Quiero hacerte gritar... [con Katerina]

por **Claire Quartermane** Sáb Jun 12, 2010 1:22 am

Aburrida, tediosa, no había otra forma de describir aquella noche. Cantaba sentada sobre el piano sin mucho ánimo. Por algún motivo ese día no habían muchos clientes, estaba el par de molestosos de siempre, otros que iban a ahogar sus penas en alcohol y varios de aquellos de piel muy pálida, que le pedían otras cosas además de sexo. A veces, esos eran sus favoritos, sólo dejaban dos marcas en lugares no muy visibles y pagaban el doble que el resto. Todo un buen negocio si considerabas que el tiempo lo era todo en la profesión más antigua del mundo.

Bajó del piano siguiendo con la canción, se movía felinamente sobre el escenario de madera. Sus piernas parecían eternas y su ropa dejaba poco a la imaginación, como siempre, lucía como la cortesana más cara y respetada de París, sólo una persona la igualaba y esa era su gemela, que bailaba un poco más allá. La miró de reojo conversar con alguien más y siguió en lo suyo. Una figura grácil, hermosa la llamaba con un dedo, sin pensarlo hizo caso a esa petición, se acercó y sonrió como lo hacía con todos sus clientes.

Cada día esperaba a uno de ellos, si bien tenía su favorito, no se quejaba mucho si venía otro con la misma intención. Anhelaba conseguir dos puntos en su entrepierna, esas pequeñas marcas le pagarían una joya nueva o algún otro capricho similar. El trato era siempre simple, te dejo beber, tu me dejas vivir y no muy debil, la mordida sólo en zonas donde tapara la ropa y el pago, el doble de lo normal, si querías otro tipo de servicio, se pagaba aparte y debías esperar a que se recuperara un poco. Nada de exigencias extrañas, ideas nuevas, aquí las reglas la ponía la cortesana, o ¿Cómo crees que llegó a ser la más solicitada de París?. Arregló su pelo de manera que dejara el cuello al descubierto, eso seguro llamaría la atención. - ¿Se le ofrece algo en particular? - preguntó apenas deshaciendo la sonrisa de su cara, alzando el mentón para dejar aún más visible sus pechos.

por Invitado Sáb Jun 12, 2010 6:35 am

Un burdel era el lugar donde las mujeres tenían sexo a cambio de dinero. Pero sabía que en París esas cortesanas no sólo movían dinero, también alimento. Eran carne fresca de la cual alimentarse de vez en cuando y que, si pagabas bien, no contarían tu secreto.
Yo no necesitaba ir a ningún burdel, ya que yo podía tener a todo hombre y mujer que me plazca pero, de vez en cuando, era bueno que todo se te sirviese en bandeja de plata. Sexo y comida. Y, si el precio era demasiado alto, simplemente debía matar a la cortesana...
...aunque éso no pensaba hacerlo. Un cadáver siempre traía problemas.

Me había vestido para la ocasión con un corsé que ascendía desde mi cintura hasta mis pechos, aplastando éstos para conformar el cuerpo de un hombre. ¿Una mujer entrando a un burdel y con aires de realeza? No daba el pego como prostituta. No vestía como ellas ni andaba como ellas, y si una mujer iba a un burdel y no era trabajadora es que algo escondía. Y en esta época el lesbianismo era más peligroso que la brujería.
Mi corsé me asfixiaba, pero valía la pena. Ya en el cuarto me desharía de él. Sobre ésta molesta prenda llevaba una camiseta negra abierta, con dos cordeles bajando de mi cuello y con botones através de todo el centro de mi cuerpo. Mi pelo estaba recogido sobre un bombín que pasaría como unisex y unos pantalones de marinero me escondían las piernas femeninas y perpetuas que me caracterizaban. Mis calzado era el de un hombre que dormía en mi pequeña prisión personal.

Entré al burdel vestida cual caballero. Un par de mujeres observaron mi rostro y juraría que me llamaban, pero las ignoré. Me senté y tomé una copa de vino observando el sensual movimiento de una hermosa jóven. El apetito se iba despertando y finalmente la llamé con mi dedo índice. Ésta se acercó, dejando ver su cuello lechoso y perfecto. Me mordí el labio inferior por dentro y me incliné. Mi voz salió felina, sensual, femenina... como el ronroneo de una gata en celo.

-Deseo ir a un reservado. Allí le comentaré lo que deseo hacer. Aunque seguro que ya se hace una ligera idea.

Mi mirada carmesí brillo ante el fuego de los candelabros de la mesa. Me levanté de la silla, dejando la copa a la mitad, y alargué mi mano para que bajase del escenario y me llevase.

por **Claire Quartermane** Sáb Jun 12, 2010 6:05 pm

Sólo pudo asentir a su petición. No tenía ganas de explicarle nuevamente a alguien que en este juego era ella quien ponía las reglas. Así que la guió hasta una habitación que no era la suya, esta era más fría, impersonal, todo limpio y ordenado pero finalmente cumplía con su objetivo. Entró y esperó que el ‘señor’ estuviera adentro para juntar la puerta. Con los clientes no regulares no cometía el error de cerrar completamente, había visto muchos casos con desenlace trágico como para caer en lo mismo.

Había reconocido lo extraño de su voz, después de conocer tantos hombres podía distinguir como eran con sólo escucharlos o mirar como caminaban y éste no tenía mucho de lo que había visto. Sin duda era un ser especial, quizás hasta perteneciente a una raza distinta. Como él… pensó recordando al hombre que le quitaba el sueño, al único que había amado y amaba en su vida. Se quitó el chal que cubría sus hombros y se giró para enfrentarlo.

-¿El Señor que desea?- dijo buscando una cinta con la que se ató el pelo dejando su cuello a la vista. Era sólo tentación, aquel sector de su cuerpo no tenía marcas y no las tendría tampoco. Lo que aquella persona quería hacer con ella. – Nada de cuello, abdomen, brazos o piernas, sólo lugares que pueda tapar con ropa y la tarifa es el doble – dijo quitándose todo y quedando apenas tapada por dos mínimas piezas de ropa interior.

por Invitado Sáb Jun 12, 2010 7:17 pm

Seguí sus pasos con mis caminares felinos y perfectos. Intentaba mostrar algo de masculinidad pero simplemente no me salía. Por eso mismo me di prisa en ingresar a esa habitación. Tan fría como mi piel. Estaba limpia, rezumaba cuidado y netedad. El centro estaba adornado con una cama redonda, a sus espaldas se encontraba una pequeña barra de bar con algunas bebidas y, encima de la cama, reposaba un espejo. El suelo estaba emoquetado de un material parecido al pelo de un tono rojo pasión. Las paredes estaban pintadas del mismo color pero con detalles negros. A cada lado de la habitación habían dos candelabros sujetos a la pared con siete velas cada uno. En las dos mesitas de noche que descansaban a cada lado de la cama se encontraban cuatro velas rojas aromáticas y al lado de la entrada, sobre dos cómodas, había un candelabro en cada una con tres velas.
La habitación creaba sombras deformes por culpa de las llamas que se movían, como practicando una danza erótica.
Miré a la cortesada al tiempo que me iba desabotonando la camisa. Agarré también el cordón del corsé cuando lo acaricié con mis dedos y al mismo tiempo que lo estiraba con una mano con la otra me desabrochaba del todo la camisa. Ambas prendas cayeron casi a la vez al suelo, con un sonido seco. La cortesana me miraba y yo ya me encontraba desnuda de cintura para arriba delante de ella. Me deshice del sombrero y dejé libre mi hermosa melena, que cayó en cascada por detrás de mi nuca.

-Es usted muy valiente. Introducirse en una habitación con una criatura que podría matarla en menos de dos segundos... La admiro.

Murmuré sonriente mientras me sentaba en la cama. Mis pechos estaban doloridos por la presión del corsé. La miré desde mi posición y asentí.

-El doble me parece bien. Siempre y cuando no tenga reparos de contentar a una dama.

Amplié mi sonrisa y alcé ambas cejas, impaciente por su reacción y por saber si se quedaría o se iría.

por **Claire Quartermane** Mar Jun 15, 2010 12:47 am

Le dio la espalda, sólo por los sonidos supo que se había desprendido de la ropa. Una sonrisa se formó en su rostro, sabía que esa noche obtendría un buen momento además de una buena cantidad de dinero por hacer algo entretenido. En un par de minutos se quitó lo poco que quedaba sobre su cuerpo, estaba tan acostumbrada a estar desnuda que la sensación de ser vista sólo le producía placer.

Se giró y la enfrentó con una sonrisa de satisfacción. Le encantaba que sus clientes creyeran que ella era como cualquier primeriza o peor aún, como aquellas que decían trabajar en eso sólo por necesitar el dinero. - ¿Cree usted señorita que es mi primera vez con una vampira? – Se atrevió a decir la palabra que designaba a los de su especie, los conocía bien, más que bien si vamos al caso. Fue hasta la cama donde pudo observarla con mayor detención, ahora no tenía dudas, sería un pago bien disfrutado. – De todas formas, gracias. Pero no creo ser digna de admiración por mi intrepidez. –

Le tocó la mejilla con un dedo y fue bajando de a poco hasta llegar a su clavícula, empujó levemente a fin de que ella se tendiera en la cama, puso una pierna a cada lado de su cadera. – Mi sangre y su placer se pagan por separado, pero creo que está dispuesta a eso – Siguió bajando con la mano hasta toca la punta de uno de sus pechos, sonrió al sentir su fría piel, sabía que no tardaría en entrar en calor. Sólo se detuvo un par de segundos, su destino estaba más abajo, escondido en unos pantalones que no demoraría mucho en quitar. La miró a los ojos, expectante, no a todos les gustaba que fuera la cortesana quien tomara las riendas, pero de seguro una mujer que se atrevía a entrar a un burdel vestida de hombre en busca de alimento y sexo, lo valoraría.

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