prometo… - incline un poco mi cabeza en forma de respeto.
Me levante, y se hizo notorio la diferencia de tamaño. Esbocé una delicada sonrisa, y me quite el sombrero delante de ella – no, nunca más… - dije nuevamente, respondiendo con calma y en voz baja, solo para que ella me escuchara.
Aun mantenía su mano junto a la mía, y me di el lujo de acariciarla con mi dedo pulgar, una chisma me hizo pensar en algo demasiado fantástico, algo deseoso, algo placentero, mirándola a los ojos, y desviar mis ojos a sus labios…
- Es usted muy amable… - acepte su invitación y finalmente, solté su mano.
Mire por última vez la calle, estaba despoblada, los rayos del sol aun ni pensaban asomarse por los cielos. Se podía sentir una brisa, que ondeaba mi capa negra al compa de mis pasos.
Su subí junto a la señorita Van de Vallery, no había ni un alma en los pasillos del departamento, pero podía escuchar y sentir que varios humanos dormían en cada una de las habitaciones.
Me quite la capa y junto al sombrero, los deje colgados en una percha que había cerca, dejándome con un abrigo de un azul obscuro, una camisa blanca y un pañuelo que combinaba con el abrigo.
Recibí la copa que Carolina que había traído – gracias… - esperé que ella tomara asiento para así acompañarla hasta que el sol se colocara delante del departamento, indicando que la mañana había llegado.
- Debo excusarme… - dije antes de tomar de la bebida, tampoco pensaba mentirle, era una vampiresa, lo sabría todo. - … eh tenido que viajar… al sur de Inglaterra, fue algo inesperado y debía estar lo más pronto posible.
- No, nunca más, lo prometo… - incline un poco mi cabeza en forma de respeto.
Me levante, y se hizo notorio la diferencia de tamaño. Esbocé una delicada sonrisa, y me quite el sombrero delante de ella – no, nunca más… - dije nuevamente, respondiendo con calma y en voz baja, solo para que ella me escuchara.
Aun mantenía su mano junto a la mía, y me di el lujo de acariciarla con mi dedo pulgar, una chisma me hizo pensar en algo demasiado fantástico, algo deseoso, algo placentero, mirándola a los ojos, y desviar mis ojos a sus labios…
- Es usted muy amable… - acepte su invitación y finalmente, solté su mano.
Mire por última vez la calle, estaba despoblada, los rayos del sol aun ni pensaban asomarse por los cielos. Se podía sentir una brisa, que ondeaba mi capa negra al compa de mis pasos.
Su subí junto a la señorita Van de Vallery, no había ni un alma en los pasillos del departamento, pero podía escuchar y sentir que varios humanos dormían en cada una de las habitaciones.
Me quite la capa y junto al sombrero, los deje colgados en una percha que había cerca, dejándome con un abrigo de un azul obscuro, una camisa blanca y un pañuelo que combinaba con el abrigo.
Recibí la copa que Carolina que había traído – gracias… - esperé que ella tomara asiento para así acompañarla hasta que el sol se colocara delante del departamento, indicando que la mañana había llegado.
- Debo excusarme… - dije antes de tomar de la bebida, tampoco pensaba mentirle, era una vampiresa, lo sabría todo. - … eh tenido que viajar… al sur de Inglaterra, fue algo inesperado y debía estar lo más pronto posible.
Invitado- Invitado
Re: Una necesidad [Carolina Van De Vallery]
Cruzamos la plaza y entramos a mi apartamento. Durante ese trayecto, en el que el silencio fue el protagonista, pensé si aquello no era una especie de señal. Siempre he sido una persona que cree en el destino, en la ventura y la suerte. ¿Cómo no creerlo después de todo lo que había visto y experimentado? Pero aquello iba más allá de mis expectativas. Gregori era la única persona que había podido recuperar después de que se marchara, ¿no era eso, acaso, un augurio? Bueno o malo, éso no sabría decidirlo.
Cuando entramos en mi apartamento, encendí las luces. Hacía poco que me había procurado un sistema eléctrico decente, algo que debo agradecer, pues en los tiempos que corren no todo el mundo puede disponer de ella.
-Voy a traer el vino, tinto si no recuerdo mal.-me encaminé hacia la licorera. El vino tinto era el preferido del señor Lindemann, al menos, lo era cuando lo conocí y esperaba que sus gustos no hubiesen cambiado.
Llené dos copas del líquido escarlata y entregué una a Gregori. A continuación, me senté en el sillón orejero, justo delante de él y tomé un sorbo. "Necesitaré unos cuantos más"
-Debo excusarme...-nuestras voces se unieron en una. Habíamos empezado a hablar a la vez.
-Perdón. Continúe.-ladeé una sonrisa. Estaba visiblemente nerviosa, pero ¿por qué? Gregori estaba aquí, debía sentirme relajada y feliz. Sin embargo...
-Yo...creo que soy yo la que le debe una disculpa. Mi comportamiento de antes...Le ruego que me perdone, no era mi intención, me dejé llevar...-tomé otro sorbo de vino para desviar la vista. A decir verdad, me avergonzada tremendamente de lo que había hecho; no era una persona que dejase mostrar sus sentimientos de forma tan descortés y abrupta.-Pero, permíteme preguntarle...¿Qué asuntos os llevaron a Inglaterra de forma tan precipitada que ni si quiera tuvis...?-"Otra vez te estás dejando llevar por las emociones humanas. Él es un vampiro; somos vampiros. Hacemos cosas así constantemente, está en nuestra naturaleza" Parecía que era Mi Maestro el que hablaba y no yo.-Lo siento de nuevo-bajé la vista-no tiene que contestarme si no quiere, después de todo, no soy nadie a la que tenga que rendirle cuentas.-me encogí de hombros y di otro sorbo.
Cuando entramos en mi apartamento, encendí las luces. Hacía poco que me había procurado un sistema eléctrico decente, algo que debo agradecer, pues en los tiempos que corren no todo el mundo puede disponer de ella.
-Voy a traer el vino, tinto si no recuerdo mal.-me encaminé hacia la licorera. El vino tinto era el preferido del señor Lindemann, al menos, lo era cuando lo conocí y esperaba que sus gustos no hubiesen cambiado.
Llené dos copas del líquido escarlata y entregué una a Gregori. A continuación, me senté en el sillón orejero, justo delante de él y tomé un sorbo. "Necesitaré unos cuantos más"
-Debo excusarme...-nuestras voces se unieron en una. Habíamos empezado a hablar a la vez.
-Perdón. Continúe.-ladeé una sonrisa. Estaba visiblemente nerviosa, pero ¿por qué? Gregori estaba aquí, debía sentirme relajada y feliz. Sin embargo...
-Yo...creo que soy yo la que le debe una disculpa. Mi comportamiento de antes...Le ruego que me perdone, no era mi intención, me dejé llevar...-tomé otro sorbo de vino para desviar la vista. A decir verdad, me avergonzada tremendamente de lo que había hecho; no era una persona que dejase mostrar sus sentimientos de forma tan descortés y abrupta.-Pero, permíteme preguntarle...¿Qué asuntos os llevaron a Inglaterra de forma tan precipitada que ni si quiera tuvis...?-"Otra vez te estás dejando llevar por las emociones humanas. Él es un vampiro; somos vampiros. Hacemos cosas así constantemente, está en nuestra naturaleza" Parecía que era Mi Maestro el que hablaba y no yo.-Lo siento de nuevo-bajé la vista-no tiene que contestarme si no quiere, después de todo, no soy nadie a la que tenga que rendirle cuentas.-me encogí de hombros y di otro sorbo.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 495
Fecha de inscripción : 19/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una necesidad [Carolina Van De Vallery]
Fruncí un poco mi ceño, no quería que Carolina se disculpara por su comportamiento, lo aceptaba… es más, hasta que me ha sido de mucha gracia, eso me demuestra que Carolina verdaderamente siente un interés sobre mi persona, eso me deja satisfecho, pleno y feliz, aun que en ese momento no podía demostrarlo, aún.
Bebí al mismo momento en que Carolina terminaba de disculparse, me dedique a mirarla, parecía avergonzada, no quería que lo estuviera, pero antes de demostrarle mi pensar sobre aquel acto en la calle, ella me ganó.
- ¿Qué no es nadie? – pregunte de forma repentina y algo exagerado - ¿usted? – deje mi copa de vino a un lado y volví para mirarla a los ojos, manteniendo una seriedad muy creíble y demostrando que esto era algo serio – Carolina, usted no puede decir eso – mi ceño seguía fruncido, me sentía confundido, pero a la vez desesperado por aclarar lo que verdaderamente pensaba.
- Me siento tan… tan…. Afortunado de tener a alguien como usted, alguien que… a pesar que no comunique mi retirada por varios meses de Paris, aun sigue pensando en mi… me siento muy feliz de saber, que usted… me tiene presente en su mente. Es por eso que tiene todo el derecho de saber porque me fui.
Me acerque a ella, nuevamente por debajo y no deje en ningún momento de mirar su claro iris – Es extraño… - baje mi mirada y mire como sus manos sostenían la copa de vidrio que mantenía un brillo singular, gracias a la luz de la habitación. Sí es extraño, lo es…. y como lo he dicho anteriormente, Carolina es una vampiresa que marcaba la diferencia con muchas otras, muchísimas… ella, era ideal para mi, su forma de ser, solo estaba en mi imaginación, en mi perfecta búsqueda… ¿Qué? ¿Búsqueda?…
- Señorita Caroline, permítame explicarle lo sucedido… - tome nuevamente asiento frente de ella, termine por aclarar mi garganta y comencé hablar.
- Me ha llegado una carta desde Londres, de uno de mis sirvientes, que está encargado de velar por el cuidado de mis terrenos. Esta carta, expresaba que necesitaba con suma urgencia mi presencia… ya que un cierto personaje, destruyo por competo el interior de mi mansión, y basta con decir que mis animales fueron encontrados muertos. – tome mi copa, mis manos la cubrieron por completo, y admire el cuerpo que poseía el liquido oscuro -… La policía aun no da con el paradero del responsable… pero yo si lo hice. – Es Extraño… ahora entiendes porque no debe ser algo extraño…
Mis pensamientos estaba algo alborotados, logre pensar e muchas cosas de pronto… llegando a un punto en que me vi confuso.
Me levante de donde estaba, con mi copa en mano, no me aleje demasiado, tan solo estuve de perfil a Carolina. – este… vampiro, es uno de mis mayores enemigos… -el es el culpable de que no tengas relación alguna… hice una pausa, gire mi rostro y miré a Carolina – pero no me preocupo demasiado, desconoce de mi paradero.
Si tan solo supieras Carolina... no seguirías compartiendo tu tiempo conmigo.
Bebí al mismo momento en que Carolina terminaba de disculparse, me dedique a mirarla, parecía avergonzada, no quería que lo estuviera, pero antes de demostrarle mi pensar sobre aquel acto en la calle, ella me ganó.
- ¿Qué no es nadie? – pregunte de forma repentina y algo exagerado - ¿usted? – deje mi copa de vino a un lado y volví para mirarla a los ojos, manteniendo una seriedad muy creíble y demostrando que esto era algo serio – Carolina, usted no puede decir eso – mi ceño seguía fruncido, me sentía confundido, pero a la vez desesperado por aclarar lo que verdaderamente pensaba.
- Me siento tan… tan…. Afortunado de tener a alguien como usted, alguien que… a pesar que no comunique mi retirada por varios meses de Paris, aun sigue pensando en mi… me siento muy feliz de saber, que usted… me tiene presente en su mente. Es por eso que tiene todo el derecho de saber porque me fui.
Me acerque a ella, nuevamente por debajo y no deje en ningún momento de mirar su claro iris – Es extraño… - baje mi mirada y mire como sus manos sostenían la copa de vidrio que mantenía un brillo singular, gracias a la luz de la habitación. Sí es extraño, lo es…. y como lo he dicho anteriormente, Carolina es una vampiresa que marcaba la diferencia con muchas otras, muchísimas… ella, era ideal para mi, su forma de ser, solo estaba en mi imaginación, en mi perfecta búsqueda… ¿Qué? ¿Búsqueda?…
- Señorita Caroline, permítame explicarle lo sucedido… - tome nuevamente asiento frente de ella, termine por aclarar mi garganta y comencé hablar.
- Me ha llegado una carta desde Londres, de uno de mis sirvientes, que está encargado de velar por el cuidado de mis terrenos. Esta carta, expresaba que necesitaba con suma urgencia mi presencia… ya que un cierto personaje, destruyo por competo el interior de mi mansión, y basta con decir que mis animales fueron encontrados muertos. – tome mi copa, mis manos la cubrieron por completo, y admire el cuerpo que poseía el liquido oscuro -… La policía aun no da con el paradero del responsable… pero yo si lo hice. – Es Extraño… ahora entiendes porque no debe ser algo extraño…
Mis pensamientos estaba algo alborotados, logre pensar e muchas cosas de pronto… llegando a un punto en que me vi confuso.
Me levante de donde estaba, con mi copa en mano, no me aleje demasiado, tan solo estuve de perfil a Carolina. – este… vampiro, es uno de mis mayores enemigos… -el es el culpable de que no tengas relación alguna… hice una pausa, gire mi rostro y miré a Carolina – pero no me preocupo demasiado, desconoce de mi paradero.
Si tan solo supieras Carolina... no seguirías compartiendo tu tiempo conmigo.
- Off:
- Carolina puede escuchar los pensamientos de Gregori si quiere... es una vampiresa, tiene esa habilidad ¿no?
Invitado- Invitado
Re: Una necesidad [Carolina Van De Vallery]
De repente, me sentí abrumada por las palabras de Gregori. Nunca nadie me había expresado sus sentimientos tan deliberadamente, nadie salvo Friedrich. Sentir esa sensación de nuevo, tener el presentimiento de que algo muerto estaba renaciendo en mí me asustaba terriblemente. No podía evitarlo, era como un sexto sentido; un escudo que me había forjado y que había procurado mantener brillante y barnizado durante casi siglo y medio. Y, de pronto, unas simples palabras bastaban para abrir una brecha en él. Esa fisura que tanto temía que llegara. Pero yo seguía empeñada en reforzar ese muro y hacerlo más duro.
"Piedras. Más piedras"
-Yo...No hace falta que diga esas cosas; si aún fuera humana, me haría enrojecer.-ladeé una sonrisa. El humor sutil era una de las estrategias que había aprendido para no delatarme. Pero esas palabras se me habían quedado grabadas y sabía que estaría dándoles vueltas y recreándolas una y otra vez durante mucho tiempo. Era curioso; él siempre se había mostrado claro y transparente conmigo...Y yo trataba de evitarlo a toda costa.
Las diferencias entre Gregori y Friedrich eran muchas. Más bien, hay que decir que eran totalmente opuestos el uno del otro...Pero había algo ahí...Algo propio, particular e inconfundible que todos los vampiros poseemos; se llamaba soledad, un sentimiento del que no podemos escapar y que es intrínseco a nuestra especie. Él estaba solo y yo también. ¿Qué más necesitaba para convencerme de que...?
Bebí otro sorbo de vino para apartar todo eso de mi mente. Me daba miedo pensar, recrear o imaginar escenas de felicidad con Gregori, porque hacia mucho tiempo que dejé de soñar con cuentos de hadas.
El atractivo rostro de mi acompañante se tornó taciturno al relatar los motivos de su partida. De pronto, me sentí más avergonzada aún por la bofetada que le había propinado y por haber pensado si quiera que..."Basta. Basta, Carolina...Sabes lo que hay que hacer; piedras y más piedras."
Abrí mucho los ojos e intenté decir algo, pero sólo balbuceé:
-¿Un vampiro...enemigo suyo?-me di cuenta en ese momento de lo poco que sabía acerca del pasado de Gregori. Casi tan poco como lo que él sabía del mío. Era justo, ¿no?
Pero irremediablemente, no pude evitar acosarlo a preguntas, aunque no era una persona que se caracterizase por su indiscreción.
-¿Cómo...cómo es posible? Quiero decir...
Entonces la reconocí; la marca del arrepentimiento y el abatimiento en el rostro de Gregori. La había visto en demasiadas ocasiones como para no saber qué era lo que estaba pasando: Gregori Lindemann escondía un pasado turbulento del que no quería hablar. ¿Acaso eso también era una señal característico de los no muertos?
-Gregori, si necesitas mi ayuda, ya sabes que puedes contar conmigo.-me acerqué un poco más a él.-No soportaría que te pasara nada, lo sabes, ¿verdad?-¿Qué estaba haciendo? ¿Y mis piedras? El muro...el muro se estaba derrumbando y yo aún no estaba preparada.
"Piedras. Más piedras"
-Yo...No hace falta que diga esas cosas; si aún fuera humana, me haría enrojecer.-ladeé una sonrisa. El humor sutil era una de las estrategias que había aprendido para no delatarme. Pero esas palabras se me habían quedado grabadas y sabía que estaría dándoles vueltas y recreándolas una y otra vez durante mucho tiempo. Era curioso; él siempre se había mostrado claro y transparente conmigo...Y yo trataba de evitarlo a toda costa.
Las diferencias entre Gregori y Friedrich eran muchas. Más bien, hay que decir que eran totalmente opuestos el uno del otro...Pero había algo ahí...Algo propio, particular e inconfundible que todos los vampiros poseemos; se llamaba soledad, un sentimiento del que no podemos escapar y que es intrínseco a nuestra especie. Él estaba solo y yo también. ¿Qué más necesitaba para convencerme de que...?
Bebí otro sorbo de vino para apartar todo eso de mi mente. Me daba miedo pensar, recrear o imaginar escenas de felicidad con Gregori, porque hacia mucho tiempo que dejé de soñar con cuentos de hadas.
El atractivo rostro de mi acompañante se tornó taciturno al relatar los motivos de su partida. De pronto, me sentí más avergonzada aún por la bofetada que le había propinado y por haber pensado si quiera que..."Basta. Basta, Carolina...Sabes lo que hay que hacer; piedras y más piedras."
Abrí mucho los ojos e intenté decir algo, pero sólo balbuceé:
-¿Un vampiro...enemigo suyo?-me di cuenta en ese momento de lo poco que sabía acerca del pasado de Gregori. Casi tan poco como lo que él sabía del mío. Era justo, ¿no?
Pero irremediablemente, no pude evitar acosarlo a preguntas, aunque no era una persona que se caracterizase por su indiscreción.
-¿Cómo...cómo es posible? Quiero decir...
Entonces la reconocí; la marca del arrepentimiento y el abatimiento en el rostro de Gregori. La había visto en demasiadas ocasiones como para no saber qué era lo que estaba pasando: Gregori Lindemann escondía un pasado turbulento del que no quería hablar. ¿Acaso eso también era una señal característico de los no muertos?
-Gregori, si necesitas mi ayuda, ya sabes que puedes contar conmigo.-me acerqué un poco más a él.-No soportaría que te pasara nada, lo sabes, ¿verdad?-¿Qué estaba haciendo? ¿Y mis piedras? El muro...el muro se estaba derrumbando y yo aún no estaba preparada.
OFF: En realidad, Carolina no tiene ese don, pero bueno, ella simplemente ha deducido que pasa algo...así daremos más juego al rol, ¿no te parece? y por cierto, siento la espera...Semana agitada en la Uni con una exposición >.<
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 495
Fecha de inscripción : 19/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una necesidad [Carolina Van De Vallery]
Mi corazón dio un vuelco al sentirla más cerca, pero sus palabras transformaron todo mi sentir – Entiendo su buena disposición… pero Carolina – la mire con seriedad y no despegue mis ojos de ella - … lo que menos quiero, es que usted se involucre en este asunto, es algo… peligroso, y créame que si algo le pasara, yo… - me imagine la situación, mis sentimientos y mi seriedad había cambiado, había recibido un sentimiento de nostalgia, me imagine la situación de no tener más a Carolina a mi lado - … no me lo perdonaría nunca, créame que ni el castigo más duro del mundo podrá pagar mi culpa-
- Este vampiro es alguien sádico, un hombre vil, es el mismo diablo en persona… - exhale un profundidad y lentitud – su nombre es Alucard. Este vampiro esta en busca de mi destrucción y cada vez que puede, goza de mi furia y venganza.
-… Así que es importante que… - nos mantengamos distanciados por un tiempo – … que… - mire a Carolina confundido, no quería alejarme de ella, mi necesidad como vampiro estaba dentro, muy dentro de mí, palpitando con gran fuerza – tenga cuidado con cualquier situación que se presente, y no dude en comunicarse conmigo, para lo que sea.
- Cuando llevaba pocos años de transformación como vampiro, no dude en matara a mi creadora… esta vampiresa era la fiel compañera de Alucard, y desde entonces… trata de hacer lo mismo conmigo.
Estaba seguro que Carolina uniría las piezas del rompecabezas sola, no había necesidad de indicarle que me fuera de mi vida, si… amaba a esta vampiresa, debía alejarme por mi mismo.
La decisión de irme de Paris estaba latente hace bastante tiempo, mucho antes de conocer a Carolina, pero habían tantas cosas que me unían a este país, sobre todo Carolina, que desasían por completo mi fuerza y decisión. – Han pasado mucho años desde la última vez que vi a Alucard, que desde entonces pensé que nunca más lo volvería a ver - ¿me estaba justificando?
- Este vampiro es alguien sádico, un hombre vil, es el mismo diablo en persona… - exhale un profundidad y lentitud – su nombre es Alucard. Este vampiro esta en busca de mi destrucción y cada vez que puede, goza de mi furia y venganza.
-… Así que es importante que… - nos mantengamos distanciados por un tiempo – … que… - mire a Carolina confundido, no quería alejarme de ella, mi necesidad como vampiro estaba dentro, muy dentro de mí, palpitando con gran fuerza – tenga cuidado con cualquier situación que se presente, y no dude en comunicarse conmigo, para lo que sea.
- Cuando llevaba pocos años de transformación como vampiro, no dude en matara a mi creadora… esta vampiresa era la fiel compañera de Alucard, y desde entonces… trata de hacer lo mismo conmigo.
Estaba seguro que Carolina uniría las piezas del rompecabezas sola, no había necesidad de indicarle que me fuera de mi vida, si… amaba a esta vampiresa, debía alejarme por mi mismo.
La decisión de irme de Paris estaba latente hace bastante tiempo, mucho antes de conocer a Carolina, pero habían tantas cosas que me unían a este país, sobre todo Carolina, que desasían por completo mi fuerza y decisión. – Han pasado mucho años desde la última vez que vi a Alucard, que desde entonces pensé que nunca más lo volvería a ver - ¿me estaba justificando?
Invitado- Invitado
Re: Una necesidad [Carolina Van De Vallery]
No hizo falta que lo dijera, había comprendido las palabras no pronunciadas. Por un momento, no supe qué decir. Pero, ¿hacía falta decir algo?. Estaba confundida, saturada por la cantidad de información revelada aquella noche.
“Esto es una despedida”. Pensé en cómo había sobrellevado su falta todos aquellos meses, en parte, debería estar más que acostumbrada, ¿no? Negar lo evidente no serviría de nada, así que, sólo quedaba dar el adiós definitivo y seguir con la soledad intrínseca.
“¿Vas a dejarlo así? Ahora tienes la oportunidad de arreglarlo”. El valor salió a flote, cosa extraña, pues creía que lo había dejado encerrado aquella noche. Hundido junto con Friedrich.
De alguna manera, asimilé que era la única oportunidad que tenía de enderezar mi pasado. “¿Y si...?” Perdí a mi Maestro una vez, la persona más importante en el mundo. ¿Dejaría que perdiese también a Gregori?
La pared se volvía a romper, una grieta apareció en ella de nuevo. Y, esta vez, no hice nada por repararla.
-Quiero ayudar.-mi voz sonó clara y contundente. Firme. Tomé aire, lo siguiente que iba a decir podría considerarse como una auténtica declaración de intenciones, aunque tampoco lo pretendía. Confusión; ése era el estado actual de mi cerebro que, en aquellos momentos, funcionaba más tardíamente que mis labios-Déjeme ayudarle, si ese vampiro...Ese tal Alucard, es tan peligroso como dice, necesitará ayuda.-sonaba tan apasionada como si fuera una guerrillera anarquista dando un discurso. El idealismo nunca había sido mi fuerte y no sabía qué clase de esencia extraña me había poseído aquella vez para dar de lado mi actitud derrotista.
“¿No lo entiendes? ¿Aún no lo entiendes?”
“Esto es una despedida”. Pensé en cómo había sobrellevado su falta todos aquellos meses, en parte, debería estar más que acostumbrada, ¿no? Negar lo evidente no serviría de nada, así que, sólo quedaba dar el adiós definitivo y seguir con la soledad intrínseca.
“¿Vas a dejarlo así? Ahora tienes la oportunidad de arreglarlo”. El valor salió a flote, cosa extraña, pues creía que lo había dejado encerrado aquella noche. Hundido junto con Friedrich.
De alguna manera, asimilé que era la única oportunidad que tenía de enderezar mi pasado. “¿Y si...?” Perdí a mi Maestro una vez, la persona más importante en el mundo. ¿Dejaría que perdiese también a Gregori?
La pared se volvía a romper, una grieta apareció en ella de nuevo. Y, esta vez, no hice nada por repararla.
-Quiero ayudar.-mi voz sonó clara y contundente. Firme. Tomé aire, lo siguiente que iba a decir podría considerarse como una auténtica declaración de intenciones, aunque tampoco lo pretendía. Confusión; ése era el estado actual de mi cerebro que, en aquellos momentos, funcionaba más tardíamente que mis labios-Déjeme ayudarle, si ese vampiro...Ese tal Alucard, es tan peligroso como dice, necesitará ayuda.-sonaba tan apasionada como si fuera una guerrillera anarquista dando un discurso. El idealismo nunca había sido mi fuerte y no sabía qué clase de esencia extraña me había poseído aquella vez para dar de lado mi actitud derrotista.
“¿No lo entiendes? ¿Aún no lo entiendes?”
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 495
Fecha de inscripción : 19/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una necesidad [Carolina Van De Vallery]
Por un momento, pensé que Carolina había entendido lo sucedido, lo veía en sus ojos, encontré un brillo peculiar en ellos, una esperanza de saber, que ella no quería separarse de mí, ¿o solo es una intuición que jugaba con mi deseo?
Sus últimas palabras derramaron mis pensamientos, me descontrolé y comencé a trabajar y analizar la situación con más profundidad, dejándome adentrarme a tiempos pasados. ¿Cómo era posible que esto volviera a suceder? Si había pasado una vez, debí mantenerme al margen y ser serio en el asunto. Una rabia me invadió por dentro, mis músculos se tensaron, un calor me poseyó, era un rechazo a al no pensar en las consecuencias, subestime mucho la larga ausencia de Alucard. “Quiero ayudar”… , esas palabras daban vueltas en mi mente, era un código que había descifrado, Carolina... no estaba pensando.
Recordó a Dominique… la joven que conoció en su estado vampiro hace muchísimo tiempo. Alucard se alimento de ella dejándola sin ninguna gota de sangre. Y yo, sin experiencia, un vampiro que recién estaba surgiendo, no pude contra él, deje que mataran a Dominique… era mi culpa. Y ahora tenía tiempo se salvar a la única vampiresa que me ha cautivado por su sencillez y hermosura, estaba a tiempo, pero no había posibilidad de volver con ella, hasta que me asegure que el vampiro vengativo muera de una vez.
- No… - dije cortante, mis ojos se fijaron en ella. – No es una buena idea… - No pude más, no podía seguir viéndola a los ojos, no quería hacerle daño… no, no a ella, nunca lo permitiría…
Deje de mirarla, mi mirada se perdió en el fondo del departamento. Mi mente me decía que no podía estar cerca de ella, pero mi cuerpo pedía a gritos tocar su piel, impregnarme de su olor, y sentir, un glorioso beso en sus labios que tal vez nunca llegaría… Pero de pronto, la misma rabia comenzó a invadirme nuevamente. Me aleje de ella, camine hasta la puerta de su departamento, pero no toque la perilla, tan solo me mantuve quieto, a espaldas de sus labios.
Mi voz cambio bruscamente, mi semblante adquirió menos valor y más debilidad - No permitiré que le hagan daño… y para eso, debo alejarme de usted –con una gran melancolía y pena- ...es por su propio bien estar y seguridad … - me faltaba aire, sentía un gran dolor en mi corazón al decir tal barbaridad. Cerré mis ojos con fuerza, sentía que mis dientes se romperían de tanto apretarlos, me tensé.
- Lamento que esto se halla alargado tanto… - tome mi sombrero que estaba colgado – hasta nunca señorita Van De Valley.
Sus últimas palabras derramaron mis pensamientos, me descontrolé y comencé a trabajar y analizar la situación con más profundidad, dejándome adentrarme a tiempos pasados. ¿Cómo era posible que esto volviera a suceder? Si había pasado una vez, debí mantenerme al margen y ser serio en el asunto. Una rabia me invadió por dentro, mis músculos se tensaron, un calor me poseyó, era un rechazo a al no pensar en las consecuencias, subestime mucho la larga ausencia de Alucard. “Quiero ayudar”… , esas palabras daban vueltas en mi mente, era un código que había descifrado, Carolina... no estaba pensando.
Recordó a Dominique… la joven que conoció en su estado vampiro hace muchísimo tiempo. Alucard se alimento de ella dejándola sin ninguna gota de sangre. Y yo, sin experiencia, un vampiro que recién estaba surgiendo, no pude contra él, deje que mataran a Dominique… era mi culpa. Y ahora tenía tiempo se salvar a la única vampiresa que me ha cautivado por su sencillez y hermosura, estaba a tiempo, pero no había posibilidad de volver con ella, hasta que me asegure que el vampiro vengativo muera de una vez.
- No… - dije cortante, mis ojos se fijaron en ella. – No es una buena idea… - No pude más, no podía seguir viéndola a los ojos, no quería hacerle daño… no, no a ella, nunca lo permitiría…
Deje de mirarla, mi mirada se perdió en el fondo del departamento. Mi mente me decía que no podía estar cerca de ella, pero mi cuerpo pedía a gritos tocar su piel, impregnarme de su olor, y sentir, un glorioso beso en sus labios que tal vez nunca llegaría… Pero de pronto, la misma rabia comenzó a invadirme nuevamente. Me aleje de ella, camine hasta la puerta de su departamento, pero no toque la perilla, tan solo me mantuve quieto, a espaldas de sus labios.
Mi voz cambio bruscamente, mi semblante adquirió menos valor y más debilidad - No permitiré que le hagan daño… y para eso, debo alejarme de usted –con una gran melancolía y pena- ...es por su propio bien estar y seguridad … - me faltaba aire, sentía un gran dolor en mi corazón al decir tal barbaridad. Cerré mis ojos con fuerza, sentía que mis dientes se romperían de tanto apretarlos, me tensé.
- Lamento que esto se halla alargado tanto… - tome mi sombrero que estaba colgado – hasta nunca señorita Van De Valley.
Invitado- Invitado
Re: Una necesidad [Carolina Van De Vallery]
“Hasta nunca, señorita Van de Valley”
Las palabras se me clavaron en el pecho y me impidieron reaccionar durante unos minutos.
Así que, eso era todo. Un reencuentro y otra despedida. Ahí quedaba yo, de nuevo, como una estatua inmóvil a la espera de que se marchase.
-Así que, eso es todo.-repetí en voz alta.-Ha venido sólo para decirme que debe irse para siempre...-
Al final, todo acababa de la misma manera. ¿Qué era esto? ¿una burla? ¿una especie de mofa? Esto debía ser una comedia, escrita por el dramaturgo más despiadado de todos; el Destino
”Pero si tú no crees en el Destino, ¿no es cierto?”
Quizá, ahora sí. ¿Estaba condenada a revivir la misma pieza de teatro una y otra vez?
Hubiera preferido que no hubiese vuelto a París. De esa manera podría haberlo olvidado más fácilmente, quizá hasta me habría ayudado la rabia que tenía acumulada por su marcha sin notificación alguna...Pero esto, esto era infinitamente más cruel; tenerlo de vuelta para después perderlo. Con todo, entendía sus motivos para marcharse, e incluso los apreciaba, después de todo, sólo lo hacía por mi propio bien. Era necesario que se alejase de mí y, en ese instante, estaba dispuesta a dejarle ir, aunque se produjese gran amargura.
-Bien. Hágalo. Márchese.-esas tres palabras que acababa de pronunciar salieron de mi boca con cierta rabia contenida, pesadez e irritación. Sólo quería que saliese de mi apartamento en ese instante, y que no volviera a aparecer nunca: Cuanto antes, mejor para ambos.
La puerta se cerró de un portazo. Aunque intenté mantener la compostura; aunque traté de mostrarme firme, impasible y erguida en mi orgullo, procurando aparentar que lo que había pasado no me importaba demasiado; aunque procuré fijar con saña cada ladrillo del muro...Nada de eso sirvió en aquel momento y, por primera vez en mucho, mucho tiempo, sentí frío.
Rememoraré esa escena una y otra vez en mi mente; tal y como había hecho tiempo atrás con otras tantas que me eran imposibles de olvidar; Gregori Lindemann saliendo de mi apartamento para, posiblemente, no volver jamás.
Me dejé caer en el sofá de ante, como una autómata. La lámpara de queroseno hacía proyectar extrañas sombras danzantes en las paredes.
No sé en qué momento de la noche ocurrió, pero ahora que Gregori no estaba en el apartamento, sentí un vacío inmenso, funesto y trágico y entonces, me di cuenta. El muro de piedra se quebró; los ladrillos se dispersaron y el cemento dejó de unir.
Presa de un impulso irracional, descabellado y absurdo, bajé las escaleras del apartamento a toda prisa y salí a la plaza. Gregori aún estaba allí, a punto de subir al coche de caballos.
Aunque no me había dado cuenta, la lluvia empezó a caer de nuevo con fuerza e inquina. Mi vestido de seda quedó completamente empapado, y mi recogido empezaba a deshacerse.
Crucé la plaza desierta. El taconeo de mis botines de cordones y la lluvia cayendo incesantemente eran los únicos sonidos que dominaban el ambiente.
Sujeté el brazo de Gregori para evitar que subiera al carro de caballos.
-Le rogaría una y mil veces que no lo hiciera, que no subiese a ese coche de caballos, si supiera que eso pudiera servir de algo.-comencé, con voz atosigada, casi atragantada.-Creo, creo...que no he sabido expresarle cuánto significa para mí. He estado demasiado ciega, demasiado obnubilada por sombras del pasado.-hice una pausa para reorganizar mis pensamientos. Alcé la cabeza para mirar fíjamente a los ojos de Gregori...aquel par de [i]lagunas claras[/img], serenas, generosas, siempre tan taciturnas y melancólicas. Era la primera vez que lo tenía tan cerca, tan próximos nuestros rostros, abrazada a él. De ser humanos, hubiésemos sentido la respiración acelerada del otro, el latir veloz y apresurado de los corazones y el calor ascendente de nuestras pieles al entrar en contacto.
-No sé..no sé si cambiaría en algo las cosas. Puede que no, pero...no podía dejarle marchar sin decírselo...-lo que estaba a punto de hacer me asustaba. Me asustaba hasta llegar a límites insospechados. Mi cuerpo se tambaleaba, la cabeza me daba vueltas y mi pecho subía y bajaba con ímpetu. Mis manos aferraban las suyas con agonía.-Le amo.
La lluvia seguía machacando insistentemente mi cuerpo; miles de agujas de agua perforaban mis ropas y me calaban hasta el interior de mi corpiño, mechones de cabello caían mojados sobre mis hombros. Pero eso no me importó; mis labios sólo pedían una cosa.
Las palabras se me clavaron en el pecho y me impidieron reaccionar durante unos minutos.
Así que, eso era todo. Un reencuentro y otra despedida. Ahí quedaba yo, de nuevo, como una estatua inmóvil a la espera de que se marchase.
-Así que, eso es todo.-repetí en voz alta.-Ha venido sólo para decirme que debe irse para siempre...-
Al final, todo acababa de la misma manera. ¿Qué era esto? ¿una burla? ¿una especie de mofa? Esto debía ser una comedia, escrita por el dramaturgo más despiadado de todos; el Destino
”Pero si tú no crees en el Destino, ¿no es cierto?”
Quizá, ahora sí. ¿Estaba condenada a revivir la misma pieza de teatro una y otra vez?
Hubiera preferido que no hubiese vuelto a París. De esa manera podría haberlo olvidado más fácilmente, quizá hasta me habría ayudado la rabia que tenía acumulada por su marcha sin notificación alguna...Pero esto, esto era infinitamente más cruel; tenerlo de vuelta para después perderlo. Con todo, entendía sus motivos para marcharse, e incluso los apreciaba, después de todo, sólo lo hacía por mi propio bien. Era necesario que se alejase de mí y, en ese instante, estaba dispuesta a dejarle ir, aunque se produjese gran amargura.
-Bien. Hágalo. Márchese.-esas tres palabras que acababa de pronunciar salieron de mi boca con cierta rabia contenida, pesadez e irritación. Sólo quería que saliese de mi apartamento en ese instante, y que no volviera a aparecer nunca: Cuanto antes, mejor para ambos.
La puerta se cerró de un portazo. Aunque intenté mantener la compostura; aunque traté de mostrarme firme, impasible y erguida en mi orgullo, procurando aparentar que lo que había pasado no me importaba demasiado; aunque procuré fijar con saña cada ladrillo del muro...Nada de eso sirvió en aquel momento y, por primera vez en mucho, mucho tiempo, sentí frío.
Rememoraré esa escena una y otra vez en mi mente; tal y como había hecho tiempo atrás con otras tantas que me eran imposibles de olvidar; Gregori Lindemann saliendo de mi apartamento para, posiblemente, no volver jamás.
Me dejé caer en el sofá de ante, como una autómata. La lámpara de queroseno hacía proyectar extrañas sombras danzantes en las paredes.
No sé en qué momento de la noche ocurrió, pero ahora que Gregori no estaba en el apartamento, sentí un vacío inmenso, funesto y trágico y entonces, me di cuenta. El muro de piedra se quebró; los ladrillos se dispersaron y el cemento dejó de unir.
Presa de un impulso irracional, descabellado y absurdo, bajé las escaleras del apartamento a toda prisa y salí a la plaza. Gregori aún estaba allí, a punto de subir al coche de caballos.
Aunque no me había dado cuenta, la lluvia empezó a caer de nuevo con fuerza e inquina. Mi vestido de seda quedó completamente empapado, y mi recogido empezaba a deshacerse.
Crucé la plaza desierta. El taconeo de mis botines de cordones y la lluvia cayendo incesantemente eran los únicos sonidos que dominaban el ambiente.
Sujeté el brazo de Gregori para evitar que subiera al carro de caballos.
-Le rogaría una y mil veces que no lo hiciera, que no subiese a ese coche de caballos, si supiera que eso pudiera servir de algo.-comencé, con voz atosigada, casi atragantada.-Creo, creo...que no he sabido expresarle cuánto significa para mí. He estado demasiado ciega, demasiado obnubilada por sombras del pasado.-hice una pausa para reorganizar mis pensamientos. Alcé la cabeza para mirar fíjamente a los ojos de Gregori...aquel par de [i]lagunas claras[/img], serenas, generosas, siempre tan taciturnas y melancólicas. Era la primera vez que lo tenía tan cerca, tan próximos nuestros rostros, abrazada a él. De ser humanos, hubiésemos sentido la respiración acelerada del otro, el latir veloz y apresurado de los corazones y el calor ascendente de nuestras pieles al entrar en contacto.
-No sé..no sé si cambiaría en algo las cosas. Puede que no, pero...no podía dejarle marchar sin decírselo...-lo que estaba a punto de hacer me asustaba. Me asustaba hasta llegar a límites insospechados. Mi cuerpo se tambaleaba, la cabeza me daba vueltas y mi pecho subía y bajaba con ímpetu. Mis manos aferraban las suyas con agonía.-Le amo.
La lluvia seguía machacando insistentemente mi cuerpo; miles de agujas de agua perforaban mis ropas y me calaban hasta el interior de mi corpiño, mechones de cabello caían mojados sobre mis hombros. Pero eso no me importó; mis labios sólo pedían una cosa.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 495
Fecha de inscripción : 19/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una necesidad [Carolina Van De Vallery]
- Soundtrack para acompañar la lectura:
Al escuchar su respuesta, me giré y la mire a los ojos - …quería verla por última vez. – mi rostro adopto tristeza y melancolía - …y explicar el motivo de mi retirada. – Apoyaba 100% a Carolina de que esto era una aberración, una completa falta de respeto, había vuelto para verla nuevamente y ahora… ¿debía irme?. Pero las ganas de verla, eran más grandes, era… Una necesidad.
-Bien. Hágalo. Márchese- tres simples palabras que me golpearon justo en el pecho, sentí un grave dolor, me apretaba, me dolía… ¿era así de simple?, sentí su forma de responder, había rabia, impotencia. Aquí no había nada correspondido, el único que sufría en esa habitación, era yo. Por lo menos eso me dejaba tranquilo, Carolina no experimentaría el dolor que sentía ahora.
No exprese nada, mi rostro se mantuvo serio y mi cuerpo rígido. Me coloqué el sombrero, abrí la puerta y la cerré.
Me quedé allí, de pie, mi mirada estaba perdida en el suelo, estaba débil, tenía ganas de no existir más, de morir en ese mismo instante y dejar de sentir lo que me hacía daño. ¿Y quién era el culpable de todo? Alucard… La rabia nuevamente me invadió, levante la cabeza, mi mirada era altiva y comencé a sentir una sed de venganza. Camine a zancadas, mis puños estaban apretados y mi mirada expresaba odio y negación. Debía matarlo, encontrarlo primero, y descargarme con todo lo que me había hecho sufrir, o simplemente, encontrar la muerte en ese épico encuentro. No debía seguir viviendo más con esto, era suficiente.
Bajé rápidamente las escaleras, no había nada más que hacer en este edificio. Ya estaba decidido, tomaría el primer barco hacia Londres o compraría uno… no lo sé, y buscaría a Alucard para desgarrar su cuello.
Abrí la puerta, y me encontré con la sorpresa de que la lluvia se había apoderado de las calles, mi chófer ya estaba esperándome de pie con un paraguas – sube… debemos irnos pronto… -le indique con un ademan. Primero iría a la mansión, le avisaría a Albert sobre mi decisión. Pero antes de que siguiera planeando mi día, algo me había tomado por el brazo, fruncí el ceño, y nunca pensé que pudiese tratarse de Carolina.
¿Qué, que era lo que estaba diciendo? No lo podía creer, mi boca estaba algo boquiabierta, mi ceño aun seguía fruncido, mi odios estaba agudos a cualquier sonido, atento a lo que decía Carolina, sus palabras, eran una esperanza para mí. Afirme a Carolina fuertemente en sus brazos, no quería que se alejara, también, estaba preocupado, estaba agitada, cansada, me afectaba verla así, sentí un nudo en mi garganta, mi estomago se retorcía por dentro, estaba ansioso por saber el mensaje que debía darme. Vamos Carolina, dímelo… por favor. Dímelo.
Nuestros rostros se encontraron, su cabello comenzaba a caer de apoco a producto de la lluvia, por su rostro carias caían gotas, y esperaba que yo también estuviese de la misma forma. Pero de pronto, las palabras más deseadas por mi habían salido de su boca… el amor que sentía por Carolina, era correspondido.
Contuve la respiración, Carolina lo sorprendió tomándolo de las manos, Sintió la calidez de sus manos y las imaginó muy cerca de ella, más cerca de lo estaban ahora. Deje escapar esa respiración contenida en mis pulmones, era poca… pero me hizo recuperar el aliento. Por fin nos rendimos a los sentimientos que habían reprimido desde que conocieron. Me incline despacio y busque sus labios para sellar los sentimientos encontrados bajo la lluvia. Cerré los ojos entreabriendo mis labios, mis manos subieron para acariciar sus brazos y sentirla más cerca de mí, no quería separarme de ella nunca...
Me separé de ella la distancia suficiente para volver a verla, el agua seguía cayendo en forma horizontal, a ninguno de los dos le importó, ya estábamos mojados completamente. – Yo también la amo. Desde la primera vez que la vi… en esa biblioteca. – apoye mi frente a la suya, la abrace y sonreí. – Danke dir meine Liebe…
Bese su frente, fue un beso duradero, mis ojos estaba cerrados, muy cerrados, quería permanecer allí junto a ella, para siempre. Ya no pensaba en otra cosa, solo en ella, y en mí, en que ambos comenzaríamos una vida juntos, por el resto de nuestra eternidad.
Tome la mano de Carolina, y la invite a que corriéramos bajo el agua hasta el departamento, donde dejaríamos de mojarnos. Pero era inevitable, antes de que ella subiera por completo la escalera, comencé a detenerme un poco, aun poseía su mano, me acerque a ella, la tome de la cintura, la bajé de los pocos escalones que había subido y sentí nuevamente ese beso glorioso que tanto había deseado por meses, días, horas… sueños, anhelos y deseos. Mi mano se poso en su rostro, suave, exquisito y húmedo. No había palabras para expresar el momento…
Invitado- Invitado
Re: Una necesidad [Carolina Van De Vallery]
Los labios de Gregori se fusionaron con los míos. La sensación de humedad en ellos era reconfortante, reparadora. En ese momento, me sentí, de pronto, apaciguada. Ya no había sombras que entorpeciesen mi camino, ya no había fantasmas, ni espíritus de Maestros. Ya no había sendero detrás mío; todo apuntaba a la misma dirección.
"Bien hecho, geliebte, bien hecho"
Sabía perfectamente lo que significaban esas palabras, al igual que sabía quién las pronunciaba desde ultratumba. Todo estaba bien, en su lugar.
Nos despegamos, aunque aún podía sentir a Gregori en mis labios. Sus ojos se clavaron en los míos, gentiles y amables. Yo aún no podía articular palabra, pero tampoco fue necesario; él lo dijo todo. Me abrazó y en mi pecho noté vibrar algo que, de no ser por lo que soy, hubiera jurado que era mi corazón. Sentí la calidez de su cuerpo rodeando el mío, o eso me pareció. Y, sin ton ni són, sin ninguna razón aparente, empecé a reír. Cuánto lo había echado de menos; las risas me recordaban a mi infancia y a los prados de Viena. A la casa de campo, a mis hermanos, a papá y a mamá.
Pensé que se me había olvidado reír, pero allí estaba, un sonido cristalino y diáfano, ¿de verdad era yo?
-No, gracias a vos.-dije mientras esbozaba una sonrisa y le acariciaba la mejilla.
Con un gesto de su mano, Gregori y yo corrimos de nuevo hacia el edificio. Él me tomó por la cintura y yo ahogué un respingo. Aún no estaba acostumbrada. Había pasado tanto tiempo...casi un siglo, o incluso más. Había olvidado esa agradable sensación. Volví a sentir sus labios mojados en los míos.
Pero la felicidad nunca dura demasiado. Esos breves instantes pronto se vieron velados por la sombra de la duda y la incertidumbre. La pregunta rondaba mi cabeza y sabía que no podría salir hasta que la formulara abiertamente.
-Y, ¿ahora qué?-era una pregunta fácil a s¡mple vista, pero yo ya sabía la respuesta. No había olvidado nuestra conversación anterior, ¿cómo hacerlo? Miles de dudas afloraron en mi cabeza y la ansiedad se hizo presa de mí. ¿Seríamos capaces de afrontar todo eso? Es más, ¿merecía la pena? Después de todo lo que había pasado con Friedrich, ¿aún estaba dispuesta a luchar por algo que parecía perdido? -No he olvidado nuestra conversación de antes. ¿Qué es lo que sucederá ahora?-odiaba tener que hacer esto. Odiaba complicar tanto las cosas. Quizá no debería haber dicho nada, después de todo, ¿qué supondría eso para nosotros? ¿tendríamos futuro?-¿Se quedará?...¿se quedará al menos por esta noche?-inquirí, con un hilo de voz.
"Que estás haciendo, Carolina...Que estás haciendo" La tormenta acababa de estallar.
"Bien hecho, geliebte, bien hecho"
Sabía perfectamente lo que significaban esas palabras, al igual que sabía quién las pronunciaba desde ultratumba. Todo estaba bien, en su lugar.
Nos despegamos, aunque aún podía sentir a Gregori en mis labios. Sus ojos se clavaron en los míos, gentiles y amables. Yo aún no podía articular palabra, pero tampoco fue necesario; él lo dijo todo. Me abrazó y en mi pecho noté vibrar algo que, de no ser por lo que soy, hubiera jurado que era mi corazón. Sentí la calidez de su cuerpo rodeando el mío, o eso me pareció. Y, sin ton ni són, sin ninguna razón aparente, empecé a reír. Cuánto lo había echado de menos; las risas me recordaban a mi infancia y a los prados de Viena. A la casa de campo, a mis hermanos, a papá y a mamá.
Pensé que se me había olvidado reír, pero allí estaba, un sonido cristalino y diáfano, ¿de verdad era yo?
-No, gracias a vos.-dije mientras esbozaba una sonrisa y le acariciaba la mejilla.
Con un gesto de su mano, Gregori y yo corrimos de nuevo hacia el edificio. Él me tomó por la cintura y yo ahogué un respingo. Aún no estaba acostumbrada. Había pasado tanto tiempo...casi un siglo, o incluso más. Había olvidado esa agradable sensación. Volví a sentir sus labios mojados en los míos.
Pero la felicidad nunca dura demasiado. Esos breves instantes pronto se vieron velados por la sombra de la duda y la incertidumbre. La pregunta rondaba mi cabeza y sabía que no podría salir hasta que la formulara abiertamente.
-Y, ¿ahora qué?-era una pregunta fácil a s¡mple vista, pero yo ya sabía la respuesta. No había olvidado nuestra conversación anterior, ¿cómo hacerlo? Miles de dudas afloraron en mi cabeza y la ansiedad se hizo presa de mí. ¿Seríamos capaces de afrontar todo eso? Es más, ¿merecía la pena? Después de todo lo que había pasado con Friedrich, ¿aún estaba dispuesta a luchar por algo que parecía perdido? -No he olvidado nuestra conversación de antes. ¿Qué es lo que sucederá ahora?-odiaba tener que hacer esto. Odiaba complicar tanto las cosas. Quizá no debería haber dicho nada, después de todo, ¿qué supondría eso para nosotros? ¿tendríamos futuro?-¿Se quedará?...¿se quedará al menos por esta noche?-inquirí, con un hilo de voz.
"Que estás haciendo, Carolina...Que estás haciendo" La tormenta acababa de estallar.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 495
Fecha de inscripción : 19/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una necesidad [Carolina Van De Vallery]
Solo bastaron unas simples palabras de la dulce boca de mi querida Caroline, para que mi sangre se volviera más fría de lo que estaba. Había llegado al punto en donde pensé que todo había terminado, claro… ¿y ahora qué? ¿Qué sucederá ahora?
Mi rostro cambio radicalmente, logran que mis ojos se alejaran de los suyos, era algo que debía pensar, no sabía que decirle. Mi rostro se volvió sereno, como si ya no existiera luz en ella, como hace unos instantes.
Solo un beso, un dulce beso, sincero y lleno de pasión habían cambiado las cosas, mi mente se había perdido por unos minutos, había olvidado que estaba mojado, mi ropa estaba estilando, por mi rostro caían gotas desde mi cabello. No podíamos hablar allí, ella estaba igual que yo, era algo incomodo.
- Subamos… - no transmití ningún sentimiento, ninguna mirada, ni una mueca, nada. Tome la mano de Carolina y ambos subimos hasta llegar a su departamento, en silencio, sentí sí que comenzábamos a hablar en las escaleras, la conversación nunca terminaría.
¿Qué fue lo que hice? ¿Por qué no puedo pensar con claridad? Me separe de Carolina y mire por la ventana de su departamento, la lluvia seguía cayendo sin cesar, no tenía intenciones de detenerse, los charcos de agua comenzaron a formarse en la calle, no había vida en ella, mi chofer ya se había retirado. Había un punto fijo, mi mirada estaba perdida, varias cosas pasaban por mi mente, mi boca estaba boquiabierta y mis dedos gozaban del suave tejido de las oscuras cortinas de Carolina. ¿Debía irme? ¿Debía ir a buscar a Alucard? ¿Sería buena idea dejar a Carolina sola, aquí? ¿En París?... Cerré mis ojos y baje la mirada, me gire y me quite lo más mojado que tenia puesto, mi abrigo, seguido por mi chaqueta, dejándome solo con una camisa blanca en la parte superior.
- Creo que, nos tomara todo un día, incluyendo la noche que pronto llegará… - estaba claro que la lluvia no pararía hasta quizás mañana en el amanecer, pero también estaba mi profundo deseo de querer estar junto a ella. – está muy mojada… por qué no mejor… va a cambiarte.
Mi rostro cambio radicalmente, logran que mis ojos se alejaran de los suyos, era algo que debía pensar, no sabía que decirle. Mi rostro se volvió sereno, como si ya no existiera luz en ella, como hace unos instantes.
Solo un beso, un dulce beso, sincero y lleno de pasión habían cambiado las cosas, mi mente se había perdido por unos minutos, había olvidado que estaba mojado, mi ropa estaba estilando, por mi rostro caían gotas desde mi cabello. No podíamos hablar allí, ella estaba igual que yo, era algo incomodo.
- Subamos… - no transmití ningún sentimiento, ninguna mirada, ni una mueca, nada. Tome la mano de Carolina y ambos subimos hasta llegar a su departamento, en silencio, sentí sí que comenzábamos a hablar en las escaleras, la conversación nunca terminaría.
¿Qué fue lo que hice? ¿Por qué no puedo pensar con claridad? Me separe de Carolina y mire por la ventana de su departamento, la lluvia seguía cayendo sin cesar, no tenía intenciones de detenerse, los charcos de agua comenzaron a formarse en la calle, no había vida en ella, mi chofer ya se había retirado. Había un punto fijo, mi mirada estaba perdida, varias cosas pasaban por mi mente, mi boca estaba boquiabierta y mis dedos gozaban del suave tejido de las oscuras cortinas de Carolina. ¿Debía irme? ¿Debía ir a buscar a Alucard? ¿Sería buena idea dejar a Carolina sola, aquí? ¿En París?... Cerré mis ojos y baje la mirada, me gire y me quite lo más mojado que tenia puesto, mi abrigo, seguido por mi chaqueta, dejándome solo con una camisa blanca en la parte superior.
- Creo que, nos tomara todo un día, incluyendo la noche que pronto llegará… - estaba claro que la lluvia no pararía hasta quizás mañana en el amanecer, pero también estaba mi profundo deseo de querer estar junto a ella. – está muy mojada… por qué no mejor… va a cambiarte.
Invitado- Invitado
Re: Una necesidad [Carolina Van De Vallery]
Mi pregunta ensombreció el rostro de Gregori. Bajé la cabeza para no mirarle. Ahora mismo estaba más confusa, si cabe, que antes. No sabía qué quería, ni a qué llevaría todo esto. Se me hizo un nudo en la garganta y no pude articular palabra.
Subí las escaleras junto con Gregori. La caminata se me hizo larga y eterna, y tenía la sensación de que nunca llegaría a mi destino, aunque mi apartamento estaba situado en el tercer piso. Ambos entramos en el piso con desgana y abatimiento. Había sido una de las noches más difíciles y extrañas para mí. Por un lado, me sentía feliz por haber liberado ese sentimiento que me tenía aprisionada durante tanto tiempo, pero por otro lado, también tenía la sensación de que esa dicha no dudaría eternamente; nada lo hace, y tenía miedo de que aquello se pudiera terminar antes incluso de haber empezado.
La ropa nos pesaba, al igual que nuestros pasados. Sentía que Gregori estaba a punto de abrirme un pasaje de su vida que le resultaba doloroso y desgarrador. No estaba segura de si quería saberlo o no, si eso me obligaba a revelar el mío.
Gregori se libró de su abrigo y chaqueta mojadas. Asentí y acudí a mi armario para rebuscar entre la ropa. No tenía ganas de cambiarme así que preferí abrir el cajón de las mantas. Pero mis dedos se toparon con algo que no pensé encontrar allí; era una vieja camisa de hombre, blanca, normal e impoluta. Mis manos vacilaron un momentos antes de tomar la tela. Era una camisa sencilla pero elegante, de las mejores telas de Hungría. La acerqué a mi rostro; aún olía a él.
Regresé al salón cargada con la manta, que dejé sobre el orejero y la camisa.
-He encontrado ésto. Quizá le sirva para cambiarse.-me acerqué a él y le tendí la camisa de lino. Entregarle esa camisa a Gregori significaba más que el propio gesto en sí. La resolución con la que me había deshecho del último recuerdo que me quedaba de Friedrich me descubrió que esa parte de mi vida ya había quedado atrás. Me prometí a mí misma que, a partir de ese momento, dejaría de pensar en él, y en su carta, y en su piano. Friedrich ya no me perseguiría más, porque ahora tenía a Gregori.
-Siento...siento haber estropeado todo antes. No debí plantear esa pregunta, no sé por qué...parece como si...-las palabras se deshacían en mi garganta antes de llegar a ser pronunciadas. Bajé la vista y jugueteé con algunos de los botones de la camisa aún empapada de Gregori. Aún evitaba mirarle a los ojos.-...No tiene por qué contarme lo que sucede. Podré manejarlo yo sola. Entiendo si decide marcharse para protegerme...- "aunque duela"
Subí las escaleras junto con Gregori. La caminata se me hizo larga y eterna, y tenía la sensación de que nunca llegaría a mi destino, aunque mi apartamento estaba situado en el tercer piso. Ambos entramos en el piso con desgana y abatimiento. Había sido una de las noches más difíciles y extrañas para mí. Por un lado, me sentía feliz por haber liberado ese sentimiento que me tenía aprisionada durante tanto tiempo, pero por otro lado, también tenía la sensación de que esa dicha no dudaría eternamente; nada lo hace, y tenía miedo de que aquello se pudiera terminar antes incluso de haber empezado.
La ropa nos pesaba, al igual que nuestros pasados. Sentía que Gregori estaba a punto de abrirme un pasaje de su vida que le resultaba doloroso y desgarrador. No estaba segura de si quería saberlo o no, si eso me obligaba a revelar el mío.
Gregori se libró de su abrigo y chaqueta mojadas. Asentí y acudí a mi armario para rebuscar entre la ropa. No tenía ganas de cambiarme así que preferí abrir el cajón de las mantas. Pero mis dedos se toparon con algo que no pensé encontrar allí; era una vieja camisa de hombre, blanca, normal e impoluta. Mis manos vacilaron un momentos antes de tomar la tela. Era una camisa sencilla pero elegante, de las mejores telas de Hungría. La acerqué a mi rostro; aún olía a él.
Regresé al salón cargada con la manta, que dejé sobre el orejero y la camisa.
-He encontrado ésto. Quizá le sirva para cambiarse.-me acerqué a él y le tendí la camisa de lino. Entregarle esa camisa a Gregori significaba más que el propio gesto en sí. La resolución con la que me había deshecho del último recuerdo que me quedaba de Friedrich me descubrió que esa parte de mi vida ya había quedado atrás. Me prometí a mí misma que, a partir de ese momento, dejaría de pensar en él, y en su carta, y en su piano. Friedrich ya no me perseguiría más, porque ahora tenía a Gregori.
-Siento...siento haber estropeado todo antes. No debí plantear esa pregunta, no sé por qué...parece como si...-las palabras se deshacían en mi garganta antes de llegar a ser pronunciadas. Bajé la vista y jugueteé con algunos de los botones de la camisa aún empapada de Gregori. Aún evitaba mirarle a los ojos.-...No tiene por qué contarme lo que sucede. Podré manejarlo yo sola. Entiendo si decide marcharse para protegerme...- "aunque duela"
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 495
Fecha de inscripción : 19/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una necesidad [Carolina Van De Vallery]
Ahora solo me encontraba en camisa blanca, muy empapada, estaba casi estilando, lo que menos quería, era arruinar el piso de carolina, un lugar bastante ordenado y muy acogedor. Todos mis accesorios d vestimenta estaba mojado, mi reloj de bolsillo, el cual analice detenidamente para encontrar la posibilidad de poder recuperar la hora en donde se detuvo. Mirando el delicado relicario de oro, me pregunte, si esa era la hora en que bese a mi amada Carolina, de ser así, prefiero que se mantenga de esta forma, quito, recordando la hora exacta en donde nuestros labios sellaron por fin una hermosa sensación que ansiaba con todas las ganas que llegara luego.
Carolina volvió con algo que nunca pensé encontrar, una camisa de hombre, no mostré interés por saber de quién era, de seguro más adelante, pero debía reconocer que estaba intrigado. Me quite el pañuelo oscuro que cubría mi cuello mientras Carolina comenzó a hablar nuevamente. El silencio se apodero de nosotros, buscaba la mirada de Carolina pero su mirada aun estaba baja, me acerque más a ella, posando mis manos sobre sus brazos – No… esto es algo que debe saber, ahora más que nunca debemos tener cuidado, es bueno que lo dejemos en claro ahora mismo. – lo de marcharse era una de las opciones, una de las opciones más dolorosas y no muy agradables que estaban en mis manos.
- ¿eso es para mí? – me agache un poco, inclinando un poco mi cabeza, quería ver nuevamente sus ojos. Me refería a la camisa blanca que poseía en sus delicadas manos- espero que sea de mi talla. – sonreí de lado, tratando de hacer un poco más agradable el ambiente.
Me gire y le di la espalda a Carolina, cambie la camisa empapada por aquella seca, me quedaba perfectamente. Mientras comenzaba a botonarme las mangas, sentí el olor de un vampiro en ella, fruncí el ceño haciéndome sentir algo incomodo y celoso.
Me gire nuevamente – bien… por donde comenzaremos. – pensé. Espere a Carolina para así tomar juntos asiento. Deje mi reloj del bolsillo en la mesa de centro, no iba a necesitarlo, además, quería que se secara.
Carolina volvió con algo que nunca pensé encontrar, una camisa de hombre, no mostré interés por saber de quién era, de seguro más adelante, pero debía reconocer que estaba intrigado. Me quite el pañuelo oscuro que cubría mi cuello mientras Carolina comenzó a hablar nuevamente. El silencio se apodero de nosotros, buscaba la mirada de Carolina pero su mirada aun estaba baja, me acerque más a ella, posando mis manos sobre sus brazos – No… esto es algo que debe saber, ahora más que nunca debemos tener cuidado, es bueno que lo dejemos en claro ahora mismo. – lo de marcharse era una de las opciones, una de las opciones más dolorosas y no muy agradables que estaban en mis manos.
- ¿eso es para mí? – me agache un poco, inclinando un poco mi cabeza, quería ver nuevamente sus ojos. Me refería a la camisa blanca que poseía en sus delicadas manos- espero que sea de mi talla. – sonreí de lado, tratando de hacer un poco más agradable el ambiente.
Me gire y le di la espalda a Carolina, cambie la camisa empapada por aquella seca, me quedaba perfectamente. Mientras comenzaba a botonarme las mangas, sentí el olor de un vampiro en ella, fruncí el ceño haciéndome sentir algo incomodo y celoso.
Me gire nuevamente – bien… por donde comenzaremos. – pensé. Espere a Carolina para así tomar juntos asiento. Deje mi reloj del bolsillo en la mesa de centro, no iba a necesitarlo, además, quería que se secara.
Invitado- Invitado
Re: Una necesidad [Carolina Van De Vallery]
Las paredes parecían que se derrumbaran sobre mí con cada minuto que el reloj de pie marcaba. El ambiente era tenso y el aire del apartamento parecía estar viciado, como si llevase años sin abrirse, o eso me pareció a mí. Estaba en un punto que hasta mis agudos sentidos me engañaban. Siendo sincera conmigo misma, no creía tener la entereza suficiente para soportar lo que Gregori quería revelarme. Su confianza en mí me había desarmado completamente y ya no sabía cómo se supone que debía reaccionar. Huir, luchar u olvidarlo todo. Cerrar la puerta a Gregori y a su pasado. Pero ya no podía hacer eso. Acababa de demostrarme a mí misma que dependía de él más de lo que quería afrontar, y eso me dio miedo. Tanto que casi me tambeleé en el suelo. La historia volvía a empezar, pero no sabía si esta vez tendría un final.
Por un momento, temí que Gregori me preguntara por el dueño de la camisa. Sería una historia tan larga y lamentable que no creía que tuviese la fuerza necesaria en aquellos momentos como para contársela. Pero no lo hizo. Aquella noche tocaba despertar los demonios de Gregori, ya habría tiempo para los míos.
Intenté sonreír, una, dos, tres veces, pero no podía. Los nervios se adueñaron de todos mis gestos y formas... Sí, los nervios y el miedo. El miedo por encima de todo. En verdad, siempre había estado ahí, lacerante como una herida que esperase para sangrar en el más inesperado momento. El miedo había sido eterno compañero mío desde la muerte de Friedrich, e incluso antes. Puede que el miedo me acompañase desde que era una chiquilla mortal vienesa. Pero aquella noche... Aquella noche era la noche del miedo.
Me encaminé a los ventanales y corrí las cortinas de terciopelo para evitar que el Sol hiciese su aparición triunfal justo en el momento más inoportuno. Gregori tomó asiento y yo le seguí. La luz de las velas tintineó dibujando sombras en el papel de la pared. Con cuidado, mi acompañante depositó su reloj de cadena encima de la mesa de roble. Sus gestos se me hicieron lentos y pausados, como queriendo prolongar el tiempo antes de romper esa extraña atmósfera de quietud que precede a la tormenta.
-El principio es el mejor comienzo, dicen.-no era momento para bromas, mi comentario tampoco lo era. Estaba inmóvil en mi asiento. Si mi pecho se moviese, sin duda, se hubiera quedado parado en aquellos instantes. Ni si quiera me atreví a hacer ningún gesto con las manos. Sólo estaba ahí, tendida, expectante a que Gregori hablara, y dispuesta a aceptar cualquier cosa que se nos viniese encima.
Por un momento, temí que Gregori me preguntara por el dueño de la camisa. Sería una historia tan larga y lamentable que no creía que tuviese la fuerza necesaria en aquellos momentos como para contársela. Pero no lo hizo. Aquella noche tocaba despertar los demonios de Gregori, ya habría tiempo para los míos.
Intenté sonreír, una, dos, tres veces, pero no podía. Los nervios se adueñaron de todos mis gestos y formas... Sí, los nervios y el miedo. El miedo por encima de todo. En verdad, siempre había estado ahí, lacerante como una herida que esperase para sangrar en el más inesperado momento. El miedo había sido eterno compañero mío desde la muerte de Friedrich, e incluso antes. Puede que el miedo me acompañase desde que era una chiquilla mortal vienesa. Pero aquella noche... Aquella noche era la noche del miedo.
Me encaminé a los ventanales y corrí las cortinas de terciopelo para evitar que el Sol hiciese su aparición triunfal justo en el momento más inoportuno. Gregori tomó asiento y yo le seguí. La luz de las velas tintineó dibujando sombras en el papel de la pared. Con cuidado, mi acompañante depositó su reloj de cadena encima de la mesa de roble. Sus gestos se me hicieron lentos y pausados, como queriendo prolongar el tiempo antes de romper esa extraña atmósfera de quietud que precede a la tormenta.
-El principio es el mejor comienzo, dicen.-no era momento para bromas, mi comentario tampoco lo era. Estaba inmóvil en mi asiento. Si mi pecho se moviese, sin duda, se hubiera quedado parado en aquellos instantes. Ni si quiera me atreví a hacer ningún gesto con las manos. Sólo estaba ahí, tendida, expectante a que Gregori hablara, y dispuesta a aceptar cualquier cosa que se nos viniese encima.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 495
Fecha de inscripción : 19/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Una necesidad [Carolina Van De Vallery]
Por un momento no pude concentrarme del todo bien, adema de no saber por dónde comenzar, le hecho de tener la camisa de otro propietario, que ni siquiera me parecía familiar, ya me estaba molestando, me sentía un animal, como los mismo que marcaban su territorio, sentía que alguien marcaba el suyo sobre el mío, me sentía celoso… ¿pero de que serbia mezclar más cosas? Ahora había llegado mi oportunidad para contarle mi pasado a Carolina y una vez por todas, cerrarlo. De todas formas estaba ansioso de saber a quién pertenece esta camisa, no me iba a quedar con las ganas, pero más adelante.
- Fui convertido cuando tenía 30 años de edad en 1486… en Alemania, por una vampiresa de nombre Savannah Dubrinsky, además de ser mi creadora, fue mi tutora por algunos años… - moje un poco mis labios y mire a Carolina – no recuerdo exactamente qué era lo que estaba haciendo y cómo fue que la encontré, es algo extraño. Recorrimos el mundo junto, me llevo a Paris, donde conocí a una civilización bastante organizada, los Carpatianos. Era allí donde pertenecía. – hice una pequeña pausa y busque mi reloj de bolsillo, brillaba con la leve luz. – siempre le tuve rencor a Savannah, siempre… afortunadamente encontré a alguien que poseía los mismo sentimientos hacia ella, Katherine Ruth Bathory, quien poseía la misma edad que Savannah, ella fue la cómplice de mi conspiración hacia la muerte de Savannah. Recuerdo que fue algo complicado, o era ella, o yo… - suspire levemente.
- Cuando había cumplido mis 200 años aproximadamente, volví a mi tierra natal, y allí me encontré a Alucard, un vampiro sediento de venganza y sangre…
Antes de que Alucard me encontrara… conocí a una mujer… humana, su nombre era Susan, igual que su madre… - sentí de pronto que se me hizo difícil recordar el rostro de aquella joven, dejándome un poco pensativo y mirando un punto fijo, un gran vacío comenzó a invadirme por dentro, era como un pozo sin fondo, era molesto.- siempre pensé que ella sería la única persona que me vería como alguien normal, como a un humano… pero Alucard le arrebato la vida como un persona a una hormiga – fruncí el ceño – todo fue muy rápido… no pude hacer nada. Y siempre me he sentido mal por eso…
- Y desde ese momento que comenzó mi rivalidad con Alucard… -
Había más que contar, pero eso lo haría en grandes rasgos, si me estaba costando contar todo eso, no me imaginaba como terminaría la historia.
Recuerdos, muchos recuerdos, imágenes y rostros vinieron a mi cabeza, habían sido muchos los años que mi mente se había esforzado por encontrar esas imágenes. Se proyectaban con fuerza, eran inevitables… el solo hecho de recordar la muerte de Susan, me era escalofriante.
- Fui convertido cuando tenía 30 años de edad en 1486… en Alemania, por una vampiresa de nombre Savannah Dubrinsky, además de ser mi creadora, fue mi tutora por algunos años… - moje un poco mis labios y mire a Carolina – no recuerdo exactamente qué era lo que estaba haciendo y cómo fue que la encontré, es algo extraño. Recorrimos el mundo junto, me llevo a Paris, donde conocí a una civilización bastante organizada, los Carpatianos. Era allí donde pertenecía. – hice una pequeña pausa y busque mi reloj de bolsillo, brillaba con la leve luz. – siempre le tuve rencor a Savannah, siempre… afortunadamente encontré a alguien que poseía los mismo sentimientos hacia ella, Katherine Ruth Bathory, quien poseía la misma edad que Savannah, ella fue la cómplice de mi conspiración hacia la muerte de Savannah. Recuerdo que fue algo complicado, o era ella, o yo… - suspire levemente.
- Cuando había cumplido mis 200 años aproximadamente, volví a mi tierra natal, y allí me encontré a Alucard, un vampiro sediento de venganza y sangre…
Antes de que Alucard me encontrara… conocí a una mujer… humana, su nombre era Susan, igual que su madre… - sentí de pronto que se me hizo difícil recordar el rostro de aquella joven, dejándome un poco pensativo y mirando un punto fijo, un gran vacío comenzó a invadirme por dentro, era como un pozo sin fondo, era molesto.- siempre pensé que ella sería la única persona que me vería como alguien normal, como a un humano… pero Alucard le arrebato la vida como un persona a una hormiga – fruncí el ceño – todo fue muy rápido… no pude hacer nada. Y siempre me he sentido mal por eso…
- Y desde ese momento que comenzó mi rivalidad con Alucard… -
Había más que contar, pero eso lo haría en grandes rasgos, si me estaba costando contar todo eso, no me imaginaba como terminaría la historia.
Recuerdos, muchos recuerdos, imágenes y rostros vinieron a mi cabeza, habían sido muchos los años que mi mente se había esforzado por encontrar esas imágenes. Se proyectaban con fuerza, eran inevitables… el solo hecho de recordar la muerte de Susan, me era escalofriante.
Invitado- Invitado
Re: Una necesidad [Carolina Van De Vallery]
Lo reconocí al instante. Esa mirada perdida, esos dedos inquietos bailando sobre un objeto; daba igual el que fuera, el ceño fruncido y los labios apretados. Sí, no era fácil. Apreciaba el gesto que Gregori estaba haciendo. No le pedí más detalles de los que él quisiera contarme. Retrocedía y volvía de nuevo a la historia como si sus recuerdos estuvieran inconexos. Sabía cómo era esa sensación. La misma historia para todos, nos obsequiaban con algo que no sabía cómo controlar. Para un vampiro, su creador era el único punto de apoyo cuando nos arrojaban a ese mundo de extrañas sensaciones, y por eso no podía entender el odio irrefrenable que Gregori parecía profesar a su maestra. ¿Qué hubiera sido de mí sin Friedrich? "¿Qué es de tí sin él?", pero no juzgué a Gregori por lo que me estaba relatando (no podría hacerlo), las relaciones eran cada cual más complicada.
Ah, amores desafortunados. Los vampiros estábamos condenados a ello, si es que en algún momento se nos concibió para poder amar. Por muchos años había permanecido cerrada de mí misma, reacia ante cualquier contacto con humanos o incluso los propios de mi raza. Porque cada rostro que veía, era el suyo también. Si alguien podía comprender el sentimiento de Gregori, ésa era yo. Vi la pérdida en su mirada, y supe que la había visto morir, de una u otra forma. ¿Cuántas veces habría yo revivido una y otra vez la fatídica noche del fuego? Una sola mirada hacia atrás, y el resto; escombros.
-A esa mujer, Susan, la amaba.-no era una pregunta, era una afirmación, pero ¿acaso era necesaria tan si quiera? No sabía qué clase de sentimiento me embargaba en esos momentos. ¿Celos, empatía? Un poco de los dos, y el primero se presentó como algo casi nuevo, o al menos casi olvidado. Y yo que pensaba ingenuamente...
-Y quiere vengarse, o al menos hacerle daño, casi tanto como él a usted. Y eso lleva a un círculo vicioso del que ya no puede salir, porque ahora es parte de usted también, ¿he acertado?.-todo eran suposiciones, claro, pero había vivido lo suficiente y un poco más como para reconocer el rencor y el resentimiento en los ojos de alguien. Ahora lo comprendía mejor, Gregori no quería que me viera involucrada en todo este asunto, porque no quería volver a ver el rostro de Susan en el mío.
Ah, amores desafortunados. Los vampiros estábamos condenados a ello, si es que en algún momento se nos concibió para poder amar. Por muchos años había permanecido cerrada de mí misma, reacia ante cualquier contacto con humanos o incluso los propios de mi raza. Porque cada rostro que veía, era el suyo también. Si alguien podía comprender el sentimiento de Gregori, ésa era yo. Vi la pérdida en su mirada, y supe que la había visto morir, de una u otra forma. ¿Cuántas veces habría yo revivido una y otra vez la fatídica noche del fuego? Una sola mirada hacia atrás, y el resto; escombros.
-A esa mujer, Susan, la amaba.-no era una pregunta, era una afirmación, pero ¿acaso era necesaria tan si quiera? No sabía qué clase de sentimiento me embargaba en esos momentos. ¿Celos, empatía? Un poco de los dos, y el primero se presentó como algo casi nuevo, o al menos casi olvidado. Y yo que pensaba ingenuamente...
-Y quiere vengarse, o al menos hacerle daño, casi tanto como él a usted. Y eso lleva a un círculo vicioso del que ya no puede salir, porque ahora es parte de usted también, ¿he acertado?.-todo eran suposiciones, claro, pero había vivido lo suficiente y un poco más como para reconocer el rencor y el resentimiento en los ojos de alguien. Ahora lo comprendía mejor, Gregori no quería que me viera involucrada en todo este asunto, porque no quería volver a ver el rostro de Susan en el mío.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 495
Fecha de inscripción : 19/01/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Página 1 de 2. • 1, 2
Temas similares
» Cafetería "Le Rose Blanche" - Caroline Van De Vallery
» La necesidad no tiene necesariamente cara de hereje [Gianella]
» Una vibrante necesidad [Libre]
» Dos años de musa interrumpidos por necesidad [Sol]
» La Necesidad Tiene Cara de Hereje [Arianne]
» La necesidad no tiene necesariamente cara de hereje [Gianella]
» Una vibrante necesidad [Libre]
» Dos años de musa interrumpidos por necesidad [Sol]
» La Necesidad Tiene Cara de Hereje [Arianne]
Página 1 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour