Bestia de Gévaudan

Habilidades
Sentidos aumentados, agilidad y reflejos sobre humanos, Visión compartida y visión remota, Sanación acelerada, Memoria sobrehumana.

Descripción Psicológica

Esquizofrénico, demente, mujeriego, molesto, hostil, seductor, apasionado, con un sentido del humor negro, sarcástico, cínico, insensible, calculador, mentiroso, demandante, insultante, caballeroso, adulador, bestia, salvaje.
{Un animal}

Desde pequeño desarrolló una enfermedad que ningún médico logró explicar. Con el paso del tiempo, esa anomalía se volvió en una “guerra contra el demonio” (como siempre suele pensar). No importa lo que haga, su mano izquierda siempre le lleva la contraria. Sufre alucinaciones de cualquier índole. ¿Es extraño que dentro de tu cuerpo seas solo un inquilino que observa desde una esquina sin poder dar tu opinión o voto? Si lo es, supongo que también lo es la parte en que demandas la atención de todo y todos. Tiene una vena que revienta a la menor provocación. Sus rasgos siempre son duros. No hay suavidad en sus labios ni comprensión en sus ojos. Observa, escucha y actúa. Algunas veces solo actúa. Se lanza a los golpes sin titubear, por regla general, a quién ves es el animal que tomará su forma normal cuando necesite cazar.

El cuchillo cayó sobre la fina madera con un sordo sonido, pero esto no ocasionó que su mente dejara de darle vueltas, ni siquiera la sangre que goteaba entre sus dedos y caía escandalosamente logró horrorizarlo; tampoco lo hizo ver lo que su extraña mano había llevado a cabo. Un ceño fruncido fue todo lo que su rostro tuvo la osadía de mostrar mientras deslizaba con brusquedad, su mano ensangrentada sobre la boca, limpiando el sudor que se había acumulado tras cometer tan hermoso acto. El olor metálico, - característico de la sangre- , era la droga que llenaba sus pulmones. Su esposa tenía el rostro pálido, sus enormes ojos azules tenían el horror grabado mientras miraba fijamente al techo, su vientre había sido abierto, una de sus manos descansaba sobre la almohada con un pañuelo atándole al respaldo de la cama. – Te advertí que no quería un heredero. Gévaudan movió su mano para acercar la silla pero, como era de esperarse, su mano diabólica la había hecho volcarse. Buscando refrenar su enfado, deslizó ésta sobre su cabello, intentando mantenerse brevemente ocupado, los mechones eran levemente tironeados. – Te advertí, escupió en un tono enojado, rayando peligrosamente en la línea de la desesperación y locura, - ¡que no me servías embarazada! Gévaudan arrastró sus pies hasta su lado, dejándose caer con cansancio sobre el colchón, sus codos posados sobre sus rodillas, sus brazos extendidos, la sangre hipnotizándole. – Te lo buscaste, tenía que castigarte. Una sonrisa encantadora curvó sus labios. – Ahora no tendremos de qué preocuparnos. Dos horas después, Gévaudan bajaba las escaleras y cruzaba el vestíbulo, gritando órdenes a sus sirvientes, exigiendo que ensillaran su caballo. Su esposa podía esperarle en la cama, ciertamente, ya le había cumplido por, ¿cuántas horas habían pasado desde su castigo? – La señora se encuentra indispuesta, - señaló a su lacayo. – Nadie debe molestarla. Aunque su voz no hubiese sonado mortalmente amenazadora – y sí que lo había hecho - , sabía que no tenía nada de qué preocuparse, sus sirvientes le temían y... Regresó justo después de que la Luna había hecho de vigilia. Su pantalón estaba desgarrado, el dolor se leía en las arrugas de su frente, un maldito animal le había atacado mientras se detenía a descansar en el bosque. No encontrar a su esposa esperándolo, hizo latir con furia su vena. ¿Cómo se atrevía a faltarle el respeto de ese modo? Subió las escaleras, olvidándose del dolor, abriendo la puerta de su habitación y al verle dormida un poco de su malhumor se disipó. – Ciertamente no soy un patán, esposa. No acongojaría a tu sueño. Mientras buscaba servirse licor en uno de los vasos, su mano demoniaca tiró ésta al piso, Gévaudan frunció el ceño. Su esposa seguramente se levantaría asustada por el estrepitoso ruido, excepto que no lo hizo. Extrañado, levantó el rostro, solo para encontrarse mirando a, ¿quién demonios era ese? Esta vez, cuando miró hacia otro lado, los acontecimientos suscitados desde la mañana le horrorizaron. Su esposa yacía muerta, las sabanas eran una maraña con, lo que parecía ser, enormes manchas de sangre seca. ¡Maldición! ¿Ahora qué había hecho?

Años después...

Gévaudan descubrió que ser un hombre soltero que fingía estar casado era perfecto, podía fácilmente estar en la cama con una dama sin compromisos. Tras aquélla primera luna llena, en junio de 1764, después de haber sido atacado por lo que ahora sabía era un licántropo, se había sentido completamente liberado. Campesinos, en su mayoría mujeres y niños, eran encontrados despedazados. Gévaudan había dejado de preguntarse qué bestia podía cometer semejantes actos cuando despertó entre los cuerpos decapitados y partidos a la mitad de un par de niñas y sus padres. Los campesinos aterrorizados e incluso el mismo Gévaudan, haciendo gama de su enorme sentido del humor, había hecho excursiones al bosque para acabar con el Demonio venido del Infierno, como le habían bautizado en medio del desasosiego. ¿Quién sospecharía de un humano que se preocupaba por el bienestar de sus trabajadores? En 1767, con más de 130 muertes en la región, Gévaudan abatió a un lobo descomunal, más grande de los que se podían encontrar en Francia. ¿Habían acabado con la Bestia o era solo una tapadera? Gévaudan tuvo que trasladarse a otras ciudades en las que el rumor de la bestia no había llegado. Pero de eso, hace ya muchos años.

- Sufre de un desorden mental extremadamente raro, en la cual una de sus manos parece adquirir vida propia. No recuerda cuándo apareció por primera vez, pero aquello se debió a un golpe cerebral que sufrió mientras montaba.
- Su mano izquierda es la “mano diabólica”, aquélla que lucha contra lo que está haciendo.
- Es daltónico, ve solo en blanco y negro.
- La ira siempre es su acompañante, no suele dejarla en casa. Así que, cualquier persona ante él debería medir su tono y sus palabras.
- Tiene una gran cicatriz sobre la palma de su mano, lo atravesó el cuchillo con el que abrió a su esposa.
- Enterró a su esposa en el jardín trasero de su mansión.
- Jamás ha dicho que sea viudo o soltero, para él su esposa embarazada aún está en casa. ¿Quién podría ser tan idiota como para aventurarse a casa de un demente y descubrir que miente? Aunque es el mismo Gévaudan el que termina creyendo que su esposa vive.
- Cuando se mira al espejo se desconoce, lo que ve es a un extraño.
- Siempre va acompañado de sus dos rottweilers: Hades y Zeus, nombres de dioses (como su complejo)

Síndrome de la mano ajena:

Nota: Sé que los licántropos no tienen ninguna enfermedad, pero el desorden mental que presenta es un problema en su cerebro y la separación de sus hemisferios. Es más físico.