No,No,No,No..¡Llego Tarde! [Priv]

Tic-Tac. Tic-Tac. Sonaba el reloj de la sala, como siempre. Pero esta ve retumbaba en mis oídos como si se tratara del reloj más grande del mundo. El lugar estaba prácticamente vacío ¿sería por eso que no paraba de escucharlo con atención? Cada segundo que escuchaba pasaba en mi mente lento, muy lento. Y uno. Y dos..así continuamente. Una y otra ve. Y cada minuto avanaba como si en lugar de ser eso se trataran de horas ¡Me estaba volviendo loca! Dios bendito ¿Y todo porque? Pues por culpa de el mugroso de mi jefe, sí. ¿Por qué no podía tener a la buena de la madame en lugar de al gordo barrigudo y viejo? Vale que tan buena como la pintaba no era, había visto tratar no demasiado bien a algunas de sus "empleadas" ¡Pero conmigo si lo había sido! Después de todo, yo no trabajaba para ella y servia para calmar a las muchachas después de sus trabajos. Darles conversación, aunque era parte de mi trabajo, también lo hacía por gusto.

Ya llevaba más de dos años en aquel lugar, conocía casi perfectamente -por no decir del todo- a cada una de las chicas que, cada noche, se me sentaban a pedirme bebidas variadas. Algunas animadas y otras no tanto. Cada día, al mismo tiempo de monótono también era distinto. Veía las mismas caras pero no con las mismas expresiones ni con los mismos comentarios, para nada, todo era sumamente variado en aquel lugar. Tanto como en el orfanato. A decir verdad, no podía quejarme de tener una vida monótona y eso me gustaba. Mucho. En el orfanato de Roma, por el contrario, si que había sido muy monótono todo mi tiempo. Acababa haciendo siempre lo mismo y raramente entraban nuevos chicos en el lugar, no era un sitio tan grande como el de París que acogían hasta ayudante. Allí, en el barrio dónde estaba, todo el mundo se conocía. Si un caso, eran los propios vecinos los que ayudaban en el centro o bien los jefes se bastaban solos.

En cualquier caso ¡No debo distraerme! Todo esto ha surgido porque mi mugroso jefe me hizo quedarme más tiempo del que debía en la cantina ¿Por qué? Pues porque se le pegó la gana y claro, él era el que me pagaba así que no podía siquiera abrir la boca para respirar en contra de sus decisiones. Menos mal que no era su tipo o habría perdido el trabajo hacia ya tiempo, porque necesitaria el dinero si, pero si quería venderme ya le diría a la madame que me contratara que seguro me encontraba hombres mucho mejores que el gordo ese.

Miré el reloj de reojo. Pasan die minutos de las doce...¡Ay! ¿Dónde estaría Chris? Habíamos quedado a las once y media en nuestro restaurante favorito del centro, para charlar un rato como solíamos hacer. Con la faena -precisamente como la de ese día- no nos habíamos visto en un tiempo. Y yo, tonta de mi, que pensaba que un día podría escabullirme a las once que era mi hora real de salir. Suspiré, limpiando una vajilla que por pura tonteria se me resbaló cayendo al suelo. El estruendo hio que cerrara los ojos reflejando una mueca de dolor en mi rostro - ¡Lisbeth! Ten más cuidado o te rebajaré lo que rompas del sueldo - precisamente, porque sabía que los gritos vendrían a continuación ¿Es que no tenía otra cosa que hacer a part de vigilarme? ¡Con qué gusto le mandaría al mismisimo cuerno! - Sí señor, lo siento - pero mi frase no pudo sonar más contraria a los gritos de mi interior. Sumisa y arrepentida. Odiaba tener que ser tan falsa más realmente necesitaba aquel trabajo y mientras él no me tocara, podría soportar aquel tipo de situaciones. Total, tampoco significaban tanto.

Me agaché para recoger los cristales que se rompieron de la vajilla junto a un bufido. Ahora que no estaba ese "monstruo" cerca podía quejarme para mi misma con más libertad. Y esque ¿Cómo esperaba que trabajarse bien cuando llevaba casi un mes haciendo una hora de más? Casi era capaz de romperle los platos a proposito si no fuese por la amenaza de la rebaja de sueldo. Y eso no me convenía para nada. Sí, también es cierto que los del orfanato solo me hacían pagar una pequeña cantidad por la estancia, ya que la otra la pagaba con mi trabajo de ayuda a los niños. Pero tenía que alimentarme, comprarme mis cosas. No me gustaba vivir de los demás. Lo odiaba. Me gustaba ser independiente y si siempre lo había sido ahora la cosa no cambiaría. Desde que mis padres murieron -y de eso ya hace un buen trecho- había aprendido que las cosas en la vida hay que ganarselas y que, precisamente, esta vida era muy corta. También tenía que procurar disfrutar de mis momentos libres. Y eso me hizo recordar a Chris. Volví a maldecir.

Tiré los trozos de cristal a la basura, con furia, cortandome así la palma de la mano con uno de ellos. Sinceramente ni me importaba porque estaba acostumbrada a aquel tipo de cosas en el trabajo, eran los efectos secundarios de andar todo el día con cosas frágiles. En cualquier caso. Mis manos eran ásperas y teniendo en cuenta la cicatriz que recorría mi espalda las de mis manos por andar en trabajos de campo, labores duras, no podían ni compararse. En resumen, que me la repampimflaban.

Y mientras estaba yo en otro mundo alguien me dió un susto de muerte al taparme los ojos de aquella manera. Casí di un salto que pudo haber acabado con mi cuerpo y el de mi "agresor" en el suelo pero supe mantenerme quieta. Al principio, si que pensé que era algún agresor viejo borracho que acababa de ser rechazado por alguna cortesana y ahora venía a ver lo que ondaba por otros lugares -cosa que a veces pasaba- pero la calidez con la que me sujeto y sus palabras, ya me hicieron sentirme mucho más tranquila. Me arrancó una total sonrisa, de lado a lado, incluso antes de girarme para mirarlo. Cuando lo ví, mis ojos resplandecieron de alegría ¿Cómo no me había dado cuenta de su presencia? Siempre le notaba pues su aroma era inconfundible. Pero el asqueroso de mi jefe me había echo tener una batalla mental que me mantuvo alejada de mi alrededor - Chris Chris Chriiiis! - grité y estuve apunto de tirarmele encima, pero me contuve y únicamente le eché los brazos al cuello. Abrazandolo con toda la fuerza que disponía en ese momento - Qué contenta estoy de verte - apreté mis labios junto a mis ojos que mantuve cerrados, pegando mi rostro contra su pecho. Oh si, y tanto que era él. Calido y fuerte. Ese muchachote que hacia ya tanto que no veía. Y cuanto lo había extrañado.

Pero entonces recordé nuestra cita e inmediatamente me separé - ¡Espera! ¿Qué haces aquí? ¡Siento mucho no haber aparecido! Mi jefe me tiene secuestrada, ojalá no te lo hayas topado - me acerqué hasta su oido -...es sumamente desagradable.. - susurré pues era algo que no convenía decirlo a los cuatro vientos. Como tuviera la mala pata de que apareciera me podía buscar mi propia ruina, porque si algo era ese viejo a parte de verde es pomposo. Encima se creía el mejor de todos cuando las cortesanas únicamente le iban detrás por su dinero. ¡Tan patético!

- Pero, demonios, estoy feliz de que hayas venido - al separarme alzé el rostro para mirarle al suyo fijamente y sin haber quitado mi sonrisa de cabo a rabo en ningún momento. Pude notar que mi corazón palpitaba con bastante fuerza y mis brazos se contenían por abrazarle de nuevo. ¡Estaba tan contenta! A la porra con mi jefe y con los platos, no pensaba fregar más. Quería disfrutar de la compañía de Chris sin que nadie pudiese interrumpirnos de una vez por todas. Porque nadie iba a ser capaz de separarme de aquel chico.

Todo pasó..tan rápido. Que a penas y pude hacer nada mientras Chris me llevaba casi en volandas fuera del lugar. ¡Ah! Sentía que mi trabajo..quedaba lejos.. ¡Mi trabajo! Pero llevaba casi un mes trabajando como una cerda ¿Para qué? Para nada, porque mi sueldo a final de mes seguía siendo el de siempre. Mi jefe seguia siendo igual de asqueroso y mis días pasaban igual de lentos. Solo me aliviaba el echo de tener a mis niños en el orfanato porque hasta ese día nisiquiera había visto a alguno de mis amigos. Y mira que no tenía muchos..muchos buenos, claro. En el burdel solían hacerse algunas amistades. No del tipo que eran demasiado solidas pero si caras conocidas a las que tenías cariño y siempre iban bien para soportar el día a día. Sí, sobretodo eso. Soportarlo. Me ayudaban demasiado a soportar el día a día en aquel lugar. Y eso no tenía precio desdeluego. A veces hasta había pensado a ponerme al servicio de la madame ¡Me iria mejor! Que bajo ese ogro. Miento..no debía jugar con eso, sabía que la vida de esas mujeres era más dura de lo que parecía y, por lo menos yo, no sería capaz de dar mi cuerpo por dinero. No por lo menos ahora. No cuando nisiquiera me había tocado alguien..No cuando no había tenido el valor de afrontar las cosas. No cuando estaba tan perdida.

Solo mi respiración agitada pudo devolverme a la realidad. Fuera del lugar después de haber corrido un buen rato. El viejo no se había molestado en ir detras no, claro que no. Y los guardias tampoco porque no les pagaban tanto como para perseguir corriendo a un par de muertos de hambre. Tendría suerte al día siguiente si todavía seguía por allí pero, por suerte, sabía que aunque yo no tuviera dinero si podía ganarme a las cortesanas y hacer que fueran en su contra. Y si ese viejo si algo no soportaba era no tocar esos bonitos cuerpos que tanto le gustaba. Y sí, las mangoneables se dejaban por un par de billetes, pero de las que yo hablaba eran de las fuertes. De las que tenían carácter y no necesitaban billetes para seguirles como si fueran moscas revoloteando junto a la mierda. Porque aunque él si fuese mierda ellas no eran moscas. Por lo menos no todas. No las que se habían ganado mi respeto en esos cuatro años que llevaba trabajando allí.

Correspondí al abrazo, notando también la respiración agitada de mi reciente y joven compañero. Y solté una carcajada involuntaria pero que me venía directamente del alma. Podía perder mi trabajo pero no mi sonrisa, porque saldría adelante. Porque no estaba sola. Ya no. - Si, se me había olvidado que contigo una nunca se aburre - solté otra pequeña carcajada al separarme y limpié con el dorso de mi mano mi propia frente, enjuagandome así alguna que otra gota de sudor que me caía. Porque no solo acababa de correr en esa noche de verano [en la cual hacía un viento bastante cálido] sino que llevaba encerrada horas en esa maldita cocina, fregando. Y en la cocina nunca hacía frio. Nunca en verano. Porque en hinvierno te congelabas y ya había pillado un par de gripes y costipados por culpa de la mala ventilación y orientación del lugar. Y por la negligencia de mi jefe que era el que debía encargarse de eso. Porque en hinvierno te congelabas y en verano te morias de calor. Porque los días de lluvia en verano dabas gracias por ese aire fresquito que entraba por la única ventana que había. Y solté un suspiro al darme cuenta de que, aunque fuese caliente, por lo menos el aire estaba tocando mi piel y no estaba encerrada entre cuatro angostas paredes. Estaba libre - Estoy horrible, siento que haya salido así la noche..planeaba que fuese mejor - sonreí aunque apenada, bajando la mirada. Estaba toda andrajosa con mi camisa de tirantes y mi falda larga de tela fina. Tela que aparentemente conseguía aislar el calor y además así el aire podía correrme por las piernas, por mucho que los pantalones fueran de lo más cómodos. Si me presentaba así al trabajo..no sé que podría pasar. Maldita sociedad.

- ¿Será muy tarde para ir a comer algo? - mi estomago en ese preciso momento rugió ligeramente y yo le puse una mano encima, acariciandolo - Creo que mi pequeño necesita comer.. - alcé la vista mirando a los ojos a Chris con una sonrisa entre coqueta y tímida, forzandome a enrojecer mis mejillas. Me apetecía bromear..con eso ¿Cómo reaccionaría? ¿O sería tan inocente que nisiquiera habría captado esa indirecta? En cualquier caso, sería divertido.