Consciencia Perdida [Libre]

Aquella noche me decidí a ir a la taberna mas cercana al puerto para beber algo, confieso que pasar los días con Poseidon y Gatto empezaba a desesperarme, apenas nos habían llegado noticias de Leonidas y Seth, por lo que deducimos que seguían enfrascados en la búsqueda de Agarwaen.

Aquella noche estaba especialmente inquieto, mi curiosidad ya había recorrido cada uno de los rincones de ese barco y si no salia de allí creía que iba a enloquecer.
Como siempre un poco de alcohol amansa a las fieras ¿o era la música? En fin que importa, la idea era beber lo suficiente como para llegar la barco y no oír las ordenes de Poseidón.

Sonreí pensando lo bien que le iba el nombre a aquel tipo, siempre dando ordenes por aquí y por allí.
A veces me daban ganas de ahogarlo en el mismo mar, a ver si como a Poseidón le salían agallas y respiraba debajo de las aguas, aunque con mi suerte también le podía salir un tridente y trincharme para la cena como a un pavo.

Pronto abandone la oscura zona del puerto que aparte de unas cajas cerradas con unos números en su tapa que abrí, por supuesto, porque despertaban mi curiosidad, y que contenían simplemente unos jarrones importados de no se donde, nada mas allí acaparo mi atención.

La cosa cambio cuando me vi inmerso en las calles de París, todo lleno de luz y color, de olores diversos a perfumes caros, flores que decoraban los distintos ventanucos de las casas bajas parisienses y como no a especias que se usaban en los distintos restaurantes que abrían sus puertas para hacer las delicias de sus clientes.

Pronto sentí el olor de la exquisita cerveza negra, me relamí los labios frente a una cochambrosa taberna cuya oscuridad me llamo la atención atrayéndome como una mosca a la miel.
Supongo que mi curiosidad siempre tendía a meterme en líos, y aquel lugar parecía un imán para encontrarlos.
Sonreí de medio lado encaminando mis pasos hacia el interior mientras saludaba con la cabeza educadamente a los desconocidos que me miraban.
Supongo que mi aspecto era ligeramente peculiar, portaba ropas de cazador , nada que ver con los típicos trajes de los caballeros parisienses.
Por no decir que iba pertrechado de afiladas dagas hasta los dientes.

Me deje caer en el taburete con una picara sonrisa en los labios mientras admiraba de arriba a bajo el escultural cuerpo de una dama que olía a pólvora, tierra y sangre.
-Buena combinación para traer como perfume a este local -apunté mirándola de soslayo.
-Una jarra de cerveza negra -pedí al posadero dejando caer sobre la barra unas monedas que bien pagarían mi consumismo y la de la dama de aquella noche.
-Puedes luego agradecérmelo -le dije guiñándole un ojo con picardia y mucho descaro

Pronto mis ojos se desviaron de aquel cuerpo perfecto hacia la barra donde las monedas habían caído y mi curiosidad reparó en las armas que sobre ella reposaban.
Alargué mi mano con rapidez para tomar una de ellas, atrayendola hacia mi para repasar cada uno de sus engranajes con curiosidad.
-No soy mucho de armas de pólvora, pero...es interesante -le dije a la mujer que me miraba atónita por mi descaro.
-Por cierto soy Zorro -me presente extendiendo mi mano hacia la suya a modo de presentacion

Contemplé como aquella mujer enfurecida increpaba al tabernero por no servirle su trago, no la culpaba, si estaba la mitad de sedienta que borracha, tenia ese hombre un serio problema.
Fue entonces cuando entre carcajadas tomo el arma, para apuntar directamente a mi cabeza.
-Bang -susurré con una divertida sonrisa.
Para que mentir, ella no me asustaba, pocas cosas lo hacían y las armas no eran una de ella.
La vida y la muerte de normal caminan de la mano y en mi caso, soy demasiado escurridizo como para cenar en el infierno esta noche sin luna.

-Uriel -repetí sin perder la picara sonrisa, que se ensancho cuando con su característico mal humor me aseguro no ser un arcángel.
-Yo te veía mas como a Lilith, la verdad -añadí haciendo referencia a la primera mujer que pobló la tierra y que por ser excesivamente tentadora fue apartada de Adan. -La sumisión nunca fue su fuerte-añadí contemplando sus labios que ahora lamían el cañón de su arma endureciendo el cañón de la mía.

-Te diría que me pareces una mujer muy agradable, toda una dama, usaría mil y un formalismos para embaucarte y llevarte a la cama, mas voy a serte sincero, para que a estas alturas andarnos con cuento, me la pones dura, y por eso he tomado asiento. No habrá ni amor, ni lecho en nuestro cuento si no un callejón oscuro y sexo.

Llevé mis labios a la jarra servida para dar un buen trago antes de volver a centrar mis pardos ojos en los verduscos de la dama.
-¿una noche complicada? -pregunté ya sabiendo la respuesta.
Por sus ropajes parecía una cazadora, mas de sobra sabia que no lo era, llevaba símbolos religiosos, lo que la acercaba mas a la inquisición y su aura brillaba como la de un licantropo, eso que yo cazaba.
-Una mujer llena de contradicciones -aseguré dando un nuevo sorbo de mi jarra.

Acerque mis labios a su oído, su olor a pólvora era tentador, así como el de la férrea sangre que bañaba parte de su cuerpo. Un cuerpo cincelado por los mismos dioses para sucumbir al pecado. Mas algo me tiraba para atrás, su condición, fácil era que ambos acabáramos o follando o matándonos, quizás ambas cosas.

-Llegado este punto en el que las presentaciones están hechas y vos sabéis de mi tan poco como yo de vos ¿algún plan mas excitante que seguir emborrachándonos?
Apuré la jarra depositandola con un golpe seco en la barra.
-Otra -pedí al camarero.

Al parecer mi propuesta le pareció la mas de interesante, tanto que el arma se le cayó al suelo y sus ojos me miraron con una mezcla de excitación deseo y pasión, bueno, o quizás no, pero eso era lo que quería yo y como soñar es gratis.
Sonreí de medio lado lanzandole dos bocados al aire cuando la dama orilló su cuerpo al mio.

Ahora al parecer empezaba lo bueno y para eso tomo el vaso,  lo vació en sus labios derramando parte del contenido por su cuello.
-¿es para que te lo lama? -pregunté divertido sacando la lengua y moviendola frente a sus ojos.
Su excitación aumentaba, cada vez estaba mas cerca y yo no sabia si desabrocharme los pantalones y darle duro contra la barra o esperar a que la dama tomara la iniciativa.

Sus manos desfilaron por mi torso, acariciando mis pezones para luego hacer lo mismo con los suyos.
Llevé mi mano a sus tetas para imitar su gesto, mientras mis ojos oscurecidos la miraban desafiante.
-Dos buenas perolas -le dije tras escuchar que ella también quería que yo tuviera de eso.
-Nena si yo tuviera tetas, me pasaría el día sobandome.

Seguí tocando sus tetas, sin prestar atención a ese insignificante detalle, estaba seguro que podrida pasarlo por alto ¿que mas daba?
Su mano bajo hasta mi miembro duro por lo cachondo que esa mujer me estaba poniendo.
-Así, toca la pistola hasta que haga Bang -le dije con una media sonrisa

Ladeé la cabeza escuchando su relato, sin perder mi buen humor.
-Eres lesbiana porque no has probado un hombre como yo entre tus piernas. Tu bebe, después de unas botellas, podemos hacer una excepción. Sera la primera vez que te follas a un tío y yo la primera vez que me follo una lesbiana. Te dejo hasta fingir que te gusta, para que veas que no soy escrupuloso para nada.

Mi mano acaparo su sexo, frotándolo lentamente, trazando círculos sobre el, su boca se entreabrió y mi mirada brillo furtiva.
-Cuando te masturbas, que importa la mano que te toque, estaremos tan borrachos que te dará igual lo que tenga ahí abajo ¿acaso no te gusta experimentar cosas nuevas? Te creía mas valiente.

La solté cuando me ofreció lo de ir al burdel, no era mala idea, quizás pudiéramos coger una puta y montárnoslo los tres, fuera como fuera, la noche había empezado la mas de bien y no iba a desperdiciarla por la minucia de que le gustaran las mujeres.
-Quiero follar y tu también busquemos el modo de pasárnoslo bien

Esa mujer me gustaba, era decidida, sin tabús, hablaba sin tapujos. Otra ronda nos ayudaría a discernir hacia que lugar iría aquella atópica noche en la que yo quería robarle los huevos a la gallina y ella parecía querer comérselos.

No pude evitar reírme mientras la rubia hacia una exposición teatral de su mala fortuna con respecto a que mi cuerpo fuera el de un hombre y no el de una morena pechugona con el coño haciéndose agua entre sus manos.
No la culpaba, a mi tampoco me atraían las pollas en absoluto, claro que su sexo me parecía perfecto para pasar la noche, después si lo hacia bien le podría hasta regalar una de mis piedras.

Di un trago directo de la botella, creo que en ese momento había desconectado de toda la palabrería de la dama y me fijaba de nuevo en los cañones de las pistolas que portaba, disparar armas de fuego nunca fue algo que me llamó la atención, pero esas me parecían bastante llamativas.

Alcé la cabeza cuando me dijo que tenia una idea. Mis ojos la miraron de soslayo dibujando una media sonrisa de satisfacción por sus palabras.
¿Acaso creía que el zorro no sabe robar gallinas? No nunca fui un cobarde, probar cosas nuevas no era algo que me asustara.
-Follemos, bebamos y ¿por que descartar lo de una o dos putas que nos miren y nos hagan palmas?

Sus ojos parecían incendiarse tras mis palabras, ella decía estar preparada y yo pensaba comprobar la verdad de esas palabras. Sin ningún tipo de miramiento tiré de su mano hasta acercarla a mi cuerpo. Yo sentado en el taburete, ella en pie nos miramos fijamente, el duelo de egos había empezado.
-Cuando acabe contigo gemirás mi nombre tan fuerte que no pensaras en otra cosa que no sea en jugar con mi asquerosa pistola -bromeé contra sus labios delineandolos con mi lengua de forma furtiva.

Sus pantalones de piel cedieron dando paso a mi mano, que se introdujo en estos para buscar la humedad de su vagina.
-Para no ponerte pareces estar muy mojada -susurré complacido haciendo a un lado las bragas para acariciar con al yema de mis dedos su clítoris sin ningún tipo de miramiento.
Acallé sus jadeos con mi boca, mordiendo su labio inferior.
-El burdel, y alguna puta creo que sera el ámbito perfecto para que tu, tu coño y yo nos divirtamos lo suficiente como para no olvidar que una lesbiana y un zorro pueden ser “amigos” de corridas ¿no crees?

Saqué la mano rozando su incendiado bajo vientre, llevando mis dedos a la boca lamí su esencia frente a ella.
-¿jugamos? -pregunté alzando con la otra mano la copa dispuesto a brindar con ella.

Esa mujer tenia carácter, para que mentir, no sabia si acabaríamos follándonos cada uno a una puta y simplemente mirándonos de reojo para brindar con una buena botella, peor algo estaba mas que claro, íbamos a divertirnos.
-A ver is usas esa lengua viperina que te gastas en mi falo, tengo ganas de una buena lavada de bajos -bromeé guiñándole un ojo.

Me alcé del taburete sin poder evitar seguir riéndome por todas esas palabras que me dedicaba, quizás a otro hombre le hubiera hecho perder las ganas, peor conmigo eso no funcionaba.
Era el puto zorro del gallinero esta me ofrecía llenar una habitación con otras dos ponedoras de huevos.
No estaba muy borracho como para que las cuentas no me salieran, de ahí era el único al que le colgaban los huevos y tenia un falo entre ellos.
Si que ¿que podía perder?

Mis manos se perdieron en su trasero, una palmada en sus nalgas antes de alejarme de ella para ir la burdel a por las dos fulanas que sentenciarían esa noche que tan solo comenzaba.
-Ves calentando ese coñito, es mio -bromeé desde la puerta antes de atravesar el umbral de la taberna.

El burdel apenas se encontraba a un par de cuadras de la taberna, no me costo demasiado encontrar sendas furcias dispuestas a hacernos pasar un buen rato a mi y a mi improvisada amiga con un carácter particular.
Pagada la cuenta a la madam, la pelirroja de grandes tetas y ojos verdes y la morena de oscuro pelo rizado y ojos pardos, me acompañaron a por la tercera en discordia, la rubia deslenguada.

Nos adentramos en la taberna, no me costo mucho localizar a mi nueva amiga de juegos en la barra acabándose una de las botellas, mis manos volvieron sobre su culo, acercándole a la morena para presentársela.
-Espero que esta te moje lo suficiente como para que mi polla pueda follarte sin problemas.

La pelirroja se colgó de mi cuello, unas botellas, la habitación dispuesta, no había tiempo que perder ¿acaso era el único de los cuatro que estaba sediento?