AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Desayuno (Caroline)
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Desayuno (Caroline)
La semana se me había pasado como siempre: rápido. Los negocios en el teatro no eran demasiados, así que no me estresaba, tampoco me enojaba. En sí, tenía las tardes bastante tranquilas. Así pues decidí trasladarme el Viernes y Sábado a mi finca para tratar de tener un momento de catarsis literaria, posiblemente escribiría algo bueno, ya tenía mucho que no lo hacía. Los poemas, normalmente, se me daba escribirlos en momentos de eterna tranquilidad, donde los únicos sonidos que podía escuchar eran los de el aire rozando las hojas de los árboles, los patos graznar en el pequeño lago, el agua caer de las cascadas que se hacían en las formaciones rocosas de las paredes cuando la lluvia caía. Tenía el plan en mi cabeza: dedicarme a escribir. Sin embargo, algo espontáneo no viene mal, así pues recibí una carta de una vieja amiga de Londres que, por azares del destino, había llegado a vivir a París y deseaba que nos viéramos, pues hacía aproximadamente un año que no sabíamos nada la una de la otra. Y no me sorprendía, por cuestiones de seguridad ella había sido una de las pocas personas a las que había confiado mi destino de mudanza. Que no le diera las razones era otro punto, pues dudaba que si le confesaba que había matado a mi marido, estuviera decidida a denunciarme o cortar la amistad que ya habíamos formado. Por eso prefería mantener el punto de mi mudanza en "razones de salud".
En fin, la carta decía que había llegado a penas a París y deseaba que nos reuniéramos, el lugar: El Café de París. Entonces, pues, en pleno Viernes decidí ponerme un vestido bastante sencillo color crema con flores rosas y salir en coche hacia el café.
El camino fué bastante tranquilo e inclusive podría decir que me extrañaba tan poca actividad en la mañana, pues normalmente está inhundado de gente.
Cuando llegué, pedí a la mesera que me colocara en una mesa cerca de la ventana.
- Y... estoy esperando a una señorita llamada Caroline Dunst, en cuanto llegue pasela directamente a mi mesa. Muchas Gracias.- dije e imediatamente me fuí a sentar, pedí un té de rosas con canela y me quedé esperando a mi amiga de antaño.
En fin, la carta decía que había llegado a penas a París y deseaba que nos reuniéramos, el lugar: El Café de París. Entonces, pues, en pleno Viernes decidí ponerme un vestido bastante sencillo color crema con flores rosas y salir en coche hacia el café.
El camino fué bastante tranquilo e inclusive podría decir que me extrañaba tan poca actividad en la mañana, pues normalmente está inhundado de gente.
Cuando llegué, pedí a la mesera que me colocara en una mesa cerca de la ventana.
- Y... estoy esperando a una señorita llamada Caroline Dunst, en cuanto llegue pasela directamente a mi mesa. Muchas Gracias.- dije e imediatamente me fuí a sentar, pedí un té de rosas con canela y me quedé esperando a mi amiga de antaño.
Evangeline Collingwood- Humano Clase Alta
- Mensajes : 161
Fecha de inscripción : 02/07/2010
Re: Desayuno (Caroline)
Esa mañana me levanté más contenta que de costumbre, ya habían pasado varias semanas desde el primer día de clases de mis hermanos y estaba mucho más tranquila al respecto, pero, si era completamente honesta, ese no era el verdadero motivo de mi felicidad. Hace algunos días, curioseando entre mis cosas, había encontrado una pequeña carta que mi adorada amiga Evangeline me había enviado hacía ya un año, contándome que se mudaba a Francia y, con todo lo sucedido con mis padres, el hacerme cargo de los niños y el resto de las circunstancias por las que había pasado en el último tiempo, habían hecho que lo olvidara completamente. Era increíble el hecho de que Dios nos hubiera unido en esa misma ciudad después de tantos tiempo sin verla, ya que desde su matrimonio que yo había dejado de frecuentar tan seguido su casa por respeto a su esposo y a su vida marital.
Me duché rápidamente dejando para otro día el baño aromatizador que solía darme todas las mañanas y cubrí mi cuerpo con un vestido azul haciendo juego con mis ojos y contrastando a la perfección con mi blanca piel. Desperté a mis hermanos, como hacía todas las mañanas, y los acompañé a desayunar, esta vez, sin probar bocado.
Media hora después del desayuno nos dirigimos al colegio en dónde me despedí de ellos con un beso en la frente luego de haberlos persignado, esa rutina ya se había vuelto parte de nuestras vidas y no había forma de poder quitarla, no porque no pudiera sino porque, simplemente, odiaba no poder llenar el vacío que había dejado la muerte de nuestra madre.
- Al centro de Paris, Pierre – le dije al cochero, encargado de nuestra seguridad, con una sonrisa. Si todo había salido bien y la carta había llegado a tiempo a al casa de Evangeline, mi amiga me estaría esperando allí. La había citado calculando un poco la hora en la que me desocupaba para que así ninguna de las dos tuviera que esperar tanto tiempo a la otra.
El carruaje demoró la nada misma en llegar al centro de París lo que me hizo sonreír aliviada al pensar que estaba bien de tiempo.
- Muchas Gracias, monsieur Van Dame – le dije a Pierre con una sonrisa. – Le dejo libre de mí por hoy. – le dije bromeando con ese noble anciano que tan bien nos había tratado en nuestra estancia en la mansión de tía Kate.
Entré al local y de inmediato me presenté en la recepción.
- Bonjour, mademoiselle – me dirigí a la señorita – Mi nombre es Caroline Dunst, vengo junto a la señorita Evangeline Collingwood – le dije dejando entre ver mi acento inglés.
Sin mayores preguntas la joven señorita me condujo a una mesa cerca de una ventana, que mostraba el hermoso día que comenzaba a nacer, en la que se encontraba mi queridísima y vieja amiga.
Sin sentarme para que la joven tomara mi orden, sin preocuparme del recato que debía guardar en ese lujoso lugar, me acerqué a abrazar a mi querida amiga como hace tanto tiempo no hacía
- ¡Oh, Evangeline, cuánto tiempo sin verte! – le dije emocionada abrazándola por un momento. Me solté del abrazo y le sonreí mientras la besaba en la mejilla percatándome que la mesera aún seguía allí para tomar la orden.
- Quisiera un capuchino, por favor – le pedí amablemente a la señorita, quien al observar que mi amiga ya estaba tomando algo se marcho del lugar dejándonos solas. - ¿cómo has estado? Aún no puedo creer que estemos juntas otra vez. – le sonreí sinceramente.
Me duché rápidamente dejando para otro día el baño aromatizador que solía darme todas las mañanas y cubrí mi cuerpo con un vestido azul haciendo juego con mis ojos y contrastando a la perfección con mi blanca piel. Desperté a mis hermanos, como hacía todas las mañanas, y los acompañé a desayunar, esta vez, sin probar bocado.
Media hora después del desayuno nos dirigimos al colegio en dónde me despedí de ellos con un beso en la frente luego de haberlos persignado, esa rutina ya se había vuelto parte de nuestras vidas y no había forma de poder quitarla, no porque no pudiera sino porque, simplemente, odiaba no poder llenar el vacío que había dejado la muerte de nuestra madre.
- Al centro de Paris, Pierre – le dije al cochero, encargado de nuestra seguridad, con una sonrisa. Si todo había salido bien y la carta había llegado a tiempo a al casa de Evangeline, mi amiga me estaría esperando allí. La había citado calculando un poco la hora en la que me desocupaba para que así ninguna de las dos tuviera que esperar tanto tiempo a la otra.
El carruaje demoró la nada misma en llegar al centro de París lo que me hizo sonreír aliviada al pensar que estaba bien de tiempo.
- Muchas Gracias, monsieur Van Dame – le dije a Pierre con una sonrisa. – Le dejo libre de mí por hoy. – le dije bromeando con ese noble anciano que tan bien nos había tratado en nuestra estancia en la mansión de tía Kate.
Entré al local y de inmediato me presenté en la recepción.
- Bonjour, mademoiselle – me dirigí a la señorita – Mi nombre es Caroline Dunst, vengo junto a la señorita Evangeline Collingwood – le dije dejando entre ver mi acento inglés.
Sin mayores preguntas la joven señorita me condujo a una mesa cerca de una ventana, que mostraba el hermoso día que comenzaba a nacer, en la que se encontraba mi queridísima y vieja amiga.
Sin sentarme para que la joven tomara mi orden, sin preocuparme del recato que debía guardar en ese lujoso lugar, me acerqué a abrazar a mi querida amiga como hace tanto tiempo no hacía
- ¡Oh, Evangeline, cuánto tiempo sin verte! – le dije emocionada abrazándola por un momento. Me solté del abrazo y le sonreí mientras la besaba en la mejilla percatándome que la mesera aún seguía allí para tomar la orden.
- Quisiera un capuchino, por favor – le pedí amablemente a la señorita, quien al observar que mi amiga ya estaba tomando algo se marcho del lugar dejándonos solas. - ¿cómo has estado? Aún no puedo creer que estemos juntas otra vez. – le sonreí sinceramente.
April Von Uckermann- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 30/07/2010
Edad : 34
Localización : En la catedral, en la biblioteca o la plaza.
Re: Desayuno (Caroline)
Esperé en aquella mesa, admirando las calles empedradas que se habían mojado un poco con el rocío matinal. Muy pocos coches pasaban con damas que, ataviadas con ricos vestidos, paseaban con sus amigas o maridos. Se veían gracioas las más ancianas tratando de parecer jovencitas avergonzadas abanicándose la cara, y digo que era gracioso porque no hacía calor. También admiré la belleza de muchos hombres que pasaban a sus negocios, tiendas o tomaban un coche hacia algún lugar. Unos eran algo maduros pero guapos y otros era jóvenes e inocentes. París me ofrecía muchas bellezas, sin embargo, extrañaba las cosas que hayaba en Londres como los pubs, la gente, mis hermanas. Inclusive extrañaba mi antiguo hogar, La Granja de los Petirrojos, donde mi sobrina seguía viviendo. Extrañaba Londres, pero París comenzaba a ganarse mi corazón.
Me mantuve mirando la ventana por varios minutos hasta que la voz de Caroline a lo lejos, anunciandole a la mesera que venía conmigo, me despertó de mi ensoñación y me provocó buscarla en la entrada al café. Se veía tan hermosa como la última vez que la había visto en mi granja de Londres; la felicidad con la que me saludó me hizo sentirme en casa.
-¡Caroline!- exclamé - es un gusto ver una cara familiar dentro de la extrañeza que sigue siendo París para mi después de un año.- dije sonriente para luego mirar a la mesera que anotaba la orden de Caroline. Invité a mi amiga a que se sentara tomando asiento yo. - He estado... bien, extrañando mi querido Londres, pero como pensaba hace unos segundos... París no está tan mal. hacía mucho que quería contactarte para saber cómo están tus hermanos, supe que tus padres murieron y te quedaste a cargo de ellos , es una gran responsabilidad la que pende de tus hombros ahora.- dije un poco preocupada, pues ambas éramos jóvenes, la misma edad, y ella con cuatro hermanos que cuidar... había de ser una tarea difícil.
Me mantuve mirando la ventana por varios minutos hasta que la voz de Caroline a lo lejos, anunciandole a la mesera que venía conmigo, me despertó de mi ensoñación y me provocó buscarla en la entrada al café. Se veía tan hermosa como la última vez que la había visto en mi granja de Londres; la felicidad con la que me saludó me hizo sentirme en casa.
-¡Caroline!- exclamé - es un gusto ver una cara familiar dentro de la extrañeza que sigue siendo París para mi después de un año.- dije sonriente para luego mirar a la mesera que anotaba la orden de Caroline. Invité a mi amiga a que se sentara tomando asiento yo. - He estado... bien, extrañando mi querido Londres, pero como pensaba hace unos segundos... París no está tan mal. hacía mucho que quería contactarte para saber cómo están tus hermanos, supe que tus padres murieron y te quedaste a cargo de ellos , es una gran responsabilidad la que pende de tus hombros ahora.- dije un poco preocupada, pues ambas éramos jóvenes, la misma edad, y ella con cuatro hermanos que cuidar... había de ser una tarea difícil.
Evangeline Collingwood- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/07/2010
Re: Desayuno (Caroline)
Me dejé guiar por mi amiga hacia su mesa, sentándome en una de esas lujosas y muy bien arregladas sillas mientras escuchaba atentamente lo que me decía.
No pude evitar que la melancolía llegara por un momento a mi corazón al escuchar sus palabras, era cierto que extrañaba Londres, pero no tanto como Eva, debía admitir que esa ciudad me había entregado todo: amor, solidaridad, familia, religión, amigos, estudios, bondad, belleza, diversión, ideas, personalidad, tranquilidad, arte, inclusive mi amor por la pintura había nacido en una de esas tan añoradas calles de Londres al observar una exposición callejera cuando apenas tenía nueve años; pero ni todo eso junto podía igualar a lo que me había quitado: mis padres. Claramente no culpaba a esa hermosa ciudad por la pérdida tan grande que habíamos pasado, nadie era culpable, había llegado su hora de estar con mi amado Dios y así lo entendía, pero ¿cómo le decía a mi corazón que caminara por aquellas calles dónde cada tarde solía pasear con mi madre para admirar la belleza que nos ofrecía? ¿Cómo hacía para que Isabel entendiera que su madre ya no estaba para que la acompañara a jugar al parque por las mañanas? ¿ Como podía obligar a mis hermanos seguir en la misma casa en dónde nuestros padres nos esperaban todas las mañanas para tomar desayuno en familia? No podía seguir exponiéndolos ni exponiéndome al sufrimiento que producían todos esos recuerdos, que, por más que intentáramos dejar en el pasado, simplemente no se querían ir.
No podía mentir diciendo que todo era tristeza, porque yo misma les había enseñado a los pequeños que debíamos recordar los buenos momentos pasados con nuestros padres, con una sonrisa en el rostro y agradecer por haberlos tenido por ese corto tiempo junto a nosotros, antes de vivir sumergidos en la tristeza y la desesperación por haberlos perdido de una forma tan espantosa.
Observé a mi compañera que esperaba mi comentario al respecto y con una sonrisa me dirigí a ella sin titubear ni mostrar dolor en mis palabras, puesto que nunca me había gustado demostras mis sentimientos o dar lástima a mis cercanos.
- Ha sido muy difícil, eso no lo puedo negar, pero no es nada que no se pueda superar con un poco de tiempo y tengo fe de que así será. Si te soy sincera mis hermanos están mucho mejor desde que nos mudamos aquí, Londres estaba cargado de recuerdos que hacía muchos más difícil su partida. Phillipe, ya comienza a interactuar con gente de su edad, hace una semana que esta saliendo con nuevos amigos y ha dejado de comportarse de forma mal educada y solitaria. Nicholas está volviendo a pintar lo que me ha puesto muy contenta ya que me motiva, también a mí, a volver a hacerlo, y, bueno, Isabel sigue en su burbuja de nueve años, sin entender muy bien que es lo que pasa, pero asimilando que sus padres han emprendido un largo viaje del cual no volverán – le dije pausadamente de manera sutil. Phillipe era el único que sabía como realmente habían muerto nuestros padres por lo que había sido el más afectado de los tres, por más que trate de ocultárselo no podía seguir omitiendo el hecho de que pronto cumpliría la mayoría de edad y tenía derecho a saber la verdad.
De pronto llegó la mesera con mi capuccino interrumpiendo ese momento de melancolía.
- Muchas gracias – le sonreí a la señorita y esperé a que se fuera para volver mi atención a Evangeline - ¿y qué me dices e ti? También supe que habías tenido una dolorosa perdida – le dije, preocupada por su estado anímico puesto que su perdida era más reciente, posando mi mano sobre la de ella que estaba en la mesa intentando entregarle así todo mi apoyo.
No pude evitar que la melancolía llegara por un momento a mi corazón al escuchar sus palabras, era cierto que extrañaba Londres, pero no tanto como Eva, debía admitir que esa ciudad me había entregado todo: amor, solidaridad, familia, religión, amigos, estudios, bondad, belleza, diversión, ideas, personalidad, tranquilidad, arte, inclusive mi amor por la pintura había nacido en una de esas tan añoradas calles de Londres al observar una exposición callejera cuando apenas tenía nueve años; pero ni todo eso junto podía igualar a lo que me había quitado: mis padres. Claramente no culpaba a esa hermosa ciudad por la pérdida tan grande que habíamos pasado, nadie era culpable, había llegado su hora de estar con mi amado Dios y así lo entendía, pero ¿cómo le decía a mi corazón que caminara por aquellas calles dónde cada tarde solía pasear con mi madre para admirar la belleza que nos ofrecía? ¿Cómo hacía para que Isabel entendiera que su madre ya no estaba para que la acompañara a jugar al parque por las mañanas? ¿ Como podía obligar a mis hermanos seguir en la misma casa en dónde nuestros padres nos esperaban todas las mañanas para tomar desayuno en familia? No podía seguir exponiéndolos ni exponiéndome al sufrimiento que producían todos esos recuerdos, que, por más que intentáramos dejar en el pasado, simplemente no se querían ir.
No podía mentir diciendo que todo era tristeza, porque yo misma les había enseñado a los pequeños que debíamos recordar los buenos momentos pasados con nuestros padres, con una sonrisa en el rostro y agradecer por haberlos tenido por ese corto tiempo junto a nosotros, antes de vivir sumergidos en la tristeza y la desesperación por haberlos perdido de una forma tan espantosa.
Observé a mi compañera que esperaba mi comentario al respecto y con una sonrisa me dirigí a ella sin titubear ni mostrar dolor en mis palabras, puesto que nunca me había gustado demostras mis sentimientos o dar lástima a mis cercanos.
- Ha sido muy difícil, eso no lo puedo negar, pero no es nada que no se pueda superar con un poco de tiempo y tengo fe de que así será. Si te soy sincera mis hermanos están mucho mejor desde que nos mudamos aquí, Londres estaba cargado de recuerdos que hacía muchos más difícil su partida. Phillipe, ya comienza a interactuar con gente de su edad, hace una semana que esta saliendo con nuevos amigos y ha dejado de comportarse de forma mal educada y solitaria. Nicholas está volviendo a pintar lo que me ha puesto muy contenta ya que me motiva, también a mí, a volver a hacerlo, y, bueno, Isabel sigue en su burbuja de nueve años, sin entender muy bien que es lo que pasa, pero asimilando que sus padres han emprendido un largo viaje del cual no volverán – le dije pausadamente de manera sutil. Phillipe era el único que sabía como realmente habían muerto nuestros padres por lo que había sido el más afectado de los tres, por más que trate de ocultárselo no podía seguir omitiendo el hecho de que pronto cumpliría la mayoría de edad y tenía derecho a saber la verdad.
De pronto llegó la mesera con mi capuccino interrumpiendo ese momento de melancolía.
- Muchas gracias – le sonreí a la señorita y esperé a que se fuera para volver mi atención a Evangeline - ¿y qué me dices e ti? También supe que habías tenido una dolorosa perdida – le dije, preocupada por su estado anímico puesto que su perdida era más reciente, posando mi mano sobre la de ella que estaba en la mesa intentando entregarle así todo mi apoyo.
April Von Uckermann- Humano Clase Alta
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Localización : En la catedral, en la biblioteca o la plaza.
Re: Desayuno (Caroline)
Escuché a Caroline con asombro. Realmente parecía una mujer madura que enfrentaba las cosas sin miedo a los obstáculos que le presentaran, y a como conocía a su familia, ella amaba a sus padres más que a nada en el mundo. Su madre había sido un gran ejemplo, una confiable amiga y una respetable madre, y en cuando a su padre, ¡ni decir! Había sido el hombre más cariñoso, bondadoso y caballero que en mi vida conocí. Y puedo decirlo porque charlamos bastante tiempo en una de las fiestas en las que nos topábamos cuando estaba casada con Basil. Verdaderamente era una familia feliz, así que me sorprendía que Caroline estuviese firme a pesar de la pérdida. Y no la culpaba, con cuatro hermanos a quienes cuidar y tratar de "pintarles" el fallecimiento de los padres no era nada sencillo. Cuando yo perdí a mi madre y a mi padre tendría a penas unos once y entendía muy poco de lo que era estar de luto o sentirme con la tristeza de no verlos y Helena, mi hermana mayor, tuvo que lidiar con todas nosotras, las cinco, en una casa donde apenas cabíamos la mitad, trabajando para poder darnos de comer y mantenernos saludables, porque si una de nosotras se enfermaba no tendríamos con qué pagar el médico. Puedo decir que admiraba a Caroline por esa fortaleza que demostraa al platicar de lo ocurrido y eso me daba gusto al igual que oír de sus hermanos.
- Querida mía, me da mucho gusto ver que estás llevando todo este asunto de maravilla, y eso se demuestra en el temple que tienes al hablar de todo esto, al igual que escuchar de tus hermanos. Es difícil hacer que un niño o adolescente supere la partida de sus padres, y como dices, si Phillip está comenzando a conocer gente nueva y Nicholas pintando de nuevo, eso sólo significa que estás haciéndolo todo bien. De tu pequeña hermana no me sorprende, los niños no entienden lo que es la muerte.- comenté sonriendo tiernamente mientras con una mano tomaba mi té y le daba un sorbo.
Suspiré al escucharle preguntar por Basil. La verdad que su muerte ni me venía ni me iba, y Dios me perdonaría si hablaba así de un alma, pero esque era la verdad. ¿Cómo iba yo a extrañar al hombre que me violaba, me pegaba y era el hipócrita más grande en éste maldito mundo? Ah claro, con Lady y Lord Dunst siempre se mostró de lo mas cariñoso y atento conmigo, era la "joya que había encontrado". Se deshacía en piropos y cumplidos para mi, pero cuando llegábamos a la casa lo único que quería era estar en la cama, tener relaciones (que nunca se pusieron llevar a cabo por que yo nunca le logré estimular como se debía), y comer. Era todo lo que quería de mi. No puedo negar que viví bien, porque los lujos jamás me faltaron, sin embargo, las heridas emocionales con las que tenía que cargar eran demasiado pesadas para que los lujos pudieran levantaras. Sonreí un poco incómoda y traté de fingir la "pérdida".
- Ah... si, Basil. ¿Sabes? No hablo mucho de su muerte porque suele ser... cómo decirlo... doloroso. Recordar lo que viví con él me hace querer volver a aquellos tiempos en los que vivía y la verdad, la mayoría, suelen ser mas vívidos que lo que ahora vivo.- dije moviendo la cucharita del té en la taza.
- Querida mía, me da mucho gusto ver que estás llevando todo este asunto de maravilla, y eso se demuestra en el temple que tienes al hablar de todo esto, al igual que escuchar de tus hermanos. Es difícil hacer que un niño o adolescente supere la partida de sus padres, y como dices, si Phillip está comenzando a conocer gente nueva y Nicholas pintando de nuevo, eso sólo significa que estás haciéndolo todo bien. De tu pequeña hermana no me sorprende, los niños no entienden lo que es la muerte.- comenté sonriendo tiernamente mientras con una mano tomaba mi té y le daba un sorbo.
Suspiré al escucharle preguntar por Basil. La verdad que su muerte ni me venía ni me iba, y Dios me perdonaría si hablaba así de un alma, pero esque era la verdad. ¿Cómo iba yo a extrañar al hombre que me violaba, me pegaba y era el hipócrita más grande en éste maldito mundo? Ah claro, con Lady y Lord Dunst siempre se mostró de lo mas cariñoso y atento conmigo, era la "joya que había encontrado". Se deshacía en piropos y cumplidos para mi, pero cuando llegábamos a la casa lo único que quería era estar en la cama, tener relaciones (que nunca se pusieron llevar a cabo por que yo nunca le logré estimular como se debía), y comer. Era todo lo que quería de mi. No puedo negar que viví bien, porque los lujos jamás me faltaron, sin embargo, las heridas emocionales con las que tenía que cargar eran demasiado pesadas para que los lujos pudieran levantaras. Sonreí un poco incómoda y traté de fingir la "pérdida".
- Ah... si, Basil. ¿Sabes? No hablo mucho de su muerte porque suele ser... cómo decirlo... doloroso. Recordar lo que viví con él me hace querer volver a aquellos tiempos en los que vivía y la verdad, la mayoría, suelen ser mas vívidos que lo que ahora vivo.- dije moviendo la cucharita del té en la taza.
Evangeline Collingwood- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/07/2010
Re: Desayuno (Caroline)
Escuché las palabras de aliento que me brindaba Evangeline tomando un pequeño sorbo de mi exquisito capuccino para, de esa forma, no mostrar la tristeza que me acompañaba en ese momento, y en cada instante de mi vida, desde hacía ya mucho tiempo. Las circunstancias habían hecho que aprendiera a ocultar el dolor en mi interior sin dejar que nada, ni el más sonoro llanto, ni la más inocente pregunta, ni el más triste recuerdo, debilitara esa coraza que se había creado de forma instantánea, alrededor de mi corazón, en el momento en el que me comunicaron la pérdida que habíamos tenido como familia y la voluntad de mi padre en su testamento, podrían llamarme fría, podrían llamarme insensible, pero jamás podrían decir que mis hermanos aumentaron su desconsuelo al verme llorar, al escuchar una queja mía o al tener que consolar mi llanto desenfrenado, porque esa sería la mayor de las calumnias, no fue sino aquí, en este París, tan amado por mi en esos momentos y tan odiado por mi padre al momento de su muerte, donde al fin pude derramar una lágrima y no en una ocasión, sino que todas las tardes durante estos seis meses, junto al único ser al que había abierto mi coraza permitiéndole ver lo que en mi interior guardaba, a Él, el padre de todos, el que mejor podía entender mi dolor, nuestro creador, sólo con él me sentía segura, a salvo, libre de dolor, de remordimiento, de penurias, libre de todo mal y daba gracias a ese infinitamente grandioso ser por haber puesto en mi camino al adorable hombre que escuchaba mis confesiones todas las tardes, después de misa, de forma sagrada, aquel tierno y anciano sacerdote, guía de sus ciervos aquí en la tierra, que no hacía más que brindarme apoyo y consuelo día tras día.
Todo ahora no era más que un latente recuerdo, el cual nos tocaba tener presente con una sonrisa en el rostro para de esa forma no estancar nuestras vidas y seguir adelante por aquel camino que Dios nos había, tan amorosamente, brindado al momento de nuestro nacimiento.
Sonreí a mi amiga mientras dejaba mi taza de capuccino en la mesa dándole a entender que agradecía infinitamente sus palabras, puesto que sabía que ella había pasado por lo mismo pero en lugares cambiados, puesto que había sido Evangeline la que había quedado a cargo de su hermana Helena, quien, al igual que yo, tuvo que ser fuerte frente a la inmensa prueba que le había tocado enfrentar para, de esa forma, salir bien parada de ella a cargo de sus hermanas menores.
En ese momento Envangeline me comenzó a hablar de su difunto esposo y no pude menos que entenderla al sentirse tan acongojada por la terrible perdida, no sabía de qué había muerto, pero lo que si había escuchado era que Mr. Collingwood padecía una enfermedad, ya muy avanzada, a los huesos. Nunca había entendido porque Evangeline siendo tan joven y hermosa se había casado con un hombre diez años mayor, pero cuando ambos estuvieron presente en una de nuestras fiestas mis dudas se aclararon de inmediato, aquel dueño del pub, que solía frecuentar muy seguido con mis amigas, era más tierno con Eva de lo que jamás pensé, su forma tan sutil de tratarla, como tan caballerosamente preguntaba su opinión antes de realizar un determinado acto, esos pequeños detalles que había podido presenciar, que pocos hombres en esos años tenían, eran capas de enamorar a cualquier mujer, sin importar la diferencia de edad que los separaba.
- Te entiendo, Eva – le sonreí tristemente por su pérdida, llamándola como solía hacerlo antes. – Quiero que sepas que puedes contar conmigo para lo que sea, aún no tengo pensado volver a Londres, por lo que tendremos mucho tiempo para conversar. – Le sonreí esta vez dejando todas las penas atrás. – Bueno hablemos de algo más alegre, tú que llevas más tiempo en esta ciudad, ¿sabes dónde queda la Universidad de Bellas Artes? – le pregunté dejando el pasado dónde debía estar, enfocándome en su respuesta entusiasmada puesto que ahora más que nunca quería comenzar una nueva vida y estudiar Dibujo, tal y como había querido desde un principio.
Todo ahora no era más que un latente recuerdo, el cual nos tocaba tener presente con una sonrisa en el rostro para de esa forma no estancar nuestras vidas y seguir adelante por aquel camino que Dios nos había, tan amorosamente, brindado al momento de nuestro nacimiento.
Sonreí a mi amiga mientras dejaba mi taza de capuccino en la mesa dándole a entender que agradecía infinitamente sus palabras, puesto que sabía que ella había pasado por lo mismo pero en lugares cambiados, puesto que había sido Evangeline la que había quedado a cargo de su hermana Helena, quien, al igual que yo, tuvo que ser fuerte frente a la inmensa prueba que le había tocado enfrentar para, de esa forma, salir bien parada de ella a cargo de sus hermanas menores.
En ese momento Envangeline me comenzó a hablar de su difunto esposo y no pude menos que entenderla al sentirse tan acongojada por la terrible perdida, no sabía de qué había muerto, pero lo que si había escuchado era que Mr. Collingwood padecía una enfermedad, ya muy avanzada, a los huesos. Nunca había entendido porque Evangeline siendo tan joven y hermosa se había casado con un hombre diez años mayor, pero cuando ambos estuvieron presente en una de nuestras fiestas mis dudas se aclararon de inmediato, aquel dueño del pub, que solía frecuentar muy seguido con mis amigas, era más tierno con Eva de lo que jamás pensé, su forma tan sutil de tratarla, como tan caballerosamente preguntaba su opinión antes de realizar un determinado acto, esos pequeños detalles que había podido presenciar, que pocos hombres en esos años tenían, eran capas de enamorar a cualquier mujer, sin importar la diferencia de edad que los separaba.
- Te entiendo, Eva – le sonreí tristemente por su pérdida, llamándola como solía hacerlo antes. – Quiero que sepas que puedes contar conmigo para lo que sea, aún no tengo pensado volver a Londres, por lo que tendremos mucho tiempo para conversar. – Le sonreí esta vez dejando todas las penas atrás. – Bueno hablemos de algo más alegre, tú que llevas más tiempo en esta ciudad, ¿sabes dónde queda la Universidad de Bellas Artes? – le pregunté dejando el pasado dónde debía estar, enfocándome en su respuesta entusiasmada puesto que ahora más que nunca quería comenzar una nueva vida y estudiar Dibujo, tal y como había querido desde un principio.
Off: lindo avatar *-*!!!
April Von Uckermann- Humano Clase Alta
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Re: Desayuno (Caroline)
Aún con el poco tiempo que Caroline y yo nos habíamos llegado a tratar, se había formado una amistad fuerte y confidente, así que tanto una compartía las penas de la otra como las felicidades. Obviamente estaría ahora más cerca de ella porque, era seguro, que a pesar de su apariencia fuerte, estaba una tristeza más grande que la que algúna vez sufrí yo. Su entendimiento a mi "pérdida" de Basil me hizo sentir mejor aunque, la verdad, estaba más feliz por que el viejo hubiese muerto. De todas maneras me había quedado con una cantidad bastante generosa de dinero, tanto, que al llegar a París me había comprado una finca, un Teatro y todavía tenía para vivir unos cuantos años; lo que no significaba que no trabajara, claro que no, pues el Teatro también me dejaba mis buenas monedas.
Asentí a las palabras de consuelo que Caroline me daba. Era una buena amiga, y ahora en esta soledad que era Londres su presencia me venía muy bien.
- Gracias, Caro.- agradecí.- en verdad que me hacía falta alguien con quien distraerme en esta enorme ciudad de la que apenas sé.- comenté con algo de bochorno. París era enorme y conocía los lugares más comunes, sólamente eso.
Me puse a pensar un poco. La universidad de Bellas Artes. Me sonaba, tal vez estaría cerca del Teatro, después de todo, estaba en la zona Artística de París.
- Me parece que está cerca del Teatro que compré cuando llegué aquí, aunque no estoy muy segura... ¿Te inscribiste para estudiar artes ahí? He escuchado que es una Universidad muy buena, tan llena de buenos profesores y artistas de todo tipo...- dije con tono de esnoñación. A mi me gustaría entrar en esa Universidad, sin embargo, tenía responsabilidades más grandes como el Teatro y dudaba que con ese trabajo me quedase tiempo para ir a la Universidad. Bueno, ya tendría que pulir mi talento literario por mis propios medios.
Off: Ains, gracias *w* en cuanto la vi dije "quierooooooooooooo!" jajaja
Asentí a las palabras de consuelo que Caroline me daba. Era una buena amiga, y ahora en esta soledad que era Londres su presencia me venía muy bien.
- Gracias, Caro.- agradecí.- en verdad que me hacía falta alguien con quien distraerme en esta enorme ciudad de la que apenas sé.- comenté con algo de bochorno. París era enorme y conocía los lugares más comunes, sólamente eso.
Me puse a pensar un poco. La universidad de Bellas Artes. Me sonaba, tal vez estaría cerca del Teatro, después de todo, estaba en la zona Artística de París.
- Me parece que está cerca del Teatro que compré cuando llegué aquí, aunque no estoy muy segura... ¿Te inscribiste para estudiar artes ahí? He escuchado que es una Universidad muy buena, tan llena de buenos profesores y artistas de todo tipo...- dije con tono de esnoñación. A mi me gustaría entrar en esa Universidad, sin embargo, tenía responsabilidades más grandes como el Teatro y dudaba que con ese trabajo me quedase tiempo para ir a la Universidad. Bueno, ya tendría que pulir mi talento literario por mis propios medios.
Off: Ains, gracias *w* en cuanto la vi dije "quierooooooooooooo!" jajaja
Evangeline Collingwood- Humano Clase Alta
- Mensajes : 161
Fecha de inscripción : 02/07/2010
Re: Desayuno (Caroline)
Asentí a las palabras de agradecimiento de mi amiga con una sonrisa en el rostro, en ese aspecto teníamos algo en común, puesto que mi único amigo, si se podía llamar de esa forma, en aquella ciudad era el sacerdote, él había sido el único soporte al que me había aferrado sin pensarlo en mi estancia en París ¡Qué va! ¡Había sido el único con el que había entablado conversación desde que había llegado! Bueno, si contaba las circunstancias completamente extraordinarias y extrañas que me habían pasado en el último tiempo, también debía contar a Maicol, aquel adorable mendigo que tan cariñosamente me había abierto su corazón haciendo que yo, en agradecimiento, le abriera el mío y a Dalmau Bonmatí, ese hermoso joven que tan torpemente había conocido hace algunos días y con quién esperaba tener un segundo encuentro lo más pronto me fuera posible.
Tomé un pequeño sorbo de mi capuccino mientras observaba cómo Evangeline pensaba en una respuesta a mi pregunta haciendo que mis oídos se pusieran alerta, como nunca antes, al pensar que al fin podrían tener, a lo menos, una referencia de dónde dirigirme para poder realizar mi mayor sueño desde que tenía nueve tiernos añitos. Sus palabra, para nada esperadas, me dejaron completamente sorprendida, ¿Evangeline se había comprado un teatro? ¡Un teatro! La sonrisa que iluminó mi rostro en aquel momento fue tan enorme que no podía dejar de mostrársela a mi vieja amiga, por lo que bajé la taza depositándola en la mesa para luego contestar a aquellas palabras que habían sido música celestial para mis oídos.
- ¿Te has comprado un teatro? ¡Un teatro! - dije entusiasmada de sólo pensar en cómo luciría aquel teatro de noche – Dios debes darme la dirección, tengo que ir a ese hermoso lugar, templo del arte más recalcado de París – le sonreí mientras sacaba de mi pequeño bolso de mano un papel y un lápiz grafito, los cuales siempre llevaba conmigo en caso de que viera un paisaje que me pidiera a gritos ser dibujado, y se los pasé para que me diera la dirección – Ojalá tengas razón y la Universidad esté cerca del teatro, sería tan maravilloso que ambas Artes estuvieran unidas más allá que de una forma espiritual, sino que también en un lugar físico facilitándonos el camino de poder visitar ambas a la vez sin tener que perder tiempo valiosa yendo de un lugar a otro – sonreí por la inteligencia que debió haber tenido la persona ocurrente de haber puesto ambos locales cerca. – De todas formas, ¿me acompañarías a investigar? Es que no conozco mucho de París y realmente no me gustaría dar este paso sola. – Le imploré con ojos suplicantes.
Tomé un pequeño sorbo de mi capuccino mientras observaba cómo Evangeline pensaba en una respuesta a mi pregunta haciendo que mis oídos se pusieran alerta, como nunca antes, al pensar que al fin podrían tener, a lo menos, una referencia de dónde dirigirme para poder realizar mi mayor sueño desde que tenía nueve tiernos añitos. Sus palabra, para nada esperadas, me dejaron completamente sorprendida, ¿Evangeline se había comprado un teatro? ¡Un teatro! La sonrisa que iluminó mi rostro en aquel momento fue tan enorme que no podía dejar de mostrársela a mi vieja amiga, por lo que bajé la taza depositándola en la mesa para luego contestar a aquellas palabras que habían sido música celestial para mis oídos.
- ¿Te has comprado un teatro? ¡Un teatro! - dije entusiasmada de sólo pensar en cómo luciría aquel teatro de noche – Dios debes darme la dirección, tengo que ir a ese hermoso lugar, templo del arte más recalcado de París – le sonreí mientras sacaba de mi pequeño bolso de mano un papel y un lápiz grafito, los cuales siempre llevaba conmigo en caso de que viera un paisaje que me pidiera a gritos ser dibujado, y se los pasé para que me diera la dirección – Ojalá tengas razón y la Universidad esté cerca del teatro, sería tan maravilloso que ambas Artes estuvieran unidas más allá que de una forma espiritual, sino que también en un lugar físico facilitándonos el camino de poder visitar ambas a la vez sin tener que perder tiempo valiosa yendo de un lugar a otro – sonreí por la inteligencia que debió haber tenido la persona ocurrente de haber puesto ambos locales cerca. – De todas formas, ¿me acompañarías a investigar? Es que no conozco mucho de París y realmente no me gustaría dar este paso sola. – Le imploré con ojos suplicantes.
April Von Uckermann- Humano Clase Alta
- Mensajes : 734
Fecha de inscripción : 30/07/2010
Edad : 34
Localización : En la catedral, en la biblioteca o la plaza.
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