Il mio regno per un gioiello (Yulianna)

El día había iniciado de la manera más normal y usual posible. Antha despertó temprano en la mañana, se levanto, baño y desayuno, y se disponía a ir al mercado a comprar algunos candelabros que empezaban a hacerle falta para la correcta iluminación de su hogar. Se encontraba cómodamente sentada frente al tocador de su habitación, retocó su cabellera y se estiró para alcanzar el par de pendientes que había elegido para lucir durante la jornada, y que combinaban a la perfección con el vestido amarillo claro que se había puesto, cuando uno de estos resbaló de sus manos y cayó por entre una pequeña grieta en la madera del piso.

-¡No! – gritó frustrada al ver que no había manera de alcanzar el pequeño colgante sin tener que arruinar la lamina de madera. Probablemente cualquier otra mujer no habría hecho más escándalo por el tema, tan solo tenía que elegir otro par y listo; pero Antha no era cualquier mujer y esto la afectaba más de lo que le gustaría admitir en público. Al fin de cuentas eran los pendientes que le había regalado su hermana mayor para su decimosegundo cumpleaños.

Se levanto del piso hecho una furia, no podía creer que por su torpeza acabara de perder aquel adorno tan bello. Zapateo con fuerza, haciendo que su tacón chocara contra el suelo y provocara un sonido que retumbo por la estancia. Luego apretó el puente de su nariz con los dedos pulgar e índice – Calma, tranquilízate, no pasa nada – Se dijo a si misma mientras respiraba profundamente – Solo tienes que salir y comprar un nuevo par – Si, ¿por qué no? Eso es justo lo que haría…
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El sonido de campanillas acompañó su ingreso a la joyería ubicada en el centro de Paris. Ahora se sentía insegura de su decisión pues, una vez se calmó del arranque de rabia provocado por la pérdida de su pendiente, la lógica la llamó a cuentas argumentando que no tenía necesidad de comprar un par nuevo de aretes solo por despecho o frustración… el dinero no le sobraba ahora y en realidad sí necesitaba los candelabros… aún así entró al lujoso almacén y se acerco a una de las vitrinas para observar las hermosas y costosas joyas expuestas en ella.

-¿Puedo ayudarle? – Antha levantó la mirada para encontrarse frente a una joven y hermosa vendedora que, contradictoriamente a las amables palabras pronunciadas, la miraba con petulancia, inspeccionando sus vestiduras de arriba abajo. Era obvio que, a pesar de haberse vestido bien, su guardarropa no podía equiparar el de una dama de alta cuna y sociedad… y lo más triste aún: no podía equiparar el que había usado y disfrutado durante tanto tiempo en el pasado. – Aún no me decido. Pero no te angusties linda, tan pronto lo haga te aviso – contestó con el mejor de sus tonos arrogantes mientras erguía su espalda y le miraba de manera despectiva. Ella también sabía jugar ese juego y debía admitir que, aunque ahora no gozara de la posición que tenía en el pasado, continuaba siendo la mejor en cuanto a desaires se trataba.

Tan pronto la joven vendedora se alejó del mostrador, Antha devolvió su atención hacia los pendientes allí exhibidos . Se encontraba visiblemente irritada por la actitud impertinente e insolente de la muchacha y eso le daba una razón más para permanecer en el lugar: No le daría el gusto de marcharse sin llevarse algo que ella misma tuviese que empacar y facturar.

Sus ojos vagaban y saltaban de un par de aretes a otro sin decidirse por ninguno, pero deteniéndose igual en cada una de las pequeñas etiquetas donde se estipulaban los diferentes precios. La defensa de su ego y orgullo iba a salirle bastante más cara de lo previsto. Suspiró decidida a no rendirse… si se tendría que quedar sin comer por dos días que así fuera. De ninguna manera saldría de esa tienda con el rabo entre las patas.

Finalmente, un hermoso y delicado par de colgantes reclamaron su atención. Se trataba de unos pendientes fabricados en plata, largos y delgados, con un fino tallado por toda su extensión y finalizados en una piedrecilla pequeña, transparente y brillante que combinaría a la perfección con cualquier atuendo. Era evidente, gracias al bajo costo comparado con las demás joyas que les rodeaban, que no podría tratarse de diamantes genuinos, tal vez alguna imitación, pero eso no le importó; mejor así, de esa manera tal vez no habría necesidad de una rabieta si se perdía uno de ellos.

Se encontraba absorta en su descubrimiento cuando una nueva voz la interrumpió. Por un instante pensó que se trataba de otra vendedora por lo que se irguió rápidamente adquiriendo un semblante de arrogancia pura hacia la chica que le había hablado. Se dio cuenta de su equivocación solo un segundo después, no era ninguna vendedora sino una elegante joven que le sonreía cálidamente.

-¡ Excuse moi! – se disculpó rápidamente antes de que la joven pudiese mal interpretar la horrible mirada que le había lanzado sin querer – Pensé que era usted una vendedora – Huy, eso había sonado aún peor… bastante peyorativo – Quiero decir… verá… hace un segundo tuve un desafortunado encuentro con una de ellas, por eso estaba a la defensiva – se explicó sin estar muy segura en realidad de cuál era la razón por la cual debía dar explicaciones a una extraña. Tal vez solo se tratara de la tranquilidad y amabilidad que la mujer aparentaba.

-En realidad busco un par de pendientes – contestó – Aunque creo haberlos encontrado – se inclinó ligeramente sobre la vitrina señalándole su descubrimiento a la joven - ¿Qué opina? – inquirió interesada en la apreciación que alguien tan elegante pudiese tener sobre su próxima posible compra.

Antha soltó el aire despacio al escuchar a la joven darle la razón, en cierta medida sobre su comportamiento reactivo hacia las vendedoras. Era un alivio saberlo, pues no había nada más incomodo y molestó que recibir un insulto o desaire por equivocación.

-Es un placer… Yo soy Antha – correspondió a la presentación ofreciéndole su mano para el apretón protocolario en tales ocasiones. A continuación observó cómo le eran entregados a Yulianna un par idénticos de pendientes a los expuestos que había llamado su atención.

La nueva vendedora, quien hasta ese momento se había comportado de una manera más o menos civilizada, y que además prestaba especial atención al par de chicas, ofreció a Antha el par que estaban en la vitrina para que ésta siguiera el consejo formulado antes de la presentación. Antha tomó las joyas entre sus manos y las observo detenidamente pero sin llegar a probárselos, en lugar de esto esperó hasta que la rubia se los colocó para observarla después detenidamente – Se te ven esplendidos – comentó. Por supuesto se trataba de una joven, no solo elegante y de finas facciones, sino también muy hermosa, así que las posibilidades de que alguno de los adornos expuestos no le quedara absolutamente perfecto eran prácticamente nulas.

Antha dirigió su atención hacia el par que reposaba en su propia mano – Ahora no se si podre hacerles justicia – bromeó pero aún así se los probó – Dígame Yulianna, ¿es posible que yo los luzca tan bien como los luce usted… o debería buscar una segunda opción? – Por lo general era muy reacia a comprar los mismos artículos que veía adquirir a otras personas, pero en este caso le pareció correcto e incluso divertido.

No entendía aún muy bien la intención de la joven al acercársele pero presentía que era una buena oportunidad para conocer a alguien amistoso - ¿Estaba usted también buscando pendientes? – le preguntó, ya empezaba a sentirse curiosa con respecto a su nueva “conocida”.

-Eres muy amable– empezó a agradecer el cumplido cuando Yulianna inicio una extraña inspección a su alrededor. Antha permaneció completamente quieta, únicamente permitió que sus ojos siguieran los movimientos de la joven mientras su ceño se fruncía profundamente - ¿Qué estás haciendo? – inquirió con un tono entre preocupado y divertido. No podía imaginarse cuál sería la razón para tan peculiar comportamiento pero suponía que debía tener una buena excusa, y ella pensaba averiguarla aunque tuviese que esperar un poco para conseguirlo.

-Yo… perdí uno de mis pendientes, de la manera más tonta y torpe posible – contestó poniendo los ojos en blanco – así que las opciones eran limitadas: o me quedaba en casa lamentándome y rabiando, o salía y lo solucionaba – se encogió ligeramente de hombros como restándole importancia al asunto. – La verdad me gustan bastante, y son perfectos para reemplazar los otros – comentó refiriéndose a los pendientes pero sintiendo como su estomago se encogía ante la idea de haber perdido tan valioso obsequio. Tal vez, después de todo, si valdría la pena arruinar el piso de su alcoba.

Continuó contemplando las joyas por algunos segundos antes de dirigirse a Yulianna de nuevo - ¿Puedo preguntar qué te ocurrió para que se te arruinara el día? - estaba por buscar en su bolso para pagar la cuenta cuando la joven se le adelantó – Ahh No! – replicó un tanto azorada – No puedo permitirlo… no puedes pagar mi cuenta – Una cosa era una charla amigable, solicitar una opinión sobre una compra e incluso, comprar joyas idénticas, pero permitir que una mujer a la cual acababa de conocer pagara sus compras era un límite que no pretendía cruzar – Lo siento Yulianna pero no me sentiría cómoda permitiéndote pagar por mis pendientes – continuó calmándose un poco pero siendo firme en su decisión – te agradezco en verdad la intención pero no puedo aceptarlo -

-No estoy enojada Yulianna – Antha suavizó su tonó e incluso le sonrió tristemente mientras se encogía de hombros – Es solo que no me parece justo que inviertas tu dinero en un capricho mío – Wow, esta era una situación con la que ella jamás se había enfrentado y ahora tenía que decidir entre su incomodidad por permitir que ella hiciese la compra, o más bien, no retornarle el dinero que ya había gastado, o hacerla feliz y dejar que “empezara con bien píe”.

Suspiró – Esta bien, estoy comportándome un poco mal ante un gesto tan generoso de tu parte – finalmente le sonrió – Acepto tu obsequio – pues eso eran ahora los pendientes, el obsequio de una mujer en extremo amable de la cual aún no sabía mayor cosa –Pensándolo mejor, supongo que es una excelente forma de reemplazar los otros... juntos pares como un regalo desinteresado –

Entonces retornó aquella chica con una solicitud que la dejó momentáneamente boquiabierta. ¡Cuánta insolencia! ¿Quien se creía que era esta joven? Y justo ahora, cuando pensaba que podrían superar el impase que acababan de sufrir. Miró a Yulianna, quien parecía estar tan consternada como ella misma ante la actitud de la vendedora, y se le ocurrió una idea. No iba a darle el gusto a la chiquilla de abandonar el lugar, todo lo contrario.

Se irguió y colocó en su rostro la mejor sonrisa hipócrita que poseía, mientras se tomaba de gancho del brazo de Yulianna – Oh, ¿pensaste que ya nos retirábamos?, cuanto lo lamento querida, hasta ahora vamos a empezar – Antha halo suavemente a Yulianna instándola a acercarse a otra vitrina – ¡Pero mira que hermosa sortija! Me encantaría probármela – se volvió sonriendo espléndidamente e indicándole con el dedo a la chica insolente cual joya era la que quería que le alcanzase. Luego se inclinó brevemente hacia Yulianna y le dijo en apenas un susurro – No pretendo darle el gusto de sacarme de este lugar – Tampoco pretendía que la rubia tuviese que quedarse si no le apetecía, pero esperaba que contara con el orgullo y el tiempo suficientes como para seguirle el juego – Antes de irme me probare cada una de las joyas expuestas... aunque por supuesto no comprare nada ! – concluyó manteniendo en bajo tono de manera que sus intenciones fueron reveladas únicamente a los oídos para las que fueron dirigidas.

Antha rio por lo bajo al ver las expresiones y palabras de Yulianna. Definitivamente el hecho de nacer y criarse en la clase alta proporcionaba un aire de grandeza que difícilmente podía ser imitado por aquellos que no lo había vivido desde la infancia.

Se tomó su tiempo con cada joya, revisándolas en detalle, probándoselas, viéndose al espejo, preguntándole a Yulianna sobre ellas para, finalmente, dejarlas todas, una tras otra sobre el mostrador. A pesar de la intención de sus acciones, no puedo evitar que dos en especial llamaran su atención: Una sortija que tenía incrustado un enorme rubí y una pulsera en terciopelo negro que finalizaba en aplicaciones en plata a modo de hojas en los extremos.

-Hum, no se, en verdad hay algunas muy lindas… supongo que si tuviésemos más tiempo podría volver a probarme algunas… solo para estar segura – Pobre chica, ya la habían tortura suficiente para toda la semana – Aunque supongo que siempre podemos volver otro día – finalizó sonriéndole a la vendedora para después secundar a su compañera de tortura pero sin alejar los ojos de la joven de la tienda – Yo tampoco comprare nada, gracias – le guiño un ojo antes de volverse a Yulianna.

“¿Lista para qué?” pensó “Eso no importa, tu solo sigue la corriente” de tanto en tanto era bueno oír aquella molesta voz y, en esta ocasión, Antha decidió prestarle atención – Lista – Contestó aunque no tenía idea de que seguiría a continuación. Había tenido intención de cuestionar a Yulianna sobre muchas cosas distintas mientras se probaban la joyería entera pero, al parecer ella estaba tan absorta en su labor que no le dio oportunidad de hacerlo. La consecuencia directa de esto: no tenía la más mínima idea de que le gustaba o que no, que tenía planeado para el día, con qué tiempo contaba…. En fin, nada en absoluto.

– Entonces… - finalmente se animó a articular – Estamos listas las dos, la pregunta es ¿para qué? – bromeó sonriendo e intentado que con esta frase Yulianna comprendiera que le estaba solicitando su opinión sobre el paso a seguir o que hacer de ahí en adelante. Básicamente, prefería concederle la primera opción a la mujer que había sido tan amable y considerada con ella sin siquiera conocerla.