Descubriendo miradas [Libre]

por **Lilianne Dugarry2** Miér Jul 21, 2010 11:06 am

Sonrio mientras leo un jugoso libro; trata sobre La Condesa Sangrienta, Elizabeth Batory. Causante de la muerte de más de 600 doncellas y sedienta de la sangre de cada una de ellas, el escritor hace que la lectura de este libro me sea atractiva y melodiosa, provocando que me introdujera en cada palabra que éste escribe y en cada hecho que narran las frases. Encontré hace dos días el libro en la biblioteca. Quise buscar un libro acorde con lo que estaba estudiando; acontecimientos del siglo XVI. Vi este y seguidamente de enamorarme de su sinopsis, lo pedí prestado a la bibliotecaria y rápidamente me dispuse en mi cuarto, con una vela encendida, a saborear el dulce sabor de la sangre en esas palabras.

Cierro el libro cuando de nuevo comenzaba a narrar una parte en la que el escritor hacía llegar una nueva muerte, un nuevo asesinato. Suspiro y alzo mi cabeza hacia atrás, mirando el cielo cubierto de nubes que siguen su rumbo. Pienso en mi padre. El otro día lo ingresaron en el hospital. Lo he visitado un par de veces, a sabiendas de que su nueva esposa estaría llorándole a sus vecinas que el bueno de su marido se encontraba en el hospital, enfermo y muerto de hambre porque la tonta de su hija no le daba los cuidados que él necesitaba, que menos mal que pronto viene su hijo porque él cuidará mejor de su madre y que seguramente aportaría gran ayuda a la familia. Echo un escupitajo al suelo pensando en mi madrastra, luego recuerdo de nuevo la carta que me mandó alguien. No fue por buzón sino que un niño algo despavorido se acercó a mí tirando de mi falda y me entregó algo avergonzado la carta. En el sobre no ponía nombre y tampoco deseé abrirlo. Pero al caer la noche, mis ganas hicieron que abriese el sobre con una cuchilla, a la luz de la candela. Trataba de una carta de amor. En esos momentos pensé que se debía de haber equivocado el niño, pero no le di demasiada importancia.

Ahora, lo único que puedo hacer es quedarme en este banco, aburrida y sola, esperando a que de nuevo algo o alguien levante mi atención. Algo que pronto se asoma puesto que me encuentro con una figura andando hacia mí... ¿Quién será?

- ¿Hola? - pregunté a esa extraña figura mientras me enderezaba cogiendo el libro entre mis manos y acurrucándolo en mi pecho.

por Invitado Mar Ago 10, 2010 9:09 am

Mis pasos y mi instinto me llevan hacia una plaza centrica, de donde proviene un olor a sangre tan dulce como la melaza.
Hacia tiempo que no sentia una esencia tan apetecible, asi que me dirijo decidida hasta alli.
En un principio decido atacarla por la espalda, un ataque rapido y letal, pero luego decido divertirme un poco con ella, y ya de paso, conversar con alguien, algo que hace demasiado tiempo que no tengo ocasion de hacer.

Dejo que ella me descubra, caminando directamente hacia ella, ante sus ojos. Antes de que ella me vea aparecer entre las sombras yo llevo un buen rato conociendo cada detalle de su bello rostro.
Avanzo un poco mas antes de contestar a su saludo, dejado que la tenue luz de la instalacion que alumbra la ciudad durante la noche bañe mi rostro.

Un golpe de cabeza y una sornisa extraña, con los labios cerrados para no dejar ver mis afilados colmillos con lo primero que la chiquilla ve de mi.
- Buenas noches - una voz dulce, fina, escapa entre mis labios, deliberadamente poco abiertos, con el mismo fin que la sonrisa de labios prietos.

Una mirada angelical de mis ojos de un azul casi transparente, la cual funciona practicamente siempre cuando tengo la intencion de ganarme la confianza de alguien.
Una mueca que imita a la exactutid la preocupacion cruza mis facciones.
- Disculpe, ¿Puede ser que la haya asustado? - tuerzo el gesto, en señal de disculpa - lo siento, no era mi intencion.

por **Lilianne Dugarry2** Dom Ago 29, 2010 8:57 am

¿Quién será aquella extraña dama de facciones perfectas? No sé qué posición adoptar, es una mujer, pero no consigo distinguir su semblante debido al claroscuro de la penumbra, lo único que veo son unos ojos que brillan a la luz de esa oscuridad, casi transparentes, anormales; parecen ocultar una maldad y perversión que no he visto nunca. Ese aura negra que he captado me recuerda a Elizabeth Bathory y eso me estremece cada vez más.

- No, no, discúlpeme a mí por haberle hablado, ya me iba. Solo estaba leyendo un rato... - Le enseño mi libro y doy media vuelta, andando rápidamente. Pero la curiosidad acata mi razón y me detengo. Alzo la cabeza hacia la muchacha, que todavía sigue allí. - ¿Conoce usted a Elizabeth Bathory? Es que me recuerda mucho a ella. - Pregunto algo interesada.

Me quedo quieta, esperando a alguna modesta respuesta como un sí o un no o un simple quizás, pero no sé porqué mis piernas tiemblan pero mi corazón me exige que hable más con ella, que sacie su sed de curiosidad.
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