De sorpresa en sorpresa [priv]

Aquella tarde había sido bastante aburrida para Adam. Había acudido a una comida de empresa con su padre y aunque la hija del negociante era bastante hermosa al parecer no tenía ni dos dedos de frente. La típica chica risueña y que se rie por cualquier cosa, que todo le parece gracioso o no te dice que no a nada, es decir, sin ningún tipo de carácter. No es que a él le desagradaran las muchachas tímidas y con cierto recato pero para todo había un límite, una cosa era ser tímida y la otra ser poco menos que tonta de remate. O eso era lo que creía Adam, así es como clafisicaba a las personas dependiendo de como se comportaran con él. Su aura no era atemorizante ni nada por el estilo sino todo lo contrario, abierta y amable. Puede que al principio no pero al final acababa consiguiendo que la gente se abriera y después era él el que juzgaba. Con esa chica el veredicto final había sido sin duda desastroso.

Por suerte pudo escaparse no mucho después de que acabaran la comida, cuando iban por las pastas y el té que se servía en una salita diferente. Más o menos rondaban las cinco por lo que dió la excusa de que iria a estudiar con uno de sus amigos. Obviamente sus planes no eran para nada esos pero como siempre pasó por casa para coger los debidos "instrumentos" o si no no colaría y se dispuso a marchar hacia el burdel. Era tempranito así que con suerte no habría mucha gente que no fueran algunos de sus compañeros, siempre le gustaba hablar con ellos. A veces incluso algo más que hablar pero en ese momento no iba con deseos de sexo, a decir verdad, estaba bastante tranquilo. Claro que, todo podía cambiar en cuestión de minutos, eso dependía de si le salía algo interesante.

Al llegar se encontró con que la puerta principal estaba cerrada, al parecer era demasiado temprano o bien la madame todavía no se había despertado. De vez en cuando hasta las ocho no se levantaba y todas tenían que esperar a que lo hiciera; ninguna se atrevía a abrir sin su consentimiento. Esa era una mujer muy hermosa pero a la vez atemorizante, claro que, Adam esperaba poder agenciarsela en algún que otro momento, tal vez, en un par de años ya consiguiera conquistarla. Se ponía las metas más dificiles pues esa si era una mujer de dar y tomar, más por sus años de esperiencia que no por su carácter en sí. Muchos peleles habían sucumbido a la primera después defraudandola en la cama, para esos la carrera estaba acabada y ¡qué bochorno! Él no pasaría por eso hasta que no estuviera lo suficientemente preparado.

- Buu, ahora tendré que esperar - murmuró alzando la vista para ver si veía a alguna chica por el balcón que la reconociera más tras un rato de fracaso se dió por vencido y apoyó su espalda en na de las paredes mientras ojeaba uno de sus libros. No le quedaba de otra que ser paciente.

El tiempo empezaba a hacersele pesado y el sol cada vez estaba más cerca; se había apoyado en un lugar de sombra sin embargo no lo sería eternamente. A medida que la tarde avanzaba también es cierto que se iría apagando, pero ahora tenía que pensar en el presente, el futuro no hacía que el rato se le pasara más rapido. ¿Por qué no habré cogido la llave? Pensó en ese momento recordando las muchas ocasiones que había tenido de pedirle una copia a la madame o simplemente "tomar prestado" la copia que había. Una sola que solía prestar la jefa a aquel que considerara, bien podía haberla birlado en algún momento de despiste, no esque fuera un ladrón nato pero tampoco se le daba mal.

Sin embargo nunca había tenido ganas y una vez más allí estaba, esperando fuera con el temor de achicharrarse en un día de estupendo sol. Y posiblemente cuando le dejaran entrar volvería a olvidarsele el mal rato sustituido por la pereza de tener que robar la llave o pedirsela augurando una posible negación acompañada de una pequeña charla sobre el niño que todavía era. Charla que no le gustaría oir ni a él ni a nadie, aburriría hasta a las piedras con sus charlas.

Una voz femenina le sacó de sus pensamientos, parpadeando y ahora observando de verdad el libro que tenía sobre la palma de una mano. Libro que supuestamente estaba leyendo pero del que en realidad no había ojeado más de las cuatro primeras lineas. Cuando estaba solo solía enfrascarse en debates consigo mismo, por suerte nadie lo sabía o cabía la posibilidad de que lo tacharan de loco. Volviendo a la vocecilla que paraba frente a él no se alzó a mirarla hasta que supo reconocerla, obviamente le hablaba con cierta familiaridad así que se obligó así mismo a recordar la imagen que llevaría esa voz ¡Y cómo no recordarla!.

Sonrió con ligera suavidad y cerró el libro de un golpe con la misma mano que lo sujetaba, dejandolo agarrado en esta - Aja, te has equivocado Julieta, aqui tu Romeo es mua - se dió con el libro en el pecho señalandose así mismo y de un ligero empujoncito por parte de uno de sus pies separó su espalda de la pared, acortando así la distancia que los separaba a ambos - Oh si, el libro es muy interesante - rodó los ojos irónico y rápidamente paso su mano libre por la cintura de ella para que sus cuerpos acabaran por pegarse - Pero creo que ya he encontrado una distracción mejor para las próximas horas - alzó ambas cejas mirandola desde arriba junto a una sonrisa maliciosa y sin dejar que le contestara besó sus labios, entrecerrando sus párpados tras unos segundos.

El beso duró poco, a gusto de Adam, pero aún así fue placentero. Le recordó esa hora o tal vez media hora que habían pasado juntos en la fiesta de noches atrás. No se había olvidado de ella, claro que no, sin embargo no supo como contactarla después. ¡No recordaba su apellido! Cuando se dió cuenta de que a lo más que llegaba era Bryanna casi se dió de bruces contra el suelo. Recordaba su cabello, su rostro, su sensual y a la vez inocente mirada. Su cuerpo, como es obvio, pero su mente no estaba concentrada en otras cosas ¿A quién le importaba su apellido? De echo nisiquiera el nombre "Gatita" era como la llamaba, ahora decir Bryanna le sonaba tremendamente mal, le quedaba Gatita. Gata salvaje.

Sonrió al sentir un pequeño empujón y se apoyó en la pared, dejando sus manos atrás. Negó con la cabeza a sus palabras junto a unos soniditos que producía la lengua al chocar contra el paladar. También denotando negación - Oh Gatita ¿tú crees que me importa lo que otros piensen estando en este lugar? - definitivamente no se habría dado cuenta de que estaban frente a la puerta del burdel, de ser así, habría pensado si le importaba o no el que dijeran antes de preguntarlo. Era más que obvia la respuesta ¡No! En esos barrios nunca le importaban los demás, nadie le conocía y pasaba desapercibido como un burgués más. Ya se había encargado de ello y tras seis meses ¿creeis que lo consiguió? no le hizo falta demasiado. Le encantaba ese ambiente. - Aquí la única que destaca eres tú preciosa, si te fijas, yo no voy tan arreglado. - la miró de arriba a abajo, dándole un buen repaso - Se te podría ver a kilometros de distancia con esa sombrilla - rió, tapandose la boca con una de las manos en forma de puño. No quería reirse de ella en su propia cara pero le era inevitable. Aunque ¡no se reía de ella! sino de la situación. Esa si era una buena respuesta por si refunfuñaba.

Dió un par de pasos hacia delante hasta llegar donde se encontraba y la tomó con suavidad de la mano. No la tiró sobre si mismo, soltamente le agarró esos alargados y a la vez finos dedos. La subió hasta sus labios y seguidamente besó el dorso con suavidad - Si tuviera otros planes ten por seguro que no resultarían tan interesantes, así que marchemos hacia donde nos lleve el viento - alargó la otra mano, libre, y la estiró hacia el cielo. Como aquel que señala el horizonte en busca de aventuras. Estaba de broma, claro, pero no podía evitar tener esa actitud juguetona, en parte, quería desviarla ligeramente de sus oscuros pensamientos sobre ella. De lo contrario pensaría seriamente en él como todo un ninfómano que no podía estar ni dos segundos sin pensar en "agenciarsela".

Tomó su sombrilla, la cerró y se la dió en mano, rodeandola por la espalda con una de sus manos seguidamente. Esta vez si pegandola algo a su cuerpo, de costado - Vamos, querida - intentó imitar la voz de su padre. La voz que le había escuchado cuando estaba con su madre en una situación parecida. Sonrió. Si en ese momento sus ropas no fueran tan holgadas, tan diferentes a las suyas. Si en ese momento llevara las ropas remilgadas como las del baile podrían decir de ellos que eran una perfecta pareja.

Aquella situación le parecía de lo más divertida, sin duda, además se las daba de gran caballero llevando a una dama tan elegante de su brazo con unas prendas para nada comparables. Posiblemente si algun cliente de la zona o compañero le viera en ese momento pensaría que a tales horas ya estaba ejerciendo su pasatiempo preferido, más nada estaba más lejos que eso. Ella nisiquiera sabía a que se dedicaba en sus ratos libres, ni iba a saberlo. No por el momento. Corría el riesgo de desagradarla con ello y tampoco se conocían desde hacía tanto tiempo como para tener esa confianza, no eran más que unos desconocidos que habían pasado una pícara noche juntos en una fiesta. Pero a parte de eso, ni él sabía nada sobre su vida ni ella sobre la de él. Eran ambos puro fuego y juego, unos crios con ganas de divertirse juntos así de simple.

Aunque nada quitaba que más adelante tuviesen una relación más profunda, claro ¡Solo se habían visto dos días! una consistente relación llevaba meses. Aquello no era más que la primer toma de contacto, vale que no era una toma normal sino con bastantes más confianzas, pero para Adam no dejaba de ser ciertamente habitual. Le salía de dentro cuando empezaba a conocer una mujer que le gustaba, le era inevitable cortejarla. Y al final todo acababa dependiendo única y exclusivamente de ella. En su caso el resultado fue de lo más satisfactorio, una fiera, una "gatita" como ambos se habían apodado el uno al otro. Tal vez un vínculo del que, por el momento, no se habían dado cuenta que tenían.

Una de las cejas de Adam se alzó al escucharle el parecido con el familiar de ella, más sorprendido que otra cosa - Vaya, nunca esperé que me compararas con alguien de tu familia y menos con tu padre - sonrió ligeramente divertido pues la relación que empezaban a tener dudaba que se pareciera a la que tendría con su padre. Pero tampoco era asunto suyo ni pretendía meterse en los asuntos ajenos, eso había roto varios buenos momentos; aquel no sería uno de ellos. - De todas maneras - carraspeó suavemente escondiendo una pequeña risita - No creo no seamos respetables, para nada, solo somos..diferentes - pronunció con cierta énfasis la última palabra, en un movimiento aprovechando para con sus propios pasos guiarla hasta un callejón que estaba a dos pasos, acorralandola contra la pared.

- Shh, no hables gatita o tendrás todavía más sed.. - puso una mano sobre sus labios, sellandolos de esta manera. La muchacha era bien habladora y el callarla se le hacia tentadoramente irresistible, aunque la manera en la que él la callaba distaba de la cruda realidad claro está. Sus fantasías volaban mucho más allá - Sí, tengo mejores planes. Te haré pasar la sed yo mismo - sonrió ladino mientras con ese índice acariciaba los labios, suave y sensualmente - Y te propongo un trato, si no lo consigo puedes castigarme como tú quieras. Soy un niño bueno y no estoy acostumbrado a eso, te aviso - frunció ligeramente los labios, aparentando morritos sin haber apartado todavía su alargado dedo de los carnosos labios ajenos. Le estaba siendo complicado.

La mano apoyada en forma de puño sobre la pared se estiró, apoyandose así en la palma y finalmente movió la otra hasta la cadera ajena. Ya empezaba a deleitarse con ese gustoso tacto aunque se viera interrumpido por las capas y capas de ropa. - Ahora pon esto, aquí - hizo una pequeña pausa y llevó la mano que tenía la sombrilla hasta el medio de ambos consiguiendo así tapar la visión de los que pasaran por el costado que daba a la calle, el otro no tenía salida - Y empezemos - la besó, repentina y muy, extremadamente, suave. A propósito. Cerró los ojos, la atrajo hacia su cuerpo con ambas manos agarradas en sus caderas y solo esperó.

Las manos de la muchacha se movían rapidamente por el cuerpo de Adam y él podía notarlo. Lo notaba perfectamente mientras la besaba. Porque no dejó de besarla en ningún momento. O por lo menos no hasta que ella se apartó. Y aún así permanecieron muy juntos, lo suficiente como para sentir la respiración ajena y posiblemente vicebersa. Le prestó la justa atención para ser capaz de darse así mismo una respuesta mental a lo que le había preguntado. Para elaborar una buena respuesta. Todavía tenía la suficiente cabeza como para pensar. Cordura que poco a poco se veía consumida por el fuego que despertaba en su interior. ¿Irónico verdad? No era ese lugar precisamente el que tenía en mente para poner en marcha lo pensado, pero si ella continuaba tampoco iba a tener problemas. A esas horas de media tarde, por aquel barrio, no pasaba a penas gente. Y el echo de que pudieran descubrirles no hacía más que aumentar la excitación del momento.

Sus labios se curbaron en una ligera sonrisa. Labios de los cuales salió una carcajada, no demasiado grande. Casi como en un susurro. En una especie de jadeo provocado por la tensión sexual que permanecía en ambos. - Normalmente..serías tú la que tendría que obedecerme. Pero voy a ser bueno y acataré cualquier orden que me des. Por el resto del día soy tuyo. - susurró mientras sus ojos la miraba fija y penetrantemente. Sus labios tenían deseos de besar los ajenos más se contuvieron. - ¿Serás tú mía? No hace falta que me respondas, eso ya puedo comprobarlo yo mismo - Una de sus manos permaneció aferrada a la cintura pero la otra bajó. Bajó hasta encontrarse con una de sus piernas, obligando a que esta se alzara por la altura de su cintura y aprovechando el momento para deslizarla entre los ropajes. Topandose con los ligueros de las medias que toda señorita decente llevaba. Ella era decente si, pero que poco le faltaba para dejar de serlo en sus manos.

Sus labios por otra parte fueron a atacar el cuello de la jovencita. No le importaba marcarla, sabía que si ella quería ocultar sus rastros tenía maneras de hacerlo ¿Por qué reprimirse? En pocas ocasiones lo hacía. Solo cuando estaba justificado el motivo y en ese momento no había justificación alguna para que sus colmillos y demás dientes penetraran superficialmente en la carne ajena. No lo suficiente como para hacerle una herida, no pretendía malherirla, pero sí dejarle una bonita marca. Junto a lamidas y succiones por los alrededores. En resumen, sus labios no pararon quietos por esa zona mientras la mano introducida bajo las faldas acariciaba el muslo correspondiente.

- Creo que me está entrando sed a mi también ¿podrás calmar tu sed con la mía? Oh mejor dicho, debería preguntarte que deseas hacer. - volvió su rostro a la altura del ajeno, mostrando una pícara y al mismo tiempo maliciosa sonrisa - Después de todo soy tu siervo o ¿esclavo? por esta noche - todavía faltaban unas horas para que oscureciera pero ya podía dar por echo que pasarían el resto del día juntos. Una indirecta también hacia ella conforme no pensaba dejarla ir, pasara lo que pasara. En ese momento lo que más quería era tenerla entre sus brazos y ya la tenía. No iba a soltarla. ¿Qué importaba si les veían? Estaban cerca del burdel, no era el barrio de ninguno de los dos y probablemente solo a él le reconocerían. De ser así se imaginarian una situación habitual entre un cortesano y su cliente. Resumiendo, estaban al aire libre, excitados y compartiendo un momento tremendamente caliente que podría ir en considerable aumento sin que nada, absolutamente nada, les impediera continuar.

No tardó en volver a besarla, cerrando los ojos y aprovechando para cortarle sus palabras sin dejar que le respondiera. Eso le gustaba. Interrumpirla y sentir que podía adueñarse, como mínimo, de sus labios siempre que quisiera.

La chica estaba jugando con él, completamente. Pues primero le incitaba y después se apartaba como toda una gata en celo con ganas de provocar. Esa era la palabra. Provocativa. Bryanna era chica muy -tal vez demasiado- provocativa cuando se lo proponía. Y Adam no había podido caer en sus encantos, claro que, no era el único pues a pesar de que ella en ese instante "dominaba" la situación él se encargaría de cobrarselas en algún momento. Cuando estuviesen en otro lugar más privado, solos y estuviera ella a su merced. Entonces recordaría ese corte que acababa de pegarle. Podía sonar mal, o, posiblemente, pensar que por ello estaría enfadado pero nada más lejos de eso. Su "Gatita" estaba jugando y en ese juego todo valía ¿Qué derecho tenía de reclamar cuando él mismo había jugado la noche que se conocieron. Ojo por ojo, diente por diente. Fue en el dicho que pensó.

Sonrió, ligeramente, primero aparentando una cara de seriedad y completa molestia. - Oh si, estoy muy, muy enfadado - habló con un tono agudo, intentando imitar a su padre cuando le echaba alguna regañina. O cuando este hablaba con alguno de sus clientes enfadado pues con él cabe decir que solía ser bastante suave, la famía siempre había sido su punto débil y él lo sabía. Se aprovechaba como todo adolescente con un poco de cerebro, pero también le daba sus alegrías y le era fiel en su trabajo. Trabajador en resumen, tampoco tenía muchas quejas, solo en su promiscuidad que de a poco a poco dejaba ver en pequeñas accciones.

Al sentirse tomado por la cintura caminó hacia dónde ella le guiaba, desembocando en una calle bastante concurrida de la ciudad. Una de las centrales, tal vez, Adam no se preocupó por averiguar eso sino más bien por ponerse cara a la chica y de espaldas a la gente. - Es broma..no estoy enfadado pero necesito relajarme - esta vez sonrió de medio lado pero habló de una manera algo apurada y tras mirar Bryanna entrecerró los ojos al mismo tiempo que agarraba una de sus manos. - Esto, no se baja solo.. - susurró llevando la mano ajena hasta la zona inferior de su cuerpo y haciendola notar la pequeña erección que había tenido de tanto roce ¿Cómo no tenerla? Se habían estado besando y frotando. Ya con un solo beso podía hacerlo endurecer lo mínimo, mucho más con esos roces tan provocativos. La separó enseguida -solo conseguiría empeorar el asunto si se quedaba en esa zona más tiempo- y empezó a caminar pegado a la pared, por la zona donde daba la sombra. Casi como se si ocultara un poco.

Agarró a la chica del brazo, autopasandoselo por el suyo de nuevo bien agarrados como cualquier otra pareja que caminara a esas horas - Esa limonada de la que has hablado me irá bien. ¡Hace un calor! - se desabrochó un par de botones más de la camisa que llevaba, dejando ver parte de su pecho. Sumado con lo revoloteado que llevaba el pelo y las prendas holgadas posiblemente parecería más el sirviente de la chica que no un acompañante. Pero poco le importaba lo que los otros pensaran ni lo que pensaran sobre su aspecto. Se ahorraba de mucho teniendo esa mentalidad tan libre. Mentalidad que le encantaba y no pensaba cambiar. Podrían obligarle a muchas cosas, menos a eso.

A no mucho de caminar divisó en una de las callejuelas -pero no tan solitarias sino más concurridas- un bareto, con mesas fuera y desde su posición pudo ver que no había demasiada gente. Lo que estaba buscando precisamente. Con lo que le ocurría el tener mucha gente a su alrededor le agobiaba demasiado - Ese podría ser un buen lugar, gatita. ¿Vamos? - se frenó y señaló en la dirección dónde lo había visto para después voltear a mirarla esperando por su reacción. Con suerte y al entrar dentro tendrían aire acondicionado y habría mucha menos gente, por lo menos, hasta que se le bajara el calentón que la rubia le había provocado.

Las preguntas de Bryanna epezaban a hacerse algo "peligrosas" para Adam. El que le hubiese encontrado en la puerta del burdel de echo daba paso a muchas dudas, por otra parte, no le gustó la manera en la que llamó a sus compañeras. El mote de "fulanas" no les quedaba para nada. Era despreciativo por completo, como si no fueran personas o por el simple echo de dedicarse a eso ya fuesen lo peor de la sociedad. Con lo que obviamente no estaba para nada de acuerdo. Él también era un fulano entonces ¿no? Él se dedicaba a eso. ¿O solo ya por tener dinero le respetarían? Sí, le dió ganas de hacer esa pregunta y de dejarle posiblemente con la boca abierta. Pero se aguantó y soló sonrió ligeramente, no tanto como lo podría haber echo de estar deacuerdo, pero si asegurandose de que no destacara demasiado todo lo que pensaba por dentro. Fingir se le daba de pena cuando estaba con alguien a quien empezaba a cogerle confianza, con ese tipo de personas no era capaz de mentir. Por suerte para él con la rubia a penas tenía trato y, aunque si le había cogido algo de cariño, todavía era capaz de aparentar frente a ella.

Soltó unas pocas carcajadas y se sentó en la silla frente a ella, apoyando un codo en la parte del respaldo y dejandose caer un poco. - Ah gatita..tú lo has dicho cada uno es libre de gastarse el dinero donde quiera ¿no? - la miró y alzó ambas cejas al repetir sus mismas palabras textualmente. - Y yo tengo mis secretos.. - Le guiñé un ojo, con picardía. Era totalmente cierto, aunque no hubiese llegado a tener ese tipo de pasatiempo no negaba que hubiese visitado los servicios de algun que otro muchacho o muchacha ¿Por qué? Por que era demasiado lujurioso como para que algunos le soportaran y de seguro sin ser uno de ellos habría echo muy buenas amistades por el lugar, se podría haber vuelto asiduo. Eso sí, el como explicar el gasto..eso ya habría sido un poco más complicado. Por suerte, con lo ocurrido no tenía que explicar nada sino todo lo contario, solo tenía unos ingresos en negro que nadie le justificaba ¡Si esque se lo había montado de puta madre! Sonrió para si mismo al pensarlo, disimulando un poco para que la chica no pensara que estaba en su mundo y había dejado de prestarle atención. Aunque por unos segundos así fue.

Se "despertó" justo para escuchar lo último que le preguntaba. Cosa que le hizo sonreir y soltar una pequeña carcajada. El camarero volvió con las limonadas asi que aprovechó para darle un sorbo antes de que tuviese que contestarla, ya le había medio contestado -o mejor dicho esquivado- las primeras que era las que consideraba las mas importantes. Las que le concerían a él y a su vida privada, cosa que no estaba dispuesto a reverla tan facilmente. No se avergonzaba ni mucho menos pero, de alguna manera, le dió algo de miedo que le juzgara por lo que hacía. Todavía no la conocía lo suficiente ni tenían una amistad lo suficientemente estrecha como para estar seguro de que no era una de esas chicas que solo eran capaz de codearse con los iguales a ella. Por esta situación entre otras cosas no solía relacionarse con los de su alrededor, o por lo menos no seriamente. Ella iba a ser una excepción solo por lo que había conseguido cautivarle. Ese mismo pensamiento, le daba la respuesta que necesitaba.

Arrastró la silla hasta quedar a su lado, no pegados, pero si lo suficientemente cerca como para que al inclinarse sus rostro se quedaran cerca. Por el momento, se mantuvo prudencialmente distante. Aunque en aquel antro si alguien se fijaba en ellos no iban a reconocerlo. O no lo suficiente como para que pudieran tener un escándalo que era lo que menos quería Adam. - Asi que enloquecer a un hombre.. - me eché hacia delantes y entrelazé mis propias manos, relamiendome los labios al mismo tiempo que alzaba mis ojos para mirarla. Habia sido un comentario que denotaba pensamiento por mi parte. Tenía que pensar lo que le decía, claro. - Tienes razón, podrías eloquecerlos solo con tus palabras - se carcajeó, bromista - pero esa no es tu única cualidad - no habló de manera irónica, que fuera tan parlanchina en verdad lo consideraba una muy buena cualidad que él apreciaba - eres bella, audaz, inteligente, graciosa, simpática, amable..¿ya dije bella? Ah si - acerqué mis labios a la pajita de la limonada para darle otro sorbo antes de relamerme los labios de nuevo - Y lo mejor esque es un placer callarte a besos.. - deslizé una de mis manos hasta las suyas y la agarré con suavidad, alzandola al mismo tiempo que inclinaba mi cabeza para besar sus nudillos. Refiriendome a ella como toda una princesa.

Al principio no supo muy bien por donde iban los tiros de la rubia, sinceramente. Quería decirle algo pero al mismo tiempo le daba la sensación de que no acababa de atreverse. Y era totalmente consciente de lo mucho que le salía por esa boca, todas esas palabras que fluían en demasía pero que en algunas veces resultaba de lo más exquisito el escucharlas. Porque es cierto que a muchos hombres lo de hablar no les iba pero también había muchos otros que encantaban de buenas conversaciones. Y estaba seguro de que ella podía darles muy buenas conversaciones. Él, tal vez, no era el más indicado para escucharla porque la lujuria frente a una mujer tan bella podía dominarlo. Sobretodo con una a la que le gustaba provocar tanto como ella. Pero con otros más..maduros, que supieran sentar mejor la cabeza, ella encontraría su alma gemela. Estaba casi seguro de ello.

Ante la mordida le sacó una pequeña sonrisa además de sacarla también de sus pensamientos pues se centró más en la conversación. Y ¡Qué adorable le pareció! Inexperta..¿Estaba reconociendo ser inexperta? Eso si acabó por sorprenderle. Lo que puso la guinda al pastel fue la proposición que le hizo ¡Wo! Atrevida fue la única palabra que se le pasó por la mente pues no todas las muchachas de cuna alta serían capaces de preguntarle eso a un cortesano..bueno, obviando lo de cortesano ¡Claro! Ella no tenía ni la más remota idea. Se lo ponía mejor entonces. Porque pedirle eso a un chico que habia conocido no hacia mucho era todavía más atrevido aún. Y como le estaba gustando descubrir eso de ella o, mejor dicho, indagar porque atrevida ya se había dado cuenta de que lo era un buen rato.

Soltó una pequeña carcajada, de nuevo, solo que esta vez no quedandose en una sonrisa. Haciendola sonora - Quien iba a pensar que te declararías inexperta.. - alzó una ceja, haciendose el interesante y también para provocarla un poco. Aunque no la dejó volver a hablar porque sabía que si se sentía intimidada por puro orgullo sería capaz de echarse hacia detrás con la oferta - Pero me agrada eso que me estás proponiendo..la verdad que si.. - comentó, relamiendose los labios como una acción involuntaria y repasando su rostro, sus senos..con los ojos de manera ligeramente descarada. Desdeluego no ocultandoselo o por lo menos si es que ella estaba prestando atención. Que no dudaba en que se la estuviera prestando. Si de algo estaba seguro es de haber captado su atención desde el minuto cero por muy fiera que fuera. Le encantaba amansar a las fieras. Y en parte con esta lo estaba consiguiendo.

Se movió, disimuladamente y raudo hasta que su silla se quedó justo al lado que la de ella. Ya estaban juntos antes pero ahora mucho más. Volvió a llevarse la mano que mantenía agarrada hasta los labios para besar sus nudillos con el pequeño cambio de que esta vez, de un puro tirón, la soltó y pasó la otra mano por su cintura. Haciendo que girara ligeramente su cuerpo hacia él. Que se apoyara. Y de no ser porque estaban en público no habría dudado en ponerla a horcajadas sobre su cuerpo. A él le importaba tres cominos pero no debía olvidar la reputación de su acompañante. Nunca debía olvidar que sus acciones solo debían afectarle a él y no a los demás. Él era el único responsable de lo que hacía. - Te voy a ser sincero, desde mi punto de vista..masculino.. - esbozó una última sonrisa maliciosa antes de poner una mueca ligeramente seria. Sí, quería que le tomara enserio por una vez. O tal vez aunque sonriera le tomaría enserio pero igual quería hacerle saber que no se tomaba el tema a broma. Y que lo que iba a decirle lo pensaba de verdad, no era puro juego como todo lo que habían estado haciendo de allí para detrás. - Eres bella, inteligente, audaz y toda una fiera. Aunque si es cierto que a veces te pasas hablando.. - solo sonrió durante un segundo o dos como máximo - Pero puedes dar una gran conversación. Quien no aprecie eso es que no merece tu compañía porque los hombres de verdad no se fijarán solo en tu físico sino también en tu cerebro. Y en eso vales mucho preciosa. - volvió a sonreir de nuevo, pero no perversamente sino más bien de una manera amable o tal vez mejor dicho tierna. En ese momento le inspiraba algo de ternura. - Creeme, me he topado muchas mujeres y la mayoría solo rien, sonrien y te dan la razón en todo lo que hablas. Tú defiendes lo que crees sin importar lo que digan o lo que piensen. Eres libre dentro de esta sociedad que nos enjaula a los adinerados como nosotros - le estaba soltando un discurso si..pero por una vez, le estaba demostrando que él también podía ser de los que hablaba y reflexionaba. Que no solo pensaba con su sexo masculino. - Así que nunca pierdas eso por un hombre ¿deacuerdo? - alzó ambas cejas un par de veces, ahora si, intentando hacerse un poco el divertido pues tanta seriedad tampoco iba con él. Le gustaba dar su toque personal.

- Ahora..dejando ya esos temas - rió ligeramente sin dejar que ella le hablara. No hasta que terminara por lo que puso un dedo en sus labios impidiendole las palabras. O mejor dicho dandole la señal porque podría quitar su dedo fácilmente - Acepto tu propuesta. Te enseñaré sobre los hombres, sobre lo que puedes hacer para conquistarlos y sobre todo lo que quieras explorar en el cuerpo. Y no haré nada que no quieras. Aunque..deberías no provocar tanto.. - ladeó la sonrisa, acercandose unos centimetros - Para acabar, me voy a dar el gustazo, antes de que abras el pico, de callarte un poco - apartó el dedo y antes de que pudiese decir nada besó sus labios con fiereza, aprisionando entre sus manos el cuerpo ajeno y pegandolo. Por lo menos lo que era la parte del torso para arriba.

Cerró los ojos y simplemente la besó. No dudó aunque había algunas personas pero esperaba que nadie les reconociera. Que nadie la reconociera a ella, así que hizo lo posible para cubrirle el rostro mientras la besaba. Acariciandole asi una de las mejillas con su mano.

La reciente noticia tomó desprevenido a Adam ¡Vaya! Así que la muchachita ya tenía un prometido. La noticia le decepcionó un poco pues supo que no podría disfrutarla tanto como hubiese querido pero, sin embargo, se alegró por ella. Aunque no lo tuviera el echo de que se lo impusieran en un momento u otro no iba a cambiar, claro que..no todas llegaban vírgenes al matrimonio aunque lo quisieran aparentar. Y lo había comprovado en unas cuantas ocasiones. Chicas curiosas y extrovertidas -otras no tan extrovertidas- que en un arranque de pasión se entregaban. Sus amigos, de vez en cuando, también pillaban alguna que otra. Claro que la discreción no era precisamente su punto fuerte, ellos eran más de fardar. A él le gustaba ser algo más conservador y, por eso mismo, muchos pensaban que no se comía un rosco. Solo con quien tenía más confianza era el que le conocía mejor y, por ende sabía, lo don juan y pervertido que podía llegar a ser.

La atrajo algo más hacia si cuando se le agarró por los hombros, poniendo él sus brazos entorno a su cinturita. Por lo duro que se notaba estaba claro que llevaba un corsé debajo y qué poco le gustaban esas prendas ¡Eran más molestas! Sobretodo porque no podía apreciar las verdaderas curvas de las mujeres. Cada una era como era y, sinceramente, a él le parecía una completa tortura para ellas. Había conocido a muchas mujeres obsesionadas por su belleza por mucho que la tuvieran natural, adornandose con todo tipo de objetos inútiles y adelgazando hasta el extremo de parecer esqueleticas. Si algo podía afirmar que no le gustaba en una mujer, era que se le notaran todos los huesos ¡Dios! Era horrible el sexo con ese tipo de mujer. No podía agarrar en ningún lado, todo era hueso, era duro. Casi como si lo hiciera con una roca y con una vez que lo provó le fué suficiente para no volver a repetir.

- Vaya vaya.. ¿Así que quieren enjaular a la fiera? - soltó una pequeña carcajada, volviendo al "mundo terrestre" después de haberse dado un paseo por su mente y por sus propios pensamientos. No es que fuese muy adecuado tener ese tipo de pensamientos cuando a quien deseaba en ese momento era a ella. A esa chica extrovertida e ingenua -más ingenua de lo que ella creía.- que tenía delante. - Que suerte la de tu marido. Tener a una mujer que quiera volverlo loco..¡¿No es eso el sueño de todo hombre?! - habló algo sarcastico y exclamando aunque bien procurando que las palabras no resonaran demasiado por el lugar. A nadie más a parte de ellos les interesaba su conversación, desdeluego, y habían demasiados cotillas por el mundo. Desgraciadamente.

Algo más serio se apartó unos centímetros para poder mirarla al rostro que permanecía iluminado de pura emoción. Ese simple echo hacía que a él mismo se le iluminara. A menudo, las emociones contrarias se reflejaban en él aunque él no lo quisiera. Sobretodo cuando no eran buenas emociones. - ¿Tú enseñarme a mi? No sueñes.. - se carcajeó, acercándose para dar un suave mordisco a la punta de su nariz. Juguetón. - Cuando acabe contigo me desearás tanto que hasta tú me pedirás más..y eso será lo que tendrás que aprender para que ese hombre caiga a tus pies - se relamió ligeramente los labios, provocativo y al mismo tiempo demostrando que sus intenciones no eran ni mucho menos mentira. Desde la noche en que se habían conocido ya había conseguido que ardiera, tanto como él y eso desdeluego en una mujer como ella ya era un avanze. Aunque no fuese a reconocerlo. Lo que se decía no siempre era lo que se pensaba. Y para eso estaba el cuerpo. Más sincero que ninguna otra cosa. - Y si fallo, siempre puedes castigar a este chico malo - frunció los labos en unos pequeños morros, bromeando y aprovechando el momento para bajar una de sus manos hasta el trasero ajeno. Apretandolo sugerentemente.

- Eso si, necesitaremos otro lugar algo más..privado ¿no crees? - susurró contra su oído. En ese momento tenía muchas ganas de ponerla a horcajadas sobre él pero, como estaban en público, no podía arriesgarse. Y eso le fastidiaba.

Spoiler:

Definitivamente la chica tenía agallas. Y es una cotorra. Pensó Adam mientras la escuchaba hablar y hablar. Hablar y además sin mentir. Porque, todo lo que le salía por la boca, aunque fuese demasiado, aunque solo fueran pensamientos, no iban nada mal encaminados. Por desgracia para él que era el que tenía que auto-admitirse el echo de sentir una brutal atracción por ella. ¡Siempre igual! Las mujeres bonitas eran para él como miel para las abejas. En lo único que difería era el toque dulce. Porque no todas eran dulces. Las había de todos los "colores" y "sabores". Claro que si. Y a él, como buen niño que siempre había sido, le gustaba probar absolutamente de todo. Igual que en la alimentación, para crecer sano se tenía que comer de todo. Eso le había enseñado su madre. ¡Menuda comparación! Encima, le echaría la culpa a su madre de ser tan pervertido como era. Vale, no, no era tan descarado. Pero el solo pensar en ello le hizo reir.

Se rió al mismo tiempo que le quitaba de las manos su vaso de limonada a Bryanna, la cual ya se había encargado de lamerlo lo más sensualmente posible. Claro que si, como no. - No solo hablas mucho sino que además tienes demasiado ego - dio un sorbo al jugo, escuchándose el típico sonidillo que se hacía al sorber por una pajita y seguidamente dejó sobre la mesa tras un buen suspiro. En un día tan caluroso como ese qué bien le sentaba esa refrescante bebida. Y más con el calor que le producía cada gesto de la chica. Por cada vez que se movía hacía que su pecho se moviera y, realmente, solo con respirar ya podía ver como su pecho subía y bajaba de manera rítmica. Claro que eso no era culpa de ella, o no en parte. Si él hubiese sido un buen chico, un chico de los que solo se preocupan de prestar atenciones a la dama como formalmente tiene que ser, sus ojos no se desviarían cada cuanto al canalillo que mostraba ese ostentoso vestido. Benditos quienes fabricaran aquellas telas. Y malditos por ser tan pesadas. Tan contradictorio como la vida misma.

Se incorporó pasándose una brazo por la frente y quitándose así las pequeñas gotas de sudor que empezaban a bajar por él. No muchas pero si las suficientes que podrían hacerle daño a la visión. Lo peor en verano era el escozor de los ojos por la culpa del sudor en días muy calurosos. - Bien - volvió a tomar un sorbo, esta vez echando la paja a un lado para beber directamente del baso. Una sutil indirecta a su compañera. - Si yo soy el profesor, yo pondré las reglas ¿No? - sonrió ladino, pasándose la punta de la lengua ligeramente por el costado izquierdo de sus labios, en un suave pero tentador movimiento. Casi involuntario podría decir. - Así que, tendrás que obedecerme lo quieras o no. - se acomodó algo más sobre el asiento y apoyó sus brazos en la mesa, de manera que pudiese inclinar el torso hacia delante. La limonada recorrió de nuevo sus labios y su falange, refrescándole en sobremanera. - Claro que..yo no fui quien pidió ayuda. Vamos..conozco ese orgullo, yo también lo tengo cariño - guiñó un ojo, expectante por sus reacciones. Todas le parecían interesantes.

Cuando se acabó la limonada en un par más de sorbos echó de nuevo su cuerpo hacia detrás, recostándose sobre la propia silla. - Puedes volver a un hombre loco con palabras, sí - rodó los ojos, sonriendo - Pero ese tipo de locura no es la que buscamos, no es la que buscas. Créeme. Sé bien de lo que hablas. ¿Te crees que sé lo que sé por arte divino? - soltó una carcajada, pasando a inclinarse de nuevo. Esta vez apoyando una mano sobre la silla de la mujer y, por ende, acercándose más a ella. - Lo que necesitas es hacerle saber qué es lo qué podría ser capaz de tener.. - alzó una de sus manos, bordeando el tirante del vestido con la yema de su índice. - Besarle - besó su hombro - morderle - lo mordió - Lamerle.. - pasó la punta de la lengua por la zona que anteriormente ya había "estimulado" con sus labios. - Tienes que hacerle arder y, entonces, podrás hacer lo que quieras con él. - hizo un camino de besos hasta llegar a su oído, dónde susurró. - Si quieres volverle loco, vas a tener que conocer hasta el último punto de tu cuerpo. Hasta.el.último.rincón. - mordió su lóbulo y seguidamente se alejo. Tanto como lo había echo ella anteriormente.

- Y bien ¿qué me dices? ¿aceptas? - alzó ambas cejas, juguetón, quitando cualquier rastro de sensualidad en la voz. De la sensualidad que había rozado su piel y que, como mínimo, la habría echo sentir escalofrió. Sí había que jugar con el sexo, él era uno de los mejores.