De generación en generación [Ayris C. Richards]

por Invitado Miér Jul 13, 2011 3:36 pm

Una cosa es tener un aprendiz, es normal, común para un brujo enseñarle a otros todo lo que sabe, para que su conocimiento pase de generación a generación.
Eso me lo enseño mi maestra, o al menos así se refirieron a ella recientemente. Aprendí de ella todo lo que sé. Sus libros me instruyeron secretos que no han salido de mi boca, como la búsqueda de la espada excalibur o los gemelos fundadores de la inquisición. Nadie sabe eso, sólo yo, quisiera que se quedara así.

Ya viene siendo tarde, pronto el sol se terminaría de ocultar a la lejanía y tendría que ir a encender la luces en la tienda, por el momento estoy disfrutando del exterior. Los últimos clientes se fueron hace unos momentos y yo me quede afuera, con mis manos en los bolsillos de los pantalones negros y mi camisa, sin remangar, ocultando mis tatuajes mágicos.

-Sera una noche tranquila no creo que pase nada interesante hoy.

Es chistoso, la mayoría de las veces, tengo alguna extraña premonición por la mañana y me lleva a esperar lo inesperado. Aunque este poder no lo domino para nada, de alguna manera se ha convertido en mi sentido de peligro y me a quitado muchas sorpresas de la vida. Me ha adelantado los bellos rostros de gitanas y me ha arrebatado finales de aventuras que no quería que acabaran aun. Es un poder algo quisquilloso, parece que tiene personalidad propia y se esmera por hacerme la vida imposible.
Este día no se activo para nada, eso quiere decir que no habrá algo interesante, ninguna sorpresa, o tal vez todo lo opuesto.

Veo pasar a una chica hermosa, al instante la atracción en mi corazón sale a flote y siento que la razón se trata de escapar, a la que agarro de inmediato y la regreso a su lugar. La chica pasa justo a mi lado, no puedo evitar hablar a sentirla tan cerca.

-Encandilamiento-digo sonriendo.

Cuando le hablo siento sus sentimientos, por lo que no es una vampiresa o alguna criatura nocturna, si no, no podría sentir sus emociones.

-Tal vez le gustaría pasar por mi tienda esta noche, si no tiene prisa por salir a ningún lado- le digo sonriente, mientras concentro algo de mis fuerzas a suprimir sensaciones que causan que el encandilamiento haga efecto.

por **Ayris C. Richards** Vie Jul 22, 2011 10:14 am

Indudablemente, estaba anocheciendo. El cielo alcanzaba un tono oscuro, una línea difusa en torno al negro; miles de estrellas brillaban, con un resplandor casi dañino, pero no me importaba, desde siempre me habían gustado las estrellas, las constelaciones y todo lo que tuviera que ver con la Astronomía. Esa misma tarde, me la había pasado en casa, sin nada que hacer, sola. No tenía ni idea de donde se hallaba Stafany, me había dicho que no me preocupara, que estaría por allí y por allá con algunos amigos, pensé en ofrecerme a acompañarla, pero quedaría mal incorporarme en un grupo del cual solo conocía a una persona, y esa persona no me había ofrecido a acompañarla; de modo que me senté en la sillita del piano y empecé a tocar melodías que me pasaban por la cabeza. Notas sueltas que al final de tono creaban música, música que luego debería enseñarle a mi prima, o quizás a la corte. Finalmente me lo pensé bien, y decidí mantener mi talento por la música tanto como el ser bruja, a todos. No tenía planeado decírselo a nadie, pero ahí estaba. Lo sabían únicamente dos personas, restándome a mí. Yunuete, a alguien a quien acababa de conocer pero no me juzgaba, y mi padre, pero él estaba muerto, así que supuse que no contaba.

Decidí salir de casa un rato, de modo que cogí a Luz de Luna, y cabalgué hasta el pueblo, donde seguramente se extrañarían al ver a una joven de apenas veinte años, a lomos de un caballo negro, dominándolo como si fuera un fiel compañero, al fin y al cabo, así era. Pero para que no sucediera eso, dejé a Luna en los establos de un ex compañero que trabajaba en el teatro, donde había estado una temporada hasta decidir lo que querría hacer respecto a mi título como condesa. Ya había anochecido, y el final del día no había sido como yo esperaba. Estar todo el día encerrada en casa era un verdadero aburrimiento. Me había vestido con un delicado vestidito de media pierna de color blanco, era muy suave, y de mi madre, por eso me gustaba; me había llegado, junto con algunas otras cosas especiales, en un baúl. No había remitente, solo ponía el destinatario y una pequeña nota que decía "de tu madre, siempre quiso que lo tuvieras". La letra apenas era reconocible para mí. Era elegante, sin llegar a ser empalagosa. Le resté importancia a aquel suceso, y me dije que si el remitente quería conocerme, lo haría más adelante.

Me dirigí por la zona comercial, a esas horas no abundaba demasiada gente por ahí. Quizás algunos mendigos, un par de vampiros, y gente como yo, sin nada que hacer. Pasé junto a algunas tiendas, frotándome los brazos, los cuales estaban más fríos de lo normal, pero apenas me preocupé. “Encandilamiento”. Di un pequeño saltito al oír aquello, e inmediatamente miré al hombre que lo había dicho, asombrada, mirándolo con sorpresa. Las siguientes palabras me hicieron dudar. La verdad, no tenía prisa para ir a ningún lado, es más, había salido porque no tenía que ir a ningún lado. Miré al hombre a los ojos y enseguida me di cuenta. Miré a ambos lados y asentí. — Por supuesto — le dije finalmente, y sin dudar de su sonrisa. Entré junto a él, en lo que supuse que era su propia tienda. Quizás por eso me había invitado con tanta seguridad, él se había dado cuenta de lo que era. Intenté buscar dentro de mi cabeza, el botón de “apagar” el encandilamiento que tenía siempre extendido, para mi propia seguridad, pero no pude. Supuse que aquel hombre sabría cómo lo podía hacer, y instintivamente, le devolví la sonrisa que segundos antes me había mostrado. — A propósito — repuse antes que nada —, soy Ayris Richards, pero tutéeme y llámeme Ayris, por favor—. Me salté todo el rollo de ser condesa, no encontré apropiado sacarlo a relucir en aquel preciso instante, en el que no sabía ni su nombre.

por Invitado Lun Jul 25, 2011 12:44 pm

-Ayris, lindo nombre-hago una reverencia levemente y sonriendo- Yo soy Rayner Andrews- y agrego susurrando-un brujo como tu.

No me molesta tutear a la gente, pero no estoy acostumbrado a hacerlo. La ciudad nos da ciertos modales y estos, como los rostros de las señoritas, son difíciles de olvidar

-Las habilidades son difíciles de apagar, o encender. Llevo toda una vida tratando de controlar algunas de ellas, pero como todo, a veces tenemos límites que van con nuestra edad, los años nos dan más habilidades, mas a los que somos algo especiales, en lugar de luchar eternamente por superarlos, hay que aprender a darles la vuelta, si prefieres verlo así.

La chica se me hace familiar, tal vez una mujer de alta sociedad, nunca pasan desapercibidas y suelen ser la punta de la montaña entre los chismes de la gente, mas entre la alta sociedad. Algunas de las cosas que me molestan de mi nuevo estatus económico, es eso, el hecho que tengo que cuidar a donde voy, que como, con quien, donde me meto. La ultima vez vi un par de señoras susurrando cuando le hice una visita al burdel a Mircalla, no me molesta que me vean, pero necesitan una vida.

-Bien, jovencita, tal vez podría aprender a controlarlo, si es que no sabe hacerlo, claro está, puedo estar mal yo.

Sus emociones son muy tranquilas, casi como si el mundo a su alrededor fuera una música de arpa, interesante, no hay muchos corazones así pasando en la ciudad. Todos solemos estar asustados, corriendo de algo o corriendo hacia alguien. Podremos estar locos, como ya he pensado todos lo estamos, pero esta chica, tiene algo tierno.
Sonrío ante mis pensamientos, el encandilamiento suele hacer que los mismos pensamientos se dirigen hacia la atracción, así que sólo expiro y siento como el embrujo sale de mí suavemente.

-Es un bello día, seguramente ya lo debe de haber notado, tal vez se disfrute mas con un té en mano. ¿No le parece?

por **Ayris C. Richards** Vie Ago 05, 2011 4:58 am

— Muchas gracias — sonreí con sinceridad —, encantada de conocerte — miré a nuestro alrededor al escucharle decir la palabra prohibida para mí; aquella que empezaba por B y acababa por A y O según el género. Por lo menos había hecho lo que yo le había pedido, que me tuteara, ya que a mí no me gustaban las formalidades, y si iba a pasar el rato con él, mejor sería eso. El tono de sus palabras me decía que aquella no era la primera vez que hablaba del tema con alguien, hablaba seguro y con confianza. Asentí, comprendiendo lo que intentaba explicarme. Aquello era normal, debido a que yo iba con mis poderes perfectamente visibles para cualquier brujo o persona que supiera acerca de ello.

Sonreí ante su proposición, aunque tuve que pensar cuál sería la respuesta a esa pregunta. Por una parte, me moría de ganas de controlar mis poderes, saberlos utilizar, aprender de mis errores y fortalecerme con ellos. Y por otra estaba el tema del Imperivm, ¿Qué pensarían si se enteraban de lo que estaba haciendo? ¿Se percatarían de que yo era una bruja? Pero, yo no era mala, no era las típicas brujas de cuento, que tienen una verruga en la nariz, el pelo mugriento, visten de harapos, tienen un gato, vuelan con escoba y preparan pócimas para convertirte en sapo. A parte de que no sabía hacer todo eso, ni siquiera tenía la cruel intención de hacerlo. Por aquel entonces yo solo trataba de entender el mundo, nuestra función aquí. Así que me armé de valor y lo miré a los ojos, en busca de sentirme segura con la respuesta, y esperando no equivocarme. No estaba nerviosa, por supuesto, yo nunca lo estaba. Es más, respiraba y observaba con tranquilidad los sucesos a mi alrededor. — Por supuesto — contesté finalmente con decisión.

Después de dar respuesta definitiva, me relajé aún más, y escuché el comentario de Rayner, que me comentaba lo bonito que estaba el día. El cielo estaba oscuro y no hacía calor. La humedad era escasa y las vistas eran buenas, así que sí. Podría decirse que hacía un bonito día, o en otro caso, una bonita noche. Tranquila y no muy ajetreada. — Aceptaría un té de buena gana, siempre y cuando no contenga bergamota; una planta a la cual tengo una alergia horrible y duradera — sonreí de nuevo, mostrando unos pequeños hoyuelos a cada lado de mi rostro, que me salían desde pequeñita, allí donde mi padre presionaba su dedo y me decía lo hermosa que era. El recuerdo de mi padre me hizo entristecer, aun manteniendo la sonrisa, pero seguí a lo mío, dejé la mente en blanco, y continué charlando con Rayner.

por Invitado Mar Ago 09, 2011 3:23 pm

No pensé que entendería así, parece que ha comprendido que me ofrecí como un maestro, bien que los brujos deben de tener siempre un aprendiz. Como ya había pensado antes esta tarde, es una costumbre que se sigue por siglos.

-Ayris, sería un placer ser considerado tu maestro. Sin embargo ¿Cómo se de que eres capaz? ¿o si no era una diferente a mi? No puedo hablar mucho así, será mejor que entremos.

Apunto a la puerta, que en algún momento de la conversación se abrió por sí misma, dentro, en el centro del establecimiento hay una pequeña mesa decorada con mantel y dos sillas, una tetera y dos tazas. Lo cierto es que mientras hablaba con la muchacha, estaba moviendo los dedos en mi espalda, dándole las ordenes a los muebles. La mesa caminó al centro del lugar, las sillas la siguieron con un mantel sobre una de ellas, la misma lo dejo estirado sobre el mueble central y la tetera y tazas pasaron de mesa en mesa hasta la del centro.

El resto del lugar se hizo un lado, la mesa grande en la que suelo dejar algunas de las plantas y las sillas para la gente que espera su turno para pagar, están en una esquina del lugar.
Los candelabros, con sus fuegos bien cubiertos con cristal, se encienden de golpe al momento que yo miro hacia adentro.

-Debe de disculpar el desorden, no esperaba visita-digo con sarcasmo-No es fácil hechizar una tienda, algunos creen que les ordeno a las cosas que hacer, pero lo cierto es que están hechizadas para obedecerme, yo solo digo que se muevan-le digo sonriendo.

Camino hacia la puerta y estiro mi mano hacia la señorita, invitándole a pasar a tomar ese te, que ya le he ofrecido hace un poco.

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