Descubriendo nuevas perspectivas

por **Melinda Chavànnell** Mar Jun 07, 2011 2:23 pm

El sol comenzaba a ponerse y esconderse sobre el cielo de aquella ciudad inundada de la reciente luz artificial, París, la ciudad de la luz, la ciudad del amor y... la ciudad de lo prohibido. Observé el atardecer desde aquella maravillosa terraza que ofrecía aquel lujoso hotel, frecuentado por los visitantes más adinerados, los hombres acompañados de sus amantes, y las jovencitas aburridas que querían observar pintorescos atardeceres mientras degustaban una taza de té con macaroons, aquel delicioso y tentador bocado francés de crujiente oblea de colores con nata o merengue en su interior.

¿En qué grupo me encontraba yo? Obviamente en el último, pues ni era turista ni la amante de algún adinerado noble... simplemente era una joven y dulce dama de la alta sociedad francesa que, últimamente estaba comenzando a descubrir cuán atractivo podía resultar el pecado y la lujuria... Di un pequeño sorbito a mi taza y me senté en uno de los sillones del salón del té del hotel, observando a cada persona que entraba en la recepción, tratando de adivinar sus historias, sus vidas, sus secretos... sin duda un pasatiempo aburrido para una joven, pero... ¿qué hacer si no se tiene compañía? Mi hermana se encontraba en la finca de una de mis tías en las afueras de la ciudad pasando la semana y mi padre y mi hermano Dylan se encontraban en una reunión política.

Dichosa política, era la causante de que ellos se demoraran y yo estuviera esperándoles en el salón de un hotel con un vestido lujoso y un fino tocado con diamantes sobre mis cabellos mintras ellos discutían con otras personas sobre ello, política, dichosa política.

por Invitado Jue Jun 16, 2011 3:09 am

En la habitación que ocupaba había mandado a colocar largas cortinas de oscuro terciopelo, por algo tenía la solvencia económica para hospedarse en ese lujoso hotel y pagar cualquier clase de capricho, incluso aquel que sumía al cuarto en la más completa de las penumbras, sin embargo tenía que esperar a que el sol se ocultase para poder salir de esa pequeña prisión en la que el mismo se había auto condenado. ¿Motivo? Ni el mismo lo sabía, tal vez fuera un simple berrinche infantil, un reproche a sí mismo por haber flaqueado ante la insistencia de Daniil.

Esa noche deseaba deambular un poco, bajar a la terraza, disimular que disfrutaba de una taza de aromático café o mejor aún catar una buena copa de vin rouge, esperar a Dubhé y aceptar esa propuesta de ir al teatro que anteriormente había rechazado. Salió de su habitación apenas los últimos rayos de sol se extinguieron en el horizonte y encaminó sus pasos hacia la terraza para ver si el paisaje nocturno parisino le motivaba a más. Entró con pasos pesados y desganados sin perder su porte y más bien luciendo un tanto desinteresado por su entorno, detalle que no podía ser más cierto. Caminó entre las mesas que se encontraban en la terraza hasta llegar a la baranda donde se recargo durante unos instantes observando las luces de la ciudad, un paisaje hermoso sin duda y sin embargo extrañaba Florencia. Estaba así distraido y ensimismado cuando retrocedía un paso, volteo y sin darse cuenta golpeo contra una de las mesas del lugar, en ella se encontraba una joven dama que ante el impacto con la mesa, la taza se le resbaló de las manos.

-Discúlpeme, no fue mi intención- dijo recobrando la postura, sujetando la mesa para que no tambaleara más por el golpe.- Soy un estúpido

por **Melinda Chavànnell** Vie Jun 17, 2011 5:23 pm

Odiaba esperar, pero no me quedaba otra alternativa, pedí una mesa cercana al balcón para así poder disfrutar del espectáculo en el que se convertía mi adorada ciudad cuando caía la noche, los edificios se iluminaban de manera sutil y progresista, pero no de manera ostentosa, de modo que los parisinos podíamos disfrutar de la espléndida visión de la luna y las estrellas que cubrían aquel manto de raso negro en el que se convertía el cielo.

Tras esperar unos minutos apoyada sobre la barandilla, tratando que mi ostentoso y precioso vestido color rojo no se arrugara, el camarero me indicó la mesa que podía ocupar y le pedí un café negro con poca azúcar, algo inusual al parecer por el gesto que adquirió el rostro del camarero. Caminé con paso sereno y relajado hasta mi mesa, levantando con cuidado el bajo de aquel sedoso vestido de muselina roja con pequeños detalles negros. "Demasiado atrevido para una señorita como tú Melinda, y menos aún al tener un escote tan pronunciado" aqquellas habían sido las palabras que habían salido de los labios de mi padre cuando mi hermano me trajo ese vestido de Italia...

Sí, era posible que ese vestido fuera un tanto atrevido, pero esta noche me había entrado la sensación o necesidad de atraer alguna que otra mirada masculina. Suspiré y al fin llegué a mi mesa. Me senté y esperé a que me trajeran la taza de café. La cogí entre mis delicados dedos y la llevé al comienzo de mis labios, disfrutando de aquel aroma amargo que tanto me gustaba. Di un pequeño sorbo a la taza y tras ésto la separé de mis labios. Pero al ir a dejarla de nuevo sobre su plato, un hombre chocó contra la mesa provocando que la taza se resbalara de entre mis dedos y cayera al suelo rompiéndose en pedazos y manchando parte de mi vestido No.. no se preocupe monsieur, soy consciente de que todo ha sido un desafortunado accidente dije mientras con la servilleta de la mesa limpiaba el líquido amarronado que ahora descendía por mi cuello hasta perderse por la curva de mi busto

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