El paseo y accidente {Priv, Nixie Kent}

Era una mañana muy fresca, él se levantó muy ansioso de pasear por primera vez, Francia. Deidara quería averiguar porqué le dicen que es la ciudad de la luz. Tenía mucho que conocer. Era muy aventurero y conocido como el más buscado en España y Portugal por las metidas de pata que hizo. Ahora nació una nueva personalidad, actuando ser uno de los nobles de la clase alta. Se vistió muy elegante, dejó su mansión y pasando a travez de su gran jardín recién instalado, dejando a que sus sirvientes se encarguen se ordenar y llenar de lujos la mansión y todas las pertenencias de Deidara en su lugar. No se preocupaba por donde las dejaran porque ellos son los sirvientes y se supone que a la hora que Deidara pida que busque sus cosas, ellos lo encontrarán en seguida. Entonces él sin preocupaciones él sale muy bien vestido y limpio. El cabello lo tenía muy bien peinado y recogido con una coleta en la nuca. Ropa negra, formal, un bastón y un sombrero. Andaba de una forma eufórica que ignoraba al sirviente o mensajero que le gritaba desde lejos – Señor Crawford! – ya era demasiado tarde, él deambulaba por las calles, unas calles de la primera clase. Eran limpias y llenas de mansiones.

A su lado llegó un carruaje que era de él y el sirviente que lo llamaba antes, lo había encontrado. Deidara estaba muy feliz paseando solo hasta que apareció y lo miró de ojo – Disculpa señor, no debe ir solo por éstas calles. Entra por favor. – Deidara entra seriamente y luego le echa una sonrisa antes de entrar y el sirviente le estremeció la piel de miedo. Era el aura para meterle terror al sirviente. Entonces Deidara una vez que se entró y se sentó muy acomodado, la carreta dio marcha. Luego de unos minutos Deidara sentía mucha curiosidad sobre el nombre del sirviente. – ¿Cómo se llama? – Dijo amablemente, como si fuese un amigo. Los sirvientes no se acostumbran a ser amigos de sus amos. El sirviente giró un poco la cabeza hacia la pequeña ventanilla que tenía atrás, podía ver a Deidara y luego éste volvió a girar la cabeza, mirando hacia el frente, llegando a un mercado. – Soy Signhtfield, mi señor. – sonrió el sirviente y Deidara se emocionó sonriendo tiernamente al sirviente. – Un gusto Signhtfield, ahora te puedo llamar por tu nombre y de cariño te diré Sign, si. – Deidara lo dijo muy bien decidido. De repente Sing responde – Si, señor – y Deidara lo escucha y también le responde con una pequeña sonrisa – Por favor, dime sólo Deidara o Dei –

La carreta se levantó con bruscalidad y Deidara se agarró muy fuerte de su asiento. – Oh… lo siento señor… digo, Dei… Deidara. – El joven sirviente se disculpa y Deidara se reía algo divertido – ¿Señor? – giró la cabeza hacia Deidara, de la ventanilla de vidrio, muy distraído, él también sonríe y se sorprendía por ver a un amo que no sea cascarrabias o muy serio o formal. A la vez, una vez que éste se distrae el caballo se descontrola, Singhtfield se gira y ve a una chica delante del caballo, Deidara se alarma y ve de la ventanilla también y sale del carruaje en movimiento por uno de los caballos en descontrol. Signhtfield aló al caballo y el caballo se levantó en dos patas a punto de car sobre la joven.

La reacción de Deidara era muy rápida, puesto que él empezó a pensar, sobre un sueño intranquilo lo había llevado hasta en ese momento – si no pasa una cosa, pasa otra. – pensó mientras que salió disparado del carruaje. Él había salido de su mansión, ya que vio en su sueño, un ladrón que se escabullía en su cocina y luego lo seguía, escondiéndose en su sombra. Ahora no era de pensar en el sueño, algo se interpuso delante de los caballos que se descontrolaron y uno de ellos se levantó de dos patas. El joven sirviente Singhtfieldg se quedó paralizado mientras que sostenía con una energía de tensidad las cuerdas de los caballos, viendo como el caballo se levantó. Deidara corrió pensando rápido sostuvo y la cargó entre sus brazos a una jovencita que estaba justamente debajo del caballo elevado. Con la fuerza y rapidez de su corrida, llevó a Deidara y a la señorita lejos de los caballos, salieron del peligro cayendo al suelo. Antes que cayera la joven, Deidara cayó de espalda para que ella no se lastimara.

De repente, Deidara empezó a notar que había personas a su alrededor, al abrir muy bien los ojos. En la acción que hizo Deidara no había notado muy bien el rostro de la jovencita que acabó de salvarla. Todos se quedaron sorprendidos y Sing, el sirviente fiel de Deidara, aún se quedaba en su asiento, agarrando las cuerdas de los caballos y las suelta, aún con la boca abierta. Deidara no se sentía muy afectado por el impacto al suelo pero se preocupó por la suciedad que le hizo a su ropa, pero pensándolo bien, valió la pena. Al mirar bien el rostro de la señorita, y a la vez, sentir su piel, sabía que era alguien muy especial. Sacudió un poco la cabeza y se levantó lentamente. Ayudando a que la jovencita se levantara también al mismo tiempo que él. Singhtfield se alivió soltando aire, se relajó. Las personas se empezaron a alejar poco a poco. Deidara estando frente a la señorita le preocupó si estaba bien - ¿Señorita, está usted bien? – Se aguantó de respirar agitadamente.

Singhtfield, ya que se le daba bien con los animales, se acercó a los caballos para tranquilizarlos, los acariciaba y finalmente quedando que los caballos se tranquilizaban, Sing, el sirviente, miraba con curiosidad a la chica y se escabullía con timidez y volvía a su lugar, delante de la carreta, sosteniendo las cuerdas apretándolas con poco a poco con fuerza demostrando su timidez. Deidara esperaba su respuesta y miró a Singhtfield, notaba que estaba algo tímido, Singht giró un poco la cabeza, mirando a otra parte y tarareando. Luego Deidara se agachó a la altura de su cabeza, acercándose a la jovencita, escuchó con atención lo que ella había dicho, le hizo sentir muy especial y le sonríe. Observó la actitud de la chica, a Deidara, empezó a agradar pero la verdad, sintió que se estremecía su piel involuntariamente y además se veía muy tierna cuando ella miraba al suelo, - hehe.. – se rió un poco al verla hacer una pequeña reverencia, se alejó un poco de ella para que haga la reverencia bien. Ella se balanceaba perdiendo un poco el equilibrio hasta que llegó a casi caerse. Los reflejos de Deidara le sostuvieron los brazos, cerca de los hombros de la chica, con ambas manos para que no se caiga. Pensó que se iba a desmayar.

Pero ella se rió, dejando en claro que ella aún estaba inconsciente. El rubio cambió la expresió0n, a una sonrisa. – Señor… digo, Dei… - Dijo el sirviente, pero Deidara lo ignoraba. Él quería ver bien el rostro de la jovencita y acercó su mano lentamente hacia ella al mentón delicada de la chica y con suavidad la eleva hasta que ella pueda verle. Deidara a la vez se agachó para verla un poco más de cerca, aún con la misma sonrisa sincera. – Tu… - tenía la presencia de que la había visto antes – ¿Te perdiste? – Le preguntó con curiosidad.

Había conseguido exactamente lo que él había deseado. Miró los ojos de la jovencita – señor – seguía llamando el sirviente, mientras que el rubio se concentraba en otra cosa, ignorando nuevamente a Signhtfield, el sirviente. Miró los dulces y hermosos ojos de la muchacha. Hizo que las flores nacieran literalmente, mientras que Deidara no le importaba su entorno, se puso serio observándola perdidamente a la jovencita, extraviada, marginada, empezó a nnotar que estaba un poco maltratada. A parte, también notó que se sonrojaba poco a poco y él decidió soltarla lentamente. Se paró firme, volvió a sonreír amablemente a la señorita. Singhtfield, miró alrededor, pequeñas flores florecían y se asustó un poco, quedando shokeado, rápidamente subiendo sus pies a la silla quedando en cuclillas por la impresión.

Deidara había adivinado de que la jovencita se había extraviado, pero ni si quiera se preguntó por qué y se dijo – lo sabía – pensó sonriendo orgulloso, luego se puso serio al pensarlo – espera, lo he adivinado… - Se quedó pensando porque eso sucedía con frecuencia. Luego puso mucho atención el mapa que la jovencita le había mostrado. Se sorprendió al ver porque era la dirección donde él vivía – creo que lo conozco… - dijo algo dudoso… - tal vez no te ayude… - se dio media vuelta, dejando a la señorita con la intriga. – mmmhh…. – dijo cn el gesto de pensamiento, él puso su mano sobre su mentón de él mismo mientras que la otra mano estaba en su cintura – pero ya a que, te guiaré a ese lugar, sin duda. Si. – dijo muy bien decidido girando noventa grados vista a ella y sostuvo el mapa. Le tomó con confianza sus hermosas manos, eran tan delicada a simple vista que él los tomó con cuidado – Déjame permitirme llevarte a mi carruaje – la lleva al carruaje y Deidara le lanza el mapa – Sing, llevanos allí – Luego el sirviente agarró con torpeza que casi se caía y luego agarra con los dos brazos el mapa, el sirviente lo abre y se rasca la cabeza. Meintras que Deidara le suelta la mano, una vez que le llevó en frente de la puerta de la carreta, le abre la puerta a la señorita – pase usted – dijo Deidara.

Singhtfield se quedó sorprendido al ver el mapa, y con timidez le decía a Deidara - … señor… - luego Deidara pasa por su delante una vez que éste le cierra la puerta a la señorita, una vez que ella está adentro – Dei… - le corrigió a Sing – Si, Dei… pero… no es? …- de repente Deidara ale interrumpe – Sí, es allí, ¡llévanos y sin preguntas! - Sing confundido lo responde con educación - … si, señor… digo, Dei. – Deidara entra a la carreta, observaba a la jovencita con amabilidad, luego le sonríe para que tenga un poco más de confianza - ¿Cómo se llama señorita? – le preguntó y la carreta daba marcha.

Una vez que la carreta daba parcha, a Deidara le molestaba que vaya muy lento. – ¿Pero porqué tarda tanto? – Era la primera vez que se desesperaba, ya que éste rubio quería mostrar a la señorita que es su prometido. Quiere que sea una sorpresa. Aunque era muy curioso, porque él no sabía que tenía una prometida. Esa vez donde Deidara bebió y el sirviente anunció que “el caballo ya fue entregado a su prometida” el rubio ignoraba la noticia como si nada. Tan sólo no pensaba en ello ¿cómo fue que pasó? ¿Por qué tengo prometida? O cosas así, la verdad las obviaba por completo. Ya que el destino nunca había jugado limpio en la vida del ladrón que se volvió aristócrata y no era mucha sorpresa. Estaba planeando su vida, como la de cualquier persona. Tener una familia e hijos, nietos y morir. Una vida sin interrupciones, ni peligros. Está dispuesto en protegerla con su vida. Ya que decía que tiene un prometido que es el rubio perezoso, era muy buena idea para empezar.

Luego pensó con mucha claridad, que si era la antigua dirección de la mansión cuando estaba el antiguo dueño. Pero si no fuese así, todo estará bien. Aunque a Deidara siempre le ha gustado los retos. La chica tenía una vestimenta que no convencía a Deidara. Jamás había visto a una señorita, prometida con un señor de la clase alta, con una apariencia de la tercera clase. Pero mirando los ojos sinceros, dulces y cálidos de la señorita, no estaba mintiendo en la primera vez. Raras veces, agradecen a Deidara y éste no dijo nada al respecto. Una vez que la joven había pronunciado su nombre, Deidara se quedó algo dudoso. – Well, Nixie. – pronunció su nombre de una forma rara para la señorita, sin pensar que se ofendería o algo por el estilo. Miró al frente sonriente y se rió un poco. El carruaje iba un poco más lento, a lo mejor, quisiera que se detuviera para conocer un poco más a la señorita. Giró la mirada hacia ella – Tienes un hermoso nombre. Raro, curioso y a la vez sencillo de pronunciar. Hahaha – lo que había dicho al final, no era verdad.

Luego pensó si conocía a su prometido y no se molestó en preguntarle – No sé si te molestará lo que le preguntaré a continuación señorita Nixie – Trató de ser elegante hacia la señorita que parecía vagabunda – ¿conoce a su prometido? Al menos su nombre o como se viste, ¿qué clase es? Y… eso.. – dejo de una forma muy vaga y esperó a que respondiera poniendo su brazo sombre el asiento, cerca de la señorita Nixie.