Un encuentro nocturno {Giara Duran} –Privado-

Otra noche, otro momento que pensar, otra vez debía pedir y raptar aun hombre o mujer para beber de su elixir, porque si, ya había perdido todo, solo era un montón de huesos, sangre que no era suya… piel, solo un cuerpo desechado. Sus cabellos desordenados, su piel sucia y sus pies descalzos. Se deslizaban con tanta tranquilidad por la tierra. No existe el miedo, no existe la alegría, ni el amor… solo intentar seguir adelante hasta que el cuerpo no diera más.

Se sentó en una roca y miro la suelo con sus grisáceos quienes dejaban deslizar unas lágrimas de triste, tomó su capa cual cubría su azabache cabellera, la llevo hasta su rostro y seco cuidadosamente cada gota de agua que había corrido sin permiso, porque a pesar de todo… no lograba aguantarlas, aun le extrañaba, habían pasado tantos años, pero la angustia seguía gobernándole. Levanto la mirada, girando un poco su rostro, buscando a donde seguir… hoy no bebería, prefería lamentarse que hacerlo, quizás podría darle las fuerzas que necesitaba para dejar este pecador mundo.

Se levanto cansada, para comenzar avanzar con extrema lentitud, como si de un fantasma se tratase, como si estos tuvieran concreto y no zapatos, pero en realidad no había nada, ni zapatos, solo una piel cubierta de barro. Cerró sus ojos, dejando guiarse por sus sentidos, pensando en el cementerio un lugar que solía frecuentar, suspiro, y se dispuso a ir hacia allá. Tantos arboles, tanto arbustos y tan oscura noche, se adentro sin dificultad, giró su rostro y observo la casa, siempre tan oscura… siempre tan misterioso, se sonrió sabiendo que sus secretos eran tan bien guardados como los suyos. Bajo la mirada, mientras se hundía en pensamientos vagos, para disponerse a caminar hasta donde su cuerpo le disponía.

Ya no existían esos brazos que le ayudaban a seguir el día a día, era capaz de volver atrás y dar su vida, pero sabía que no bastaba con pensarlo, porque aquello jamás pasaría y lo único que quedaba era morir… porque él no estaba junto a ella. Sentía como a cada momento que pasaba perdía la razón, ya no creía y su alma lo había dejado todo ir. Acabaría con todo lo que un día prometió, pero sabía que dar su vida no bastaría. Él jamás le perdonaría que hubiera acabado con lo que una vez amo, porque ese pacto estaba sellado. Extrañaba ser protegida, no había nadie.

Se encamino a una tumba y la toco con la palma de la diestra, quitando el exceso de tierra y maleza, una piedra quebrajada con un simple nombre el cual le tachaba, Stephan Duran, se sonrió tiernamente, - Tanto tiempo… amado mío, tanto sin poder tocar tú alma… tanto sin poder ser grande, porque eso es lo que tú amor me hace, mi alma gemela, ¿por qué tenían que arrebatarte de mi lado?, ¿por qué tú?.

Pero un fuerte sonido le hizo girar repentinamente, se levanto con extrema rapidez el cual le había sido otorgado encendiéndose entre maleza y tumbas, una brisa trajo consigo un exquisito aroma… uno que le daba la vida, - sangre – susurro, casi relamiéndose, pero debía observar quien era, así lo hizo.