AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Nada es verdad y todo esta permitido [Simon Crane ]
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Nada es verdad y todo esta permitido [Simon Crane ]
Alexei me había pedido como favor que lo acompañara a la biblioteca, tenía que hacer unos trámites, buscar algunos papeles y tener una reunión con el dueño del lugar ahí entraba yo, tenían que verle con su esposa sonreír, decir lo buen hombre que él era y todo lo que lo amaba. Estupideces, a mi parecer pero luego de mostrarme como la gran señora Von Bennewitz ellos se iban a juntar con otros socios y quien sabe que otras compañías tendrían. Como buena esposa tenía que esperarle y aprovechando mi estadía en la biblioteca, me escurrí entre los enormes estantes repletos de libros, de grandes tamaños y otros más pequeños en busca de algún libro que llamara mi atención, mire varios títulos pero todos parecían ser de cosas complicadas, saque un libro de Alquimia, lo abrí y luego de mirar las primeras páginas lo deje en el mismo lugar tenía unos signos que realmente yo no entendería ni en mil años. Seguí caminando en completo silencio con un pequeño bolso colgando de uno de mis brazos ahí yacía mi diario, algunas monedas, mi perfume y un labial cosas que para cualquiera serian banales pero para mí eran de utilidad. Doble en una esquina y me aleje de las primeras estanterías. Necesitaba un libro de lo que fuese, seguí con lo mismo mirando los títulos hasta que una cubierta roja de terciopelo llamo mi atención aquel libro no tenía título y estaba más “nuevo” que los otros que ya había observado, sin más rodeos lo tome dirigí mi cuerpo hacia una mesa que había al final del pasillo ahí yacería a la espera de que Alexei terminara.
Tome asiento, dejando el libro sobre la mesa, saque mi diario y comencé a escribir, ya tendría tiempo de darle una hojeada al libro que había recogido anteriormente, ahora necesitaba desahogarme un poco.
(…)Paris es más extraño de lo que pensaba, aun no llevó una semana aquí y he escuchado una cantidad de historias que a primera vista jamás podría creer, pero seguiría pensando “ver para creer” no podía tener certeza de nada, en Escocia me la pasaba en casas de “conocidos” y en la mansión poco tiempo tenia para salir, ya que Alexei me tenía más vigilada de lo que me podría imaginar. Pero ahora es diferente, estamos lejos de aquel país y soy libre condicionalmente, tengo un compromiso con mi esposo y el acuerdo había sido que seguiríamos con la gran farsa de nuestro matrimonio, por el bien… por mi bien… Tener a Lisa, hasta ahora ha sido lo mejor que me ha pasado, ella me comprende y me ayuda en mis asuntillos (…)
Deje la pluma a un lado, sople para que la tinta secara luego al cabo de algunos segundos cerré el diario. Mire a mi alrededor todo parecía tan desolado había escuchado voces y algunos pasos pero nada de qué preocuparse, entre mis manos tome el libro de tapa roja y lo abrí - “Nada es verdad y todo está permitido” – aquello decía la primera hoja, no sabía si había hablado en voz alta o solo aquello se había quedado en mis pensamientos, un ruido en el pasillo lo deje pasar y pase a la siguiente página… - Habrá mas hasta que se arrepintáis, renunciad a sus mentiras – dije leyendo lo que estaba escrito en el centro de la hoja. ¿Qué libro era aquel? Salto aquella duda en mi cabeza mientras la curiosidad aumentaba seguí con la siguiente pagina...
Tome asiento, dejando el libro sobre la mesa, saque mi diario y comencé a escribir, ya tendría tiempo de darle una hojeada al libro que había recogido anteriormente, ahora necesitaba desahogarme un poco.
(…)Paris es más extraño de lo que pensaba, aun no llevó una semana aquí y he escuchado una cantidad de historias que a primera vista jamás podría creer, pero seguiría pensando “ver para creer” no podía tener certeza de nada, en Escocia me la pasaba en casas de “conocidos” y en la mansión poco tiempo tenia para salir, ya que Alexei me tenía más vigilada de lo que me podría imaginar. Pero ahora es diferente, estamos lejos de aquel país y soy libre condicionalmente, tengo un compromiso con mi esposo y el acuerdo había sido que seguiríamos con la gran farsa de nuestro matrimonio, por el bien… por mi bien… Tener a Lisa, hasta ahora ha sido lo mejor que me ha pasado, ella me comprende y me ayuda en mis asuntillos (…)
Deje la pluma a un lado, sople para que la tinta secara luego al cabo de algunos segundos cerré el diario. Mire a mi alrededor todo parecía tan desolado había escuchado voces y algunos pasos pero nada de qué preocuparse, entre mis manos tome el libro de tapa roja y lo abrí - “Nada es verdad y todo está permitido” – aquello decía la primera hoja, no sabía si había hablado en voz alta o solo aquello se había quedado en mis pensamientos, un ruido en el pasillo lo deje pasar y pase a la siguiente página… - Habrá mas hasta que se arrepintáis, renunciad a sus mentiras – dije leyendo lo que estaba escrito en el centro de la hoja. ¿Qué libro era aquel? Salto aquella duda en mi cabeza mientras la curiosidad aumentaba seguí con la siguiente pagina...
Amy Von Bennewitz- Mensajes : 171
Fecha de inscripción : 21/06/2011
Re: Nada es verdad y todo esta permitido [Simon Crane ]
Dos días, eso era lo que Simon necesitaba para acostumbrarse a un nuevo país, a su puerto, a la gente, su comida, a sus mujeres, al escenario que ahora estaba en Paris, la ciudad mas luminosa que había conocido hasta esos momentos, tan desarrollada como Londres pero en pleno cambio, pues la revolución de hace unos años había causado estragos entre los habitantes pobres del lugar, pero no así al círculo en que Simon solía desenvolverse.
El era inglés, con bastantes viajes en el cuerpo, muchas historias que contar pero que jamás comentaba, era un tipo discreto, de mirada clara pero sin ese brillo característico que te indica la vida de un cuerpo, pues él ya no se sentía tan vivo como hace unos años, estaba sumido en esa búsqueda
imparable pero no sin antes descubrir todos los secretos que Paris podía contarle, los cuales estaban albergados en su biblioteca. ¿en que otro lugar?.
Antes de salir a las calles francesas había aprendido mucho de la ubicación de las lugares y se estaba adecuando perfectamente debido a su excelente orientación, pues, cuando apareció en la puerta de la biblioteca no fue una sorpresa ya que jamás se imagino la idea de tener que preguntarle a alguien como llegar, si que con la misma sonrisa escueta de siempre entró al lugar, con esa rica arquitectura barroca de altos techos y luz en abundancia que lo hacía sentir bastante cómodo.
Se dirigió hasta la persona encargada y en un fluído francés que dejaba entrever su acento inglés, le pidió un texto sobre la historia de Paris y los habitantes mas antiguos del lugar, pues no tenía intensiones de levantar sospecha alguna, aunque jamás lo hacía.
La dependienta lo guío hasta los estantes en cuestión y él con un gracias discreto se puso en marcha, buscando y sacando libros que los agrupó bajo su brazo antes de llevarlos a una mesa del extremo de la sala, donde llegaba más luz. Miró a ambos lados con cierta desconfianza y salió del
pasillo para ver una mesa vacía bien ubicada en donde nadie lo molestaría, a excepción del rasguño de una pluma sobre un libro, el cual era escrito por una agradable mujer.
Simón la miró con discreción antes de sentarse y quedar frente a ella, pero a una mesa de separación. La situación fue bastante extraña, pues no imaginó ver una mujer de su clase sola en una biblioteca, si
que la curiosidad le ganó. -Disculpe por la interrupción, Madame, pero no es seguro verla sola en éste lugar.- era una biblioteca, pero era pública, cualquiera podía recorrerla y conseguir
lo que quisiera, incluso a ella.
{Disculpa la tardanza, ya estoy acá (:}
El era inglés, con bastantes viajes en el cuerpo, muchas historias que contar pero que jamás comentaba, era un tipo discreto, de mirada clara pero sin ese brillo característico que te indica la vida de un cuerpo, pues él ya no se sentía tan vivo como hace unos años, estaba sumido en esa búsqueda
imparable pero no sin antes descubrir todos los secretos que Paris podía contarle, los cuales estaban albergados en su biblioteca. ¿en que otro lugar?.
Antes de salir a las calles francesas había aprendido mucho de la ubicación de las lugares y se estaba adecuando perfectamente debido a su excelente orientación, pues, cuando apareció en la puerta de la biblioteca no fue una sorpresa ya que jamás se imagino la idea de tener que preguntarle a alguien como llegar, si que con la misma sonrisa escueta de siempre entró al lugar, con esa rica arquitectura barroca de altos techos y luz en abundancia que lo hacía sentir bastante cómodo.
Se dirigió hasta la persona encargada y en un fluído francés que dejaba entrever su acento inglés, le pidió un texto sobre la historia de Paris y los habitantes mas antiguos del lugar, pues no tenía intensiones de levantar sospecha alguna, aunque jamás lo hacía.
La dependienta lo guío hasta los estantes en cuestión y él con un gracias discreto se puso en marcha, buscando y sacando libros que los agrupó bajo su brazo antes de llevarlos a una mesa del extremo de la sala, donde llegaba más luz. Miró a ambos lados con cierta desconfianza y salió del
pasillo para ver una mesa vacía bien ubicada en donde nadie lo molestaría, a excepción del rasguño de una pluma sobre un libro, el cual era escrito por una agradable mujer.
Simón la miró con discreción antes de sentarse y quedar frente a ella, pero a una mesa de separación. La situación fue bastante extraña, pues no imaginó ver una mujer de su clase sola en una biblioteca, si
que la curiosidad le ganó. -Disculpe por la interrupción, Madame, pero no es seguro verla sola en éste lugar.- era una biblioteca, pero era pública, cualquiera podía recorrerla y conseguir
lo que quisiera, incluso a ella.
{Disculpa la tardanza, ya estoy acá (:}
Simon Crane- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 20/06/2011
Edad : 39
Localización : Paris, France
Re: Nada es verdad y todo esta permitido [Simon Crane ]
Volví a tomar la pluma y dejando el libro de terciopelo a un lado mientras volvía abrir mi diario, quería escribir algunas frases que me estaban pareciendo de lo más, entretenidas, curiosas, sensuales y alegres, puse la punta de la pluma en el tintero y escribí en una hoja “Puedo resistirlo todo, menos la tentación” A continuación iba a dejarle un comentario abajo cuando una voz masculina se dirigió hacia mí. La pluma cayo como si me hubiera asustado, como si de aquel se tratara de un mismo fantasma, di un salto en mi puesto y luego una risita salió de mis labios, estaba concentrada en aquellas frases y no le había visto acercarse. –Monsieur, me asusto – dije con una sonrisa en mis labios, tratando de no hablar tan fuerte ya que estábamos en una biblioteca. Tome la pluma y la coloque en el tintero, fue ahí que note que algo de tinta había estropeado el corset que llevaba puesto, mi atuendo no era ostentoso, no mostraba mucho pero dejaba todo a la imaginación, el vestido era de un color violeta, con adornos más rosados, el corset en cuestión era rosa pero ahora tenía una mancha en un costado.
Repare en sus palabras luego de revisar bien que nada más se había manchado, alce la vista mirándole con una suave sonrisa en mi rostro, su voz o mejor dicho su acento hacía notar que no era de Francia, pero en realidad no podría decir de qué lugar era. – Yo, en realidad estoy – “esperando a mi esposo” no, claro que esas palabras no las pronunciaría menos ante un desconocido, aunque corría el riesgo de que mi marido llegara y… vaya ideas las mías, estábamos en una biblioteca, sonreí para mis adentros mientras note los libros que tenía en su mesa – Es una biblioteca, no creo que nada malo pueda pasarme, Monsieur – dije razonando, era cierto ¿Qué malo podría sucederme? Aun nadie me conocía del todo como para buscar “mis servicios” y aparte de eso, no tenía enemigos que estuvieran tras de mí. La timidez no era parte de mí y como tal no pude quedarme en silencio más rato que el necesario - ¿No es de Paris, cierto? – pregunte entrometiéndome más de la cuenta, pero al final de cuentas era así como comenzaban cierto tipo de amistades, conversaciones y quien sabe que podría pasar después.
En ese lapso de segundo ya había quedado atrás el hecho de lo que estaba escribiendo, mis pensamientos ya no eran los mismos y con aquella frase escrita bajo mi pulso y dándose a conocer le dedique otra sonrisa, tenía fe que existía otro lenguaje más allá de las simples palabras que uno pudiera pronunciar.
Repare en sus palabras luego de revisar bien que nada más se había manchado, alce la vista mirándole con una suave sonrisa en mi rostro, su voz o mejor dicho su acento hacía notar que no era de Francia, pero en realidad no podría decir de qué lugar era. – Yo, en realidad estoy – “esperando a mi esposo” no, claro que esas palabras no las pronunciaría menos ante un desconocido, aunque corría el riesgo de que mi marido llegara y… vaya ideas las mías, estábamos en una biblioteca, sonreí para mis adentros mientras note los libros que tenía en su mesa – Es una biblioteca, no creo que nada malo pueda pasarme, Monsieur – dije razonando, era cierto ¿Qué malo podría sucederme? Aun nadie me conocía del todo como para buscar “mis servicios” y aparte de eso, no tenía enemigos que estuvieran tras de mí. La timidez no era parte de mí y como tal no pude quedarme en silencio más rato que el necesario - ¿No es de Paris, cierto? – pregunte entrometiéndome más de la cuenta, pero al final de cuentas era así como comenzaban cierto tipo de amistades, conversaciones y quien sabe que podría pasar después.
En ese lapso de segundo ya había quedado atrás el hecho de lo que estaba escribiendo, mis pensamientos ya no eran los mismos y con aquella frase escrita bajo mi pulso y dándose a conocer le dedique otra sonrisa, tenía fe que existía otro lenguaje más allá de las simples palabras que uno pudiera pronunciar.
Amy Von Bennewitz- Mensajes : 171
Fecha de inscripción : 21/06/2011
Re: Nada es verdad y todo esta permitido [Simon Crane ]
La verdad es que lo que menos había querido era asustarla, incluso mas, el hecho de hablarle de la nada había sido totalmente fuera de lugar, pero fue curioso encontrarla y aun mas sola.
Con una sola vista de la situación, Simon había sacado muchas mas cuentas de lo que imaginó y al momento de escucharla hablar supo de inmediato que al igual que él, no era puramente francés, ya que se notaba su lengua madre metida en sus frases inconscientemente, incluso bastante familiar para Simón. Si que con una sencilla sonrisa de disculpas, habló.
-No quise asustarla y le pido disculpas por ello.- A pesar de haber iniciado la conversación, no era excelente en el arte de la improvisación, si que decidió bajar la vista un par de segundos para ver los títulos de los libros que había tomado y se inclinó de inmediato por una Historia de Paris escrita por un Inglés, algo bastante curioso.
Pero aun así no lo abrió para iniciar su lectura, se distrajo al sentir la mirada de aquella mujer sobre él y escuchar salir de su boca una pregunta que le hizo sonreír, pues eso mismo había pensado Simón de ella. -Muy observadora, Madame. Y si, no soy francés, soy del norte donde las bibliotecas si son peligrosas cuando una mujer viene sin compañía…- comentó con ese tinte de precaución en su voz pero al final, una sonrisa tenue apareció en su rostro, quitándole ese perfil sombrío y serio.
-También he notado que a pesar de su excelente francés, su acento no parece serlo ¿Estoy en la razón?- para tener ocupada las manos agrupó nuevamente los libros y se distrajo un momento con el movimiento de cuerpos en el pasillos contiguo, dejando de mirar a la mujer por unos segundos. -Disculpe, no me he presentado. Soy el Capitán Simon Crane, de la marina inglesa- se levantó de su asiento con bastante parsimonia y con una leve inclinación de su cabeza la saludo. Luego, se sentó otra vez quitando sus manos del costado de su cuerpo, ya que las normas exigían ese tipo de saludo a las damas.
-No dude en pedirme que la escolte hacia algún lugar cuando deba irse, insisto, la biblioteca es un excelente lugar para leer y escribir, pero… ya sabe.- le comentó con tranquilidad y luego abrió el texto que había estado mirando con curiosidad, aunque en ese momento fue mas estimulante llevar una conversación con ella y el libro de tapa ropa que tenía sobre su mensa.
Con una sola vista de la situación, Simon había sacado muchas mas cuentas de lo que imaginó y al momento de escucharla hablar supo de inmediato que al igual que él, no era puramente francés, ya que se notaba su lengua madre metida en sus frases inconscientemente, incluso bastante familiar para Simón. Si que con una sencilla sonrisa de disculpas, habló.
-No quise asustarla y le pido disculpas por ello.- A pesar de haber iniciado la conversación, no era excelente en el arte de la improvisación, si que decidió bajar la vista un par de segundos para ver los títulos de los libros que había tomado y se inclinó de inmediato por una Historia de Paris escrita por un Inglés, algo bastante curioso.
Pero aun así no lo abrió para iniciar su lectura, se distrajo al sentir la mirada de aquella mujer sobre él y escuchar salir de su boca una pregunta que le hizo sonreír, pues eso mismo había pensado Simón de ella. -Muy observadora, Madame. Y si, no soy francés, soy del norte donde las bibliotecas si son peligrosas cuando una mujer viene sin compañía…- comentó con ese tinte de precaución en su voz pero al final, una sonrisa tenue apareció en su rostro, quitándole ese perfil sombrío y serio.
-También he notado que a pesar de su excelente francés, su acento no parece serlo ¿Estoy en la razón?- para tener ocupada las manos agrupó nuevamente los libros y se distrajo un momento con el movimiento de cuerpos en el pasillos contiguo, dejando de mirar a la mujer por unos segundos. -Disculpe, no me he presentado. Soy el Capitán Simon Crane, de la marina inglesa- se levantó de su asiento con bastante parsimonia y con una leve inclinación de su cabeza la saludo. Luego, se sentó otra vez quitando sus manos del costado de su cuerpo, ya que las normas exigían ese tipo de saludo a las damas.
-No dude en pedirme que la escolte hacia algún lugar cuando deba irse, insisto, la biblioteca es un excelente lugar para leer y escribir, pero… ya sabe.- le comentó con tranquilidad y luego abrió el texto que había estado mirando con curiosidad, aunque en ese momento fue mas estimulante llevar una conversación con ella y el libro de tapa ropa que tenía sobre su mensa.
Simon Crane- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 20/06/2011
Edad : 39
Localización : Paris, France
Re: Nada es verdad y todo esta permitido [Simon Crane ]
Me causo gracia su forma de reaccionar ante el susto que el mismo me había proporcionado, pero eso ya había quedado atrás, ahora ya las palabras que provenían por parte de el, habían comenzado a fluir como cual liquido sale de un jarro hasta caer en un vaso de cristal, mientras observaba sus libros me hice una pregunta para mi ¿Qué hace una cortesana en una biblioteca? Todo en mi interior se revolcó con aquella pregunta, si bien yo era de clase alta no iba a negar mis gustos o deseos carnales, el hecho de encontrarme en la biblioteca no era más que acompañar aunque sinceramente esperaba algún día poder saber más, quizás de historia, o de arte, de música o quien sabe Dios cual sería mi talento natural. – No se preocupe el susto ya es del pasado – bibliotecas peligrosas, no cabía en mi cabeza aquello mas solo para mi eran una fantasía más. – De donde vengo, las bibliotecas son… seguras, un lugar donde el silencio reina y pocos acuden a ella – levante mis hombro con algo de gracia, porque eso era lo que el me causaba cierta gracia tras su frase. – Yo vengo de Escocia tan solo llevo una semana por estos lugares – extendí mi sonrisa aún más cuando se presentó, con el título que le acompañaba no podía quedar, no tan solo yo conforme si no cualquiera que le escuchara que él era un hombre de vida y experiencia – Mucho gusto, Monsieur Crane. Amy Von Bennewitz en lo que lo pueda ayudar - ¿Qué clase de presentación era aquella, no tenía títulos de nobleza y tampoco los quería tener, no tenía un puesto importante en ningún lugar más en mi casa era simplemente la esposa de Alexei. Su formalidad de verdad era envidiable pocos hombres tenía el agrado de conocer con aquella “educación”.
Por instinto pase una de mis manos por mi cabellera que estaba a medio ondular, reposando a un costado de mi cuello, tenía desventajas con las cortesanas eso se podía ver a mil kilómetros, yo era mas ancha de todos lados con excepción del rostro, di un suspiro inflando mi pecho desviando la mirada desde el titulo de los libros que el tenia, al que yo había sacado. – Agradezco su preocupación, pero creo que aun puedo andar sola por las calles de Paris – no le diría que tenía que quedarme ahí esperando a que mi esposo se dignara en ir a buscarme, claro que no. Con algo de lentitud pase mi cabeza en todas direcciones buscando a más personas pero el silencio solo confirmaba lo que me temía – La biblioteca no es tan concurrida – aquella frase sonó mas como de tristeza como cualquier otra, me gustaban más los espacios coloridos y alegres la soledad me hacía pensar de más y eso no era bueno, claro que no.
Por instinto pase una de mis manos por mi cabellera que estaba a medio ondular, reposando a un costado de mi cuello, tenía desventajas con las cortesanas eso se podía ver a mil kilómetros, yo era mas ancha de todos lados con excepción del rostro, di un suspiro inflando mi pecho desviando la mirada desde el titulo de los libros que el tenia, al que yo había sacado. – Agradezco su preocupación, pero creo que aun puedo andar sola por las calles de Paris – no le diría que tenía que quedarme ahí esperando a que mi esposo se dignara en ir a buscarme, claro que no. Con algo de lentitud pase mi cabeza en todas direcciones buscando a más personas pero el silencio solo confirmaba lo que me temía – La biblioteca no es tan concurrida – aquella frase sonó mas como de tristeza como cualquier otra, me gustaban más los espacios coloridos y alegres la soledad me hacía pensar de más y eso no era bueno, claro que no.
Amy Von Bennewitz- Mensajes : 171
Fecha de inscripción : 21/06/2011
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