AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Perdida?, ¿yo? [LIBRE]
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¿Perdida?, ¿yo? [LIBRE]
El sonido de unos zapatos de mujer rompía el silencio que reinaba en esos momentos en las afueras de Paris. Enseguida pudo verse a la causante de los ruidos. Una chica joven, de apariencia bastante frágil, que caminaba sola por las afueras. Cualquiera podría pensar que estaba dando un simple paseo o conociendo la ciudad. Pero solo ella sabía que se había perdido.
Sí. No hacía mucho tiempo que Summer se había instalado en París. De hecho, se encontraba dando una vuelta por la ciudad, para conocerla más y terminar de habituarse un poco. Con suerte hasta se hubiera encontrado con alguien con quien hablar y hacer la tarde más amena. Y sin embargo ahí se encontraba ahora, caminando por las calles parisinas sin saber cómo volver al centro de la ciudad.
El calor que hacía en esa estación del año tampoco es que fuera de gran ayuda. Solo ayudaba a que se cansara con más facilidad, y eso que podría decirse que ella estaba acostumbrada a ir de un sitio para otro. Sin embargo Paris se le había antojado de repente como un gran laberinto, y lo peor era que no tardaría mucho tiempo en empezar a anochecer.
Giró sobre sí misma. Quizás por los alrededores hubiera alguien que pudiera ayudarla. A pesar de que le avergonzaba la idea de tener que pedir ayuda a algún desconocido para orientarse, la simple idea de vagar sola y sin rumbo de noche, conseguía que la vergüenza le pareciera una tontería.
Y entonces, para empeorar el día, la joven tropezó con el suelo. No perdió el equilibrio, pero un sonido le advirtió de que había perdido otra cosa. Se llevó las manos al pecho y comprobó que sí, su relicario se le había caído. Comenzó a pasear su mirada a lo largo de toda la calle, el relicario no podía haberse caído demasiado lejos.
Sí. No hacía mucho tiempo que Summer se había instalado en París. De hecho, se encontraba dando una vuelta por la ciudad, para conocerla más y terminar de habituarse un poco. Con suerte hasta se hubiera encontrado con alguien con quien hablar y hacer la tarde más amena. Y sin embargo ahí se encontraba ahora, caminando por las calles parisinas sin saber cómo volver al centro de la ciudad.
El calor que hacía en esa estación del año tampoco es que fuera de gran ayuda. Solo ayudaba a que se cansara con más facilidad, y eso que podría decirse que ella estaba acostumbrada a ir de un sitio para otro. Sin embargo Paris se le había antojado de repente como un gran laberinto, y lo peor era que no tardaría mucho tiempo en empezar a anochecer.
Giró sobre sí misma. Quizás por los alrededores hubiera alguien que pudiera ayudarla. A pesar de que le avergonzaba la idea de tener que pedir ayuda a algún desconocido para orientarse, la simple idea de vagar sola y sin rumbo de noche, conseguía que la vergüenza le pareciera una tontería.
Y entonces, para empeorar el día, la joven tropezó con el suelo. No perdió el equilibrio, pero un sonido le advirtió de que había perdido otra cosa. Se llevó las manos al pecho y comprobó que sí, su relicario se le había caído. Comenzó a pasear su mirada a lo largo de toda la calle, el relicario no podía haberse caído demasiado lejos.
Invitado- Invitado
Re: ¿Perdida?, ¿yo? [LIBRE]
Como todas las semanas mi clase y yo salíamos a las afueras de la ciudad a pintar al aire libre, siempre era entretenido, además pasábamos la tarde comiendo todos juntos, se te hacía más llevadero el día. Pasamos toda la mañana hasta encontrar un sitio apacible donde poder sentarnos para trazar lo que sería nuestra siguiente obra. Yo me había sentado en el borde de uno de los viejos puentes de piedra, estaba sumamente concentrado en captar las casas, con el brutal contraste que hacían en consonancia con los árboles que había al otro lado, pero aún así no desentonaba para nada. Me pasé bastantes horas logrando lo que venía buscando hasta que comenzó a anochecer, serían las nueve de la noche, ya no podía pintar, me faltaba la luz que requería mi obra. Guardé mis materiales acuosos y la libreta en el maletín, que siempre iba conmigo por si alguna vez se presentaba la ocasión y me encontraba algo digno de ser dibujado.
Bajé el puente con ánimo de volver a la residencia, pero yo sabía que antes pasaría por el bar, mi segunda casa.
Iba tan contento por la calle, mis compañeros como siempre se habían marchado mucho antes que yo ¿el compañerismo dónde? Me encogí de hombros y seguí caminando.
Al rato me topé con algo brillante que se podía ver en el pedregoso enlosado, me agaché para observarlo, parecía algo de carácter religioso, a alguien se le había debido caer, y no es que fuera una baratija. Lo cogí con cuidado y me lo metí en el bolsillo, siempre podía ir al cuartel de policía a dejarlo como objeto perdido, no pensaba quedármelo.
Seguí caminando mirando distraídamente lo que me rodeaba, estaba lejos de mi destino, así que empecé a entonar una canción en mi cabeza, sonreí al darme cuenta de lo que estaba haciendo.
Doblé la esquina y ví a una joven con un dorado cabello caminando dubitativa por la calle, estaba a tres metros de mí, por su vestido supuse que era de una familia rica, ¿qué hacía por aquí?
¿Si me acercaba y la tocaba en el brazo, gritaría? Seguro. Quizá podría pensar que era un ladrón, o algo peor ¡Por Dios! Hoy en día nadie confía en nadie.
- ¡Perdone! No es mi intención importunarla… pero no puedo evitar pensar que puede que esté perdida. Aunque corríjame si no es así.- también podía ser que el equivocado fuera yo, aunque por el perfil de preocupación que pude ver desde atrás, me daba esa sensación.
Al girarse y verme lo que vería sería a un joven con el pelo despeinado, unos pantalones negros combinados con una camisa azul cielo, llevada por fuera, con algún manchón de tinta ¡Me iba a tomar por loco!
La sonreí amablemente para que viera que no tenía malas intenciones, pero no estaba seguro de que se diera cuenta.
Bajé el puente con ánimo de volver a la residencia, pero yo sabía que antes pasaría por el bar, mi segunda casa.
Iba tan contento por la calle, mis compañeros como siempre se habían marchado mucho antes que yo ¿el compañerismo dónde? Me encogí de hombros y seguí caminando.
Al rato me topé con algo brillante que se podía ver en el pedregoso enlosado, me agaché para observarlo, parecía algo de carácter religioso, a alguien se le había debido caer, y no es que fuera una baratija. Lo cogí con cuidado y me lo metí en el bolsillo, siempre podía ir al cuartel de policía a dejarlo como objeto perdido, no pensaba quedármelo.
Seguí caminando mirando distraídamente lo que me rodeaba, estaba lejos de mi destino, así que empecé a entonar una canción en mi cabeza, sonreí al darme cuenta de lo que estaba haciendo.
Doblé la esquina y ví a una joven con un dorado cabello caminando dubitativa por la calle, estaba a tres metros de mí, por su vestido supuse que era de una familia rica, ¿qué hacía por aquí?
¿Si me acercaba y la tocaba en el brazo, gritaría? Seguro. Quizá podría pensar que era un ladrón, o algo peor ¡Por Dios! Hoy en día nadie confía en nadie.
- ¡Perdone! No es mi intención importunarla… pero no puedo evitar pensar que puede que esté perdida. Aunque corríjame si no es así.- también podía ser que el equivocado fuera yo, aunque por el perfil de preocupación que pude ver desde atrás, me daba esa sensación.
Al girarse y verme lo que vería sería a un joven con el pelo despeinado, unos pantalones negros combinados con una camisa azul cielo, llevada por fuera, con algún manchón de tinta ¡Me iba a tomar por loco!
La sonreí amablemente para que viera que no tenía malas intenciones, pero no estaba seguro de que se diera cuenta.
Gerard Montefeltro- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 30/06/2010
Edad : 41
Localización : York (Inglaterra). Residente en Paris.
Re: ¿Perdida?, ¿yo? [LIBRE]
Su mirada recorría cada vez a mayor velocidad el suelo, parándose en cada uno de los rincones en los que podría encontrarse su colgante. De repente se había olvidado por completo de que se había perdido, ahora lo único que le importaba era recuperar su relicario. Nunca le había dado mucha importancia a ese colgante que adornaba su cuello, pero no se había separado de él desde que aquella anciana con la que se topó durante su viaje se lo había regalado. Se suponía que el colgante la protegería. Summer nunca había sido supersticiosa, pero su vida había dado un giro inesperado después de lo sucedido hace poco más de un año.
La joven se enderezó. Un viento fresco había empezado a soplar y Summ se removió con un pequeño escalofrío que le recorrió la espalda. No se había dado cuenta de que ya había anochecido del todo, y pensó que ahora le resultaría más difícil aún encontrar el camino de vuelta. Esa zona apenas estaba iluminada por unas pequeñas luces, lo que le daba un aspecto algo sombrío. Sabía que ahora que no contaba apenas con iluminación, le sería más difícil aún encontrar su relicario por lo que, con cierta pesadumbre, giró sobre sí misma dispuesta a emprender su búsqueda del camino de vuelta, o un poco de civilización, lo que llegara primero.
Caminaba mientras se cubría los brazos con las manos, como protegiéndose del aire a pesar de que se trataba de una simple brisa de verano, y entonces fue cuando escuchó una voz. Se giró algo sobresaltada, no se había dado cuenta de que hubiera nadie más por los alrededores. De hecho, de haberlo sabido, le hubiera pedido al joven que la orientara un poco. Por un momento Summ se sintió algo avergonzada por su situación. Posiblemente el chico hubiera notado desde lejos que estaba algo perdida. Tardó un poco en contestar, durante esos instantes se había dedicado a observar el atuendo del chico. A pesar de su aspecto algo descuidado del joven, Summ no se sintió amenazada ni nada por el estilo. Por el contrario, se sentía más identificada con el chico de lo que él podría imaginarse. Summer siempre había pensado que estar rodeada de lujos no era lo suyo, que ella pertenecía a otro mundo.
- No es ningún importunio, caballero- dijo mientras sacudía la cabeza, quitándole importancia.- Ciertamente me viene bien que me haya encontrado. Sí, estoy algo desorientada, no sé como volver al centro de la ciudad…
El chico mantenía una sonrisa amable en su rostro, lo que le infundía más confianza a Summ. Aún así, la naturaleza desconfiada de la chica le impedía acercarse algo más al joven.
La joven se enderezó. Un viento fresco había empezado a soplar y Summ se removió con un pequeño escalofrío que le recorrió la espalda. No se había dado cuenta de que ya había anochecido del todo, y pensó que ahora le resultaría más difícil aún encontrar el camino de vuelta. Esa zona apenas estaba iluminada por unas pequeñas luces, lo que le daba un aspecto algo sombrío. Sabía que ahora que no contaba apenas con iluminación, le sería más difícil aún encontrar su relicario por lo que, con cierta pesadumbre, giró sobre sí misma dispuesta a emprender su búsqueda del camino de vuelta, o un poco de civilización, lo que llegara primero.
Caminaba mientras se cubría los brazos con las manos, como protegiéndose del aire a pesar de que se trataba de una simple brisa de verano, y entonces fue cuando escuchó una voz. Se giró algo sobresaltada, no se había dado cuenta de que hubiera nadie más por los alrededores. De hecho, de haberlo sabido, le hubiera pedido al joven que la orientara un poco. Por un momento Summ se sintió algo avergonzada por su situación. Posiblemente el chico hubiera notado desde lejos que estaba algo perdida. Tardó un poco en contestar, durante esos instantes se había dedicado a observar el atuendo del chico. A pesar de su aspecto algo descuidado del joven, Summ no se sintió amenazada ni nada por el estilo. Por el contrario, se sentía más identificada con el chico de lo que él podría imaginarse. Summer siempre había pensado que estar rodeada de lujos no era lo suyo, que ella pertenecía a otro mundo.
- No es ningún importunio, caballero- dijo mientras sacudía la cabeza, quitándole importancia.- Ciertamente me viene bien que me haya encontrado. Sí, estoy algo desorientada, no sé como volver al centro de la ciudad…
El chico mantenía una sonrisa amable en su rostro, lo que le infundía más confianza a Summ. Aún así, la naturaleza desconfiada de la chica le impedía acercarse algo más al joven.
Invitado- Invitado
Re: ¿Perdida?, ¿yo? [LIBRE]
Me quedé observándola desde donde estaba, aún tanteando la situación. Me fijé en las pocas farolas que allí había, no daba la sensación de ser un lugar acogedor, y sí, se estaba levantando cierto aire. Di unos pasos hacia la joven, con paso seguro pero precavido. Alcé las manos a la altura de los codos, en un intento de entablar una conversación.
- Es perfectamente normal lo que os ha pasado, madame. París es un lugar increíblemente grande, incluso a mí me ha sucedido lo que a vos, no sé, se te abren recónditos callejones que jamás habías visto. – comenté soltando una risilla, algo fuera de lugar. Pensé en preguntarle su nombre, pero eso era demasiado personal, quizá no quisiera contestarme, y era respetable porque no tienes por qué decir tu nombre al primero que te lo pregunta y más en los tiempos que corren, así que deseché la idea. Estaba a una distancia prudencial de ella, no quería crear un acercamiento forzado ¿quién era yo para hacer tal cosa? Yo no era un desvergonzado. – Es algo realmente curioso…- Continué. – Yo, por ejemplo, soy inglés y cuando vine aquí ¡vaya! Me daba verdadero pavor salir solo por las calles por miedo a perderme…- pasé mi maletín de la mano izquierda a la derecha.- Posiblemente el hecho de perderse te enseña a madurar, y te muestra lugares que posiblemente de saber donde están, nunca te habrías adentrado en ellos. – me encogí de hombros al recordar mis no muy lejanos días en los que un día sí, y otro también, me perdía. York era distinto en todos los sentidos a París.
Era posible que estuviera hablando demasiado, pero quizá era por el miedo a que la joven saliese corriendo, aunque de haberlo hecho me habría quedado en el sitio, no soy de perseguir a las damiselas en apuros, aunque no niego si alguna vez he pecado de pesado, quizá mis razones tenía.
- Bueno el centro de la ciudad queda bastante lejos, yo también voy para allá…- pensé en la idea pasar por alguna taberna antes, yo quería hacerlo, llevaba sin llevarme nada a la boca unas cuantas horas, pero no sabía si a la señora le importaría parar unos minutos, en fin, seguro que no estaba acostumbrada a esos lugares. Di unos pasos para ponerme delante de ella y le indiqué con la mano que me siguiera, por allí estaba el centro.
- ¿Os importaría si parásemos en la taberna “Barriles” que hay a unos metros de aquí? Aunque si usted lleva prisa, o algo por el estilo, os dejo en vuestro lugar de destino lo antes posible sin rechistar.- dije de improvisto
- Es perfectamente normal lo que os ha pasado, madame. París es un lugar increíblemente grande, incluso a mí me ha sucedido lo que a vos, no sé, se te abren recónditos callejones que jamás habías visto. – comenté soltando una risilla, algo fuera de lugar. Pensé en preguntarle su nombre, pero eso era demasiado personal, quizá no quisiera contestarme, y era respetable porque no tienes por qué decir tu nombre al primero que te lo pregunta y más en los tiempos que corren, así que deseché la idea. Estaba a una distancia prudencial de ella, no quería crear un acercamiento forzado ¿quién era yo para hacer tal cosa? Yo no era un desvergonzado. – Es algo realmente curioso…- Continué. – Yo, por ejemplo, soy inglés y cuando vine aquí ¡vaya! Me daba verdadero pavor salir solo por las calles por miedo a perderme…- pasé mi maletín de la mano izquierda a la derecha.- Posiblemente el hecho de perderse te enseña a madurar, y te muestra lugares que posiblemente de saber donde están, nunca te habrías adentrado en ellos. – me encogí de hombros al recordar mis no muy lejanos días en los que un día sí, y otro también, me perdía. York era distinto en todos los sentidos a París.
Era posible que estuviera hablando demasiado, pero quizá era por el miedo a que la joven saliese corriendo, aunque de haberlo hecho me habría quedado en el sitio, no soy de perseguir a las damiselas en apuros, aunque no niego si alguna vez he pecado de pesado, quizá mis razones tenía.
- Bueno el centro de la ciudad queda bastante lejos, yo también voy para allá…- pensé en la idea pasar por alguna taberna antes, yo quería hacerlo, llevaba sin llevarme nada a la boca unas cuantas horas, pero no sabía si a la señora le importaría parar unos minutos, en fin, seguro que no estaba acostumbrada a esos lugares. Di unos pasos para ponerme delante de ella y le indiqué con la mano que me siguiera, por allí estaba el centro.
- ¿Os importaría si parásemos en la taberna “Barriles” que hay a unos metros de aquí? Aunque si usted lleva prisa, o algo por el estilo, os dejo en vuestro lugar de destino lo antes posible sin rechistar.- dije de improvisto
Gerard Montefeltro- Humano Clase Media
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Re: ¿Perdida?, ¿yo? [LIBRE]
Finalmente fue el joven quién salvó algo más la distancia, pero sin llegar a invadir su espacio vital ni nada por el estilo. La joven no hizo ningún intento de alejarse de él. Ahora que estaba algo más cerca, Summ pudo verle mejor bajo una tenue luz que iluminaba esa zona de la calle. Escuchó lo que dijo a continuación. Sus palabras consiguieron que Summer no se sintiera tan ridícula por haberse perdido. Tras escucharle también se fijó en que el acento del chico no era Francés, era inglés.
Hubo un momento en el que estuvo a punto de preguntarle al joven de dónde venía, pero no se atrevió y pensó que quizás podría ser algo indiscreto. De todas formas agradeció que siguiera hablando. La confianza con la que el chico estaba manteniendo una conversación con ella, hacía que se sintiera más segura estando ahí con él. En el caso de que hubiera podido sentir algún miedo del chico, en ese momento se habría esfumado. Hasta le hubiera gustado tener la misma confianza que él para poder entablar una conversación así.
- Envidio su carácter tan optimista, caballero. Pero al mismo tiempo se lo agradezco por no hacerme ver mi situación como algo vergonzoso- hasta podría llegar a pensar que perderse había sido algo bueno.
Un movimiento del chico llamó su atención, haciendo que posara su mirada curiosa por unos instantes en el maletín que llevaba. El joven volvió a hablar, haciendo que Summ centrara su atención en él. Se volvió hacia la dirección que ahora señalaba. Antes de empezar a seguirle dirigió una mirada hacia el suelo, como esperando ver un destello que anunciara que no había perdido su relicario, pero no vio nada. Tampoco vio un trozo de cadena que asomaba por uno de los bolsillos de su acompañante. Empezó a caminar al lado del joven, en la dirección que él había indicado. Dudó unos instantes ante la improvista pregunta del chico, pero la pregunta no le molestó. Sacudió ligeramente la cabeza.
- No, no me molestaría. De hecho, no me importaría tomar algo- contestó esbozado una pequeña sonrisa. Y entonces se atrevió a preguntar- ¿podría saber el nombre de mi acompañante?
Hubo un momento en el que estuvo a punto de preguntarle al joven de dónde venía, pero no se atrevió y pensó que quizás podría ser algo indiscreto. De todas formas agradeció que siguiera hablando. La confianza con la que el chico estaba manteniendo una conversación con ella, hacía que se sintiera más segura estando ahí con él. En el caso de que hubiera podido sentir algún miedo del chico, en ese momento se habría esfumado. Hasta le hubiera gustado tener la misma confianza que él para poder entablar una conversación así.
- Envidio su carácter tan optimista, caballero. Pero al mismo tiempo se lo agradezco por no hacerme ver mi situación como algo vergonzoso- hasta podría llegar a pensar que perderse había sido algo bueno.
Un movimiento del chico llamó su atención, haciendo que posara su mirada curiosa por unos instantes en el maletín que llevaba. El joven volvió a hablar, haciendo que Summ centrara su atención en él. Se volvió hacia la dirección que ahora señalaba. Antes de empezar a seguirle dirigió una mirada hacia el suelo, como esperando ver un destello que anunciara que no había perdido su relicario, pero no vio nada. Tampoco vio un trozo de cadena que asomaba por uno de los bolsillos de su acompañante. Empezó a caminar al lado del joven, en la dirección que él había indicado. Dudó unos instantes ante la improvista pregunta del chico, pero la pregunta no le molestó. Sacudió ligeramente la cabeza.
- No, no me molestaría. De hecho, no me importaría tomar algo- contestó esbozado una pequeña sonrisa. Y entonces se atrevió a preguntar- ¿podría saber el nombre de mi acompañante?
Invitado- Invitado
Re: ¿Perdida?, ¿yo? [LIBRE]
No era la primera vez que me llamaban optimista, aunque claro lo era para ciertas cosas, para otras no tanto, era así de variable.
- Madame, no habría querido que sintiese vergüenza por algo así. – dije moviendo la mano para quitarle importancia al asunto, porque si yo tuviera que sentir vergüenza por las veces que me había perdido en París a saber dónde estaría ahora.
Seguí caminando, cuando escuché que la joven avanzaba junto a mí, dijo que no le importaba acompañarme, y también para mi sorpresa me preguntó mi nombre, que yo con mucho gusto le dije.
- Gerard Montefeltro, quien será vuestro guía esta noche, madame.- Sonreí abiertamente. – Y si no es pedir demasiado me gustaría saber el vuestro.- le pedí volviendo mi cabeza hacia ella, no pude imaginar cuál sería su nombre.
La taberna estaba a unos metros de distancia desde nos hallábamos, aceleré el paso para llegar lo antes posible, mi cuerpo lo pedía a gritos, aunque evité que mi ansiedad se notase demasiado.
Al llegar, abrí la puerta a la joven haciendo un ademán con la mano para que pasase antes que yo, aquel lugar olía a la misma esencia con cierto toque nauseabundo, del que estaba acostumbrado, así que imaginé que a la dama le molestaría aquello.
Había grupos de personas jugando a diversos juegos, otros bebiendo, otros comiendo, y otros simplemente no me molestaré a decir qué estaban haciendo, porque estoy muy lejos de saberlo.
La dirigí hacia una de las esquinas del lugar donde había una mesa y dos sillas.
- Póngase cómoda, ahora vengo. – La sonreí cordialmente mientras dejaba mi maletín en la que sería mi silla, y me dirigí con paso seguro, pero con cuidado para no tocar a la gente que allí había, lo que menos deseaba era llamar la atención.
Llegué a la barra y pedí dos cervezas y unos bocadillos de lo mejor que tuvieran. No era momento de discutir con el camarero, y mucho menos con el cocinero. Me llenaron dos grandes jarras y un plato con pequeños bocadillos con algo indescriptible dentro.
Cogí las dos cervezas por las asas con una mano y con la otra el plato y volví a introducirme en la masa de gente. Llegué a mi destino y deje las cosas en la mesa con cuidado.
- Espero que os guste la cerveza, aquí no hay nada mejor para alguien de vuestra posición social. – Intenté que aquello no sonase irrespetuoso, es más, yo no tenía nada en contra de la gente de la alta social, a mi me daba igual todo.
Dejé el maletín sobre mis muslos y me senté delante de ella, agarré la jarra y bebí de ella con ganas, no estaba nada mal. – Pruébela no parece que tenga nada malo. – Solté una risilla y continué bebiendo mientras con la otra mano buscaba uno de los bocadillos, levanté la cabeza para mirar a la joven, ¿qué estaría pensando?
- Madame, no habría querido que sintiese vergüenza por algo así. – dije moviendo la mano para quitarle importancia al asunto, porque si yo tuviera que sentir vergüenza por las veces que me había perdido en París a saber dónde estaría ahora.
Seguí caminando, cuando escuché que la joven avanzaba junto a mí, dijo que no le importaba acompañarme, y también para mi sorpresa me preguntó mi nombre, que yo con mucho gusto le dije.
- Gerard Montefeltro, quien será vuestro guía esta noche, madame.- Sonreí abiertamente. – Y si no es pedir demasiado me gustaría saber el vuestro.- le pedí volviendo mi cabeza hacia ella, no pude imaginar cuál sería su nombre.
La taberna estaba a unos metros de distancia desde nos hallábamos, aceleré el paso para llegar lo antes posible, mi cuerpo lo pedía a gritos, aunque evité que mi ansiedad se notase demasiado.
Al llegar, abrí la puerta a la joven haciendo un ademán con la mano para que pasase antes que yo, aquel lugar olía a la misma esencia con cierto toque nauseabundo, del que estaba acostumbrado, así que imaginé que a la dama le molestaría aquello.
Había grupos de personas jugando a diversos juegos, otros bebiendo, otros comiendo, y otros simplemente no me molestaré a decir qué estaban haciendo, porque estoy muy lejos de saberlo.
La dirigí hacia una de las esquinas del lugar donde había una mesa y dos sillas.
- Póngase cómoda, ahora vengo. – La sonreí cordialmente mientras dejaba mi maletín en la que sería mi silla, y me dirigí con paso seguro, pero con cuidado para no tocar a la gente que allí había, lo que menos deseaba era llamar la atención.
Llegué a la barra y pedí dos cervezas y unos bocadillos de lo mejor que tuvieran. No era momento de discutir con el camarero, y mucho menos con el cocinero. Me llenaron dos grandes jarras y un plato con pequeños bocadillos con algo indescriptible dentro.
Cogí las dos cervezas por las asas con una mano y con la otra el plato y volví a introducirme en la masa de gente. Llegué a mi destino y deje las cosas en la mesa con cuidado.
- Espero que os guste la cerveza, aquí no hay nada mejor para alguien de vuestra posición social. – Intenté que aquello no sonase irrespetuoso, es más, yo no tenía nada en contra de la gente de la alta social, a mi me daba igual todo.
Dejé el maletín sobre mis muslos y me senté delante de ella, agarré la jarra y bebí de ella con ganas, no estaba nada mal. – Pruébela no parece que tenga nada malo. – Solté una risilla y continué bebiendo mientras con la otra mano buscaba uno de los bocadillos, levanté la cabeza para mirar a la joven, ¿qué estaría pensando?
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Re: ¿Perdida?, ¿yo? [LIBRE]
El comentario del chico fue acogido por Summ con una cálida sonrisa. No. Probablemente Summ dejara aparcada la vergüenza para otras ocasiones en las que fuera más comprensible tenerla. Sí, siempre había escuchado eso de que con vergüenza no se iba a ningún lado, así que tendría que cambiar su forma de ver las cosas. Mientras caminaba esperó para conocer el nombre del chico y movió la cabeza en señal de afirmación cuando lo conoció finalmente.
- Un placer conocerle, señor Montefeltro- dijo mientras inclinaba ligeramente la cabeza, y después se presentó ella- Summer Legendre- no se dio cuenta de que había omitido su segundo nombre, ya que no estaba acostumbrada a usarlo. Tampoco lo consideró importante, así que lo dejó estar. Una pequeña sonrisa se le había dibujado en el rostro cuando el chico dijo lo del guía. Ella no lo vería como un guía, sino más bien… un acompañante.
Summer se dio cuenta de que el joven había empezado a acelerar el paso, y sin mostrar queja alguna se las apañó para seguir su ritmo. Enseguida pudo ver el letrero que anunciaba que ya habían llegado a su destino. Un letrero algo viejo en el que podía leerse el nombre de la taberna. El joven se adelantó y le sostuvo caballerosamente la puerta. Summ inclinó la cabeza en señal de agradecimiento y entró. Enseguida fue invadida por los típicos olores de la taberna. No es que le agradaran precisamente, pero tampoco hizo una mueca o algo por el estilo. No era la primera vez que entraba en un lugar así.
La joven se dedicó a caminar junto al chico, hasta una mesa que había en un rincón. Le devolvió la sonrisa al chico y, recogiéndose un poco el vestido, se sentó en la silla que no había sido ocupada por el maletín del joven. Observó la facilidad con la que se abría paso entre las personas, y mientras esperaba a que regresara se dedicó a observar a la gente que había a su alrededor. En su mayoría eran hombres, muchos de los cuales ya se apreciaban los síntomas de la embriaguez. Sin cruzar la mirada con ninguna de las personas volvió a buscar con la mirada a su acompañante, hasta que lo vio volver con un par de cervezas y un plato con bocadillos.
- Gracias- murmuró mientras pasaba una de sus manos alrededor de la jarra. Como si le pareciera mal, o como si pensara que fuera a pasarle algo si lo hacía, no bebió hasta que el joven lo hizo. No es que fuera de sus bebidas preferidas, sin embargo no le desagradó. Dirigió la mirada hacia los bocadillos sin identificar qué era lo que había dentro de ellos. Aún así tampoco les haría ascos. Hacía unas cuantas horas que no había comido nada, y durante su viaje hasta Francia había pasado por sitios como ese y había aprendido a no ser tan tiquismiquis (?) con los alimentos. Alzó la mirada y vio que el joven la estaba mirando.
- Me gustaría… ¿puedo saber cuáles fueron los motivos por los que vino desde tan lejos?- se atrevió a preguntar- aunque si no quiere contestar no se lo reprocharé- añadió pensando que quizás hubiera sido algo indiscreta. De todas formas tampoco tenía por qué haber una razón de peso que le hubiera hecho viajar hasta Francia.
- Un placer conocerle, señor Montefeltro- dijo mientras inclinaba ligeramente la cabeza, y después se presentó ella- Summer Legendre- no se dio cuenta de que había omitido su segundo nombre, ya que no estaba acostumbrada a usarlo. Tampoco lo consideró importante, así que lo dejó estar. Una pequeña sonrisa se le había dibujado en el rostro cuando el chico dijo lo del guía. Ella no lo vería como un guía, sino más bien… un acompañante.
Summer se dio cuenta de que el joven había empezado a acelerar el paso, y sin mostrar queja alguna se las apañó para seguir su ritmo. Enseguida pudo ver el letrero que anunciaba que ya habían llegado a su destino. Un letrero algo viejo en el que podía leerse el nombre de la taberna. El joven se adelantó y le sostuvo caballerosamente la puerta. Summ inclinó la cabeza en señal de agradecimiento y entró. Enseguida fue invadida por los típicos olores de la taberna. No es que le agradaran precisamente, pero tampoco hizo una mueca o algo por el estilo. No era la primera vez que entraba en un lugar así.
La joven se dedicó a caminar junto al chico, hasta una mesa que había en un rincón. Le devolvió la sonrisa al chico y, recogiéndose un poco el vestido, se sentó en la silla que no había sido ocupada por el maletín del joven. Observó la facilidad con la que se abría paso entre las personas, y mientras esperaba a que regresara se dedicó a observar a la gente que había a su alrededor. En su mayoría eran hombres, muchos de los cuales ya se apreciaban los síntomas de la embriaguez. Sin cruzar la mirada con ninguna de las personas volvió a buscar con la mirada a su acompañante, hasta que lo vio volver con un par de cervezas y un plato con bocadillos.
- Gracias- murmuró mientras pasaba una de sus manos alrededor de la jarra. Como si le pareciera mal, o como si pensara que fuera a pasarle algo si lo hacía, no bebió hasta que el joven lo hizo. No es que fuera de sus bebidas preferidas, sin embargo no le desagradó. Dirigió la mirada hacia los bocadillos sin identificar qué era lo que había dentro de ellos. Aún así tampoco les haría ascos. Hacía unas cuantas horas que no había comido nada, y durante su viaje hasta Francia había pasado por sitios como ese y había aprendido a no ser tan tiquismiquis (?) con los alimentos. Alzó la mirada y vio que el joven la estaba mirando.
- Me gustaría… ¿puedo saber cuáles fueron los motivos por los que vino desde tan lejos?- se atrevió a preguntar- aunque si no quiere contestar no se lo reprocharé- añadió pensando que quizás hubiera sido algo indiscreta. De todas formas tampoco tenía por qué haber una razón de peso que le hubiera hecho viajar hasta Francia.
Invitado- Invitado
Re: ¿Perdida?, ¿yo? [LIBRE]
Aquella joven señorita, se llamaba Summer Legendre, yo acepté su nombre con un parpadeo de ojos, para dejar paso a una sonrisa divertida, me sonaba aquel apellido, no supe de qué, pero así era.
Hombre parecía que aquella muchacha hacia lo posible para encajar con el ambiente que nos rodeaba, aceptando con cierto gusto la cerveza, yo sonreí al ver que la cogía como si temiese algo, me resultaba tan divertido, pero no lo exteriorice demasiado, solo una sonrisa socarrona.
Sí, la verdad es que los bocadillos no daban mucha confianza que se diga, pero no seré yo que deje tirada la comida.
- Me gustaría… ¿puedo saber cuáles fueron los motivos por los que vino desde tan lejos? aunque si no quiere contestar no se lo reprocharé.
Yo dejé la jarra sobre la mesa y crucé mis brazos sobre ésta.
– Claro madame Legendre, no tengo nada que ocultar. Vine sólo desde York, por una beca que me habían otorgado, ya sabe, para la Escuela de pintores de París. Así fue, en mi localidad no había mucho que hacer, y tras pasar unos duros exámenes pude cruzar el charco, aunque la beca no cubría la cara residencia, así que mis padres me ayudaron con ese asunto. – Mis padres… les debía tanto.
Moví mi cabeza pensando en aquellos años, habían pasado cinco años o así, cómo pasa el tiempo.
Con una mano volví a beber de la jarra, lentamente, para saborearla, aunque no fuese un buen licor, me aclaraba la garganta ¿dónde estaban las míticas cervezas alemanas?
- ¿Vos sois de aquí? – Algo en mi lo dudaba, pero quién sabe quizá lo era, y yo era tan corto como para no darme cuenta de las evidencias, la verdad es que me daría igual, en fin, un fallo lo tiene cualquiera.
- Voy a hacer los honores.- comenté con una sonrisa inocente, cogí uno de los bocadillos y tras mirarlo unos segundos, me lo llevé a la boca, una mueca desagradable se reflejó en mi rostro, para luego echarme a reír.
- ¡Es broma! Están comestibles. – me metí lo que quedaba del bocadillo en la boca y comencé a masticarlo concienzudamente.
- Arriésguese madame, lo peor que os puede pasar es escupirlo, y creedme si le digo que no pasaría nada malo. – Estaba tan acostumbrado a esos espectáculos, pero seguro que ver escupiendo un bocadillo a la señorita Legendre, era la diversión asegurada, que no estaba dispuesto a perderme.
Hombre parecía que aquella muchacha hacia lo posible para encajar con el ambiente que nos rodeaba, aceptando con cierto gusto la cerveza, yo sonreí al ver que la cogía como si temiese algo, me resultaba tan divertido, pero no lo exteriorice demasiado, solo una sonrisa socarrona.
Sí, la verdad es que los bocadillos no daban mucha confianza que se diga, pero no seré yo que deje tirada la comida.
- Me gustaría… ¿puedo saber cuáles fueron los motivos por los que vino desde tan lejos? aunque si no quiere contestar no se lo reprocharé.
Yo dejé la jarra sobre la mesa y crucé mis brazos sobre ésta.
– Claro madame Legendre, no tengo nada que ocultar. Vine sólo desde York, por una beca que me habían otorgado, ya sabe, para la Escuela de pintores de París. Así fue, en mi localidad no había mucho que hacer, y tras pasar unos duros exámenes pude cruzar el charco, aunque la beca no cubría la cara residencia, así que mis padres me ayudaron con ese asunto. – Mis padres… les debía tanto.
Moví mi cabeza pensando en aquellos años, habían pasado cinco años o así, cómo pasa el tiempo.
Con una mano volví a beber de la jarra, lentamente, para saborearla, aunque no fuese un buen licor, me aclaraba la garganta ¿dónde estaban las míticas cervezas alemanas?
- ¿Vos sois de aquí? – Algo en mi lo dudaba, pero quién sabe quizá lo era, y yo era tan corto como para no darme cuenta de las evidencias, la verdad es que me daría igual, en fin, un fallo lo tiene cualquiera.
- Voy a hacer los honores.- comenté con una sonrisa inocente, cogí uno de los bocadillos y tras mirarlo unos segundos, me lo llevé a la boca, una mueca desagradable se reflejó en mi rostro, para luego echarme a reír.
- ¡Es broma! Están comestibles. – me metí lo que quedaba del bocadillo en la boca y comencé a masticarlo concienzudamente.
- Arriésguese madame, lo peor que os puede pasar es escupirlo, y creedme si le digo que no pasaría nada malo. – Estaba tan acostumbrado a esos espectáculos, pero seguro que ver escupiendo un bocadillo a la señorita Legendre, era la diversión asegurada, que no estaba dispuesto a perderme.
Gerard Montefeltro- Humano Clase Media
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Re: ¿Perdida?, ¿yo? [LIBRE]
Le pareció que el joven la observaba de forma divertida. Aunque así fuera, no se lo iba a reprochar, probablemente sus expresiones debían de ser todo un espectáculo. Muchas veces era como un libro abierto. Dejó de mirar la jarra de cerveza, como si fuera la primera vez que sostenía una, y se centró en joven que ahora contestaba a su pregunta sin mostrar pega alguna. Le dio un trago a la cerveza mientras le escuchaba, y cuando finalizó asintió con la cabeza.
- Así que pintor…- comentó mientras hacía girar la jarra entre sus manos.- Hubo una temporada en que me dio por pintar. Mis padres me habían pagado unas clases de pintura… pero nunca llegó a dárseme bien- no sabía a qué venía eso, así que lo dejó estar. De todas formas lo suyo fue sólo por una temporada, ya que sus padres se habían propuesto distraerla de los pensamientos que rondaban por aquél entonces en su cabeza. Todo eso hizo que volviera a recordar los verdaderos motivos por los que se había ido. Volvió a darle otro trago a la cerveza y negó con la cabeza.
- Yo soy de Londres, no hace mucho tiempo que llegué a Paris- contestó, y así de paso lo ponía como la excusa por la que se había perdido y sin necesidad de mencionar lo de su sentido de la orientación casi extinto.
Volvió a posar su mirada en él cuando anunció que iba a ser el valiente que probaría los bocadillos. Summ le observó detenidamente, como esperando ver algún signo que anunciara que estaba sufriendo los síntomas de un envenenamiento. La cara de Summer fue la viva imagen del horror al ver la mueca del joven, pero en unos segundos el chico se estaba riendo. La joven arrugó la nariz de forma algo infantil, como si se tratara de una especie de crítica a la broma que le acababan de gastar. Siempre había sido muy inocente para esas cosas, por lo que era un blanco fácil para las bromas.
- Cuidado con las bromas señor Montefeltro, puede que en algún momento deje de ser una broma- la joven intentó que su voz sonara seria, pero no lo consiguió, sino que acabó riéndose con él. Escuchó al joven animándola a probar los bocadillos, y entonces se dio cuenta de que su mirada se encontraba fija en éstos, y su expresión debía de ser todo un poema. Finalmente alargó la mano hasta coger uno de los bocadillos, y sin detenerse a examinar más de cerca lo que había dentro le dio el primer mordisco. Después de unos instantes esbozó una sonrisa.- He de admitir que no están tan mal- en comparación con lo que ella se había esperado eran más que pasables. Enseguida se acabó el bocadillo.
- Así que pintor…- comentó mientras hacía girar la jarra entre sus manos.- Hubo una temporada en que me dio por pintar. Mis padres me habían pagado unas clases de pintura… pero nunca llegó a dárseme bien- no sabía a qué venía eso, así que lo dejó estar. De todas formas lo suyo fue sólo por una temporada, ya que sus padres se habían propuesto distraerla de los pensamientos que rondaban por aquél entonces en su cabeza. Todo eso hizo que volviera a recordar los verdaderos motivos por los que se había ido. Volvió a darle otro trago a la cerveza y negó con la cabeza.
- Yo soy de Londres, no hace mucho tiempo que llegué a Paris- contestó, y así de paso lo ponía como la excusa por la que se había perdido y sin necesidad de mencionar lo de su sentido de la orientación casi extinto.
Volvió a posar su mirada en él cuando anunció que iba a ser el valiente que probaría los bocadillos. Summ le observó detenidamente, como esperando ver algún signo que anunciara que estaba sufriendo los síntomas de un envenenamiento. La cara de Summer fue la viva imagen del horror al ver la mueca del joven, pero en unos segundos el chico se estaba riendo. La joven arrugó la nariz de forma algo infantil, como si se tratara de una especie de crítica a la broma que le acababan de gastar. Siempre había sido muy inocente para esas cosas, por lo que era un blanco fácil para las bromas.
- Cuidado con las bromas señor Montefeltro, puede que en algún momento deje de ser una broma- la joven intentó que su voz sonara seria, pero no lo consiguió, sino que acabó riéndose con él. Escuchó al joven animándola a probar los bocadillos, y entonces se dio cuenta de que su mirada se encontraba fija en éstos, y su expresión debía de ser todo un poema. Finalmente alargó la mano hasta coger uno de los bocadillos, y sin detenerse a examinar más de cerca lo que había dentro le dio el primer mordisco. Después de unos instantes esbozó una sonrisa.- He de admitir que no están tan mal- en comparación con lo que ella se había esperado eran más que pasables. Enseguida se acabó el bocadillo.
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Re: ¿Perdida?, ¿yo? [LIBRE]
- Cuidado con las bromas señor Montefeltro, puede que en algún momento deje de ser una broma.- No pude evitarme la risa ante su reacción, ¿se lo había tomado a pecho? ¡Na! Nos reímos ambos de aquello. No, no estaban mal, si no había nada mejor que llevarse a la boca, pasaban por pequeñas delicias ¿exagerado? Un poco.
- Cuando uno prueba estas cosas, puede con cualquier cosa.- comenté llevándome de nuevo la jarra a los labios. La dejé en la mesa, aún con la mano rodeándola y levanté la cabeza para hablarla.
- Así que de Londres…- Usé las mismas palabras que la joven usó al saber cuál era mi profesión, sonreí amistosamente. – Ya decía yo, alguna vez que otra he ido, es una gran ciudad.- Alguna vez, significaban dos veces, una para llevar a mis padres de revisión, y otra de paso para ir al puerto de Brighton, para viajar a Francia.
– Está bastante lejos York de Londres… seis horas en un carro.- Eso significaba que había estado más tiempo en el trayecto que en la propia ciudad, bueno tampoco me avergoncé, no tenía suficiente dinero para darme esos viajes por placer, tenía mis prioridades a la hora de usar el poco dinero que ganaba.
- Tenga usted cuidado, las calles parisinas esconden más de lo que parece. – dije con una sonrisa misteriosa. – ¡Na! Es broma, o quizá no… bueno me alegro que haya topado conmigo y no con otro, quién sabe las intenciones que puedan tener, al ver a una joven de su clase andando sola por las nocturnas calles de París. – Aquello sonaba a novela negra. – Os dejaré de una pieza, os lo aseguro.- comenté mirando a mi alrededor, por si se montaba revuelo, tenía que estar atento para llevarme a la joven de allí sin llamar la atención.
- ¡Oh! ¿Habéis pintado? Siempre es de agradecer que unos padres estén pendientes de dar lo mejor a sus hijos, aunque no se os diera bien. Es bueno intentarlo, y hacedme caso si os digo que mucha práctica es lo que habríais necesitado, y dedicación, claro.
Todo eran sacrificios en el mundo de la pintura, yo lo sabía, y todo aquel que pintase lo sabía, suspiré.
- ¿Qué es lo que os a traído a París, su arte, sus gentes, su clima? – pueden ser multitud de cosas, París tiene mucho que ofrecer, dejé mi peso caer sobre el respaldo de la silla. La señorita no tenía por qué responderme con la verdad, pero me era entretenido preguntar aquello tan trivial.
- Cuando uno prueba estas cosas, puede con cualquier cosa.- comenté llevándome de nuevo la jarra a los labios. La dejé en la mesa, aún con la mano rodeándola y levanté la cabeza para hablarla.
- Así que de Londres…- Usé las mismas palabras que la joven usó al saber cuál era mi profesión, sonreí amistosamente. – Ya decía yo, alguna vez que otra he ido, es una gran ciudad.- Alguna vez, significaban dos veces, una para llevar a mis padres de revisión, y otra de paso para ir al puerto de Brighton, para viajar a Francia.
– Está bastante lejos York de Londres… seis horas en un carro.- Eso significaba que había estado más tiempo en el trayecto que en la propia ciudad, bueno tampoco me avergoncé, no tenía suficiente dinero para darme esos viajes por placer, tenía mis prioridades a la hora de usar el poco dinero que ganaba.
- Tenga usted cuidado, las calles parisinas esconden más de lo que parece. – dije con una sonrisa misteriosa. – ¡Na! Es broma, o quizá no… bueno me alegro que haya topado conmigo y no con otro, quién sabe las intenciones que puedan tener, al ver a una joven de su clase andando sola por las nocturnas calles de París. – Aquello sonaba a novela negra. – Os dejaré de una pieza, os lo aseguro.- comenté mirando a mi alrededor, por si se montaba revuelo, tenía que estar atento para llevarme a la joven de allí sin llamar la atención.
- ¡Oh! ¿Habéis pintado? Siempre es de agradecer que unos padres estén pendientes de dar lo mejor a sus hijos, aunque no se os diera bien. Es bueno intentarlo, y hacedme caso si os digo que mucha práctica es lo que habríais necesitado, y dedicación, claro.
Todo eran sacrificios en el mundo de la pintura, yo lo sabía, y todo aquel que pintase lo sabía, suspiré.
- ¿Qué es lo que os a traído a París, su arte, sus gentes, su clima? – pueden ser multitud de cosas, París tiene mucho que ofrecer, dejé mi peso caer sobre el respaldo de la silla. La señorita no tenía por qué responderme con la verdad, pero me era entretenido preguntar aquello tan trivial.
Gerard Montefeltro- Humano Clase Media
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