AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Hierbas y tratos - Con Reinout van Bergeijk -
2 participantes
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Hierbas y tratos - Con Reinout van Bergeijk -
por Albert Legard Jue Sep 17, 2015 1:06 am
Herboristería – Zona Comercial de París – Centro – 9.35 am.
Con movimientos circulares observaba como las hierbas se mezclaban en la taza blanca, no dejaba de pensar como una tizana podía curar tantas dolencias hasta sanar incluso heridas profundas. De momento su único problema era de concentración y por ello que el té que estaba mareando era de tilo con algo de cedrón, todos traídos de la quinta de Cosette.
La agenda de hoy no era demasiado atareada hasta su regreso, ella solo confirmó algunos retiros ya coordinados por la mañana y la visita de un posible comerciante de especias extrañas que venian de otras partes del mundo. Le habia mostrado la lista de hierbas que necesitaba con suma urgencia y otra con pedidos para un futuro cuando hubiera disponibles.
Le había tocado atender el negocio en su ausencia, había ido en busca de unas faltantes que se hacían notar ya por el frio invernal de esa época, que era justamente cuando más gente se acercaba al lugar en busca de hierbas para curar catarros, resfríos además de los ya habituales dolores estomacales y de cabeza. A su lado en el mostrador tenía un libro de historia que debía de usar para armar alguna actividad para uno de sus pupilos que vería el próximo fin de semana y que necesitaba un poco mas de refuerzos en esa materia. Estaba conforme con su trabajo de profesor, pero de momento sus problemas con Cosette, sus recuerdos de Henry y sus nuevas habilidades oscuras como titiritero lo tenían con la mente demasiado ocupada.
El sonido de la campanilla de la entrada interrumpió sus pensamientos y de inmediato observó a través de sus anteojos la entrada donde una figura cuyos rasgos le sonaban meramente conocidos se abría paso por la puerta ¿De dónde lo conocía? Se preguntó y bajó sus lentes al mostrador del local solo para darle la bienvenida
- Buenos Días Monsieur, ¿en qué puedo ayudarlo? – preguntó en tono cordial mientras en su mirada se encontraba una chispa de reconocimiento también. Una serie de imágenes lo hicieron volver unos años atrás, los recuerdos eran borrosos.
Última edición por Albert Legard el Lun Oct 19, 2015 1:44 pm, editado 1 vez
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Re: Hierbas y tratos - Con Reinout van Bergeijk -
por Reinout van Bergeijk Jue Sep 17, 2015 4:22 pm
Legard. Estaba seguro que ese nombre le sonaba de algún lado, pero joder, había conocido a mucha gente durante sus años como corsario, y ya era bastante que el nombre le sonara, sobre todo después de tantos golpes y tanto alcohol. Observó el trozo de papel que su padre le había enviado desde Ámsterdam, algo de un cargamento, no estaba muy seguro. Según Karel van Bergeijk, Legard, quien quiera que fuera, ya estaba enterado que un emisario iría, o sea, él.
Así que allá fue, caminando por las empedradas calles de París. El ligero olor a podrido del Sena se combinaba con el de algunos tenderos y sus legumbres, pescadores y su captura del día. En sitios más privilegiados, las perfumerías embriagaban con sus mil especias de oriente. Reinout cruzó todo aquello sin prestar mucha atención, pero su forma animal, sus sentidos más agudos, lo obligaban a no pasar por alto nada de eso. A veces era chocante; recordaba sus primeros meses en alta mar, se sentía constantemente mareado por el permanente olor a sal, Si bien siempre había navegado, causa del negocio familiar, pasar días y noches enteras, por semanas, metido en un barco era otra cosa. A la larga, sin embargo, se acostumbró.
Dobló la esquina y estuvo en lo que, supuso, sería el lugar indicado. Karel le había dicho que se trataba de una herboristería y eso era justo lo que tenía enfrente. Se acomodó el saco de aquel traje color plomo que llevaba puesto e ingresó. Las campanillas del lugar le dieron la bienvenida.
Tan pronto puso un pie adentro —y los aromas del sitio lo atacaron como enjambre— supo de dónde le sonaba tanto aquel nombre. Cómo olvidar a este sujeto, tan alto como delgado, y de facciones tan particulares. Sonrió con ese dejo que indicaba que dentro del heredero van Bergeijk seguía siendo el corsario que aterrorizó los siete mares.
—¡Legard! —Avanzó con grandes zancadas, y en un santiamén estuvo frente al mostrador, alzando los brazos como un niño pequeño que quiere que lo carguen. Ignoró adrede la educada pregunta que un negociante está obligado a formular cada vez que alguien entra a su local.
—Ya decía yo que el nombrecito me sonaba —continuó y luego giró los ojos. Estaba un poco cansado de explicar el cambio de Ren a Reinout ahora que estaba en tierra, pero no era culpa de los demás que un buen día decidiera mandar todo al demonio y zarpar en el primer barco que encontró, y que no fuera de su padre—. ¿Me recuerdas? Fue hace tiempo… —Albert era mucho más joven y él, bueno no había cambiado demasiado, ventajas de su condición.
Se le quedó mirando con ese par de ojos azules abiertos como platos. Vamos, pensó, no soy tan difícil de olvidar.
Así que allá fue, caminando por las empedradas calles de París. El ligero olor a podrido del Sena se combinaba con el de algunos tenderos y sus legumbres, pescadores y su captura del día. En sitios más privilegiados, las perfumerías embriagaban con sus mil especias de oriente. Reinout cruzó todo aquello sin prestar mucha atención, pero su forma animal, sus sentidos más agudos, lo obligaban a no pasar por alto nada de eso. A veces era chocante; recordaba sus primeros meses en alta mar, se sentía constantemente mareado por el permanente olor a sal, Si bien siempre había navegado, causa del negocio familiar, pasar días y noches enteras, por semanas, metido en un barco era otra cosa. A la larga, sin embargo, se acostumbró.
Dobló la esquina y estuvo en lo que, supuso, sería el lugar indicado. Karel le había dicho que se trataba de una herboristería y eso era justo lo que tenía enfrente. Se acomodó el saco de aquel traje color plomo que llevaba puesto e ingresó. Las campanillas del lugar le dieron la bienvenida.
Tan pronto puso un pie adentro —y los aromas del sitio lo atacaron como enjambre— supo de dónde le sonaba tanto aquel nombre. Cómo olvidar a este sujeto, tan alto como delgado, y de facciones tan particulares. Sonrió con ese dejo que indicaba que dentro del heredero van Bergeijk seguía siendo el corsario que aterrorizó los siete mares.
—¡Legard! —Avanzó con grandes zancadas, y en un santiamén estuvo frente al mostrador, alzando los brazos como un niño pequeño que quiere que lo carguen. Ignoró adrede la educada pregunta que un negociante está obligado a formular cada vez que alguien entra a su local.
—Ya decía yo que el nombrecito me sonaba —continuó y luego giró los ojos. Estaba un poco cansado de explicar el cambio de Ren a Reinout ahora que estaba en tierra, pero no era culpa de los demás que un buen día decidiera mandar todo al demonio y zarpar en el primer barco que encontró, y que no fuera de su padre—. ¿Me recuerdas? Fue hace tiempo… —Albert era mucho más joven y él, bueno no había cambiado demasiado, ventajas de su condición.
Se le quedó mirando con ese par de ojos azules abiertos como platos. Vamos, pensó, no soy tan difícil de olvidar.
Última edición por Reinout van Bergeijk el Miér Sep 30, 2015 1:46 pm, editado 2 veces
Arrogance is in everything I do.
It is in my gestures, the harshness of my voice, in the glow of my gaze,
in my sinewy, tormented face.
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Re: Hierbas y tratos - Con Reinout van Bergeijk -
por Albert Legard Vie Sep 18, 2015 10:44 pm
Esa mezcla de recuerdos y miradas, una ceja se elevó y era la del pelirrojo, bastó solo su voz mencionando su apellido para que sus neuronas hicieran sinapsis y sus recuerdos volvieran a su lugar. ¿Qué mas esperar de un cambiante? Contrario a su definición muy poco adecuada, ellos no cambiaban mas que su apariencia física por momentos, mas no su forma humana, esta permanecía intacta por los siglos de los siglos.
Los ojos de brujo se achicaron al sonreír por el descubrimiento, un corsario difícil de olvidar, no estaba para nada equivocado cuando lo afirmaba. Su semblante no había cambiado en absoluto, tampoco su estatura, quizá un poco mas de cabellos y una nueva forma de vestir mucho mas formal que lo que recordaba de memoria fotográfica.
- ¡Ren! El viejo “zorro” demasiado astuto… - dejó en el aire a modo de saludo verdadero y fue a su encuentro para estrecharlo en un abrazo fraternal con un golpe seco en la espalda. Tenia recuerdos del primer momento cuando escucho ese apodo tan alocado sabiendo que de zorro no tenia nada su forma animal, obviamente en el mar no se veían muchos caracales ni felinos siquiera. No siempre tenía la posibilidad de encontrarse con viejos conocidos, aun menos en Francia donde la gente parecía ir y venir más que quedarse fija.
- ¿Cómo olvidar ese bigote, ese rojo? Aunque…- se alejó un poco para observarlo mejor y ver de cerca su vestimenta – No te recordaba tan formal cuando nos vimos por última vez – y le sonrió una vez mas esperando que este le contara de esas historias que abundaban en su vida por sus constantes idas y venidas, trajines en medio del océano y continentes vírgenes. Apostaba que tenia miles de historias bajo la manga, reales y no tanto pero todas ellas entretenidas.
- Antes que desembuches, ven; siéntate por aquí mientras busco algo para beber…el té es una opción, pero tengo café, vino o si quieres algo mas fuerte puedo ofrecerte whiskey o licor de caña – ofreció haciendo inventario de lo que tenía alli con energías mientras lo alentaba a éste a pasar tras el mostrador y tomar asiento en su silla. No sabía exactamente cuánto tiempo iba a permanecer en la ciudad, pero era un milagro verle tan lejos del agua. Esperó cercano a la pequeña despensa a que este le ordenara lo que prefería, era mejor ponerse cómodo antes de hablar, siempre buscaba ser amable con la gente que aparecía o reaparecía como Ren.
Los ojos de brujo se achicaron al sonreír por el descubrimiento, un corsario difícil de olvidar, no estaba para nada equivocado cuando lo afirmaba. Su semblante no había cambiado en absoluto, tampoco su estatura, quizá un poco mas de cabellos y una nueva forma de vestir mucho mas formal que lo que recordaba de memoria fotográfica.
- ¡Ren! El viejo “zorro” demasiado astuto… - dejó en el aire a modo de saludo verdadero y fue a su encuentro para estrecharlo en un abrazo fraternal con un golpe seco en la espalda. Tenia recuerdos del primer momento cuando escucho ese apodo tan alocado sabiendo que de zorro no tenia nada su forma animal, obviamente en el mar no se veían muchos caracales ni felinos siquiera. No siempre tenía la posibilidad de encontrarse con viejos conocidos, aun menos en Francia donde la gente parecía ir y venir más que quedarse fija.
- ¿Cómo olvidar ese bigote, ese rojo? Aunque…- se alejó un poco para observarlo mejor y ver de cerca su vestimenta – No te recordaba tan formal cuando nos vimos por última vez – y le sonrió una vez mas esperando que este le contara de esas historias que abundaban en su vida por sus constantes idas y venidas, trajines en medio del océano y continentes vírgenes. Apostaba que tenia miles de historias bajo la manga, reales y no tanto pero todas ellas entretenidas.
- Antes que desembuches, ven; siéntate por aquí mientras busco algo para beber…el té es una opción, pero tengo café, vino o si quieres algo mas fuerte puedo ofrecerte whiskey o licor de caña – ofreció haciendo inventario de lo que tenía alli con energías mientras lo alentaba a éste a pasar tras el mostrador y tomar asiento en su silla. No sabía exactamente cuánto tiempo iba a permanecer en la ciudad, pero era un milagro verle tan lejos del agua. Esperó cercano a la pequeña despensa a que este le ordenara lo que prefería, era mejor ponerse cómodo antes de hablar, siempre buscaba ser amable con la gente que aparecía o reaparecía como Ren.
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Re: Hierbas y tratos - Con Reinout van Bergeijk -
por Reinout van Bergeijk Dom Sep 20, 2015 7:03 pm
El rostro de Reinout se iluminó como el de un niño. Cada gesto suyo tenía esa misma candidez, pero luego uno recordaba todas las atrocidades que un pirata tenía que cometer para sobrevivir en el mar, y la imagen del pelirrojo como un hombre ingenuo de desvanecía como humo. Como un fantasma, como el mismo fantasma que ahora vestía esos dos apelativos que Albert había utilizado. Ren, el que no tenía nación, y «el zorro demasiado astuto», como su protector lo había bautizado por ser precisamente escurridizo e inteligente como aquel animal. Rio e hizo un ademán con la mano, como diciendo «basta, basta, me vas a sonrojar», terminó con un largo suspiro y asintió.
—Mi historia más interesante es en tierra, no en mar aunque no lo creas, y es la que explica estas fachas —se señaló el traje color plomo hecho a la medida, combinado con una camisa blanca como la espuma del océano y una corbata de moño a juego con el traje—. Pero si mal no recuerdas, soy un comerciante —por no decir traficante, embaucador, saqueador—, así que me parece que historia por historia sería un buen trato. ¿Qué demonios haces aquí? —Alzó las manos con las palmas al cielo, como alguien haría para comprobar que está lloviendo, miró a su alrededor.
—Licor de caña, ¡¿pero qué pregunta?! No te dejes engañar por esta ropa, sigo siendo el Ren que conociste, igual de ordinario que siempre —movió el bigote. Casi era el Ren que Albert había conocido; las diferencias podían ser pocas, pero eran suficientes para verlo bajo una nueva luz.
Al fin hizo caso y se fue a sentar donde su viejo amigo le ofrecía una silla. Primero lo hizo de forma muy correcta, volvió a recorrer el sitio con la mirada y aterrizó los ojos en Albert. Aunque el tiempo podía ser el aliado menos confiable para cualquiera, debía admitir que el hechicero había envejecido con gracia, y tampoco es que hubieran pasado muchísimos años.
—Trae toda la botella —sugirió luego—, presiento que va a ser una larga charla. Pero, hey, prométeme no tirarme de a loco. Juro solemnemente que te diré la verdad. Puedes confiar en mi palabra tanto como se puede confiar en la palabra de un ex corsario —se llevó una mano al pecho y la otra la alzó como si estuviera jurando. Fue la primera vez que se refirió a él como un corsario retirado, que ya no surca los mares y ya no tiene aventuras a bordo de un barco.
—Mi historia más interesante es en tierra, no en mar aunque no lo creas, y es la que explica estas fachas —se señaló el traje color plomo hecho a la medida, combinado con una camisa blanca como la espuma del océano y una corbata de moño a juego con el traje—. Pero si mal no recuerdas, soy un comerciante —por no decir traficante, embaucador, saqueador—, así que me parece que historia por historia sería un buen trato. ¿Qué demonios haces aquí? —Alzó las manos con las palmas al cielo, como alguien haría para comprobar que está lloviendo, miró a su alrededor.
—Licor de caña, ¡¿pero qué pregunta?! No te dejes engañar por esta ropa, sigo siendo el Ren que conociste, igual de ordinario que siempre —movió el bigote. Casi era el Ren que Albert había conocido; las diferencias podían ser pocas, pero eran suficientes para verlo bajo una nueva luz.
Al fin hizo caso y se fue a sentar donde su viejo amigo le ofrecía una silla. Primero lo hizo de forma muy correcta, volvió a recorrer el sitio con la mirada y aterrizó los ojos en Albert. Aunque el tiempo podía ser el aliado menos confiable para cualquiera, debía admitir que el hechicero había envejecido con gracia, y tampoco es que hubieran pasado muchísimos años.
—Trae toda la botella —sugirió luego—, presiento que va a ser una larga charla. Pero, hey, prométeme no tirarme de a loco. Juro solemnemente que te diré la verdad. Puedes confiar en mi palabra tanto como se puede confiar en la palabra de un ex corsario —se llevó una mano al pecho y la otra la alzó como si estuviera jurando. Fue la primera vez que se refirió a él como un corsario retirado, que ya no surca los mares y ya no tiene aventuras a bordo de un barco.
Última edición por Reinout van Bergeijk el Miér Sep 30, 2015 1:45 pm, editado 2 veces
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Re: Hierbas y tratos - Con Reinout van Bergeijk -
por Albert Legard Dom Sep 27, 2015 8:14 pm
Su vestuario era lo único que había modificado, se complació el brujo al notarlo tan carismático y con el mismo humor con el que lo recordaba.
Elevó los ojos al aire. Su historia como la del otro había sido larga también, los años mal que bien pasaban para todos y las vivencias se hacían carne o bien se marcaban en las arrugas del rostro. Estiró una mano en respuesta indicando que esperara y se sentara que el trámite de ese comercio iba a ser largo si se trataba de contar historias de vida.
Tomó las botellas de la despensa, a todo hombre le gustaba beber algo de alcohol del bueno además de ser una forma de socializar más sincera cuando la conciencia se embriagaba salía la verdad. Se acercó al mostrador con dos vasos y comenzó por el whisky que era el que más le gustaba. Sirvió los vasos completos y se apoyó contra el mostrador vaso en mano y brindó con él sellando el pacto – Y yo también juro solemnemente que nunca se me pasaría por la cabeza tildarte de loco amigo mío. Si hablamos de locuras verdaderas no estaríamos hablando aquí hoy – comentó con el ruido del golpe del vidrio – Además…Sé que no me mentirías…- aclaró con sus ojos dándolo por sentado después de beber un poco.
- Te conviene empezar por la breve introducción después de que nos dejamos de ver. Según recuerdo después de uno de esos viajes de oriente donde habíamos comerciado hierbas según creo. Hmmm ¡que bellas esas épocas sin inhibiciones! Creo que hasta una mujer se podía comprar con algo de dinero. ¡Una de las buenas! – dijo con una sonrisa en la cara añorando un poco esa época donde no tenia responsabilidad alguna y comenzaba a ser un hombrecito formado, con amor por el calor de una mujer en la cama, las hierbas alucinógenas y el opio. Todo era exceso y a pesar de ello había aprendido con los años a ser un hombre que si bien seguía bebiendo, era ya mucho mas medido en las demás excentricidades de entonces.
- Este lugar no es mío, la tienda es de mi esposa Cosette, con quien ya llevo casado unos años, después de toda la vida loca que viví. Ahora estoy mucho más tranquilo e incluso ya aumenté de peso – comentó agarrándose el vientre, que a pesar de no ser demasiado sobresalido, se le podían notar un poco de grasa en él que cuando había conocido al corsario cuando no era más que piel y huesos, no comía y solo se dedicaba a fumar opio la mayor parte del día.
Elevó los ojos al aire. Su historia como la del otro había sido larga también, los años mal que bien pasaban para todos y las vivencias se hacían carne o bien se marcaban en las arrugas del rostro. Estiró una mano en respuesta indicando que esperara y se sentara que el trámite de ese comercio iba a ser largo si se trataba de contar historias de vida.
Tomó las botellas de la despensa, a todo hombre le gustaba beber algo de alcohol del bueno además de ser una forma de socializar más sincera cuando la conciencia se embriagaba salía la verdad. Se acercó al mostrador con dos vasos y comenzó por el whisky que era el que más le gustaba. Sirvió los vasos completos y se apoyó contra el mostrador vaso en mano y brindó con él sellando el pacto – Y yo también juro solemnemente que nunca se me pasaría por la cabeza tildarte de loco amigo mío. Si hablamos de locuras verdaderas no estaríamos hablando aquí hoy – comentó con el ruido del golpe del vidrio – Además…Sé que no me mentirías…- aclaró con sus ojos dándolo por sentado después de beber un poco.
- Te conviene empezar por la breve introducción después de que nos dejamos de ver. Según recuerdo después de uno de esos viajes de oriente donde habíamos comerciado hierbas según creo. Hmmm ¡que bellas esas épocas sin inhibiciones! Creo que hasta una mujer se podía comprar con algo de dinero. ¡Una de las buenas! – dijo con una sonrisa en la cara añorando un poco esa época donde no tenia responsabilidad alguna y comenzaba a ser un hombrecito formado, con amor por el calor de una mujer en la cama, las hierbas alucinógenas y el opio. Todo era exceso y a pesar de ello había aprendido con los años a ser un hombre que si bien seguía bebiendo, era ya mucho mas medido en las demás excentricidades de entonces.
- Este lugar no es mío, la tienda es de mi esposa Cosette, con quien ya llevo casado unos años, después de toda la vida loca que viví. Ahora estoy mucho más tranquilo e incluso ya aumenté de peso – comentó agarrándose el vientre, que a pesar de no ser demasiado sobresalido, se le podían notar un poco de grasa en él que cuando había conocido al corsario cuando no era más que piel y huesos, no comía y solo se dedicaba a fumar opio la mayor parte del día.
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Re: Hierbas y tratos - Con Reinout van Bergeijk -
por Reinout van Bergeijk Lun Sep 28, 2015 5:31 pm
Observó a su viejo amigo y trató de descifrarlo; si bien el neerlandés era hábil con las personas, cuando éstas eran cercanas a él, trataba de no hacer ese ejercicio de observación y preguntar. Ser directo era una de sus virtudes, o uno de sus defectos, según se viera. Recibió su bebida, la alzó cuando Albert lo hizo y el sonido del cristal contra el cristal resonó fino por el lugar. ¡Chin-chin! Y dio un sorbo. El líquido le calentó de inmediato la boca y la garganta, trató de no dar un trago demasiado largo, hace tiempo que no bebía algo tan fuerte y se dio cuenta que desde que estaba en París, todo mundo le invitaba una copa.
Rio luego y asintió ante las palabras proferidas por el hechicero. Pudo ser el embaucador más grande de todo el mundo no hace demasiado tiempo, pero no le mentiría, no a Albert. Le alegraba que el otro tuviera esa certeza.
—¡Claro! Fue en Bangkok… ¿creo? En el Reino de Siam, los orientales son los mejores cuando de hierbas exóticas se trata, pero mira a quién se lo estoy diciendo, si tú eres el experto. Y ya lo creo, ahí todo mundo vende lo que sea, incluso a sus mujeres más hermosas —se encogió de hombros. Era terrible visto desde afuera, pero no era como si ahora fuera a darse golpes de pecho y señalar la falta de moralidad de todo eso. Era el menos indicado para tal juicio. Movió el bigote y dio un nuevo sorbo al licor; esta vez su paladar pareció más acostumbrado.
—Después de eso seguí surcando los mares por un tiempo. Sé que como muchos piratas, mi pasado era difuso, por decir lo menos, intenté que así fuera todo ese tiempo, pero esta es la verdad de lo que soy. Nací en una familia adinerada de los Países Bajos, tuve que regresar a ocupar mi lugar en la familia, como el heredero que soy. Mi verdadero nombre es Reinout… pero puedes seguir diciéndome Ren —le guiñó un ojo. No ahondó mucho en los detalles que todo eso implicó, no era momento de ello.
—¿Casado? —La sorpresa lo tomó en medio de otro sorbo más al licor de caña y casi se atraganta—, vaya, nunca te visualicé asentado de ese modo, debe ser una mujer espléndida como para haber hecho que sentaras cabeza —le sonrió—, qué va, sigues igual de esmirriado que siempre, me sorprende tu figura de Quijote de Cervantes —continuó señalando al otro con una mano, como si lo presentara ante el mundo.
—Antes de que continuemos y que el alcohol haga sus estragos, ten… —sacó un sobre de la bolsa interior del saco y lo extendió al otro—, es lo que te envía mi padre, Karel van Bergeijk. Creo que tú, o tu esposa, sabrán de qué se trata, es el itinerario de un cargamento importante de materiales para su pequeño negocio, por lo que entiendo, está marcada la fecha en la que llegará a Francia, para que estén atentos —su misión en Francia era esa, ser ojos y heraldo de su padre y fuera como fuera, Reinout resultaba un emisario confiable, que cumplía sus misiones cabalmente.
Rio luego y asintió ante las palabras proferidas por el hechicero. Pudo ser el embaucador más grande de todo el mundo no hace demasiado tiempo, pero no le mentiría, no a Albert. Le alegraba que el otro tuviera esa certeza.
—¡Claro! Fue en Bangkok… ¿creo? En el Reino de Siam, los orientales son los mejores cuando de hierbas exóticas se trata, pero mira a quién se lo estoy diciendo, si tú eres el experto. Y ya lo creo, ahí todo mundo vende lo que sea, incluso a sus mujeres más hermosas —se encogió de hombros. Era terrible visto desde afuera, pero no era como si ahora fuera a darse golpes de pecho y señalar la falta de moralidad de todo eso. Era el menos indicado para tal juicio. Movió el bigote y dio un nuevo sorbo al licor; esta vez su paladar pareció más acostumbrado.
—Después de eso seguí surcando los mares por un tiempo. Sé que como muchos piratas, mi pasado era difuso, por decir lo menos, intenté que así fuera todo ese tiempo, pero esta es la verdad de lo que soy. Nací en una familia adinerada de los Países Bajos, tuve que regresar a ocupar mi lugar en la familia, como el heredero que soy. Mi verdadero nombre es Reinout… pero puedes seguir diciéndome Ren —le guiñó un ojo. No ahondó mucho en los detalles que todo eso implicó, no era momento de ello.
—¿Casado? —La sorpresa lo tomó en medio de otro sorbo más al licor de caña y casi se atraganta—, vaya, nunca te visualicé asentado de ese modo, debe ser una mujer espléndida como para haber hecho que sentaras cabeza —le sonrió—, qué va, sigues igual de esmirriado que siempre, me sorprende tu figura de Quijote de Cervantes —continuó señalando al otro con una mano, como si lo presentara ante el mundo.
—Antes de que continuemos y que el alcohol haga sus estragos, ten… —sacó un sobre de la bolsa interior del saco y lo extendió al otro—, es lo que te envía mi padre, Karel van Bergeijk. Creo que tú, o tu esposa, sabrán de qué se trata, es el itinerario de un cargamento importante de materiales para su pequeño negocio, por lo que entiendo, está marcada la fecha en la que llegará a Francia, para que estén atentos —su misión en Francia era esa, ser ojos y heraldo de su padre y fuera como fuera, Reinout resultaba un emisario confiable, que cumplía sus misiones cabalmente.
Última edición por Reinout van Bergeijk el Miér Sep 30, 2015 1:45 pm, editado 2 veces
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Re: Hierbas y tratos - Con Reinout van Bergeijk -
por Albert Legard Mar Sep 29, 2015 10:39 pm
Era agradable, como si el tiempo no hubiese pasado -aunque sabía que así era- no podía imaginarse a ese corsario como lo veía hoy. Ese tiempo sobre el barco se había impregnado a su ser y sin embargo como su naturaleza, tenía la facilidad de auto-regenerarse de manera impecable.
Aguardó hasta que el pelirrojo le entregó un itinerario en el que se indicaba la fecha en que estarían llegando las hierbas que Cosette había pedido. Eran mercaderías extrañas, casi nadie las comerciaba en París, salvo por algunos orientales que encontraban en esos negocios los medios para replicar los productos que aprendieron a hacer en su país de origen - Muchas gracias Monsieur Reinout - agradeció con un gesto de picardía, le daba gracia la toma de recaudos que tenía antes de beber alcohol - De en serio Ren, gracias, no sé qué haría ella sin estas cosas. Yo obviamente las uso para el té como mucho, pero ella a veces hace magia, aún no entiendo bien cómo funcionan...- comentó confundido, veía a diario como despachaba esos productos y la gente que le compraba curaba al poco rato. Tenía la idea de estudiar el día de mañana algo de medicina, lo que estuviera a su alcance, y de esa forma desempeñarse de ello hasta envejecer. La docencia le gustaba pero no todas las materias eran de su agrado.
- Tu... ¿Tenias una mínima noción de tu familia? - se atrevió a preguntar después de pensar un poco su pregunta mientras guardaba la entrega de Ren dentro de la caja registradora para no olvidarla, era algo que le daba vueltas el tema del pasado del actual Reinout. Terminaba siendo cierto que al fin y al cabo, su mayor aventura había sido la de conocer sus raíces y se había dado en tierra firme. No era tarea sencilla de emprender. Se acomodó en el mostrador dejando su vaso vacío de lado y lentamente se dejó llevar por la historia de este.
-Sabes...es increíble. O sea, me imaginaba asentado cuando veía mi futuro –porque solo no duro por más que me mienta - pero no esperé volver a verte así, o sea ¡me alegra si es que tu estas feliz! - afirmó. Si era como Albert, podía estar sufriendo por dentro y sacando su más sincera sonrisa por fuera. Se negaba sentimientos malos, sabía que eso sólo sacaba la peor parte de él y ya había aprendido esa lección un año antes. Y se puso en su lugar ¿Qué sensaciones tendría al ver el mar? ¿Al ver un barco zarpar del puerto, el aroma a sal y los tablones de los muelles? No podía, simplemente no lo imaginaba - Dime Ren.... ¿Qué se siente al dejar el mar después de toda una vida? - preguntó apoyando su respuesta con una mirada compresiva y sincera.
Aguardó hasta que el pelirrojo le entregó un itinerario en el que se indicaba la fecha en que estarían llegando las hierbas que Cosette había pedido. Eran mercaderías extrañas, casi nadie las comerciaba en París, salvo por algunos orientales que encontraban en esos negocios los medios para replicar los productos que aprendieron a hacer en su país de origen - Muchas gracias Monsieur Reinout - agradeció con un gesto de picardía, le daba gracia la toma de recaudos que tenía antes de beber alcohol - De en serio Ren, gracias, no sé qué haría ella sin estas cosas. Yo obviamente las uso para el té como mucho, pero ella a veces hace magia, aún no entiendo bien cómo funcionan...- comentó confundido, veía a diario como despachaba esos productos y la gente que le compraba curaba al poco rato. Tenía la idea de estudiar el día de mañana algo de medicina, lo que estuviera a su alcance, y de esa forma desempeñarse de ello hasta envejecer. La docencia le gustaba pero no todas las materias eran de su agrado.
- Tu... ¿Tenias una mínima noción de tu familia? - se atrevió a preguntar después de pensar un poco su pregunta mientras guardaba la entrega de Ren dentro de la caja registradora para no olvidarla, era algo que le daba vueltas el tema del pasado del actual Reinout. Terminaba siendo cierto que al fin y al cabo, su mayor aventura había sido la de conocer sus raíces y se había dado en tierra firme. No era tarea sencilla de emprender. Se acomodó en el mostrador dejando su vaso vacío de lado y lentamente se dejó llevar por la historia de este.
-Sabes...es increíble. O sea, me imaginaba asentado cuando veía mi futuro –porque solo no duro por más que me mienta - pero no esperé volver a verte así, o sea ¡me alegra si es que tu estas feliz! - afirmó. Si era como Albert, podía estar sufriendo por dentro y sacando su más sincera sonrisa por fuera. Se negaba sentimientos malos, sabía que eso sólo sacaba la peor parte de él y ya había aprendido esa lección un año antes. Y se puso en su lugar ¿Qué sensaciones tendría al ver el mar? ¿Al ver un barco zarpar del puerto, el aroma a sal y los tablones de los muelles? No podía, simplemente no lo imaginaba - Dime Ren.... ¿Qué se siente al dejar el mar después de toda una vida? - preguntó apoyando su respuesta con una mirada compresiva y sincera.
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Re: Hierbas y tratos - Con Reinout van Bergeijk -
por Reinout van Bergeijk Miér Sep 30, 2015 3:46 pm
Clavó los ojos azules en las manos de Albert por un momento, observándolas maniobrar como si el tiempo se moviera a la mitad de su velocidad usual, pero cuando lo escuchó hablar con aquella formalidad fue como si un interruptor se accionara en él. Alzó el rostro como un gato atento que ha escuchado un ruido en el exterior. Pero luego la sorpresa fue sustituida por diversión sincera y sólo asintió.
Él, que había viajado a todas las latitudes, incluso al nuevo mundo con sus exóticos colores, había visto muchas variantes de la magia, sorprendentes todas ellas, incomprensibles para él también. Miró a su viejo amigo, supuso que él entendería un poco más y mejor, pero sus palabras sólo le hicieron ver que, como en muchos otros aspectos, los hechiceros obraban distinto e incluso había misterios entre ellos.
—Si tú no lo sabes, ¿qué puedo decirte yo? Eso sí, creo que con tus habilidades, o las de tu esposa, y mi habilidad para conseguir cosas, bueno, podríamos hacer grandes cambios —¿era eso una propuesta? Sonaba como tal, pero con Reinout nunca se sabía. Chasqueó la lengua.
—Oh, eso… sí. Huí de casa siendo un adolescente, siempre supe quiénes eran mis padres, y también en el fondo estuve consciente en cada momento que, tarde o temprano, volvería a ellos. Por desgracia fue una suerte de coincidencias las que me hicieron retornar. Estaba yo cerca de los Países Bajos y la noticia de que mi madre estaba enferma llegó a mí. Tuve que abandonarlo todo para estar con ella en sus últimos años de vida —la mirada del pelirrojo se perdió en el horizonte, era lo más parecido a melancolía que él podía llegar a demostrar.
Pero en un santiamén se recuperó, claro, así de sencillo, como una mecha que se enciende, o se apaga, rápido y práctico. Le sonrió al hechicero y llevó una mano al hombro ajeno, lo zarandeó un poco incluso.
—Lo mismo digo. La vida de casado debe tratarte bien, y si te soy sincero, tengo muchas ganas de conocer a tu esposa. Espero que no le hayas contado las maldades que te incité a hacer —rio de buena gana y lo soltó—. Contestando a tus dos preguntas, soy feliz, de eso no debes preocuparte, pero extraño el mar, siento que me llama en la lejanía como las sirenas a Odiseo, pero ¿qué puedo hacer? Ya no puedo regresar, Ren el corsario, el zorro demasiado astuto se quitó la máscara, ninguna tripulación podría confiar en mí —respondió y parecía convencido de ello, pero no lo estaba, más de una vez había ideado maneras para volverse a ir de incógnito, planes que nunca llevaba a cabo.
—No te preocupes —un nuevo trago a la bebida le aclaró la garganta—, estaré bien, ¿y tú? Dime… ¿eres feliz? —Parecían preguntas demasiado profundas; Albert siempre le había parecido muy genuino y sosegado, pero también sumamente reservado, aunque no lo pareciera; le gustaba eso, le gustaba la gente que como él, rara vez se dejaba ver al completo. Temía, aunque estaba seguro que no era así, que la loza de la rutina hubiera llegado para Legard.
Última edición por Reinout van Bergeijk el Dom Oct 04, 2015 7:36 pm, editado 2 veces
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Re: Hierbas y tratos - Con Reinout van Bergeijk -
por Albert Legard Jue Oct 01, 2015 12:34 pm
Le asintió pensativo a la propuesta, analizándola, estaba seguro que estaba en lo cierto y un nuevo empleo nunca estaba demás - Me gustaría saber de eso...- dejó en el aire más para si mismo que para Reinout, fijando la vista en el piso.
- Siento mucho lo de tu madre Ren, sé que no es fácil perderlas ya que sólo hay una - se compadeció con tranquilidad, se notaba que la noticia lo había afectado por más que siendo como el hechicero buscaba ocultar esas emociones de cualquier persona para demostrarse fuerte. Una cuestión de masculinidsd que se le enseñó de toda la vida. El cambiante se recuperaba rápido en ese sentido, y era bueno, no le era agradable el saber de muertes tanto a uno como al otro. Siempre había sido así y seguiría.
Albert rió con ganas con el comentario siguiente, era impensable el contarle todos los pormenores de esos tiempos a Cosette, ella simplemente lo mandaría al mismísimo carajo ... Del barco de Ren - ¡ Imagínate lo que sería si conoce toda la historia! volvería a la soltería y no saldría de allí, amigo mío. Ella es una mujer fuerte y decidida, sensible en cuanto a sentimientos y no puedo más que estar agradecido el hecho de que apareciera en mi vida. Es una pena que justo haya ido por unos mandados, caso contrario aquí estaría ella en vez de este mentiroso - le sonrió terminándose el whiskey que quedaba al fondo del vaso y recordando los compromisos de las clases altas señaló al hombre con el vaso vacío y apenas término de ingerir la bebida dictaminó - Por cierto, imaginó que te habrán impuesto alguna mujer ya. Si sigues como siempre debes de seguir evitando esas responsabilidades maritales -y le sonrió ya más relajado y tomando la botella llenó el vaso con más bebida ofreciéndole también.
Asintió a las respuestas de su amigo, sopesandolas. Era verdad, ninguna tripulación confiaría en el ahora -aunque dudaba de la confianza que se le pudiera poner a un corsario o, mejor dicho, no tenía idea de como podía llegar a hacérsela- adicional estaba la necesidad de resolver las cuestiones familiares en tierra sin posibilidad de hacerlo si estaba en el mar abierto. En cierta forma no había muchas chances y eso lo confirmaba su mirada y luego su pedido de despreocuparse del tema. Aunque ya empatizado con él, le era difícil dejar las cosas así porque si, pero al menos iba a intentarlo y así paso a contarle de su "felicidad".
Era feliz, de una forma extraña, sabía que había algo mas - si bien no sabía qué era, allí estaba-, que su vida no era sólo esto y de allí sus deseos de reconstruir la familia que había muerto con el fallecimiento de su primogénito. Y tenía miedos... Miedo a enfrentar esa otra personalidad que había nacido el día de la muerte, ese ser diabólico en su interior que siempre se negó a si mismo. El mismo que disfrutó de alcohol hasta altas horas de la noche, el mismo que Reinout había conocido en esas épocas en su forma más amable. Cosette era un ángel que lo había ayudado a aplacar ese demonio, pero como no todo podía ser color rosa, sucedió un hecho que golpea la matriz de cualquier padre y apareció. El miedo desde allí se hizo carne. No sabía que podía llegar a pasar si el " titiritero" salía una vez más. Ese ser tenía la habilidad de invocar a esos fantasmas y plasmar su esencia en objetos materiales. Era macabro, tenebroso en un punto. Su mirada se ensombreció.
- Se podría decir que si, sabes como somos... De alma inquieta, a pesar de las dificultades.
Me enfrente a vientos arremolinados y mareas bravas también, así que imaginarás que estoy feliz de estar vivo sobre todo - confirmó volviendo su mirada natural una vez más, recobrando la vitalidad y soltura de antes.
- Siento mucho lo de tu madre Ren, sé que no es fácil perderlas ya que sólo hay una - se compadeció con tranquilidad, se notaba que la noticia lo había afectado por más que siendo como el hechicero buscaba ocultar esas emociones de cualquier persona para demostrarse fuerte. Una cuestión de masculinidsd que se le enseñó de toda la vida. El cambiante se recuperaba rápido en ese sentido, y era bueno, no le era agradable el saber de muertes tanto a uno como al otro. Siempre había sido así y seguiría.
Albert rió con ganas con el comentario siguiente, era impensable el contarle todos los pormenores de esos tiempos a Cosette, ella simplemente lo mandaría al mismísimo carajo ... Del barco de Ren - ¡ Imagínate lo que sería si conoce toda la historia! volvería a la soltería y no saldría de allí, amigo mío. Ella es una mujer fuerte y decidida, sensible en cuanto a sentimientos y no puedo más que estar agradecido el hecho de que apareciera en mi vida. Es una pena que justo haya ido por unos mandados, caso contrario aquí estaría ella en vez de este mentiroso - le sonrió terminándose el whiskey que quedaba al fondo del vaso y recordando los compromisos de las clases altas señaló al hombre con el vaso vacío y apenas término de ingerir la bebida dictaminó - Por cierto, imaginó que te habrán impuesto alguna mujer ya. Si sigues como siempre debes de seguir evitando esas responsabilidades maritales -y le sonrió ya más relajado y tomando la botella llenó el vaso con más bebida ofreciéndole también.
Asintió a las respuestas de su amigo, sopesandolas. Era verdad, ninguna tripulación confiaría en el ahora -aunque dudaba de la confianza que se le pudiera poner a un corsario o, mejor dicho, no tenía idea de como podía llegar a hacérsela- adicional estaba la necesidad de resolver las cuestiones familiares en tierra sin posibilidad de hacerlo si estaba en el mar abierto. En cierta forma no había muchas chances y eso lo confirmaba su mirada y luego su pedido de despreocuparse del tema. Aunque ya empatizado con él, le era difícil dejar las cosas así porque si, pero al menos iba a intentarlo y así paso a contarle de su "felicidad".
Era feliz, de una forma extraña, sabía que había algo mas - si bien no sabía qué era, allí estaba-, que su vida no era sólo esto y de allí sus deseos de reconstruir la familia que había muerto con el fallecimiento de su primogénito. Y tenía miedos... Miedo a enfrentar esa otra personalidad que había nacido el día de la muerte, ese ser diabólico en su interior que siempre se negó a si mismo. El mismo que disfrutó de alcohol hasta altas horas de la noche, el mismo que Reinout había conocido en esas épocas en su forma más amable. Cosette era un ángel que lo había ayudado a aplacar ese demonio, pero como no todo podía ser color rosa, sucedió un hecho que golpea la matriz de cualquier padre y apareció. El miedo desde allí se hizo carne. No sabía que podía llegar a pasar si el " titiritero" salía una vez más. Ese ser tenía la habilidad de invocar a esos fantasmas y plasmar su esencia en objetos materiales. Era macabro, tenebroso en un punto. Su mirada se ensombreció.
- Se podría decir que si, sabes como somos... De alma inquieta, a pesar de las dificultades.
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Re: Hierbas y tratos - Con Reinout van Bergeijk -
por Reinout van Bergeijk Dom Oct 04, 2015 8:41 pm
Rio un momento contra su mano. No, no se lo imaginaba, pero podía ver a la perfección lo que Albert decía, si su mujer se enterara de todas sus aventuras seguro ya estaría de nuevo del lado de los solteros. Lamentó, de verdad no haber ido en un momento en que ella estuviera. No es como si planeara delatar a su amigo, Reinout podía ser muchas cosas, pero desleal no era una de ellas. No, sólo tenía curiosidad, como buen felino que era, qué clase de mujer había caído bajo los encantos de su viejo compañero de andanzas.
—Ya lo creo. Prometo portarme bien cuando la conozca y no hablar de nada de lo que estamos hablando ahora mismo —volvió a reír un poco y elevó su vaso para volver a brindar. La pregunta que Albert formuló casi lo hace escupir las últimas gotas de su bebida. Carraspeó luego como para tratar de disimular.
—No les des ideas. No me han impuesto a nadie, aún... pero mi padre me mandó aquí con la esperanza de que conozca a alguien —suspiró largamente y giró los ojos—, ya lo has dicho, esas responsabilidades no van conmigo, pero sé que son parte de mi papel ahora que regresé. Agradezco la comida caliente, las sábanas limpias y la ropa nueva, pero créeme, cuando me hablan de todo eso, extraño más que nunca ser simplemente Ren —y a pesar de lo que estaba diciendo, se le notó afable.
Luego todo pareció detenerse. Miró atentamente a Albert, notando su cambio de semblante. Inclinó el rostro como lo hace una urraca que ve la próxima pieza brillante para hurtar. No comprendía qué había sucedido, pero no dijo nada, sintió que no tenía derecho. Aguardó en cambio, con paciencia y Dios sabía que Reinout no era un hombre paciente. Trató de entretener la mirada en algún otro sitio, la tienda tenía mil rincones dignos de su atención. Regresó el rostro hacia Albert cuando este hubo hablado de nuevo.
—Eso es lo importante —le sonrió, pero esta vez el gesto era distinto, empático y no alocado. Como si le hiciera saber con sólo ese movimiento de boca que no importaba que hubiera sido, él, Reinout estaría ahí para él.
Se mordió la lengua después, miles de preguntas se formularon en su cabeza y a pesar de su naturaleza impulsiva, se dijo mentalmente que no tenía derecho a preguntar. Alzó ambas cejas.
—Pero… las tempestades han pasado, ¿no? Es un viejo dicho de marineros, adoptado después por todo mundo: después de la tormenta viene la calma. Me gusta pensar que lo que enfrentaste, al menos te sirvió para crecer —optó por decir aquello. Vago, pero aún con la duda incrustada como daga a la mitad de cada palabra y cada oración.
¿A qué cosa tan terrible pudo haberse enfrentado Albert?
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Re: Hierbas y tratos - Con Reinout van Bergeijk -
por Albert Legard Jue Oct 15, 2015 10:26 pm
Lo meditó internamente ¿había crecido con la experiencia? Aún no podía dar crédito de qué tan productiva había sido. Posiblemente en ese año se había dedicado a vivir para la felicidad de su esposa y había encerrado sus miedos en un cofre.
¿Cuánto tiempo permanecería allí ese capullo creciendo en la oscuridad? Encerrado probablemente moría por falta de luz. O no…todo lo contrario podía ser algo demoniaco que crecía en las penumbras. Lo cierto era que el miedo no iba a ayudarlo a resolver nada. Hasta ahora no había vuelto a pasar desde esa noche que tomó un alma en pena y plasmó su esencia en una botella de vidrio.
- De todas las aventuras, creó que la que nunca me esperé fue la muerte de mi primogénito hace un año- se animó a confesarle a Ren finalmente - No vi golpe más grande hasta el momento y es difícil mantenerte en pie después. Me temo que a los golpes también se aprende después de todo. Sí, mi amigo. A veces es mas práctico olvidar algunas cosas, ya sabes... dejarlas de lado a pesar que vuelvan - asintió pensativo pero ya con más convicción al respecto. Hizo una breve pausa. Pensó en la situación y en lo actual. Aún costaba hablar de rearmar la familia, él tenía plena confianza que se podía y se sentía preparado para ello. Respiro la tranquilidad del aire y se impacientó. No era la idea. No ahora que el viejo Zorro había reaparecido.
- ¿Qué tomas? No me abandones aquí, que es cuando empiezan las mejores partes - se le rió al ver el vaso casi concluso de whiskey de Reinout. Las botellas aún estaban sobre la mesa, se recato de ello y decidió colocarlas a escondidas. No ofrecía un espectáculo digno de quienquiera que entre al local a comprar medicamentos para el catarro.
Observó por entre los ventanales y la ciudad estaba repleta de personas. El trajín diario tenía su melodía personal.
- Me imaginó que andas conociendo tierras nuevas aún ¿donde iras ahora?- preguntó con amabilidad. Aún tenía ansias de conocer los nuevos cambios de su vida.
¿Cuánto tiempo permanecería allí ese capullo creciendo en la oscuridad? Encerrado probablemente moría por falta de luz. O no…todo lo contrario podía ser algo demoniaco que crecía en las penumbras. Lo cierto era que el miedo no iba a ayudarlo a resolver nada. Hasta ahora no había vuelto a pasar desde esa noche que tomó un alma en pena y plasmó su esencia en una botella de vidrio.
- De todas las aventuras, creó que la que nunca me esperé fue la muerte de mi primogénito hace un año- se animó a confesarle a Ren finalmente - No vi golpe más grande hasta el momento y es difícil mantenerte en pie después. Me temo que a los golpes también se aprende después de todo. Sí, mi amigo. A veces es mas práctico olvidar algunas cosas, ya sabes... dejarlas de lado a pesar que vuelvan - asintió pensativo pero ya con más convicción al respecto. Hizo una breve pausa. Pensó en la situación y en lo actual. Aún costaba hablar de rearmar la familia, él tenía plena confianza que se podía y se sentía preparado para ello. Respiro la tranquilidad del aire y se impacientó. No era la idea. No ahora que el viejo Zorro había reaparecido.
- ¿Qué tomas? No me abandones aquí, que es cuando empiezan las mejores partes - se le rió al ver el vaso casi concluso de whiskey de Reinout. Las botellas aún estaban sobre la mesa, se recato de ello y decidió colocarlas a escondidas. No ofrecía un espectáculo digno de quienquiera que entre al local a comprar medicamentos para el catarro.
Observó por entre los ventanales y la ciudad estaba repleta de personas. El trajín diario tenía su melodía personal.
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Re: Hierbas y tratos - Con Reinout van Bergeijk -
por Reinout van Bergeijk Mar Oct 20, 2015 10:31 pm
Como pocas veces en su vida, Reinout se quedó sin palabras. Eso era todo un hito y de haber sido de otro modo, se lo hubiera hecho constar a Albert. Y eso que aún no recibía toda la información, el ex corsario simplemente se removió inquieto e incómodo en su lugar sin saber a ciencia cierta qué decir o hacer. Para su fortuna, fue su anfitrión quien abrió la boca de nuevo, sin embargo el alivio duró poco.
Si antes se había quedado sin argumentos, sobre todo por la curiosidad que se veía tropezada por la mesura, que no era su fuerte, ahora todo le daba vueltas. Miró a Albert con un gesto de pura perplejidad, porque no sabía qué otra cara poner ante tal noticia. ¿Qué se suponía que debía decir? Las palabras de aliento se agradecían, pero no servían de mucho y él era, ante todo, un hombre pragmático. No pudo ni imaginarse lo que era ese dolor, esa pérdida. No podía dimensionar, sólo sabía que estaba fuera de su alcance. Abrió la boca, boqueó algo, pero no dijo nada, en cambio estiró un brazo y la mano para posarla sobre el hombro del brujo, apretó levemente.
¡Él! Que siempre hablaba incluso de más, ahora no tenía nada que decir y se sintió fútil en el universo. Mísero, insignificante.
Carraspeó, alcanzó su vaso y lo dispuso para que Albert le sirviera. Supuso que no sería bueno regresar al tema, ya que era el propio Legard quien ahora lo dejaba de lado y proseguía con la charla. Tardó un par de segundos en recomponerse.
—Qué va… —se peinó el bigote—, me quedaré en París por un tiempo. Soy el representante van Bergeijk en este lado del mundo o algo por el estilo. Más vale que me vaya acostumbrando a la vida sedentaria, ¿no? —Se encogió de hombros y bebió un poco del whisky recién servido.
—¿Qué me dices tú? Bueno, veo que tienes toda una vida aquí… con este negocio y tu esposa y todo lo demás, pero ¿no te llama la aventura? —Cuestionó y poco a poco su semblante regresó a ser el usualmente dicharachero en él—. Algunos dicen que casarse y eso es una aventura en sí misma, yo no puedo saberlo, gracias a Dios… —rio para luego continuar—: pero no sé, quizá recorrer el mundo con tu esposa. Aunque si te quedas por aquí no me quejo, que me hacen falta amigos, y no planeo sonsacarte, eh, sólo aprecio la compañía —le guiñó un ojo.
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Re: Hierbas y tratos - Con Reinout van Bergeijk -
por Albert Legard Mar Nov 10, 2015 10:13 pm
Se sentía en compañía de alguien en quien podía repararse. Un poco de aire fresco como Ren nunca venia mal. Seguía libre a pesar de los años, seguía entero por sobre todas las cosas y se alegró de sentirlo además tan cercano como hacia unos años. Una mano sobre el hombro hablaba mas de él que las palabras mismas. Sonrió a pesar de las tempestades, algo quedaba allí.
- Ah, estarás recorriendo Europa entonces, eso es bueno. Podrás conseguir reliquias de cada país nuevo que visites ¡oficiaras de turista! Grandes cosas te esperan entonces. Me gustaría ver cómo te las ingenias con la cantidad de mujeres que encontraras por estos caminos mi amigo. Es todo un reto elegir solo una – rió, aun no podía ver su imagen asociada al amor de una sola. Aunque empezaba a pensar que solo era una forma que él tenía de verlo. Posiblemente había cambiado algunas ideas, como todos – ¿Sedentaria? Aquí en Francia lo dudo… Muchas cosas pasan aquí. A veces pienso que demasiadas. Hay de todo Ren, el sedentarismo es de viejos achacados – dejó a modo de juicio mientras la bebida dejaba a su pensamiento mas libre salir a la luz, trataba de cuidar sus formas, solía emplear palabras mas correctas solamente para aparentar ser un tutor educado y formado, pero en el fondo ambos sabían su verdadera naturaleza, mucho mas mal hablada.
Dejó escapar el aire. El matrimonio era una aventura. Aprender a tolerar a otro, la convivencia y el sexo opuesto, no le quería sacar crédito a ello, pero su máxima aventura hoy en dia era la investigación, la práctica y las armas. Lo analizó internamente y se sintió nuevamente seguro. Solo quería constatarlo con su sexto sentido si era real que los seres humanos tenían uno.
- Pensamos recorrer el mundo con Cosette, ella estuvo mucho tiempo aferrada a esas ideas oscuras… lamentablemente, asi que fue difícil sacarla de esa etapa. Aun hoy se me hace doloroso cada vez que la veo llorar. Asi que para renovar aires estuvimos ahorrando las vacaciones para comprar una nueva casa aquí en el centro, mucha mas luz, gente, tránsito y aires nuevos, como me gusta decir – se quedó con la imagen de la nueva casa, sus habitaciones espaciosas con ventanales, la vista al patio donde el naranjo descansaba apacible en medio y la calle llena de balcones floridos y arboles que florecían en primavera dando un espectáculo de colores. Iban a ser felices allí, sabía que si.
- Pero si, la idea es pasear, seguir con nuestras vidas y tomarnos unas vacaciones, pasar mas tiempo, ya sabes… de convivencia. Eso que pronto descubrirás como malo y luego una bendición a considerar por la comida hecha, la ropa planchada y la cama caliente jajajajaa, ¡no me hagas caso Ren, estoy hablando como un anciano ya! Hay mas planes tras ello, pero cuenta conmigo cuando desees, siempre ando por la ciudad. Soy tutor de dos niños en el centro, después de las 5 me libero y ya sabes que cuentas con un oído confiable aquí – le dijo acercándose el vaso al pecho. Estaba inclinado contra el mostrador, desgarbado y con ánimos.
- Ah, estarás recorriendo Europa entonces, eso es bueno. Podrás conseguir reliquias de cada país nuevo que visites ¡oficiaras de turista! Grandes cosas te esperan entonces. Me gustaría ver cómo te las ingenias con la cantidad de mujeres que encontraras por estos caminos mi amigo. Es todo un reto elegir solo una – rió, aun no podía ver su imagen asociada al amor de una sola. Aunque empezaba a pensar que solo era una forma que él tenía de verlo. Posiblemente había cambiado algunas ideas, como todos – ¿Sedentaria? Aquí en Francia lo dudo… Muchas cosas pasan aquí. A veces pienso que demasiadas. Hay de todo Ren, el sedentarismo es de viejos achacados – dejó a modo de juicio mientras la bebida dejaba a su pensamiento mas libre salir a la luz, trataba de cuidar sus formas, solía emplear palabras mas correctas solamente para aparentar ser un tutor educado y formado, pero en el fondo ambos sabían su verdadera naturaleza, mucho mas mal hablada.
Dejó escapar el aire. El matrimonio era una aventura. Aprender a tolerar a otro, la convivencia y el sexo opuesto, no le quería sacar crédito a ello, pero su máxima aventura hoy en dia era la investigación, la práctica y las armas. Lo analizó internamente y se sintió nuevamente seguro. Solo quería constatarlo con su sexto sentido si era real que los seres humanos tenían uno.
- Pensamos recorrer el mundo con Cosette, ella estuvo mucho tiempo aferrada a esas ideas oscuras… lamentablemente, asi que fue difícil sacarla de esa etapa. Aun hoy se me hace doloroso cada vez que la veo llorar. Asi que para renovar aires estuvimos ahorrando las vacaciones para comprar una nueva casa aquí en el centro, mucha mas luz, gente, tránsito y aires nuevos, como me gusta decir – se quedó con la imagen de la nueva casa, sus habitaciones espaciosas con ventanales, la vista al patio donde el naranjo descansaba apacible en medio y la calle llena de balcones floridos y arboles que florecían en primavera dando un espectáculo de colores. Iban a ser felices allí, sabía que si.
- Pero si, la idea es pasear, seguir con nuestras vidas y tomarnos unas vacaciones, pasar mas tiempo, ya sabes… de convivencia. Eso que pronto descubrirás como malo y luego una bendición a considerar por la comida hecha, la ropa planchada y la cama caliente jajajajaa, ¡no me hagas caso Ren, estoy hablando como un anciano ya! Hay mas planes tras ello, pero cuenta conmigo cuando desees, siempre ando por la ciudad. Soy tutor de dos niños en el centro, después de las 5 me libero y ya sabes que cuentas con un oído confiable aquí – le dijo acercándose el vaso al pecho. Estaba inclinado contra el mostrador, desgarbado y con ánimos.
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Re: Hierbas y tratos - Con Reinout van Bergeijk -
por Reinout van Bergeijk Dom Nov 15, 2015 1:13 am
Se acomodó en la silla que ocupaba. Cruzó la pierna de tal modo que si tobillo pasó a descansar en la rodilla opuesta. Mirando así a su amigo, le recordó los viejos tiempos, cualquier cosa que eso fuera. Había sido breve, como mucha de su convivencia con otras personas, pero lo suficiente como para saber que Albert merecía la pena. Valía el esfuerzo de conservarlo como amigo. Estuvo seguro entonces y lo confirmaba ahora.
Rio con nerviosismo, casi como una tos provocada por la bebida, aunque no había dado ningún trago. No dijo nada y luego sólo asintió.
—Me alegra escuchar eso. Sino me aburriría terriblemente. Si eso fue lo que me hizo salir de Ámsterdam. Ahí todo pintaba bastante... ¿cómo decirlo? Convencional –y eso, lo normal, lo usual, lo que no era inesperado, era su gran enemigo.
—Ya veo —continuó con una sonrisa en los labios. Aquello de lo que Legard le estaba hablando le parecía tan ajeno y fascinante por igual. Una vida de casados. ¿Él se casaría algún día? Su padre así lo quería pero él no estaba tan seguro—. Tú puedes ver el futuro, si mal no recuerdo, pero supongo que en tu vida, al lado de tu esposa, prefieres que todo sea sorpresa —sentenció a modo de reflexión.
—Genial, ten por seguro que me tendrás molestando por aquí muy seguido. ¿Sabes? Nunca te imaginé de tutor, pero creo que te sienta bien. Vaya, eres todo un hombre nuevo, con responsabilidades y todo —bromeó de buena gana y luego dio un largo suspiro. Tomó lo que quedaba de su bebida y se puso de pie, sacudiéndose las manos en el pantalón.
—Me alegra que mi padre me haya mandado a esta tarea. Usualmente reniego de todas mis responsabilidades como miembro de la familia van Bergeijk pero vaya, ésta tuvo sus ventajas. Señor Legard... —anunció con una actuada solemnidad—, me tengo que ir por hoy. Y creo que deberías hacer lo mismo y dejar de beber o tu esposa te regañará —esa risa escandalosa, estertórea y franca volvió a resonar. De aquel modo, Reinout parecía un hombre más anciano y sabio, tal vez el hombre de 60 años que en realidad era.
—Sólo prométeme una cosa antes de que me retire: que nos volveremos a ver pronto. Ahora que te veo de nuevo, me doy cuenta que fue un error no buscarte antes —había algo en Albert, su mesurada melancolía o sus modos tan amables y sinceros, que lo ponían de buenas. Pocas personas tenían un efecto tan marcado en él y por ello era su afán de volverse a ver más pronto que tarde—. Ah, eso y también que entregársela información que mi padre le envía a tu mujer. No quiero quedar mal con ninguno de los dos. Mi padre... bueno, él ya me conoce, pero ¿te imaginas que impresión le daré a tu esposa ante el descuido? —Habló manteniendo la sonrisa en sus labios y aguardado por las respuestas de Albert.
Off: Podemos cerrar con tu respuesta, si quieres y continuar en un tema/encuentro subsiguiente.
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It is in my gestures, the harshness of my voice, in the glow of my gaze,
in my sinewy, tormented face.
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Re: Hierbas y tratos - Con Reinout van Bergeijk -
por Albert Legard Dom Nov 22, 2015 6:00 pm
Francia lo iba a cautivar, estaba seguro de ello. Era un país rico en posibilidades, en nocturnidad, salidas, teatros, música hasta arte. En eso no había forma de compararlo con ningún otro y sabía que Ren podía sacar provecho de ello.
Recordó sus habilidades apenas mencionó la posibilidad de ver el futuro. Notó que hacía tiempo no tenia esos sueños reveladores, esas profecías como tuvo en su momento. Hoy en día estaba confirme igual, siempre se había mostrado receloso a ese tipo de información. Lo cierto era que buscaba mantener a raya ese poder suyo solo para evitar complicaciones y miedos, mas aun luego de tal tragedia con su primogénito.
La parte de las responsabilidades aun a si mismo le pesaba, se había construido como un hombre desde hacía unos años, si se ponía a mirarse a si mismo mucho tiempo atrás no se reconocería – Con responsabilidades ¿increíble cierto? – bromeó con un tono jocoso mientras se acercaba el vaso una vez mas.
- Ren, tienes el honor de ser parte de una familia tan conocida como los Van Bergeijk – comentó ya mas serio, tenía un gran negocio entre manos solamente por su apellido, su reconocimiento a nivel Europa seria inmediato apenas se sintiera hablar de él y de allí en mas sus posibilidades eran una catapulta. No se podía pedir mas – Créetela un poco, aprovéchate de ello, ya viviste e hiciste lo que quisiste en muchos años. No te arrepentirás de nada, créeme. ¡Créetelo! – le dijo con una mano en el hombro del su amigo dejando el vaso de lado porque si en algo tenía razón era que estaba pasándose de tragos por el dia de hoy y que Cosette tendría derecho a una reprimenda.
- Y por lo de la información, quédate tranquilo, si yo pude con mi esposa y aun me acepta, seguramente lo hará contigo que eres como un gemelo mio mas rebelde. En breve te mostraré la casa nueva y estaremos mas en el centro de esa forma, estaremos mas cerca de lo que estamos ahora mismo. No te imaginas cómo me has cambiado el día amigo….- dejó entrever su lado mas sentimental ahora. En el fondo era una característica que parecía intensificarse con la bebida. Lo abrazó con unos golpes en la espalda y se despidió de este – Es un pendiente lo del reencuentro, mantengámonos en contacto ahora que nos unieron las corrientes. ¡Ah! Mándale saludos a tu padre, siempre nos ofrece lo mejor de las mercancías, hasta las mas difíciles de encontrar, como te imaginarás que hay aquí en esta tienda – comentó mientras observaba las vitrinas a su alrededor avanzando hacia la puerta de entrada, por la vereda la gente mantenía el ritmo de caminata constante y no faltaba quien notara como gesto significativo el rojo intenso en los cabellos de Ren.
Recordó sus habilidades apenas mencionó la posibilidad de ver el futuro. Notó que hacía tiempo no tenia esos sueños reveladores, esas profecías como tuvo en su momento. Hoy en día estaba confirme igual, siempre se había mostrado receloso a ese tipo de información. Lo cierto era que buscaba mantener a raya ese poder suyo solo para evitar complicaciones y miedos, mas aun luego de tal tragedia con su primogénito.
La parte de las responsabilidades aun a si mismo le pesaba, se había construido como un hombre desde hacía unos años, si se ponía a mirarse a si mismo mucho tiempo atrás no se reconocería – Con responsabilidades ¿increíble cierto? – bromeó con un tono jocoso mientras se acercaba el vaso una vez mas.
- Ren, tienes el honor de ser parte de una familia tan conocida como los Van Bergeijk – comentó ya mas serio, tenía un gran negocio entre manos solamente por su apellido, su reconocimiento a nivel Europa seria inmediato apenas se sintiera hablar de él y de allí en mas sus posibilidades eran una catapulta. No se podía pedir mas – Créetela un poco, aprovéchate de ello, ya viviste e hiciste lo que quisiste en muchos años. No te arrepentirás de nada, créeme. ¡Créetelo! – le dijo con una mano en el hombro del su amigo dejando el vaso de lado porque si en algo tenía razón era que estaba pasándose de tragos por el dia de hoy y que Cosette tendría derecho a una reprimenda.
- Y por lo de la información, quédate tranquilo, si yo pude con mi esposa y aun me acepta, seguramente lo hará contigo que eres como un gemelo mio mas rebelde. En breve te mostraré la casa nueva y estaremos mas en el centro de esa forma, estaremos mas cerca de lo que estamos ahora mismo. No te imaginas cómo me has cambiado el día amigo….- dejó entrever su lado mas sentimental ahora. En el fondo era una característica que parecía intensificarse con la bebida. Lo abrazó con unos golpes en la espalda y se despidió de este – Es un pendiente lo del reencuentro, mantengámonos en contacto ahora que nos unieron las corrientes. ¡Ah! Mándale saludos a tu padre, siempre nos ofrece lo mejor de las mercancías, hasta las mas difíciles de encontrar, como te imaginarás que hay aquí en esta tienda – comentó mientras observaba las vitrinas a su alrededor avanzando hacia la puerta de entrada, por la vereda la gente mantenía el ritmo de caminata constante y no faltaba quien notara como gesto significativo el rojo intenso en los cabellos de Ren.
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Re: Hierbas y tratos - Con Reinout van Bergeijk -
por Reinout van Bergeijk Miér Nov 25, 2015 11:15 pm
Por un largo rato, ya de pie y dispuesto a irse, Reinout sólo miró a Albert. Plantado en su lugar, sin ganas reales de marcharse, pero no podía prolongar su estancia ahí por siempre. La promesa de volverse a ver estaba en el aire y ello lo ayudó a hacerse a la idea de que, por hoy, el reencuentro había terminado. Rio con nerviosismo, agradeciendo las palabras de su viejo amigo. De ese modo pareció ligeramente menos seguro que de costumbre, pero pronto la risa discreta fue sustituida por una carcajada y regresó a ser el mismo de siempre.
—Comienzo a creérmelo ya, más para hacerme a la idea que otra cosa. Nah… me gusta ser un van Bergeijk, aunque extraño el mar —sacudió la cabeza, negando enérgicamente—. Como sea, lo mismo digo, Legard… al venir aquí no me imaginé, bueno, toparme contigo, pero me dio mucho gusto verte —fue a por un abrazo pero se arrepintió a medio camino y sólo apretó los antebrazos del brujo.
—De tu parte le diré a mi padre, y ahora que sabrá quién eres, te aseguro que el trato será mucho mejor —Karel van Bergeijk no era un hombre que tratara mal a sus clientes, a todos aquellos con los que tenía tratos, pero aquello había sido más una cortesía por parte de Reinout.
—Dicen que el que mucho se despide es que no se quiere ir, y tal vez sea cierto, pero es inevitable —soltó un suspiro—. Sabrás de mí muy pronto. Presiento que voy a quedarme en Francia más de lo que había planeado —amenazó y se peinó el bigote, torciendo una de sus puntas y luego hizo una pronunciada reverencia. Como el maestro de ceremonias de algún circo olvidado.
Era verdad, en sus planes estaba huir de tierra gala en cuanto tuviera oportunidad, pero ahora tenía a Albert ahí con él, una relación que valía la pena seguir cultivando. Guiñó un ojo antes de dar media vuelta y salir del local con el aliento oliéndole a licor, como hace mucho no sucedía. El talante de Reinout era más animado que de costumbre mientras se alejaba; y eso ya era decir bastante.
TEMA FINALIZADO.
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