AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Dos personas, un futuro & un reencuentro inesperado
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Dos personas, un futuro & un reencuentro inesperado
El sol se alzaba en toda su esplendor sobre la bella ciudad de París y yo lo contemplaba desde la terraza de mi habitación mientras tomaba el desayuno. Leía el periodico informandome sobre las nuevas de la ciudad junto a mi buen amigo el café y algo de bollería que nunca faltaba. Esa era la comida más importante del día y en la que intentaba alimentarme mejor pues dependiendo de los negocios podía saltarme alguna que otra comida, eso sí, la cena era casi sagrada; nunca me la perdía. - Buenos días cielo - una suave voz me saludaba junto a un beso en la mejilla; pensareis "oh, debe ser su tierna esposa" ¡Error! Era mi madre. Tan afectuosa como siempre y esque no nos habiamos visto por casi trece años, desde que habia vuelto a París no se me despegaba de encima. La verdad esque yo también la había extrañado, únicamente no estaba tan acostumbrado a ese tipo de demostraciones afectuosas. Para ser exactos, solo las mujeres más atrevidas de mi entorno tenían el valor de tratarme con tanto cariño, a menudo, solía causar una impresión de miedo en la gente por mucho que no tuviera ninguna especial intención. Ya estaba acostumbrado.
- Buenos días madre - pasó un lapso de tiempo hasta que le devolví el saludo, el suficiente como para que se sentara a mi lado y agarrara uno de los bollos que la doncella me había traido. Mi mirada se desvió únicamente durante unos segundos hacia ella y luego volvió de nuevo hacia el periodico. Lo que más me interesaba era, obviamente, el tema de la bolsa. Las acciones bajaban y subían constantemente y todo me afectaba. Podía estar perdiendo dinero y al minuto haber ganado una fortuna, ciertamente aquello era muy desconcertante. Eso pensaba cuando dí mis primeros pasos en aquel mundo y todavía lo seguía pensando. Todo era cuestión de estrategia al fin y al cabo.
No pasaron más de dos minutos antes de que notara que el ambiente estaba un poco extraño. Volví a mirar a mi madre y para mi sorpresa observé que ella me miraba fijamente. Suspiré, cerrando el periodico y dejandolo sobre la mesa. Inmediatamente ella sonrió de lado a lado; cuando estabamos juntos le gustaba que le prestara toda la atención cual niña pequeña, a veces parecía que yo era el único que crecía con el paso del tiempo. Ella se debía haber quedado estancada en su época de juventud o tal vez le hacía demasiado mal el estar allí encerrada. Era una mujer alegre y despreocupada, todo lo contrario que mi padre tan serio y formal. Hacían una pareja bien rara pero, por suerte para mi, yo había heredado un poco de los dos. La capacidad e mi madre para vivir con cierta despreocupación convinada con la astucia y eficacia en los negocios de mi padre.
Un carraspeo me sacó de mis pensamientos, tomando el café con la vista puesta en mi madre y notando que quería decirme algo pero no se acababa de atrever. - Vamos, sueltalo - murmuré apoyando el codo derecho sobre el brazo de la silla y a la vez mi cabeza en esa misma mano. Por algún motivo no me temía nada bueno - Creo que va siendo hora de que vayas a ver a tu prometida.. - y mis suposiciones no se equivocaban para nada, aquel tema abordaba cuestiones peligrosas. - Me voy - sin más me levanté de la silla y empezé a caminar hacia dentro de la habitación. Como odiaba que me sacara ese tema, sí, había ido allí supuestamente para casarme con esa mujer pero ¡no tenía ningunas ganas! por muy bella que fuese, yo quería seguir con mi vida de hombre soltero como hasta ahora. - ¡Me lo prometiste! Solo ves a conocerla, anda, y si no te gusta te prometo que no volveré a decirte nada - noté que me agarraba de la camisa desde detrás por lo que me paré y solté un suspiro. Está mujer...
La miré de reojo y sin más le acaricie suavemente el cabello - Está bien iré a verla, pero espero que tú también cumplas tu promesa, si no me agrada quitate esa idea de la cabeza ¿estamos? - ella simplemente sonrió afirmando y volví a caminar de nuevo. Me tendría que preparar para conocer a esa muchacha.
No me arregle demasiado, a proposito, para que negarlo. Tal vez si a ella no le daba buena impresión acabariamos antes con la tontería y me facilitaria las cosas. Había dos opciones, que ella se muriera por encontrar marido -en cual caso estaba jodido- o bien que como yo no lo deseara -entonces estaría salvado-; no me daba miedo la situación pero si algo de intriga. También por conocerla, claro. Mi madre no la habría escogido así como así para ser la futura señora Kauffman, sin duda, habría sido meticulosa aunque también se caracterizaba por ser algo alocada, en definitiva, no tenía ni idea de como sería.
Una ducha, unos pantalones y camisa ligeramente holgados fueron suficientes antes de ponerme en marcha hacia la mansión Chavànnell. Según me había dicho mi madre ya había informado de mi llegada por lo que me estarían esperando. Observé el reloj cuando bajé del carruaje, ya eran mediodia y dado que no había comido mucho mi estomago me lo estaba recordando. Di unos ligeros toques a la puerta de entrada -cabe mencionar que era toda una mansión- y esperé a que alguien del servicio escuchara mi llamada - Soy Gastón Kaufmann, creo que ya me esperaban - al atenderme me presenté pues era lo correcto. Ya solo quedaba esperar que no hubiese surgido ningún problema porque no quería haber echo el viaje para nada.
- Buenos días madre - pasó un lapso de tiempo hasta que le devolví el saludo, el suficiente como para que se sentara a mi lado y agarrara uno de los bollos que la doncella me había traido. Mi mirada se desvió únicamente durante unos segundos hacia ella y luego volvió de nuevo hacia el periodico. Lo que más me interesaba era, obviamente, el tema de la bolsa. Las acciones bajaban y subían constantemente y todo me afectaba. Podía estar perdiendo dinero y al minuto haber ganado una fortuna, ciertamente aquello era muy desconcertante. Eso pensaba cuando dí mis primeros pasos en aquel mundo y todavía lo seguía pensando. Todo era cuestión de estrategia al fin y al cabo.
No pasaron más de dos minutos antes de que notara que el ambiente estaba un poco extraño. Volví a mirar a mi madre y para mi sorpresa observé que ella me miraba fijamente. Suspiré, cerrando el periodico y dejandolo sobre la mesa. Inmediatamente ella sonrió de lado a lado; cuando estabamos juntos le gustaba que le prestara toda la atención cual niña pequeña, a veces parecía que yo era el único que crecía con el paso del tiempo. Ella se debía haber quedado estancada en su época de juventud o tal vez le hacía demasiado mal el estar allí encerrada. Era una mujer alegre y despreocupada, todo lo contrario que mi padre tan serio y formal. Hacían una pareja bien rara pero, por suerte para mi, yo había heredado un poco de los dos. La capacidad e mi madre para vivir con cierta despreocupación convinada con la astucia y eficacia en los negocios de mi padre.
Un carraspeo me sacó de mis pensamientos, tomando el café con la vista puesta en mi madre y notando que quería decirme algo pero no se acababa de atrever. - Vamos, sueltalo - murmuré apoyando el codo derecho sobre el brazo de la silla y a la vez mi cabeza en esa misma mano. Por algún motivo no me temía nada bueno - Creo que va siendo hora de que vayas a ver a tu prometida.. - y mis suposiciones no se equivocaban para nada, aquel tema abordaba cuestiones peligrosas. - Me voy - sin más me levanté de la silla y empezé a caminar hacia dentro de la habitación. Como odiaba que me sacara ese tema, sí, había ido allí supuestamente para casarme con esa mujer pero ¡no tenía ningunas ganas! por muy bella que fuese, yo quería seguir con mi vida de hombre soltero como hasta ahora. - ¡Me lo prometiste! Solo ves a conocerla, anda, y si no te gusta te prometo que no volveré a decirte nada - noté que me agarraba de la camisa desde detrás por lo que me paré y solté un suspiro. Está mujer...
La miré de reojo y sin más le acaricie suavemente el cabello - Está bien iré a verla, pero espero que tú también cumplas tu promesa, si no me agrada quitate esa idea de la cabeza ¿estamos? - ella simplemente sonrió afirmando y volví a caminar de nuevo. Me tendría que preparar para conocer a esa muchacha.
No me arregle demasiado, a proposito, para que negarlo. Tal vez si a ella no le daba buena impresión acabariamos antes con la tontería y me facilitaria las cosas. Había dos opciones, que ella se muriera por encontrar marido -en cual caso estaba jodido- o bien que como yo no lo deseara -entonces estaría salvado-; no me daba miedo la situación pero si algo de intriga. También por conocerla, claro. Mi madre no la habría escogido así como así para ser la futura señora Kauffman, sin duda, habría sido meticulosa aunque también se caracterizaba por ser algo alocada, en definitiva, no tenía ni idea de como sería.
Una ducha, unos pantalones y camisa ligeramente holgados fueron suficientes antes de ponerme en marcha hacia la mansión Chavànnell. Según me había dicho mi madre ya había informado de mi llegada por lo que me estarían esperando. Observé el reloj cuando bajé del carruaje, ya eran mediodia y dado que no había comido mucho mi estomago me lo estaba recordando. Di unos ligeros toques a la puerta de entrada -cabe mencionar que era toda una mansión- y esperé a que alguien del servicio escuchara mi llamada - Soy Gastón Kaufmann, creo que ya me esperaban - al atenderme me presenté pues era lo correcto. Ya solo quedaba esperar que no hubiese surgido ningún problema porque no quería haber echo el viaje para nada.
Gastón Kaufmann- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/06/2011
Re: Dos personas, un futuro & un reencuentro inesperado
El sol por fin comenzaba a despuntar en sus primeros rayos, inundando la oscuridad de la noche con su brillante luz... El amanecer, sin duda el momento del día que más me gustaba, y era esta la razón por la que me encontraba en el balcón de mi habitación sin más ropa que mi camisón y una bata de gasa azul que cubría mis hombros... Aquel parecía que sería un día hermoso, magnífico, digno de recordar... o quizás no...
- Melinda cielo esta afición tuya de salir al balcón en plena mañana y con esa ropa te va a costar más de un refriado - era la cálida voz de mi padre, el hombre al que más admiraba y quería en este mundo, el hombre que, pese a ser yo la causante de la muerte de la mujer de su vida, se había desvivido por darme lo mejor y concederme todos los caprichos... el hombre que horas atrás me había decepcionado al anunciarme que estaba comprometida. " ¿¡Comprometida sin yo saberlo?!" había exclamado la noche anterior... - Ya lo sé padre... pero puede que esta sea una de las últimas veces que pueda disfrutar de esta vista, le recuerdo que no conozco a mi futuro marido y... por tanto desconozco cuán autoritario será conmigo y con mis rutinas... -
Solté un leve suspiro. Hasta hacía unos días albergaba la esperanza de poder encontrar a alguien a quien yo amara de verdad, decirselo a mi padre y que él accediera, yo sería feliz y... ahora en unas horas todas mis esperanzas de realizar este sueño se habían esfumado y una máscara de enfado cubría mi rostro... odiaba a mi hermano por haber elegido a mi prometido, y también en cierto modo, por haber accedido a tal unión... Entré de nuevo a mi cuarto y me senté sobre la cama apoyando mi espalda en el cabecero de madera y oro - Melinda hija... no debes enfadarte... te prometo que él será de tu agrado y... es tu mejor opción, con él no te faltará de nada y... estar relacionada con él le vendrá muy bien a nuestra familia -
- ¡Eso es lo único que te importa no! Que él tenga dinero para mantenerme a mi y a mi familia, poco te importa la felicidad de tu hija, ah claro se me olvidaba que como soy mujer no tengo derecho a mi propia felicidad ¿no es así? - dije con cierta rabia e impotencia - ¡No te consiento que me hables así Melinda, sabes que yo siempre he prcurado que tú seas feliz, pero también sabes que una joven como tu no puede casarse con quien le plazca, por lo que ahora mismo, voy a llamar a tu doncella para que te asees y te pongas uno de los mejores vestidos que tengas, tu prometido estará en unas horas aquí y no quiero que piense que va a casarse con una joven perezosa y desaliñada -
Mi padre salió de la estancia y yo me tiré sobre el mullido colchón lanzando un leve gruñido ¿Encima tenía que aparentar ser la más bella porque él viniera a verme? No señor, si él quería casarse conmigo... tendría que aceptarme de todas las formas ¿no? reí ligeramente, me asee y me puse uno de los vestido más sencillos que tenía: un vestido azul marino con alguna puntilla blanca en el escote, un escote palabra de honor en forma de corazón que realzaba mi esbelto busto... No me preocupé por pedir un elaborado peinado, sino que, simplemente, dejé mi pelo suelto y lo adorné con una pequeña margarita. Salí de mi habitación con una sonrisa triunfal y bajé las escaleras con parsimonia - Padre, hermano, hermana, buenos días, si él desea casarse conmigo que no sea porque yo le he ocultado como soy en esencia, que me acepte tal cual soy -
Cogí una tostada de mermelada de naranja y caminé comiéndola hasta el jardín. Caminé hasta una esquina del porche, donde teníamos colocado un pequeño piano para amenizar nuestras veladas de verano con mi impecable y deliciosa forma de tocar. Me senté y comencé a tocar una suave melodía acompañada por mi dulce y angelical voz.
- Desde luego no sé como alguien con dos dedos de frente ha podido acceder a casarse con alguien tan testaruda como ella... será igual o más cabezón que ella... si no, no lo entiendo - dijo mi hermana en el salón mientras miraba por la ventana como tocaba
- Ese es el punto hermanita... él tampoco sabe que es con ella con quien va a casarse - El timbre sonó y una de las doncellas fue a abrir y se encontró con un hombre de la edad de mi hermano pero con un gesto seductor y a la vez imponente - Si... Monsieur, Monsieur Chavànnell y su hijo se encuentran en el comedor con la señorita pero... creo Mademoiselle Melinda se encuentra en el jardín tocando el piano -
- Melinda cielo esta afición tuya de salir al balcón en plena mañana y con esa ropa te va a costar más de un refriado - era la cálida voz de mi padre, el hombre al que más admiraba y quería en este mundo, el hombre que, pese a ser yo la causante de la muerte de la mujer de su vida, se había desvivido por darme lo mejor y concederme todos los caprichos... el hombre que horas atrás me había decepcionado al anunciarme que estaba comprometida. " ¿¡Comprometida sin yo saberlo?!" había exclamado la noche anterior... - Ya lo sé padre... pero puede que esta sea una de las últimas veces que pueda disfrutar de esta vista, le recuerdo que no conozco a mi futuro marido y... por tanto desconozco cuán autoritario será conmigo y con mis rutinas... -
Solté un leve suspiro. Hasta hacía unos días albergaba la esperanza de poder encontrar a alguien a quien yo amara de verdad, decirselo a mi padre y que él accediera, yo sería feliz y... ahora en unas horas todas mis esperanzas de realizar este sueño se habían esfumado y una máscara de enfado cubría mi rostro... odiaba a mi hermano por haber elegido a mi prometido, y también en cierto modo, por haber accedido a tal unión... Entré de nuevo a mi cuarto y me senté sobre la cama apoyando mi espalda en el cabecero de madera y oro - Melinda hija... no debes enfadarte... te prometo que él será de tu agrado y... es tu mejor opción, con él no te faltará de nada y... estar relacionada con él le vendrá muy bien a nuestra familia -
- ¡Eso es lo único que te importa no! Que él tenga dinero para mantenerme a mi y a mi familia, poco te importa la felicidad de tu hija, ah claro se me olvidaba que como soy mujer no tengo derecho a mi propia felicidad ¿no es así? - dije con cierta rabia e impotencia - ¡No te consiento que me hables así Melinda, sabes que yo siempre he prcurado que tú seas feliz, pero también sabes que una joven como tu no puede casarse con quien le plazca, por lo que ahora mismo, voy a llamar a tu doncella para que te asees y te pongas uno de los mejores vestidos que tengas, tu prometido estará en unas horas aquí y no quiero que piense que va a casarse con una joven perezosa y desaliñada -
Mi padre salió de la estancia y yo me tiré sobre el mullido colchón lanzando un leve gruñido ¿Encima tenía que aparentar ser la más bella porque él viniera a verme? No señor, si él quería casarse conmigo... tendría que aceptarme de todas las formas ¿no? reí ligeramente, me asee y me puse uno de los vestido más sencillos que tenía: un vestido azul marino con alguna puntilla blanca en el escote, un escote palabra de honor en forma de corazón que realzaba mi esbelto busto... No me preocupé por pedir un elaborado peinado, sino que, simplemente, dejé mi pelo suelto y lo adorné con una pequeña margarita. Salí de mi habitación con una sonrisa triunfal y bajé las escaleras con parsimonia - Padre, hermano, hermana, buenos días, si él desea casarse conmigo que no sea porque yo le he ocultado como soy en esencia, que me acepte tal cual soy -
Cogí una tostada de mermelada de naranja y caminé comiéndola hasta el jardín. Caminé hasta una esquina del porche, donde teníamos colocado un pequeño piano para amenizar nuestras veladas de verano con mi impecable y deliciosa forma de tocar. Me senté y comencé a tocar una suave melodía acompañada por mi dulce y angelical voz.
- Desde luego no sé como alguien con dos dedos de frente ha podido acceder a casarse con alguien tan testaruda como ella... será igual o más cabezón que ella... si no, no lo entiendo - dijo mi hermana en el salón mientras miraba por la ventana como tocaba
- Ese es el punto hermanita... él tampoco sabe que es con ella con quien va a casarse - El timbre sonó y una de las doncellas fue a abrir y se encontró con un hombre de la edad de mi hermano pero con un gesto seductor y a la vez imponente - Si... Monsieur, Monsieur Chavànnell y su hijo se encuentran en el comedor con la señorita pero... creo Mademoiselle Melinda se encuentra en el jardín tocando el piano -
Melinda Chavànnell- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/05/2011
Localización : Perdida en tu mirada
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Re: Dos personas, un futuro & un reencuentro inesperado
Lo primero que observé inevitablemente fue a la doncella, era muy bella y esque siempre me habían perdido las mujeres con uniformes. Ya iba "conociendo" bien a las de esta nueva casa en la que estaba instalado y en Alemania llevaba demasiados años como para no conocerlas, claro que, con discreción pues a mi padre nunca le gustaron ese tipo de relaciones; a mi madre que era más estricta todavía menos. Lo cierto es que en lo único que se preocupaban era en que consiguiera una pareja estable y me dejara de escarceos amorosos, al parecer, daban muy mala fama de mi.
- Gracias preciosa ¿me indicas donde esta el jardín? - le guiñé el ojo e inmediatamente noté un leve sonrojo en sus mejillas. Como me gustaba intimidarlas de esa manera, podía decir que me sentía realizado por ello. No tardó en indicarme tímidamente con una mano por donde quedaba, le besé su mejilla y seguidamente me encaminé hacia el lugar que me había dicho. No tenía ganas todavía de conocer a mi prometida y primero me resultaba más interesante volver a ver a Melinda después de tantos años. Mi amistad con su hermana mayor era bastante cercana y por ende ella también solía venirse con nosotros. Ciertamente iba a convertirse en mi cuñada cuando me casara con su hermana, mi madre no me había dicho cual era pero la situación podía deducirse por si sola.
Me paseé por el lugar contemplando las habitaciones por las que pasaba; era una mansión bastante elegante y decorada con muy buen gusto. Algo extraño teniendo en cuenta la ausencia de una mujer en aquella familia más seguramente las hijas se habrían encargado de ello o bien una decoradora personal, en los últimos tiempos empezaba a haber de éstas y eran bastante útiles.
Un pequeño atisbo de melodía empezó a venir a mis oidos a medida que avanzaba, a la vez guiandome por donde debía ir para el encuentro de la muchacha. ¿Cómo estaría? Habían ya pasado muchos años y la última vez que la vió tenía alrededor de trece o catorce años, toda una mocosa. Siempre se había caracterizado por ser muy alere y desenvuelta. Todos los miembros de esa familia me agradaron desde el primer momento y había sido íntimo amigo de Dylan, el hermano mediano de la familia y de Josephine por descartado debido a que eran prácticamente de la misma edad. Por eso mismo le sorprendió tanto cuando supo que se casaría con alguien que conocía desde la infancia, al principio no los recordaba, pero poco a poco fui haciendo memoria. Nada más ver la casa los recuerdos empezaron a llegar a mi como si me los hubiesen introducido de golpe.
Mis manos se juntaron para dar varias palmadas al acabar la melodia y ya estando en el jardín, observando a la joven que tocaba el piano desde lo lejos. Me apoyé con parte de mi cuerpo en una de las columnas que daban la entrada a aquel bello rincón y junto a una sonrisa continué aplaudiendo suavemente. Haciendo así notar mi presencia - Veo que has aprendido mucho desde la última vez, Melinda - sonreí y empezé a acercarme con paso lento esperando no haberla asustado demasiado.
- Gracias preciosa ¿me indicas donde esta el jardín? - le guiñé el ojo e inmediatamente noté un leve sonrojo en sus mejillas. Como me gustaba intimidarlas de esa manera, podía decir que me sentía realizado por ello. No tardó en indicarme tímidamente con una mano por donde quedaba, le besé su mejilla y seguidamente me encaminé hacia el lugar que me había dicho. No tenía ganas todavía de conocer a mi prometida y primero me resultaba más interesante volver a ver a Melinda después de tantos años. Mi amistad con su hermana mayor era bastante cercana y por ende ella también solía venirse con nosotros. Ciertamente iba a convertirse en mi cuñada cuando me casara con su hermana, mi madre no me había dicho cual era pero la situación podía deducirse por si sola.
Me paseé por el lugar contemplando las habitaciones por las que pasaba; era una mansión bastante elegante y decorada con muy buen gusto. Algo extraño teniendo en cuenta la ausencia de una mujer en aquella familia más seguramente las hijas se habrían encargado de ello o bien una decoradora personal, en los últimos tiempos empezaba a haber de éstas y eran bastante útiles.
Un pequeño atisbo de melodía empezó a venir a mis oidos a medida que avanzaba, a la vez guiandome por donde debía ir para el encuentro de la muchacha. ¿Cómo estaría? Habían ya pasado muchos años y la última vez que la vió tenía alrededor de trece o catorce años, toda una mocosa. Siempre se había caracterizado por ser muy alere y desenvuelta. Todos los miembros de esa familia me agradaron desde el primer momento y había sido íntimo amigo de Dylan, el hermano mediano de la familia y de Josephine por descartado debido a que eran prácticamente de la misma edad. Por eso mismo le sorprendió tanto cuando supo que se casaría con alguien que conocía desde la infancia, al principio no los recordaba, pero poco a poco fui haciendo memoria. Nada más ver la casa los recuerdos empezaron a llegar a mi como si me los hubiesen introducido de golpe.
Mis manos se juntaron para dar varias palmadas al acabar la melodia y ya estando en el jardín, observando a la joven que tocaba el piano desde lo lejos. Me apoyé con parte de mi cuerpo en una de las columnas que daban la entrada a aquel bello rincón y junto a una sonrisa continué aplaudiendo suavemente. Haciendo así notar mi presencia - Veo que has aprendido mucho desde la última vez, Melinda - sonreí y empezé a acercarme con paso lento esperando no haberla asustado demasiado.
Gastón Kaufmann- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/06/2011
Re: Dos personas, un futuro & un reencuentro inesperado
Mi suave melodía se vio interrumpida por unas palmadas que provenían de no muy lejos... paré de tocar y tomé aire unos segundos antes de girarme haciéndome a la idea de conocer al que sería mi futuro esposo... la persona con la que tendría que pasar el resto de mis días. Mi propósito era mostrarme distante, poco seductora y quizá algo descarada para así, con suerte ahuyentarle y deshacer aquella estúpida unión - Desde luego Monsieur si espera casarse conmigo va por mal camino, odio la impuntualidad y usted ha llegado dos horas tarde, asi que...
Mi rostro se quedó pálido y desencajado al ver de quién se trataba era él. Gastón Kaufmann... el hombre del que me había enamorado cuando era tan sólo una niña, el hombre que tantas veces me había llamado mocosa carente de atractivos y... ahora él... ¿sería mi prometido? No, aquello no podía ser, quizá... quizá fuera una simple visita de cortesía o... que se yo... cualquier otra cosa.
¿Por qué demonios has pedido mi mano Kaufmann? Pensaba que carecía de atractivos para tí, en todo caso debías haber solicitado la de mi hermana Josephine, ella si sería una esposa sumisa y obediente - revolee los ojos con cierto odio hacia él, nada me había sentado peor que me hubiera rechazado públicamente, dejándome en ridículo delante de todos. Pero no, ahora no era ya como esa dulce niña que se puso a llorar sobre el regazo de su hermano tras el desengaño amoroso. La niña pecosa y graciosa con grandes tirabuzones se había convertido en una mujer de carácter dulce, pero que podía sacar su letal veneno si la situación lo requería y sin duda, tratandose de él la situación siempre lo requería.
Di un par de vueltas a su alrededor con cierta curiosidad, mientras mis ojos le miraban con disimulo, tratando de averiguar en qué cosas había cambiado y en qué otras no. Si había algo que no había cambiado ni un ápice, era ese gesto de ganador y seductor que empañaba su mirada, ese gesto que una vez me conquistó... pero no, no lo haría ahora. Por mi parte si había demasiadas cosas que habían cambiado, mis rasgos se habían vuelto más delicados y dulces, las pecas habían desaparecido, unas sugerentes curvas se dibujaban en mi cuerpo y mi cabello caía ahora ondulado hasta la altura de mis hombros.
- No pienso casarme contigo, ni en tus mejores sueños... sería capaz incluso de quitarme la vida el día de la boda con tal de no compartir toda una vida con un ser arrogante como tú que no podría serle fiel a una mujer ni aunque su vida dependiera de ello, así que... Ahora mismo vas a entrar en el salón, le vas a pedir disculpas a mi padre y vas a anular nuestro compromiso, inventate cualquier excusa, que no soy tan bella como pensabas, que sigo siendo una niña, lo que desees
Le dediqué una última mirada llena de odio y caminé lentamente de nuevo, camino hacia el piano, quitando esa estúpida flor que adornaba mis cabellos, para a continuación tirarla al suelo. sin duda mis primeras predicciones no habían sido nada acertadas... el día no iba a ser nada bueno, por suerte había decidido revelarme y no arreglarme en demasía pecando de exceso, por lo menos así le daba un motivo más a Gastón para deshacer el compromiso...
Y si tanto quería yo esto...¿ por qué no podía evitar sentir aquella extraña sensación en la boca del estómago? La repulsa Mel, debe ser eso, no puede tratarse de otra cosa, me dije tratando de convencerme a mí misma
Mi rostro se quedó pálido y desencajado al ver de quién se trataba era él. Gastón Kaufmann... el hombre del que me había enamorado cuando era tan sólo una niña, el hombre que tantas veces me había llamado mocosa carente de atractivos y... ahora él... ¿sería mi prometido? No, aquello no podía ser, quizá... quizá fuera una simple visita de cortesía o... que se yo... cualquier otra cosa.
¿Por qué demonios has pedido mi mano Kaufmann? Pensaba que carecía de atractivos para tí, en todo caso debías haber solicitado la de mi hermana Josephine, ella si sería una esposa sumisa y obediente - revolee los ojos con cierto odio hacia él, nada me había sentado peor que me hubiera rechazado públicamente, dejándome en ridículo delante de todos. Pero no, ahora no era ya como esa dulce niña que se puso a llorar sobre el regazo de su hermano tras el desengaño amoroso. La niña pecosa y graciosa con grandes tirabuzones se había convertido en una mujer de carácter dulce, pero que podía sacar su letal veneno si la situación lo requería y sin duda, tratandose de él la situación siempre lo requería.
Di un par de vueltas a su alrededor con cierta curiosidad, mientras mis ojos le miraban con disimulo, tratando de averiguar en qué cosas había cambiado y en qué otras no. Si había algo que no había cambiado ni un ápice, era ese gesto de ganador y seductor que empañaba su mirada, ese gesto que una vez me conquistó... pero no, no lo haría ahora. Por mi parte si había demasiadas cosas que habían cambiado, mis rasgos se habían vuelto más delicados y dulces, las pecas habían desaparecido, unas sugerentes curvas se dibujaban en mi cuerpo y mi cabello caía ahora ondulado hasta la altura de mis hombros.
- No pienso casarme contigo, ni en tus mejores sueños... sería capaz incluso de quitarme la vida el día de la boda con tal de no compartir toda una vida con un ser arrogante como tú que no podría serle fiel a una mujer ni aunque su vida dependiera de ello, así que... Ahora mismo vas a entrar en el salón, le vas a pedir disculpas a mi padre y vas a anular nuestro compromiso, inventate cualquier excusa, que no soy tan bella como pensabas, que sigo siendo una niña, lo que desees
Le dediqué una última mirada llena de odio y caminé lentamente de nuevo, camino hacia el piano, quitando esa estúpida flor que adornaba mis cabellos, para a continuación tirarla al suelo. sin duda mis primeras predicciones no habían sido nada acertadas... el día no iba a ser nada bueno, por suerte había decidido revelarme y no arreglarme en demasía pecando de exceso, por lo menos así le daba un motivo más a Gastón para deshacer el compromiso...
Y si tanto quería yo esto...¿ por qué no podía evitar sentir aquella extraña sensación en la boca del estómago? La repulsa Mel, debe ser eso, no puede tratarse de otra cosa, me dije tratando de convencerme a mí misma
Melinda Chavànnell- Humano Clase Alta
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Re: Dos personas, un futuro & un reencuentro inesperado
La actitud de melinda hacia mi fué mucho más que sorprendente. De sus berridos casi me hizo retroceder como aquel que se acerca a un lindo gatito y de repente este le saca las uñas. Sí, eso era lo que parecía Melinda, una autentica fiera que le había sacado las uñas por completo. Sin embargo, aquello no era lo más preocupante, después de todos los años que no se veían podía entender que la dulce muchacha hubiese cambiado tanto pero ¡¿Qué significaba eso de que había pedido su mano?! Debía estar bromeando ¿A caso su prometida no era Josephine?.
Se llevó una mano a la cabeza, acariciando sus sienes y suspirando - A ver a ver, fierecilla, antes que nada, calmate - murmuré sin mirarla, manteniendo mis ojos cerrados para intentar pensar sobre el asunto. No presté demasiada atención a si dijo o no algo después, sinceramente, lo que me importaba era asimilar sus palabras y darle una respuesta coherente a mis propias preguntas. La primera que se me pasó por la cabeza era el porque me tendría tanto odiio pero enseguida la contesté al recordar ese pequeño lapso de tiempo en mi vida en que ella al parecer se había enamorado de mi, yo por ese entonces solo la consideraba una niña nada atrayente, me gustaban las mujeres mayores o de mi misma edad como mucho. Y el tacto..el tacto tampoco era uno de mis mejores factores. - Veo que no me guardas nada de rencor por todo aquello ¿eh? - sonreí totalmente irónico dando a entender lo contrario aunque era bastante obvio.
Ahora venía la segunda parte del asunto. - Para empezar, aquello pasó hace mucho tiempo. El que te encuentre atractiva o no es cosa mía - le dí un rápido repaso con la mirada, algo descarado pero tampoco sin importarme que se diera cuenta. No habíamos empezado con buen pie eso estaba claro - Continuando ¿qué es eso de que yo he pedido tu mano? - ahora empezé a caminar hacia donde se encontraba ella, hasta situarme al lado del piano - ¡Nisiquiera quiero esposa! - dió una pequeña palmada sobre éste, algo furioso por sus palabras - Y yo creí que sería Josephine mi prometida, al parecer me equivocaba ¿por qué tú? - pregunté al aire, no a ella, pues dudaba pudiese contestarme dicha pregunta.
La mano que tenía en el piano viajó hasta su mentón, agarrandolo con algo de fuerza y obligandola a que me mirara - Para acabar siento decirte que está en mi mano dedicir si te casarás conmigo o no, así que no tientes a la suerte, porque si me lo pones muy dificil acabarás siendo mía te guste o no - aumenté la fuerza de mis manos para que sintiera mi "poder", ya no era ese muchacho que conoció diez años atrás y esperaba lo tuviera suficientemente claro. Sonreí socarronamente para después separarme, volteandome y caminando hacia dentro - Será mejor que vaya a hablar con tu padre sí, pero no precisamente para anularlo - la miré de reojo con mi perfil ligeramente volteado y tras un movimiento de cabeza altivo entré con las manos en los bolsillos.
¿Qué locura estaba haciendo? cualquiera diria que yo tenía muchas ganas de casarme con esa mocosa, sin embargo, nada más distaba de eso. Únicamente mis instintos me estaban haciendo jugar una mala pasada, esa manía de sentirme superior y de querer superar los retos que las mujeres me pusieran..¡maldición!
Se llevó una mano a la cabeza, acariciando sus sienes y suspirando - A ver a ver, fierecilla, antes que nada, calmate - murmuré sin mirarla, manteniendo mis ojos cerrados para intentar pensar sobre el asunto. No presté demasiada atención a si dijo o no algo después, sinceramente, lo que me importaba era asimilar sus palabras y darle una respuesta coherente a mis propias preguntas. La primera que se me pasó por la cabeza era el porque me tendría tanto odiio pero enseguida la contesté al recordar ese pequeño lapso de tiempo en mi vida en que ella al parecer se había enamorado de mi, yo por ese entonces solo la consideraba una niña nada atrayente, me gustaban las mujeres mayores o de mi misma edad como mucho. Y el tacto..el tacto tampoco era uno de mis mejores factores. - Veo que no me guardas nada de rencor por todo aquello ¿eh? - sonreí totalmente irónico dando a entender lo contrario aunque era bastante obvio.
Ahora venía la segunda parte del asunto. - Para empezar, aquello pasó hace mucho tiempo. El que te encuentre atractiva o no es cosa mía - le dí un rápido repaso con la mirada, algo descarado pero tampoco sin importarme que se diera cuenta. No habíamos empezado con buen pie eso estaba claro - Continuando ¿qué es eso de que yo he pedido tu mano? - ahora empezé a caminar hacia donde se encontraba ella, hasta situarme al lado del piano - ¡Nisiquiera quiero esposa! - dió una pequeña palmada sobre éste, algo furioso por sus palabras - Y yo creí que sería Josephine mi prometida, al parecer me equivocaba ¿por qué tú? - pregunté al aire, no a ella, pues dudaba pudiese contestarme dicha pregunta.
La mano que tenía en el piano viajó hasta su mentón, agarrandolo con algo de fuerza y obligandola a que me mirara - Para acabar siento decirte que está en mi mano dedicir si te casarás conmigo o no, así que no tientes a la suerte, porque si me lo pones muy dificil acabarás siendo mía te guste o no - aumenté la fuerza de mis manos para que sintiera mi "poder", ya no era ese muchacho que conoció diez años atrás y esperaba lo tuviera suficientemente claro. Sonreí socarronamente para después separarme, volteandome y caminando hacia dentro - Será mejor que vaya a hablar con tu padre sí, pero no precisamente para anularlo - la miré de reojo con mi perfil ligeramente volteado y tras un movimiento de cabeza altivo entré con las manos en los bolsillos.
¿Qué locura estaba haciendo? cualquiera diria que yo tenía muchas ganas de casarme con esa mocosa, sin embargo, nada más distaba de eso. Únicamente mis instintos me estaban haciendo jugar una mala pasada, esa manía de sentirme superior y de querer superar los retos que las mujeres me pusieran..¡maldición!
Gastón Kaufmann- Humano Clase Alta
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Re: Dos personas, un futuro & un reencuentro inesperado
Escuché todas y cada una de sus palabras, notando como el temor de permanecer unida a él durante toda la vida inundaba mi cuerpo. No, no podría soportarlo y menos ahora que... que un nombre masculino venía a mi mente cada vez que me distraía, exacto, Adam. Si... si Gastón se empeñaba en casarse conmigo, nunca más tendría la oportunidad de sentir aquellos deliciosos sobre mi piel, ni de escuchar mi nombre entre sus labios, de aquella forma que a mi me hacía enloquecer, no, no podía permitir aquello. Pero... ¿Cómo lograr que desistiese de sus propósitos sin tener que quedar por los suelo y suplicarle?
- Respondiendo a tus preguntas, según mi padre y mi hermano había un joven de familia exquisita que deseaba solicitar mi mano y concertar una boda, ventajosa para ambas familias, yo pensaba que era la ´nica que no pensaba así pero por lo que dices tú tampoco deseas casarte no conmigo, sino que no deseas casarte con nadie y no lo reprocho... Por lo que, creo que ambos saldríamos beneficiados si nos opusieramos a esta unión... ¿no crees?
Suspiré mirándole a los ojos, decidida tratando de convencerle para que declinara su proposición para así poder disfrutar de un par más de años de libertad. Le miré a los ojos, pudiendo reconocer aquel gesto egocéntrico que le caracterizaba, y que años atrás había conseguido enamorarme... pero no, ahora no estaba enamorada de él y si me obligaba a casarme con él lo único que recibiría por mi parte sería odio, desprecio y frío, ese frío tan horrible que provoca la soledad en un matrimonio... y que aunque muchos pensaran que se solucionaba metiendo a otro hombre u otra mujer entre las sábanas... sabía que no era así, pues sabía que no podría casarme con otro una vez estuviera casada con él...
Escuché esas últimas palabras que tanto me dolieron, que se clavaron como un puñal en el centro de mi corazón: "serás mía te guste o no". Aparté mi mirada de la suya para no mostrarle mi debilidad y de entre mis labios escapó un susurro - Adam... - dije tan bajito que casi ni podría haber sido escuchado. Ya que no podría seguir explorando un nuevo mundo de su mano, no dejaría que Gastón lo tuviera tan fácil - Teneis razón Monsieur... debo acatar vuestra decisión como una dócil esposa... si me acompañais os guiaré hacia donde se encuentran mi padre y mi hermano para que podais conversar con ellos de los detalles de la boda
Hice una pequeña reverencia de cortesía y traté de aguantarme las ganas de sonreír, de sonreir por causa de aquel espontáneo plan que mi mente había maquinado. Tomé su mano simulando ruborizarme por mi "atrevimiento" y le conduje hasta dentro de la casa. Una vez dentro, le guié por los innumerables pasillos y corredores que esta poseía y me detuve delante de una puerta. - Ya hemos llegado, a esta hora mi padre lee el New York Times y el Telegraph en la salita de lectura, su mesa se encuentra tras el tabique que verá a la derecha - Sonreí de nuevo de manera angelical y abrí la puerta, esperando a que él entrara. Una vez entró cerré la puerta con rapidez y cogí una de las llaves del aparador. Encerrado en una habitaci´n sin ventanas
Querido siento decirte que eres un ingenuo si pensabas que me rendiría tan fácilmente, has caido en la trampa del ratón y el queso, y vaya qué lastima esta zona es sin duda poco transitada rei fuertemente y caminé tarareando una canción hasta mis aposentos. Una vez allí me despojé de aquel liviano vestido y até de la arandela de la llave un cordón de seda rosa. Me lo colgué al cuello, e introducí la llave por dentro de mi corset.
Reí de nuevo sin poder creer aún lo que acababa de hacer, sin duda, eso le enfurecería más y sólo conseguiría un leve retraso de nuestra boda pero... si le hacía sufrir por un breve tiempo valía la pena. Me puse una liviana bata de gasa negra, y la dejé sin abrochar sobre mi cintura, para a continuación tumbarme en mi mullido colchón y echar a reir.
- Respondiendo a tus preguntas, según mi padre y mi hermano había un joven de familia exquisita que deseaba solicitar mi mano y concertar una boda, ventajosa para ambas familias, yo pensaba que era la ´nica que no pensaba así pero por lo que dices tú tampoco deseas casarte no conmigo, sino que no deseas casarte con nadie y no lo reprocho... Por lo que, creo que ambos saldríamos beneficiados si nos opusieramos a esta unión... ¿no crees?
Suspiré mirándole a los ojos, decidida tratando de convencerle para que declinara su proposición para así poder disfrutar de un par más de años de libertad. Le miré a los ojos, pudiendo reconocer aquel gesto egocéntrico que le caracterizaba, y que años atrás había conseguido enamorarme... pero no, ahora no estaba enamorada de él y si me obligaba a casarme con él lo único que recibiría por mi parte sería odio, desprecio y frío, ese frío tan horrible que provoca la soledad en un matrimonio... y que aunque muchos pensaran que se solucionaba metiendo a otro hombre u otra mujer entre las sábanas... sabía que no era así, pues sabía que no podría casarme con otro una vez estuviera casada con él...
Escuché esas últimas palabras que tanto me dolieron, que se clavaron como un puñal en el centro de mi corazón: "serás mía te guste o no". Aparté mi mirada de la suya para no mostrarle mi debilidad y de entre mis labios escapó un susurro - Adam... - dije tan bajito que casi ni podría haber sido escuchado. Ya que no podría seguir explorando un nuevo mundo de su mano, no dejaría que Gastón lo tuviera tan fácil - Teneis razón Monsieur... debo acatar vuestra decisión como una dócil esposa... si me acompañais os guiaré hacia donde se encuentran mi padre y mi hermano para que podais conversar con ellos de los detalles de la boda
Hice una pequeña reverencia de cortesía y traté de aguantarme las ganas de sonreír, de sonreir por causa de aquel espontáneo plan que mi mente había maquinado. Tomé su mano simulando ruborizarme por mi "atrevimiento" y le conduje hasta dentro de la casa. Una vez dentro, le guié por los innumerables pasillos y corredores que esta poseía y me detuve delante de una puerta. - Ya hemos llegado, a esta hora mi padre lee el New York Times y el Telegraph en la salita de lectura, su mesa se encuentra tras el tabique que verá a la derecha - Sonreí de nuevo de manera angelical y abrí la puerta, esperando a que él entrara. Una vez entró cerré la puerta con rapidez y cogí una de las llaves del aparador. Encerrado en una habitaci´n sin ventanas
Querido siento decirte que eres un ingenuo si pensabas que me rendiría tan fácilmente, has caido en la trampa del ratón y el queso, y vaya qué lastima esta zona es sin duda poco transitada rei fuertemente y caminé tarareando una canción hasta mis aposentos. Una vez allí me despojé de aquel liviano vestido y até de la arandela de la llave un cordón de seda rosa. Me lo colgué al cuello, e introducí la llave por dentro de mi corset.
Reí de nuevo sin poder creer aún lo que acababa de hacer, sin duda, eso le enfurecería más y sólo conseguiría un leve retraso de nuestra boda pero... si le hacía sufrir por un breve tiempo valía la pena. Me puse una liviana bata de gasa negra, y la dejé sin abrochar sobre mi cintura, para a continuación tumbarme en mi mullido colchón y echar a reir.
Melinda Chavànnell- Humano Clase Alta
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Re: Dos personas, un futuro & un reencuentro inesperado
No voy a negar que el verme de repente encerrado en una habitación me sorprendió. Más porque no pensé que ella estuviera tan desesperada por no casarse conmigo que por el plan en si. Simplemente le seguí la corriente oliendome a kilometros de distancia que algo se traía entre manos. Esa sonrisa angelical y repentino cambio de humor no los pasaría desapercibidos nadie. Y por eso mismo ahí estaba, encerrado entre cuatro paredes sin ninguna ventana por la que escaparme.
Solté un suspiro al mismo tiempo que miraba a mi alrededor. La verdad esque ya estaba bastante grande como para jugar a esos juegos. Se notaba ciertamente la diferencia de edad que había entre nosotros ¿Y se supone que yo tenía que casarme con esa mocosa? No podía entender a mi padre. No podía entender el porque me había puesto con ella en lugar de con su hermana, sin duda, también habría cambiado pero sería mucho más madura, la edad no nos separaba más que por uno o dos años. No tendría ni punto de comparación. De echo, aún cabía la posibilidad de que todo eso fuese un error y estuviera equivocada.
Fuese lo que fuese no conseguiría nada preguntandomelo a mi mismo pues sabía lo mismo que minutos antes en el jardín, es decir, nada de nada. No sabía nada y para contestar a mis dudas tendría que preguntarselo directamente a su padre. Sí, eso tendría que hacer, de no ser porque no había forma de salir de allí.
Al parecer era un estudio, posiblemente, uno de los muchos que debía tener aquella mansión. Una salita de espera o algo por el estilo. Estaba bien acomodada con un sofá y un par de sillones además de unas cuantas estanterias con libros. - Bueeno, en algún momento alguien me encontrará - murmuré para mi mismo a la vez que estiraba mi cuerpo y soltaba un bostezo. No había comido pero el paseito hasta esa casa me había dado sueño y en lugar de calentarme la cabeza el sofá me estaba pidiendo a gritos que le diera un buen uso.
Caminé hacia él quitandome por mientras la chaqueta y la corbata, desabrochando un par de botones de la camisa y dejando las prendas sobre uno de los sillones. Obviamente eso era como un horno sin ninguna ventilación más que aquella que pudiese entrar por esa pequeña ventanita situada en lo alto de una de las paredes, la única por donde también entraba la iluminación. Preveía que como no me encontraran pronto acabaría completamente sudado pues ya solo con estar unos minutos podía notar algunas gotas resbalarme por el rostro. Así pues, lo mejor era que me echara un rato y me olvidara del mal rato. Con suerte también mi cuerpo se relajaría y se olvidaría de la ausencia de aire en aquella estancia.
Me tiré de un golpe, colocandome un brazo como almuhada y volteando mi cuerpo hacia uno de los lados -el del respaldo concretamente- para después cerrar los ojos. Llevaría su tiempo acostumbrarme pero no estaba en mi naturaleza montar números precisamente.
Solté un suspiro al mismo tiempo que miraba a mi alrededor. La verdad esque ya estaba bastante grande como para jugar a esos juegos. Se notaba ciertamente la diferencia de edad que había entre nosotros ¿Y se supone que yo tenía que casarme con esa mocosa? No podía entender a mi padre. No podía entender el porque me había puesto con ella en lugar de con su hermana, sin duda, también habría cambiado pero sería mucho más madura, la edad no nos separaba más que por uno o dos años. No tendría ni punto de comparación. De echo, aún cabía la posibilidad de que todo eso fuese un error y estuviera equivocada.
Fuese lo que fuese no conseguiría nada preguntandomelo a mi mismo pues sabía lo mismo que minutos antes en el jardín, es decir, nada de nada. No sabía nada y para contestar a mis dudas tendría que preguntarselo directamente a su padre. Sí, eso tendría que hacer, de no ser porque no había forma de salir de allí.
Al parecer era un estudio, posiblemente, uno de los muchos que debía tener aquella mansión. Una salita de espera o algo por el estilo. Estaba bien acomodada con un sofá y un par de sillones además de unas cuantas estanterias con libros. - Bueeno, en algún momento alguien me encontrará - murmuré para mi mismo a la vez que estiraba mi cuerpo y soltaba un bostezo. No había comido pero el paseito hasta esa casa me había dado sueño y en lugar de calentarme la cabeza el sofá me estaba pidiendo a gritos que le diera un buen uso.
Caminé hacia él quitandome por mientras la chaqueta y la corbata, desabrochando un par de botones de la camisa y dejando las prendas sobre uno de los sillones. Obviamente eso era como un horno sin ninguna ventilación más que aquella que pudiese entrar por esa pequeña ventanita situada en lo alto de una de las paredes, la única por donde también entraba la iluminación. Preveía que como no me encontraran pronto acabaría completamente sudado pues ya solo con estar unos minutos podía notar algunas gotas resbalarme por el rostro. Así pues, lo mejor era que me echara un rato y me olvidara del mal rato. Con suerte también mi cuerpo se relajaría y se olvidaría de la ausencia de aire en aquella estancia.
Me tiré de un golpe, colocandome un brazo como almuhada y volteando mi cuerpo hacia uno de los lados -el del respaldo concretamente- para después cerrar los ojos. Llevaría su tiempo acostumbrarme pero no estaba en mi naturaleza montar números precisamente.
Gastón Kaufmann- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/06/2011
Re: Dos personas, un futuro & un reencuentro inesperado
Mi risa fue apagándose lentamente hasta que la habitación quedó inundada por un tranquilo y completo silencio. Mis manos apartaron con delicadeza mis rubios cabellos de mis hombros y fue entonces cuando lo noté. Noté el tacto de aquel pequeño pañuelo de seda blanca que cubría mi níveo y terso cuello desde hacía unos días. Con cierto miedo, fui deshaciendo el nudo que lo mantenía sujeto a mi cuello y lo aparté con cuidado. Todavía quedaban algunos restos de sangre seca sobre él...
Fue entonces, cuando mis manos recorrieron temblorosas el camino hasta mi cuello, rozando apenas con la punta de los dedos aquella herida que días atrás me había provocado una vampiresa mientras yo visitaba la tumba de mi madre... Aquella vampiresa que había convertido mi perfecto cuello, en un cuello con marcas, unas marcas que simbolizaban en cierto modo, mi pérdida de ingenuidad. Ese día había descubierto que aquellos horribles cuentos para no dormir sobre criaturas de la noche sedientas de sangre... eran verdad, y al parecer estos seres caminaban entre las sombras, entremezclándose con nosotros, sin apenas darnos cuenta...
Cerré los ojos lentamente, y caí sumida en un sueño profundo y agradable, un sueño que pronto se tornó pesadilla al recordar todos y cada uno de los episodios sufridos aquella noche. Comencé a ver sus ojos, ojos sedientos de mi dulce sangre, y mi cuerpo comenzó a moverse nerviosamente sobre mi lecho, enredándose con aquella bata que cubría mi cuerpo, de la que me deshice entre sueños pensando que era uno de los arbustos que me impidió huir de las garras de aquella mujer. Y de nuevo... reviví aquel momento, aquel momento en el que noté como algo más afilado que un cuchillo se clavaba sobre mi cuello, desgarrando hasta mi propia mi alma del dolor... Y entonces, como aquel día comencé a gritar desde lo más profundo de mi garganta, asustada y dolorida, notando el quemazón de aquella marca...
Aquel desesperado y desgarrador grito se escuchó en toda la mansión, y mi padre y hermanos, asustados interrumpieron su desayuno. Salieron al jardín, y al no encontrarme allí se asustaron. Comenzaron a recorrer las estancias de la casa, búscandome y entonces llegaron a la sala de lectura, la cual encontraron cerrada. El ama de llaves, rápidamente sacó de entre sus ropas, aquel fajo enorme de llaves que tintineaban al andar y abrieron la puerta con nerviosismo, encontrando allí a Gastón
- Monsieur kaufman ¿qué hace aqui? Es igual, ¿dónde está melinda? ¿no está con usted? dijo mi padre con nerviosismo y visiblemente asustado - Hemos escuchado su grito desde el salón y no conseguimos encontrarla... ¿sería mucha molestia que nos ayude a buscarla y averigue qué la pasó? Mi padre, ni siquiera le dejó proporcionar una respuesta afirmativa o negativa y siguió hablando - Bien, entonces Josephine, baja a la planta del servicio y búscala por los corredores, Dylan, ve con el mayordomo y búscala por los jardines de la casa mientras yo sigo buscando por la planta baja y... Monsieur kaufman, ocúpese del piso superior, habitaciones baños y desván. Vamos no hay tiempo que perder.
Entre tanto, yo seguía removiéndome entre las sábanas notando como las febriles gotas de sudor recorrían mi rostro, un rostro atemorizado por aquellos recuerdos y que no sabía susurrar otra cosa más que vampiros, sangre y ruegos de que alguien me salvara de aquella tortura, cuyo simple recuerdo había hecho que mi temperatura se tornara febril Mi sangre no... me duele...
Fue entonces, cuando mis manos recorrieron temblorosas el camino hasta mi cuello, rozando apenas con la punta de los dedos aquella herida que días atrás me había provocado una vampiresa mientras yo visitaba la tumba de mi madre... Aquella vampiresa que había convertido mi perfecto cuello, en un cuello con marcas, unas marcas que simbolizaban en cierto modo, mi pérdida de ingenuidad. Ese día había descubierto que aquellos horribles cuentos para no dormir sobre criaturas de la noche sedientas de sangre... eran verdad, y al parecer estos seres caminaban entre las sombras, entremezclándose con nosotros, sin apenas darnos cuenta...
Cerré los ojos lentamente, y caí sumida en un sueño profundo y agradable, un sueño que pronto se tornó pesadilla al recordar todos y cada uno de los episodios sufridos aquella noche. Comencé a ver sus ojos, ojos sedientos de mi dulce sangre, y mi cuerpo comenzó a moverse nerviosamente sobre mi lecho, enredándose con aquella bata que cubría mi cuerpo, de la que me deshice entre sueños pensando que era uno de los arbustos que me impidió huir de las garras de aquella mujer. Y de nuevo... reviví aquel momento, aquel momento en el que noté como algo más afilado que un cuchillo se clavaba sobre mi cuello, desgarrando hasta mi propia mi alma del dolor... Y entonces, como aquel día comencé a gritar desde lo más profundo de mi garganta, asustada y dolorida, notando el quemazón de aquella marca...
Aquel desesperado y desgarrador grito se escuchó en toda la mansión, y mi padre y hermanos, asustados interrumpieron su desayuno. Salieron al jardín, y al no encontrarme allí se asustaron. Comenzaron a recorrer las estancias de la casa, búscandome y entonces llegaron a la sala de lectura, la cual encontraron cerrada. El ama de llaves, rápidamente sacó de entre sus ropas, aquel fajo enorme de llaves que tintineaban al andar y abrieron la puerta con nerviosismo, encontrando allí a Gastón
- Monsieur kaufman ¿qué hace aqui? Es igual, ¿dónde está melinda? ¿no está con usted? dijo mi padre con nerviosismo y visiblemente asustado - Hemos escuchado su grito desde el salón y no conseguimos encontrarla... ¿sería mucha molestia que nos ayude a buscarla y averigue qué la pasó? Mi padre, ni siquiera le dejó proporcionar una respuesta afirmativa o negativa y siguió hablando - Bien, entonces Josephine, baja a la planta del servicio y búscala por los corredores, Dylan, ve con el mayordomo y búscala por los jardines de la casa mientras yo sigo buscando por la planta baja y... Monsieur kaufman, ocúpese del piso superior, habitaciones baños y desván. Vamos no hay tiempo que perder.
Entre tanto, yo seguía removiéndome entre las sábanas notando como las febriles gotas de sudor recorrían mi rostro, un rostro atemorizado por aquellos recuerdos y que no sabía susurrar otra cosa más que vampiros, sangre y ruegos de que alguien me salvara de aquella tortura, cuyo simple recuerdo había hecho que mi temperatura se tornara febril Mi sangre no... me duele...
Melinda Chavànnell- Humano Clase Alta
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Re: Dos personas, un futuro & un reencuentro inesperado
Un incesante ruido alarmador fue el que me despertó y no precisamente de buenas maneras. Abrí los ojos encontrandome con una figura masculina a mi lado y al aclararseme las ideas comprendí que era el padre de Melinda. Sus palabras empezaban a hacerseme una bola en mi cabeza más cuando aclaró lo último comprendí que no la encontraban ¿Por qué se alarmaban tanto? A espera, empezaba a recordar otra cosa ¿La habían escuchado gritar? Eso por lo menos aseguraba que todavía estaba en la casa. Porque después de su encuentro bien podía temer que se hubiese escapado vete tu a saber dónde con tal de no casarse conmigo.
Me acomodé y noté el fresco vientecillo que entraba por la puerta ahora abierta, menos mal que me habían encontrado. Aunque ahora había otra cosa prioritaria, el encontrarla a ella. No podía estar muy lejos por lo que salí de allí con paso mediano subiendo las escaleras hasta el último piso de la mansión. Lo malo de aquel lugar tan grande era precisamente eso, te podías volver loco buscando a alguien. Si hubiese sido una pequeña casa de dos plantas no habría echo falta ni que me despertaran porque la habrían encontrado en cuestión de minutos. Pero si no tenías un caserón como ese ya no pertenecías al circulo social distinguido y eso lo sabía perfectamente por mi padre, al cual no le gustaban nada estos lujos; él mismo me había introducido en la sociedad hipócrita que estabamos viviendo.
No tardé mucho en localizar de donde provenía la voz, como era de esperar, de su própia habitación ¿Cómo es que no habían buscado allí antes? Una de los primeros lugares donde podía estar era ese, o por lo menos eso creía yo. Al parecer contrariamente a los demás.
Para mi mala suerte estaba cerrada por dentro así que tuve que salir por el pequeño balcón que había en la misma planta. El balcón que estaba situado justo al lado del de Melinda. Solo tenía que dar un pequeño salto, no demasiado grande, así que sin mirar hacia abajo y poniendome de pie sobre la barandilla lo hice, aterrizando sobre suelo firme de cuclillas. Por suerte me habían enseñado a controlar mi equilibrio y agilidad a pesar de tener un cuerpo alto y fuerte.
Comprobé antes de nada que estuviese abierta la puerta, esta vez, teniendo esa suerete así que me introduje dentro. Lo primero que nubló mi mente fue ese olor a femeneidad. El típico que siempre olía cuando entraba en una habitación femenina claro que hacía ya algún tiempo que no hacía tal cosa, desde que había dejado Alemania. Allí no conocía a nadie lo suficiente como para que me dejara entrar en su habitación, las amistades necesitaban su tiempo.
Me acerqué a la muchacha observando su cuerpo semi desnudo al estar sin bata alguna. Se revolvía y no parecía estar pasandolo nada bien en la especie de sueño que tenía. De ahí el grito, estaba teniendo una pesadilla - Melinda, despierta - murmuré sentandome en al borde de la cama y agarrandola por los hombros, zarandeandola ligeramente. Sin embargo, como respuesta, gritó aún más como si yo fuera el atacante - ¡Melinda! - grité algo histérico sin saber bien como hacer para que dejara de gritar o alarmaría más a los de la casa. Sin pensarlo me agaché lo suficientemente rápido como para tomar sus labios en un beso que acalló el griterio, esperando que con ello pudiera tambien calmarse.
Una de mis manos se colocó por inercia en su vientre y lo acarició. Cerré mis ojos y me dejé llevar sin pensar en lo que estaba haciendo en ese momento. Solo quería calmarla y conseguir que se tranquilizara a como de lugar.
Me acomodé y noté el fresco vientecillo que entraba por la puerta ahora abierta, menos mal que me habían encontrado. Aunque ahora había otra cosa prioritaria, el encontrarla a ella. No podía estar muy lejos por lo que salí de allí con paso mediano subiendo las escaleras hasta el último piso de la mansión. Lo malo de aquel lugar tan grande era precisamente eso, te podías volver loco buscando a alguien. Si hubiese sido una pequeña casa de dos plantas no habría echo falta ni que me despertaran porque la habrían encontrado en cuestión de minutos. Pero si no tenías un caserón como ese ya no pertenecías al circulo social distinguido y eso lo sabía perfectamente por mi padre, al cual no le gustaban nada estos lujos; él mismo me había introducido en la sociedad hipócrita que estabamos viviendo.
No tardé mucho en localizar de donde provenía la voz, como era de esperar, de su própia habitación ¿Cómo es que no habían buscado allí antes? Una de los primeros lugares donde podía estar era ese, o por lo menos eso creía yo. Al parecer contrariamente a los demás.
Para mi mala suerte estaba cerrada por dentro así que tuve que salir por el pequeño balcón que había en la misma planta. El balcón que estaba situado justo al lado del de Melinda. Solo tenía que dar un pequeño salto, no demasiado grande, así que sin mirar hacia abajo y poniendome de pie sobre la barandilla lo hice, aterrizando sobre suelo firme de cuclillas. Por suerte me habían enseñado a controlar mi equilibrio y agilidad a pesar de tener un cuerpo alto y fuerte.
Comprobé antes de nada que estuviese abierta la puerta, esta vez, teniendo esa suerete así que me introduje dentro. Lo primero que nubló mi mente fue ese olor a femeneidad. El típico que siempre olía cuando entraba en una habitación femenina claro que hacía ya algún tiempo que no hacía tal cosa, desde que había dejado Alemania. Allí no conocía a nadie lo suficiente como para que me dejara entrar en su habitación, las amistades necesitaban su tiempo.
Me acerqué a la muchacha observando su cuerpo semi desnudo al estar sin bata alguna. Se revolvía y no parecía estar pasandolo nada bien en la especie de sueño que tenía. De ahí el grito, estaba teniendo una pesadilla - Melinda, despierta - murmuré sentandome en al borde de la cama y agarrandola por los hombros, zarandeandola ligeramente. Sin embargo, como respuesta, gritó aún más como si yo fuera el atacante - ¡Melinda! - grité algo histérico sin saber bien como hacer para que dejara de gritar o alarmaría más a los de la casa. Sin pensarlo me agaché lo suficientemente rápido como para tomar sus labios en un beso que acalló el griterio, esperando que con ello pudiera tambien calmarse.
Una de mis manos se colocó por inercia en su vientre y lo acarició. Cerré mis ojos y me dejé llevar sin pensar en lo que estaba haciendo en ese momento. Solo quería calmarla y conseguir que se tranquilizara a como de lugar.
Gastón Kaufmann- Humano Clase Alta
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Re: Dos personas, un futuro & un reencuentro inesperado
Mis movimientos se vieron un tanto limitados por una extraña fuerza que recaía fuertemente sobre mis hombros, quería despertar pero no sabía cómo y aquello me ponía incluso más nerviosa. Hecho que me hizo gritar de nuevo, pues pensé que se trataría de la fuerza de la vampiresa que deseaba darme aquel abrazo mortal que me despojaría de mi inocente existencia.
Ladee la cabeza dejando al descubierto a Gastón aquella marca que me ardía en el cuello, y pocos minutos después noté el sabor de unos labios sobre los míos, sin duda una sensación agradable. Quizás ésta fuera la única sensación agradable del día, y del sueño, pero lo que no me explicaba era por qué en mi sueño aparecía Gastón besándome y no cualquier otro joven como Adam, Tyler o Duncan... y si no comprendía aquello, menos aún comprendí por qué rodee su espalda con mis delicados brazos y mis labios correspondieron a ese beso tornándolo un tanto pasional - Gastón... susurré entre sueños... sueños que él había conseguido que se tornaran de color de rosa.
Un leve cosquilleo sobre mi estómago me hizo despertar de aquel profundo sueño, aún algo febril y temblorosa, sin duda a causa de aquella herida sobre mi cuello que no había cicatrizado bien por no haberla mantenido aireada, por miedo o quizá por vergüenza. Por vergüenza a que mi padre descubriera que un ser de la noche había posado los colmillos de su hija y vergüenza sobre todo de mi padre, por haberme ocultado la existencia de este tipo de criaturas. Mis ojos se abrieron lentamente y se encontraron con los de Gastón a escasos centímetros. mis labios se separaron sutil y ligeramente de los suyos y susurré - No... no dejes que me muerda... por favor... sálvame... -
Miré hacia un lado y a otro, algo desorientada, cerrando los ojos de vez en cuando y deslizando mi mano hasta aquella herida que me quemaba y palpitaba. Fue entonces cuando me pregunté si aquel sueño del beso habría sido real o no... pues ambos estábamos a escasos centímetros el uno del otro y su mano acariciaba sin pudor alguno mi vientre. Sonreí ligeramente, recordando los tiempos en los que estaba enamorada perdidamente de él, y quizá por causa de la fiebre, o porque esos sentimientos no habían muerto, sino que habían sido camuflados bajo el disfraz del odio, volví a besar sus labios durante un rato más, dejando que aquella deliciosa sensación de mariposas en el estómago me embriagara.
De nuevo abrí los ojos con lentitud y apoyé mi frente sobre la suya con suma delicadeza
- No... no se lo digas a mi padre, por favor... no sé como actuar ante... ante esta situación Gastón - traté de incorporarme con lentitud ayudandome del impulso que me podían proporcionar mis brazos que estaban apoyados sobre el colchón pero inutilmente, por lo que de nuevo quedé tumbada bajo su robusto cuerpo. Sonreí de aquella manera encantadora que sólo yo sabía y deslicé su mano hasta el empiece de mi corset, para que cogiera la llave que allí había escondido - en la salita de lectura hace mucho calor... y yo me he comportado como una niña al huir así de nuestro inevitable compromiso... coja la llave... sino se quedará allí encerrado todo el día y pasará mucho calor
Dije tantas y tantas palabras sin sentido, palabras de las que sin duda en un futuro no muy lejano me arrepentiría y negaría que habían salido de mis labios, pero ahora aquello me daba igual. ¿por qué? me encontraba entre los brazos del que había sido mi primer amor y del que nunca había conseguido olvidarme, y si le odiaba tanto era sin duda porque sabía que él nunca conseguiría amarme... siempre me vería como aquella niña pequeña y no como una mujer madura e intelectual
Ladee la cabeza dejando al descubierto a Gastón aquella marca que me ardía en el cuello, y pocos minutos después noté el sabor de unos labios sobre los míos, sin duda una sensación agradable. Quizás ésta fuera la única sensación agradable del día, y del sueño, pero lo que no me explicaba era por qué en mi sueño aparecía Gastón besándome y no cualquier otro joven como Adam, Tyler o Duncan... y si no comprendía aquello, menos aún comprendí por qué rodee su espalda con mis delicados brazos y mis labios correspondieron a ese beso tornándolo un tanto pasional - Gastón... susurré entre sueños... sueños que él había conseguido que se tornaran de color de rosa.
Un leve cosquilleo sobre mi estómago me hizo despertar de aquel profundo sueño, aún algo febril y temblorosa, sin duda a causa de aquella herida sobre mi cuello que no había cicatrizado bien por no haberla mantenido aireada, por miedo o quizá por vergüenza. Por vergüenza a que mi padre descubriera que un ser de la noche había posado los colmillos de su hija y vergüenza sobre todo de mi padre, por haberme ocultado la existencia de este tipo de criaturas. Mis ojos se abrieron lentamente y se encontraron con los de Gastón a escasos centímetros. mis labios se separaron sutil y ligeramente de los suyos y susurré - No... no dejes que me muerda... por favor... sálvame... -
Miré hacia un lado y a otro, algo desorientada, cerrando los ojos de vez en cuando y deslizando mi mano hasta aquella herida que me quemaba y palpitaba. Fue entonces cuando me pregunté si aquel sueño del beso habría sido real o no... pues ambos estábamos a escasos centímetros el uno del otro y su mano acariciaba sin pudor alguno mi vientre. Sonreí ligeramente, recordando los tiempos en los que estaba enamorada perdidamente de él, y quizá por causa de la fiebre, o porque esos sentimientos no habían muerto, sino que habían sido camuflados bajo el disfraz del odio, volví a besar sus labios durante un rato más, dejando que aquella deliciosa sensación de mariposas en el estómago me embriagara.
De nuevo abrí los ojos con lentitud y apoyé mi frente sobre la suya con suma delicadeza
- No... no se lo digas a mi padre, por favor... no sé como actuar ante... ante esta situación Gastón - traté de incorporarme con lentitud ayudandome del impulso que me podían proporcionar mis brazos que estaban apoyados sobre el colchón pero inutilmente, por lo que de nuevo quedé tumbada bajo su robusto cuerpo. Sonreí de aquella manera encantadora que sólo yo sabía y deslicé su mano hasta el empiece de mi corset, para que cogiera la llave que allí había escondido - en la salita de lectura hace mucho calor... y yo me he comportado como una niña al huir así de nuestro inevitable compromiso... coja la llave... sino se quedará allí encerrado todo el día y pasará mucho calor
Dije tantas y tantas palabras sin sentido, palabras de las que sin duda en un futuro no muy lejano me arrepentiría y negaría que habían salido de mis labios, pero ahora aquello me daba igual. ¿por qué? me encontraba entre los brazos del que había sido mi primer amor y del que nunca había conseguido olvidarme, y si le odiaba tanto era sin duda porque sabía que él nunca conseguiría amarme... siempre me vería como aquella niña pequeña y no como una mujer madura e intelectual
Melinda Chavànnell- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/05/2011
Localización : Perdida en tu mirada
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Re: Dos personas, un futuro & un reencuentro inesperado
El que Melinda me correspondiera al beso de aquella manera no puedo negar que me tomó por sorpresa y más me sorprendí al notar que no me desagradaba ni me parecía "malo". Vale ¿cuando yo había pensado que un beso fuese malo? que recordara nunca, pero después de las palabras que nos habiamos dedicado el uno al otro no pensé que un beso suyo se fuera a sentir tan dulce. Calido casi hasta podría definirlo como romantico, sin embargo, ahora no era momento de irme a mi mundo. Ella tenía un claro problema y yo debía ayudarla en la medida posible, dejando rencores a un lado, si alguien me necesitaba era incapaz de ignorarlo. Y aquello era demasiado grande como para ignorarlo.
Al separarme pude observar las dos pequeñas perforaciones que tenía en un lado del cuello. Me aclaró sus murmurllos; murmurllos que hasta entonces pensé que eran desvaríos. ¿Un ser sobrenatural? ¿Un vampiro? No me había topado nunca con uno -que yo supiera- pero tampoco negaba su existencia, la existencia de otros seres superiores a la humanidad. Aquello empezaba a resultarme fascinante y mis ojos no pudieron dejar de mirar los agujeros, por suerte, no demasiado grandes ni hondos. Ya iban cicatrizando.
Por unos segundos mi atención se desvió cuando mi mano fue llevada hasta el corset ¡¿Desvariaba?! Pero lo que quería era muy distante de lo que mi mente empezó a imaginar, por suerte ¿tal vez?. Agarré esa pequeña llave y sonreí ligeramente, la pobre estaba desconcentrada y no debía saber donde se encontraba o el propio sueño la había confundido. - ¿No ves que estoy aquí? Tontita - le piqué con un par de dedos la frente para ver si conseguía que despertara y entonces se escuchó un ruido, concretamente, picaban a la puerta - ¿Melinda? ¿Estas ahí hija? ¡Contesta! - era el padre, tan preocupado y con la misma voz que cuando le despertó a él - Estamos aquí Señor Chavanell, no se preocupe, estoy con su hija - me levanté y caminé hasta la puerta. La llave tal y como había supuesto estaba echada por lo que le di un par de vueltas hasta escuchar el click que la abría. Y eso mismo hice yo, girar el pomo para entreabrirla, aunque no demasiado - Está dormida, al parecer ha tenido una pesadilla así que no se preocupe, yo me quedó con ella por si tiene otra - el suspiro de él intuí que era de pura aliviación, algo obvio - Gracias Gastón, en ese caso, cuando despierte bajad los dos al salón - una de sus palmas rozó mi hombro amistosamente - iré a avisar a sus hermanos, que la estarán buscando como locos - rió tras lo cual yo también reí ligeramente para después cerrar la puerta.
Suspiré también aliviado porque pasara el momento y me giré, mirandola desde allí - Vamos a ver.. - murmuré más para mi mismo que para ella. Caminé hasta su cama y me senté de nuevo en el borde más únicamente para quitarme los zapatos, pretendía hablar con ella pero de un modo diferente. Con suavidad levanté su cuerpo, intentando que no se asustara y aprovechando que estaba semi-inconsciente. Pasé por detrás suyo, apoyando mi cabeza en la pared y dejando mis piernas estiradas de manera que la cabeza de Melinda quedara reposada sobre ellas - Ahora relajate princesa y olvida ese recuerdo, no te traerá nada más que malos momentos y preocupaciones a tu familia - apoyé mi cabeza en la pared y la hablé aunque mirando hacia el techo para concentrarme en lo que decía - ¿Deacuerdo? - bajé finalmente la mirada hacia su rostro y una de mis manos le apartó unos cuantos cabellos que la cubrían; suavemente.
Al separarme pude observar las dos pequeñas perforaciones que tenía en un lado del cuello. Me aclaró sus murmurllos; murmurllos que hasta entonces pensé que eran desvaríos. ¿Un ser sobrenatural? ¿Un vampiro? No me había topado nunca con uno -que yo supiera- pero tampoco negaba su existencia, la existencia de otros seres superiores a la humanidad. Aquello empezaba a resultarme fascinante y mis ojos no pudieron dejar de mirar los agujeros, por suerte, no demasiado grandes ni hondos. Ya iban cicatrizando.
Por unos segundos mi atención se desvió cuando mi mano fue llevada hasta el corset ¡¿Desvariaba?! Pero lo que quería era muy distante de lo que mi mente empezó a imaginar, por suerte ¿tal vez?. Agarré esa pequeña llave y sonreí ligeramente, la pobre estaba desconcentrada y no debía saber donde se encontraba o el propio sueño la había confundido. - ¿No ves que estoy aquí? Tontita - le piqué con un par de dedos la frente para ver si conseguía que despertara y entonces se escuchó un ruido, concretamente, picaban a la puerta - ¿Melinda? ¿Estas ahí hija? ¡Contesta! - era el padre, tan preocupado y con la misma voz que cuando le despertó a él - Estamos aquí Señor Chavanell, no se preocupe, estoy con su hija - me levanté y caminé hasta la puerta. La llave tal y como había supuesto estaba echada por lo que le di un par de vueltas hasta escuchar el click que la abría. Y eso mismo hice yo, girar el pomo para entreabrirla, aunque no demasiado - Está dormida, al parecer ha tenido una pesadilla así que no se preocupe, yo me quedó con ella por si tiene otra - el suspiro de él intuí que era de pura aliviación, algo obvio - Gracias Gastón, en ese caso, cuando despierte bajad los dos al salón - una de sus palmas rozó mi hombro amistosamente - iré a avisar a sus hermanos, que la estarán buscando como locos - rió tras lo cual yo también reí ligeramente para después cerrar la puerta.
Suspiré también aliviado porque pasara el momento y me giré, mirandola desde allí - Vamos a ver.. - murmuré más para mi mismo que para ella. Caminé hasta su cama y me senté de nuevo en el borde más únicamente para quitarme los zapatos, pretendía hablar con ella pero de un modo diferente. Con suavidad levanté su cuerpo, intentando que no se asustara y aprovechando que estaba semi-inconsciente. Pasé por detrás suyo, apoyando mi cabeza en la pared y dejando mis piernas estiradas de manera que la cabeza de Melinda quedara reposada sobre ellas - Ahora relajate princesa y olvida ese recuerdo, no te traerá nada más que malos momentos y preocupaciones a tu familia - apoyé mi cabeza en la pared y la hablé aunque mirando hacia el techo para concentrarme en lo que decía - ¿Deacuerdo? - bajé finalmente la mirada hacia su rostro y una de mis manos le apartó unos cuantos cabellos que la cubrían; suavemente.
Gastón Kaufmann- Humano Clase Alta
- Mensajes : 44
Fecha de inscripción : 01/06/2011
Re: Dos personas, un futuro & un reencuentro inesperado
Allí estaba él, frente a mí dejándose llevar por el delicado y lento baile de mis labios. Baile que a mi no me desagradó en absoluto, es más me hacía volver a tener resquicios de aquel sentimiento que hacía años experimenté por él... aunque ¿se trataba ahora también de amor? no, se debería a la ligera fiebre que calentaba mis sonrosadas mejillas. Le miré a los ojos, tratando de buscar en el reflejo de éstos ese brillo tierno y especial que hacía años me hacía perder el sentido y olvidarme de cualquier problema.
Sus labios se separaron con suavidad de los míos, y sus ojos se posaron disimuladamente sobre mis maltrechas heridas... heridas que poco a poco iban cicatrizando y perdiendo aquel aspecto ponzoñoso y preocupante de días atrás. Reí ante sus palabras y acaricié con suavidad su mejilla - Tranquilo Gastón ya... ya no tienen tan mala pinta como hace unos días... sólo se me abre la herida alguna que otra vez pero... ya apenas me duele, descuida. Y... disculpa mis pequeños desvaríos... creo que de las propios y horribles recuerdos me... me ha subido unas décimas de fiebre -
Un ruido sobre la madera de la puerta de mi habitación rompió aquella mágica y romántica atmósfera que habíamos creado inconscientemente y en tan sólo unos segundos, al parecer mi experiencia con aquel vampiro había resultado tener una finalidad buena, que mirara con otros ojos a mi futuro marido... Se trataba de la voz ronca y profunda de mi padre, una voz sin duda marcada por la preocupación del momento. Gastón se levantó gentilmente y me excusó alegando que estaba dormida, gracias a Dios, pues lo que menos me apetecía en estos momentos era explicar delante de todos el porqué de mis gritos y angustias, angustias que no me habían dejado dormir en días...
Observé como volvía a mi lado, con ese paso lento y elegante que le caracterizaba. Sin duda, Gastón era como el buen vino, mejoraba con el tiempo. Sus espaldas eran algo más anchas que la última vez que nos vimos, sus ojos reflejaban el paso del tiempo de una vida llena de historias que contar y... aquella tez dorada curtida por el sol del trabajo de un lugar a otro del mundo para tan sólo realizar algún que otro negocio. Esperé a que se acomodará sobre mi sedoso lecho - lecho que pronto se convertiría en nuestro cuando visitaramos a mi padre - y entonces, apoyé mi cabeza sobre sus piernas, dejando que mis dorados cabellos se esparcieran a su antojo por la cama.
- Gracias... gracias por ocultar mi secreto Gastón y por... despertarme de aquel horrible sueño que lleva atormentando mis noches desde hace días... bueno en definitiva gracias por todo - Esbocé una pequeña sonrisa en mis rosados y voluminosos labios y cerré los ojos por un instante olvidándome de todos mis temores, miedos y preocupaciones, pues allí estaba él dispuesto a protegerme... o al menos a protegerme hasta que volvieramos a pelear. Reí ligeramente y miré sus ojos sonriendo también por culpa de sus deliciosas caricias por mi pelo. ¿Sabes? es divertido pelear contigo, te dejas engañar con facilidad monsieur
Deslicé mis manos hasta su pecho, haciendo pequeñas formas y dibujos sin sentido, sin conocer el motivo por el que hacía esto pero supuse que si le molestaba me lo haría saber y sin problemas detendría aquellas caricias. Me incorporé con lentitud y me quedé frente a él, a escasos centímetros de sus labios dudando entre si caer en la tentación o hacerme la dura y seguir construyendo aquella muralla sobre mi corazón - Solo... deseo preguntarte algo Gastón... si accedo a casarme contigo... porfavor, que tus relaciones extramatrimoniales sean discretas, que yo no me entere y mucho menos la gente... Me acerqué lentamente a su rostro y besé con suavidad sus labios, regalándole apenas un leve anticipo de lo que mis besos podían ser.
Coloqué mis traviesos cabellos y volví a separar mi cuerpo del suyo mientras jugueteaba sensualmente con las tiras que anudaban el comienzo de mi corset que retenían mis senos - No me apetece bajar al piso de abajo Gastón... comenzarán a hacer preguntas y... no me siento con fuerzas para contestar... se te ocurre algo? -
Sus labios se separaron con suavidad de los míos, y sus ojos se posaron disimuladamente sobre mis maltrechas heridas... heridas que poco a poco iban cicatrizando y perdiendo aquel aspecto ponzoñoso y preocupante de días atrás. Reí ante sus palabras y acaricié con suavidad su mejilla - Tranquilo Gastón ya... ya no tienen tan mala pinta como hace unos días... sólo se me abre la herida alguna que otra vez pero... ya apenas me duele, descuida. Y... disculpa mis pequeños desvaríos... creo que de las propios y horribles recuerdos me... me ha subido unas décimas de fiebre -
Un ruido sobre la madera de la puerta de mi habitación rompió aquella mágica y romántica atmósfera que habíamos creado inconscientemente y en tan sólo unos segundos, al parecer mi experiencia con aquel vampiro había resultado tener una finalidad buena, que mirara con otros ojos a mi futuro marido... Se trataba de la voz ronca y profunda de mi padre, una voz sin duda marcada por la preocupación del momento. Gastón se levantó gentilmente y me excusó alegando que estaba dormida, gracias a Dios, pues lo que menos me apetecía en estos momentos era explicar delante de todos el porqué de mis gritos y angustias, angustias que no me habían dejado dormir en días...
Observé como volvía a mi lado, con ese paso lento y elegante que le caracterizaba. Sin duda, Gastón era como el buen vino, mejoraba con el tiempo. Sus espaldas eran algo más anchas que la última vez que nos vimos, sus ojos reflejaban el paso del tiempo de una vida llena de historias que contar y... aquella tez dorada curtida por el sol del trabajo de un lugar a otro del mundo para tan sólo realizar algún que otro negocio. Esperé a que se acomodará sobre mi sedoso lecho - lecho que pronto se convertiría en nuestro cuando visitaramos a mi padre - y entonces, apoyé mi cabeza sobre sus piernas, dejando que mis dorados cabellos se esparcieran a su antojo por la cama.
- Gracias... gracias por ocultar mi secreto Gastón y por... despertarme de aquel horrible sueño que lleva atormentando mis noches desde hace días... bueno en definitiva gracias por todo - Esbocé una pequeña sonrisa en mis rosados y voluminosos labios y cerré los ojos por un instante olvidándome de todos mis temores, miedos y preocupaciones, pues allí estaba él dispuesto a protegerme... o al menos a protegerme hasta que volvieramos a pelear. Reí ligeramente y miré sus ojos sonriendo también por culpa de sus deliciosas caricias por mi pelo. ¿Sabes? es divertido pelear contigo, te dejas engañar con facilidad monsieur
Deslicé mis manos hasta su pecho, haciendo pequeñas formas y dibujos sin sentido, sin conocer el motivo por el que hacía esto pero supuse que si le molestaba me lo haría saber y sin problemas detendría aquellas caricias. Me incorporé con lentitud y me quedé frente a él, a escasos centímetros de sus labios dudando entre si caer en la tentación o hacerme la dura y seguir construyendo aquella muralla sobre mi corazón - Solo... deseo preguntarte algo Gastón... si accedo a casarme contigo... porfavor, que tus relaciones extramatrimoniales sean discretas, que yo no me entere y mucho menos la gente... Me acerqué lentamente a su rostro y besé con suavidad sus labios, regalándole apenas un leve anticipo de lo que mis besos podían ser.
Coloqué mis traviesos cabellos y volví a separar mi cuerpo del suyo mientras jugueteaba sensualmente con las tiras que anudaban el comienzo de mi corset que retenían mis senos - No me apetece bajar al piso de abajo Gastón... comenzarán a hacer preguntas y... no me siento con fuerzas para contestar... se te ocurre algo? -
Melinda Chavànnell- Humano Clase Alta
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