AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Perdida y sin salida. [Libre]
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Perdida y sin salida. [Libre]
El ansiado día libre había llegado. De toda la semana, el Jueves era el día elegido para que las señoritas pudiesen tener un poco de libertad, toda la que les permitían. El mejor día de la semana, justo el que se encontraba en medio. Perfecto para perderse y condenar al hombre que la seguía, el encargado que a la señorita Appleby no le pasase nada… a él. Esa mujer era capaz de llevarle por el camino de la amargura, condenándole todo el tiempo a ir de un lado y a otro , perdiéndole siempre en el trayecto.
Abbey, se colocó bien el pequeño sombrero a juego con su vestido, un conjunto muy femenino y que le quedaba perfecto pero…incómodo. Más cómodo ir en camisón, si por ella fuera iría así a todas partes. Sonrío de medio lado frente al espejo de la entrada, todas las señoritas esperaban en el hall deseosas de saborear su ansiada libertad. Ningún Jueves era igual para la joven de los Appleby, cada uno de ellos era especial y qué mejor aliada que…su sombrilla. Un complemento de lo más femenino, útil pero un incordio a la hora de pasear o ir algún sitio, se lo dejaba olvidado casi siempre y el pobre señor Milles, a regañadientes volvía a por las pertenencias de esa chiquilla traviesa y descarada.
-Señorita Appleby por favor, no camine tan deprisa. Imposible ¿cómo puede con ese vestido? -murmuró el hombre más para sí que a la chica. Abbey, sonrió de lo más divertida, mordiéndose el labio inferior, aligerando el paso una vez salió por las puertas de aquel lugar.
A esas horas, las calles no podían estar más transitadas y aprovechó para perderse entre ellas para poder despistar al hombre que la seguía con la lengua fuera. Esa chica tenía el don de desaparecer como por arte de magia ante los ojos del señor. Giró en una de las calles, tapándose con la pequeña sombrilla y disimular. Por encima del complemento, observó que el hombre corría calle arriba, justo el lado opuesto donde ella se encontraba. “Perfecto”, pensó mientras empezó a caminar, más pausadamente, sin percatarse de que fue a parar a uno de los callejones menos transitados de la zona comercial. Juraría que nunca había pasado por allí, pues París siempre con sus calles misteriosas, intrigantes y peligrosas.
Se relamió solo de pensar en el peligro que corría, sola, vestida de esa manera que decía a gritos “chica de clase alta de lo más inocente” cuando en absoluto era así. El murmullo de la gente a lo lejos, el chirrido de las maderas viejas, entre otros ruidos que no supo como catalogar. La calle era larga, no sabía cuánto tiempo había pasado desde que despistó al señor Milles. Y sin más, la calle dio fin, no había salida ¿volver de nuevo a su captura segura? ¿cómo iba a salir de esta? En peores se había visto, así que tenía que pensar pero ¿cómo?
Apenas acababa de dar las tres de la tarde, aún era de día pero los peligros siempre acechaban. Chasqueó la lengua junto con una risa de lo más divertida ¿asustada? Más que eso intrigada ¿qué misterios ocultos le traerían esas calles? Se giró, parpadeando como toda una señorita en apuros y suspiró finalmente al ver que no estaba sola. Lejos de parecer tener miedo alguno, sus ojos azules recorrieron con total descaro a la otra persona.
-¡No me lo diga! Va a hacerme algo o mucho peor…ayudarme, en este caso, prefiero la primera opción -siempre tan valiente, tanta valentía no, no era buena en absoluto…
Abbey, se colocó bien el pequeño sombrero a juego con su vestido, un conjunto muy femenino y que le quedaba perfecto pero…incómodo. Más cómodo ir en camisón, si por ella fuera iría así a todas partes. Sonrío de medio lado frente al espejo de la entrada, todas las señoritas esperaban en el hall deseosas de saborear su ansiada libertad. Ningún Jueves era igual para la joven de los Appleby, cada uno de ellos era especial y qué mejor aliada que…su sombrilla. Un complemento de lo más femenino, útil pero un incordio a la hora de pasear o ir algún sitio, se lo dejaba olvidado casi siempre y el pobre señor Milles, a regañadientes volvía a por las pertenencias de esa chiquilla traviesa y descarada.
-Señorita Appleby por favor, no camine tan deprisa. Imposible ¿cómo puede con ese vestido? -murmuró el hombre más para sí que a la chica. Abbey, sonrió de lo más divertida, mordiéndose el labio inferior, aligerando el paso una vez salió por las puertas de aquel lugar.
A esas horas, las calles no podían estar más transitadas y aprovechó para perderse entre ellas para poder despistar al hombre que la seguía con la lengua fuera. Esa chica tenía el don de desaparecer como por arte de magia ante los ojos del señor. Giró en una de las calles, tapándose con la pequeña sombrilla y disimular. Por encima del complemento, observó que el hombre corría calle arriba, justo el lado opuesto donde ella se encontraba. “Perfecto”, pensó mientras empezó a caminar, más pausadamente, sin percatarse de que fue a parar a uno de los callejones menos transitados de la zona comercial. Juraría que nunca había pasado por allí, pues París siempre con sus calles misteriosas, intrigantes y peligrosas.
Se relamió solo de pensar en el peligro que corría, sola, vestida de esa manera que decía a gritos “chica de clase alta de lo más inocente” cuando en absoluto era así. El murmullo de la gente a lo lejos, el chirrido de las maderas viejas, entre otros ruidos que no supo como catalogar. La calle era larga, no sabía cuánto tiempo había pasado desde que despistó al señor Milles. Y sin más, la calle dio fin, no había salida ¿volver de nuevo a su captura segura? ¿cómo iba a salir de esta? En peores se había visto, así que tenía que pensar pero ¿cómo?
Apenas acababa de dar las tres de la tarde, aún era de día pero los peligros siempre acechaban. Chasqueó la lengua junto con una risa de lo más divertida ¿asustada? Más que eso intrigada ¿qué misterios ocultos le traerían esas calles? Se giró, parpadeando como toda una señorita en apuros y suspiró finalmente al ver que no estaba sola. Lejos de parecer tener miedo alguno, sus ojos azules recorrieron con total descaro a la otra persona.
-¡No me lo diga! Va a hacerme algo o mucho peor…ayudarme, en este caso, prefiero la primera opción -siempre tan valiente, tanta valentía no, no era buena en absoluto…
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/03/2011
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Re: Perdida y sin salida. [Libre]
La gente solía pensar que las prostitutas solo trabajaban por las noches, que equivocados estaban ya que daba igual a donde fuera, en todas partes y a todas horas se podía encontrar a un hombre dispuesto a pagar por meterla. En un momento ese trabajo era difícil. Presentarse frente a un completo desconocido y dejar que la tocase y le hiciese lo que quisiera. Era una estúpida que no sabía nada de la vida por aquel entonces. Con el tiempo había pedido muchas cosas, muchos movimientos que enloquecían a los hombres, e incluso que los hombres no eran los únicos clientes que podían interesarse por sus servicios. Había aprendido a cobrar por todo, a poner límites y a derribarlos si se pagaba el precio adecuado. Esa tarde no era diferente a las demás.
Se encontraba en uno de los bares mugrientos donde los obreros y marineros descansaban de sus tareas y ahogaban sus penas en alcohol como si la solución a sus problemas se encontrara en el fondo de un vaso. Claro que ¿cómo juzgarlos cuando ella hacía exactamente lo mismo? Se acercó a la barra donde un hombre con aspecto rudo llenaba su propio vaso de alguna bebida oscura y seguramente fuerte. - ¿Por qué no pides otro vaso, grandullón? – preguntó con una sonrisa seductora, apoyando el costado sobre la madera de la barra de manera que tuviera una buena imagen de sus pechos. El hombre rápidamente reaccionó pidiendo otro vaso y llenándolo con aquella sustancia embotellada. La llevó a su boca volcando todo el contenido sin importarle lo que fuera, aunque rápidamente lo identificó como whisky. Tan solo hicieron falta unas carantoñas más y otra copa para que su acompañante se decidiera a pagar por sus servicios. Claro que no estaba dispuesto a pagar por una habitación, algo que a ella le importaba bien poco, mientras le pagase a ella no le interesaba tener que ir a un callejón apartado. Sabía defenderse y siempre llevaba un arma encima, no le preocupaba que alguien intentara irse sin pagar ya que en ese caso no volvería a dar un paso en su vida.
Desabrochó sus pantalones con desenfreno mientras el hombre sobaba sus pechos como si se tratara de esponjas que podía apretar y jugar. Unas cuantas embestidas acompañadas de varios gemidos de placer fingidos por su parte y todo terminó. Si al menos esos hombres pudieran darle placer de verdad su trabajo sería mucho más agradable pero esos borrachos apenas conseguían que se les levantara y aun cuando lo lograban apenas aguantaban un minuto. Mejor para ella, asó podría perderlos de vista rápidamente. – Nos vemos otro día encanto – se despidió al recibir el dinero, con una sonrisa fingida que desapareció en cuando el hombre cruzó la esquina y ya no estuvo en su vista. Poco después, tras adecentarse ella misma salió por el mismo lugar dispuesta a volver al bar para quitarse esa sensación de suciedad de encima con un par de copas. Para su sorpresa se topó con una mujer que se dirigió a ella aunque cuando apenas la había mirado, simplemente le echó un vistado, pues una niña de la alta sociedad no hacía nada en un lugar como ese. – No tengo ninguna intención de hacerte nada y mucho menos de ayudarte, así que puedes continuar tranquilamente con lo que sea que hacías – respondió con un deje de desprecio en su voz, una niñata que se hacía la valiente, lo que le faltaba por ver. – Aunque deberías volver a tu casa antes de que te confundan con una puta y te arrastren al final del callejón – se burló mirándola de arriba abajo, sin duda una escena divertida para alguien como ella. Aunque desgraciadamente en el fondo sabía que no permitiría que ocurriera algo como eso no le importaría que esa chica se llevara un buen susto.
Se encontraba en uno de los bares mugrientos donde los obreros y marineros descansaban de sus tareas y ahogaban sus penas en alcohol como si la solución a sus problemas se encontrara en el fondo de un vaso. Claro que ¿cómo juzgarlos cuando ella hacía exactamente lo mismo? Se acercó a la barra donde un hombre con aspecto rudo llenaba su propio vaso de alguna bebida oscura y seguramente fuerte. - ¿Por qué no pides otro vaso, grandullón? – preguntó con una sonrisa seductora, apoyando el costado sobre la madera de la barra de manera que tuviera una buena imagen de sus pechos. El hombre rápidamente reaccionó pidiendo otro vaso y llenándolo con aquella sustancia embotellada. La llevó a su boca volcando todo el contenido sin importarle lo que fuera, aunque rápidamente lo identificó como whisky. Tan solo hicieron falta unas carantoñas más y otra copa para que su acompañante se decidiera a pagar por sus servicios. Claro que no estaba dispuesto a pagar por una habitación, algo que a ella le importaba bien poco, mientras le pagase a ella no le interesaba tener que ir a un callejón apartado. Sabía defenderse y siempre llevaba un arma encima, no le preocupaba que alguien intentara irse sin pagar ya que en ese caso no volvería a dar un paso en su vida.
Desabrochó sus pantalones con desenfreno mientras el hombre sobaba sus pechos como si se tratara de esponjas que podía apretar y jugar. Unas cuantas embestidas acompañadas de varios gemidos de placer fingidos por su parte y todo terminó. Si al menos esos hombres pudieran darle placer de verdad su trabajo sería mucho más agradable pero esos borrachos apenas conseguían que se les levantara y aun cuando lo lograban apenas aguantaban un minuto. Mejor para ella, asó podría perderlos de vista rápidamente. – Nos vemos otro día encanto – se despidió al recibir el dinero, con una sonrisa fingida que desapareció en cuando el hombre cruzó la esquina y ya no estuvo en su vista. Poco después, tras adecentarse ella misma salió por el mismo lugar dispuesta a volver al bar para quitarse esa sensación de suciedad de encima con un par de copas. Para su sorpresa se topó con una mujer que se dirigió a ella aunque cuando apenas la había mirado, simplemente le echó un vistado, pues una niña de la alta sociedad no hacía nada en un lugar como ese. – No tengo ninguna intención de hacerte nada y mucho menos de ayudarte, así que puedes continuar tranquilamente con lo que sea que hacías – respondió con un deje de desprecio en su voz, una niñata que se hacía la valiente, lo que le faltaba por ver. – Aunque deberías volver a tu casa antes de que te confundan con una puta y te arrastren al final del callejón – se burló mirándola de arriba abajo, sin duda una escena divertida para alguien como ella. Aunque desgraciadamente en el fondo sabía que no permitiría que ocurriera algo como eso no le importaría que esa chica se llevara un buen susto.
Alexandrine Bellefleur- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 04/02/2016
Re: Perdida y sin salida. [Libre]
En esa parte de París, no era muy recomendable que una joven de su clase estuviese caminando por allí pero ¿por qué no? era muy curiosa, mucho y sin comerlo ni beberlo, sus pasos le llevaron hasta allí, un sitio sin salida, mortal y peligroso pero ¿Acaso no era tentador eso? mucho, la llamaba a gritos y no pudo detener sus pasos hasta que ya no le dejaron avanzar.
Y ante ella, una joven apareció de la nada. Dependiendo de quién, juzgaba a su manera y esa chica se ganaba la vida de la manera más fácil pero ¿acaso ella no haría lo mismo en su situación? No lo sabía, tenía la suerte de contar con que su familia fuese de un status alto pero poco más, muchas jóvenes repudiadas habían acabado en la calle y en ese mundo oscuro, lo comprendía, ese mundo tan desconocido para la rubia.
Sonrió de medio lado, encogiéndose de hombros ante sus palabras, ¿seguir con lo que estaba haciendo? Lo haría, de eso no tenía duda. Suspiró largamente, mirando a un lado y a otro, buscando algo que no halló, seguramente venía de algún rincón en donde se había vendido por unos cuantos de francos. Chasqueó la lengua, mirando fijamente a la chica.
-¿Teme que le robe la clientela? Tranquila, mi sombrilla es muy peligrosa si se sabe utilizar pero creo que en su caso, no necesita nada para defenderse, sabrá hacerlo muy bien sola -suspiró, caminando hacia la chica, no le vio pinta de peligrosa pero… tampoco se la jugó, guardó las distancias, sin cambiar su semblante sereno y decidido, pocas personas le causaban temor o inquietud, más bien era ella quien lo conseguía casi siempre hacia la otra persona.
-Mmm discrepo sobre lo de volver a mi casa, está muy lejos , aquí estoy de paso pero creo que al final alargaré mi estancia todo lo posible, París no es tan muermo como pensaba ¿o me equivoco? Monotonía, rutina… ¿me puede decir algo divertido qué hacer aquí? Y no creo que a lo que se dedique lo sea, no tengo nada contra usted, señorita pero si deja que le aconsejen… tenga cuidado, no merece menos que siempre sea usted quien ponga las cartas sobre la mesa, no creo que sea de las que se dejan hacer sin más…
Le dedicó una reverencia, retomando los pasos por donde había venido pero…solo sería condenarse ¿habría algún camino que no llevase a la calle principal? Se notaba perdida en aquel callejón quería y no quería avanzar así que, se detuvo a medio camino, buscando con la mirada alguna salida…la que fuese.
Y ante ella, una joven apareció de la nada. Dependiendo de quién, juzgaba a su manera y esa chica se ganaba la vida de la manera más fácil pero ¿acaso ella no haría lo mismo en su situación? No lo sabía, tenía la suerte de contar con que su familia fuese de un status alto pero poco más, muchas jóvenes repudiadas habían acabado en la calle y en ese mundo oscuro, lo comprendía, ese mundo tan desconocido para la rubia.
Sonrió de medio lado, encogiéndose de hombros ante sus palabras, ¿seguir con lo que estaba haciendo? Lo haría, de eso no tenía duda. Suspiró largamente, mirando a un lado y a otro, buscando algo que no halló, seguramente venía de algún rincón en donde se había vendido por unos cuantos de francos. Chasqueó la lengua, mirando fijamente a la chica.
-¿Teme que le robe la clientela? Tranquila, mi sombrilla es muy peligrosa si se sabe utilizar pero creo que en su caso, no necesita nada para defenderse, sabrá hacerlo muy bien sola -suspiró, caminando hacia la chica, no le vio pinta de peligrosa pero… tampoco se la jugó, guardó las distancias, sin cambiar su semblante sereno y decidido, pocas personas le causaban temor o inquietud, más bien era ella quien lo conseguía casi siempre hacia la otra persona.
-Mmm discrepo sobre lo de volver a mi casa, está muy lejos , aquí estoy de paso pero creo que al final alargaré mi estancia todo lo posible, París no es tan muermo como pensaba ¿o me equivoco? Monotonía, rutina… ¿me puede decir algo divertido qué hacer aquí? Y no creo que a lo que se dedique lo sea, no tengo nada contra usted, señorita pero si deja que le aconsejen… tenga cuidado, no merece menos que siempre sea usted quien ponga las cartas sobre la mesa, no creo que sea de las que se dejan hacer sin más…
Le dedicó una reverencia, retomando los pasos por donde había venido pero…solo sería condenarse ¿habría algún camino que no llevase a la calle principal? Se notaba perdida en aquel callejón quería y no quería avanzar así que, se detuvo a medio camino, buscando con la mirada alguna salida…la que fuese.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: Perdida y sin salida. [Libre]
La actitud de la mujer la sorprendió pues no delataba ningún tipo de inquietud por encontrarse en un lugar como aquel, tan diferente a lo que podría estar acostumbrada. Muy al contrario de lo que se consideraría una reacción normal, la mujer parecía incluso estar disfrutando del riesgo. Soltó una carcajada por la respuesta que recibió de aquella niña rica, debía reconocer que era una sorpresa encontrar a una mujer así así, sobre todo una de su estatus ya que solían a estar acostumbradas a la protección de sus padres y maridos. – Puede que si deba temer por mi clientela, pero por lo que puedas hacerle con esa sombrilla – bromeó sintiendo desaparecer parte de la tensión inicial, debía reconocer que había despertado su curiosidad con esa muestra de valentía, o puede que de estupidez, tendría que averiguarlo.
Así que la chica era extranjera, no había notado ningún acento extraño en su voz, aunque puede que eso se debiese a que su oído estaba tan acostumbrado a todo tipo de acentos que ni siquiera se notaba ya ningún cambio. – Podría darte algunas ideas – respondió cuando le preguntó por la diversión en Paris, con una sonrisa ladeada que indicaba lo que tenía en mente. Aunque ella lo averiguó primero, como si le hubiera leído la mente, ya que se adelantó a sus propias palabras. La miró enarcando una ceja ante semejante advertencia, ella vivía en la calle desde hace mucho, si no supiera cuidarse ya estaría muerta, sin embargo una parte de ella agradeció la intención. – No necesito consejos, siempre estoy preparada para lo peor, pero quien sabe, puede que si me haga falta una sombrilla como la tuya – bromeó una vez más antes de que se marchase, después de todo ¿Qué era la vida sin un poco de humor? Eso era lo único que la mantenía en pie.
Emprendió su camino de nuevo hacia la taberna como pensaba hacer antes de ese inesperado encuentro, sin embargo cesó su avance al notar que la chica también lo hacía, con un aspecto algo confuso. Se volvió mirándola de arriba abajo una vez más. – Si de verdad quieres encontrar algo divertido no lo hallarás entre gente de alta cuna, si fueran divertidos los taberneros y las putas no tendríamos trabajo y créeme, nos sobra – sonrió de lado y comenzó a avanzar hacia ella, tan solo unos pasos para no tener que alzar demasiado la voz y poder conversar sin llamar la atención. - ¿Has probado el alcohol? Me refiero al alcohol de verdad, no a esos brebajes que toman los hombres de negocios en sus reuniones, el alcohol barato que te quema la garganta y te llena de calor cuando alcanza tu estómago – explicó, respondiendo ahora de una manera más sincera a su pregunta sobre como divertirse en Paris, ya que ella no parecía querer volver a su jaula de oro. – También hay lugares donde los hombres pelean por dinero, otros donde las mujeres bailan con música exótica y cubren su desnudez solo con plumas, es muy hermoso – sugirió dispuesta a mostrarle como era la vida de verdad en Paris. La clase alta se llevaba el dinero y la buena vida, pero la gente de la calle eran quienes realmente disfrutaban de la vida.
Así que la chica era extranjera, no había notado ningún acento extraño en su voz, aunque puede que eso se debiese a que su oído estaba tan acostumbrado a todo tipo de acentos que ni siquiera se notaba ya ningún cambio. – Podría darte algunas ideas – respondió cuando le preguntó por la diversión en Paris, con una sonrisa ladeada que indicaba lo que tenía en mente. Aunque ella lo averiguó primero, como si le hubiera leído la mente, ya que se adelantó a sus propias palabras. La miró enarcando una ceja ante semejante advertencia, ella vivía en la calle desde hace mucho, si no supiera cuidarse ya estaría muerta, sin embargo una parte de ella agradeció la intención. – No necesito consejos, siempre estoy preparada para lo peor, pero quien sabe, puede que si me haga falta una sombrilla como la tuya – bromeó una vez más antes de que se marchase, después de todo ¿Qué era la vida sin un poco de humor? Eso era lo único que la mantenía en pie.
Emprendió su camino de nuevo hacia la taberna como pensaba hacer antes de ese inesperado encuentro, sin embargo cesó su avance al notar que la chica también lo hacía, con un aspecto algo confuso. Se volvió mirándola de arriba abajo una vez más. – Si de verdad quieres encontrar algo divertido no lo hallarás entre gente de alta cuna, si fueran divertidos los taberneros y las putas no tendríamos trabajo y créeme, nos sobra – sonrió de lado y comenzó a avanzar hacia ella, tan solo unos pasos para no tener que alzar demasiado la voz y poder conversar sin llamar la atención. - ¿Has probado el alcohol? Me refiero al alcohol de verdad, no a esos brebajes que toman los hombres de negocios en sus reuniones, el alcohol barato que te quema la garganta y te llena de calor cuando alcanza tu estómago – explicó, respondiendo ahora de una manera más sincera a su pregunta sobre como divertirse en Paris, ya que ella no parecía querer volver a su jaula de oro. – También hay lugares donde los hombres pelean por dinero, otros donde las mujeres bailan con música exótica y cubren su desnudez solo con plumas, es muy hermoso – sugirió dispuesta a mostrarle como era la vida de verdad en Paris. La clase alta se llevaba el dinero y la buena vida, pero la gente de la calle eran quienes realmente disfrutaban de la vida.
Alexandrine Bellefleur- Prostituta Clase Baja
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Re: Perdida y sin salida. [Libre]
Enarcó ambas cejas, sonriendo de medio lado por esa broma que de algún modo, disipó la tensión de la aparición de la chica en el callejón. No es porque ella lo dijese pero sí, era muy buena con esa sombrilla, podía utilizarla según el daño que quisiese hacer y esperaba no tener que utilizarla con nadie, iba vestida de color claro, si aparecía manchada después de huir del señor Milles, ni una sombrilla ni nadie iba a salvarla de un castigo.
-Espero que lo que está pensando tenga que ver con una copa y no con ciertos “placeres”. No me interesan. No tengo nada en contra de mi propio sexo pero por si acaso, le advierto que por mucho que me pese, me gusta más la compañía de …caballeros, si llegan a serlo, hay mucho fantasma por aquí suelto. ¡Qué le voy a decir a usted!-se echó a reír, apartándose del rostro, un mechón rubio que tapaba parcialmente su ojo azul.
Llevaba razón, las fiestas de la alta sociedad siempre eran iguales, las mismas caras, la misma comida y la misma porquería de alcohol que solo servía para adornar la copa y pareciese bonita. Se relamió ante tal oferta, no podía dejar pasar una buena copa, solo una y volvería, beber con moderación se le haría difícil pero solo así no levantaría sospechas de que se habría emborrachado, cualquiera aguantaba a la señora Gilbert dándole la lata tras el dolor de cabeza que aquel alcohol puro terminaba martilleándole la cabeza.
-Lo que dice está muy bien pero me quedo solo con lo de la copa y en todo caso, las peleas… lo de las mujeres ya le dije, no es de mi estilo ni mi gusto, siempre lo respeto. No tengo problema alguno con que gente del mismo sexo haga cosas o se plantee otras…-se encogió de hombros, retomando los pasos y seguir a la chica, siempre con cautela y no soltando ni por asomo, su sombrilla, afianzándola bien contra sí antes de cruzar la puerta hacia aquel lugar.
Miró de reojo a la chica, esperando a que entrase y sin pensarlo dos veces, entró tras ella con paso decidido. Observó de reojo a todo aquel que se encontraba en la taberna, avisándole de alguna manera que no se le ocurriese molestar, esos ojos azules podían difundir cualquier cosa. No era la típica señorita de bonitos vestido y sonrisa amable, su alma salvaje y aventurera le perdía y siempre acababa en sitios en donde era mejor ni tan siquiera pensar o imaginarse.
-Me imagino a todos estos desnudos con plumas y… no puedo evitar no solo querer una copa, dos para olvidar. No tengo mucho tiempo, un par de copas, quizás una tercera, lo suficiente para que no se note que he bebido y…tendré que volver a mi jaula dorada, si pudiese la vendía… ¿qué haría usted señorita si tuviese una como la mía? Una jaula dorada, donde no le faltaría de nada excepto… libertad, muchas obligaciones por cumplir -se echó a reír, deslizando el dedo índice por el borde de la copa que le acababan de servir y no pensarlo, bebérselo de golpe, dejando el vaso en la barra, mirando a la chica de reojo -A veces es mejor evadirse de la realidad, cualquiera que sea ¿no cree?
-Espero que lo que está pensando tenga que ver con una copa y no con ciertos “placeres”. No me interesan. No tengo nada en contra de mi propio sexo pero por si acaso, le advierto que por mucho que me pese, me gusta más la compañía de …caballeros, si llegan a serlo, hay mucho fantasma por aquí suelto. ¡Qué le voy a decir a usted!-se echó a reír, apartándose del rostro, un mechón rubio que tapaba parcialmente su ojo azul.
Llevaba razón, las fiestas de la alta sociedad siempre eran iguales, las mismas caras, la misma comida y la misma porquería de alcohol que solo servía para adornar la copa y pareciese bonita. Se relamió ante tal oferta, no podía dejar pasar una buena copa, solo una y volvería, beber con moderación se le haría difícil pero solo así no levantaría sospechas de que se habría emborrachado, cualquiera aguantaba a la señora Gilbert dándole la lata tras el dolor de cabeza que aquel alcohol puro terminaba martilleándole la cabeza.
-Lo que dice está muy bien pero me quedo solo con lo de la copa y en todo caso, las peleas… lo de las mujeres ya le dije, no es de mi estilo ni mi gusto, siempre lo respeto. No tengo problema alguno con que gente del mismo sexo haga cosas o se plantee otras…-se encogió de hombros, retomando los pasos y seguir a la chica, siempre con cautela y no soltando ni por asomo, su sombrilla, afianzándola bien contra sí antes de cruzar la puerta hacia aquel lugar.
Miró de reojo a la chica, esperando a que entrase y sin pensarlo dos veces, entró tras ella con paso decidido. Observó de reojo a todo aquel que se encontraba en la taberna, avisándole de alguna manera que no se le ocurriese molestar, esos ojos azules podían difundir cualquier cosa. No era la típica señorita de bonitos vestido y sonrisa amable, su alma salvaje y aventurera le perdía y siempre acababa en sitios en donde era mejor ni tan siquiera pensar o imaginarse.
-Me imagino a todos estos desnudos con plumas y… no puedo evitar no solo querer una copa, dos para olvidar. No tengo mucho tiempo, un par de copas, quizás una tercera, lo suficiente para que no se note que he bebido y…tendré que volver a mi jaula dorada, si pudiese la vendía… ¿qué haría usted señorita si tuviese una como la mía? Una jaula dorada, donde no le faltaría de nada excepto… libertad, muchas obligaciones por cumplir -se echó a reír, deslizando el dedo índice por el borde de la copa que le acababan de servir y no pensarlo, bebérselo de golpe, dejando el vaso en la barra, mirando a la chica de reojo -A veces es mejor evadirse de la realidad, cualquiera que sea ¿no cree?
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: Perdida y sin salida. [Libre]
Rio con ella de manera liviana al escucharla, compartiendo su opinión sobre esos supuestos caballeros que tras sus trajes caros y su riqueza resultaba más sucios y primitivos que cualquiera que pudieran encontrar en la calle. Eran como simples animales que podían ser amaestrados a gusto de su dueño si se estaba dispuesto a tomarse el tiempo suficiente. Sorprendentemente había encontrado a la que posiblemente era la única aristócrata a la que no quería moler a palos para borrar la expresión altanera de su rostro.
Negó con la cabeza cuando repitió su carencia de interés en las mujeres, ella tampoco presentaba especial interés en su mismo sexo pero eso no significaba que no pudiera apreciar su belleza. – No seas tan simple como los hombres, el baile puede ser algo muy hermoso dejando la desnudez en un segundo plano – pidió intentando hacerle comprender que aunque fuera una prostituta no todo en su vida giraba en torno al sexo, también sabia apreciar lo exótico da algunos bailes del cabaret y la perfecta sensualidad que destilaba el baile de las plumas sin llegar a mostrar absolutamente nada.
Se dirigió al interior de la taberna sin asegurarse de su la chica la estaba siguiendo hasta que estuvo en el interior. Se dirigió a una de las mesas, eso sería más cómodo que la barra si iban a pasar allí un rato, además podrían hablar con más libertad, no demasiada, ya que en lugares como esos las paredes tenían oídos, pero si más tranquilamente. – Sirve una botella con dos vasos, David, la señorita invita – pidió al mesero antes con un gesto de su mano y no tardó en llegar el pedido ya que no había mucho movimiento a esas horas. La mitad de los hombres que allí se encontraban estaba ya semiinconscientes y no daban trabajo. – Mi tiempo nunca es gratis, querida – añadió con una sonrisa a la mujer, ya que ella tenía dinero no le importaría gastarse un poco para invitarla a cambio de la diversión que podría proporcionarle.
Soltó una carcajada por la imagen descrita por su nueva compañera aunque luego la conversación se desvió por terrenos menos divertidos. – No te mentiré, más de una vez he deseado una jaula como la tuya, tener la vida solucionada gracias al dinero de papá es algo muy tentador, pero a medida que he conocido mujeres como tu y a un mayor número de hombres, me he dado cuenta de que no hay tanta diferencia entre esas mujeres y yo – sirvió el licor en ambos vasos y se bebió el suyo de un trago – la única diferencia es que yo me vendo por horas, ellas de por vida – se encogió de hombros tras expresar su opinión, quizás una respuesta más elaborada de lo que ella esperaba. – Salud por eso – dijo alzando un nuevo vaso y llevándolo luego a sus labios para beber, riendo en cuanto trago el fuerte líquido que le rasgaba la garganta. – Tu si que sabes beber – dijo divertida por ver esa escena, una mujer con ese vestido, de quien se imaginarían los mejores modales bebiendo como un pescador borracho al igual que ella. - ¿Qué te ha hecho venir aquí? – preguntó con curiosidad, no era común que una mujer así se escapara de las lustrosas calles principales que atravesaban en carruajes para perderse en un barrio sucio y maloliente.
Negó con la cabeza cuando repitió su carencia de interés en las mujeres, ella tampoco presentaba especial interés en su mismo sexo pero eso no significaba que no pudiera apreciar su belleza. – No seas tan simple como los hombres, el baile puede ser algo muy hermoso dejando la desnudez en un segundo plano – pidió intentando hacerle comprender que aunque fuera una prostituta no todo en su vida giraba en torno al sexo, también sabia apreciar lo exótico da algunos bailes del cabaret y la perfecta sensualidad que destilaba el baile de las plumas sin llegar a mostrar absolutamente nada.
Se dirigió al interior de la taberna sin asegurarse de su la chica la estaba siguiendo hasta que estuvo en el interior. Se dirigió a una de las mesas, eso sería más cómodo que la barra si iban a pasar allí un rato, además podrían hablar con más libertad, no demasiada, ya que en lugares como esos las paredes tenían oídos, pero si más tranquilamente. – Sirve una botella con dos vasos, David, la señorita invita – pidió al mesero antes con un gesto de su mano y no tardó en llegar el pedido ya que no había mucho movimiento a esas horas. La mitad de los hombres que allí se encontraban estaba ya semiinconscientes y no daban trabajo. – Mi tiempo nunca es gratis, querida – añadió con una sonrisa a la mujer, ya que ella tenía dinero no le importaría gastarse un poco para invitarla a cambio de la diversión que podría proporcionarle.
Soltó una carcajada por la imagen descrita por su nueva compañera aunque luego la conversación se desvió por terrenos menos divertidos. – No te mentiré, más de una vez he deseado una jaula como la tuya, tener la vida solucionada gracias al dinero de papá es algo muy tentador, pero a medida que he conocido mujeres como tu y a un mayor número de hombres, me he dado cuenta de que no hay tanta diferencia entre esas mujeres y yo – sirvió el licor en ambos vasos y se bebió el suyo de un trago – la única diferencia es que yo me vendo por horas, ellas de por vida – se encogió de hombros tras expresar su opinión, quizás una respuesta más elaborada de lo que ella esperaba. – Salud por eso – dijo alzando un nuevo vaso y llevándolo luego a sus labios para beber, riendo en cuanto trago el fuerte líquido que le rasgaba la garganta. – Tu si que sabes beber – dijo divertida por ver esa escena, una mujer con ese vestido, de quien se imaginarían los mejores modales bebiendo como un pescador borracho al igual que ella. - ¿Qué te ha hecho venir aquí? – preguntó con curiosidad, no era común que una mujer así se escapara de las lustrosas calles principales que atravesaban en carruajes para perderse en un barrio sucio y maloliente.
Alexandrine Bellefleur- Prostituta Clase Baja
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Re: Perdida y sin salida. [Libre]
“Una chica como ella en un sitio como ese. “
La típica frase que oiría esa noche una y otra vez. Si algo tenía claro, era que no iba a volver por ese callejón, de vuelta, a su jaula dorada. No es que estuviese cansada de ella, es más, de algún modo la necesitaba pero la tentaba lo desconocido y diferente. Ese lugar no es que fuese el sitio más elegante, hasta tenía cierto encanto.
La joven llevaba razón, no todo giraba en torno al sexo. El sexo, ese tema tabú para todas las mujeres. Algunas ni llegaban a saber nunca sobre el tema , simplemente se dejaban hacer sin disfrutar de esos placeres, menos comprenderlo. Tendría en cuenta ese tipo de espectáculo de las mujeres y las plumas. Estaba acostumbrada a obras de teatro aburridas, conciertos de música privado. Rió sin poder evitarlo al recordar a su hermana mayor, una vez al mes recitaba la misma canción acompañada al piano. Todo un número digno de ver pues no es que cantase muy bien, ella sí que creía que lo hacía.
-Perdone, me acordé de cierta puesta en escena, digna de ver. Mi hermana y su famosa canción, haciendo sombra a esas mujeres con sus bailes -rió mirando de reojo a la joven, asintió con la cabeza al nombrar que su tiempo no era gratis. -Por supuesto, le pagaré el doble, por la molestia y así no tiene que buscar esta noche nada más, por hoy está servida -inevitable ayudar a esa joven, la veía a ella de algún modo pues si lograse escaparse de allí, a saber qué camino tendría que tomar
-La jaula dorada es segura, de alguna manera pero una cárcel, peor que esas subterráneas de las que he oído hablar. Si estoy aquí, no es porque me hayan dejado, ni porque pueda hacer lo que quiera…bueno, en eso siempre me salgo con la mía. Y a lo que voy es, siempre dándole vueltas a todo… -volvió a beberse el vaso de golpe, no era la primera vez que lo hacía, estaba claro y no era suficiente, estaba dispuesta a acabar con esa botella, para eso la pagó. -Huía de mi vigilante. Sí, tengo uno. En ese sitio solo a las más “peligrosas” les ponen a alguien que evite alguna desgracia ¿cree que haría algo malo?
Ese gesto angelical, totalmente fingido acabó en una risa maliciosa, volviendo a llenar el vaso a ambas y brindar por algo más, ella aún no lo hizo.
-Porque por fin pueda disfrutar de algún momento de libertad y desistan en encadenarme a algún ricachón que seguro por mi parte, tenga que venir a pagar alguna de tus compañeras porque no le dejo ni tocarme -brindó y bebió, solo un poco -Prefiero estar aquí que tomar el té con mi compañera Helen que solo habla de lo bonito que son los sombreros y cómo le quedan… ¿y por qué quieres una jaula dorada? Puedo ayudarle lo que necesite ¿qué me dice? A cambio, me guarde alguna de estas botellas, las guardaré como un tesoro en mi baúl, bajo llave
La típica frase que oiría esa noche una y otra vez. Si algo tenía claro, era que no iba a volver por ese callejón, de vuelta, a su jaula dorada. No es que estuviese cansada de ella, es más, de algún modo la necesitaba pero la tentaba lo desconocido y diferente. Ese lugar no es que fuese el sitio más elegante, hasta tenía cierto encanto.
La joven llevaba razón, no todo giraba en torno al sexo. El sexo, ese tema tabú para todas las mujeres. Algunas ni llegaban a saber nunca sobre el tema , simplemente se dejaban hacer sin disfrutar de esos placeres, menos comprenderlo. Tendría en cuenta ese tipo de espectáculo de las mujeres y las plumas. Estaba acostumbrada a obras de teatro aburridas, conciertos de música privado. Rió sin poder evitarlo al recordar a su hermana mayor, una vez al mes recitaba la misma canción acompañada al piano. Todo un número digno de ver pues no es que cantase muy bien, ella sí que creía que lo hacía.
-Perdone, me acordé de cierta puesta en escena, digna de ver. Mi hermana y su famosa canción, haciendo sombra a esas mujeres con sus bailes -rió mirando de reojo a la joven, asintió con la cabeza al nombrar que su tiempo no era gratis. -Por supuesto, le pagaré el doble, por la molestia y así no tiene que buscar esta noche nada más, por hoy está servida -inevitable ayudar a esa joven, la veía a ella de algún modo pues si lograse escaparse de allí, a saber qué camino tendría que tomar
-La jaula dorada es segura, de alguna manera pero una cárcel, peor que esas subterráneas de las que he oído hablar. Si estoy aquí, no es porque me hayan dejado, ni porque pueda hacer lo que quiera…bueno, en eso siempre me salgo con la mía. Y a lo que voy es, siempre dándole vueltas a todo… -volvió a beberse el vaso de golpe, no era la primera vez que lo hacía, estaba claro y no era suficiente, estaba dispuesta a acabar con esa botella, para eso la pagó. -Huía de mi vigilante. Sí, tengo uno. En ese sitio solo a las más “peligrosas” les ponen a alguien que evite alguna desgracia ¿cree que haría algo malo?
Ese gesto angelical, totalmente fingido acabó en una risa maliciosa, volviendo a llenar el vaso a ambas y brindar por algo más, ella aún no lo hizo.
-Porque por fin pueda disfrutar de algún momento de libertad y desistan en encadenarme a algún ricachón que seguro por mi parte, tenga que venir a pagar alguna de tus compañeras porque no le dejo ni tocarme -brindó y bebió, solo un poco -Prefiero estar aquí que tomar el té con mi compañera Helen que solo habla de lo bonito que son los sombreros y cómo le quedan… ¿y por qué quieres una jaula dorada? Puedo ayudarle lo que necesite ¿qué me dice? A cambio, me guarde alguna de estas botellas, las guardaré como un tesoro en mi baúl, bajo llave
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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Re: Perdida y sin salida. [Libre]
Se la quedó mirando al verla reír de repente, sin comprender que era lo que podía haberle hecho tanta gracia. Ese lugar era bastante deprimente así que como no se tratase de una risa nerviosa, cosa que no parecía, no lo entendía. La acompañó con una sonrisa al escuchar la razón de su diversión, le gustaría tener la oportunidad de ver esa escena, aunque sabía que era completamente imposible. Aun así le divirtió imaginarse a una dama dándoselas de artistas frente a sus invitados, que sin duda le aplaudirían lo hiciera bien o mal.
Se sorprendió al escuchar que le pagaría de tan buena gana, en esas cosas es cuando se hacía evidente que a esa chica debía sobrarle el dinero. Lo cierto es que solo había pensado en hacerla pagar las copas y tal vez la entrada a algún lugar al que quisiera asistir, pero no iba a hacerla conocedora de su error, si podía conseguir dinero por algo como beber junto a esa mujer no iba a desperdiciarlo. – Será agradable pasar una noche tranquila – se encogió de hombros, no estaba dispuesta a darle las gracias pero en una pequeña parre de sí misma sintió la gratitud al encontrarse ante alguien que mostraba una mínima preocupación por ella.
En parte comprendía lo que la rubia pretendía decirle sobre la prisión en la que vivía atrapada, no podía imaginar lo que debía ser controlasen su vida continuamente, sin darle opciones a decidir por ella misma. Por un momento desearía poder intercambiar posiciones, probar si valía la pena sentirse enjaulada a cambio de vivir bien, sin tener que trabajar, pero cuando más lo pensaba menos le agradaba esa idea. Abrió la boca con incredulidad pero la chica se adelantó a su pregunta, si, tenía un vigilante, como un verdadero preso. – Creo que seguramente te lo has ganado – bromeó mirando ese rostro angelical que ponía y que no engañaría a alguien como ella, se podía intuir una mirada salvaje en sus ojos. – Has hecho bien, yo no soportaría tener a alguien pegado a mis faldas todo el tiempo – rodó los ojos ante esa idea, debía ser frustrante para ella.
- Por todo el trabajo que nos darás – bromeó brindando también, divertida por aquella afirmación, aunque conocía la amargura que debía significar para ella saber que ese era el destino escrito para ella y que no podía huir de él, no sin renunciar a los lujos y a la buena vida que el dinero le daba. Casi se atraganta con el trago que dio al escucharla. - ¿Hablas enserio? – preguntó mirándola con sorpresa, ¿había entendido bien? ¿Estaba dispuesta a pagarle por ser su amiga barriobajera y pasarle alcohol de vez en cuando? Eso sería dinero regalado, puede que en un principio le disgustara esa mujer pero había conseguido ganarse su aceptación por esa personalidad que tanto distaba de la idea que tenía de las niñas mimadas de alta sociedad, así que incluso le agradaría estar en su compañía. – Tendrás todas las botellas que quieras – aceptó sin dudarlo, era la mayor oportunidad de su vida, por primera vez la suerte parecía sonreírle. – ¿Cuál es tu nombre? – preguntó – yo me llamo Alexandrine – se presentó después de tanto tiempo de charla, si tuviera educación lo habría hecho al conocerse pero a diferencia de ella había dejado los formalismos a un lado desde el primer momento.
Se sorprendió al escuchar que le pagaría de tan buena gana, en esas cosas es cuando se hacía evidente que a esa chica debía sobrarle el dinero. Lo cierto es que solo había pensado en hacerla pagar las copas y tal vez la entrada a algún lugar al que quisiera asistir, pero no iba a hacerla conocedora de su error, si podía conseguir dinero por algo como beber junto a esa mujer no iba a desperdiciarlo. – Será agradable pasar una noche tranquila – se encogió de hombros, no estaba dispuesta a darle las gracias pero en una pequeña parre de sí misma sintió la gratitud al encontrarse ante alguien que mostraba una mínima preocupación por ella.
En parte comprendía lo que la rubia pretendía decirle sobre la prisión en la que vivía atrapada, no podía imaginar lo que debía ser controlasen su vida continuamente, sin darle opciones a decidir por ella misma. Por un momento desearía poder intercambiar posiciones, probar si valía la pena sentirse enjaulada a cambio de vivir bien, sin tener que trabajar, pero cuando más lo pensaba menos le agradaba esa idea. Abrió la boca con incredulidad pero la chica se adelantó a su pregunta, si, tenía un vigilante, como un verdadero preso. – Creo que seguramente te lo has ganado – bromeó mirando ese rostro angelical que ponía y que no engañaría a alguien como ella, se podía intuir una mirada salvaje en sus ojos. – Has hecho bien, yo no soportaría tener a alguien pegado a mis faldas todo el tiempo – rodó los ojos ante esa idea, debía ser frustrante para ella.
- Por todo el trabajo que nos darás – bromeó brindando también, divertida por aquella afirmación, aunque conocía la amargura que debía significar para ella saber que ese era el destino escrito para ella y que no podía huir de él, no sin renunciar a los lujos y a la buena vida que el dinero le daba. Casi se atraganta con el trago que dio al escucharla. - ¿Hablas enserio? – preguntó mirándola con sorpresa, ¿había entendido bien? ¿Estaba dispuesta a pagarle por ser su amiga barriobajera y pasarle alcohol de vez en cuando? Eso sería dinero regalado, puede que en un principio le disgustara esa mujer pero había conseguido ganarse su aceptación por esa personalidad que tanto distaba de la idea que tenía de las niñas mimadas de alta sociedad, así que incluso le agradaría estar en su compañía. – Tendrás todas las botellas que quieras – aceptó sin dudarlo, era la mayor oportunidad de su vida, por primera vez la suerte parecía sonreírle. – ¿Cuál es tu nombre? – preguntó – yo me llamo Alexandrine – se presentó después de tanto tiempo de charla, si tuviera educación lo habría hecho al conocerse pero a diferencia de ella había dejado los formalismos a un lado desde el primer momento.
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Re: Perdida y sin salida. [Libre]
No habría imaginado acabar en un sitio como aquel ni con compañía. Era agradable, mucho más que cualquier chica de la residencia. Una noche tranquila en donde solo estaría ella, esa chica y el alcohol. Olvidar nunca estaba de más y si podía hacerlo por unas horas, sería suficiente. Cualquier castigo merecería la pena, por momentos como ese. Alzó de nuevo el vaso, con un poco de dificultad, viniéndole a la mente personas y momentos que no necesitaba recordar…y fue inevitable, medio sonreír de forma triste, las dos únicas personas que le habían dado sentido a su vida.
Cerró los ojos al sentir como de nuevo el alcohol quemaba su garganta, como el tiempo se detenía y era libre. Rememoró ciertos momentos y sin querer, una sonrisa de lo más dulce, apareció en sus labios, seguido de una risa, una risa que no tardó en detenerse. Sí, se lo había ganado en parte pero no tuvo opción, si estaba en esa residencia de señoritas era por una sencilla razón y nadie , en esa ciudad la sabía ni debía saberlo nunca
-Me lo gané , injustamente pero me lo gané pero aún así… no importa. Hubo un momento de mi vida en que todo, exactamente todo me dio igual. Y ahora…algo ha cambiado -susurró lo último con cierto misterio, no quería preocupar a nadie y menos a alguien que acababa de conocer, empezaba a hablar demasiado pero ¿Acaso no era mejor confidente un desconocido que ese nido de víboras? -La vida de una señorita de clase alta, tan envidiada cuando lo único que tienen que hacer es aceptar un matrimonio impuesto, ser una mujer florero y tener tropecientos hijos para morir sola y amargada porque tu marido te habrá contagiado cualquier enfermedad -negó con la cabeza, disculpándose porque no se refería a la joven cortesana ni a las de su clase
-¿Sabe? Si algún día me enamorase, si eso del amor existe… seguro me enamoraría de alguien de tu clase, la clase alta solo sirve para ir a fiestas y demás… vosotros sí sabeis divertíos, lo sé, él me lo mostró también -rió como una niña de lo más divertida, recordando ciertas cosas -Porque seguro…encontrarás algún día alguien que te aleje y te acerque, te quiera y te odie al mismo tiempo. Seas única en todos los sentidos, se divierta, hagáis mil cosas juntos y no importará si esté bien o mal porque será vuestro momento y nada más…-volvió a llenarse el vasito, con ese quizás lograse olvidar.
-Le pagaré todas y cada una de las botellas y…soy Abbey, Abbey Lynn Appleby pero puedes llamarme como quiera -bebía sin control y eso quizás, no era tan bueno como pensó al principio -Voy a complicarme la vida como siga viéndole. No puedo verle más… y por favor, no me diga que si estoy enamorada porque no es eso -frunció el ceño , chasqueando la lengua, le costaba tener los ojos abiertos así que los cerró , no se refería a esa chica si no a otra persona, una de la que no pensó jamás estar tan cercana…
-Tendrá que conseguirme muchas para que deje de pensar, deje… de olvidarme de donde vengo, de mi apellido, de mi clase… cuando estoy con esa persona soy tan yo misma que me asusta ¿qué debo de hacer? Es la indicada para guiarme…dígame -le rogó, de alguna forma que le ayudase, el alcohol no era bueno… y menos en su estado de confusión, ahora sí que estaba perdida y no en el callejón.
Cerró los ojos al sentir como de nuevo el alcohol quemaba su garganta, como el tiempo se detenía y era libre. Rememoró ciertos momentos y sin querer, una sonrisa de lo más dulce, apareció en sus labios, seguido de una risa, una risa que no tardó en detenerse. Sí, se lo había ganado en parte pero no tuvo opción, si estaba en esa residencia de señoritas era por una sencilla razón y nadie , en esa ciudad la sabía ni debía saberlo nunca
-Me lo gané , injustamente pero me lo gané pero aún así… no importa. Hubo un momento de mi vida en que todo, exactamente todo me dio igual. Y ahora…algo ha cambiado -susurró lo último con cierto misterio, no quería preocupar a nadie y menos a alguien que acababa de conocer, empezaba a hablar demasiado pero ¿Acaso no era mejor confidente un desconocido que ese nido de víboras? -La vida de una señorita de clase alta, tan envidiada cuando lo único que tienen que hacer es aceptar un matrimonio impuesto, ser una mujer florero y tener tropecientos hijos para morir sola y amargada porque tu marido te habrá contagiado cualquier enfermedad -negó con la cabeza, disculpándose porque no se refería a la joven cortesana ni a las de su clase
-¿Sabe? Si algún día me enamorase, si eso del amor existe… seguro me enamoraría de alguien de tu clase, la clase alta solo sirve para ir a fiestas y demás… vosotros sí sabeis divertíos, lo sé, él me lo mostró también -rió como una niña de lo más divertida, recordando ciertas cosas -Porque seguro…encontrarás algún día alguien que te aleje y te acerque, te quiera y te odie al mismo tiempo. Seas única en todos los sentidos, se divierta, hagáis mil cosas juntos y no importará si esté bien o mal porque será vuestro momento y nada más…-volvió a llenarse el vasito, con ese quizás lograse olvidar.
-Le pagaré todas y cada una de las botellas y…soy Abbey, Abbey Lynn Appleby pero puedes llamarme como quiera -bebía sin control y eso quizás, no era tan bueno como pensó al principio -Voy a complicarme la vida como siga viéndole. No puedo verle más… y por favor, no me diga que si estoy enamorada porque no es eso -frunció el ceño , chasqueando la lengua, le costaba tener los ojos abiertos así que los cerró , no se refería a esa chica si no a otra persona, una de la que no pensó jamás estar tan cercana…
-Tendrá que conseguirme muchas para que deje de pensar, deje… de olvidarme de donde vengo, de mi apellido, de mi clase… cuando estoy con esa persona soy tan yo misma que me asusta ¿qué debo de hacer? Es la indicada para guiarme…dígame -le rogó, de alguna forma que le ayudase, el alcohol no era bueno… y menos en su estado de confusión, ahora sí que estaba perdida y no en el callejón.
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Re: Perdida y sin salida. [Libre]
La miró sin la sonrisa que antes adornada su rostro, era curioso ver como esa chica que tenía todo lo que cualquiera en el burdel podría desear se veía más triste y desdichada que cualquiera de ellas. Ese era el mayor secreto de la clase alta, que en realidad su felicidad no era real y esa señorita era una prueba viva de ellos. - ¿Quieres contarlo? – preguntó dando un nuevo trago, no iba a negar que le gustaría conocer su historia aunque solo fuera pura curiosidad, pero tampoco iba a forzarla, después de todo no se conocían, simplemente se daba la oportunidad de desahogarse con alguien que no iba a desvelar sus secretos, porque no podría aunque quisiera.
- ¿Él? – preguntó de nuevo, sonriendo ligeramente por el sentimiento de describía, ahora todo cobraba sentido, cuando había un hombre de por medio todo iba mal y eso era lo que le había ocurrido. Ese sentimiento horrible que podía infectarte como la peor de las enfermedades hasta llevarte a un destino peor que la muerte. – Yo no creo en esas cosas, he conocido a demasiados hombres como para pensar así, todos ellos son la peor mierda que hay sobre la tierra, aunque imagino que, de vez en cuando, puedo aparecer alguno que valga la pena si te hace sentir lo que dices – bebió de nuevo, no quería negarle esa ilusión, quien sabe puede que ese hombre que rondaba su mente no fuera tan malo como los demás, quizás valiera la pena. Sonrió para sus adentros por pensar aquello, puede que aun quedase una gota de esperanza en ella, aunque eso solo la convertía en una tonta.
No pudo contener una ligera carcajada al escuchar su nombre, no quería ofenderla pero seguramente el alcohol era el culpable de aquella risa. – Disculpa, me hace gracia que todos tengan varios nombres, como si cuan más largo el nombre más alta la clase – se explicó para que supiera que no era algo en su contra, su madre era un claro ejemplo, le había puesto su nombre pensando en un nombre largo y glamuroso haría que su vida sería mejor. Era tan ridículo. – Escúchame, ese hombre te hace feliz, sino ni siquiera te plantearías seguir viéndole, sea amor o no eso no importa, si estás feliz con él no deberías renunciar a eso solo porque sea complicado – le aconsejó aun cuando no se lo había pedido, nunca había esperado permiso para decir lo que pensaba y menos en casos como esos, porque si su vida era tan tediosa y horrible como la estaba pintando, cualquier cosa que la alegrara era una forma de huir y valdría la pena, sino acabaría dándose al alcohol como ella.
Posó la mano sobre el vaso de la rubia para que no bebiera más, parecía que ya había sido suficiente sobre todo si tenía que volver a su jaula. - ¿Esa persona está en Paris? – preguntó pensando en hacer algo que posiblemente la metería en problemas y donde además no tenía nada que ver. - ¿Sabes? Las putas tenemos más de actriz que de ninguna otra cosa, ¿Qué pasaría si una amiga tuya de buena familia fuera a buscarte para ir de compras o para ir al teatro? – preguntó esperando que no le tuvieran tanta desconfianza como para vigilarla incluso cuando iba con alguna amiga a hacer cosas de niñas ricas. Ella tenía el apellido de una buena familia, con un vestido y un poco de teatralidad puede que pudiera sacarla de vez en cuando de su jaula para que se encontrase con su “amigo”.
- ¿Él? – preguntó de nuevo, sonriendo ligeramente por el sentimiento de describía, ahora todo cobraba sentido, cuando había un hombre de por medio todo iba mal y eso era lo que le había ocurrido. Ese sentimiento horrible que podía infectarte como la peor de las enfermedades hasta llevarte a un destino peor que la muerte. – Yo no creo en esas cosas, he conocido a demasiados hombres como para pensar así, todos ellos son la peor mierda que hay sobre la tierra, aunque imagino que, de vez en cuando, puedo aparecer alguno que valga la pena si te hace sentir lo que dices – bebió de nuevo, no quería negarle esa ilusión, quien sabe puede que ese hombre que rondaba su mente no fuera tan malo como los demás, quizás valiera la pena. Sonrió para sus adentros por pensar aquello, puede que aun quedase una gota de esperanza en ella, aunque eso solo la convertía en una tonta.
No pudo contener una ligera carcajada al escuchar su nombre, no quería ofenderla pero seguramente el alcohol era el culpable de aquella risa. – Disculpa, me hace gracia que todos tengan varios nombres, como si cuan más largo el nombre más alta la clase – se explicó para que supiera que no era algo en su contra, su madre era un claro ejemplo, le había puesto su nombre pensando en un nombre largo y glamuroso haría que su vida sería mejor. Era tan ridículo. – Escúchame, ese hombre te hace feliz, sino ni siquiera te plantearías seguir viéndole, sea amor o no eso no importa, si estás feliz con él no deberías renunciar a eso solo porque sea complicado – le aconsejó aun cuando no se lo había pedido, nunca había esperado permiso para decir lo que pensaba y menos en casos como esos, porque si su vida era tan tediosa y horrible como la estaba pintando, cualquier cosa que la alegrara era una forma de huir y valdría la pena, sino acabaría dándose al alcohol como ella.
Posó la mano sobre el vaso de la rubia para que no bebiera más, parecía que ya había sido suficiente sobre todo si tenía que volver a su jaula. - ¿Esa persona está en Paris? – preguntó pensando en hacer algo que posiblemente la metería en problemas y donde además no tenía nada que ver. - ¿Sabes? Las putas tenemos más de actriz que de ninguna otra cosa, ¿Qué pasaría si una amiga tuya de buena familia fuera a buscarte para ir de compras o para ir al teatro? – preguntó esperando que no le tuvieran tanta desconfianza como para vigilarla incluso cuando iba con alguna amiga a hacer cosas de niñas ricas. Ella tenía el apellido de una buena familia, con un vestido y un poco de teatralidad puede que pudiera sacarla de vez en cuando de su jaula para que se encontrase con su “amigo”.
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Re: Perdida y sin salida. [Libre]
El beber no era bueno, estaba hablando de más y lo último que debería era confesar cosas que ni ella misma aceptaría. La vista comenzaba a nublarse, todos sus sentidos solo estaban puestos en esa copa y la voz de la joven cortesana. Negó un tanto con la cabeza al preguntar que si quería contarlo, no deseaba tal cosa pero el alcohol le jugó una muy mala pasada. Dijo cosas que no debió, otras que ni siquiera se acordaría después y ya no tenía sentido ni negarlo, ni mucho menos darle vueltas cuando ya era imposible.
-Yo tampoco lo creo, lo creía pero me equivocaba en muchas cosas…bueno, no en todas -frunció el ceño, las mejillas de lo más sonrosadas y esa manera de escupir las palabras como si le pesase decirlo lento y pausadamente, hablar las cosas con normalidad y siendo ese tema en particular le molestaba y mucho, más equivocarse en juzgar a todos los hombres por igual. Aún así, seguía negando lo que poco a poco parecía evidente. -El problema es justo ese, que valga la pena. En mi jaula de oro no hay de eso, señorita. Hombres que valgan la pena, solo quieren riquezas, ser reconocidos y admirados, tener a su lado una hermosa esposa y tener cuantos más hijos, mejor pero en fin -dejó escapar un suspiro, intentando pensar con claridad… poco a poco dejaba de hacerlo y como siguiese bebiendo no sabría ni volver a la residencia.
Enarcó una ceja, mirándola de reojo y terminar por reír porque sí, debía de haber parecido su nombre un chiste. Ella siempre se reía al oír los incontables nombres que llevaba la mayoría de los de su clase, en eso la joven llevaba razón y eso que el suyo era el más corto de todos los de sus hermanas. Suspiró frente a la copa, teniendo que dejar la última a medias porque si no, no podría tenerse en pie.
-Mejor no te digo como se llaman todos mis hermanas, estaríamos toda la noche y parte de la mañana -se le escapó una risa de lo más divertida, se lo estaba pasando bien, mucho mejor que en esas fiestas aburridas y sin gracia alguna -No, no es buena idea. Ni siquiera lo es que esté hablando con usted y no es porque sea lo que es, sabe de sobra que le dije que la respeto pero estar cerca de mí se define en una palabra: mal -se decidió a tomar todo el contenido del vaso de golpe y dejarlo en la barra, deslizándolo para devolverlo al tendero, era mejor dejar de seguir alimentando algo que estaba segura no le haría bien pero al menos, le ayudó a olvidar.
-Le repito que es peligro, Alexandrine. No creo que lo haga gratis ¿cierto? Lo de ser “mi amiga”, no tengo muchas, más bien ninguna … no saben beber -rió, girándose en donde estaba sentada para mirarla de frente y ser todo lo sincera que era siempre -Está en Paris , estamos en Paris y yo quería irme de aquí…ahora no estoy segura de querer volver a Londres y…estoy hablando demasiado. Si se hace pasar por mi amiga, le prometo darle más dinero pero siempre me prometa me lleve esas botellas que hablamos antes ¿vale? debería volver, no quiero que me castiguen de nuevo -
Se levantó, dando un par de pasos hacia la chica y pasar la mano por el brazo de la joven , un gesto de afecto, por así decirlo y más viniendo de ella.
-Hágame caso, señorita… merece algo mejor que todo esto, usted puede ser libre y yo estaré dispuesta a ayudarla siempre y cuando…me ayude a escapar ¿Trato hecho? -alzó la mano, ofreciendo su meñique, un trato como unas niñas pero… ambas sabían que acababa de ocurrir algo mucho más que eso, el inicio de algo ¿amistad? Podía ser.
-Yo tampoco lo creo, lo creía pero me equivocaba en muchas cosas…bueno, no en todas -frunció el ceño, las mejillas de lo más sonrosadas y esa manera de escupir las palabras como si le pesase decirlo lento y pausadamente, hablar las cosas con normalidad y siendo ese tema en particular le molestaba y mucho, más equivocarse en juzgar a todos los hombres por igual. Aún así, seguía negando lo que poco a poco parecía evidente. -El problema es justo ese, que valga la pena. En mi jaula de oro no hay de eso, señorita. Hombres que valgan la pena, solo quieren riquezas, ser reconocidos y admirados, tener a su lado una hermosa esposa y tener cuantos más hijos, mejor pero en fin -dejó escapar un suspiro, intentando pensar con claridad… poco a poco dejaba de hacerlo y como siguiese bebiendo no sabría ni volver a la residencia.
Enarcó una ceja, mirándola de reojo y terminar por reír porque sí, debía de haber parecido su nombre un chiste. Ella siempre se reía al oír los incontables nombres que llevaba la mayoría de los de su clase, en eso la joven llevaba razón y eso que el suyo era el más corto de todos los de sus hermanas. Suspiró frente a la copa, teniendo que dejar la última a medias porque si no, no podría tenerse en pie.
-Mejor no te digo como se llaman todos mis hermanas, estaríamos toda la noche y parte de la mañana -se le escapó una risa de lo más divertida, se lo estaba pasando bien, mucho mejor que en esas fiestas aburridas y sin gracia alguna -No, no es buena idea. Ni siquiera lo es que esté hablando con usted y no es porque sea lo que es, sabe de sobra que le dije que la respeto pero estar cerca de mí se define en una palabra: mal -se decidió a tomar todo el contenido del vaso de golpe y dejarlo en la barra, deslizándolo para devolverlo al tendero, era mejor dejar de seguir alimentando algo que estaba segura no le haría bien pero al menos, le ayudó a olvidar.
-Le repito que es peligro, Alexandrine. No creo que lo haga gratis ¿cierto? Lo de ser “mi amiga”, no tengo muchas, más bien ninguna … no saben beber -rió, girándose en donde estaba sentada para mirarla de frente y ser todo lo sincera que era siempre -Está en Paris , estamos en Paris y yo quería irme de aquí…ahora no estoy segura de querer volver a Londres y…estoy hablando demasiado. Si se hace pasar por mi amiga, le prometo darle más dinero pero siempre me prometa me lleve esas botellas que hablamos antes ¿vale? debería volver, no quiero que me castiguen de nuevo -
Se levantó, dando un par de pasos hacia la chica y pasar la mano por el brazo de la joven , un gesto de afecto, por así decirlo y más viniendo de ella.
-Hágame caso, señorita… merece algo mejor que todo esto, usted puede ser libre y yo estaré dispuesta a ayudarla siempre y cuando…me ayude a escapar ¿Trato hecho? -alzó la mano, ofreciendo su meñique, un trato como unas niñas pero… ambas sabían que acababa de ocurrir algo mucho más que eso, el inicio de algo ¿amistad? Podía ser.
Abbey Appleby- Cazador Clase Alta
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