Perdida y sin rumbo [Libre]

por **Triana** Dom Abr 22, 2012 11:55 am

Los sueños son dulces, cuando en ellos encuentras una sonrisa. Pero aquello era imposible últimamente para la vida de la pequeña Katrina, pues en cada sueño despertaba en un lugar distinto, pero aquella noche... la niña hizo amago de su fuerza de voluntad y permaneció despierta durante toda la noche.
Aun era temprano, para ella era muy tarde pues los niños iban a la cama a una hora muy temprana, pero para la vida de cualquier parisino aquello solo suponía el comienzo de la buena vida nocturna.
La niña, despierta, con sus enormes ojos color plata y ataviada con su camisón blanco salió de la casa ya que nadie la vigilaba nunca, salió agarrando la manita de su muñeca de trapo, la cual a veces arrastraba por la tierra del suelo llegándola a ensuciar un poco al igual que sus pies descalzos.
La niña, caminó sin sentido aparente, simplemente se paró en un claro, en el que a penas una roca había en el suelo, pocos árboles la rodeaban, pero un suave césped y lindas flores turquesas y lilas adornaban aquel paraje idílico, aquel solar era hermoso.

La niña, sabía que aquella noche se iba a encontrar a alguien, lo malo era que además de eso no sabía nada mas de aquella pequeña intuición que su mente despierta le había otorgado. La niña, permanecía de pié, observando aquello tan lindo que se sentía estando allí, mientras sus pies desnudos acariciaban parte de la madre naturaleza.

por **Abigail Barascout** Lun Abr 23, 2012 10:41 am

Llevaba todo el camino escuchado a su guardia Gèrard decirle lo peligroso que era caminar por aquellos parajes sola y de noche, peligroso para el mundo entero y más si pertenecías a la nobleza o, en su caso, si eras de la realeza. Peligroso no solo por los animales que podrías encontrar allí, si no porque podría ser lugar de escondite para vándalos o ladronzuelos que iban a la caza de jóvenes como ella. Abigail sabía a la perfección que las palabras de su fiel guarda no eran a modo de reproche ni que estuviese enfadado por haber deseado pasar toda la tarde en aquel bello lugar, si no porque se preocupaba más de la cuenta por ella, se lo agradecía aunque pocas veces se lo dijese en voz alta. Ahora, solo podía negar divertida con la cabeza, diciendo que no era para tanto y que siempre se ponía en lo peor, aunque en el fondo ellos dos estaban de acuerdo en las palabras del hombre.

Pero las risas y la conversación de ellos dos quedaron en un segundo plano cuando la joven de cabellos dorados se detuvo a la entrada de un claro, mirando por primera vez aquel bello lugar que había estado escondido para ella, sus ojos rodearon la laguna al completo, perdiéndose en su belleza sin importar nada más. Absorbida por la naturaleza hasta que, en uno de aquellos vistazos se dio cuenta de que no estaba sola en ese lugar, viendo a una pequeña niña vestida solamente con un fino camisón y sin nada más de abrigo. - No se mueva, Gèrard. - Susurró a su guardia antes de caminar hasta la pequeña.

- Hola... soy Abby - La joven princesa se agachó, quedando a una altura similar a la de la niña, mirándola a los ojos con gran dulzura y una pequeña sonrisa, no quería asustarla y que echara a correr, empezaba a anochecer y la joven estaba casi segura de que para una niña como la que tenía a su lado iba siendo hora de estar refugiada en su casa, era por eso, que los pocos movimientos que había hecho habían sido lentos y pausados, sin apartar su dulce sonrisa de su cara. - Debes de estar helada pequeña. - La rubia llevaba un pequeño manto por encima de su capa, abrigándose con ambas prendas del frío que en aquella época de invierno azotaba en Francia, no dudó ni un segundo en llevar sus manos a aquella piel, despojándose de ella para dejarla entre ambas unos segundos antes de posar el manto en los hombros de la niña, arropándola con ella.

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OFF: Espero que no te moleste que haya contestado.

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