Yo te daré.....un soplo de muerte [Chloé Lampagne]

El dolor. El agonizante dolor. Ahora ya no era en el cuello, donde hacía minutos le habían clavado los colmillos, ahora era un dolor aumentado y transportado a cada fibra de su ser, a cada rincón de células disponible en su cuerpo. Se retorció en su cama, intentando no gritar pues era un consumo de energía en vano. La muerte estaba cerca, lo podía sentir. Su sangre ardía por dentro de sus venas, sin cesar su recorrido, quemando en todo su cuerpo. Soltó el aire que tenía acumulado y allí, todo terminó.

Despertó, como si nada hubiese pasado. El dolor desapareció por completo, su cuello no tenía marcas. Gritó, confundida, llevándose las manos a la cabeza, pensando en que todo había sido una pesadilla. Pero estaba equivocada. Observó sus sábanas con terror en los ojos, pues estaban manchadas de sangre. Algo había ocurrido. Se sentía de manera extraña, pero no le prestó atención, pues importaban otras cosas...

Un aroma exquisito se deslizaba por el pasillo, y en las habitaciones. Con miedo, se dirigió al cuarto de su hermano, para encontrarlo cubierto de sangre e inmóvil. Ahogó un grito, tapándose la boca, y echó a correr al cuarto de sus padres, quienes parecían dormir tranquilamente. Sus ojos se llenaron de lágrimas de la desesperación, y un nudo en su garganta se hizo presente, sin tener intensiones de desaparecer.

- Mamá, ¡mamá! - dijo su voz en un murmullo, desesperada, sacudiendo su cuerpo sin vida. Luego se percató que, detrás de ella, un charco de sangre yacía evidenciando la muerte de ellos también. Tomó aire con dificultad, dejando escapar las lágrimas que peleaban contra ella. Habían muerto, habían muerto todos. - "Es una pesadilla" - sus manos tapaban su boca de forma que no pudiese gritar, y sin embargo, el nudo apretó más fuerte, dejándola con la reciente desdicha, y la confusión del momento. Se arrodilló a los pies de la cama matrimonial, dejando sus lágrimas allí marcadas para siempre. - "¿Quién hizo esto? ¿Quién? ¿Porqué?" - su mente no daba tregua a sus preguntas. Por primera vez en su vida, se sentía completamente sola y abandonada, y nada cambiaría ese sentimiento. - ¿Qué pasó, madre? ¿Quién decidió la muerte de nuestra familia? - le dijo en un murmullo entrecortado por las lágrimas al cadáver de su madre, perdiendo la cabeza.

Desenfrenada, bajó al living de su hogar, limpiando las lágrimas y respirando agitadamente, tomándose de la cabeza y repitiéndose de que era un sueño, una muy mala pesadilla, y que despertaría en cualquier momento. Fue entonces cuando se sobresaltó al ver una figura sentada frente a la puerta que daba a la calle, serena. Entonces se encaminó hacia él con intensiones de degollarlo, de lastimarlo, aunque sabía que su frágil cuerpo no podría contra él. Sus ojos desbordaron locura, y las lágrimas seguían saliendo.

Él le habló con suma tranquilidad y frialdad. Era algo que no lograba entender, de que estaba hablando, no le interesaba, no quería saber quien era, que hacía allí. ¿Porqué hablaba tan tranquilo? Acababa de matar a su familia, y sin embargo seguía allí, esperando algo. No escuchó lo que decía, simplemente necesitaba una respuesta.

- ¿Porqué lo hizo? - se escuchó en un murmullo, sabiendo que, si obtenía respuesta, sabía que no sería suficiente. Sabía que no volvería a ver a su familia. De ese momento en adelante, estaba sola.

Su mundo había cambiado en pocos minutos. Las lágrimas seguían fluyendo de sus ojos sin parar, y no lograba comprender las palabras de aquel extraño. No podía, no las asimilaba. Todo era distinto: las habitaciones, las luces, la oscuridad, los olores. Él la rodeó por la cintura, y a pesar de que luchó en su contra, desesperada, no logró soltarse.

¿No ver más el sol? ¿No comer? ¿Ni beber? ¿Qué clase de vida era esa? ¿En qué se había convertido? ¿Qué había pasado? Era todo un sueño, un mal sueño. Volvió a llevarse la mano a la nuca, donde anteriormente había una herida. Ahora no sintió más que su piel lisa e intacta. - "Es un sueño" - pensó, aun sollozando, dejando caer las gotas de sus ojos sin restricciones. Era una broma, de las pesadas. Él le hizo probar su sangre, y ella la escupió, rebelde. ¿Sangre? No pudo evitar sorprenderse de lo bien que olía, su casa olía a ese manjar prohibido que jamás en su vida había probado.

- ...debes esconder esos colmillos tuyos recién salidos... - Sus dedos tocaron su dentadura, de la cual se sorprendió al encontrar algo nuevo, recién instalado. Le corrió la mano, violentamente, y se los tocó. Colmillos, puntiagudos y filosos colmillos. ¿Se había convertido en un monstruo? Más lágrimas, más dolor de garganta por el nudo que apretaba fuertemente y no soltaba.

Él siguió hablando. ¿En qué mundo vivía? ¿Lobos? ¿Cambiaformas? ¿Qué era todo eso? Se mordió el labio, confundida, y sin querer se lastimó, sintiendo como la sangre corrió por su mentón rápidamente. Se limpió rápidamente, mientras miraba con odio a su tutor. ¿Primera caza? ¿Acaso...? - "¿Voy a matar a alguien? - Negó con la cabeza, asustada, espantada por la idea. Él se levantó, y lo siguió con la mirada. Todo iba demasiado rápido. ¿Porqué...? ¿Porqué había hecho semejante atrocidad? Prefería haber muerto a vivir... - "¿Vivir?" -. No lograba entender, no lo lograba. Miró hacia la esquina de la habitación, negándose completamente a la invitación, a pesar de que sus instintos gritaban lo contrario. No podía dejar de llorar.

Era tan difícil entender la situación en la que se había metido. Le resultaba casi imposible digerirla, imposible tocar la realidad. Evidentemente con terquedad no ganaría nada. Él era más fuerte, y él sabía, si deseaba "vivir", debía escucharlo. Sabía que estaba atada a muerte a aquel monstruo. Entonces él se acercó y jaló de ella, a pesar de que se resistió, llevándola fuera de su casa, y saltando de manera sobrenatural, lo cual a ese punto ya no le sorprendía.

¿Acostumbrarse a matar? ¿Era una broma? Lo miró con ira en los ojos, su corazón latía arrepentido, si quedaba algo de él. Quería besar el cuerpo ensangrentado de su madre, prometiendole que volvería a la vida. Falsas esperanzas recorrían su mente sin encontrar algo que le dijese que estaba equivocada. Seguían avanzando a velocidades descomunales, pero su cabeza estaba en otra dimensión, una más triste y surrealista.

- Listo, sera él - miró hacia donde apuntaba, un señor de más de 45 años, muy concentrado en su labor por cortar leña. Sus ojos se llenaron de lágrimas ante las indicaciones, pero sus colmillos aclamaban por algún manjar, y su palpitar se oía a kilómetros de distancia. Incluso en la oscuridad, podía ver el relieve de sus venas en todo el cuerpo. Por algún motivo desconocido, intentó abalanzarse sobre él de inmediato, pero un par de brazos se interponían en su camino.

No oía más que los latidos de su corazón, incluso el correr de la sangre. Se le había nublado la vista, solo podía imaginar su objetivo. Sus sentidos se amplificaron, al igual que su sed. Un ardor en su garganta aclamó que actuara rápido, y entonces eso hizo a penas los brazos la liberaros. Sus piernas avanzaron solas hasta su comida, y como si estuviera acostumbrada, sus colmillos se clavaron en la carne ajena, tensa y luchando por liberarse. Cerró los ojos al sentir como la calidez de aquel líquido llegaba hasta la punta de sus dedos, llenándola de placer y gozo. Succionó con ganas y fuerza, a penas sosteniendo a su presa para que no se escapara. El latido de su corazón se sincronizaba con sus labios, en una experiencia completamente nueva y satisfactoria.