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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Alba Añoza Lun Jun 27, 2011 5:03 pm

La noche se marchaba dando paso al amanecer de un nuevo día y, como siempre, no podía estar despierta a más de las siete. ¿Por qué? Un misterio, aún, sin resolver. La cama era cómoda y mi cuerpo se sentía bien cubierto por esas sábanas pero mi mente no descansaba tranquila. No más de aproximadamente cinco horas y mi cuerpo ya se había acostumbrado. Ya no tenía sueño. Ya no había nada que pudiera hacer allí más que remolonear de un lado hacia otro perdida en mis propios pensamientos, algo que sinceramente no soportaba. Cuanto más pensaba más cerca estaba que de volvieran a mi mente cosas indeseadas. Como me ocurría en muchas ocasiones. Sentimientos incontrolables.

Y por eso con el primer canto del gallo salí por la puerta, con únicamente lo puesto. No iba con el chip de alerta puesto ni tenía ganas de luchar fuese con quien fuese. En cualquier caso no dependía de ningún arma para valerme, si bien ayudaban en el combate, pero en casos extremos mis puños me eran de gran utilidad así como otras partes de mi cuerpo. Una camisa de tirantes holgada junto a unos pantalones cortos de color oscuro como la mayoría de mis prendas. El pelo, suelto. Me lo recogía en algunas ocasiones más aquella no era una de ellas. A esas horas ya había gente por las calles, gente trabajadora que como buenos burgueses iban a sus respectivos lugares de oficio donde ya desde muy temprano les tocaba empezar la jornada.

Yo entendía eso, había estado por largo tiempo desempeñando diversos trabajos de mañana, otros de noche. Pero no siempre necesitaba del dinero para vivir. Tenía que aceptar que la ayuda de Roma me venía de perlas aunque me gustara ser autosuficiente, lo conseguiría poco a poco. Todo era cuestión de paciencia y perseverancia.

El paisaje que se extendía ante mi se asemejaba a aquel que había visto por tiempos anteriores en una ciudad diferente. Otro continente lejano pero al mismo tiempo cercano. El puerto. Lugar del mismo fin en muchos lugares pero a la vez diferente. Igual que muchas otras cosas. A veces estos extraños pensamientos inundaban mi mente de manera poco común ¿Por qué? De nuevo esa pregunta. Una pregunta en mi que por lo general no tenía respuesta. El sol brillaba sobre el mar y pude contemplarlo mejor al acercarme, por desgracia, el agua no estaba todo lo limpia que debería. Nisiquiera me atreví a tocarla con ninguna parte de mi cuerpo. Allí era donde atracaban los varcos, donde dejaban todo lo que habían traido por el camino. Era normal que aquello se asemejara más a un vertedero. Un vertedero que se veía hermoso con los rallos del sol camuflandolo. Un vertedero extraño.

Algunos marineros desembarcaban en París como, posiblemente, parte de su recorrido. Noté algunas miradas sobre mi, una muchacha que permanecía en cuclillas sobre una zona algo alejada. Sobre una zona posiblemente no tan contaminada con las mas cercanas a los navíos. ¿Quién no pensaría en mi como alguien extraño? Más eso bien poco me importaba, realmente, no era alguien que le interesara las opiniones de los demás ¿De qué modo podrían afectarme? Por suerte no dependía de nadie y en la socidad que caía en estos tiempos era lo que tocaba si no querías aparentar ser quien no eras frente a otros por tal de quedar bien. Suspiré y finalmente mi mano alcanzó el agua, atreviendome a hundirla. Para mi sorpresa no noté nada extraño, solo agua. Al sacarla tampoco apareció manchada ni sucia, simplemente mojada ¿Qué pensarian si me desnudara para mojarme? Sería gracioso ver las caras de otros al pasar por mi lado, sin duda. Más no era el momento ni tampoco el lugar. Había tenido suerte con esa mano más de querer sumergir mi cuerpo iría a fuentes más puras que se encontraban en el interior del bosque. Mucho, infinitamente mejores.
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Mensaje por Tristan Rêveur Jue Jul 14, 2011 2:46 am

¿Es posible acostumbrarse a lo terrible, a lo inevitable?, ¿se puede vivir así, arrastrando siempre la catástrofe consigo? La luna llena desaparecía y con ello Tristan volvía a su forma humana, lo hacia rápidamente. El cuerpo lleno de pelo desaparecía dando lugar a la habitual piel que lo caracterizaba, las enormes patas llenas de garras también volvían a su tamaño habitual y esos ojos enormes, brillosos y atemorizantes volvían a tener su ya acostumbrada forma y mirada: siempre con un ligero aire de pesimismo. Todo indicio animal se había esfumado, la bestia que hacia apenas unos minutos corría como ente maligno entre el bosque ahora se encontraba tirado sobre el pasto de un parque publico que afortunadamente no estaba concurrido debido a la temprana hora. El hecho de que fuese su tercera transformación no significaba que el ya se hubiera acostumbrado o que lo hubiera aceptado, nada de eso, seguía siendo tan terrible como la primera vez, quizás mas. Lo único que distinguía esta ocasión de las anteriores es que Tristan siendo un hombre inteligente había tomado precauciones, sabia lo que ocurría al perder su forma animal y sabia que no podía darse el lujo de andar por la ciudad en paños menores, ensuciando todavía mas el nombre de ese famoso ilusionista. Afortunadamente esta vez había corrido con más suerte que la anterior, su transformación había concluido muy cerca de un sitio donde el mismo había ocultado un par de prendas para vestirse luego de que su maldición hubiese acabado. Miro por encima de la crecida hierba de aquel sitio, asegurándose de que realmente no había nadie a la vista y cuando estuvo seguro se arrastro por encima del pasto, llegando en apenas unos cuantos minutos al sitio donde yacía su vestimenta, la cual saco de un pequeño costal de tela. Le era difícil el vestirse a causa de las manos temblorosas, las piernas también parecían inseguras, sentía que se podían doblar en cualquier momento, como si su peso fuese el triple del que realmente tenía. Se coloco el pantalón y en el momento de estar abrochando el último botón se dio cuenta de algo terrible. Si, algo todavía más terrible que todo, quizás lo más terrible de aquello que le sucedía cada luna llena: sus manos estaban llenas de sangre. Pero aquella sangre no era fresca, no era roja; era una sangre oscura que daba la impresión de haber estado en sus manos desde horas atrás y ahora estaba seca e impregnada en su piel. El sabía lo que significaba aquello pero se negaba a creerlo, a admitirlo. ¿Quien podría admitirse un asesino tan fácilmente?

Volvió a mirar a su alrededor, esta vez con la mirada mas disturbaba a causa de la impresión que le había provocado la sangre en las manos, mismas que procedió a hundir en los bolsillos de su pantalón. Luego de cada transformación su apariencia dejaba mucho que desear, mas que una persona de alta sociedad daba la impresión de ser algún indigente, se veía sucio, despeinado y su mirada era similar a la de una persona que carece de sus facultades mentales. Se le notaba el miedo en la mirada, el terror emanaba de su cuerpo y la inseguridad se le escurría de las manos.

Apresuro sus pasos, lo único que deseaba en esos momentos era el llegar cuanto antes a su casa, pero su residencia estaba bastante alejada del sitio donde se encontraba. Un enorme espejo negro brillo ante sus ojos cuando este levanto la vista y sin sacar las manos de los bolsillos se dirigió a paso rápido hasta el puerto. Había gente, pero se aseguro de dirigirse hasta una zona alejada y donde pudiera llevar a cabo lo que tenía pensado. Sintió la brisa fresca golpearle el rostro una vez que se dejo caer de rodillas en la arena y sacando rápidamente las manos de los bolsillos las hundió en el agua cristalina, manchándola de sangre en el momento en que empezó a lavarlas con movimientos bruscos y violentos. No soportaba la idea de saber que aquella sangre que ahora manchaba el azul del océano perteneciera a un humano, un humano al que el mismo le había arrebatado la vida. No lo sabia con exactitud, ¿pero que mas podría haber ocurrido?, era lo mas lógico y también lo peor. En su mente se recrearon escenas tétricas en las que el mismo convertido en una bestia salvaje se dejaba caer encima de alguna joven muchacha, arrancándole las extremidades con el enorme hocico, lanzándolas por doquier sin la menor culpabilidad. Todavía no acababa de lavar completamente la sangre de su piel, cuando dejo de hacerlo y en su lugar inclino su cuerpo hacia la arena y las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas. Sollozaba como un cachorro asustado, aunque mas que asustado estaba aterrorizado por si mismo. Se tenía miedo, se daba asco, no deseaba más que acabar con aquel sufrimiento que le estaba dando la vida que últimamente se había desquitado con el de la manera más cruel pensada.

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Mensaje por Alba Añoza Lun Jul 18, 2011 7:07 pm

Mi mente me jugó una mala pasada al ver mi reflejo en el espejo. O mejor dicho, un reflejo desconocido semblante a mi. De nuevo algo de mi pasado acudía pero ahora no solo en mis sueños sino también estando despierta. Algo que ya empezaba a cansarme demasiado, nisiquiera sabía qué podían significar mis sueños. Mis "visiones". La mujer que estaba viendo era también morena y de facciones muy semblantes a las mías, sin embargo, tenía un toque diferente ¿Maduro? La nariz era delgada, los ojos grandes y los labios carnosos, igual que los míos. Pero sabía que no era yo. Conocía mi propio reflejo y estaba claro que esa no era yo, solo alguien muy parecido a mi. ¿Tendría una gemela por ahí perdida? No pude evitar sonreir ligeramente al pensar en eso y seguidamente difunié el agua con una de las manos, distorsionando en varias ondas la imagen. Desapareciendo.

Suspiré. Me levanté estirando los brazos hasta que escuché un pequeño crujir de mi cuello. Y de nuevo volví a suspirar aliviada, de alguna manera, me quedaba aliviada siempre después de ese tipo de acciones. Mis ojos se entrecerraron por el sol que daba en ese momento, picaba bastante fuerte y una de mis manos se puso de visera sobre los ojos. También el lugar empezaba a llenarse de gente y eso no me convenía, ya solo con mis ropas destacaba, demasiado. ¿Quién llevaba pantalones? Ah si ¡Solo los hombres! Porque nuestra sociedad no podía ser más machista. Y por eso mismo todas las miradas en algún momento u otro se acababan desviando hacia mí cuando pasaban por mi lado. Dejaba a enseñar demasiado. Demasiado para lo que estaba "permitido". Y a mi me daba absolutamente igual.

Delante de mi se extendía todo un paseo, hermoso y junto a las arenas del puerto. Más alejadas del mar contaminado pero no suficientemente cerca de la playa. Casi como una pequeña cala a la vista de todos aquellos que pasaban por allí, frecuentada por los marineros al desembarcar y por el bandalismo que podía hacerse en las noches. Empezé a caminar. Mis piernas no se movían rápidas ni tampoco lentas, era un término medio para poder disfrutar de la vista que me ofrecía. Entrelacé mis dedos en la espalda. El viento movía mis cabellos, ligeramente, algunos se me colaban entre los ojos y la boca. Teniendo un pelo tan largo ya estaba acostumbrada a ese tipo de molestias que, precisamente, se habían vuelto habituales y poco molestas. - Mojarme - murmuré para mi misma y parandome. De repente mi cerebro había sentido esa sensación y sin pensarlo lo transmitió por la boca. Era ilógico que hablara sin pensar en lo que decía cuando supuestamente era yo la que tenía que dar esa orden al cerebro. ¿O lo haría de manera inconsciente? En cualquier caso, pocas veces ignoraba esas señales, me era demasiado difícil el quitarmelas de la cabeza. Una vez que me había imaginado el mar, la sensación de hundirme y de nadar, ya pocas cosas harían que pudiera ignorarla.

Salté del pequeño muro que separaba el suelo de cemento de la arena, la fina y caliente arena. Mis piernas esta vez se movieron rápidas, no lo suficiente como para correr pero sí ágiles para estar casi dentro del agua en cuestión de un par de minutos.

Primero los zapatos salieron de mi cuerpo, después los pantalones. Llevaba únicamente esa ropa interior por lo que obvié de quitarme la camiseta, si algún guardia llegaba a pillarme sin ella podía meterme en un buen lío, por desgracia, la gente no era capaz de ignorarme de la misma forma que yo lo hacía con ellos. Tampoco me importaba lo que le pasara a mi ropa, no le tenía especial aprecio, pero confiaba que al volver estuviera allí. Y sin pensarlo más me zambullí de cabeza. Era profunda desde el principio, no había peligro alguno de que chocara contra el fondo. Si bien había peligro de que me hundiera en caso de que no supiera nada, más no era el caso.

Entonces si me quedé completa. Nadé de un sitio para otro, no controlé dónde estaba y dónde acabé, simplemente mis brazos se movían hasta que estuviesen saciados de aquel tipo de ejercicio. Y era dura de pelar, para que negarlo. Por lo que posiblemente me estuve más de un cuarto de hora moviendome, hasta que mi aliento me costaba de recuperar. Me paré y hundí una última vez para respirar profundo. El mar no estaba demasiado bravo, a penas habían algunas olas pequeñas pero si estaba ligeramente sucio, de las tormentas de días atrás. Miré hacia arriba, de nuevo, el sol me deslumbró pero algo faltaba. Algo que al llevarme la mano al cuello pude adivinar en cuestión de segundos. El collar. ¡No estaba! ¿Lo habría perdido? No podía ser, tenía que encontrarlo. Giré mi cabeza de un lado a otro como si pudiese ver a simple vista, pero obviamente, no sería suficiente. No tardé en sumergirme. Era de oro, aunque el mar estuviera sucio tendría que brillar en algún momento. Esa era la esperanza que tenía.

Hasta que algo brillante relució en una de las rocas del fondo, era hondo, bastante. ¿Me aguantaría la respiración? No podía dejarlo allí. Era un recuerdo. Nunca supe el significado, simplemente lo sentía. Algo muy importante que nisiquiera era capaz de quitarme. Y por eso no dudé en dirigirme hacia él. Mi cuerpo se paró ¿Por que? No podía seguir, empezaba a faltarme el oxígeno y mi mente ya nisiquiera podía pensar con claridad ¿Qué pasaba? Mi camisa se había quedado encallada en un coral por el que había pasado, demadiaso cerca. Tampoco podía sacarmela, no tenía fuerzas y estaba histérica. El oxígeno se iba. ¡No podía pedir ayuda!
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Mensaje por Tristan Rêveur Vie Jul 22, 2011 6:47 am

Y las lágrimas siguieron resbalando por su rostro, como si se tratara de un niño al que habían golpeado o que se había soltado del brazo de su madre, perdiéndose entre la multitud. Y justamente así era como se sentía: perdido. De haber tenido a alguien a quien abrazarse lo habría hecho, por que eso era lo que necesitaba en esos instantes: consuelo, de alguien, de quien fuese. Si su familia no hubiera sido tan dura con el ahora mismo hubiera corrido a buscarlos, pero sabía que con ellos no contaba y que muy independientemente de eso, él no podía confesarles lo que le había ocurrido. No existía nadie a quien pudiera confesarle la ola de desdichas que lo estaba ahogando lentamente. No había de otra, debía afrontarlo solo, igual como había afrontado la muerte de su prometida, igual que había tenido que salir al mundo y mostrar esa cicatriz horrenda de la que tanta vergüenza sentía y tanto asco le provocaba de si mismo, del mismo modo en que se había atrevido a seguir viviendo con todos esos pesares sobre su espalda.

Se limpio la humedad del rostro con el puño del saco que llevaba encima y respiro hondo para tranquilizarse, no podía permitirse el ser tan débil, o al menos no públicamente, tanto le había costado su actuación ante el mundo de hacerse pasar por un tipo duro y que en realidad poco le importaba lo que los demás opinaran o dijesen de el como para echarlo abajo en tan solo unos instantes y sin la menor consideración de su parte. Ya con el rostro sereno y seco, decidió que dejaría atrás esos remordimientos, era difícil, claro que si, pero al menos haría el esfuerzo. Se incorporó sobre la arena hasta que estuvo nuevamente sentado y con el semblante mas tranquilo observó el espejo frente a él moverse a causa de los barcos pesqueros que se acercaban a descargar. Y ahí frente al océano fue que una nueva idea cruzo por su mente, una inesperada y probablemente la más descabellada que había tenido en toda su existencia. No se detuvo a pensar en las consecuencias por que simplemente no las había, tampoco se detuvo a examinar con detenimiento si realmente era lo que quería, pero lo quería, en ese instante lo hacía. El mundo perdería a uno de sus mejores ilusionistas en el momento en que este se sumergiera en el azul y las olas lo cubrieran por completo.

Se puso de pie y camino de manera automática, con la mente en blanco, ni siquiera había un tipo de remordimiento por estar haciendo aquello. No tenía miedo a morir por que ya se consideraba muerto, había fallecido hacia tiempo y lo que la gente veía a diario no era más que un saco de huesos moverse por instinto. Sus pies fueron los primeros en sentir nuevamente la calidez del agua que ya para ese entonces estaba tibia debido a que el sol había salido por completo, los rayos le daban en la cara y le impedían ver con claridad, pero el ni siquiera hacia un esfuerzo por impedir que le dañaran la vista. El agua le llego hasta las rodillas, hasta las piernas, las caderas y cuando la tuvo en el cuello algo lo distrajo. Cerca de donde se encontraba puso ver una cabellera castaña sacudirse entre las olas, observo como unos brazos se alzaban y se movían con salvajismo hasta que finalmente se hundieron por completo en la espesura del océano. Le costo algunos instantes el reaccionar y darse cuenta de lo que estaba ocurriendo: mientras el quería acabar con su vida, había otra persona muriendo sin quererlo. Su parte humana lo hizo reaccionar entonces, agilizando su cuerpo e impulsándose para llegar hasta el sitio donde había visto por última vez esa cabellera negra ondear entre las aguas. Su cuerpo dolía a causa de la debilidad que le dejaba cada transformación, pero en esos instantes le parecía más importante el evitar una muerte aunque él muriera en el proceso. Se zambullo por completo entre las olas y una vez abajo abrió los ojos y busco desesperadamente por algún indicio que le hiciera llegar hasta la victima. Y la encontró. Era una suerte que el nado fuera una de sus virtudes por que en segundos estuvo junto a ella, rodeando su pecho con fuerza para luego emprender el viaje de vuelta hacia la superficie. Tomo aire una vez que sintió el viento nuevamente rozarle la cara y observó a la joven inconsciente, con la piel pálida, casi azul. Supo que debía darse prisa y empezó a nadar nuevamente con dificultad hasta que al fin la arena se impregno sobre sus cuerpos en el instante en que la colocó en la superficie. Con la respiración acelerada a causa del esfuerzo se coloco sobre ella y puso sus manos sobre el pecho ejerciendo presión sobre él, presionando una y otra vez cada tantos segundos. De vez en cuando paraba y la observaba, acercaba su rostro al pecho para escuchar si había algún indicio de vida: la mujer no estaba respirando. Volvió a colocar más manos sobre el pecho y presiono más fuerte todavía, más constante hasta que finalmente el agua broto por los labios de la joven y se ladeo sobre la arena quejándose y tosiendo de manera involuntaria. Tristan se dejo caer hacia atrás sobre sus propias caderas, agradecido de que hubiera actuado rápida y correcta. Estaba viva y era gracias a él. Estaba vivo y era gracias a ella.
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Mensaje por Alba Añoza Dom Jul 24, 2011 11:06 am

Estaba tan cerca. Brillaba. Estaba muy cerca de alcanzar mi colgante pero algo me lo impedia. Estiraba mi mano y no llegaba. Tampoco podía mover mi cuerpo, oh si, lo intentaba. Y tanto que lo intentaba. Me había enganchado en algo. El oxígeno..empezaba a faltarme. No podía respirar. Iba a ahogarme y nisiquiera podía intentar nadar hacia arriba, porque no podía moverme. La ansiedad me invadió. Iba a morir. Todo se iba a acabar. Allí no había nadie, nisiquiera me esforcé en abrir los ojos para mirar a mi alrededor. No estaba en la orilla, estaba hundida en el mar. Nadie iba a darse cuenta de mi presencia. No tenía a nadie. Estaba sola, como lo había estado toda mi vida. Nací probablemente sola y moriría también sola. Era mi destino y ¿de qué iba a servir resistirme? Mi cuerpo empezaba a ser pesado, ya no me movía. Ya no veía mi cadena y nisiquiera podía pensar en que me importara. No había oxígeno. El agua...

Respirar. Respirar. Agua. Mi cadena. Alguien..

[...]

¿Qué había ocurrido? Tosí. Tosí con fuerza. Mi cuerpo se movíó solo. No podía pensar, solo actuaba. Me incliné hacia un lado y mi mano se vió apoyada sobre..algo. Algo duro y a la vez blando. Terso y tenso. Por mi boca salía agua. No podía contolarlo. Y tosía. Y tosía. Una y otra vez hasta que mi garganta se quedó seca, me ardía. Y mi boca se arqueó en una arcada como si fuera a vomitar lo último que hubiese comido pero lo único que salió fue ese sonido porque nada subio. No había nada que pudiese subir por el estómago. Ya nisiquiera recordaba. No. Todavía no podía pensar en nada. Me pesaba los ojos y a penas mi mente empezaba a funcionar. No quería pensar. ¿Estaba muerta? ¿Por qué sentía entonces algo? ¿Qué era?.

- Agua..Cadena.. - mis labios se movieron ¿Era yo quien hablaba? No podía siquiera reconocerme. Nisiquiera reconocía mi voz. ¿Por qué estaba hablando? ¿Qué decía? - Mi cadena.. - sentí que en estas últimas profeía un leve gimoteo. Mi cuerpo se encogió. Si, ya empezaba a sentir algo. Frió. Hacía aire y estaba completamente mojada, calada hasta los huesos me sentía. Como si el agua hubiese traspasado mi -habitual- caliente piel para herlarmela. Estaba completamente helada. ¿Por qué? ¿Qué había ocurrido? De nuevo me asaltó esa pregunta y mi mente era un manojo de líos increible. De nuevo me vino esa extraña ansiedad al pecho, no podía respirar. Me costaba. Me ahogaba, no tenía oxigeno. Quería nadar hacia arriba pero no podía. ¡Tenía que agarrarme a algo! - ¡No! - grité apoyada sobre algo, mis manos se habían agarrado con fuerza a algo. A alguien..Lo notaba. No estaba frio. No tan frio. Su piel estaba a temperatura ambiente lo suficiente para saber que no era un simple objeto o un..animal. Lo abrazé, con toda la fuerza que tenía.

Y me aferré a eso como si pudiera salvarme de un peligro inminente aunque no supiera lo que era. Enseguida me dejé caer, nada más había sido un lapso de fuerza momentania, luego mi cuerpo volvió a ser tan pesado como lo había sido hasta el momento. Intentaba mover la cabeza, juro por Dios que lo intentaba. De un lado a otro. Todavía no había abierto los ojos pero tampoco me importaba, solo queria, necesitaba levantarme. Por alguna extraña razón sentía que si no lo hacía en ese momento nunca volvería a hacerlo. - No..puedo.. - mi respiración volvía a ser agitada ¿Sería todo una pesadilla? ¿Por qué no podía levantarme?...Apreté mis manos en puños a cada lado de mi cuerpo y de nuevo volví a alzar una ¿Todavía había algo allí? ¿Algo a lo que aferrarme?. No podía encontrar nada, mi voz no salía y de nuevo esa ansiedad empezaba a invadirme. ¡No podía calmarme! Simplemente no podía. Apreté mi mandibula, mis dientes, con toda la fuerza de la que disponía en ese momento.

Y entonces, solo por unos segundos, mis parpados se apartaron. Era de día. Algo estaba sobre mi, me tapaba el sol. Miré en su dirección, me notaba la mirada perdida. No podía ver claramente. Nada claramente. - Quien.. - dejé caer la cabeza y de nuevo los parpados volvieron a crubrir mis ojos. Permanecía consciente, sí, pero no podía moverme, no podía hablar. No podía hacer nada. Frustrante, sí, así me sentía. Morir. Tal vez, ya había llegado mi hora y aquello no era más que una mera alucinación.
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Mensaje por Tristan Rêveur Miér Ago 24, 2011 9:12 pm

Esta era la primera vez en la que Tristan salvaba una vida y muy probablemente seria la única. ¿Así que así era como se sentía ser un “héroe”? Extraño y sobre todo estupido, por que lo que menos se sentía era como tal, era imposible intentar olvidar el monstruo en el que se convertía cada luna llena, las personas que seguramente asesinaba esas noches y pretender enterrar todo eso con una vida que acababa de salvar. No, definitivamente no podía sentirse orgulloso. Se mantuvo sentado sobre la arena durante apenas unos instantes, esperando que la mujer terminara de sacar toda esa agua que yacía en su organismo. Creía que una vez que ella terminara de sacarla estaría bien, que probablemente se sentiría un poco desorientada luego del susto, que quizás sacaría conclusiones de que el había sido quien la había rescatado y que todo finalizaría en un apretón de manos en forma de agradecimiento.

Pero no fue así. La joven abrió los ojos de manera casi anormal por unos instantes, miro a todos lados de manera irregular, con el rostro lleno de terror y de confusión. Miro la arena, luego sus manos, finalmente le lanzo una mirada al profundo del océano, ese que había querido asesinarla segundos antes y eso pareció alarmarla mas. Tristan se sintió confundido cuando la escucho mencionar una cadena, no entendía a que se refería, en parte por que su voz era confusa y por que jamás había visto una cadena desde que la había depositado a la joven sobre la arena. La joven pareció darse cuenta de que no había ninguna cadena y eso la alarmo mas, haciéndola manotear de aquí a allá como una loca. Tristan volvió a acercarse a ella rápidamente y ella lo tomo por los brazos, mirándolo pero sin observarlo realmente, era como si la mirada la tuviera perdida en algún otro plano, en cualquiera, excepto en el que realmente estaban. La muchacha tembló con fuerza a causa del frío que le estaba provocando la brisa marina y Tristan dejo que esta lo abrazara y la abrazo igualmente para intentar regular su temperatura corporal. Era un hecho que la mujer era una completa desconocida para el, pero si ya había hecho el trabajo, no podía dejarlo a medias. La mujer se separo de pronto y quiso ponerse de pie, se tambaleo varias veces y finalmente cayo sobre la arena imposibilitada, volviendo a manotear y gritando nuevamente como una desquiciada. Estaba fuera de si y necesitaba una ayuda….

- Hey… - Susurro Tristan a la joven tomándola de los brazos, colocándose encima de ella, obligándola a mirarlo. La joven actúo como si nadie estuviera frente a ella, como si Tristan no existiese. – ¡HEY! – Grito esta vez con más fuerza, haciendo que la voz ronca llamara la atención de la muchacha. – Tranquila, estas bien, ya paso todo. – Intento tranquilizarla pero no parecía surtir mucho efecto. – Estas a salvo, nada va a ocurrirte ya, ¿entiendes? – Pronunciaba las palabras pausadamente, como quien habla a un infante para que este pueda comprender de que se habla. – ¿Tienes frío? – Pregunta que en realidad era innecesaria, pues era obvio que la chica moría de frío. El joven la soltó de los brazos durante unos instantes y se quito el saco que llevaba encima, el cual le coloco encima, arropándola para luego volver a abrazarla y ayudarle a superar el frío que la estaba matando. – Escúchame… - Le hablo al oído aun abrazándola con fuerza. - ¿Vives por aquí cerca? – La mujer pareció ser sorda por que no hubo una respuesta. – Necesito saber donde vives, ¿entiendes? – Volvió a repetir tomando su barbilla con una de sus manos para que esta pudiera verle a los ojos y entendiera lo que le decía.

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Mensaje por Alba Añoza Vie Ago 26, 2011 12:51 pm

Vale, no estoy muerta. Fue lo primero que me dijo mi propio subconsciente al notar que alguien me estaba gritando y, en cierto modo, zarandeando mi cuerpo. No me gustaba pensar eso. El pensar que estaba a merced de alguien notándome tan débil. Pero no había salido sola del mar ni tampoco había sido un milagro ni obra de un ser marino. Las sirenas no existían. No existirían para mi hasta que no viera una con mis propios ojos de la misma manera había visto otro tipo de seres sobrenaturales. En ese momento poco importaba todo. Lo único en lo que tenía que concentrarme era en poder mover bien mi cuerpo. En recuperar mi movilidad completa para salir de allí. En tranquilizarme. Mi corazón todavía latía con fuerza. Sentía esa sensación de ahogamiento inevitable. Esa sensación de que iba a morir sin poder hacer nada que lo remediara porque no podía moverme. Mi corazón se aceleró cuando esos recuerdos me "inundaron" de nuevo y, por instinto, me aferré al cuerpo que en ese momento abrazaba al mío. Necesitaba estar completamente segura de que no me ahogaba. De que había alguien conmigo que me llevaría a poder respirar. Era un pensamiento estúpido cuando en mis pulmones ya no quedaba agua. Cuando estaba respirando oxígeno. Pero aún así tenía los ojos cerrados, repitiendo en mi mente la escena una y otra vez.

Y entonces recordé. - ¡Mi cadena! - abrí los ojos de golpe tras el grito, encontrándome con un rostro extraño frente a mi. Claro, a penas conocía gente en esa ciudad y la mayoría eran seres oscuros a los que había matado por defensa o encargo. Pero estaban muertos. Y si algo sabía era que los muertos, bien muertos, no resucitaban. Sin embargo, solo me paré a explorar su cara unos segundos. Los segundos que tardé en volver a concentrar todos mis pensamientos en lo que se me había perdido. En el motivo por el que casi me moría. ¡No podía perderla! Aunque volviese a tentar a la muerte pero tenía que ir a buscarlo. Me costara lo que me costara. - Su..suelta.. - gruñí ligeramente al verme prisionera de unos brazos. Unos brazos que, al poner mis manos encima para intentar separarme, pude cercionarme de que resultaban fuertes y anchos. Y yo estaba débil. En un caso normal tampoco me hubiese resultado fácil librarme, para que negarlo, pero tendría todos mis sentidos al cien por cien. Podría buscar algún tipo de arma con la que defenderme. Siempre acababa dependiendo de armas en el cuerpo a cuerpo. Por suerte, sabía darle un buen manejo y eso era de vital importancia para mi supervivencia.

En resumen, todo lo contrario a lo que ocurría en ese momento. Sentía mi cuerpo jodidamente pesado y podía notarme fuera de mi misma. Mis oídos volvían por periodos de segundos a la normalidad para después entaponarse de nuevo. Había estado demasiado tiempo bajo el agua, era lo suficientemente lista como para saber que tendría que aguantarme sin mi completo oído unos cuantos días. Y por eso, en parte, tampoco presté demasiada atención a lo que me decía. No podía ni quería. Solo quería una cosa.

Le miraba de manera intermitente y, aunque me costaba ligeramente respirar, pude ejercer la suficiente fuerza como para escaparme de su lado. No caí en la cuenta de que él me había alzado ligeramente de la arena por lo que en un sonoro golpe caí de medio lado. Volví a cerrar los ojos, intentando controlar el ramalazo de ira que me estaba entrando en ese momento. ¡Joder, muévete! Me ordené a mi misma, a mi propio cuerpo que no quería recuperar su movilidad habitual. Apreté una de mis manos en un puño. Puño con el cual golpeé en la arena repetidas veces. Tal vez no fuese una técnica demasiado buena para poder moverme bien de nuevo pero por lo menos en las manos lo estaba consiguiendo - Joder - Solté un bufido y jadeé, poco a poco, consiguiendo lo que hacía unos segundos me había parecido imposible. Pude incorporarme. Incorporar solo mi torso claro, porque mis inútiles piernas seguían estiradas. Entumecidas del frío ¿Desde cuándo yo tenía semejante frío? Estaba perfectamente acostumbrada a ese agua. Pero, de no ser porque tenía que concentrarme en mover el resto de mi cuerpo, juraría que los dientes me castañeteaban por cortos periodos de tiempo.

Involuntariamente, al sentir que mi cuerpo volvía a desplomarse hacia el suelo, me eché hacia detrás. Dónde creía que estaba quien me había sujetado. Mi espalda se apoyó en alguna parte de su cuerpo y conseguí estirar ligeramente mi cabeza. Pasaban los segundos. Uno. Dos. Respirar. Expirar. Una técnica de relajación bastante útil en otro tipo de casos. No había estado cerca de la muerte precisamente por el agua pero si por alguna que otra batalla en la que salí algo mal parada. - Oye... - volví a respirar con fuerza, cogiendo todo el oxígeno que podía. Como si en algún momento sintiera que iba a acabarse. - Necesito..necesito levantarme. Tengo que coger mi cadena - con la mano derecha [la que conseguí mover mejor gracias a los golpes] señalé hacia el mar. No hacía la parte en la que se me había perdido la cadena porque, obviamente, ni siquiera estaba mirando en esa dirección. Él probablemente no iba a entenderme. Me tomaría por una loca. Pero no me importaba. Solo necesitaba su maldita ayuda para levantarme y volver a dónde él me habría sacado.
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Mensaje por Tristan Rêveur Vie Sep 09, 2011 6:38 am

Por un momento creyó que había logrado tranquilizarla, hacerla entrar en razón. Lo miraba, había logrado abrir los ojos una vez más y lo miraba, se reflejaba en esos ojos castaños, en esa mirada sosiega que el poseía y que se veía ligeramente opacada a causa de esa enorme cicatriz que le surcaba el rostro del lado derecho. Tristan estuvo a punto de respirar tranquilo al ver que lo peor había pasado y que la idea estúpida que había tenido hacia unos segundos de tener que abofetearla para que entrara en razón ya no era necesaria. No le habría gustado tener que golpearla en realidad, se hubiese sentido mal después, aunque habría sido solo con el afán de mantenerla despierta y hacerla salir de ese trance. Pero entonces la mujer nuevamente escapo de sus manos, forcejeando, arrastrándose por encima de la arena. Pronunciaba otra vez la misma frase, se refería nuevamente a esa dichosa cadena. ¿En verdad era tan valiosa como para querer volver a las garras del asesino que se encontraba frente a ella, para volver a sumergirse en las olas que casi le habían arrebatado la vida? El ceño del muchacho se frunció a causa del desconcierto haciendo que se marcaran unas cuantas arrugas en su frente dándole un aspecto un poco mas maduro de lo que realmente era. – No puedes volver a allí, ¿estas loca? – No supo por que empezó a tutearla pero no se detuvo al darse cuenta, supuso que el haberle salvado la vida le daba ese derecho de tratarle de un modo más personal. - ¿No te das cuenta de lo que acaba de ocurrir?, casi mueres ahogada, ni siquiera puedes ponerte en pie por ti misma ¿y quieres volver a hundirte en el océano? – Un suspiro escapo de sus labios al ver como la joven no se giraba u opinaba al respecto, seguía observando, con el brazo levantado apuntando al mar, como si esperara que por arte de magia la cadena de la que tanto hablaba apareciera entre sus dedos y la librara de aquella situación.

Tristan era tan amable y a veces tan buena gente que no pudo reprimir la idea de ponerse de pie y zambullirse en el agua para iniciar una búsqueda en la que las posibilidades de tener éxito eran casi nulas. Era imposible que encontrara la cadena en la profundidad de la que había sacado a la joven, además, el también estaba débil aunque no se le notara, luego de cada transformación siempre ocurría. Miro a su alrededor dejando que el silencio los abrazara por algunos instantes, esperando que ese momento sirviera para que ella entrara en razón y asimilara las palabras que el muchacho le decía. Finalmente fue el mismo quien rompió nuevamente el silencio posando su mano derecha en el hombro de la joven, haciéndola girar para que volviera a mirarlo a la cara. – Es imposible encontrar la medalla, ¿entiendes?, es muy hondo, es…. – otro suspiro se le escapo de los labios- imposible. No soy tan buen nadador ¿sabes?, he tenido suerte al sacarte de ahí, pudimos habernos ahogado los dos. – No le confesaría que minutos antes de haberla escuchado gritar mientras se ahogaba el mismo había pensado en suicidarse en esas mismas aguas. – Si entro nuevamente ahí corro el riesgo de que me pase de lo que tu te has librado, no me siento lo suficientemente fuerte para bucear en estos momentos. No se…podría intentarlo mañana, mas tarde, no lo se, pero no ahora. Ahora necesito que me digas donde vives, necesitas descansar, yo también lo necesito… - Admitió bajando un poco la voz. Se puso de pie y luego coloco sus manos alrededor de la cintura de la joven para ayudarla a levantarse. Al ver que esta se tambaleaba no tuvo más opción que tomarla desde las piernas y cargarla. – Vamos, dime por donde esta tu casa.

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Mensaje por Alba Añoza Jue Sep 15, 2011 2:18 pm

A medida que pasaban los segundos mis sentidos iban volviendo a la normalidad y cuanto más normal estaban más me fastidiaba ese hombre. ¡Menudo cobarde! Aunque..no sé de qué me sorprendía; todavía recordaba las historias de los libros. Los cuentos en los que el príncipe después de rescatar a la princesa hacía cualquier cosa por ella ¡Qué soberana estupidez! No podíamos estar más lejos de ser él un príncipe o yo una princesa, si, definitivamente yo estaba muy lejos de ser una princesa y tampoco es que tuviese mucha ganas de serlo. Lo mío era más el salvajismo y el vivir la vida a mi manera sin nadie por encima de mi, no directamente hablando. Aquel hombre se estaba convirtiendo en alguien por encima de mi; en un momento de debilidad intentaba darme ordenes y decirme lo que tenía o lo que no tenía que hacer. Podría decir que se aprovechaba de mi..pero no, claro que no, él no me conocía de nada y tanto podía ser una asesina como una princesa de esas remilgadas que veía muchas veces por la ciudad. Aunque..¿Esas chicas se meterían al mar medio desnudas y sin nadie que las vigilara?. En cualquier caso...

- ¡Bájame! - grité a media voz porque todavía no la había recuperado del todo. Por unos segundos mi cabeza se dejó caer hacia detrás, apoyándose en el brazo del hombre. Brazo que estaba utilizando para alzarme del suelo. ¡Eso sí que no! Ya odiaba sentir que necesitaba su ayuda como para que ahora me cargara como si de una niña se tratara ¿Cuánto hacía de la última vez? Ah..ya ni me acordaba, desde que tenía uso de razón no lo había permitido; por supuesto que esta no iba a ser una situación diferente. En cuanto pude levanté mi cabeza y abrí los ojos del todo. Al principio veía puntitos negros y todavía tenía los oídos algo taponados, señal de que me había entrado demasiada agua, pero eso no me detendría. Había caminado hasta con una daga clavada en el hombro ¡Era mucho más dura que eso!. - Ba-basta.. - susurré pero esta vez me valí de mis preciosas manos para dejarme caer de sus brazos. Vale, aterrice en el suelo porque mis piernas no me aguantaron lo que yo esperaba, pero aún así estaba mucho mejor que en brazos de aquel ser. Mis labios hicieron un pequeño sonido de queja por el golpe principal en la cabeza pero luego se relajaron junto al resto del cuerpo; aprovechándome de la situación acabé de estirarme por completo y puse mis manos sobre mi vientre. Inspirar. Expirar. Inspirar. Expirar. Cerré los ojos y me relajé al máximo posible, ignorando la presencia a mi lado o de lo contrario no habría manera de concentrarme. - A la de una... - las manos fueron hasta la arena, una a cada lado de mi cuero. - A la de dos... - las apreté llegando a hacer puños de manera intermitente. - ¡A la de tres! - de un impulso logré levantar todo mi cuerpo. No iba a salirme todo perfecto por lo que me tambaleé ligeramente, apoyando una mano sobre el pecho de aquel hombre, de nuevo le había necesitado..Gruñí ligeramente para mi misma y en cuanto pude me aparté de él, manteniéndome de pie por mi misma. Abrí los ojos. Parpadeé un par de veces. Todo estaba volviendo a la normalidad. Tras un suspiro.. - Yo estoy bien ¿Lo ves? - bajé la cabeza y con una mano eché mi cabello mojado hacia detrás; cabello que me tapaba parte del rostro. Enseguida volví a mirarle, por primera vez, directamente a los ojos sin flaquear. - ¡Ah! Estos son nuestros hombres de hoy en día. - dí un paso hacia delante, probándome de nuevo. Mis piernas esta vez no me fallaron. - Valientes sin duda ¿Ha? - le dí una mirada fugaz cargada de ironía y seguidamente me dí la vuelta.

Mi gran momento se fue apagando a medida que intentaba caminar. Primero un paso, después otro. Y como intentara ir rápido ya notaba que me desplomaría en el suelo ¡Y no iba a hacerlo frente a ese hombre! No mas demostraciones de debilidad por ese día.. - Monsieur, puede [largarse] marcharse. En vista de que no me va a ayudar - intenté ser cortés por una de las pocas veces que lo intentaba en mi vida, después de todo, me había sacado del agua y a pesar de que odiaba sentirme en apuros hubiese muerto. - Gracias por salvarme y que tenga un buen día. - levanté una de mis manos a modo de saludo/despedida y cerré los ojos junto a un profundo suspiro. Los abrí de nuevo en cuestión de segundos, mirando al mar del que había sido sacada hacía segundos. Muy bien doña valentía ¿ahora como vas a salir de esta?. Mi conciencia nunca me dejaba tranquila.
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Mensaje por Tristan Rêveur Miér Oct 26, 2011 10:44 pm

La sujetó con fuerza y firmemente a pesar de que se encontraba débil; llevarla de ese modo lograba hacerlo sentir que en cualquier momento caería al piso y no, no se debía a que el peso de la joven fuera descomunal o imposible de soportar, de hecho pesaba muy poco, tenia la ligereza de un pluma; se debía más bien al hecho de que Tristán acababa de sufrir una de sus transformaciones la cual había finalizado hacia apenas unas cuantas horas. Era inevitable, cada que Tristán sufría una de esas transformaciones su cuerpo sufría una visible recaída que lo obligaba a que el día siguiente luego de la transformación lo pasara prácticamente todo el día en cama. Solo así era como lograba reponerse a ese descomunal hecho de convertirse en una bestia cada vez que la luna llena hacia acto de aparición. Y todo resultaba tan irónico. Antes de ser mordido, infectado y condenado a ese mal de la licantropía había pasado muchas noches contemplando a la luna, su belleza le había cautivado desde muy pequeño; pero luego de que ese terrible mal lo había contaminado todo era distinto. No odiaba a la luna, más bien le temía, le horrorizaba, desde su primera transformación le llenaba de pánico la sola idea de mirarla; era su enemiga…

Continuó caminando con la muchacha en los brazos quien al principio parecía tranquila pero eso no duraría mucho. La mujer pareció despertar de un trance y empezó a forcejear para impedir que aquello siguiera ocurriendo. Le gritó, le exigió que la bajara a lo que Tristán hizo caso omiso, pero tarde o temprano la loca mujer se salió con la suya. ¡Pero que mujer tan terca! Se escabulló de entre los brazos del licántropo y fue a dar al suelo en medio de un golpe fuerte y sordo que pareció haberle dolido, pero nadie más tenía la culpa que ella misma. Tristán la miró atónito, no podía creer lo que estaba ocurriendo, jamás por su mente habría pasado la idea de que aquella mujer estuviera tan desquiciada ya que minutos antes parecía todo lo contrario. El ceño de Tristán volvió a arrugarse cuando le escuchó decir que todo estaba perfectamente; él hubiese reído por la gracia que la muchacha destilaba en ese terco intento por querer hacer visible que todo estaba en regla. Le observó echarse el cabello hacia atrás, mismo que estaba aun empapado y cuando hizo aquel movimiento lo salpicó con pequeñas gotas en el rostro, mismo que a Tristán no le molestó, pues le resulto refrescante.

- ¿Sabías que estás actuando de una manera sumamente ridícula? Te salvé la vida, ¿recuerdas? – Una de sus cejas de elevó y la curva de su boca pareció desfigurarse en un intento de sonrisa que no tuvo mucho éxito. - Y tú haces un berrinche por una insignificante cadena. - Le dirigió una ultima mirada y luego la desvío para empezar a sacudir su ropa que estaba cubierta de arena, mientras lo hacia empezó a caminar pasando por enfrente de la muchacha y se giró sólo para añadir una última cosa antes de marcharse. – Si eso no te parece valiente, entonces creo que tenemos un concepto de tal cosa totalmente dist… - Su frase quedó inconclusa, no supo muy bien el motivo pero su vista se torno borrosa durante unos instantes, todo se puso negro y cuando menos lo espero estaba tirado de rodillas sobre la arena, jadeando a causa de un dolor punzante en su estómago. Se mantuvo inmóvil, esperando que aquello pasara y pudiera nuevamente volver a incorporarse y cuando sintió que podía intentarlo movió sus piernas para ponerse de pie pero volvió a caer al piso, nuevamente sobre sus rodillas. Su corazón latía a mil por hora. – Oye…de verdad necesito ir a tu casa... – No pedía aquello por gusto, si no por necesidad; si se ponía de pie volvería a caer o quizás podría caminar un tramo, pero seguramente caería nuevamente, definitivamente necesitaba un descanso, algo de reposo.


Off: Nuevamente me disculpo por la tardanza.
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