AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un accidente... [libre]
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Un accidente... [libre]
Un paseo por el mercado era una buena ocasión no sólo para conseguir algo de comida sino también para respirar algo de vida. Los gritos de los vendedores anunciando su mercancía, los compradores que regateaban, los niños que jugaban correteando entre la gente, perros callejeros ladrando... Maudette se movía entre la gente extendiendo su mano ante todo el que veía con algo en las manos, pero no estaba teniendo demasiada suerte.
Muchas veces era mejor acercarse a los vendedores, especialmente al final del día cuando estaban recogiendo los puestos. A veces le daban piezas de fruta o verdura estropeadas que la gente no compraba pero que sí podían consumirse. Comer los restos de una manzana que había caído al suelo y tenía feos golpes era mejor que no comer nada, desde luego. Algunos vendedores ya la conocían y ello podía suponer dos cosas: que la tomasen simpatía y le diesen algo o que simplemente la tomasen por una sinvergüenza.
Aquella fresca tarde otoño ya había conseguido un apio partido en tres trozos y un poco ennegrecido y un viejo trozo de tela que se colocó a modo de chal para intentar protegerse la garganta. Decidió buscar algún lugar en el que asentarse para comerse su verdura antes de que la perdiera o se la intentase quitar alguien con más hambre aún que ella. Estaba echando un vistazo a los rincones de las calles cuando sintió un agudo dolor en la planta del pie derecho. No pudo evitar un quejido que llamó la atención de algunos viandantes, que a pesar de todo pasaron por su lado empujándoia.
Cojeando y al borde de las lágrimas por el dolor, se apartó a un lado para sentarse en una acera y examinó su pie. Un clavo oxidado había atravesado la delgada suela de su zapato y se le había clavado en la carne. Observó los restos de sangre que había dejado y dejó escapar un gemido. Estaba anocheciendo y tenía que hacer algo con esa herida antes de que se infectara y perdiese el pie o incluso la pierna entera...
- Oh, Dios mío... - sollozó mientras limpiaba la sangre con el borde de su vestido, sin atreverse a extraer el clavo a pesar del dolor que sentía - Oh, Dios mío...
Muchas veces era mejor acercarse a los vendedores, especialmente al final del día cuando estaban recogiendo los puestos. A veces le daban piezas de fruta o verdura estropeadas que la gente no compraba pero que sí podían consumirse. Comer los restos de una manzana que había caído al suelo y tenía feos golpes era mejor que no comer nada, desde luego. Algunos vendedores ya la conocían y ello podía suponer dos cosas: que la tomasen simpatía y le diesen algo o que simplemente la tomasen por una sinvergüenza.
Aquella fresca tarde otoño ya había conseguido un apio partido en tres trozos y un poco ennegrecido y un viejo trozo de tela que se colocó a modo de chal para intentar protegerse la garganta. Decidió buscar algún lugar en el que asentarse para comerse su verdura antes de que la perdiera o se la intentase quitar alguien con más hambre aún que ella. Estaba echando un vistazo a los rincones de las calles cuando sintió un agudo dolor en la planta del pie derecho. No pudo evitar un quejido que llamó la atención de algunos viandantes, que a pesar de todo pasaron por su lado empujándoia.
Cojeando y al borde de las lágrimas por el dolor, se apartó a un lado para sentarse en una acera y examinó su pie. Un clavo oxidado había atravesado la delgada suela de su zapato y se le había clavado en la carne. Observó los restos de sangre que había dejado y dejó escapar un gemido. Estaba anocheciendo y tenía que hacer algo con esa herida antes de que se infectara y perdiese el pie o incluso la pierna entera...
- Oh, Dios mío... - sollozó mientras limpiaba la sangre con el borde de su vestido, sin atreverse a extraer el clavo a pesar del dolor que sentía - Oh, Dios mío...
Maudette Girard- Mensajes : 50
Fecha de inscripción : 03/11/2010
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Re: Un accidente... [libre]
París, aún cuando se encontraba en el mismo maldito País, pese a que continuaba observando a su alrededor las mismas formas retorcidas del arte, de esculturas, de pintura, de edificios abriéndose paso entre las insoportables calles de la maldita ciudad, entre gente llena de secretos al igual que él, pese a todo eso, Gilles se sentía más extraño que nunca en su larga existencia. Y si, el desfile de casas y todo lo demás ya habían sido presenciados antes por sus pupilas obscuras, más esta vez su instinto jodido por la maldita monotonía en la que se estaba sumergiendo en Machécoul, le arrastró hasta los rincones mas burdos de París.
Su elegancia le atavía hasta cada partícula de su ser, lo cual atrae las miradas de terceros, su vestimenta radica en tan solo una camisa blanca, un pantalón negro y zapatos finos, no era eso lo que los extraños analizaban de Gilles, más bien se enfocaban en su extraña presencia. El hedor que dejaba tras su paso enloquece a las damas que parecen convulsionarse en un orgasmo silencioso “¡Joder que en mi cama sus gritos estarían mejor!” Pie derecho delante, pie izquierdo atrás, pie izquierdo adelante, pie derecho atrás, simple protocolo que hace caminar a todo mundo. La habladuría estridente de la sociedad martilla sus sentidos, sus oídos hasta el punto en que sueña arrancarles la lengua a todos y cada uno de los presentes. Ese pensamiento manda una señal subjetiva a su garganta para arder cual llama infernal, Gilles en su llegada a París, tiene sed…
Damas y caballeros se buscan entre el espacio libre y este inmortal a su presa. Su estrafalarios gustos le hacen deambular por el mercado más de una hora sin encontrar el suculento manjar que debe saciar su hambre y otras cosas… Los niños allí presentes eran escoria de la vida, tanto así que ni él se los comería, las damas ya no eran vírgenes, el lugar estaba inundado de señoras y prostitutas “¡Que asco, París esta lleno de putas!” Rodea sus ojos, era denigrante estar metido en ese sucio y repugnante lugar, pero su monstruosidad le dictaba que ya era hora…
Refunfuñando por no obtener el capricho que se merece, el festín que solo un demonio puede tener, dobla una esquina para encontrarse frente a sus pies un rastro carmín. El olor invade sus pulmones y le ataca, su cuerpo una maraña de sensaciones se retuerce internamente. A lo lejos una dama esta herida “¡Puagh! De algo a nada… me quedo esa” Se desliza a través de las sombras, y en un santiamén se encuentre frente a la chica. Un pie herido, una garganta ardiente, un estomago vacío y la proximidad de la muerte.
– ¡Ma petite! – Exclama arrodillándose frente a la mujer – es una herida grave, os ayudaré – Su rostro es un enigma, no hay expresiones, no existen emociones, tan solo la negrura abismal en sus pupilas sedientas de sangre.
Su elegancia le atavía hasta cada partícula de su ser, lo cual atrae las miradas de terceros, su vestimenta radica en tan solo una camisa blanca, un pantalón negro y zapatos finos, no era eso lo que los extraños analizaban de Gilles, más bien se enfocaban en su extraña presencia. El hedor que dejaba tras su paso enloquece a las damas que parecen convulsionarse en un orgasmo silencioso “¡Joder que en mi cama sus gritos estarían mejor!” Pie derecho delante, pie izquierdo atrás, pie izquierdo adelante, pie derecho atrás, simple protocolo que hace caminar a todo mundo. La habladuría estridente de la sociedad martilla sus sentidos, sus oídos hasta el punto en que sueña arrancarles la lengua a todos y cada uno de los presentes. Ese pensamiento manda una señal subjetiva a su garganta para arder cual llama infernal, Gilles en su llegada a París, tiene sed…
Damas y caballeros se buscan entre el espacio libre y este inmortal a su presa. Su estrafalarios gustos le hacen deambular por el mercado más de una hora sin encontrar el suculento manjar que debe saciar su hambre y otras cosas… Los niños allí presentes eran escoria de la vida, tanto así que ni él se los comería, las damas ya no eran vírgenes, el lugar estaba inundado de señoras y prostitutas “¡Que asco, París esta lleno de putas!” Rodea sus ojos, era denigrante estar metido en ese sucio y repugnante lugar, pero su monstruosidad le dictaba que ya era hora…
Refunfuñando por no obtener el capricho que se merece, el festín que solo un demonio puede tener, dobla una esquina para encontrarse frente a sus pies un rastro carmín. El olor invade sus pulmones y le ataca, su cuerpo una maraña de sensaciones se retuerce internamente. A lo lejos una dama esta herida “¡Puagh! De algo a nada… me quedo esa” Se desliza a través de las sombras, y en un santiamén se encuentre frente a la chica. Un pie herido, una garganta ardiente, un estomago vacío y la proximidad de la muerte.
– ¡Ma petite! – Exclama arrodillándose frente a la mujer – es una herida grave, os ayudaré – Su rostro es un enigma, no hay expresiones, no existen emociones, tan solo la negrura abismal en sus pupilas sedientas de sangre.
Gilles Davignon- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 191
Fecha de inscripción : 06/11/2010
Re: Un accidente... [libre]
El dolor se estaba extendiendo y sentía el pie un poco adormecido. No dejaba de salir sangre, quizá si pudiese acercarse a alguna fuente y lavarse la herida en condiciones... Mientras observaba la herida, alguien se acercó a ella, tapándola con su sombra. Cuando Maudette se disponía a levantar la cabeza para comprobar de quién se trataba, un hombre elegante y distinguido, serio, con un rostro pétreo y una expresión neutra que, sin embargo, mostraba con sus palabras su intención de ayudarla.
- Mi señor... - acertó a responder conteniendo un nuevo sollozo - Os lo agradezco tanto, creo que necesitaré un médico...
Un médico, un herrero, quien quiera que fuese que pudiera quitarle aquel clavo de su carne. Lo tocó con ambos dedos para intentar extraerlo por enésima vez pero ese simple roce le producía unos dolores terribles. La sangre seguía saliendo así que Maudette arrancó finalmente un pedazo de su vestido para cubrir la herida.
- No tengo dinero pero puedo pagar de otra manera... A vos o al médico - dijo mirando a aquel hombre, aunque realmente dudaba que un caballero como aquel accediera ante su oferta; con los ojos humedecidos por las lágrimas añadió -: No puedo perder el pie, mi señor, moriría...
Se imaginaba a sí misma apostada en una esquina, mendigando y sin poder moverse, dependiente por completo de las limosnas, con una de sus piernas cortada por debajo de la rodilla. Se llevó una mano al rostro en un gesto de desesperación, esperaba que realmente ese hombre tuviese voluntad de ayudarla. Claro que... ¿qué otra cosa podría querer de una mendiga como ella?
- Mi señor... - acertó a responder conteniendo un nuevo sollozo - Os lo agradezco tanto, creo que necesitaré un médico...
Un médico, un herrero, quien quiera que fuese que pudiera quitarle aquel clavo de su carne. Lo tocó con ambos dedos para intentar extraerlo por enésima vez pero ese simple roce le producía unos dolores terribles. La sangre seguía saliendo así que Maudette arrancó finalmente un pedazo de su vestido para cubrir la herida.
- No tengo dinero pero puedo pagar de otra manera... A vos o al médico - dijo mirando a aquel hombre, aunque realmente dudaba que un caballero como aquel accediera ante su oferta; con los ojos humedecidos por las lágrimas añadió -: No puedo perder el pie, mi señor, moriría...
Se imaginaba a sí misma apostada en una esquina, mendigando y sin poder moverse, dependiente por completo de las limosnas, con una de sus piernas cortada por debajo de la rodilla. Se llevó una mano al rostro en un gesto de desesperación, esperaba que realmente ese hombre tuviese voluntad de ayudarla. Claro que... ¿qué otra cosa podría querer de una mendiga como ella?
Maudette Girard- Mensajes : 50
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Re: Un accidente... [libre]
Un frío viento acecha los rincones obscuros de aquel mercado. La gente que con sus abrigos se refugia bajo su calor sabe que es hora de retirarse, los mercaderes han aceptado la derrota comenzando a guardar su mercancía. La noche una vez más llega al morir el día, una capa negra, espléndida para algunos, alucinante para otros, la vida para los inmortales y la muerte para los humanos, tapiza todo París. Gilles ha encontrado una presa fácil, una malherida mujer que pretende pagar los servicios de cualquiera con un poco de compasión para ayudarla. El varón sabe que esta chica no tiene la menor idea de lo que acaban de decir sus labios.
Perdiendo la cabeza por la sangre fresca, sirviéndose un antojo del efluvio desbordante, inmuta su silencio, en su exterior nada, ni siquiera un ápice de malestar o esa cosa llamada alegría, por dentro el regocijo fúnebre por sentir esa sangre traspasar su jadeante garganta, sentir la viscosidad de esa pérfida joya envenenada, poder separar en sus labios la sangre de una piel apiñonada, sentir como sus caninos desgarran la misma, atravesando, hiriendo, lastimando, abriendo paso para beber. Ensimismado en su propia imaginación un escalofrío le hace regresar, toma entre sus manos el pie de la dama, lo mira, lo analiza cual loco escrudiñando su magna obra de nada, su pulgar y su índice forman una pinza que ha de sacar el clavo oxidado, sin dolor sin penas, sin más sangre.
Las sombrías intenciones de aquel endemoniado ser son absolutamente inesperadas. Al soltar el pie de la morena, su cuerpo se irgue, tuerce los labios en una mueca - ¿Estas consiente de lo que dices mujer? - Pregunta, si es así, Gilles podría sacarla de su inmundicia, sí, su caridad de la noche, terminar con un alma en desgracia, mataría dos de un tiro - ¡¿Para qué mierda te pregunto?! – Arruga su frente – si de igual forma te mataré… - Una sombra se cierne sobre la humano, lleva una de sus manos hasta su propia frente, dejando que un solo ojo se le mire y una carcajada socarrona se escucha anunciando el comienzo de un final fatal.
Perdiendo la cabeza por la sangre fresca, sirviéndose un antojo del efluvio desbordante, inmuta su silencio, en su exterior nada, ni siquiera un ápice de malestar o esa cosa llamada alegría, por dentro el regocijo fúnebre por sentir esa sangre traspasar su jadeante garganta, sentir la viscosidad de esa pérfida joya envenenada, poder separar en sus labios la sangre de una piel apiñonada, sentir como sus caninos desgarran la misma, atravesando, hiriendo, lastimando, abriendo paso para beber. Ensimismado en su propia imaginación un escalofrío le hace regresar, toma entre sus manos el pie de la dama, lo mira, lo analiza cual loco escrudiñando su magna obra de nada, su pulgar y su índice forman una pinza que ha de sacar el clavo oxidado, sin dolor sin penas, sin más sangre.
Las sombrías intenciones de aquel endemoniado ser son absolutamente inesperadas. Al soltar el pie de la morena, su cuerpo se irgue, tuerce los labios en una mueca - ¿Estas consiente de lo que dices mujer? - Pregunta, si es así, Gilles podría sacarla de su inmundicia, sí, su caridad de la noche, terminar con un alma en desgracia, mataría dos de un tiro - ¡¿Para qué mierda te pregunto?! – Arruga su frente – si de igual forma te mataré… - Una sombra se cierne sobre la humano, lleva una de sus manos hasta su propia frente, dejando que un solo ojo se le mire y una carcajada socarrona se escucha anunciando el comienzo de un final fatal.
Gilles Davignon- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 191
Fecha de inscripción : 06/11/2010
Re: Un accidente... [libre]
El hombre pareció no inmutarse ante las incipientes lágrimas de Maudette así que ésta se esforzó en que no salieran a la luz. Escrutó el rostro del caballero que parecía querer ayudarla sin lograr discernir ni un pequeño atisbo de lo que le estuviera pasando por la cabeza, pero eso no tenía importancia en aquellos momentos. Tan sólo quería resolver aquel problema antes de que fuera demasiado tarde.
El frío tacto de los dedos de aquel caballero en su pie desnudo y herido provocó que Maudette diese un suave respingo, dejando escapar un pequeño suspiro de sus labios entreabiertos. Su piel se estremeció con ese contacto, gélido pero a pesar de todo, delicado. Maudette vio cómo el caballero cogía suavemente el clavo y musitó temblorosa:
- Tened cuidado, por favor...
Apretó los dientes, preparándose para el dolor que atenazaría sus nervios, pero tan sólo sintió cómo el metal oxidado se abría paso entre su carne, abandonándola sin daño, sin sangre, dejando a la vista una desagradable herida sangrienta. Contempló sorprendida el clavo, incapaz de comprender cómo hasta hace pocos instantes el dolor la angustiaba y ahora se había esfumado. Había llegado el momento de efectuar el pago, pero antes de que propusiera un lugar apartado, el varón exclamó aquellas palabras, subrayándolas con una carcajada a medio camino entre la maldad y la demencia.
Asustada, comprendió que se encontraba ante uno de aquellos locos de los que de vez en cuando se hablaba en los diarios, en las calles, en los mercados... No estaba dispuesta a ser una nueva victima, así que se levantó de la acera en la que estaba sentada y olvidando el zapato agujereado en el suelo, echó a correr por uno de los callejones que se abría a sus espaldas, con la sensación de que era la misma Muerte la que la requería junto a ella...
El frío tacto de los dedos de aquel caballero en su pie desnudo y herido provocó que Maudette diese un suave respingo, dejando escapar un pequeño suspiro de sus labios entreabiertos. Su piel se estremeció con ese contacto, gélido pero a pesar de todo, delicado. Maudette vio cómo el caballero cogía suavemente el clavo y musitó temblorosa:
- Tened cuidado, por favor...
Apretó los dientes, preparándose para el dolor que atenazaría sus nervios, pero tan sólo sintió cómo el metal oxidado se abría paso entre su carne, abandonándola sin daño, sin sangre, dejando a la vista una desagradable herida sangrienta. Contempló sorprendida el clavo, incapaz de comprender cómo hasta hace pocos instantes el dolor la angustiaba y ahora se había esfumado. Había llegado el momento de efectuar el pago, pero antes de que propusiera un lugar apartado, el varón exclamó aquellas palabras, subrayándolas con una carcajada a medio camino entre la maldad y la demencia.
Asustada, comprendió que se encontraba ante uno de aquellos locos de los que de vez en cuando se hablaba en los diarios, en las calles, en los mercados... No estaba dispuesta a ser una nueva victima, así que se levantó de la acera en la que estaba sentada y olvidando el zapato agujereado en el suelo, echó a correr por uno de los callejones que se abría a sus espaldas, con la sensación de que era la misma Muerte la que la requería junto a ella...
Maudette Girard- Mensajes : 50
Fecha de inscripción : 03/11/2010
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Re: Un accidente... [libre]
La noche siempre traerá consigo problemas inimaginables, una terrible capa de obscuridad que cubre el lecho mortífero de calamidades, es precisamente por ello que los humanos le temen y el motivo por el cual las criaturas sobrenaturales le adoran. La luna en el punto más alto, tan brillosa, admirablemente mística, llena de regocijo, cautiva a cualquiera con la capacidad suficiente para distinguir la belleza de lo paranormal. Neblina que acompaña los cementerios, las calles, los rincones más desolados de una ciudad ignorante. Frío escabulléndose entre las esquinas, entre cada maldita hebra que pende de ropajes desgarrados, cubriendo sin impedir el paso de ese gélido aliento. Una noche perfecta en la cual los murciélagos salen a cazar, como se dice por allí vulgarmente refiriéndose a los vampiros, esas malditas alimañas que con su adictivo encanto hacen caer en su abismo hasta al más inteligente de los humanos ¿Habrá alguno que pueda resistírsele?
La damita sueña una pesadilla de infiernos retorcidos, crea en su mente la solución más lógica a lo que sus oídos escucharon, nada fuera de lo común, nada fuera de lo extraordinario. Una carrera emprendida contra el tiempo, contra la muerte que ya ha tocado a su puerta, se ejecuta. La chica quiere su búsqueda por sobrevivir ganarle la partida al hombre que ha dejado tras su paso. Sus cabellos ondean tan jodidamente excitantes, parecen culebras venenosas danzando bajo la música de la nada; las piernas que rápidamente se mueven entre los rincones desolados por lo tardío de la noche en aquel mercado, se ven ataviadas de un extraño color bajo los rayos lunares y el sendero de perfume palpitante adoquina las callejuelas. Una gota de sangre inmortal cae al suelo, una carmín y espesa gota nacida en el labio inferior de Gilles, su colmillo derecho ha quebrantado la pétrea comisura de este, dejándolo al desnudo en su yaga.
Se respira el furtivo hedor de aquella mujer, ya se la imagina enredando sus largas piernas con las de él en un encuentro impúdicamente sexual. Puede verle jadear llena de orgasmos bajo la cuna de un árbol desolado, sintiendo el frío del otoño, bebiendo el elixir de la vida, de su vida… Las sensaciones estremecen el cuerpo de Gilles, frunce su ceño y gruñe bajo la negrura del lugar, los labios se le hinchan, disfruta de su sabor tragando la sangre estancada en su boca. Se acuclilla para juntar el zapato perdido de la dama y desaparece cual rayo en una tormenta eléctricamente excitante.
Sobre el tejado una bestia acecha a sus víctimas, sus ojos cual rubíes, manchados en la juzgada locura, siguen el camino de una doncella desgastada. “Pronto se cansará, pero no queremos eso Gilles… Si lo hace no jadeará hasta la muerte” Piensa escrutando su mente, hablando consigo mismo. Se detiene, observa el zapato roto de la muchacha, sus pensamientos divagan entre cosas absurdas, sádicas, benevolentes y depravadas. Huele el maldito zapato encontrando una mezcla libidinosa de suciedad y más alimento. La chiquilla no tiene ni la más mínima idea de la muerte que le espera. Salta de aquel tejado para aterrizar perfectamente sobre sus talones, un par de zancadas le aproximan hasta ella, Gilles únicamente necesita extender su brazo para halar de esos cabellos cobrizos y arrastrar el cuerpo de su mujer hasta el suyo. La pelvis ajena chocha contra su miembro golpeando brutalmente esta parte de sí, los tentáculos de sus manos rodean las curvas frente a él, masajeando la textura bajo las yemas de sus dedos. Su barbilla descansa en el cuello forastero y su aliento despide una fúnebre fragancia irresistible – Déjate de estupideces chère – Arroja su delicado cuerpo contra un muro y la encarcela – de todos modos ibas a pagar follando – En esa posición Gilles se dispone a abusar sexualmente de la chica. Su boca recorre con obscenidad su cuello, los hombros y sus pechos, hundiéndose en estos cual barco cayendo a la deriva en algún extraño, profundo y maravilloso océano.
La damita sueña una pesadilla de infiernos retorcidos, crea en su mente la solución más lógica a lo que sus oídos escucharon, nada fuera de lo común, nada fuera de lo extraordinario. Una carrera emprendida contra el tiempo, contra la muerte que ya ha tocado a su puerta, se ejecuta. La chica quiere su búsqueda por sobrevivir ganarle la partida al hombre que ha dejado tras su paso. Sus cabellos ondean tan jodidamente excitantes, parecen culebras venenosas danzando bajo la música de la nada; las piernas que rápidamente se mueven entre los rincones desolados por lo tardío de la noche en aquel mercado, se ven ataviadas de un extraño color bajo los rayos lunares y el sendero de perfume palpitante adoquina las callejuelas. Una gota de sangre inmortal cae al suelo, una carmín y espesa gota nacida en el labio inferior de Gilles, su colmillo derecho ha quebrantado la pétrea comisura de este, dejándolo al desnudo en su yaga.
Se respira el furtivo hedor de aquella mujer, ya se la imagina enredando sus largas piernas con las de él en un encuentro impúdicamente sexual. Puede verle jadear llena de orgasmos bajo la cuna de un árbol desolado, sintiendo el frío del otoño, bebiendo el elixir de la vida, de su vida… Las sensaciones estremecen el cuerpo de Gilles, frunce su ceño y gruñe bajo la negrura del lugar, los labios se le hinchan, disfruta de su sabor tragando la sangre estancada en su boca. Se acuclilla para juntar el zapato perdido de la dama y desaparece cual rayo en una tormenta eléctricamente excitante.
Sobre el tejado una bestia acecha a sus víctimas, sus ojos cual rubíes, manchados en la juzgada locura, siguen el camino de una doncella desgastada. “Pronto se cansará, pero no queremos eso Gilles… Si lo hace no jadeará hasta la muerte” Piensa escrutando su mente, hablando consigo mismo. Se detiene, observa el zapato roto de la muchacha, sus pensamientos divagan entre cosas absurdas, sádicas, benevolentes y depravadas. Huele el maldito zapato encontrando una mezcla libidinosa de suciedad y más alimento. La chiquilla no tiene ni la más mínima idea de la muerte que le espera. Salta de aquel tejado para aterrizar perfectamente sobre sus talones, un par de zancadas le aproximan hasta ella, Gilles únicamente necesita extender su brazo para halar de esos cabellos cobrizos y arrastrar el cuerpo de su mujer hasta el suyo. La pelvis ajena chocha contra su miembro golpeando brutalmente esta parte de sí, los tentáculos de sus manos rodean las curvas frente a él, masajeando la textura bajo las yemas de sus dedos. Su barbilla descansa en el cuello forastero y su aliento despide una fúnebre fragancia irresistible – Déjate de estupideces chère – Arroja su delicado cuerpo contra un muro y la encarcela – de todos modos ibas a pagar follando – En esa posición Gilles se dispone a abusar sexualmente de la chica. Su boca recorre con obscenidad su cuello, los hombros y sus pechos, hundiéndose en estos cual barco cayendo a la deriva en algún extraño, profundo y maravilloso océano.
Gilles Davignon- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/11/2010
Re: Un accidente... [libre]
Los fríos y afilados adoquines del suelo se clavaban en el pie descalzo y herido de Maudette, provocándole súbitos estallidos de un agudo dolor que se extendía por los nervios de su pierna hasta deshacerse entre los tejidos de su carne. A pesar del cansancio acumulado de todo el día, el pánico hizo posible que alcanzase una velocidad bastante inusitada, aunque no pudo esquivar a un par de personas con las que se cruzó y estuvo a punto de derribar de un golpe.
Maudette sentía que su corazón golpeaba violentamente su pecho ante el esfuerzo que estaba realizando para satisfacer las necesidades de oxígeno que demandaba su cuerpo a causa de la carrera. Mantenía los labios entreabiertos y la respiración jadeante; el frío aire nocturno que se colaba hasta su garganta le provocaba calambres pero aún así, en ningún momento se le pasó por la cabeza detenerse a recuperar el aliento. Según avanzaba en su carrera sin destino por el callejón, tenía la sensación de que se adentraba más y más en la oscuridad, y el terrible presentimiento de que no lograría escapar la iba invadiendo poco a poco, llenando su corazón de miedo y terror.
Al pasar entre dos altos edificios, Maudette comenzó a pensar que realmente estaba a salvo, pues no escuchaba pasos tras ella, ni la respiración de nadie. Aún así, no cesó en su carrera; no pararía hasta encontrar un lugar transitado. Cuando una leve esperanza de sobrevivir se abría paso en su corazón, apareció el destino para demostrarle cuán ilusa estaba siendo, como si hubiese estado esperando justo ese momento de optimismo para aparecer en forma de unos crueles dedos que agarraron sus cabellos para provocar que su cuerpo chocase con otro cuerpo, duro y frío.
- ¡No! - exclamó, con una mezcla de dolor, rabia y miedo, sintiéndose apresada como un animalillo.
Su cuerpo impactó contra la pared y Maudette sintió que todo su ser temblaba por el golpe y el miedo. Era aquel hombre, que a había capturado, ¿pero cómo era posible? Hacía varios metros que le había dejado atrás, que no le escuchaba... Quizá él conocía otros atajos que ella desconocía, quizá lo tenía todo planeado... Pero no era el momento de pensar en ello, pues enseguida los labios de aquel hombre se posaron en su piel de forma poco delicada.
- Mi señor... mi señor... - dijo con la voz un poco más aguda de lo normal por el miedo, sin dejar de jadear, intentando controlar el pánico, agarrándose a los fuertes brazos de aquel hombre para intentar en vano zafarse de él - Sí, follaré con vos, me resistiré pero follaré... pero no me haga daño...
Había hombres a los que les gustaba según qué tipo de juegos y ella estaba dispuesta a negociar cualquier cosa con tal de volver a ver amanecer...
Maudette sentía que su corazón golpeaba violentamente su pecho ante el esfuerzo que estaba realizando para satisfacer las necesidades de oxígeno que demandaba su cuerpo a causa de la carrera. Mantenía los labios entreabiertos y la respiración jadeante; el frío aire nocturno que se colaba hasta su garganta le provocaba calambres pero aún así, en ningún momento se le pasó por la cabeza detenerse a recuperar el aliento. Según avanzaba en su carrera sin destino por el callejón, tenía la sensación de que se adentraba más y más en la oscuridad, y el terrible presentimiento de que no lograría escapar la iba invadiendo poco a poco, llenando su corazón de miedo y terror.
Al pasar entre dos altos edificios, Maudette comenzó a pensar que realmente estaba a salvo, pues no escuchaba pasos tras ella, ni la respiración de nadie. Aún así, no cesó en su carrera; no pararía hasta encontrar un lugar transitado. Cuando una leve esperanza de sobrevivir se abría paso en su corazón, apareció el destino para demostrarle cuán ilusa estaba siendo, como si hubiese estado esperando justo ese momento de optimismo para aparecer en forma de unos crueles dedos que agarraron sus cabellos para provocar que su cuerpo chocase con otro cuerpo, duro y frío.
- ¡No! - exclamó, con una mezcla de dolor, rabia y miedo, sintiéndose apresada como un animalillo.
Su cuerpo impactó contra la pared y Maudette sintió que todo su ser temblaba por el golpe y el miedo. Era aquel hombre, que a había capturado, ¿pero cómo era posible? Hacía varios metros que le había dejado atrás, que no le escuchaba... Quizá él conocía otros atajos que ella desconocía, quizá lo tenía todo planeado... Pero no era el momento de pensar en ello, pues enseguida los labios de aquel hombre se posaron en su piel de forma poco delicada.
- Mi señor... mi señor... - dijo con la voz un poco más aguda de lo normal por el miedo, sin dejar de jadear, intentando controlar el pánico, agarrándose a los fuertes brazos de aquel hombre para intentar en vano zafarse de él - Sí, follaré con vos, me resistiré pero follaré... pero no me haga daño...
Había hombres a los que les gustaba según qué tipo de juegos y ella estaba dispuesta a negociar cualquier cosa con tal de volver a ver amanecer...
Maudette Girard- Mensajes : 50
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Re: Un accidente... [libre]
La mano de Gilles se hunde rápidamente en el muro, un golpe inesperado choca contra esta estructura, elevando una nube polvorienta a sus alrededores. El estruendo es un ataque feroz al tímpano de las bestias, el eco que dejan pequeñas rocas al caer cual gotas de lluvia es terriblemente escalofriante. Los perros ladran y aúllan a lo lejos en su instinto por mantener alejados a los intrusos. Un gruñido demoniaco los calla, cesando todo maldito ruido ajeno a la respiración de su víctima y sus propios jadeos. Se escapa una cascada de tierra desde su palma, una mueca, una mirada, un estúpido y jodido suspiro perdido en la nada, se liberan de su cuerpo, cuerpo que ha de ser acompañado hasta el último instante de su inseparable creencia amarga llamada cordura. Respira áspero y profundo el hedor de esa muchacha ¡Esta volviéndole loco! No sabe si asesinarla para beber de su sangre o entregarle una noche inolvidable llena de éxtasis.
Es una combinación especial, una casi extinta en el mundo. Se aprecia la maraña de sensaciones diferentes en su cuerpo, por cada majadero poro que cubre su piel, el pánico que destila solo incremente más esa ansiedad en Gilles, el miedo, su inútil forcejeo, la resignación. ¿No hacerle daño? Eso le causa una gracia descomunal al vampiro que carraspea cada que una nueva carcajada se avecina – ¡No seas imbécil! – Exclama dándole una bofetada. En sus locos pensamientos tiene la creencia que fue una caricia, una que casi le rompe el cuello a la dama. La toma entre sus brazos, envolviéndola con un gélido manto, sus caderas se pegan en un golpe fuerte contra las de él, provocando el rugir de su bestia – Con una sola metida de esto… - Atrapa una de sus manos y la lleva hasta su miembro ya excitado, espera pacientemente el segundo en el que este corresponda al contacto de piel sensible y cálida con un ligero espasmo en busca de liberación – Podría partir tu cuerpecillo en dos – Manipula la mano de la morena para hacerla subir y bajar en un vaivén por encima de su ropa, masturbándose a sí mismo con la ayuda de su tacto – Siéntelo, no es algo que se ve a diario y créeme aunque supliques por que cese el dolor, cuando termine implorarás por más… -
La lengua de Gilles crea un camino en su cuello, aún mantiene restregando sus cuerpos y sus manos, arde su garganta por sed, su estomago pide alimento pero es su sexo quien reclama toda su maldita atención. Suelta el cuerpo de la muchacha, sus ojos, esos maniáticos ojos se clavan en el cuerpo ajeno, mutilando, desgarrando, fulminando, desvistiendo… “¡Mierda Gilles! ¡Ohh.. Gilles!” Ya la escucha en su cabeza, ya siente el pulso en sus venas. La agilidad en sus manos se ve reflejada en el instante que desgarra su vestido, no es más que un harapo sin valor. En un abrir y cerrar de ojos ella ya esta completamente desnuda.
Es una combinación especial, una casi extinta en el mundo. Se aprecia la maraña de sensaciones diferentes en su cuerpo, por cada majadero poro que cubre su piel, el pánico que destila solo incremente más esa ansiedad en Gilles, el miedo, su inútil forcejeo, la resignación. ¿No hacerle daño? Eso le causa una gracia descomunal al vampiro que carraspea cada que una nueva carcajada se avecina – ¡No seas imbécil! – Exclama dándole una bofetada. En sus locos pensamientos tiene la creencia que fue una caricia, una que casi le rompe el cuello a la dama. La toma entre sus brazos, envolviéndola con un gélido manto, sus caderas se pegan en un golpe fuerte contra las de él, provocando el rugir de su bestia – Con una sola metida de esto… - Atrapa una de sus manos y la lleva hasta su miembro ya excitado, espera pacientemente el segundo en el que este corresponda al contacto de piel sensible y cálida con un ligero espasmo en busca de liberación – Podría partir tu cuerpecillo en dos – Manipula la mano de la morena para hacerla subir y bajar en un vaivén por encima de su ropa, masturbándose a sí mismo con la ayuda de su tacto – Siéntelo, no es algo que se ve a diario y créeme aunque supliques por que cese el dolor, cuando termine implorarás por más… -
La lengua de Gilles crea un camino en su cuello, aún mantiene restregando sus cuerpos y sus manos, arde su garganta por sed, su estomago pide alimento pero es su sexo quien reclama toda su maldita atención. Suelta el cuerpo de la muchacha, sus ojos, esos maniáticos ojos se clavan en el cuerpo ajeno, mutilando, desgarrando, fulminando, desvistiendo… “¡Mierda Gilles! ¡Ohh.. Gilles!” Ya la escucha en su cabeza, ya siente el pulso en sus venas. La agilidad en sus manos se ve reflejada en el instante que desgarra su vestido, no es más que un harapo sin valor. En un abrir y cerrar de ojos ella ya esta completamente desnuda.
Gilles Davignon- Vampiro Clase Alta
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Re: Un accidente... [libre]
Maudette dejó escapar un grito ahogado cuando cerca de su rostro el muro de piedra se hundió bajo la potencia de la mano de aquel hombre, que no parecía haber sentido el más mínimo dolor al realizar aquella acción. Con ojos aterrorizados le contempló mientras una áspera carcajada brotaba de su garganta como una cascada de odio, locura y crueldad, a la que siguió un fuerte bofetada que provocó que Maudette girase el rostro con brusquedad, sintiendo que los músculos de su cuello protestaban por aquel movimiento,
La mano de acero de aquel hombre se cerró en torno a su muñeca, apresándola como un cepo y llevándola al enorme bulto duro y latente que se escondía entre sus ropas. Maudette cerró los ojos con fuerza y no opuso resistencia, pues su sentido común le gritaba desde algún rincón de su atemorizada mente que no serviría de nada. Apreció el tamaño de aquel miembro y se cercioró de que el hombre no hablaba en vano. Realmente podría dañarla...
Contuvo la respiración cuando se inclinó sobre ella, deslizando su lengua fría y húmeda por su cuello, provocándole un estremecimiento motivado por el contacto con su piel, por el miedo, por la cercanía de su cuerpo... Sus jadeos fueron haciéndose más irregulares por el miedo, por la sensación de derrota que, a pesar de todo, no hacían flaquear sus ganas de seguir luchando para mantenerse con vida. Era innato en ella el deseo de vivir por encima de todo.
Él volvió a retirarse de su cuerpo para desgarrar sus escasas vestiduras, dejándola desnuda contra el muro, expuesta a las corrientes de aire del callejón, exhibida frente a sus ojos de lunático como un pobre animal indefenso. Lejos de encogerse para cubrirse, puesto que hacía tiempo que Maudette había perdido todo pudor, permaneció con la espalda pegada contra el muro, mirándole mientras su agitada respiración y el frío nocturno le producían leves estremecimientos.
- Tomadme ya, mi señor - dijo con la voz temblorosa, incapaz de mostrarse seductora o confiada a causa del miedo que la atenazaba y la hacía mostrarse como un pedazo de carne en lugar de como la mujer voluptuosa que solía ser - Aquí o donde queráis...
Cogió aire sintiendo que sus pulmones se llenaban del frescor nocturno; escuchaba a los gatos hurgando en la basura, los revoloteos de algún pajarito nocturno; sentía el frío suelo bajo sus pies, el duro muro contra su espalda... y aquella mirada enfebrecida y lunática sobre ella.
La mano de acero de aquel hombre se cerró en torno a su muñeca, apresándola como un cepo y llevándola al enorme bulto duro y latente que se escondía entre sus ropas. Maudette cerró los ojos con fuerza y no opuso resistencia, pues su sentido común le gritaba desde algún rincón de su atemorizada mente que no serviría de nada. Apreció el tamaño de aquel miembro y se cercioró de que el hombre no hablaba en vano. Realmente podría dañarla...
Contuvo la respiración cuando se inclinó sobre ella, deslizando su lengua fría y húmeda por su cuello, provocándole un estremecimiento motivado por el contacto con su piel, por el miedo, por la cercanía de su cuerpo... Sus jadeos fueron haciéndose más irregulares por el miedo, por la sensación de derrota que, a pesar de todo, no hacían flaquear sus ganas de seguir luchando para mantenerse con vida. Era innato en ella el deseo de vivir por encima de todo.
Él volvió a retirarse de su cuerpo para desgarrar sus escasas vestiduras, dejándola desnuda contra el muro, expuesta a las corrientes de aire del callejón, exhibida frente a sus ojos de lunático como un pobre animal indefenso. Lejos de encogerse para cubrirse, puesto que hacía tiempo que Maudette había perdido todo pudor, permaneció con la espalda pegada contra el muro, mirándole mientras su agitada respiración y el frío nocturno le producían leves estremecimientos.
- Tomadme ya, mi señor - dijo con la voz temblorosa, incapaz de mostrarse seductora o confiada a causa del miedo que la atenazaba y la hacía mostrarse como un pedazo de carne en lugar de como la mujer voluptuosa que solía ser - Aquí o donde queráis...
Cogió aire sintiendo que sus pulmones se llenaban del frescor nocturno; escuchaba a los gatos hurgando en la basura, los revoloteos de algún pajarito nocturno; sentía el frío suelo bajo sus pies, el duro muro contra su espalda... y aquella mirada enfebrecida y lunática sobre ella.
Maudette Girard- Mensajes : 50
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Re: Un accidente... [libre]
Se trataba de una tonta y estúpida humana, nada más que eso, simple sencillo y denigrante, nada de eso importa, nada puede interesarle a Gilles cuando siente ese maldito frenesí por desquebrajar el cuerpo de la mortal con tan solo una maldita embestida. Esta jodidamente excitado y eso le enloquece por completo, no entenderá de razones, no existe fuerza humana o sobrenatural que distraiga su apetito sexual. La sed que antes había quemado su garganta se desvaneció en el instante en que esa mujer cayó rendida en su perfecta desnudez.
¡Una prostituta! ¡Una putilla! ¿Quién más si no ella? Perfecta… Si muere en sus brazos nadie la extrañará, tampoco la buscarán, es tan solo un indigente más que se ha muerto en los callejones más obscuros de la ciudad. El cuerpo de la dama resulta ser atractivo pese a las imperfecciones que suelen tener los humanos, tiene caderas pronunciadas, vientre plano, pechos redondos y largas piernas bronceadas. No reparo ningún momento cuando de arriba hacia abajo busco lo más sagrado en una mujer, su altar de Venus, ese enfermizo rincón de su cuerpo que será profanado por su miembro hasta hastiarse de ello, durará toda la noche si es necesario y aún cuando ella ya no respire más, si Gilles no ha terminado por liberar su éxtasis continuará cual necrofilico satisfaciendo sus necesidades.
Tomarla allí sería cumplir una fantasía insana, una visión que le acalambro el pensamiento desde el momento en el que toco sus pies. Los pechos de la fémina subieron y bajaron al igual que los ojos del Nosferatu, observando y guardando en su pérfida mente cada detalle de su envidiable cuerpo. Sí, las mujeres de su raza deberían temerle a Maudette, pues ese cuerpo descomunal ha arrancado suspiros endemoniados en un incubo ¿Por que no habría de hacerlo con los de su propia estirpe? Gilles está tan sumergido en ese vicio carnal que jadea al instante en que termina de violarla con la mirada.
Se aproxima peligrosamente hasta ella, mostrando sus colmillos… Acaricia el arco de su cuello con los caninos y deja allí un sendero rasgado de sangre. Su gélido vaho intenta erizarle la piel, besa con ternura la herida. Sus manos suben hasta la cabeza de Maudette, la aprisionan, su frío tacto se posa tras sus orejas. En sus dedos puede distinguir la suavidad de su cabello y el temor en el pulso de su sangre. La lengua viperina se introduce en su boca para besar, escrutando esa cueva al compás en que su mano se desliza por la espalda de la dama, creando una línea imaginaria en su columna.
Un suspiro, un suspiro infernal destila la ardiente exaltación en el inmortal, comete el error en morder su propio labio, admirando desde cerca cada maldito ángulo de su cuerpo. Toma entre sus manos los pechos de su mujer, la yema de sus dedos rosa delicadamente la curvatura, se detiene en el centro sintiendo el montículo de su pezón y brama. Continúa con su pasaje, ahora sus dedos sienten la fina cintura de la mujer, su ombligo… Sus pliegues. El miembro erecto de Gilles reclama con una punzante convulsión, la atención. Una sonrisa se muestra en sus macabros labios, agarra con fuerza la cabeza de la humano para hacerla flagelar - ¡mámamela puta! – Le ordena bajando bruscamente su cuerpo hasta la libido. Esta más que claro, ese hombre no busca el placer en la mujer, no… Su único interés es él y quedar humillado ante un orgasmo con la prostituta.
¡Una prostituta! ¡Una putilla! ¿Quién más si no ella? Perfecta… Si muere en sus brazos nadie la extrañará, tampoco la buscarán, es tan solo un indigente más que se ha muerto en los callejones más obscuros de la ciudad. El cuerpo de la dama resulta ser atractivo pese a las imperfecciones que suelen tener los humanos, tiene caderas pronunciadas, vientre plano, pechos redondos y largas piernas bronceadas. No reparo ningún momento cuando de arriba hacia abajo busco lo más sagrado en una mujer, su altar de Venus, ese enfermizo rincón de su cuerpo que será profanado por su miembro hasta hastiarse de ello, durará toda la noche si es necesario y aún cuando ella ya no respire más, si Gilles no ha terminado por liberar su éxtasis continuará cual necrofilico satisfaciendo sus necesidades.
Tomarla allí sería cumplir una fantasía insana, una visión que le acalambro el pensamiento desde el momento en el que toco sus pies. Los pechos de la fémina subieron y bajaron al igual que los ojos del Nosferatu, observando y guardando en su pérfida mente cada detalle de su envidiable cuerpo. Sí, las mujeres de su raza deberían temerle a Maudette, pues ese cuerpo descomunal ha arrancado suspiros endemoniados en un incubo ¿Por que no habría de hacerlo con los de su propia estirpe? Gilles está tan sumergido en ese vicio carnal que jadea al instante en que termina de violarla con la mirada.
Se aproxima peligrosamente hasta ella, mostrando sus colmillos… Acaricia el arco de su cuello con los caninos y deja allí un sendero rasgado de sangre. Su gélido vaho intenta erizarle la piel, besa con ternura la herida. Sus manos suben hasta la cabeza de Maudette, la aprisionan, su frío tacto se posa tras sus orejas. En sus dedos puede distinguir la suavidad de su cabello y el temor en el pulso de su sangre. La lengua viperina se introduce en su boca para besar, escrutando esa cueva al compás en que su mano se desliza por la espalda de la dama, creando una línea imaginaria en su columna.
Un suspiro, un suspiro infernal destila la ardiente exaltación en el inmortal, comete el error en morder su propio labio, admirando desde cerca cada maldito ángulo de su cuerpo. Toma entre sus manos los pechos de su mujer, la yema de sus dedos rosa delicadamente la curvatura, se detiene en el centro sintiendo el montículo de su pezón y brama. Continúa con su pasaje, ahora sus dedos sienten la fina cintura de la mujer, su ombligo… Sus pliegues. El miembro erecto de Gilles reclama con una punzante convulsión, la atención. Una sonrisa se muestra en sus macabros labios, agarra con fuerza la cabeza de la humano para hacerla flagelar - ¡mámamela puta! – Le ordena bajando bruscamente su cuerpo hasta la libido. Esta más que claro, ese hombre no busca el placer en la mujer, no… Su único interés es él y quedar humillado ante un orgasmo con la prostituta.
Gilles Davignon- Vampiro Clase Alta
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Re: Un accidente... [libre]
Maudette deseó fervientemente que aquel hombre la tomase de una vez, deseó que hiciese de su cuerpo lo que quisiera y que aquella especie de tortura sádica terminase. Se sentía agredida por su mirada, esa mirada que parecía extender hacia su cuerpo una especie de espesos tentáculos que se posaban allá donde sus ojos se dirigían. Continuaba temblando, ya no sabía si de miedo o de frío, y sus labios se mantenían entreabiertos, dejando escapar cálidos y breves jadeos.
Reprimió un respingo cuando por fin el hombre se acercó a ella, mostrando unos colmillos largos, enormes, blancos, brillantes, casi obscenos por el gesto que los acompañaba. Instintivamente intentó retroceder pero su cuerpo topó con el muro de piedra en el instante en que las manos del hombre se aferraron a su cabeza, haciendo que sus dedos se entrelazasen en sus cabellos revueltos. El hombre acercó el rostro a su cuello y Maudette notó una punzada y la calidez de su propia sangre resbalando por su piel erizada.
Por fin el hombre la besó y Maudette no puso resistencia, dejando que su lengua acariciara la del caballero, que se mostraba ardiente a pesar de la frialdad de su tacto. El contacto no pudo menos que despertar tímidamente la líbido de la mujer, especialmente al sentir esas manos gélidas explorando su cuerpo. Se sintió sucia, pues estaba claro que aquel hombre era un demente que iba a hacerla daño y era casi repugnante comenzar a sentir que su respiración se aceleraba y sus mejillas se encendían.
La ferocidad del caballero volvió a mostrarse tras las caricias cuando la obligó a agacharse y Maudette emitió un leve quejido cuando sus rodillas toparon con la piedra. Sin embargo, aquél era el lenguaje al que estaba acostumbrada y tuvo la sensación de que aquella situación se encajaba en lo que ella conocía, lo que la hacía sentirse algo más segura...
Sin responder, se apresuró a introducir sus manos entre los ropajes del caballero hasta que tuvo aquel miembro enorme y duro entre sus dedos, frente a su rostro, palpitante y anhelante. Elevó la mirada para dirigirla hacia el caballero al tiempo que asomaba la lengua para comenzar a acariciarlo. Pronto se lo introdujo en la boca, mientras lo agarraba por la base, acompañándolo de rítmicos movimientos, poniendo la mano que le quedaba libre sobre una de las caderas del hombre. Lo hizo resbalar sobre la humedad de su lengua, primero despacio y acelerando el ritmo hasta que sentía que topaba con el final de su garganta. Verse entregada a la actividad que era habitual en su vida cotidiana hizo que Maudette se serenase...
Reprimió un respingo cuando por fin el hombre se acercó a ella, mostrando unos colmillos largos, enormes, blancos, brillantes, casi obscenos por el gesto que los acompañaba. Instintivamente intentó retroceder pero su cuerpo topó con el muro de piedra en el instante en que las manos del hombre se aferraron a su cabeza, haciendo que sus dedos se entrelazasen en sus cabellos revueltos. El hombre acercó el rostro a su cuello y Maudette notó una punzada y la calidez de su propia sangre resbalando por su piel erizada.
Por fin el hombre la besó y Maudette no puso resistencia, dejando que su lengua acariciara la del caballero, que se mostraba ardiente a pesar de la frialdad de su tacto. El contacto no pudo menos que despertar tímidamente la líbido de la mujer, especialmente al sentir esas manos gélidas explorando su cuerpo. Se sintió sucia, pues estaba claro que aquel hombre era un demente que iba a hacerla daño y era casi repugnante comenzar a sentir que su respiración se aceleraba y sus mejillas se encendían.
La ferocidad del caballero volvió a mostrarse tras las caricias cuando la obligó a agacharse y Maudette emitió un leve quejido cuando sus rodillas toparon con la piedra. Sin embargo, aquél era el lenguaje al que estaba acostumbrada y tuvo la sensación de que aquella situación se encajaba en lo que ella conocía, lo que la hacía sentirse algo más segura...
Sin responder, se apresuró a introducir sus manos entre los ropajes del caballero hasta que tuvo aquel miembro enorme y duro entre sus dedos, frente a su rostro, palpitante y anhelante. Elevó la mirada para dirigirla hacia el caballero al tiempo que asomaba la lengua para comenzar a acariciarlo. Pronto se lo introdujo en la boca, mientras lo agarraba por la base, acompañándolo de rítmicos movimientos, poniendo la mano que le quedaba libre sobre una de las caderas del hombre. Lo hizo resbalar sobre la humedad de su lengua, primero despacio y acelerando el ritmo hasta que sentía que topaba con el final de su garganta. Verse entregada a la actividad que era habitual en su vida cotidiana hizo que Maudette se serenase...
Maudette Girard- Mensajes : 50
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Re: Un accidente... [libre]
La mirada de una mujer nunca le había sido tan placentera, ya había caído en el juego superficial del desgarrador libertinaje. Coge entre sus manos la cabellera de la morena para acomodarse y sentir el delirio que solo un maldito Dios pudiese llegar a tener, la boca de la muchacha arde por lo cálido de su piel, gracias a un corazón latente, a esa vida que posee. El cambio de temperatura proco en su cuerpo una fuerte explosión de escalofríos, regodeándose de un placer que ni siquiera se encuentra a la mitad de lo que puede esperarle. La fogosa lengua de la puta se deshace en su miembro ¡Sabe hacer un buen trabajo! Su saliva lo empapa adornándolo con finos hilos que van desde sus labios hasta el tronco de Gilles.
Embestida tras embestida, su pecho gruñe, los movimientos en su cadera aumentan con forme pasa el tiempo. Toma la cabellera de Maudette entre sus manos para obligarle a hacerlo con más fuerza, más brutalidad… ¡Muérdeme! Le exige con una voz entrecortada por esa excitación en su sistema, no puede respirar sin emitir un jadeo incesante de goce. Le emputece escuchar los lascivos sonidos de la depravación, quiere partir el alma de aquella muchacha, desquebrajarla hasta que sus instintos primitivos se vean completamente saciados.
La cabellera cobriza de Maudette era jalada con furia hacia adelante y hacia atrás, forzaba a que la humano se tragará todo el arsenal que le tenía preparado, pero ni siquiera la puta con la boca más grande puede resguardar a un colosal monstruo. Las manos de la infeliz esclava sexual, son pequeñas pero Gilles puede sentir allí, en su base como abarcan perfectamente las zonas precisas. El dolor en su libido provocado por una mordida es tan solo una estrategia masoquista, le ayudará a culminar sus depravadas fantasías, pero el sol apenas si se ha escondido tras el horizonte…
Se aparta de ella bruscamente, con su sexo excitado hasta la última célula. Se encuentra perfectamente erecto amenazando con clavarse y dilatar la cavidad más pequeña que se encuentre a su paso. Sus manos rodean con fuerza al cuerpo de la débil chica, obligándola a recostarse sobre el suelo, una mano oprime el pecho de Maudette mientras él se masturba con la otra, observando un rostro que difícilmente olvidará. Comienza a recorrer con su arma la división entre sus senos, baja por su estomago y el vientre para detenerse en su ombligo, perfora con sutileza ese pequeño hueco. El cuerpo de Gilles se yace encima de ella, su barbilla esta a la altura perfecta para morder y mutilar los montículos de su pecho, más en ves de eso…
La culebra de su lengua pasea por cada rincón, lame los pezones con obscenidad, rasga uno de ellos tragándose la gota de sangre que emana de la laceración. Sus manos igual a tentáculos acaparan la desnudez de la morena, mientras su boca se dedica a hacerla flagelar ante sus incitantes caricias, desciende hasta su entre pierna, la mirada negra de Gilles se posa en sus ojos y le sonríe.
Embestida tras embestida, su pecho gruñe, los movimientos en su cadera aumentan con forme pasa el tiempo. Toma la cabellera de Maudette entre sus manos para obligarle a hacerlo con más fuerza, más brutalidad… ¡Muérdeme! Le exige con una voz entrecortada por esa excitación en su sistema, no puede respirar sin emitir un jadeo incesante de goce. Le emputece escuchar los lascivos sonidos de la depravación, quiere partir el alma de aquella muchacha, desquebrajarla hasta que sus instintos primitivos se vean completamente saciados.
La cabellera cobriza de Maudette era jalada con furia hacia adelante y hacia atrás, forzaba a que la humano se tragará todo el arsenal que le tenía preparado, pero ni siquiera la puta con la boca más grande puede resguardar a un colosal monstruo. Las manos de la infeliz esclava sexual, son pequeñas pero Gilles puede sentir allí, en su base como abarcan perfectamente las zonas precisas. El dolor en su libido provocado por una mordida es tan solo una estrategia masoquista, le ayudará a culminar sus depravadas fantasías, pero el sol apenas si se ha escondido tras el horizonte…
Se aparta de ella bruscamente, con su sexo excitado hasta la última célula. Se encuentra perfectamente erecto amenazando con clavarse y dilatar la cavidad más pequeña que se encuentre a su paso. Sus manos rodean con fuerza al cuerpo de la débil chica, obligándola a recostarse sobre el suelo, una mano oprime el pecho de Maudette mientras él se masturba con la otra, observando un rostro que difícilmente olvidará. Comienza a recorrer con su arma la división entre sus senos, baja por su estomago y el vientre para detenerse en su ombligo, perfora con sutileza ese pequeño hueco. El cuerpo de Gilles se yace encima de ella, su barbilla esta a la altura perfecta para morder y mutilar los montículos de su pecho, más en ves de eso…
La culebra de su lengua pasea por cada rincón, lame los pezones con obscenidad, rasga uno de ellos tragándose la gota de sangre que emana de la laceración. Sus manos igual a tentáculos acaparan la desnudez de la morena, mientras su boca se dedica a hacerla flagelar ante sus incitantes caricias, desciende hasta su entre pierna, la mirada negra de Gilles se posa en sus ojos y le sonríe.
Gilles Davignon- Vampiro Clase Alta
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Re: Un accidente... [libre]
El enorme miembro de aquel hombre llenaba la boca de Maudette, que se concentraba en su labor mientras intentaba respirar y no perder el ritmo. Sentía las fuertes manos del caballero enredadas en sus cabellos mientras la instaba a acelerar y ella hacía presión con su mano sobre la cadera de él, poniendo un poco de resistencia. Entonces, escuchó aquel bramido pidiéndole que le mordiera y Maudette vaciló unos instantes, elevando sus ojos al rostro del caballero, que parecía tener en sus ojos la esencia del mismísimo Satán.
No había dudas, realmente era deseo de aquel hombre y no le convenía hacerle esperar, por lo que, un poco dubitativa a pesar de todo, retiró los labios para clavar sus dientes en aquel pedazo de carne dura y húmeda, con la suficiente fuerza como para que él sintiera dolor pero no como para hacerle un daño serio. Era la primera vez que le pedían algo así.
De repente y sin mediar palabra, el caballero se separó de ella, con el miembro en plena erección. Maudette permaneció de rodillas, esperando instrucciones. Por lo general solía tomar la iniciativa con sus clientes, tal era la seguridad que tenía acerca de lo que querían, pero en aquella situación prefería limitarse a obedecer, pues no tenía duda de que su vida estaba ahora mismo en las fuertes manos de aquel hombre tan impetuoso.
Tal como esperaba, él ya tenía una idea en mente y la hizo recostarse en el suelo. Maudette reprimió un quejido al sentir en su espalda desnuda la frialdad de los adoquines, cuyas aristas se clavaban en su carne sin piedad. El caballero atrapó uno de sus pechos con una mano mientras con la otra se masturbaba, y Maudette le sostuvo la mirada, jadeante, asustada, extrañada, curiosa...
El corazón de Maudette se aceleró de nuevo al sentir el miembro del caballero recorriendo su cuerpo, como si estuviese indeciso acerca de qué lugar horadar. Se detuvo unos instantes en la pequeña cavidad de su ombligo y cuando Maudette pensaba que continuaría su descenso para penetrarla, decidió cambiar a su miembro por su lengua.
Maudette se sintió algo más tranquila, pues estaba claro que con la lengua había menos posibilidades de que la dañase, pero pronto se dio cuenta de su error cuando un agudo pinchazo en uno de sus pechos le indicó que el caballero había vuelto a usar aquellos afilados colmillos que antes habían rasgado la piel de su cuello. Dejó escapar un leve quejido que se transformó en un suspiro cuando las hábiles manos del caballero se extendieron por su cuerpo.
No entendía qué estaba pasando, pero su cuerpo despertaba a las caricias de aquel hombre aunque su corazón y su mente se hallasen atemorizadas ante su actitud violenta y brutal. El caballero fue descendiendo por su cuerpo, sin dejar un sólo centímetro de su piel por examinar, mientras ella arqueaba la espalda, ya sin importarle el frío o la dureza de la piedra sobre la que se apoyaba. Separó los muslos para recibir al caballero, que le dirigió una sonrisa a la que ella correspondió con un jadeo impaciente.
No había dudas, realmente era deseo de aquel hombre y no le convenía hacerle esperar, por lo que, un poco dubitativa a pesar de todo, retiró los labios para clavar sus dientes en aquel pedazo de carne dura y húmeda, con la suficiente fuerza como para que él sintiera dolor pero no como para hacerle un daño serio. Era la primera vez que le pedían algo así.
De repente y sin mediar palabra, el caballero se separó de ella, con el miembro en plena erección. Maudette permaneció de rodillas, esperando instrucciones. Por lo general solía tomar la iniciativa con sus clientes, tal era la seguridad que tenía acerca de lo que querían, pero en aquella situación prefería limitarse a obedecer, pues no tenía duda de que su vida estaba ahora mismo en las fuertes manos de aquel hombre tan impetuoso.
Tal como esperaba, él ya tenía una idea en mente y la hizo recostarse en el suelo. Maudette reprimió un quejido al sentir en su espalda desnuda la frialdad de los adoquines, cuyas aristas se clavaban en su carne sin piedad. El caballero atrapó uno de sus pechos con una mano mientras con la otra se masturbaba, y Maudette le sostuvo la mirada, jadeante, asustada, extrañada, curiosa...
El corazón de Maudette se aceleró de nuevo al sentir el miembro del caballero recorriendo su cuerpo, como si estuviese indeciso acerca de qué lugar horadar. Se detuvo unos instantes en la pequeña cavidad de su ombligo y cuando Maudette pensaba que continuaría su descenso para penetrarla, decidió cambiar a su miembro por su lengua.
Maudette se sintió algo más tranquila, pues estaba claro que con la lengua había menos posibilidades de que la dañase, pero pronto se dio cuenta de su error cuando un agudo pinchazo en uno de sus pechos le indicó que el caballero había vuelto a usar aquellos afilados colmillos que antes habían rasgado la piel de su cuello. Dejó escapar un leve quejido que se transformó en un suspiro cuando las hábiles manos del caballero se extendieron por su cuerpo.
No entendía qué estaba pasando, pero su cuerpo despertaba a las caricias de aquel hombre aunque su corazón y su mente se hallasen atemorizadas ante su actitud violenta y brutal. El caballero fue descendiendo por su cuerpo, sin dejar un sólo centímetro de su piel por examinar, mientras ella arqueaba la espalda, ya sin importarle el frío o la dureza de la piedra sobre la que se apoyaba. Separó los muslos para recibir al caballero, que le dirigió una sonrisa a la que ella correspondió con un jadeo impaciente.
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Re: Un accidente... [libre]
El sabor de esa piel en sus labios enfebrece sus sentidos quienes suplicantes jadean a través de su voz. Su nariz es el puente perfecto por el cual el efluvio de la humano se vierte en sus entrañas, revolviendo sus pensamientos, confundiendo su hambre con un deseo irrefutable por follar con ella. Sus piernas se abren delicadamente frente a las pupilas de Gilles, tan cálidas al igual que un flor bajo los rayos solares en un candente atardecer… Lo aterciopelado de estas se acarician las yemas de sus dedos, enloqueciendo su tacto vampírico, esos labios que esconden a la muerte se aproximan hasta sus pliegues, los besa y pellizca con sumo cuidado, no quiere lastimarla. “Gilles, Gilles… ¡Que bajo has caído!” Gruñe ante el pensamiento que se aloja en su cabeza, es que ni siquiera él puede comprender el por que de esa reacción pero así es y punto, no busca darle soluciones a las cosas cuando se ha iniciado la tarea.
La punta de su lengua se acopla a la curvatura en la intimidad de Maudette, círculos despiadados que incitan el clítoris, líneas depravadas que viajan desde su cavidad hasta el inicio de su sexualidad, su gélido aliento choca contra el infierno que ella tiene entre sus piernas. Los fluidos de su cuerpo acarician insanamente la garganta de Gilles, ¡Son tan diabólicamente dulces! La viscosidad, el olor… Estaba sumido frente al manjar perfecto para cualquier violador, más aún hace falta algo. Las manos del varón, divagaron entre los glúteos de la morena hasta sus piernas y viceversa, sus uñas que lejos de estar estéticamente bien cuidadas, se aferran a l músculo que encuentran en su camino, dejando un camino escarlata con la sangre de la mujer.
Su saliva se dedica a lubricar cada maldito rincón por el que pasa su lengua, tiene sed y no se detendrá, se aparca de esa intimidad permitiendo que su espiración enloqueciera a su sexo. Un grito le toma desprevenido, es su miembro quien se ha proclamado completamente erecto, ansioso y desesperado, pero Gilles aún no satisface los deseos aflorados en su garganta. Con besos y pequeños mordiscos, sigue un sendero que le arrastra hasta la pierna derecha de la mortal, una vez allí rasga su piel, una gota de sangre emana de la herida, una simple gota que es inmediatamente absorbida por él… Después, son los colmillos del vampiro quienes se encajen allí, desgarrando, lacerando y la lengua prueba la comisura de la yaga, mientras su garganta se dispone a drenar la sangre en esa extremidad de Maudette.
Desgarradoramente infernal…
La punta de su lengua se acopla a la curvatura en la intimidad de Maudette, círculos despiadados que incitan el clítoris, líneas depravadas que viajan desde su cavidad hasta el inicio de su sexualidad, su gélido aliento choca contra el infierno que ella tiene entre sus piernas. Los fluidos de su cuerpo acarician insanamente la garganta de Gilles, ¡Son tan diabólicamente dulces! La viscosidad, el olor… Estaba sumido frente al manjar perfecto para cualquier violador, más aún hace falta algo. Las manos del varón, divagaron entre los glúteos de la morena hasta sus piernas y viceversa, sus uñas que lejos de estar estéticamente bien cuidadas, se aferran a l músculo que encuentran en su camino, dejando un camino escarlata con la sangre de la mujer.
Su saliva se dedica a lubricar cada maldito rincón por el que pasa su lengua, tiene sed y no se detendrá, se aparca de esa intimidad permitiendo que su espiración enloqueciera a su sexo. Un grito le toma desprevenido, es su miembro quien se ha proclamado completamente erecto, ansioso y desesperado, pero Gilles aún no satisface los deseos aflorados en su garganta. Con besos y pequeños mordiscos, sigue un sendero que le arrastra hasta la pierna derecha de la mortal, una vez allí rasga su piel, una gota de sangre emana de la herida, una simple gota que es inmediatamente absorbida por él… Después, son los colmillos del vampiro quienes se encajen allí, desgarrando, lacerando y la lengua prueba la comisura de la yaga, mientras su garganta se dispone a drenar la sangre en esa extremidad de Maudette.
Desgarradoramente infernal…
[FDR: Creo que deberías editar el primer post con un +18 a esto ya se le subio la temperatura solo un poco (?) ]
Gilles Davignon- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/11/2010
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