Diversión a raudales [Khayla Di Beauté]

por **Samuel A. Salvatore** Jue Mayo 26, 2011 7:36 am

No tenía rutina, claro, pero como no tenía trabajo, eso era más que obvio. Aún así las transformaciones absorbían una buena parte de mi poder, tanto físico como mental. Y eso era agotador de una forma un tanto alarmante. Una vez al mes lo dejaba todo y me marchaba al bosque, donde permanecía bajo la forma de un lobo que increíble pelaje marrón, semejante al negro azabache. Y mis ojos permanecían azules, era la única parte que permanecía igual que si no hubiera transformación. Perdía la consciencia mental, a causa de mi licantropía mi humanidad se sentía obligada a refugiarse en una pequeña y solitaria parte de mi cerebro, donde llacía encadenada hasta el día siguiente.

Aquel día había decidido que me merecía un descanso; sí señor. Un descanso que no habría tenido en varios años, aunque no tuviera trabajo habían fiestas y otras distinciones a las que asistir. No era un hombre aburrido, ni vanidoso. Me consideraba a mi mismo honesto, humilde y amable. Muy protector con las damas, ya que me sentía atraído hacia el peligro y deseaba protegerlas de un modo casi fraternal. Aunque aquello no sucedía con todas, claro. Había algunas que llamaban la atención más que otras, fuese por maduras, fuese por hermosas. Había conocido a muchas de ese último tipo, muchachas de clase alta que no llamaban mi atención, nada más que para protegerlas cual hermano a su hermanita menor.

Y aquel día iría al Luna Park. No lo había visitado nunca, pero había oído su nombre varias veces en los bares, tiendas o fiestas. Luna Park parecía un parque de atracciones exitoso y fabuloso. Y yo estaba dispuesto a comprobarlo en mis propias carnes. Entré por la puerte, un enorme cartel con el nombre del parque la adornaba en exceso. Fue nada más entrar para verlo abarrotado de gente, era sábado noche y las familias tenían todas fiesta, por lo tanto no era de extrañar que estuviese lleno. Di un paseo mientras observaba las atracciones, no habían pocas, pero algunas estaban repetidas ya fuera por pequeñez o grandiosidad. Me fijé en un tío vivo, que daba vueltas con niños pequeños riéndose y saludando a sus padres, divertidos y emocionados. En ese momento les envidié.