Caminando por las calles de París [Libre]

En la noche estaba en su apogeo, o al menos eso era lo que yo opinaba, muchos hombres ocultos en los recovecos de las sombras para tomar en sus brazos a alguna mujer que vendía su cuerpo simplemente por que necesitaba del dinero. Cuerpos exuberantes y sensuales que con el tiempo perdían todo encanto. En mi caso mi cuerpo quedaría intacto, mi belleza también, lo único que podría llegar a cambiar sería mi forma de ser, aunque lo ponía en demasiadas dudas. Ya llevaba varios siglos, había vivido cosas que muchos de los humanos, que me cruzaban, no podían ni siquiera imaginar. Aunque se leyera en los libros, como lo era en aquella época, no era igual, siempre se le agregaban algunas anécdotas, o simplemente se quitaban cosas por que no se sabía si en realidad había sucedido así o no. Era difícil, o al menos lo era para mi, tener que adaptarse y tratar de perder ciertas manías y tratar de cambiar formas de vestir, de hablar y ver que todo a tu alrededor cambia, se renueva, mientras que una persona, como yo y como tantos otros vampiros tan antiguos como yo, siguen siendo esa reliquia, oculta de misterios y de secretos que no podemos rebelar.

Encendí mis sentidos vampiricos, aquella noche no estaba de caza, pues no era como los nuevos vampiros que consideraban que alimentarse de sangre era simplemente para eso: Alimento. Para mi era algo más allá de eso. Si bien era el sustento que nos daba la energía y todo lo demás, solamente había una regla, cazar a aquellos que no tuvieran piedad con los humanos inocentes, no entraba en el reglamento asesinar a un inocente. Recordaba que había asesinado a varios, mi conciencia y mi alma ya no pertenecían puras. Estaban manchadas con sangre humana de un inocente. De todas formas, aunque quisiera desprenderme de mis pecados pasados, no podía, pero simplemente me quedaba mirar hacia delante y seguir mi camino.

Marius...mi querido creador, aquel que lo abandone siglos atrás, aunque lo amaba sentía cierto odio, era raro como podía albergarse dos sentimientos al mismo tiempo. Continué mi camino y fue en aquel momento donde me tope con un hombre que tenía pensamientos malvados. Aquella noche llevaba mi capucha de terciopelo oscuro, no quise que ningún rizo se hiciera visible, aunque mi silueta y mi forma de caminar se podía ver que se trataba de una mujer. El hombre estaba amenazando a un hombre a una mujer con un cuchillo. Enmarqué una ceja, no sabía si involucrarme en aquella situación o seguir de largo, aunque podía persuadirlo. Deje escapar un suspiro y giré todo mi cuerpo para caminar en dirección a la pareja y al hombre –Disculpe señor- Le dije sin necesidad de mover los labios –Pero no creo que ellos sean un buen botín- Le dedique una sonrisa, mostrándole mi perlada dentadura y me abrí un poco la capa para que observara mi collar de diamantes.

Noté como la mirada del ladrón brillaba ante el hermoso collar, con un ademán de la cabeza, dejo libre a la pareja, pasando a ser yo la presa, pero lo que él no sabía que él pasaba a ser mi hermoso conejito –Damelo- Me dijo con voz áspera y apurada –Como guste- Le respondí pasando mis manos pálidas por mi cuello y desprendiendo el collar. Una vez en mi mano, lo alargué hacia él, pero al tratar de tomarlo, cerré la mano rápido y lo tome por la muñeca. Mi fuerza no podía comparársele con la de el hombre que era algo insignificante para mi. Acerqué su cuello a mis labios, y no solo pude sentir el hedor a suciedad que emanaba, si no además el dulce aroma de la sangre que corría por sus venas. Mis colmillos dañaron la piel para adentrarse aún más a las venas que veneraban a que yo me apropiara de aquella pobre alma.

La sangre emano cuando yo hice pequeños incisiones, brotaba en mi boca donde podía sentir el sabor, aquella noche el hombre estaba demasiado borracho. Y acudieron a mi infinidades de recuerdos. Una infancia miserable y una adolescencia y madurez llena de delitos y muertes ¿Cómo podía cargar con tantas almas inocentes? Me pregunte mientras el corazón de él dejaba de latir poco a poco. Ya no quedaba absolutamente nada. Tenía dos opciones, o lo dejaba inconsciente o lo asesinaba. Decidí por las almas que había torturado, succionándole lo último que le quedaba de sangre. El cuerpo inerte del hombre colocó todo su peso sobre el mío. Lo acomodé como si estuviera pidiendo y de ironía le arroje una moneda –Que Dios te bendiga- Le dije persignándome. Sentía como mis mejillas retomaban un poco el color sonrosado y lo mismo debía de estar pasando con mis labios. Parecía un poco más humana.
Camine nuevamente hacía la luz de la calle, tal parecía que nadie se había percatado de nada.

Me giré sobre mis talones y fue allí donde pude sentir que no me encontraba tan sola como lo había pensado desde un principio, alguien más se encontraba allí y no era humano. Una media sonrisa apareció en mi rostro, sabía por el aroma que se acercaba que tampoco se relacionaba con los nuevos vampiros, había algo en aquel olor que me decía que ya habíamos sido presentadas. Caminé en dirección a donde se encontraba aquella y la visualicé, no podía verle el rostro completo debido a que llevaba una capucha de igual manera que yo –Buenas noches- Le respondí en Francés, aunque sabía que si hablaba mi lengua natal, ella misma comprendería bien lo que le decía sin necesidad de traducción. Negué con la cabeza mientras dejaba escapar un par de bucles de debajo de mi capucha –Creo que me ha tomado por sorpresa- No sabía con exactitud si debía justificarme por mi acción o simplemente no decir nada a menos que el tema se tocará, preferí no decir nada, yo no era de darle explicaciones a nadie.

Había vivido siglos y siglos sola como para empezar ahora a formar alguna excusa de por que había asesinado al hombre que yacía muerto a unos pasos de nosotras -¿También ha querido salir a caminar?- Pregunte esta vez quitándome la capucha para que pudiera ver mi rostro y de esa forma yo poder ver el rostro que se ocultaba debajo de aquella capucha. Mi curiosidad a veces iba más allá de todo lo que podía imaginar y más siendo vampiro que nuestros sentimientos se intensificaban -¿Quién eres?- Deje escapar sin abrir demasiado los labios, necesitaba sesear mi curiosidad.

Una media sonrisa apareció en mi rostro, así era, la nueva reina de los condenados. Asentí con la cabeza, ahora la que tenía que darle mis respetos era nada más y nada menos que aquellas mujer que nos había salvado a todos -No te reconocí, pero se quién eres Maharet. Enmarqué una ceja mi intención jamás había sido que el vagabundo fuera mi cena pero para salvar el alma de la pobre criatura que estaba sufriendo podía hacer cualquier cosa. A pesar de que era un vampiro con experiencia, a veces me permitía entrarme en asuntos que no tenían nada que ver conmigo -Mi idea no era salir de caza, pero me cruce con este...poco hombre y necesitaba que alguien lo pusiera un par de puntos- Le dije mientras miraba por encima de mi hombro al hombre que se encontraba muerto.

-¿Qué tipo de cena son las que te gustan? De todas formas no nos podemos dar el lujo de cazar a cualquiera- Le dije, aunque suponía que ella, mejor que nadie sabía las normas que regía para todos los vampiros. No pude con mi curiosidad y despegué la pregunta -¿Lo has visto a Marius?- No quería encontrarlo, pero al menos sabría que estaba vivo y bien.

Off: Perdona la tardanza, estoy con exámenes :S Un saludo