Perdida (Libre)

por **Amara Lawrance** Jue Dic 03, 2015 12:43 pm

Hoy era un día muy agradable, pero fuera de mi refugio también llamado recamara hacia un frio de muerte, así que mientras veía a los infelices de la calle luchar para abrirse paso entre la nieve yo estaba sentada en mi cama en un cuarto con calefacción comiendo palomitas.
Estaba tan distraída que di un bote cuando mi hermana entro en la recamara gritando como loca abalanzándose sobre mi haciendo que mis palomitas cayeran al suelo. -Pero se puede saber qué diablos te sucede a ti para que hayas terminado con una relación tan hermosa- le digo mientras señalo las palomitas. mi hermana se echa a reír -no sé de qué te ríes- suspiro mientras comienzo a recoger las palomitas -dime qué quieres para que salgas cuanto antes de mi cuarto- me mira seria, para luego poner carita de perro regañado -quiero que me acompañes a tomar un chocolate caliente- la miro de arriba a abajo. -tu estás loca, es que no has visto la capa de nieve que hay en la calle- ella asiente mientras se acerca a la ventana -porfa es que estoy muy aburrida y quiero salir con la hermanita más maravillosa de todo el planeta- ruedo los ojos, ella si sabe como alagar a alguien. -dame 20 minutos- ella asiente y sale corriendo del cuarto seguro a arreglarse nose que, porque siempre esta perfecta. Cuando por fin estoy sola comienzo a mirar el interior de mi armario y después de 5 min decido ponerme unos jeans blancos entallados, una camisa manga larga con cuello de tortuga color beige y unos botines altos negros. Cuando termino de vestirme me siento en mi tocador y me hago una cola de caballo, delineo mis ojos y pongo un poco de pestañina, un poco de color en los labios y ya estoy lista. Salgo de la recamara -VAMOS ANTES DE QUE ME ARRE..- no puedo terminar la frase porque siento como mi hermana me coge de la mano y me arrastra hasta la puerta, con la otra mano alcanzo a coger mi chaqueta de cuero, ya que afuera hace mucho frio. Una vez afuera meto mis manos en la chaqueta para que no se me congelen -Vamos a tener que ir caminando porque con este tiempo no podemos sacar el carro y menos tu moto- suspiro resignad. Frustrada y con mi hermana enganchada a mi brazo comenzamos a caminar en dirección a nuestro bar favorito y digo favorito por no decir el único que conocemos ya que esta cerca de casa.
Una vez con nuestro chocolate caliente en la mano mi hermanita insistió en que diéramos una vuelta, pero la verdad tengo miedo de perderme ya que por el frio se ha levantado una neblina que no te deja venir ni tu propia mano así la pongas enfrente de ti, y ha eso súmale que no conoces el lugar. Ya llevábamos varios minutos caminando y tras varias vueltas dimos con la plaza, mi hermana me dejo sola parada en la mitad de un lugar que no conozco. Ahora mismo la mataría si no fuera mi hermana. Después de varios minutos de espera y al ver que no regresaba decidí ir a buscarla, ya le había dado la vuelta a la plaza como 15 veces y nada que la veía por los alrededores y para colmo no recordaba por donde había llegado.
Y para mi desgracia paso lo que mayor miedo me daba. ESTABA PERDIDA.

por **Alexandro** Dom Ene 03, 2016 2:13 am

Era una mañana pésima honestamente, no había hecho casi nada productivo, —y más importante aún— divertido en todo el grandioso y aburrido día. Bueno, quizá es por que estaba iniciando, un día gris con nubes cubriendo el cielo para ocultar aquellos rayos del sol que no saldrán seguramente hasta la próxima primavera que se avecina. ¡De verdad que estoy tan aburrido! que incluso veo el mundo de cabeza en busca de algo interesante; y es que en verdad veía a todos los humanos caminando de cabeza como si el suelo fuese el techo y el cielo fuese un mar de niebla en el pavimento.

Me encontraba en uno de los grandes edificios que rodeaban la plaza, colgando de cabeza al sujetarme con ambas piernas, quien me viera creería que estaba loco, pensar en que podría caerme desde estos treinta metros de altura, no eran tantos... ¿al cabo que no es cierto lo que dicen? Los gatos siempre caeremos de cara. Digo, de patas, sí eso. Simplemente quería despertar mi mente para que me llegara alguna idea o travesura para iniciar bien el día matando el aburrimiento que me consumía lentamente. ¿Y que mejor manera de hacerlo, drogándose con la sangre subir a mi cerebro?

—Muy bien, ¿qué tenemos por aquí? —me llevé las manos formando unos binoculares con las mismas jugando al espía montado en un edificio a punto de caer de cabeza. Y entre mis manos observaba a la gente que pasaba por un ladro y otro. Algunos haciendo ejercicio invernal, corriendo dando vueltas en la manzana, una señora paseando con su esposo y dos niños muy bien abrigados; señora póngalos a correr también, parecen santa clause's miniatura. Moviendo mis manos de forma semi-circular como si quisiera enfocar algo que me había llamado la atención, había captado la presencia de un ser que no era humano. Vaya, al fin algo bueno o eso debería pensar, una joven muy sencilla por su forma de vestir, simplemente cautivadora. Sus facciones suaves expresaban una confusión en su mirada, como si hubiese perdido algo o ese algo la hubiese perdido a ella, y ella no sabía en donde se encontrase.

Hace ya algún tiempo que no veía seres de mi estirpe por la ciudad, el mundo a mi al rededor había cambiado por completo y yo aún continuaba adaptándome a los cambios, pero aquella joven parecía que compartía el mismo sentimiento, o eso pensaba yo. —Mmmhm —asentí como si adivinara en que lío se había metido aquella jovencilla de coleta castaña y estirando los brazos para alcanzar el borde del edificio, doble mi cuerpo para después flexionar las piernas en la pared de ladrillo y dar un gran salto hacia atrás calculando caer en el árbol que estaba próximo a donde me hallaba. Vale, no soy bueno saltando cuando no estoy transformado; mi chaqueta de cuero negro quedo atorada en una de las ramas haciéndome quedar colgado por un leve instante como un gatito tomado del lomo para que después aquella rama se rompiese por el peso de mi cuerpo y me hiciera caer el suelo faltandome el equilibrio cayendo así sobre mi brazo derecho que amortiguo la caída. Las personas que pasaban cerca se me quedaron viendo, preguntándose si estaba bien pero eran tan egoístas que nunca se atreven a ayudar a un pobre indefenso que se arrojo de aquel alto edificio.

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