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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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El retorno del Sire

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Mensaje por Invitado Vie Jul 22, 2011 6:09 pm

(Privado)

Los días que duró el viaje me parecieron cortos, convertidos en casi minutos en comparación con el largo sueño del que acababan de despertarme mis primogénitos. El galope de los caballos eran como las manecillas de los segundo y después de miles y miles de huellas en el largo camino llegamos a donde me hospedaría. El cortejo de guardias similar al de un rey, quizás lo era, los niños tenían sus propios juegos y yo les permitía jugar porque me agradaba su esfuerzo y aquellas demostraciones que llegaban a rivalizarlos sobre cuál de ellos tendría mi máxima aprobación. Como todo padre los amaba a todos por igual, para mi eran seres perfectos y justos merecedores de una tradición tan antigua como la misma historia del hombre mortal. Sin embargo, como todo padre, también podía sentirme defraudado si mis hijos caían en la desgracia de sus propios vicios o aún peor…de llevar una vida mortal, lo cual era muy diferente de llevar una vida entre los mortales.

Venias, gestos de admiración, curiosidad, recelo, angustia, todos los vampiros que me vieron llegar tenían alguna expresión para mí y no podía sentirme más dichoso de regresar a mi familia. Eliz iba por delante para mostrarme el camino, nunca había estado en aquel lugar y era una novedad para mí conocer la nueva adquisición de mis hijos en Paris aunque tenía una agenda larga para visitar las moradas de mis demás hijos e hijas. Tom estaba por detrás cuidando de mi espalda como siempre aunque era absolutamente innecesario ya que nos encontrábamos en medio de un territorio que era nuestro, propiedad de la familia. Ellos aún no me conocían, ninguno de los de la segunda generación y eran tantos…aquí apenas podía aspirar a ver a los jóvenes Windsor y quizá a los jóvenes Ralph. Pero también tenía ansias de ver los hijos de Tom, Patrick y Zarek pero sin olvidarme de los futuros prospectos de Amanda y Ciro y de ellos mismos.

Un viejo dicho, aunque no tan viejo como yo, decía que los ratones bailaban en la casa cuando el gato salía y precisamente era esto lo que me preocupaba sobre mis hijos. Esperaba encontrarlos a todos en las mismas buenas condiciones en las que los había dejado…ellos no querrían decepcionarme, realmente no querrían. No había qué temer, el padre estaba de regreso para poner las cosas en orden y para guiarles una vez más, sabía de ellos más de lo que las barreras del tiempo, distancia y lugar podrían impedirme ver. Mis ojos y oídos eran parte de un don que desafortunadamente ninguno de mis hijos había heredado, la clarividencia, pero que como supuse, no había motivo porque informarles de él. Me gustaba ver sus caras de niños cuando descubría un secreto suyo sin que pudieran responderse a sí mismos el cómo lo sabía, era un juego tentador para alguien que debía vigilar que las semillas crecieran de la forma en que estaba planeado.

-Es un aposento agradable mi quería Eliz, ahora siéntense ambos que ya he descansando mucho tiempo y he estado esperando verlos por décadas- dije cuando llegamos a la habitación donde me quedaría. A mi orden nos quedamos solos los tres y me senté en un sillón cercano a una chimenea, frente a él habían otros dos donde espere a que cada uno ocupara su lugar para empezar una larga charla o tal vez no tan larga como el tiempo que planeaba quedarme entre ellos hasta asegurarme poner todo en orden para la conservación de nuestra especie, o mejor dicho, nuestra línea de sangre.
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Mensaje por Eliz Aldridge Dom Jul 31, 2011 7:08 pm

La espera terminó y él se encontraba allí, dentro de esas imponentes murallas que resguardan uno de los secretos más grandes de la humanidad, una falacia que ha perdurado durante milenios. Su presencia mortuoria exige respeto, nadie se atreve a mirarle a los ojos, ni siquiera la misma Elizabeth. Esos pasillos se erigen sobre bóvedas laberínticas, adoquinados con candelabros inmensos que solamente saciarían la excentricidad de un Rey. Las sensaciones son humanas, pero las pasiones son vampíricas. Ser víctima de ellas es saber que se ha logrado romper con la barrera delimitante de la mortalidad y es esa misma pasión que siente por su Sire, la que arrastra a la vampiresa al temor por defraudarlo una vez realice su veredicto. Recorre los rincones, abriendo las puertas para sus invitados ¿Invitados?

La última puerta se abre, tras el umbral se tiene acceso a una habitación de proporciones colosales. El silencio los ha estado acompañado a excepción del taconeo de sus zapatillas escuchándose al caminar. No hay nada que decirse fuera de las paredes blanquecinas de ese aposento. Los segundos pasan, nunca fueron tan lentos como hasta ahora. Sentirse presa fácil, saber que quizá la decepción la reciba una vez se colapse la distancia que logra separarla de su maestro, es completamente desgarradora. Traga saliva como quien intenta dominar el vértigo, la angustia y la desesperación. ¡Elizabeth entregaría su inmortalidad si él así lo desea! Espera que no lo se lo pida, no esta noche.

Escucharlo hablar, apreciar el réquiem de su garganta explotando una vez más ante los espectadores infernales que ambos (Tom y Elizabeth) representan, es darse cuenta con una bofetada que su regreso es real y no uno de esos tantos sueños en los que se había sumergido durante años. No tiene nada que temer cuando la voz que le habla es tan apacible como esa, relaja su cuerpo lleno de tenciones y de la misma forma en que ha perseguido su voluntad desde su anochecer eterno, obedece su petición tomando asiento frente a él. Acomoda el pomposo vestido carmesí en el sillón, levanta su rostro y se esfuerza por no tener ninguna expresión facial ¿Cómo lo ha conseguido él? Sus labios se entreabren, expide de ellos un diminuto suspiro.

Está agradecida con Abaddon por encontrarla adecuada para seguir sus pasos, formar parte de ese linaje selecto que sólo él puede comprender del todo. Siente, además una extraña felicidad porque él esté allí. Se relame los labios. – Las mismas décadas en las que continuamos entregándole nuestra devoción – Se atreve a hablar por los dos. Tom es su hermano, la misma edad, experiencia, educación… Los pensamientos pueden variar, los métodos por igual, pero al final de cuentas el objetivo su objetivo es el mismo. Desvía su mirada hasta el vampiro en cuestión, una amenaza invisible se ve reflejada en el brillo de sus orbes ¡Que no se le ocurra contradecirla! Regresa su vista hacia la tétrica silueta de su maestro Abaddon, pronunciar su nombre es casi imposible si se conoce la historia que le precede, si se es un apóstol de la bestia que la imagen del anciano encierra.
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Mensaje por Invitado Lun Ago 08, 2011 7:24 pm

Vamos por un pasillo oscuro y otro más y otro, y no hay cuando lleguemos a nuestro destino porque ella camina por delante de nosotros con tanta delicadeza que parece que bailara. Voy detrás del sire, casi a su lado porque ese es el lugar que me corresponde ocupar desde su despertar, protegerlo aunque en la propiedad de los Windsor no necesitara mi protección. En una noche ordinaria, en un lugar de uso común solía emplear la defensa que yo mismo había bautizado como el “Caballo de Troya”, una defensa inquebrantable que solo una vez había sido perturbada por un inmortal que en el tiempo actual no era ni siquiera una partícula de polvo. Sensación de que aquello hubiera pasado ayer, en realidad fue hace dos mil trescientos cuarenta y ocho años.

En silencio, era meritorio con su llegada pero era a mi saber que la hora de hablar se acercaba, entonces las palabras brotarían desde mi garganta sin el menor recaudo como si no hubiera pasado ni un día desde que mi padre se fuera. Ella meneaba sus caderas mientras caminaba, ella despedía un perfume seductor y prohibido que nunca se me olvidaba cuando pensaba en ella, mi hermana era una escultura casi divina moldeada por Abaddon. Finalmente, cesa la oscuridad del largo recorrido, se abren unas puertas, ni ellas se atreven a hacer el más mínimo ruido a nuestro paso, ni siquiera un crujir de la madera, ni siquiera la chispa de una vela en el candelabro, solo los pasos, los pasos que se detienen frente a él.

A la orden se sienta en una de las butacas elegantes que se encuentran frente a frente, Eliz está a mi lado y yo estoy impasible, tranquilo, feliz. Mi rostro no anuncia ninguna emoción, no es nada extraño, a Patrick le parecería una blasfemia pero él no está aquí, no ahora y yo tomo el control y yo pienso fríamente y yo escucho lo que mi padre dice y lo que mi hermana responde a ello. Apenas ladeo un poco mi rostro para ver el perfil de Eliz quien espera que asienta a su afirmación, respondo con una risa escondida dentro de los labios levemente sonrientes y que quizá, si todos los presentes no tuvieran los sentidos agudizados, seria imperceptible. Vuelvo la mirada hacia Abaddon, su rostro es el de un sabio y su mirada es temida por la muerte misma.

“Devoción, eterna espera, nos complace en efecto su presencia y siempre agradecidos por la inmortalidad que nos ha otorgado estamos a sus órdenes”

A pesar de que Abaddon ya estaba consciente de todo aquello, era necesario que dijera algo antes de efectuar la pregunta, en realidad preguntas pero una era la esencial. No podía interrumpir cuando quisiera, él era quien hacia las preguntas y yo me mantuve al tanto de sus gestos para saber en qué momento poder hablar. El Sire, a pesar de aquella aterradora mirada, siempre se comportaba como un hombre cortes y amable, todo lo contrario de lo que se podría esperar de alguien que estuviera en su lugar. A mi saber era que su sabiduría había transformado todos los egos posibles en virtudes de las cuales hasta los mortales podrían sentir admiración. Regreso mi mirada a Eliz, ella también parece temerosa de soltar lo que le incomoda, los dos sabemos que Abaddon no viene de visita por ocio, pienso antes de hablar y vuelvo a mirar al Sire quién, podría apostarlo, ya sabe lo que estoy por decir.

“Estamos aquí según lo que se ha planeado desde que decidió descansar Sire, ahora lo único que perturba mi tranquilidad no es el porqué de su presencia, es el cuándo, ¿cuándo empezara el juicio?”

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Mensaje por Invitado Sáb Ago 27, 2011 3:56 pm

Tranquilidades perturbadas, la de Eliz y la de Tom como este último acababa de decir. Pensaba que mi llegada los tendría tan dichosos que por un momento olvide el terror de algunos rostros, Algunos creían que el temor duraba más que el amor, quizá lo viviría aunque sabía que su amor era tan eterno como el mío, no había que temer porque en realidad amaba tanto a mis hijos que tener que pensar en siquiera destruir a alguno representaba un gran dolor para mí. Ellos valoraban sus vidas y siempre me habían hecho sentir orgulloso, cada uno de ellos, con sus fuertes personalidades, con sus espíritus alborotados, con sus vidas secretas que ante mí no eran secretas, eran símbolos de una absoluta perfección, eran superiores a todo vástago y por ello mis creaciones perfectas encontrarían una vida eterna de la cual no debían temer perder. Lo único que se les pedía era que se sujetaran a las normas de nuestra gran familia, leyes dictadas por mi mismo padre Caín y que se me habían transmitido, mismas que yo hice transmitir generación tras generación de neófitos.

Me senté frente a ellos, Eliz nerviosa, Tom más seguro de sí mismo pero yo sabía que su tranquilidad era solo aparente debido a que tenía que preocuparse por doble partida, su bien guardado secreto era de mi conocimiento y él lo sabía. Los observe a los dos, sus expresiones ocultas, sus miradas furtivas, sus labios temblorosos al pronunciar palabra, solo era cuestión de un par de noches más para que se sintieran una vez más cómodos en mi presencia como cuando compartíamos una vida en el pasado, antes de que los chiquillos de la tercera generación pensaran siquiera en nacer como mortales. El fuego de la chimenea crujía y las llamas se alzaban, el mismo elemento que podía matarnos estaba dentro de aquella caja abovedada dándole cierta calidez a la habitación aunque nuestras pieles siempre se conservaran tan frías como el hielo.

-No esperaba menos de ti Eliz, tu lealtad me es tan considerada como la de Tom, por lo tanto no os preocupéis antes de tiempo porque yo sé lo que se ha hecho y lo que se ha dicho en mi ausencia. Del norte al sur, del este al oeste no hay secreto para mí, a mis oídos susurra la eterna muerte como una chismosa incesante, canta sus nombres y sus acciones como en una época remota se cantaban los mitos de los héroes. Son seres míticos mis queridos hijos, sus hijos también lo serán cuando les toque serlo mas no les revelare tremenda suerte pues si ustedes están sujetos o no a un destino pronto se sabrá- traté de tranquilizarlos con mis palabras aunque quizá se inquietaran mas. Como todo padre yo amaba a esos dos que estaban en mi presencia, si tan solo pudiera ponerlos en cajas de cristal y evitarles cualquier preocupación, las cosas eran diferentes, cada uno tenía su rol en nuestra estructurada y jerárquica familia, ellos obedecían a su papel mas allá del amor que pudiera tenerles.

A mis ojos llegó un brillo de vida, de emoción, pronto pensé en todos aquellos que habían escuchado de mí y que se presentarían en su momento ante mi presencia. Todo lo que sabía de ellos me producía una sincera sonrisa que no tardo en aparecer curvando los delgados labios de los que había sido provisto mi viejo rostro. Veía en mi mente desfilar las imágenes de días, semanas, meses y años pasados, mezclados los rostros en diferentes escenas, sin duda llevaban vidas interesantes que en algún caso se habían desviado de lo que había previsto pero no era tarde para enderezarlos. Aún con la emoción que me acababa de invadir por verlo todo como en un espejo me dirigí de nuevo a ambos –El juicio se llevara a cabo con las mismas medidas que a los de la segunda generación se ha aplicado, individualmente y a su tiempo para cada uno de los neófitos de la tercera generación. No hay un cuando estipulado, mi mente ordenara los sucesos futuros dependiendo del momento en que cada uno deba ponerse a prueba, como ambos sabéis, es vital que los nuevos miembros se sometan a prueba de que son merecedores de portar nuestra sangre y quiero que ambos recuerden que la posibilidad de que alguien no apruebe siempre ha existido. Sin embargo, no temáis sin motivo alguno, confío en que han entrenado bien a sus neófitos y los han educado según les he dictado- dije para terminar de aclarar la duda de Tom y que seguramente Eliz compartía debido a que ella tenía importantes piezas a quienes presentar ante la prueba.

Hace muchos años, centenas, siglos quizá, varios humanos fueron escogidos entre muchos, solo los mejores entre los mejores. Portador de la maldición que se había originado en el mito de Caín mis instrucciones eran precisas, de la boca del mismo errante que Dios había despreciado y condenado a habitar la tierra por la eternidad alimentándose de la sangre que había derramado en la tierra, recibí la orden de repoblar la tierra con el mismo número de tribus que habían descendido del legendario Adán. Doce eran las personas escogidas para poblar el mundo de las tinieblas o mejor conocido como el mundo de la noche, seis los que habían conseguido pasar la prueba. A diferencia de las tribus del ‘bien’ nosotros excluíamos a los débiles, no existía el lugar para creaciones defectuosas mas alguna o algunas debieron haber escapado debido a que en la actualidad existían centenares de vampiros que no eran parte de nuestra rama familiar. Otros mitos, que no tenían poco de veraces, atribuían otros orígenes vampíricos a los demás vástagos ajenos a nosotros, quizá ‘ella’ hubiera creado su propia rama después de alejarse de Caín. En lo que a nuestra rama competía, nuestra familia tenía altos estándares que alcanzar para pertenecer al núcleo familiar, la fuerza en habilidades y la lealtad hasta la muerte eran dos de las principales. Para medir tales variables los vástagos eran sometidos a una prueba, si no la aprobaban les esperaba la segunda y final muerte.

Delante de mi estaban dos de los que habían aprobado con honores a las pruebas impuestas, Tom había sido enfrentado a su hermano y lo había asesinado, aunque nadie supiera de esto más que yo debido a que Patrick, para los demás, era una persona ajena a Tom, un gemelo bastante diferente a él en carácter. Eliz fue sometida a una prueba igual de fuerte, asesinar a quien más amaba por ese entonces, aunque el amor fuera un término mal empleado entre nosotros. El amor no era más que un lazo de creación, el sire amaba a sus creaciones y estas a él, generación tras generación, un amor que en otras palabras era fraternal. Otro tipo de amor era casi imposible, éramos incapaces de amar a pesar de que muchos alegaran esto en sus vidas, lo había visto en mis sueños, en especial los de la tercera generación se sentían poseedores de un sentimiento parecido al amor, lo cual no era más que pasión exaltada, en algún momento entenderían que quien ha dejado de ser mortal no puede amar, el amar implica dar y lo nuestro era poseer, lo nuestro era ser amados pero no, nunca amar, la sangre heredada de Caín marcaba esa tendencia.

-Quiero que encuentren a sus hermanos, Eliz te encargo que traigas a Amanda y a Zarek ante mi presencia, los siento cerca así que no será un problema para ti dar con ellos. Tom, te encargaras de traerme a Lorraine y a Patrick, sé que no será difícil tampoco para ti. Escuchare sus evaluaciones de sus propios labios y créanme, sabré cuando me dicen la verdad o no, obviamente saben las consecuencias de lo que implica mentirme por lo que les pido ser totalmente imparciales cuando me hablen de sus neófitos- la mirada la dirigí al fuego, pensando en todos y cada uno de ellos, enseguida mi mirada se poso sobre Eliz –Pueden ponerles sobre aviso, aconsejarles si así desean antes de presentarlos ante mí. Tú mi querida hija tienes unos ejemplares muy interesantes, verdaderos seres perfectos y que te halago por haber cumplido mi deseo y convertirlos cuando juzgue prudente que lo hicieras, Lucern Ralph, Dorian y Stephen Windsor, los jóvenes nobles de Inglaterra…se me ocurre que sean los primeros en ser sometidos a la prueba, creo que el tiempo ha llegado para ellos, sus vidas actuales lo hacen posible- la sentencia estaba dada, la elección estaba hecha y mi mirada ya se encontraba sobre cada uno de ellos esta noche y las siguientes, por siempre.
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Mensaje por Eliz Aldridge Mar Sep 06, 2011 12:44 am

Una vez más el ciclo de la eternidad de abre frente a ella, el ataúd que durante eones había permanecido sellado y custodiado por centinelas de mística esencia, se desquebraja bajo la voluntad de su Padre. Él la vio nacer, observó los detalles de su historia más allá de lo visible, se adelantó al destino y manipuló las telarañas que apenas se formulaban en la existencia de Elizabeth. Al crecer le concedió un regalo que muy pocos merecen poseer, el vampirismo. La fémina aceptó ciegamente las condiciones, abrazando los secretos de un mundo escondido bajo las murallas de una civilización casi extinta. Fue adoptada como hija, educada como tal, amada de la misma manera. Su lealtad fue consagrada con ese afecto trascendental que Abaddon siente por ella, no es la única y no pretende serlo. El agradecimiento eterno que Elizabeth tiene para con él, se ve reflejado en la obsesiva devoción y lealtad que le profesa aún con una venda en los ojos. Ha llegado la hora de consumar la misión que le fue delegada, por eso estaba allí. Es el momento indicado para resurgir de las cenizas y reclamar lo que, según su Padre, les pertenecía por derecho. No es sorpresa escucharlo hablar de esa manera, el sonar de su voz era apenas un susurro comparado con el bullicio de los neófitos jactándose de su condición. Él es el hombre más sabio que existe sobre la fas de la tierra, las arrugas de su rostro no dejan mentir que el paso de los años por su cuerpo no ha sido en vano. Saber ocultar las emociones que se consideran sólo un estorbo para una raza superior, no es fácil, sin embargo, ese hombre frente a ellos es la viva imagen de una estoica piedra. Sonríe cuando es necesario, desvía la mirada cuando es prudente ¿Quién si no él que ha trascendido más allá de las cadenas de la muerte y sobrevivido a los látigos punzantes de un tiempo cíclico?

El juicio; aterradora palabra que se ha escrito desde el inicio de los tiempos. La historia está basada en esta palabra desde el error cometido por los hijos de un Dios, no pasaron la prueba y fueron arrastrados al infierno fuera del edén. Su comparación no es diferente, sólo Abaddon podría deliberar la capacidad de los vástagos que habían elegido para seguir con la estirpe… Nada que agregar a las palabras de su Padre, estaba consiente de los riesgos que sus acciones acarreaban tras bambalinas. Si alguno falla, significa la muerte. No puede evitar pensar en lo terrible que esa realidad se escucha, sin embargo, es así como tiene que ser. Miles de mortales han aspirado a ser lo que ellos, pero no todos tienen las capacidades suficientes para serlo. De la misma manera en que existe escoria entre la humanidad, también hay bazofia vampírica y eso precisamente, debía ser erradicado por completo. Es por eso que Abaddon les había cedido varias tareas a cada uno de sus hermanos. -En cuanto abandone nuestro encuentro, los buscaré. Seguramente ya han de estar enterados de su regreso. Lo cual los hará aproximarse más a este lugar. Sabían que este día llegaría por ende también deben estar preparados y ansiosos por verlo – Comenta asegurando no sería problema el salir a las calles para encontrar a sus hermanos Amanda y Zarek. De la primera no sabía con exactitud donde se encontraba, sin embargo a Zarek bien podría encontrarlo en los aposentos de su territorio, a menos que…

Escucha a su Padre, ser imparcial con algo tan complicado como son los neófitos no es un juego que se gane con facilidad. Existen emociones de por medio, sensaciones que quizá debió haber dejado en el olvido atrás tiempo, pero que por razones desconocidas no lo ha conseguido y es que aún sigue siendo tan humana como cuando sí lo era. No, Elizabeth no tiene miedo de presentar a sus tres pupilos frente a Abaddon, está segura de haber educado con esmero a los neófitos y esa tranquilidad puede observarse en la profundidad de sus palabras, en el rostro inmutable de una vampiresa que, por ahora, se ha dedicado a escuchar sin pensar en nada. Aún cuando el fallo no haya sido premeditado, Elizabeth tendrá que sacrificarlo todo por Abaddon. Sí, ella hará cualquier cosa que él le pida, incluyendo matar a un hijo. No sería la primera vez... – Sabe que jamás le mentiría, estoy consciente de lo que implica la prueba, también de lo que ocurrirá si no son completamente dignos de esto. Será su error por no acatar su voluntad y será el mío por creer que se trataban de los indicados, sin embargo y como lo ha dicho, son jóvenes realmente interesantes, tanto individualmente como en conjunto – Elizabeth no había desperdiciado su tiempo en quedarse oculta tras la obscuridad de la noche, ella ha estado observando los movimientos de cada uno de ellos, quizá desconozca la mayoría de los sucesos que han estado vigentes en su existencia, pero reconoce lo más relevante de cada uno de ellos. – Los traeré ante usted lo más pronto posible, ellos deben estar listo para cuando lo disponga. No los defenderé porque eso les corresponde a ellos, demostrar que realmente valen lo que aparentan – Sentencia segura de si misma. Manteniendo esa mirada férrea en la de Abaddon, así él podrá testificar que su hija no miente y cuan grande es su lealtad. Si eso no es amor incondicional, entonces… que alguien se atreva a decirle en su cara lo que sí lo es.

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Mensaje por Invitado Dom Oct 23, 2011 9:04 am

Así empieza una nueva generación de vástagos, su llegada no tiene otro fin que el de aprobar a los nuevos camarillas y fortalecer la organización que habíamos estado llevando por épocas entre solo algunos de nosotros. Como el mismo nos decía, nuestra lealtad fue probada hace mucho por lo que no existe la menor duda de que estaremos siempre dispuestos a obedecer lo que se nos ordene. Somos dos de los hijos que han estado custodiando su tumba por años aunque en diferentes lugares, sabía que esta noche estaba próxima y no me equivoque mas no había previsto hasta ahora que tendríamos reunión familiar. No negaré que me ha agradado volver a ver a Eliz, la verdad que nunca le perdí el rastro pero ya extrañaba su manía de sobresalir, desde el principio fue así, ella y yo entre los primeros tratando de ser el mejor hijo pero para nuestro pesar Abaddon no tenia mejores hijos y nos veía a todos por igual, Amanda y Zarek compartían el mismo aprecio que nos tenía a nosotros incluso estando tan lejos de él.

Quedaba sentirse a gusto en esa reunión entre los tres donde somos los primeros en verlo después de tanto tiempo y como era de esperar también somos los primeros en enterarnos de lo que se aproxima. Al escuchar la palabra juicio sonrío, sin duda será una fase interesante que harán los años pasados dignos de la espera. Pero me sorprende más aun que Abaddon decida que se les aplicaran las mismas condiciones que a nosotros, basado en mi observación de campo puedo afirmar que la mayoría de nuestros chiquillos no están preparados para afrontar tales pruebas en caso de que sean las que me imagino. Soy consciente que Abaddon ha visto más allá de su sueño y me pregunto cómo podrá fortalecer a aquellos que se han quedado tan cerca del lado humano en cuanto a emociones, sentimientos y vicios. No digo nada y solo escucho mientras Eliz le responde pero al mismo tiempo pienso que ella, a diferencia de mi, ha decidido apegarse al lado mortal para no olvidar su humanidad. Es de esperar que sus novatos tengan la misma tendencia de ella por lo que creo que Abaddon no se ha percatado que habría una masacre en caso de que sean ellos los primeros sujetos de la prueba. Con orgullo daría a mis novatos el lugar de ser primeros pero es él quien decide y me es imposible contrariarle.

Dicho todo lo dicho asiento constantemente dando a entender que comprendo y acato lo que nos está pidiendo. Me toca encontrar a Lorraine y a Patrick, no podía ser más sencillo, puedo llevarlos esa misma noche si él lo quisiera pero sé que planeara el encuentro para las próximas noches. Amanda y Zarek por otro lado, como responsabilidad de Eliz, los encuentro más difíciles de encontrar aunque no imposibles. Aquellos dos que se han mantenido tan lejos de la familia, en su momento, cuando Eliz los encuentre, entenderán que están sujetos al llamado y que deben responder a él como en tiempos inmemorables.

“No será ningún problema encontrar a Lorraine y a Patrick, ambos están en Paris. El juicio tampoco será ningún problema, confío en que todos hemos sido lo suficientemente cuidadosos para prepararlos pero me preocupa que en algunos de los casos el nivel de pelea cuerpo a cuerpo no sea el mismo, eso en caso de que pretenda enfrentarlos ¿es así Sire?”

En el pasado habíamos tenido que pelear a la par de la persona más cercana a nosotros y solo el ganador aprobaba el juicio. En esta oportunidad veía un tanto peligroso este hecho siendo que casi todos los neófitos estaban relacionados de una u otra forma, la mortandad sería fatal para nuestros intereses al quedarnos con la mitad de las filas. Espero la respuesta de Abaddon para que mi temor no sea real, no me gustaría tener que enfrentar a dos de mis neófitos porque sería un desperdicio tener que liquidar a alguno de ellos después de tanto trabajo y entrenamiento. Por otro lado sé que es necesario probar que son merecedores de entrar a La Camarilla pero quizá el Sire esté preparando otra forma mediante la cual la fuerza y destreza vampíricas puedan ser puestas a prueba además del factor más importante para todos nosotros, la lealtad.
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Mensaje por Invitado Sáb Nov 12, 2011 5:49 pm

La preocupación consume sus miradas aunque aparentemente demuestren una seriedad inquebrantable en sus rostros antiguos y a la vez jóvenes. Mi memoria viajó milenios atrás, Eliz y Tom recién transformados, a punto de afrontar sus juicios. Entonces eran jóvenes e inexpertos en comparación a quienes eran esas personas sentadas frente a mi presencia. La experiencia los convirtió en verdaderos guerreros, la noche solo era una casa conocida por la transitaban libremente, para ellos no existían sorpresas ni nada inesperado, eran prácticamente indestructibles no por poseer vida eterna, lo eran porque nadie podía hacerles frente en un combate uno a uno o dos a uno, incluso muchos más dependiendo de la raza a la que enfrentaran. Les era mucho más fácil desmembrar a los de nuestra especie, tal vez nadie ajeno a La Camarilla pudiera resistir más de cinco minutos frente a ellos.

Sucedió que como recordaba a mis hijos en sus primeros años de vampiros empecé a preguntarme si sus hijos responderían de la misma forma. Fuerza, agilidad, destreza, estrategia, inteligencia, etc., solo eran los factores base. En el juicio se encontrarían frente a un reto mucho más importante que superar y Eliz y Tom lo habían vivido ya. Sus hermanos de generación habían compartido el mismo destino, todos puestos a prueba en su momento, todos la pasaron satisfactoriamente. Años más tarde lamentamos la muerte de uno dado a una traición, dicho acontecimiento les hizo ser más exigentes con sus amistades y contactos.

La llama de la chimenea crepito, la madera empezó a consumirse, la habitación adquirió una temperatura agradable a nuestros cuerpos siempre fríos. El fuego era un elemento destructor para muchos de los de nuestra raza, un enemigo natural del vampiro aunque irónicamente nuestros cuerpos hubieran sido forjados en los fuegos del infierno. Ese elemento, como muchas cosas en la vida, jugaba del lado ganador y con los años prestaba un servicio diáfano a nuestros fines sin que por ello no tomáramos nuestras precauciones de él. Ardieron naciones, ardieron casas, ardieron cuerpos. La existencia eterna tenía su cuota de sacrificio y para construir era preciso muchas veces destruir.

-¿Estarán sus novatos preparados para destruir?- divague con la mirada fija en las llamas del fuego y la regrese a ambos. Me puse de pie y camine hacia un lado de la habitación observando los retratos de las paredes. Estos solo contenían los rostros de los hijos de Eliz, solemnes, serios, con la mirada de líderes tal cual caracterizaba su clan aunque esta característica proviniera del linaje antiguo que heredaron desde tiempos inmemorables para los mortales. –Id ahora, traed a Zarek, Amanda, Patrick y Lorraine. El tiempo en este caso es un factor, no importante para nosotros pero importante para sus neófitos. Cada uno se encuentra en el tiempo exacto en el que debe ser juzgado, sus vidas se han acomodado a los designios del destino y es ahora que probaran su valor- volteé hacia ellos con el claro gesto de saberme escuchado y que mi pedido seria realizado en cuanto antes.

No respondí a la pregunta de Tom, lo que tuviera que decir en adelante lo diría delante de todos mis hijos pues era relevante para ellos escuchar cómo era obligación para mi comunicarles. Antes que Eliz saliera de la habitación la llamé con la mirada, Tom ya se había ido. –Advierte a Dorian Windsor y a Lucern Ralph si te es posible desde esta misma noche. La oscuridad les ha cubierto, el tiempo está sobre ellos, la muerte ha posado su mirada en sus rostros y, aunque sé que has explotado sus habilidades y los has entrenado bien, recordaras que en la prueba que les espera no encontraran solución en su fuerza o destreza cuando llegué la hora crucial. Ahora ve y vuelve pronto- deje que ella se fuera también a realizar la búsqueda que les pedí a ambos que hicieran. Regresé a la butaca, me senté, la mirada perdida en las llamas del fuego mientras mi mente visitaba los parajes prohibidos de un futuro cercano. Sufrimiento, dolor, desasosiego…eso les esperaba los dos que ya había señalado.

Ω_ _ _ _ _ Ω_ _ _ _ _Ω

Ya hace dos noches que les he envié a buscar a sus hermanos y como esperaba los resultados que me trajeron han sido de los más satisfactorios. Fueron encontrados aquí en Paris, obedeciendo quizá un llamado subconsciente, mis hijos y sus hijos se reunieron en esta ciudad. Caminé como anteayer por esos pasillos elegantes de la residencia de los Windsor, lo extraño es que parecen escapar de mi presencia, no he tenido el placer de encontrarme a alguno de esta familia desde que llegue, en su momento les agradeceré su cortesía por brindar su casa como el centro de encuentro para que pueda reunirme con todos mis hijos.

Los guardias de la noche se apostaron alrededor de la residencia, protegiendo sus intereses y enviados por sus líderes respectivos, los Justicar tienen tareas más importantes de las cuales ocuparse personalmente. Un reloj antiguo dio las once de la noche y me paseaba por la biblioteca de esa gran casa, al parecer sus dueños eran unos ávidos lectores. Deje de revisar un libro de historia, grande mi sorpresa al encontrar en el años y años de generaciones de las mismas personas aunque con diferentes nombres. La perfecta encubierta para que nuestra raza perdurara. Mis hijos se habían encargado de mantener la mascarada durante mi largo sueño y aquel libro de historia, dícese con datos reales hasta la fecha, confirmaba nuestra perfecta organización.

Fue hora de que esperara en un lugar acordado, el mismo salón donde fui conducido la primera noche de mi llegada. Vi que Eliz se encargo que pusieran mas butacas alrededor, ella precavida para la visita que recibiríamos. Entre y me senté en el mismo lugar, a lo mucho espere cuestión de cinco minutos antes de que Eliz, Amanda y Zarek cruzaran por la puerta. Les salude con la mirada en cuento entraron pero permanecí quieto en mi lugar sin decir una palabra, quizá un padre se pondría de pie a recibir a los hijos que hace tanto tiempo no vio pero tenía una razón para aun conservar mi tranquilidad. La razón, o las razones, se presentaron casi diez segundos después, cuando ni bien terminaban de entrar los primeros hicieron su aparición Lorraine, Patrick y Tom.

-Seáis bienvenidos hijos míos, vuelven al encuentro de su pasado para poder tener un futuro- ponerme de pie entonces no se hizo esperar. Me acerqué a cada uno y los salude con profundo afecto reconociendo sus rostros. Vivimos juntos hace milenios, los entrene a cada uno de ellos y los vi crecer, aunque fueran inmortales, la evolución que cada uno tuvo los convirtieron en quienes eran entonces en esa sala. –Tomad asiento, reconózcanse entre ustedes un momento y luego denme su atención porque es breve lo que tengo que decirles y no os quitare toda la noche pues es vital que al salir de aquí cada uno de ustedes prepare a quienes serán juzgados. Creo no anticiparme pues ya estarán al día del porque de mi retorno aunque el juicio sea solo una de las razones- dirigí mi mirada a todos, analizando, concluyendo, juzgando sus reacciones.
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Mensaje por Eliz Aldridge Mar Nov 22, 2011 8:26 pm

Supone que la pregunta de Abaddon es retórica y, aún cuando no sea así, no existe necesidad de responderla. Él llegó para juzgarlos estén listos o no, era tiempo, él así lo decidió. Con un asentimiento de su rostro, una mirada incuestionablemente férrea y una sonrisa ¿Tranquila?, acabada la reunión Eliz sale por la puerta principal con un aire de grandeza. Pavonean sus caderas como si de cualquier otra cosa se tratase, no puede evitarlo, ella es así… Su derroche de sensualidad, el aporte de su belleza, aún cuando los océanos se extingan y en los desiertos la fertilidad abunde, esa hembra no perdería jamás su feminidad. Afuera el viento azota con desdén las murallas de la residencia, trata de derrumbarlas para que el aquelarre se vea desprotegido, ¡Infame ignorancia! Los centinelas se mantienen alerta ante cualquier movimiento y la noche comienza a morir en brazos del tiempo. ¿Dónde estarán esos seres nocturnos que, con su perfección, han desencadenado grandes desastres a lo largo de la historia? ¿Por dónde comenzar? No importa la distancia que se debe recorrer, porque ni el abismo del infierno impediría que esa noche Eliz encontrase a sus hermanos. Puede escuchar sus nombres mientras las ráfagas de aire se agazapan en sus oídos. El caballo relincha, su trote irrumpe la melodía del estridente silencio y la fémina se refugia en las penumbras de la nada.

Detrás de las puertas del inframundo, los secretos no se pueden esconder y, sin importar que tan tenue sea el murmullo, en los oídos del sordo no es una opción perecer. Los rumores corrieron rápido, la llegada de Abaddon causó conmoción en aquellos que conocen su historia como el mito de la creación, para quienes lo ignoran es sólo una leyenda más… Una de tantas que prefieren ignorar. Para ellos, no fue así. Encontrarlos no fue una tarea sencilla, pero tampoco algo imposible de realizar, la sangre llama y casualmente se encontraban pisando la misma tierra que Elizabeth, sólo faltó enviar una misiva hasta sus aposentos, tan sólo una simple carta con una dirección y un nombre. Amanda y Zarek decodificarían el significado. La plaza Tertre sería el escenario perfecto para encontrarse con ellos sin levantar sospechas, era común que los parisinos se reunieran allí para pasear con viejos amigos, recordar el pasado, aludir al presente y esquivar los juegos del futuro. Se podía ver a los niños correr de un lado a otro disfrutando de su tierna vida, sin preocupaciones, sin ningún temor porque sus padres estaban allí, acompañándolos… Al observar esto, fue imposible detener la sonrisa amarga en los labios de Eliz, su infancia fue un reverendo asco y en su inmortalidad encontraría la imagen de un padre poco ortodoxo pero que igual la amaría con toda el alma. Espera impaciente, sobre una banca de fierro, la llegada de sus hermanos. Tratando de rememorizar como los humanos, la primera vez que se conocieron y la larga familiaridad que tendrían durante la eternidad; divisa en las lejanías una llamarada de fuego tan sagaz y mortífero como las alas del fénix. Amanda.

A su paso, las hojas secas de los árboles parecen reverenciar su belleza, las estrellas tienen envidia de lo radiante de su piel, la luna se oculta celosa tras las nubes, los relámpagos quisieran destruirla, pero es evidente que toda la perfección custodiada en la caja de Pandora, se escapó para llegar hasta ella, es una mujer mortífera de mirada asesina que debilita con tan sólo una de sus sonrisas. Eliz así la describe, como la musa que extravió el artista en las entrañas de un laberinto fantasioso, porque decir que Amanda es una Diosa es una ofensa para la vampiresa. ¿Cómo se puede describir lo que la pelirroja es para Elizabeth? ¿Su amiga? ¿Su hermana? ¿Su confidente? Eso y más, Amanda resulta ser alguien que no sólo ha excavado hasta encontrar el féretro del corazón de Eliz, sino que también lo ha vestido con su propia sangre para darle un poco de vida. Sí, la morena ha entregado la custodia más valiosa a la chica de fuego. - ¡Amanda! – Exclama al verla aproximarse entre la muchedumbre que les rodea y se pone de pie para recibirla. – El tiempo continúa siendo más que un aliado para ti – Desvía la mirada hasta los ojos de los caballeros presentes. Sí, cualquiera notaría la diferencia entre la pelirroja y las mujeres de Paris – Ya añoraba nuestro encuentro – Sonríe con cierta dificultad. ¿Un abrazo? ¿Un beso en la mejilla? ¿Algo? A Elizabeth aún le cuesta un poco de trabajo mostrar su sentimentalismo, es verdad que con Amanda siempre ha sido diferente pero después de tanto tiempo las cosas no suelen ser las mismas, ojalá y se equivoque.

La plaza ahora se galardona con la presencia femenina, pudo haberse marchado en cuanto su pelirroja llegó, sin embargo, hacía falta alguien más. Esperó pacientemente a que su acompañante tomara lugar en la banca, trató de romper el silencio esparcido entre ellas pero fue en vano ¿Qué iba a decir? ¿Suerte con los neófitos que hayas elegido? La tensión dificultaba un poco la conversación, entonces agradeció al infierno que le enviará a ese demonio desde las entrañas del abismo Zarek. Y las rameras se colocaban a sus pies, ajustando su busto, sonriendo con esa coquetería imprudente e incluso blasfema. Repugnante. A él no podía interesarle ninguna de ellas. Esta vez la sonrisa de la morena fue con picardía. Aunque él fuese el ermitaño de toda la familia, es el deber de Elizabeth el conocerlo. Con Zarek no habría problema alguno. Mantiene su distancia poniéndose de pie, con una única mirada le indica a la pelirroja que ahora podían marcharse. Espera un par de segundos más a que él termine de andar entre todos esos acosos de las hembras. Alguien como él, jamás pasa desapercibido en una ciudad como esta. – Di Sforza, Justo a tiempo – Se limita a saludar con una reverencia diplomática. – Bien, no lo hagamos esperar – No cuestionó, ni siquiera menciono la razón por la cual los había reunido allí, porque supuso que esa nota sería más que suficiente y así debía hacer. Dio media vuelta y comenzó el camino hasta el carruaje que los llevaría a donde él. Abaddon.

Al llegar a la mansión Windsor se encarga de que la sigan hasta la habitación que resguardaba la presencia de su señor. Se detuvo en el umbral de la puerta, como buena anfitriona les cede el paso con su mano derecha y detrás de ellos se adentra. Su insólita presencia es bastante perturbadora para quienes estarán a prueba, incluso para ella misma. Les ofrece asiento, Elizabeth no se sienta porque espera a que los demás lleguen. Ella se tiene que mover entre los espacios vacíos y prever que la reunión sea lo más amena posible. No pasó mucho tiempo antes de ver llegar a los demás, ¿rostros nuevos? Quizá. La fémina los observa de arriba hacia abajo, no con desdén, tampoco tratando de hacerlos sentir incómodos. Lo que pasa es que ella está memorizando, capturando cada una de sus facciones y los elementos que los conforman. Belleza, porte, perfección. Sonríe confiada, está en familia. Asegurándose que no quede nadie de pie, es cuando dispone su lugar en una de las sillas frente a Abaddon. Asiente con la cabeza una única vez y da la pauta para que él comience a hablar. Sus palabras son sencillas, como siempre. Se queda en silencio y al término de su discurso habla - ¿Cuándo ocurrirá? – Cuestiona refiriéndose a la noche en la cual la mira de Abaddon caerá sobre sus hijos. ¿Cuál sería la prueba? Si es una batalla ¿En contra de quién? ¿Será a muerte? ¿Influirán los sentimientos? ¿Habría segundas oportunidades? Ella pasó por todo eso, pero la prueba que Abaddon ejerce sobre la familia no siempre es la misma y es adaptada para cada pensamiento ilustre de los herederos. Es allí donde entra el temor de Elizabeth, porque si uno de sus neófitos fracasa, tendría que asesinarlos con sus propias manos ¿Cómo no involucrarse sentimentalmente si ha vivido el tiempo suficiente con ellos como para conocerlos?
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Mensaje por Invitado Lun Nov 28, 2011 10:03 am

Todo comenzó con una carta. Apenas una breve misiva con letras escritas de manera perfecta, siguiendo la estela de una caligrafía que respondía a los cánones de otro tiempo más que del momento en el que me encontraba, pero que desde el momento en el que cayó en mis manos supe que lo iba a cambiar todo de manera significativa por mucho que el contenido visible fuera apenas de apenas importancia: nada más lejos de la realidad. La llegada de aquel mensaje no fue, sin embargo, un hecho aislado. Fue la última gota de arena que conformó la montaña previa a que fuera necesaria una actuación por mi parte, la última parte de un cúmulo de circunstancias que hacía obligatoria la expectativa de que algo grande sucedería, la consecuencia lógica de los hechos acaecidos en los últimos tiempos... Algo, incluso, que era de esperarse tras la decisión última que había tomado hacía ya algún tiempo capaz de cambiar en algo las cosas y de alterar la tranquilidad que mi propio y voluntario alejamiento de la cuna del vampirismo: elegir a un neófito. Aquella decisión no la había tomado a la ligera, ni mucho menos, sino que había sido fruto de muchos pensamientos dedicados a ese tema, de mucho convencimiento por la labia de quien sería mi hijo de sangre pese a no haber tenido descendencia en vida y sobre todo del tiempo, el que había transcurrido desde conocerlo hasta aniquilar su vida humana, dando paso a la no humana, pero finalmente lo que había aguardado durante tanto había sucedido y había puesto en movimiento los engranajes del mecanismo que tendría alguna consecuencia, como todo lo tenía, y que había terminado con la misiva.

Intuía de qué se trataba en cuanto el sirviente la trajo a mis aposentos, pero no estuve segura hasta que no la hube abierto. El juego de la muerte había dado comienzo; la sensación de familiaridad de los últimos tiempos tenía una lógica explicación visible en el contenido que escondían aquellas palabras tan sabiamente escogidas para esconderlo de ojos no discretos; los rumores, por fin, abandonarían el sendero de lo legendario para convertirse en algo real: Abaddon había vuelto a París. Era más una intuición que una certeza, en realidad, pero resultaba tan real en mi interior, deslizándose por mis venas con una fuerza tal que me resultaba imposible dudar de su certeza, de su entidad, de su realidad: tenía que serlo. Era lo único que tenía sentido suficiente para justificar la sensación que corría por mi interior, difícil de describir; era la pieza que faltaba del rompecabezas en el que todos estábamos inmersos como su dibujo, uno que él controlaba y al que nos había convocado por fin. Era lo único que podía explicar la apabullante sensación de familiaridad que se hizo en mí cuando, con la carta en la mano, dejé a la vista su contenido, apenas unas palabras que podían no significar nada o podían significarlo todo, optándose por la segunda opción en aquel caso. Él había vuelto... y no lo había hecho solo.

El aroma de la carta, no totalmente perceptible pero sí para quien prestara atención, sólo podía pertenecer a una... ¿persona? A un ser, sin ir más lejos, y aquella cita significaba que ella iba a ser la intermediaria entre Abaddon y sus creaciones, porque después de todo el tiempo que había transcurrido no sería sólo yo a quien mandaría llamar, no... Sería a todos, sangre de su sangre, hijos de la muerte que recorría sus entrañas, parte vida y parte destrucción pero con un factor común encarnado en nuestro patriarca que nos unía en todas nuestras diferencias, tan grandes que incluso podía enmarcársenos dentro de diferentes clanes, cada uno con sus normas, cada uno con sus preferencias, cada uno con sus particularidades, pero siempre unidos bajo la estela de aquel que había hecho posible su existencia, el vampiro de los vampiros: Abaddon. Incluso su propio nombre, sólo pensado, lograba llenar la mente de incertidumbre; más aún si, como yo lo había hecho en un murmullo, se pronunciaba en voz alta. Abaddon. Un hechizo que prometía sombras, misterio, oscuridad, poder; un cántico que se entonaba desde el principio de los tiempos y que pronto alcanzaría su clímax, su punto álgido en el que la mayor importancia recaería sobre él en un reencuentro con sus criaturas que favorecería conocer a las nuevas, las creaciones de sus creaciones, una generación ya lejana a la suya pero que bebía directamente de los frutos cultivados por él con sangre, siempre gracias a la sustancia carmesí alrededor de la que surgía la vida... y también se esfumaba, caprichosa y volátil, con el gesto adecuado puesto en marcha.

Era consciente de que a aquellas alturas las cartas habían sido puestas sobre la mesa y no había nada más que demostrar ante él, el creador que me había devuelto la vida tras arrebatármela, el único padre que me había quedado al eliminar al mío propio para superar su prueba y mostrarme digna de ser considerada una de sus creaciones, pero la expectativa el encuentro, la misma que durante el tiempo siguiente a recibir la misiva aumentó en mi interior, impedía que la racionalidad fuera absoluta y total en mi mente. No podía pretender que todas mis actitudes fueran lógicas, no cuando ni siquiera solían serlo, pero en aquellas horas que eran víspera a mi reencuentro con mis hermanos y mi maestro parecía que aquel componente irracional se acentuaba todavía más, llegando hasta puntos insospechados por mí hasta que no los hube vivido. De entre ellos, el más destacado cupo ser mi decisión de no alimentarme el mismo día que iba a producirse la reunión a la que ella tendría que escoltarme, por lo que la jornada anterior fue una de muerte en la que la ración de sangre ingerida por mi parte duplicó a la que solía ser habitual, sólo por si acaso... y porque mi sed había aumentado por la expectativa del encuentro que en apenas horas tendría lugar... Y las conté casi con nervios hasta que llegaron, la luna se alzó en el cielo y la noche llegó.

Nada parecía suficiente para prepararse ante semejante hito, que sólo ocurría una vez cada varios siglos; nada parecía, tampoco, lo suficientemente bueno para ser digno de la presencia de Abaddon, aunque apenas importaba porque él juzgaba las capacidades, no tanto los aspectos exteriores de quienes había elegido y aceptado bajo su seno. Eso no evitaba que, aún así, quisiera mostrar mi mejor cara, que él se sintiera orgulloso de mí y de mi elección como el sire que era, mi pater en la muerte, simplemente Abaddon, con aquel nombre que significaba tanto para todos como lo hacía. Mi aspecto, por tanto, era impecable, no como correspondía a la época sino con tintes romanos, imperiales, del tiempo al que había pertenecido y del que él me había extraído para llevarlo por bandera durante toda la eternidad que estaba destinada a vivir. Los rizos rebeldes estaban recogidos en la nuca, la mirada parecía más intensa que nunca, las vestimentas estaban en su lugar: todo en orden, todo preámbulo innecesario para lo que vendría a continuación en aquel flujo temporal que parecía transcurrir demasiado despacio hasta su desembocadura en el mar de los acontecimientos que parecían inevitables... porque así lo eran.

Un carruaje me condujo hasta el barrio de Montmartre, donde me bajó para dejarme el camino libre, a mi antojo, por entre las callejuelas sinuosas y ascendentes hasta la plaza donde todo tendría lugar: la place du Tertre, cuna de movimientos humanos que parecían ignorantes del encuentro que sucedería a continuación, uno que se vio anunciado en cuanto, tras atravesar el umbral que separaba las callejas de la gran superficie, la vi. Eliz parecía brillar con luz propia aquella noche, con sus ojos azules tan rasgados y misteriosos deslumbrando con una intensidad mayor que la de la luna oculta bajo las nubes y ese rostro de porcelana que le pertenecía a aquella que, sin mayores dudas, podía considerar más que mi mejor amiga o mi consejera: mi hermana de sangre, aunque no hubiera tenido ninguna en vida. Ella había sabido hacerse con mi lealtad irracional, con un sentimiento de agradecimiento que era capaz de igualar a los más importantes para mí; ella era casi una extensión de mí, alguien unida a mi propia psique con un hilo inquebrantable y fuerte como el que más, a ella le debía lealtad y era a quien, en aquel instante, tanto me alegré de ver, primero levantándose de donde estaba y después recibiéndome en aquel espacio que su propia presencia delimitaba.
– Es un auténtico privilegio volver a verte después de tanto tiempo, Eliz. Sobra decir que añoraba volver a verte. – repliqué a su saludo, con una amplia sonrisa reservada sólo a aquella gente digna de mi confianza, como lo era ella, y sumergiéndonos ambas en la quietud de la plaza Tertre.

No cabían palabras en aquella situación. No habría sabido qué decirle después de tantos siglos sin verla pero que no habían estropeado, ¡al contrario!, nuestra relación. Un ¿qué tal va todo? estaría fuera de lugar; un ¿cómo estás? cuando resultaba obvio por su aspecto radiante que bien sobraría; un ¿qué nos aguarda cuando lleguemos? sería muestra de una impaciencia que estaba totalmente fuera de lugar y ante la cual sólo quedaba la espera en la muda compañía de Elizabeth Aldridge, que parecía aguardar a alguien... alguien que pronto llegó. Zarek Di Sforza me era más conocido por las habladurías de la ciudad de París que por haberlo conocido en profundidad, si bien habíamos coincidido en alguna ocasión y en su interior latía con fuerza la misma vida de que latía en el mío, herencia de nuestro común creador... a quien pronto veríamos. Las palabras no salieron de mis labios, sino que fueron sustituidas por mi mirada, incansable, examinándolo todo a nuestro alrededor y en especial el intercambio de palabras entre mi hermana de sangre y él, otro de ellos pero con quien tenía una relación menos estrecha, menos fuerte, menos profunda: apenas de conocidos, pero con el tinte familiar que me conduciría, dada la situación, a protegerlo. Carne de mi carne, sangre de mi sangre, cenizas de mis cenizas, de las que el fénix renace antes de alzar el vuelo en una nueva vida que comenzaría aquella noche, que lo hizo cuando nos pusimos, los tres, en camino en dirección hacia la mansión Windsor donde sabía que él nos aguardaba a todas sus criaturas...

Y el momento llegó. Sin hacer caso del resto de lujosamente decoradas habitaciones, fuimos conducidos a una que casi nos gritaba para que nos acercáramos sin alzar la voz lo más mínimo, una que imponía fuerza, respeto, antigüedad... Una que lo contenía a él. Abaddon se hizo presente ante nosotros, igual que como cuando nos había salvado y regalado la nueva vida, por primera vez en muchas lunas y amaneceres que se habían sucedido desde entonces: su regreso era como la pieza clave que pondría en marcha la cadena de acontecimientos a los que todos sus hijos, por igual, estábamos sometidos: el juicio de nuestros neófitos. Había avisado a Nigel sobre eso; le había puesto en situación sobre lo que acontecería para ganarse el respeto y aprobación de Abaddon en un prueba que no lo juzgaba sólo a él sino también a mí, cómodamente sentada en la silla que nos había ofrecido para esperar a que todos llegáramos, mas no podía hacer más por él, ya que llegado el momento de la verdad estaría solo para demostrar su valía, esa que yo había visto en él y que me había empujado a transformarlo como lo había hecho para transformarlo en algo como lo que tanto yo como los restantes, incluidos los que no estaban presentes, éramos. Sólo cuando los hasta aquel momento ausentes hicieron acto de presencia vino el momento de los correctos saludos personalizados, que avanzaron de aquella primera mirada de reconocimiento que nos había dedicado a nuestra entrada a la sala a otra mejor, una que revelaba su naturaleza de padre de aquellas criaturas dependientes de él en aquel respecto aún mejor que cualquier otra cosa... Como él, en su posición, era capaz de llevar a cabo. Tras sus palabras, las de Eliz poblaron el ambiente y mi mirada bailó primero alrededor de los presentes, después de ella y finalmente a los ojos de mi pater, reforzando la pregunta de mi hermana y queriendo saber la fecha... para la que quería estar presente, ¿cómo no tratándose de mi neófito? Incluso aunque no pudiera estarlo, me enteraría del resultado final porque no sólo estaba en juego Nigel, sino también yo... y si él caía, lo hacíamos ambos. Mi mente, no obstante, permanecía lejana al juicio porque sólo estaba centrada en él; parecía gritar un adelante, pater... todos escuchamos, que revelaba claras mis intenciones de mantenerme leal a él, por y para siempre, tal y como era de esperar de mí en esas circunstancias.
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Mensaje por Invitado Miér Nov 30, 2011 6:39 pm

Las noches son más oscuras de lo normal, su regreso es inminente, de una extraña forma siento su presencia cercana como antaño y las sombras cubren todo Paris. Me encontraba parado frente a la ventana de aquella lujosa habitación de hotel, aún no estaba seguro de querer tener una propiedad en aquella ciudad que durante los últimos veces había visitado varias veces. Si fuera a mi decisión raras veces me vería fuera de Sicilia porque ya había conocido todas aquellas tierras y no ofrecían novedades para mi más que la gente que moría generación tras generación mientras los de mi raza perdurábamos siempre observando en la misma forma en la que yo lo estaba haciendo entonces cuando uno de mis guardias interrumpió el silencio diáfano y se disculpo al darse cuenta que me sacaba de una especie de trance.

Dejo una carta sobre la mesa y se retiro, sabía que no era una carta como las que últimamente habían llegado, era una carta especial cuya caligrafía reconocí al instante. La misma caligrafía dibujaba en el interior un par de palabras que englobaban un cambio tan grande para muchos que con la sola mención de su nombre podría temblar la tierra bajo nuestros pies. Solo bastaba una seña suya para construir o destruir, para dar vida o para eliminarla, para juzgar. Dedique la carta al fuego solemne de la chimenea de la habitación y mientras el papel se consumía en la brasa recordé más de cuatro mil años en solo segundos. Los rostros de todos pero sobre todo el de él. La primera vez que lo vi estaba seguro de que moriría y así fue. Viví con aquel padre, maestro, ¿dios?, y con mis hermanos elegidos por él. Miles de años desde que de nosotros dio frutos su linaje vampírico, antes que existieran todos los imperios que en la actualidad se alzaban en Europa.

Una fecha fijada, una hora fijada, un encuentro al que estaba obligado a asistir. La sensación de alegría y temor se mesclo de un momento a otro, alegría por vernos reunidos una vez más y temor por lo que su llegada anunciaba para todos. Eliz me citaba en la plaza central de Paris, como era de esperar tuve que ir vestido de civil al lugar para no levantar sospechas y solo un par de mis guardias me acompañaron hasta que deje el carruaje, desde allí el camino se delineaba solo para mí. Cruce la plaza y en el trayecto se presentaron algunas señoritas con ofertas comerciales sobre su cuerpo a las que decline respetuosamente. Entonces sentí una mirada conocida y al levantar la vista la vi, Eliz. La primera vez que la había visto pensé que era la mujer más hermosa que conociera, aun seguía siendo así físicamente aunque su mirada revelara la experiencia acumulada en esos miles de años. A su lado, una figura fina y escultural como ella sola, Amanda, despidiendo de su piel esa atracción cual fuerza de imán, todas las miradas se volcaban sobre ellas dos y la mía también aunque quizá por una razón diferente, hasta entonces no me había dado cuenta que no las veía hace mucho y que de alguna forma sus presencias se volvieron agradables a mi vista.

Rápidamente les salude sin mucho protocolo por una sencilla razón, llamábamos demasiado la atención, era necesario partir en cuanto antes pues no se ve muchas veces a tres vampiros reunidos a vista libre de todos los mortales, diferente seria si nos encontráramos en un lugar destinado a los de nuestra raza como dentro de poco lo estaríamos. Subimos a un carruaje e irónicamente, cuando quizá debíamos expresar el placer de volvernos a ver, no dijimos ni una palabra durante todo el camino. Supuse que ellas se encontraban tan enfrascadas en lo suyo como yo y que les recorría la misma preocupación que a mí. Llegamos a una residencia majestuosa, supe después de entrar que se trataba de la residencia de cierto monarca a quien conociera solo unas noches atrás en el Palacio Royal.

Fuimos conducidos por interminables pasillos y note que los guardias estaban regados por todas partes, en cada esquina, en el interior y en el exterior sus figuras dibujaban sombras alargadas como si fueran pilares. Minutos después una puerta se abrió sin producir ni el más mínimo chirrido. Eliz nos invitó a entrar y una vez puse el primer pie en esa habitación sentí su presencia indisoluble. Abaddon parado allí tal cual como lo recordaba, el padre afectuoso y a la vez estricto, un padre y un demonio a la vez, el mal encarnado siendo para sus hijos el mayor bien, tal ambigüedad era posible solo para su existencia. No hubo tiempo de demostrar ninguna emoción ya que casi detrás de nuestros pasos hicieron su ingreso Tom, Patrick y Lorraine. Allí estábamos los seis líderes de los clanes que conformaban La Camarilla pero, aun mas importante, los seis elegidos de Abaddon. El nos saludo, yo miraba a los rostros de todos ellos, recordando tantas vivencias y años compartidos. Finalmente se hizo el silencio y nos sentamos en lugares que al parecer fueron acomodados para la ocasión.

Su mirada traspasaba nuestras mentes, lo sabía todo, como siempre lo supo y no era necesario contarle nada porque él se adelantaría a relatar lo que quisiéramos decir. Siempre lo había admirado encontrándolo tan ubicuo y poderoso como los dioses que antaño se adoraban en la antigüedad aunque incluso él fuera anterior a esos mismos dioses. También se encontraban allí todas aquellas personas a quienes también admiraba por motivos diferentes, cada uno provisto de una particularidad, por ello mismo habían sido escogidos al igual que yo. El fuego de una chimenea titilaba, danzante, quizá nuestros corazones estarían en ese mismo alboroto de no haber dejado de latir pero estaba claro que nuestras mentes tejían enredaderas más profusas que aquel fuego.

No tardó en surgir la pregunta que de la que todos esperábamos respuesta, cuando. Sabíamos para que estuviéramos reunidos, antes de su largo sueño Abaddon nos dejo conscientes de que debíamos preparar a nuestros elegidos para el juicio y su llegada significaba que el tiempo del juicio había llegado. En el pasado el juicio fue aplicado a nosotros, tuvimos que probarle que éramos dignos merecedores de su linaje y con orgullo todos los elegidos pasamos la prueba que se nos puso enfrente. Ahora la prueba seria para la nueva generación, los elegidos por nosotros. En mi caso me encontraba especialmente preocupado ya que mi hermano a quien cuidara desde que éramos mortales, sería juzgado. El fracaso de nuestros neófitos era considerado como un fracaso para sus sires ya que significaba que no les habíamos enseñado bien.

Expectante me limite a asentir con la cabeza cuando Eliz lanzo la pregunta, daba a entender que quería saber lo mismo, estar al tanto, prepararme y preparar a mis neófitos, para cuando llegara la hora. No podía intervenir, lo tenía muy claro, pero por lo menos podía acompañarlos hasta que llegara la hora y esperar que salieran con vida para olvidar esa angustia por la eternidad ya que una vez vencida la prueba La Camarilla acogía a sus neófitos hasta la eternidad que duraba cada existencia. Allí, como hermanos, todos compartíamos lazos fraternales pero quizá en algún momento, consciente o inconscientemente, deseáramos ser el mejor ante él y demostrar que nuestros elegidos también eran los mejores entre todos. Sabía que Eliz y Tom presentarían a sus hijos bien entrenados, sabía que Amanda se había tardado miles de años hasta encontrar a su elegido por lo que debía ser excepcional, sabía que los neófitos de Patrick heredaron la misma locura que él y también sabia que mis neófitos eran fuertes, de modo que todos estábamos seguros de salir victoriosos si lo pensábamos emocionalmente pero la realidad solo se presentaría ante los ojos de él y entonces seguramente rogaríamos por no haber estado equivocados. -Sire, ¿nos dira quienes iran primero?- pregunte finalmente mirandolo con el mismo respeto de siempre.
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Mensaje por Invitado Sáb Dic 10, 2011 1:30 pm

TOM

Abaddon me ordena encontrar a dos de los líderes de los clanes que componen La Camarilla. Es excesivamente fácil y para mi aburrimiento encontrar a Patrick resulta predecible para mí. El se encuentra siempre cerca de donde yo estoy, aguardando el momento de despertar a la locura de su mente para mostrar esa cara que aunque igual a la mía es en muchos sentidos diferente. La cordura enfrentada a la locura, ambos dominábamos esos planos respectivamente y por ello éramos prácticamente invencibles. Dos palabras bastan para que sepa que el Sire ha regresado, nos convoca a todos ante su presencia y como sus hijos que somos hemos de responder a su llamado. Su sombra se pierde después de recibir la información y solo me queda una persona más por encontrar.

La condesa Von Fanel, no precisamente mi hermana de generación pero si descendiente de Némesis quien fuera una vez un hermano de sangre con quien compartiera mi entrenamiento. Ella que vengo su muerte por cuenta propia se gana un lugar entre aquellos que lideramos los clanes, ella hereda el puesto de su sire y al mismo tiempo demuestra su lealtad ante todos a partir del acto de llevarnos la cabeza del traidor que se atrevió a emboscar a Némesis. Su clan, en semejanza con el mío, construye guerreros de élite aunque los de ella se desarrollan plenamente en el campo de batalla como los mejores espías para La Camarilla. Por esta razón puedo encontrarla tanto en una corte real como en un barrio pobre, donde el rastro la conduzca.

Para mi sorpresa no la encuentro lejos, está en Paris y se pasa las noches rodeada de los lujos que podemos permitirnos después de tantos años de existir, pero algo mas, ella parece congeniar con uno de los de la tercera generación. Cuando la encontré estaba en compañía de este vástago y tuve que esperar el momento propicio para acercarme y hablarle a solas.

“Escucha el llamado Von Fannel, cuando el sol se ponga tres veces será la hora. Donde los de tu tierra son bienvenidos preséntate y no demores porque el lugar de aquel que vengaste se te será otorgado”

Me retiro y espero a que pasen las tres noches para ubicarme en la planta baja del Palacio Royal y recibir a aquellos dos seres de la noche. La guardia estaba dispuesta en la residencia Windsor tal como lo había ordenado horas antes, no era necesario que me ocupe personalmente de ese tema al tener a todos mis arcontes en el recinto cuidando de que mis instrucciones se cumplan. Cuando Lorraine y Patrick llegaron subimos a un carruaje y fuimos conducidos a la mansión Windsor, lugar donde nos esperaba el encuentro con el padre de todos, Abaddon.

Una vez allí descendemos del carruaje y los dos líderes siguen mis pasos después de que todas las puertas se abren al ser reconocidos. Patrick, padre de dos de los ‘destructores’ de La Camarilla se notaba especialmente divertido, eso no podía significar nada bueno para mí personalmente. Lorraine, descendiente e hija de aquellos que se encargan de limpiar nuestros territorios de los traidores, no era muy diferente a quien tenía al lado. Ambos tenían métodos cuestionables para aplicar la ley bajo la que nos regíamos. Tanto Patrick como Lorraine eran aficionados a la destrucción total, pensamiento que compartían, pero a diferencia de ellos no me pasaba horas torturando a los sentenciados. Ellos prácticamente disfrutaban de la agonía y se complacían en ella, de formas diferentes, pero con el mismo fin.

“Sellen todas las puertas después de que entremos, nadie más puede entrar en esta casa ni salir hasta que hayamos terminado con la excepción de los Windsor”

Mis órdenes eran claras, los guardias obedecieron y a medida que pasábamos las puertas se cerraban. Llegamos a la sala donde la reunión se desarrollaría, en el interior ya se encontraban Eliz, Amanda y Zarek, al parecer llegaron solo segundos antes que nosotros. La última puerta, la de esa sala, se cerró fuertemente después de que entramos, entonces Abaddon hablo y todos nos reconocimos después de largos años de distanciamiento. Amanda lucia dotada de la hermosura particular que poseían los de su clan, Zarek continuaba tan inalterable como lo recordaba, quizá no muchas cosas cambiaron o quizá sí, solo en los juicios sabríamos que tanto había avanzado cada uno de nosotros en esos años pues se vería reflejado en nuestros neófitos. Eliz y Zarek se adelantan a hablar, yo no digo nada, solo espero, observo y saco deducciones. No temo por mis hijos, sé que sobrevivirán de la misma forma en la que yo lo hice.


________________________

PATRICK

Ruedan discretamente y tuercen miradas por aquí y por allá. Iris de colores, ojos desorbitados, extraídos de los inmortales que una vez considere animales. Cuelgan de las paredes los intestinos, en el centro de la habitación tengo a la hija de las putas abierta desde la garganta hasta el vientre y sus órganos forman parte del decorado donde los gusanos se bañan de colores pasteles y de olores armoniosos. Toc, toc, toc, la puerta, toc, toc, toc, la insistencia, el chirrido, el sirviente que entra sin que le haya dicho que podía entrar, la cabeza que cae rodando junto a los ojos después de que un arma blanca fuera disparada en su dirección. El corte fino, impecable, perfecto. Tom entra con su porte de caballero salido de un elegante palacio y se acerca, contempla y reprueba los charcos de sangre alrededor y la decoración que a mí me ha dado la gana tener.

“El señor importante se presenta y postra a los pies de otro señor mas importante”

Me río en su cara, frente a su seriedad, ante su rigidez, ante su postura militar. Somos iguales y diferentes y también somos diferentes e iguales, solo un estúpido no lo entendería. Como quien quiere tenernos a los dos en el mismo lugar, dichoso el cadáver que presencia aquel encuentro, nunca los dos Stark están en el mismo lugar a menos que sea absolutamente necesario, podríamos matarnos o matar a todo el mundo primero y luego matarnos solo por deleitar al dios de la guerra, o sea a mí, o sea a él, pero tú no, tu solo eres un renacuajo que se atreve a leer estas líneas y por ellos morirás algún día.

“¿Se puede saber que garabateas?”

Dejo caer a un lado el libro y el dedo que me sirve de pluma. Su pregunta me ha interrumpido, su pregunta me fastidia, su presencia me fastidia y esa solemne actitud me fastidia también porque quiere controlarlo todo cuando sabe que no puede controlarme a mí a menos que reencarne en el mismísimo Abaddon. Solo el Sire puede apaciguar a la bestia porque el Sire me delega la más encantadora de las tareas, el mejor de los trabajos, el deleite de los deleites. Tom es el Verdugo de Abaddon, lleva al maldito mal parido que se haya buscando el destino a la guillotina pero yo, yo me divierto mas, yo soy el carnicero de Abaddon. Me manda a aquellos hombres fuertes y mujeres arpías que se resisten a hablar para que haga que griten como niñas ellos y como puercos ellas. Les saco las uñas, los ojos, los labios, las orejas, el cuero cabelludo, los órganos sexuales y voila, una obra de arte con cortes finos y precisos que solo un profesional puede hacer.

“¿Qué quieres, hace falta carne…? – Interrumpe mi risa burlona- ¿Tengo un buen filete si es que alguien de la familia ha invitado a cenar a un mortal, realeza para la realeza, acabo de cercenarla”

“Abaddon está en la ciudad, ha convocado al consejo familiar. Asegúrate de asistir dentro de dos noches al Palacio Royal”

Y se va sin despedirse, sin un abrazo fraternal, sin llevar la cena. ¿Dijo Abaddon?, el Sire está de vuelta y eso solo promete una cosa, más dicha para mí, no tendré que esconderme más raptando solo a los que considere de vana existencia para decorar mis paredes. Abaddon está en Paris y estoy seguro de que mis tareas volverán a ser las de antes, el señala, yo rebano. Voy a la habitación continua, mi morada es especial y lejana, lastimosamente no podre conservarla porque ya me aburrí de ella tendré que quemarla. Entro al cuarto de los manjares, allí las cabezas humanas adornan mis paredes y escojo las que más me han gustado porque me las llevare a mi próximo destino, la ciudad de Paris, es hora de dejar la frontera. No me tardo nada en empacar, la casa se vuelve ceniza y acompañan a las brasas mis alentadoras risas.

Llego a Paris y al Palacio Royal, conozco la ciudad, a veces solía encontrarme en la urbe con mis chiquillos para causar algunos estragos leves para no romper con nuestras propias reglas pero eso sí, cuando aparecía alguien que quería meterse en el rastro de nuestro clan sí que nos divertíamos descuartizando a los pobres diablos. Volvería a las andadas pero primero la reunión y que mas, si ya esta Tom esperando con una mujer a la que recordé en el momento en el que la vi. Lorraine, la zorra astuta de La Camarilla, la tendría en un pedestal vestida de virgen desnuda pero no quería meterme a su nido, lugar donde los traidores caían y ninguno salía con vida. Era letal y entre dos vástagos como nosotros podíamos causar grandes desastres por lo que nuestros caminos solían terminar separados para equilibrar las fuerzas.

En carruaje hasta la mansión Windsor, lugar que conozco bien por ser mi creación el menor de los allí habitantes. Aidan y Darren solían estar juntos por ser de familias unidas, me preguntaba si los vería aquella noche después de la reunión para comunicarles el regreso del Sire, sabía que la idea les iba a entretener, en el juicio solo podían hacer lo que ellos mejor sabían, destruir. Era evidente que ese llamado obedecía a aquel evento tan ansiado por los de mi clan. Entramos a una habitación que no conocía y allí, mi sorpresa, están ya todos pero el más importante al medio, el Sire. Sus palabras hacen eco en mi cabeza, vuelvo a tener un impulso para preparar mis armas oxidadas, su sola presencia inspira.

Sonrió de oreja a oreja, es que acabo de ver a Eliz, esa mujer cuyo segundo nombre es pecado. A su lado esta Amanda, la vanidosa de la familia y no es para poco, los de su clan se supone son los ‘buscadores de la belleza’ aunque su encanto es tan letal como el de una flor carnívora. Le sigue Zarek, él y mi hermano son tan bien portados que me sorprende no encontrar una aureola arriba de su cabeza. Y los últimos tres allá estamos, al lado de ellos frente al Sire improvisando un círculo y tomando cada uno su lugar en el consejo familiar. Se ven serios, demasiado para mi gusto, de verdad les preocupa en famoso juicio. Todo estaba echado al azar, ni me molestaría en analizar sus fuerzas, sabía que las caras angelicales de la mitad de los presentes eran en realidad demonios que solo buscaban ganar y llevarse la gloria para cada clan. Cada uno quería que sus chiquillos resultaran ganadores y yo era el único que quizá no lo quería y era así porque ya era un hecho, Darren y Aidan desde que nacieron como Malkavian, solo podrían encontrar frente en la locura misma y ninguno de mis hermanos poseía ese atributo.
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Mensaje por Hela Von Fanel Miér Dic 14, 2011 11:46 pm

El disfraz del tiempo se queda instalado en la eternidad de su cuerpo y en la silueta de su belleza; testigo son esas pupilas que le acechan desde lo recóndito en las ciudades, los bosques, las lejanías y los ríos en esta tierra. Miles de lunas habían pasado y miles de lunas más observará junto a su sombra pasar de largo. Ya no más. No se encuentra sola en un mundo siendo rodeada por las tinieblas, ya no es la amargura quien sentencia su perfilada mirada en las noches frías del invierno y en su mansión ya no son los fantasmas quienes gritan apasionados su lúgubre destino al danzar un vals con la muerte, lo había encontrado en un infierno fulminante de placer. Paseando por los rincones desolados de una antigua construcción, muerde sus labios añorando su próximo encuentro, se ha vuelto completamente adicta a lo que ese hombre representa, cada sueño perdido es un beso que viaja con el viento para ser depositado con una caricia enfermiza en su pecho… Es una idiota enamorada y, ¿Qué más da si ha sido todo lo que le ha enseñado la existencia? Las yemas de sus dedos acarician los murales que atavían las paredes de su residencia. El vestido perla se ajusta a sus pasos, las zapatillas resuenan, alguien toca una melodía en el piano, y el ventanal anuncia que es la hora de ir a por él. Su sonrisa es el reflejo de todo ese cúmulo de sensaciones en su vientre, está muerto, apesta a putrefacción, pero aún así, el revoloteo de mariposas marchitas lo puede sentir. Parte de la residencia y con ella la guardia que le acompaña, una mujer como ella no está sola nunca, aunque así se crea. Siempre en la distancia, siempre vigilándola, son sólo humanos que juegan al cazador, simples peones que sacrifica sin alguna consideración.

El carruaje se galardonó con su presencia y, antes de que los caballos fueran arrastrados hasta ese territorio lleno de hostilidad, dirigió a su Jinete a las entrañas de Paris en donde descansa como un recinto de almas perdidas, su taberna. Un vistazo, una cobranza, incluso el hecho de saber que sus pertenencias aún se mantenían intactas, quizá la búsqueda de un contacto más en su gran teatro, en donde ella mueve los hilos de sus títeres. No pasa nada, los ebrios apestan a alcohol y miseria, el vino más caro no ha salido del estante del fondo, sus empleados guardan apariencias cuando la ven entrar. Le respetan, no por lo que es, si no por lo que aparenta. Perfecto, a la salida del lugar una voz estremece su cuerpo… No hace falta girarse para saber de quien se trata, podría reconocer ese aroma a millares de distancia, la presencia y la ilustre presentación, sólo podían pertenecerle a él Tom Starck. Los rumores ya habían llegado hasta sus oídos y temerle a un hombre que no ha visto en la vida, más aún palidecer ante la mención de quien sería el creador de su Maestro, es definitivamente innecesario. Ese par de carnosos labios se eleva en una sonriente curva, escucha el llamado como el lo dice, comprende sus palabras y gira sus talones para verle a la cara. Asiente con el rostro una sola vez. No hace falta decir más, él se marcha dejando tras él una estela de viento y su encantador aroma a milenios. Regresa la vista al carruaje, es hora de partir… No, ya no es el mismo destino que tenía pensado antes de salir de su residencia; habría que prepararlo todo, desde el niño encadenado en las mazmorras, hasta el cazador corrupto que le sigue desde las sombras.

Tres noches pasaron desde que lo vio por última vez, tres noches en las que se mantuvo bajo perfil, moviendo esas piezas del ajedrez a su antojo, disfrazando la realidad y con ella el tiempo que le tomaría el solucionarlo todo. Es una noche especial esa en donde el encuentro dictaminaría su destino por el resto de la eternidad, prepararse para verse hermosa es la vanidad que toda fémina posee, excepto ella. Un simple vestido color púrpura que asemejaría la tonalidad de la sangre en su estado más denigrante, es lo que atavía a su cuerpo, el cabello semi recogido y un par de risos que penden desde su cabeza hasta la altura de su cintura. Un collar negro en ágata –como su nombre- pende de su cuello enmarcando su busto y resaltando una belleza de la cual sólo la noche podría ser testigo. Dimitri, su fiel centinela, la lleva hasta las inmediaciones de la Abadía Windsor. ¿La conocía? Por supuesto que sí, si bien no del todo al menos sus alrededores. Espera un par de minutos a que llegue Tom, saluda con una tenue sonrisa en su rostro –Confiabilidad- Sube al carruaje y se pierde en el camino, no sabe hacia donde se dirigen y honestamente no le interesa, sólo le debe interesar el acto que se ejecutará y las responsabilidades a tomar… ¿Podrá soportarlo? Al llegar a su destino, baja con la misma seguridad con la que subió, sin embargo, todos aquellos guardias custodiando algo más que una simple vida, estremecen su cuerpo ¿Miedo? No, sólo respeto.

Pasillos, salones, habitaciones y una terrible obscuridad… Al final de todo eso se encontraba él. Tom abrió la puerta, todo un caballero. Lorraine se adentra en la gigantesca sala en donde rápidamente estudia con la mirada a todos los presentes. Los observa, los analiza, captura en su mente sus olores, los colores de su piel y cada movimiento por muy insignificante que parezca, no es paranoia, es simplemente precaución. Algunos rostros le son familiares, otros son completamente desconocidos, pero aquel que, sin haberlo visto antes, le pareció el más familiar de todos fue… -Abaddon ya estás aquí- Susurra su nombre sin ningún miramiento, quienes se percaten del tono de su voz, pensarán que es una igualada por nombrarlo tan simplonamente como lo ha hecho, algunos puedan desorientarse… otros optarían por hacerse los sordos. Fue tan sólo un reflejo, ante todos los demás Von Fanel es un neófito que necesita ser instruido, moldeado, es bastante capaz pero continúa siendo un diamante en bruto. Dos de los presentes irrumpen el silencio, la fémina desvía la mirada de ese perene rostro y la clava fijamente en aquellos que permitieron el desplazamiento de sus voces. Tal pareciera que sólo los observa a ellos, pero la ingrata mujer, toma nota de todo lo que acontece. Aunque su tranquilidad fuese observada por cada perfil que se le mirase, la más joven de todos los allí reunidos, podía notar como el cambio de ambiente podría asfixiarla sin tener siquiera la necesidad de respirar. La ansiedad, la impaciencia, el desorden que sufre cuando se altera, todas y cada una de sus patologías tendría que ser controladas. Baja la mirada y sonríe. Le hace falta una buena copa de vino acompañado de… ¿Sangre? Infantil para ser más exactos, el sólo hecho de probar su dulzura apacigua cualquier combustión que en ella trate de hacer erupción. No dijo nada y simplemente espero, allí, clavada al suelo… como si fuese una escultura de mármol en algún cementerio abandonado.

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Mensaje por Invitado Mar Dic 27, 2011 5:57 pm

Por donde veo entrar sus rostros veré partir a cada uno de ellos con la preocupación grabada en las miradas. Temer no es debilidad como muchos lo interpretan es más bien una simple precaución ante un futuro desconocido y es ello lo que los tiene reunidos aquí. Eliz, Amanda, Zarek, Tom, Patrick y Lorraine, en orden de llegada a la reunión mas no en orden de llegada al mundo de las tinieblas, cada uno se presenta ante mi mirada cargado de memorias del pasado, imágenes que parecieran ser de vidas pasadas, de nombres pasados y de tierras conquistadas. Los fundadores de los clanes cargan con el peso de muchos, de todos, de generaciones que descenderán de ellos pero aun no lo sienten así porque solo están preocupados de la primera generación que desciende de sus linajes aunque todas pertenezcan a una misma línea de sangre, la que yo les he heredado. –Se suele decir a menudo que el pupilo supera al maestro- dije dirigiéndome a todos con una resolución digna de retarlos –En nuestra estirpe podemos estar seguros que tal precepto es muy difícil de cumplirse, ¿alguien sabe porque?, estoy seguro que ninguno lo ha olvidado, la simple experiencia de vivir más que otros. El diablo es sabio no por diablo sino por viejo. Ustedes han vivido mucho más que sus chiquillos, casi en todos los casos, esto les da la ventaja para haberles entrenado en las más antiguas habilidades que descienden de nuestro linaje, ¿los habrán entrenado bien?, pronto lo sabremos- concluí y levante la mirada en actitud pensante al techo raso de la habitación.

Todo sucedería como tenía que suceder. Los nombres estaban echados sobre la mesa desde el momento de su conversión. Clanes, una interesante forma de organizar a aquellos que han sido elegidos para conservar a través de los milenios la sobrevivencia de una raza que los humanos consideran demoniaca. No están lejos de la razón, no somos humanos, lo fuimos una ves; somos hijos de la sangre, morimos por ella y nacimos de nuevo por ella. La sed de la sangre gobernó nuestros espíritus mortales cuando aun estábamos vivos y solo se materializo al ser nuestro el regalo de la inmortalidad. Cuerpos vacios, mentes pensantes, corazones que han dejado de latir. Y a pesar de todo esto aun nos quedaba algo de humanidad, nos sentíamos ligados a nuestros seres cercanos sin explicar el porqué pues no teníamos razón fundamentada para explicar porqué podíamos ‘sentir’ o aparentemente hacerlo. Cada uno sentía en diferentes grados, mi aprecio, mi amor por mis hijos era el de un padre hacia sus creaciones pero así mismo si alguno de ellos me decepcionaba el amor no sería incondicional ante un error. Mi naturaleza, a diferencia de muchos de los que serian juzgados, estaba condicionada a una serie de reglas que debían cumplirse, de no ser así, de no honrar el regalo de Caín, la segunda muerte tocaría a la puerta para llevarse a la inmortalidad con ella. Dicha naturaleza había sido la misma que traté de inculcar en mis hijos, sí, ama a tus creaciones pero no permitas errores, hazlos fuertes, esa es la verdadera forma de amarlos pues solo así podrían asegurar que ellos sobrevivieran.

Volví la mirada a sus rostros y curve una ligera mueca que quizá en un pasado hubiera sido un intento de sonrisa –Sus neófitos tienen algunas debilidades en diferentes aspectos. Los he visto y los he evaluado ya durante mi largo sueño pero aun confío en que sabrán actuar si es que ustedes les han dado la educación misma que recibieron. El juicio empezara dentro de tres noches y se llevara a cabo en un mismo lugar aunque para todos se verá como un lugar diferente a la vez. Se le avisara al líder de clan tres noches antes para que prepare a su neófito y la noche del juicio serán conducidos sire y neófito a donde yo ordene. Esto significa que esta noche dos de ustedes sabrán a que neófitos someteré a mi juicio dentro de tres noches pero aun no llego a esa parte. Antes les recuerdo que ni un nombre de los que serán juzgados se levantara de sus labios hasta que finalice el juicio y será máximo secreto entre ustedes. De incumplir esta regla su neófito no será sometido a juicio y será desterrado de nuestra familia para luego someterlo a una caza de sangre- hice una pausa y repase la mirada sobre cada uno de ellos para dar por sentado que hubieran comprendido todo lo que acababa de decir por la importancia que representaba para ellos.

-Como en el caso de ustedes habrán juicios en los que se propiciara un enfrentamiento para medir sus habilidades y en otros casos, menos numerosos, tomare al neófito para someterlo a juicio individualmente. Para el primer juicio tomaré a Amelié Nottingham del clan Lasombra y a Dorian Windsor del clan Ventrue. Tom y Eliz son los responsables de cada clan, recuerden que no pueden nombrar a sus neófitos a quien enfrentaran, espero que les llene de orgullo el que los haya escogido al ser ustedes dos quien en el pasado siempre pelearon por destacar entre sus hermanos. Los nombres de los demás neófitos los diré, como indique, solo tres días antes de sus juicios pero puedo ponerles al tanto sobre contra que clanes se enfrentaran. Un miembro del clan Ventrue contra un miembro del clan Malkavian; un miembro del clan Di Sforza contra un miembro del clan Lasombra; un miembro del clan Malkavian contra un miembro del clan Lasombra; un miembro del clan Ventrue contra un miembro del clan Némesis y por último, quedan dos miembros a los que evaluare independientemente ya que uno es demasiado antiguo para enfrentarlo a alguien de sus hermanos y el otro es demasiado joven para sobrevivir ante la experiencia acumulada de los demás neófitos. El orden no será necesariamente el que les he dicho y los juicios serán una noche tras otra por lo que mañana por la noche otro par de ustedes recibirá los nombres de quienes serán juzgados la noche siguiente al primer juicio. Creo que ya he aliviado todas sus dudas- concluí poniéndome de pie y acercándome a la chimenea donde la leña crepitaba y donde yo veía un preámbulo de lo que sucedería dentro de tres noches. La suerte estaba echada, los destinos de cada uno de los neófitos estaba señalado y solo quedaba esperar a presenciar como enfrentarían la última prueba que se les presentaría en sus vidas y que sería quizá la más difícil de todas pues sus cómodas existencias dependían de las decisiones que tomaran en el momento de ser puestos a prueba.

Recomendarles más seria vano, en mi mente se tejían las debilidades de los neófitos que ellos habían escogido. Algunos eran fuertes en cuanto a habilidades pero vulnerables a su pasado o a su presente, otros parecían ser inquebrantables pero en la concepción que tenían de ellos mismos podrían encontrar su ruina, otros aparentemente estaban listos no por ser los mejores sino por estar completamente vacios y desprovistos de emociones pero todos tenían alguna grieta por la que yo encontraría la forma de llevarlos a una pesadilla de donde solo podrían salir después de probarme su valor –Si no tienen preguntas no los detendré, tienen mucho que hacer ahora que saben y seguramente irán en busca de sus neófitos a recordarles lo que el tiempo haya podido borrar de sus memorias. El tiempo en que hayamos de estar juntos de nuevo llegara después del juicio, por ahora me conformare por haberlos visto una vez mas y porque ustedes vuelven a estar reunidos- aclaré y volví a sentarme en la butaca esperando sus reacciones en caso de que tuvieran alguna pregunta o en caso de que decidieran marcharse para dentro de unas noches regresar a mi presencia para confirmar si su clan ha dado frutos o no. Saqué el reloj de bolsillo y ajuste la hora, los segundos transcurrían y los minutos y horas serian en adelante partículas de arena que alguna brisa conduciría en las interminables noches de los inmortales.
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Mensaje por Eliz Aldridge Sáb Ene 21, 2012 10:20 pm


Si tuviese la necesidad de respirar habría notado la mezcla de olores que se desenvuelve dentro de la majestuosa habitación. Cada uno de ellos aporta una esencia extrañamente diferente, embriagantes, hipnóticas, delirantes y hechizantes… Es como estar en medio de un jardín con laberintos insidiosos doblando las esquinas ataviadas con miles de flores diferentes, donde la dulzura se contamina de crueldad y esta a su vez se purifica. La expresión de sus rostros, lo eterno en su mirada, la belleza de su piel, la prudencia de su porte. Una cofradía que se protege a si misma desde las entrañas, manteniendo con recelo la línea de sangre desde su padre hasta el último neófito creado. Fractura con su voz la incertidumbre y el silencio, ¿Quién si no el mismo maestro? Las notas guturales de su garganta desfilan invisibles sobre la distancia y se estampan contra los oídos de sus hijos. Elizabeth escucha con atención, no es un sermón, sólo esclarece lo que ya forma parte de sus consciencias. Su mirada es retadora, pero la verdad es que allí ninguno tiene las agallas para encararlo de esa manera, todos están porque le respetan, porque es gracias a su lealtad que siguen con vida. En ese instante la pregunta de Abaddon resuena en su cabeza, fue como golpear una gigantesca campana desde dentro, en donde las ondas del ruido ansían destrozar todos los nervios que encuentren a su paso. Aturdida por la resonancia que ella misma se creo, sacude la cabeza… No es culpa del profesor si el alumno fracasa, esto es un hecho, sin embargo, el maestro siempre sentirá la culpabilidad a manera de opresión en su pecho, una yaga, una herida que jamás sanará, al menos que encuentre la forma de liberarse a través de la enseñanza a otro ser y este si cumpla con el objetivo por el cual ha sido conducido a ese camino. Ella hizo todo lo posible para entrenar a sus hijos, se esforzó a sobremanera para brindarles una educación envidiable en cuanto al carácter físico y del conocimiento. No obstante, existen cosas que no se aprenden apoyados de la mano de alguien más, son experiencias, son momentos, son instantes, son encuentros… sensaciones, emociones y movimientos que se desarrollan a consciencia propia, es decir, solos.

Se siente confiada, satisfecha por la labor que hizo con ellos, con los tres… Aún así le es inevitable dejar de preocuparse, pues cualquier error que cometiesen, sería fatal. Una sonrisa melancólica se dibuja en sus labios, desvaneciendo las dudas alojadas traicioneramente en la profundidad de sus pensamientos. Las reglas fueron marcadas por su voz, esa que tranquiliza o envenena el alma según las palabras que se escuchen a través de ella. Asiente con la cabeza un par de veces al mismo tiempo en que su señor desvía la mirada a ellos para estar seguro que comprendiesen lo que acababa de decir. Eliz está perfectamente preparada para eso, ¿Cuántas veces lo ha tenido que ver? Lo vivió en carne propia y lo repitió cuando fueron sometidos sus hermanos, aquellos que son más jóvenes… desde la mismísima Amanda hasta la neófita impertinente de Lorraine. Un espasmo recorre su cuerpo obligándola a levantar la mirada, concentrándose en el nombre que ha sido exiliado de sus labios. “Amelié Nottingham del Clan Lasombra”, por inercia, sus orbes azules se quedan fijos sobre la mirada de Tom, pero rápidamente se desvía hasta la boca de su Padre, quien escupe con total convicción el nombre de su oponente “Dorian Windsor del Clan Ventrue”. ¿Predecible o irónico? Sus ojos se vuelven a posicionar en Tom pero esta vez sonríe. ¿Confianza? ¿Nervios? Es muy probable que se tratase de ambos. Amelié fue la mujer que robó el corazón de Dorian, ella representa la humanidad y el pasado de su hijo y viceversa. Él la creía muerta y ella a él… Sería una prueba bastante difícil. Las emociones son traicioneras y hasta el mismísimo demonio ha cedido ante los impulsos de su corazón. Es estúpido fingir ser inconsciente porque aún siendo el odio quien rige los pasos con los que se anda, es de humanos sentirlo.

Frunce el seño y toma nota mental de lo que Abaddon va dictaminando según su juicio. Enfoca su atención en el nombre de los clanes que se enfrentarán, obviando el nombre y la imagen de aquellos que los conforman, pero presta más atención a aquellos que pertenecen a su clan. Tuerce los labios en una mueca… Los Malkavian son unos malditos degenerados sin corazón, despiadados, crueles y aberrantes. Por otra parte están los Némesis, criaturas malditas que utilizan su inteligencia en estrategias perfectamente planeadas, en donde perder no es una opción… Stephen y Lucern ¿A quién enfrentarán? Se muerde el labio inferior. Analizando las posibilidades, detallando en su cabeza las habilidades y diferencias que poseen sus hijos, al mismo tiempo en que cuadra lo que sus oponentes pueden ofrecer. La sonrisa de sus labios se extiende haciéndose más visible que antes. No hay porque preocuparse, está segura que sus hijos lograrán vencer el obstáculo que Abaddon les imponga en el camino. Deja pasar inadvertidas las demás aclaraciones de su señor, eso es algo que ya lo sabe. Es así como funciona –No todas- Responde, con el rostro inexpresivo. Esa sonrisa que había estado adornando su boca, se desvaneció. No hay ninguna señal de emoción en lo que a su rostro significa, ni en el movimiento de su cuerpo, mucho menos en el destello de sus ojos. Es una estatua perpetua y estoica. Se pone de pie, camina hasta donde él reposa, se inclina y arrodilla frente a él de la misma forma en que una niñata se sienta en el suelo a escuchar los cuentos viejos de su padre. Levanta la mirada hasta él, no hay dudas, no hay presunciones, no hay nada más que un par de ojos celestes completamente vacíos. A él no puede engañarlo y, la duda que martilla incansablemente en sus pensamientos, al fin se desliza sobre su boca –¿Quién dispondrá del neófito que falle a la prueba? ¿Habrá castigo para el líder por haber elegido mal a sus hijos?- Se está adelantando, pero le es necesario preguntar. Si cada Sire debía encargarse de sus hijos entonces ella debía prepararse mentalmente para cumplir con su obligación. No es prudente pensar o tener siquiera la duda de un fallo, pero en un juego como ese, en donde las variables determinan el resultado de las partidas, entonces habría que colocar esa variable sobre el tablero aún cuando la probabilidad fuese la mínima… existe. Espera su respuesta, no le interesa saber si los demás han partido ya o se quedaron a escuchar lo que tenía para ella. Están en la residencia de los Windsor, Eliz no partirá de allí a ningún lado, porque su neófito duerme bajo ese mismo techo.
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Mensaje por Invitado Vie Feb 10, 2012 10:47 am

La hora había llegado, el momento decisivo por el que las agujas del reloj finalmente se clavaban en el momento adecuado, ese en el que el tiempo parecía detenerse, había acudido a la llamada de todos aquellos que lo habíamos esperado durante siglos, si no milenios... Abaddon finalmente había vuelto y se había presentado ante nosotros. En tales circunstancias, cuando hacía lo que parecía una eternidad que nos había liberado de nuestras ataduras mortales para darnos la bienvenida a una nueva vida regida por él y por sus normas, su omnipresente esencia alzándose como una sombra en cada rincón y recordándonos vigilar los límites que él nos imponía, resultaba inevitable pensar ya no solamente en la elección de nuestros neófitos sino en lo que miles de noches atrás había acontecido: nuestras propias selecciones. En el caso de los demás, quizás excepto en el de Eliz por ese vínculo tan especial que nos unía casi como hermanas, ignoraba cuáles habían sido las circunstancias humanas que se habían acumulado hasta el punto de parecer aceptables para nuestro sire común, pero las mías... Las mías las recordaba porque era algo que nunca sería capaz de olvidar, cómo mi existencia había ido de una princesa britanna a una exótica esclava en el seno del ya decadente Imperio Romano, momento en el que me había encontrado Abaddon. A veces me preguntaba qué habría sido de mí de no haber realizado el viaje a Tesalónica con mis amos, si hubiera vivido como una esclava todos los escasos años que me quedaban de vida humana, vendida de unos a otros hasta convertirme en una liberta sin valor alguno... A veces me preguntaba qué habría sido de mí si no hubiera aparecido Abaddon en mi vida, pese a saber que Ciro estaba presente y quizá habría ayudado a realizar el mismo destino que me había terminado por acontecer...

Pero eso sólo ocurría en algunas ocasiones, y normalmente eran pensamientos que no ocupaban más que unos segundos porque se veían sustituidos por otros, como en aquel momento lo fue él, Nigel... Abaddon había respondido a nuestras preguntas; había dejado clara la división de nuestros neófitos en dos grupos, por un lado los que se enfrentarían entre ellos y por otro los que merecían una atención especial, y también nos había especificado que el enfrentamiento, o su juicio en caso de aquella segunda categoría, se nos informaría en cuanto a su fecha antes de que se produjera, y desde aquel momento, pese a que mi rostro marfileño y aparentemente calmo no lo reflejara, cierta aprensión se me había acumulado donde, en tiempos, habría tenido la boca del estómago, la incertidumbre provocada por el juicio mezclada con el temor, irracional pero no por ello menos intenso aunque me esforzara por mitigarlo con argumentos fuertes que lo habrían eliminado en condiciones normales. Temía por Nigel por mucho que no tuviera razón para hacerlo, por mucho que me repitiera a mí misma que él era fuerte y que sobreviviría a eso y mucho más, por mucho que cualquier idea en esa línea no dejara de volver a mi cabeza, con tanta intensidad como la que yo utilizaba para eliminarlas, y la perspectiva de perderlo en el juicio se me antojaba extraña y, en cierto modo, dolorosa.

No había dudado un segundo de mi decisión, una vez había estado tomada, de convertir a Nigel pese a que el proceso en el que ambos hubiéramos terminado aceptándolo había sido, cuando menos, extraño. Sabía que él era el humano, probablemente, que más mereciera probar la nueva vida que le había regalado de todos los que había conocido en mi longeva vida; sabía que, con su carisma natural, además de con esas características propias suyas como la tenacidad y la testarudez, ampliadas al máximo hasta llegar a un punto totalmente Nigel y no de nadie más que de él, podría servir y, además, era consciente de que si yo lo había elegido sobre los demás era porque era el candidato mejor, pero no podía evitar albergar dudas, sobre todo relativas a su juventud. Pese a que se hubiera convertido en el vampiro que más rápido había aprendido los detalles respecto a su nueva naturaleza de los neófitos que había conocido era joven, muy joven, y estaba totalmente encadenado por los deseos de su nueva naturaleza, ansias que no podía controlar porque no había tenido tiempo de enseñarle... ¿Lograría su única personalidad vencer aquella prueba que se alzaba, inexorable, sobre su futuro? ¿O la perdería por su inexperiencia? Si hacía caso a Abaddon, y siempre se lo hacía, el juicio sería personalizado para él, exclusivo por su juventud, que no se daba en los neófitos de nuestro alrededor ya que todos, sin excepción, cumplían al menos medio siglo de haber sido transformados, por lo que ahí podía residir mi mayor esperanza de que a Nigel le fuera a ir bien aparte de la confianza que había depositado en él, suficiente para haberlo transformado y que fuera el primer vampiro al que creaba.

Decidí aferrarme a esa certeza, a la valía de mi neófito y a la sabiduría de Abaddon, y sólo así aparté las dudas que me corroían por dentro, que me hacían pensar en lo que podría pasar de no salir vencedor de aquel examen, y en lugar de eso me forcé a pensar en lo que pasaría cuando ganara, cuando se demostrara que Nigel era lo suficientemente buen neófito para ser heredero de Abaddon y mío, y en realidad así era dado que lo había elegido a él y no a otro... Era difícil eliminar los resquicios de desconfianza pero lo hice, me obligué a hacerlo, hice acopio de toda mi fuerza de voluntad y barrí las dudas iniciales hasta transformarlas en una certeza aplastante que me hizo alzar la barbilla de nuevo, sin desafío sino sólo con una nueva resolución que se reflejaba en mis hasta entonces tranquilos rasgos, pero que no habían abandonado tampoco esa calma que habían mostrado hasta entonces; al contrario, la habían aumentado al poseer razones de peso, finalmente, para exhibirla. Nigel pasaría su juicio, y sería un miembro con derecho del legado iniciado por quien teníamos frente a nosotros: Abaddon... El mismo que nos había dado permiso para irnos.

No abandoné la estancia hasta que todas nuestras dudas quedaron resueltas, las que Eliz planteó a última hora incluidas, y sólo entonces consideré que había llegado el momento de volver junto a Nigel Quartermane, mi neófito, a quien tendría que avisar de la perspectiva de su examen. En cuanto el momento adecuado llegó, yo me levanté de la superficie sobre la que había estado reposando y ofrecí a Abaddon una reverencia elegante, no demasiado marcada porque no había necesidad de ello cuando él sabía de sobra el respeto que sentía por él, y con la despedida muriendo en mi mente me volví a poner en pie y abandoné la sala, dirigiendo la misma mirada de despedida a los presentes que significaba, en realidad, que volveríamos a vernos más pronto que tarde, cuando la resolución final de nuestro común sire fuera de dominio público y viéramos si habíamos obrado las decisiones correctas, aunque personalmente pensara que sí... Sólo el tiempo y el criterio de nuestro creador decidiría si era así o si, por el contrario, habíamos fracasado, y con aquellos pensamientos me abrí paso a través de la noche, de sus brumas, de sus misterios y de sus medias tintas en dirección a donde sabía que Nigel me esperaba para abordar su futuro, cada vez más incierto y, a la vez, cada vez más suyo... ¿Quién iba a decirme a mí que acabaría sintiéndome casi como una madre orgullosa con la creación de un vampiro?
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