AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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De la pesadilla a la realidad [Aidan Windsor]
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De la pesadilla a la realidad [Aidan Windsor]
"Deslizó una de sus mano delicadamente por la cintura de la fémina pero el agarre fue firme, ejerció la fuerza suficiente para que ella notará que aun no era libre, que él hombre no le condecía la libertad aquella noche. Sus hermosos ojos verdes tan expresivo estaba vez denotaban una tristeza y un miedo nunca antes conocidos en ella. La otra mano del caballero sostenía la de la señorita mientras su cuerpo deslizaba la figura de la joven entre las tumbas del lugar. Un cementerio no era el lugar más hermoso del mundo, aquella no era la escena romántica que cualquier chica soñaría, más bien era una escena de terror, donde la rubia era esa protagonista que tenía que pasar por todo el dolor antes de poner encontrar un rayo del sol, porque, para colmo la escena estaba enfocada en una noche donde la luna llena era lo único que iluminaba a su alrededor. El tacto frío de su acompañante, la silueta alta que tenía enfrente, su cuerpo fornido y ella tan pequeña y delicada, tan débil y en ese momento tan sumisa y sin embargo no podía contemplar su rostro. Aquel acompañante, no podía identificarlo. Movió su cuerpo, quería salir de ahí pero era inútil al tenerlo de esa manera. De pronto sus labios se posaron en su cuello una sensación de escalofríos la recorrió".
Sus ojos se abrieron por completo observando el techo de su habitación. El cuerpo de la chica estaba completamente empapado de una fina capa de sudor. La respiración agitada. Las pesadillas cada vez eran más constante y el poco tiempo que dormía estaba afectando su salud. La rubia necesitaba salir de casa cuanto antes, dar un paseo y enfrentar ese medio que tenía. No podía creer que soñará con un hombre que ni siquiera le mostraba su rostro, empezaba a sentir que se volvía loca, tal vez era alguien al que había visto y no recordaba. Tal vez el ir a aquel lugar le ayudaría a resolver algunas dudas. No tardó mucho en vestirse en realidad. Solo un vestido fino de manta blanca que se entallaba un poco al cuerpo, daba gracias por los detalles que tenía aquel amigo con su persona. Sin que nadie se diera cuenta salió de la casa. Doreen sabía la posición exacta de cada uno de los guardias que tenía Darcy en su mansión y sabía como salir para no ser vista, tenía sus ventajas poder conocer a cada uno de los sirvientes y darles buenos tratos pues podía tener salidas nocturnas sin que nadie notara su presencia al salir. El camino no sería largo, el cementerio estaba a escasas cuadras de la casa del conde.
Su cuerpo había reaccionado de la misma manera en que lo había hecho en el sueño. Aquello si que era demasiado raro, estaba frente el cementerio. Su rostro se movía de un lado a otro queriendo descifrar si algo o alguien estaba a la vista, pero nada estaba a la vista por lo que dio el primer paso, un paso torpe que hizo un eco al avanzar por el lugar. Sin importar camino entre las tumbas observando cada una, hace unos días había estado en ese lugar también, había conocido a alguien bastante interesante pero no era la persona de sus sueños, se dio cuenta porque aquel hombre no le había dado miedo. Poco a poco fue avanzando hasta encontrar una especie de plaza donde recordando el sueño, estaba bailando con aquel hombre, se quedo parada en medio de esta dando varios pasos mirando su alrededor. No, no había nada malo, tal vez aquellas pesadillas eran miedo obtenidos en el tiempo que había llegado a Paris a la fecha, tal vez el simple hecho de ir conociendo esa maldad del mundo, esa maldad que poco a poco carcomía o destruía a cualquiera que se le pusiera enfrente era la que la estaba afectando llegando a pensar aquello, llegando incluso a soñar cosas que la estaban torturando - Calmate Doreen, todo estará bien - Se dijo en susurros mientras se sentaba en medio de aquella plaza buscando una especie de tranquilidad, una especie de paz que tal vez parecía bastante absurdo encontrar en aquel lugar pero que la estaba teniendo poco a poco. Cerró sus ojos y sintió como el viendo acariciaba su mejilla, como una especie de caricia, esto hizo que en su rostro se dibujara una sonrisa.
Sus ojos se abrieron por completo observando el techo de su habitación. El cuerpo de la chica estaba completamente empapado de una fina capa de sudor. La respiración agitada. Las pesadillas cada vez eran más constante y el poco tiempo que dormía estaba afectando su salud. La rubia necesitaba salir de casa cuanto antes, dar un paseo y enfrentar ese medio que tenía. No podía creer que soñará con un hombre que ni siquiera le mostraba su rostro, empezaba a sentir que se volvía loca, tal vez era alguien al que había visto y no recordaba. Tal vez el ir a aquel lugar le ayudaría a resolver algunas dudas. No tardó mucho en vestirse en realidad. Solo un vestido fino de manta blanca que se entallaba un poco al cuerpo, daba gracias por los detalles que tenía aquel amigo con su persona. Sin que nadie se diera cuenta salió de la casa. Doreen sabía la posición exacta de cada uno de los guardias que tenía Darcy en su mansión y sabía como salir para no ser vista, tenía sus ventajas poder conocer a cada uno de los sirvientes y darles buenos tratos pues podía tener salidas nocturnas sin que nadie notara su presencia al salir. El camino no sería largo, el cementerio estaba a escasas cuadras de la casa del conde.
Su cuerpo había reaccionado de la misma manera en que lo había hecho en el sueño. Aquello si que era demasiado raro, estaba frente el cementerio. Su rostro se movía de un lado a otro queriendo descifrar si algo o alguien estaba a la vista, pero nada estaba a la vista por lo que dio el primer paso, un paso torpe que hizo un eco al avanzar por el lugar. Sin importar camino entre las tumbas observando cada una, hace unos días había estado en ese lugar también, había conocido a alguien bastante interesante pero no era la persona de sus sueños, se dio cuenta porque aquel hombre no le había dado miedo. Poco a poco fue avanzando hasta encontrar una especie de plaza donde recordando el sueño, estaba bailando con aquel hombre, se quedo parada en medio de esta dando varios pasos mirando su alrededor. No, no había nada malo, tal vez aquellas pesadillas eran miedo obtenidos en el tiempo que había llegado a Paris a la fecha, tal vez el simple hecho de ir conociendo esa maldad del mundo, esa maldad que poco a poco carcomía o destruía a cualquiera que se le pusiera enfrente era la que la estaba afectando llegando a pensar aquello, llegando incluso a soñar cosas que la estaban torturando - Calmate Doreen, todo estará bien - Se dijo en susurros mientras se sentaba en medio de aquella plaza buscando una especie de tranquilidad, una especie de paz que tal vez parecía bastante absurdo encontrar en aquel lugar pero que la estaba teniendo poco a poco. Cerró sus ojos y sintió como el viendo acariciaba su mejilla, como una especie de caricia, esto hizo que en su rostro se dibujara una sonrisa.
Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/03/2011
Edad : 34
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Re: De la pesadilla a la realidad [Aidan Windsor]
Decidí visitar a los viejos amigos, lástima que ellos estuvieran bajo tierra ya sea por estúpidos o por traiciones. Entre mortales e inmortales recordaba sus nombres, eran un grupo selecto del que era parte desde la última vez que visitara Paris, cuando aún era humano. Pasaron más de 500 años y solo habíamos sobrevivido unos cuantos, la vida pública había aniquilado a los nombres que grabados en las lápidas me llevaban a tiempos tan viejos como yo. Uno tras otro, y cada vez que veía un nombre recordaba la forma en la que habían muerto, asesinados en el caso de los mortales, todos relativamente jóvenes. En el caso de los inmortales era otra la tendencia, habían jóvenes y antiguos pero todos habían muerto por la misma causa: confiar más de lo debido. Me dio risa pensar en el circulo vicioso que había nacido de ello, un asesinato, una venganza, otra venganza y más muertes hasta que no quedara ni uno solo de los inmiscuidos…aquellos conocidos habían entendido demasiado tarde que todo se trataba de un juego de poder y que no existía esa amistad ni la confianza que pregonaban entre ellos, solo la ambición.
Por mi parte lo entendía claramente, no se vería mi lápida en las mismas condiciones, no confiaba en nadie, ni siquiera en mis hermanos. Sabía que la sociedad estaba acostumbrada al mismo protocolo, amabilidad y engaño iban de la mano. Era un juego de siglos, un juego entretenido ya que se jugaba con la vida de los demás. Sentí pena por aquellos que no podían jugar y se me antojo verlos, ver sus cuerpos putrefactos y sus cerebros ausentes ya que los gusanos tenían en el menú en el plato principal a aquella masa muscular que en vida se usaba para pensar. –Levántense amigos, inmortales, decapitados…recordemos los viejos tiempos- dije y me complací en la risa que todo aquello me provocaba. Una de mis manos golpeo fuertemente el suelo rompiendo en el camino la lápida y el ataúd de madera carcomida por la humedad del suelo, alcance una prenda y di un jalón de ella sacando del cadáver de una cara familiar, William era su nombre y yo había contribuido a su muerte después de no querer darle asilo en mi territorio. Si cabeza rodo por el suelo, ya no tenía los ojos y una oreja colgaba por un lado de la cara. Solo podían decapitarnos o quemarnos para que muriéramos y aun así existían formas de resucitar a un decapitado por medio de la nigromancia pero aquel ya estaba bien comido.
Los colmillos aun eran visibles en el rostro, deje caer el cuerpo sobre la misma tumba que acababa de abrir, cualquiera pensaría que un ladrón buscando posesiones de la gente rica había entrado a robar, era normal. –Mírame a la cara cuando te hable, ¿así tratas a los viejos amigos?- dije entre risas mientras con un pie pateaba la cabeza para que se ladee –Tienes un pésimo aspecto, parece que estuvieras muerto- más carcajadas y un golpe final, un pie que desciende a aplastar un cráneo que queda como una masa ajada sobre el suelo, los huesos ya gastados se astillaron por completo y solo una masa de gusanos muertos salió por la parte de la cabeza que estaba ligada al cuello –Fue un gusto verte- me despedí y seguí caminando entre las tumbas hasta que…un sonido.
Me paré detrás de una estatua donde un ángel cargaba el cuerpo de un caído, ni el ángel ni el caído tenían cabeza y solo eran dos cuerpos sin rostro, como el amigo al que acababa de visitar. Una mujer joven entro al cementerio y camino hasta llegar a una especie de plaza que se cernía en medio del lugar, en realidad en sus mejores tiempos aquel lugar había sido una cúpula pero solo quedaban los escombros y apenas uno de los pilares era visible. La vi allí y me divirtió la idea de poner un toque más de diversión a mi noche, un cementerio en realidad era un mal lugar para estar sola y se lo haría entender de una forma muy sutil.
Camine entre las sombras acercándome cada vez más a la rubia que de un momento a otro tenía los ojos cerrados, una brisa empezó a soplar y la aproveche para mimetizar mis pasos a medida que me acercaba a ella, estuve frente a frente por una fracción de segundo en la que acaricie su mejilla y sonreí de lado al verla tan hermosa, de pronto mi juego había cambiado de rumbo como tanto me gustaba. Volví a moverme tan rápidamente con la brisa que ni cuenta se debió dar que estuve frente a ella, ahora me encontraba detrás a unos dos metros de distancia y el control del espacio comenzó. Era una humana y ahora estaba dentro de mi juego, cree mediante la ilusión un ambiente lúgubre donde una niebla que solo ella podría ver la rodeaba de pies a cabeza. Con los humanos era sumamente fácil usar los poderes, no se daban cuenta que habían caído en el laberinto porque todo sucedía como si fuera un sueño. Me acerque de nuevo a ella, la podía ver con naturalidad aunque seguramente yo ante sus ojos estaría cubierto con la niebla y mi rostro se mantendría oculto. Volví a acariciar su mejilla y reí, me divertiría más de lo que pensaba.
Por mi parte lo entendía claramente, no se vería mi lápida en las mismas condiciones, no confiaba en nadie, ni siquiera en mis hermanos. Sabía que la sociedad estaba acostumbrada al mismo protocolo, amabilidad y engaño iban de la mano. Era un juego de siglos, un juego entretenido ya que se jugaba con la vida de los demás. Sentí pena por aquellos que no podían jugar y se me antojo verlos, ver sus cuerpos putrefactos y sus cerebros ausentes ya que los gusanos tenían en el menú en el plato principal a aquella masa muscular que en vida se usaba para pensar. –Levántense amigos, inmortales, decapitados…recordemos los viejos tiempos- dije y me complací en la risa que todo aquello me provocaba. Una de mis manos golpeo fuertemente el suelo rompiendo en el camino la lápida y el ataúd de madera carcomida por la humedad del suelo, alcance una prenda y di un jalón de ella sacando del cadáver de una cara familiar, William era su nombre y yo había contribuido a su muerte después de no querer darle asilo en mi territorio. Si cabeza rodo por el suelo, ya no tenía los ojos y una oreja colgaba por un lado de la cara. Solo podían decapitarnos o quemarnos para que muriéramos y aun así existían formas de resucitar a un decapitado por medio de la nigromancia pero aquel ya estaba bien comido.
Los colmillos aun eran visibles en el rostro, deje caer el cuerpo sobre la misma tumba que acababa de abrir, cualquiera pensaría que un ladrón buscando posesiones de la gente rica había entrado a robar, era normal. –Mírame a la cara cuando te hable, ¿así tratas a los viejos amigos?- dije entre risas mientras con un pie pateaba la cabeza para que se ladee –Tienes un pésimo aspecto, parece que estuvieras muerto- más carcajadas y un golpe final, un pie que desciende a aplastar un cráneo que queda como una masa ajada sobre el suelo, los huesos ya gastados se astillaron por completo y solo una masa de gusanos muertos salió por la parte de la cabeza que estaba ligada al cuello –Fue un gusto verte- me despedí y seguí caminando entre las tumbas hasta que…un sonido.
Me paré detrás de una estatua donde un ángel cargaba el cuerpo de un caído, ni el ángel ni el caído tenían cabeza y solo eran dos cuerpos sin rostro, como el amigo al que acababa de visitar. Una mujer joven entro al cementerio y camino hasta llegar a una especie de plaza que se cernía en medio del lugar, en realidad en sus mejores tiempos aquel lugar había sido una cúpula pero solo quedaban los escombros y apenas uno de los pilares era visible. La vi allí y me divirtió la idea de poner un toque más de diversión a mi noche, un cementerio en realidad era un mal lugar para estar sola y se lo haría entender de una forma muy sutil.
Camine entre las sombras acercándome cada vez más a la rubia que de un momento a otro tenía los ojos cerrados, una brisa empezó a soplar y la aproveche para mimetizar mis pasos a medida que me acercaba a ella, estuve frente a frente por una fracción de segundo en la que acaricie su mejilla y sonreí de lado al verla tan hermosa, de pronto mi juego había cambiado de rumbo como tanto me gustaba. Volví a moverme tan rápidamente con la brisa que ni cuenta se debió dar que estuve frente a ella, ahora me encontraba detrás a unos dos metros de distancia y el control del espacio comenzó. Era una humana y ahora estaba dentro de mi juego, cree mediante la ilusión un ambiente lúgubre donde una niebla que solo ella podría ver la rodeaba de pies a cabeza. Con los humanos era sumamente fácil usar los poderes, no se daban cuenta que habían caído en el laberinto porque todo sucedía como si fuera un sueño. Me acerque de nuevo a ella, la podía ver con naturalidad aunque seguramente yo ante sus ojos estaría cubierto con la niebla y mi rostro se mantendría oculto. Volví a acariciar su mejilla y reí, me divertiría más de lo que pensaba.
Invitado- Invitado
Re: De la pesadilla a la realidad [Aidan Windsor]
Siempre había tenido aquella idea de que el viento le acariciaba las mejillas dándole compañía mientras atravesaba el bosque para llevar comida a los revolucionarios pero esta ocasión era diferente, era como si alguien de verdad estuviera a su lado para pasar sus dedos sobre su piel. No pudo evitar soltar un suspiro sonoro mientras lentamente abría sus ojos intentando ver el camino de regreso, necesitaba salir de ese lugar ahora que se sentía tranquila y no volver a sentir ese miedo, además si le acumulamos el sueño que la estaba comenzando a invadir. La grata sorpresa fue el no poder ver hacía donde se iba a dirigir, una espesa niebla se encontraba alrededor de todo el lugar. No pudo evitar hacer una mueca notoria, al mismo tiempo colocó su mano en la cintura dejando notar el desconcierto y fastidio por aquello - Que raro… - Susurró apenas ya que minutos atrás todo estaba claramente visible a pesar de solo estar iluminado por la luna aquella hermosa noche. ¿Sería seguro seguir adelante o lo más sensato era esperar a que aquella niebla, que podía ser peligrosa, se fuera de su alcance. La chica achicó los ojos como queriendo obligar a su vista a ver más allá de lo que podía. Absurda acción, inútil pensarlo, el cementerio no era un terrero seguro de avanzar cuando apenas se conoce, mucho menos cuando el sueño te invade. Doreen tendría hacer memoria sobre lo que había a su alrededor, había estado bastante distraída por lo que le costaría recordar algún terreno cerca y seguro para pasar el tiempo en lo que la niebla se iba. No pudo evitar suspirar profundamente resignada.
Después de unos momentos decidió dar media vuelta para buscar alguno de los pilares que estaban cerca, los pilares sostenían una pequeña fachada donde podría refugiarse por si llovía o no, el clima de Paris resultaba ser bastante impredecible, más cuando el calor en el día había estado demasiado intenso, muy probablemente la noche se refrescaría con una lluvia acogedora. Caminando a paso lento comenzó a avanzar lentamente, intentando no topar con algo que la lastimará. No tardó mucho en tocar una especie de tela la cual la hizo soltar un pequeño suspiro sintiendo su cuerpo temblar. - No es nada, es tu imaginación - Susurró de nuevo, honestamente a esas alturas Doreen comenzaba a sentirse como una loca al hablar sola e imaginarse que alguien estaba cerca de ella, vigilándola, el insomnio le estaba jugando malas pasadas, las pesadillas no ayudaban. Por fin después de avanzar de manera "interminable" la chica pudo alcanzar uno de los pilares viejos y recargarse en el. De manera natural sonrió, aun el miedo no estaba invadiendo su cuerpo eso era raro, ya que su fragilidad y vulnerabilidad en muchas ocasiones la hacían sentir un miedo tan grande que incluso podía llegar a sentir un miedo corporal.
¿A estas alturas de la noche aun su olor seguiría impregnado en la casa como para que se dieran cuenta de su ausencia? No, en realidad no lo creía y si seguía perdiendo tiempo probablemente saldrían a buscarlos alarmados y lo que menos quería era tener problemas con los integrantes de la casa. La doncella siempre tenía el problema de ser ese imán que atraía grandes problemas desde que había escapado de su casa. Primero había sido atacada por un hombre lobo que por milagro no le contagió su condición, en otras ocasiones conoció a vampiros que pudieron haber bebido de ella pero por alguna extraña razón se resistían a probar su sangre. Siempre le habían dicho que su sangre era demasiado embriagante y apetitosa pero ella suponía que en realidad no lo era ya que se resistían a beber de ella, y con justa razón.
Si ensimismamiento terminó cuando escuchó el sonido de unas piedras caer, unos pasos acercarse. - ¿Quién esta ahí? - Preguntó con la voz lo bastante temblorosa como para que notaran que tenía miedo, intentaba disimularlo pero a esas alturas, en ese lugar, conociendo que existen las criaturas de la noche, solitaria y con esos sonidos era imposible no producir ya más tranquilidad en ella. Se levantó del pilar y sin importar si veía lo suficiente o no comenzó a avanzar. - Tengo que salir de aquí… - Levantó la voz, de haber salido alguien a buscarla muy probablemente ya le hubieran dicho su nombre pero ella estaba sintiendo esa sensación que en sueños sentía pero que ahora estaba segura era completamente real. Un aroma dulce golpeó sus sentidos como si aquella ventisca se tratase de un aliento sobre su hombro. Su piel se erizo por completo, cada minúscula parte del hermoso y delicado cuerpo de la rubia, como acción reflejo llevo sus manos a sus brazos para hacer fricción y aliviar aquella sensación. De pronto una voz… Una voz invadió el ambiente haciendo que volteara mi rostro sorprendida - ¿Quién eres? - Preguntó quedándose estática para ver de quien se trataba.
Después de unos momentos decidió dar media vuelta para buscar alguno de los pilares que estaban cerca, los pilares sostenían una pequeña fachada donde podría refugiarse por si llovía o no, el clima de Paris resultaba ser bastante impredecible, más cuando el calor en el día había estado demasiado intenso, muy probablemente la noche se refrescaría con una lluvia acogedora. Caminando a paso lento comenzó a avanzar lentamente, intentando no topar con algo que la lastimará. No tardó mucho en tocar una especie de tela la cual la hizo soltar un pequeño suspiro sintiendo su cuerpo temblar. - No es nada, es tu imaginación - Susurró de nuevo, honestamente a esas alturas Doreen comenzaba a sentirse como una loca al hablar sola e imaginarse que alguien estaba cerca de ella, vigilándola, el insomnio le estaba jugando malas pasadas, las pesadillas no ayudaban. Por fin después de avanzar de manera "interminable" la chica pudo alcanzar uno de los pilares viejos y recargarse en el. De manera natural sonrió, aun el miedo no estaba invadiendo su cuerpo eso era raro, ya que su fragilidad y vulnerabilidad en muchas ocasiones la hacían sentir un miedo tan grande que incluso podía llegar a sentir un miedo corporal.
¿A estas alturas de la noche aun su olor seguiría impregnado en la casa como para que se dieran cuenta de su ausencia? No, en realidad no lo creía y si seguía perdiendo tiempo probablemente saldrían a buscarlos alarmados y lo que menos quería era tener problemas con los integrantes de la casa. La doncella siempre tenía el problema de ser ese imán que atraía grandes problemas desde que había escapado de su casa. Primero había sido atacada por un hombre lobo que por milagro no le contagió su condición, en otras ocasiones conoció a vampiros que pudieron haber bebido de ella pero por alguna extraña razón se resistían a probar su sangre. Siempre le habían dicho que su sangre era demasiado embriagante y apetitosa pero ella suponía que en realidad no lo era ya que se resistían a beber de ella, y con justa razón.
Si ensimismamiento terminó cuando escuchó el sonido de unas piedras caer, unos pasos acercarse. - ¿Quién esta ahí? - Preguntó con la voz lo bastante temblorosa como para que notaran que tenía miedo, intentaba disimularlo pero a esas alturas, en ese lugar, conociendo que existen las criaturas de la noche, solitaria y con esos sonidos era imposible no producir ya más tranquilidad en ella. Se levantó del pilar y sin importar si veía lo suficiente o no comenzó a avanzar. - Tengo que salir de aquí… - Levantó la voz, de haber salido alguien a buscarla muy probablemente ya le hubieran dicho su nombre pero ella estaba sintiendo esa sensación que en sueños sentía pero que ahora estaba segura era completamente real. Un aroma dulce golpeó sus sentidos como si aquella ventisca se tratase de un aliento sobre su hombro. Su piel se erizo por completo, cada minúscula parte del hermoso y delicado cuerpo de la rubia, como acción reflejo llevo sus manos a sus brazos para hacer fricción y aliviar aquella sensación. De pronto una voz… Una voz invadió el ambiente haciendo que volteara mi rostro sorprendida - ¿Quién eres? - Preguntó quedándose estática para ver de quien se trataba.
Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
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Re: De la pesadilla a la realidad [Aidan Windsor]
Una criatura humana, parecía ser doncella aún y eso me animaba a beber de ella, la sangre de las jóvenes y las niñas era de un sabor más delicioso que el de las mujeres maduras. ¿Asustada?, no era para menos, en un lugar como aquel porque no asustarse, me preguntaba si bastaría un ‘boo’ o un toque para ponerle los pelos de punta pero no quería que gritara, un grito quizá alertaría al guardián del cementerio y no quería interrumpir nuestra pequeña fiesta privada, era una noche agradable para un entretenimiento como aquel. Las estatuas no estaban demás, en su mayoría mutiladas constituían el perfecto público para un salón de baile improvisado. La rodeaba sin que se diera cuenta y escuchaba su respiración agitada por el temor y sus susurros, por poco solté una carcajada pero me contuve de hacerlo, pensé que sería divertido verla diciéndose más adelante que todo aquello era su imaginación.
Se movió entre la niebla, la seguí tranquilamente con la mirada fija en su rostro afligido por no saber por dónde iba. Entre esas tinieblas cualquiera podría perderse pero para mí no podría ocultarse ni una lagrima suya. ¡Huye, huye, escóndete! Mi mente gritaba con un grado elevado de diversión, así huyera, así se escondiera yo la encontraría porque en medio de las tumbas a una niña como ella le daría más miedo un muerto que un no-muerto, cosa que debería ser al contrario; los muertos no podían hacerla nada, yo sí. Y me fui acercando a la joven mientras la niebla la rodeaba y acariciaba su cintura, sus caderas, sus mejillas, sus cabellos que flotaban con el halo de la muerte cerca de su cuello.
-¿Quién está ahí?- se repitió el eco de su voz porque la ilusión así se lo haría presente. A medida que me iba acercando lo hice con naturalidad, ya no ocultaba mi presencia pero aun no me dejaba ver, ella escucho el caer de dos piedrecillas que fueron pateadas sin querer y que dieron el motivo para su pregunta. Se asustó tanto que amenazo la diversión con marcharse, por supuesto que no se lo permitiría. Bastaron un par de palabras para que ella se detuviera, me acerque a ella por detrás y la sostuve por la cintura con suavidad como si yo mismo fuera parte de la niebla o fuera un fantasma –Shhh…ven conmigo- susurre a su oído rozando el contorno de su rostro con mis labios.
Sujetándola de la cintura aun por detrás empecé a empujarla suavemente hacia el frente, la luz de la luna penetro en la niebla y le dio a todo nuestro entorno el aspecto fantasmal que me había propuesto crear. Era su sueño y era mi pesadilla, así como sonaba, cada uno encontraría el placer en su propio espacio porque el tiempo ya se había detenido. Dimos un par de pasos juntos hasta encontrarnos en medio de tumbas tan viejas que nadie recordaría que existían, los huesos regados en el suelo no serian perdonados. Aún bordeando su cintura con uno de los brazos empecé a girar lentamente hasta encontrarme frente a ella. Mi mirada se clavo en sus ojos verdes, mi rostro no mostraba ningún gesto hostil, aparentaba tal tranquilidad que cualquiera diría que solo era un muchacho que parecía de buena estirpe junto a una dama a la que quisiera conquistar. Esta idea me causaba tanta risa por el hecho de que me aproximaba al carácter de mis hermanos, no podía negarse que los tres poseíamos las facciones propias que nos hacían familiares, un rostro impasible e hipnotizador para las mujeres.
-Baila conmigo- dije en un tono que sonaba a pedido más que a orden, ¿acaso no me estaba divirtiendo?, por supuesto que sí. La tome de la cintura con un poco mas de fuerza y con la otra mano sujete la mano libre de ella para guiarla, mi mirada no dejo ni un momento de dirigirse a sus ojos verdes. Empezamos a bailar en medio de la niebla o más bien, de las tinieblas. Un, dos, tres…un, dos, tres un vals y los huesos son triturados por nuestras pisadas, se convierten en un polvo tan fino que el mismo halo de la muerte nos rodea con esa atmosfera en la que el polvo de los huesos se elevan en dirección al cielo como diminutas perlas brillantes ante la luz de la luna.
La rubia de belleza particular soñaba con un vals, el vampiro de intenciones temibles creaba un sueño para la joven que aquella noche no era más que una escultura de cristal. Los angeles y demonios que están esculpidos en piedra ruegan con gritos silenciosos que les devuelvan sus partes amputadas, quieren el brazo, o la pierna, o la cabeza que les falta para unirse al vals de la muerte. Los muertos suplican desde sus tumbas el que se les conceda un momento más de vida solo para ver, el gusano que se come el cerebro de un recién enterrado siente envidia de los huesos triturados porque le hubiera gustado morir pegado a la zapatilla de la joven rubia y ser por un momento inmortal en su propia muerte.
Se movió entre la niebla, la seguí tranquilamente con la mirada fija en su rostro afligido por no saber por dónde iba. Entre esas tinieblas cualquiera podría perderse pero para mí no podría ocultarse ni una lagrima suya. ¡Huye, huye, escóndete! Mi mente gritaba con un grado elevado de diversión, así huyera, así se escondiera yo la encontraría porque en medio de las tumbas a una niña como ella le daría más miedo un muerto que un no-muerto, cosa que debería ser al contrario; los muertos no podían hacerla nada, yo sí. Y me fui acercando a la joven mientras la niebla la rodeaba y acariciaba su cintura, sus caderas, sus mejillas, sus cabellos que flotaban con el halo de la muerte cerca de su cuello.
-¿Quién está ahí?- se repitió el eco de su voz porque la ilusión así se lo haría presente. A medida que me iba acercando lo hice con naturalidad, ya no ocultaba mi presencia pero aun no me dejaba ver, ella escucho el caer de dos piedrecillas que fueron pateadas sin querer y que dieron el motivo para su pregunta. Se asustó tanto que amenazo la diversión con marcharse, por supuesto que no se lo permitiría. Bastaron un par de palabras para que ella se detuviera, me acerque a ella por detrás y la sostuve por la cintura con suavidad como si yo mismo fuera parte de la niebla o fuera un fantasma –Shhh…ven conmigo- susurre a su oído rozando el contorno de su rostro con mis labios.
Sujetándola de la cintura aun por detrás empecé a empujarla suavemente hacia el frente, la luz de la luna penetro en la niebla y le dio a todo nuestro entorno el aspecto fantasmal que me había propuesto crear. Era su sueño y era mi pesadilla, así como sonaba, cada uno encontraría el placer en su propio espacio porque el tiempo ya se había detenido. Dimos un par de pasos juntos hasta encontrarnos en medio de tumbas tan viejas que nadie recordaría que existían, los huesos regados en el suelo no serian perdonados. Aún bordeando su cintura con uno de los brazos empecé a girar lentamente hasta encontrarme frente a ella. Mi mirada se clavo en sus ojos verdes, mi rostro no mostraba ningún gesto hostil, aparentaba tal tranquilidad que cualquiera diría que solo era un muchacho que parecía de buena estirpe junto a una dama a la que quisiera conquistar. Esta idea me causaba tanta risa por el hecho de que me aproximaba al carácter de mis hermanos, no podía negarse que los tres poseíamos las facciones propias que nos hacían familiares, un rostro impasible e hipnotizador para las mujeres.
-Baila conmigo- dije en un tono que sonaba a pedido más que a orden, ¿acaso no me estaba divirtiendo?, por supuesto que sí. La tome de la cintura con un poco mas de fuerza y con la otra mano sujete la mano libre de ella para guiarla, mi mirada no dejo ni un momento de dirigirse a sus ojos verdes. Empezamos a bailar en medio de la niebla o más bien, de las tinieblas. Un, dos, tres…un, dos, tres un vals y los huesos son triturados por nuestras pisadas, se convierten en un polvo tan fino que el mismo halo de la muerte nos rodea con esa atmosfera en la que el polvo de los huesos se elevan en dirección al cielo como diminutas perlas brillantes ante la luz de la luna.
La rubia de belleza particular soñaba con un vals, el vampiro de intenciones temibles creaba un sueño para la joven que aquella noche no era más que una escultura de cristal. Los angeles y demonios que están esculpidos en piedra ruegan con gritos silenciosos que les devuelvan sus partes amputadas, quieren el brazo, o la pierna, o la cabeza que les falta para unirse al vals de la muerte. Los muertos suplican desde sus tumbas el que se les conceda un momento más de vida solo para ver, el gusano que se come el cerebro de un recién enterrado siente envidia de los huesos triturados porque le hubiera gustado morir pegado a la zapatilla de la joven rubia y ser por un momento inmortal en su propia muerte.
Invitado- Invitado
Re: De la pesadilla a la realidad [Aidan Windsor]
Una breve caricia fue lo que me hizo darme cuenta que no, no estaba teniendo un mal sueño, mi cuerpo se erizo al sentir la frialdad tras la tela de su brazo, agache el rostro y reprimí un grito cuando su voz tranquila lleno mi cuerpo de confianza. El firme agarre que tenía sobre mi cuerpo me hacía sentir entre intimidada y aliviada por tener una compañía. Avance conforme este me lo indicaba, con suavidad, con la seguridad que gracias a su agarre aunque no pudiera ver era bastante evidente que no caería pues él no me dejaría hacerlo. Lo poco que podía ver simplemente me hacía querer salir huyendo del lugar. Tumbas, tumbas y más tumbas. Pero ¿Qué podía esperar cuando yo misma me había condenado al caminar en esta dirección? No podía quejarme por más miedo que tuviera puesto que yo era la causante de todas estas sensaciones abrumadoras que recorrían mi delicado cuerpo y erizaba mi suave piel.
Poco a poco la mirada penetrante de aquel ser, de aquel hombre que había llegado "a mi rescate" se asomaba dejándome observar con cada detalle su rostro blanco. No podía negarlo, era una criatura hermosa, que seguramente los mismos dioses sentirían envidia por lo perfecto de su rostro, la estatura imponente que tenía, su cuerpo atractivo. Sentí un poco de pena, seguramente mi rostro no estaba en el mejor de los momentos. Tenía unas orejas demasiado grandes debido a las noches de insomnio que había tenido, lo mal que me había alimentado y a pesar de haberme arreglado para salir no estaba dando mi mejor carta de presentación, no es que me sintiera una mujer hermosa pero al menos necesitaba estar presentable por educación ante un caballero. Sentí como mi rostro comenzó a hervir, seguramente la sangre se me había ido a las mejillas y estaba mostrando ese tono rojo encantador en las mejillas, la cercanía con el caballero me puso completamente nerviosa y el sonrojo era evidente pero bastante encantador.
No pude evitar sentir el impulso de subir la mano y acariciar su rostro. Lo hice con delicadeza, delineando aquella escultura con la yema de los dedos. Por un momento cerré los ojos imaginando cada detalle de su rostro al mantenerlos sin la imagen que tenía enfrente, tenía por extraña razón las ganas de plasmarme ese rostro blanco en la memoria por si no volvía a verle. Solté un suspiro para retirar la mano y sonreír con nerviosismo y timidez - No debería estar aquí… - Susurré sin poder dejar de verlo, era extraño como sentía un especie de imán por permanecer viéndolo. Desvíe la mirada para no ser tan obvia. No debía mostrar cuan encandilada estaba con él, incluso yo misma me sorprendía. Y aquella paz y tranquilidad que amañaba me daban ganas de querer abrazarlo. Algo en mi cabeza me negaba aquello, me pedía que me apartara, que pusiera distancia entre ambos, que era mejor escapar que él no era lo que esperaba. Mis sentidos estaban alerta pero debía ser sincera ¿Qué podía hacer yo en medio de un cementerio donde no se veía nada con un hombre? Seguramente con un simple jalón me tendría de vuelta entre sus brazos para bien o para mal así que era mejor tranquilizar mis sentidos.
Antes de poder decir algo sentí su cuerpo llevarme en un hermoso vals. No podía ser, aquel hombre no era el demonio de mis sueños ¿O si? - Detente, por favor detente - Suplique con la voz muy baja sintiendo como mi cuerpo se había quedado parado y él lo llevaba en el aire. Baje mi mirada y la oculte en su pecho, empujando sus manos para abrazarlo y sentir protección, una protección que había sentido nula cuando el vals había comenzado. Los huesos a nuestro alrededor hicieron que sollozara - No, esto no esta bien - Lo empuje con la poca fuerza que tenía dando varios pasos hacía atrás impidiendo así destruir con los pies aquellos restos de personas que seguramente descansaban en paz, en un cielo donde nos estaban esperando después de tanto sufrimiento - Eso no se hace, no es correcto - Lo miré con los ojos llenos de lagrimas, sintiendo un miedo invadir mi cuerpo como si la muerte estuviera cerca, como si me estuviera acechando, como si la muerte fuera el caballero de enfrente, pero no, no era posible, la muerte no era tan bella.
Fueron tantos los pasos que había dado hacía atrás que mi cuerpo choco contra un árbol, unas ramas se habían clavado en mi espalda haciendo que mis labios desprendieran un sonido revelando el dolor de aquello - Salgamos de aquí, por favor, no es seguro - Le di la espalda intentando buscar un camino, intentando avanzar a algún lado pero aquella neblina me impedía ver, tropecé sosteniéndome como pude de una rama del árbol, mi respiración se agitaba tanto que me costaba respirar, era doloroso, cerré los ojos queriendo por un momento que al abrirlos no estuviera en ese lugar, junto a aquel hermoso ángel oscuro.
Poco a poco la mirada penetrante de aquel ser, de aquel hombre que había llegado "a mi rescate" se asomaba dejándome observar con cada detalle su rostro blanco. No podía negarlo, era una criatura hermosa, que seguramente los mismos dioses sentirían envidia por lo perfecto de su rostro, la estatura imponente que tenía, su cuerpo atractivo. Sentí un poco de pena, seguramente mi rostro no estaba en el mejor de los momentos. Tenía unas orejas demasiado grandes debido a las noches de insomnio que había tenido, lo mal que me había alimentado y a pesar de haberme arreglado para salir no estaba dando mi mejor carta de presentación, no es que me sintiera una mujer hermosa pero al menos necesitaba estar presentable por educación ante un caballero. Sentí como mi rostro comenzó a hervir, seguramente la sangre se me había ido a las mejillas y estaba mostrando ese tono rojo encantador en las mejillas, la cercanía con el caballero me puso completamente nerviosa y el sonrojo era evidente pero bastante encantador.
No pude evitar sentir el impulso de subir la mano y acariciar su rostro. Lo hice con delicadeza, delineando aquella escultura con la yema de los dedos. Por un momento cerré los ojos imaginando cada detalle de su rostro al mantenerlos sin la imagen que tenía enfrente, tenía por extraña razón las ganas de plasmarme ese rostro blanco en la memoria por si no volvía a verle. Solté un suspiro para retirar la mano y sonreír con nerviosismo y timidez - No debería estar aquí… - Susurré sin poder dejar de verlo, era extraño como sentía un especie de imán por permanecer viéndolo. Desvíe la mirada para no ser tan obvia. No debía mostrar cuan encandilada estaba con él, incluso yo misma me sorprendía. Y aquella paz y tranquilidad que amañaba me daban ganas de querer abrazarlo. Algo en mi cabeza me negaba aquello, me pedía que me apartara, que pusiera distancia entre ambos, que era mejor escapar que él no era lo que esperaba. Mis sentidos estaban alerta pero debía ser sincera ¿Qué podía hacer yo en medio de un cementerio donde no se veía nada con un hombre? Seguramente con un simple jalón me tendría de vuelta entre sus brazos para bien o para mal así que era mejor tranquilizar mis sentidos.
Antes de poder decir algo sentí su cuerpo llevarme en un hermoso vals. No podía ser, aquel hombre no era el demonio de mis sueños ¿O si? - Detente, por favor detente - Suplique con la voz muy baja sintiendo como mi cuerpo se había quedado parado y él lo llevaba en el aire. Baje mi mirada y la oculte en su pecho, empujando sus manos para abrazarlo y sentir protección, una protección que había sentido nula cuando el vals había comenzado. Los huesos a nuestro alrededor hicieron que sollozara - No, esto no esta bien - Lo empuje con la poca fuerza que tenía dando varios pasos hacía atrás impidiendo así destruir con los pies aquellos restos de personas que seguramente descansaban en paz, en un cielo donde nos estaban esperando después de tanto sufrimiento - Eso no se hace, no es correcto - Lo miré con los ojos llenos de lagrimas, sintiendo un miedo invadir mi cuerpo como si la muerte estuviera cerca, como si me estuviera acechando, como si la muerte fuera el caballero de enfrente, pero no, no era posible, la muerte no era tan bella.
Fueron tantos los pasos que había dado hacía atrás que mi cuerpo choco contra un árbol, unas ramas se habían clavado en mi espalda haciendo que mis labios desprendieran un sonido revelando el dolor de aquello - Salgamos de aquí, por favor, no es seguro - Le di la espalda intentando buscar un camino, intentando avanzar a algún lado pero aquella neblina me impedía ver, tropecé sosteniéndome como pude de una rama del árbol, mi respiración se agitaba tanto que me costaba respirar, era doloroso, cerré los ojos queriendo por un momento que al abrirlos no estuviera en ese lugar, junto a aquel hermoso ángel oscuro.
Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
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Re: De la pesadilla a la realidad [Aidan Windsor]
Las humanas poseen un encanto singular, poseen sangre en la cara, sus mejillas se sonrojan cuando se encuentran ante una situación desconocida de la que sienten vergüenza. Ella, que se encontraba sola, no tenía escapatoria de mi presencia porque así como se veía desprotegida también se veía absorta como en un sueño. Suerte la mía de encontrarme un bocadillo a media noche y que llegaba de propia voluntad al santuario de la muerte, supongo que también podía cedérsele de ofrenda una vez que acabara con ella o no…mi humor era tan mutable que no sabía cómo acabaría pero si sabía que me divertiría en el proceso. De tal forma, fue fácil acercarme a ella en medio de la niebla, sus sentidos solo podían decirle una cosa: ¡alerta!, pero no tenía una presencia de la que se debiera temer por ahora, después de todo era un príncipe, que mas no quería una joven que encontrarse con uno aunque no fuera precisamente el de sueños y más bien apostaba ser el de sus pesadillas, esta ironía me parecía de lo más agradable.
Su mano ascendió hasta tocar mi rostro, seguramente para comprobar que era algo real y no producto de su imaginación o tal vez si lo fuera y yo me hubiera materializado en una de sus pesadillas para llevarla al mundo de las tinieblas, las niñas buenas como ella escaseaban allí y era mucho más gratificante si ella era mortal. La deje soñar despierta con la imagen de un perfecto ángel que aparentemente no demostraba tener ninguna intención mala con ella, de hecho me presentaba para rescatarla de ese lúgubre lugar…¿acaso ella no necesitaba un guía para salir de allí?, posiblemente si pero mi salida no sería precisamente la que ella anhelaba. En la boca del lobo hay una profundidad inestimable, la oscuridad es el final, el silencio es el último ‘sonido’ antes de cerrar los ojos. Pero ella no los mantuvo cerrados, los volvió a abrir y murmuro que no debería estar allí a lo que yo respondí con una sonrisa –Nuestros pasos nos llevan donde debemos estar- susurre a su oído llevándola conmigo donde quería que estuviera. Ella posiblemente no se daba cuenta de sus propios pasos al no apartar la vista de mis ojos como yo tampoco apartaba la mirada de ella.
Empezamos un suave vals, el crepitaron de los huesos que pisábamos lo hacía más real aunque se escuchara como si estuviéramos pisando hojas secas. Era tan liviana para mí que la deslizaba como a un soplo de aire hasta que ella se quedo parada. Me detuve sin mostrar emoción alguna en el rostro, la tranquilidad del lugar me ponía de buen humor así que podía esperar a volver a escucharla para saber sus motivos pero al final no se presentaron. Lo único que repitió una y otra vez es que aquello no era correcto…como si me importara. Trato de empujarme pero lo único que logro fue apartarse ella hacia atrás, en ese momento curve una sonrisa burlona al verla tratar de esquivar los huesos. Empezó a llorar y yo empecé a reír de solo verla, aplaudí acercándome hacia ella y pisando más fuertemente sobre el polvo que empezaba a flotar a nuestro alrededor, el polvo de los huesos –No temas criatura, ya están muertos, no les duele en absoluto- comente inclinándome a recoger un cráneo pequeño que aun estaba intacto, quizá el de algún niño o niña.
-Puedes llevarte este de recuerdo ¿no? Como quieras- dije al verla alejarse más aun, deje caer el cráneo sobre el suelo, haciéndose polvo al impacto y la escuche suplicando que saliéramos. La tomé de la mano antes de que pudiera salir corriendo y de un jalón la tuve en mis brazos sin mayor esfuerzo, no había escapatoria. –Tranquila, a los muertos les gusta el silencio- dije señalándole hacia nuestros pues con los ojos, pisábamos los últimos vestigios de huesos y mas allá ya no había nada más que la asustara pero iba acompañada del adorado de la muerte misma para su desdicha. La tome de la mano y empecé a caminar en otra dirección sin decir nada, llegamos a una parte del cementerio donde las tumbas eran majestuosas en comparación a las que habíamos visto antes. Las estatuas de mármol se levantaban en mejor estado que las de estuco. Los ángeles que encarnaban esas estatuas tenían los ojos en blanco y el estar en medio de ellos me hizo sentir una especie de goce al verme acompañado de una joven que parecía ser la pureza encarnada.
-¿Está mucho mejor aquí no crees?, shhh basta de sollozos, estás conmigo ahora y por ello no debes temer a nada ni a nadie externo a este espacio entre los dos- dije levantando mis dedos hacia sus lagrimas, siempre me había gustado su sabor así que moje mis labios con ellas, era una de las formas en que alimentaba mi goce al ser estas muestras del miedo de los mortales. Seguido proseguí a manejar sus emociones, otro más de mis dones, podía tranquilizarla hasta hacerla sentir risueña pero solo quería que entrara en un estado de letargo para que siguiera creyendo que todo aquello no era más que un sueño. Lastimosamente no se me permitía asesinar inocentes en vía pública, que tan diferente hubiera sido si ella iba de propia voluntad a mi morada. Ya que se le veía un prometedor amanecer lo menos que podía hacer es que cuando despertara no estuviera segura de sus recuerdos.
Su mano ascendió hasta tocar mi rostro, seguramente para comprobar que era algo real y no producto de su imaginación o tal vez si lo fuera y yo me hubiera materializado en una de sus pesadillas para llevarla al mundo de las tinieblas, las niñas buenas como ella escaseaban allí y era mucho más gratificante si ella era mortal. La deje soñar despierta con la imagen de un perfecto ángel que aparentemente no demostraba tener ninguna intención mala con ella, de hecho me presentaba para rescatarla de ese lúgubre lugar…¿acaso ella no necesitaba un guía para salir de allí?, posiblemente si pero mi salida no sería precisamente la que ella anhelaba. En la boca del lobo hay una profundidad inestimable, la oscuridad es el final, el silencio es el último ‘sonido’ antes de cerrar los ojos. Pero ella no los mantuvo cerrados, los volvió a abrir y murmuro que no debería estar allí a lo que yo respondí con una sonrisa –Nuestros pasos nos llevan donde debemos estar- susurre a su oído llevándola conmigo donde quería que estuviera. Ella posiblemente no se daba cuenta de sus propios pasos al no apartar la vista de mis ojos como yo tampoco apartaba la mirada de ella.
Empezamos un suave vals, el crepitaron de los huesos que pisábamos lo hacía más real aunque se escuchara como si estuviéramos pisando hojas secas. Era tan liviana para mí que la deslizaba como a un soplo de aire hasta que ella se quedo parada. Me detuve sin mostrar emoción alguna en el rostro, la tranquilidad del lugar me ponía de buen humor así que podía esperar a volver a escucharla para saber sus motivos pero al final no se presentaron. Lo único que repitió una y otra vez es que aquello no era correcto…como si me importara. Trato de empujarme pero lo único que logro fue apartarse ella hacia atrás, en ese momento curve una sonrisa burlona al verla tratar de esquivar los huesos. Empezó a llorar y yo empecé a reír de solo verla, aplaudí acercándome hacia ella y pisando más fuertemente sobre el polvo que empezaba a flotar a nuestro alrededor, el polvo de los huesos –No temas criatura, ya están muertos, no les duele en absoluto- comente inclinándome a recoger un cráneo pequeño que aun estaba intacto, quizá el de algún niño o niña.
-Puedes llevarte este de recuerdo ¿no? Como quieras- dije al verla alejarse más aun, deje caer el cráneo sobre el suelo, haciéndose polvo al impacto y la escuche suplicando que saliéramos. La tomé de la mano antes de que pudiera salir corriendo y de un jalón la tuve en mis brazos sin mayor esfuerzo, no había escapatoria. –Tranquila, a los muertos les gusta el silencio- dije señalándole hacia nuestros pues con los ojos, pisábamos los últimos vestigios de huesos y mas allá ya no había nada más que la asustara pero iba acompañada del adorado de la muerte misma para su desdicha. La tome de la mano y empecé a caminar en otra dirección sin decir nada, llegamos a una parte del cementerio donde las tumbas eran majestuosas en comparación a las que habíamos visto antes. Las estatuas de mármol se levantaban en mejor estado que las de estuco. Los ángeles que encarnaban esas estatuas tenían los ojos en blanco y el estar en medio de ellos me hizo sentir una especie de goce al verme acompañado de una joven que parecía ser la pureza encarnada.
-¿Está mucho mejor aquí no crees?, shhh basta de sollozos, estás conmigo ahora y por ello no debes temer a nada ni a nadie externo a este espacio entre los dos- dije levantando mis dedos hacia sus lagrimas, siempre me había gustado su sabor así que moje mis labios con ellas, era una de las formas en que alimentaba mi goce al ser estas muestras del miedo de los mortales. Seguido proseguí a manejar sus emociones, otro más de mis dones, podía tranquilizarla hasta hacerla sentir risueña pero solo quería que entrara en un estado de letargo para que siguiera creyendo que todo aquello no era más que un sueño. Lastimosamente no se me permitía asesinar inocentes en vía pública, que tan diferente hubiera sido si ella iba de propia voluntad a mi morada. Ya que se le veía un prometedor amanecer lo menos que podía hacer es que cuando despertara no estuviera segura de sus recuerdos.
Invitado- Invitado
Re: De la pesadilla a la realidad [Aidan Windsor]
Miedo, tristeza, angustia, preocupación, desesperación, todo había desaparecido de un momento a otro. ¿Cómo había pasado eso? No lo entendía, nunca había sido de esas personas que pudiera controlar tan bien sus emociones, mucho menos ocultarlas en el rostro, aquel ángel de la noche comenzaba a darme escalofríos, demasiados para ser cierto. Sin embargo no podía escaparme de sus brazos, empezaba a sentir que no tenía total control de mi cuerpo. Tal vez nunca lo había tenido y había alguien más que sabía jugar conmigo como si fuera un pequeño y delicado títere. En mi mente se repetía una palabra clave que el ángel había dicho: "criatura". Esa palabra las había escuchado un par de veces de algunos amigos que escondían su verdad bajo el manto de la noche, criaturas que en muchas ocasiones son incomprendidas e incluso desconocidas por la sociedad a causa del miedo e ignorancia de los seres humanos. Había aprendido que no solo éramos nosotros los que habitaban el planeta tierra, también existían otras criaturas que algunas se dejaban llevar con claridad por sus instintos y otros intentaban luchar contra ellos. Quizás era por eso que, quizás su rostro de ángel era una mascara para tener acceso fácil a el alimento. Quizás el podría ser una criatura de la noche, solo quizás.
Su piel fría hacía que temblara aquella noche, no estaba completamente preparada para disfrutar de la temperatura, a penas había tomado un vestido para poder dar un paso y un pequeño suéter de acompañamiento. Su temperatura corporal no ayudaba para que estuviera tranquila, para que mis dientes no tiritaran demostrando ese estado en mi, su roce incluso era más frío y un poco fuerte pero no lastimaba, y entonces por minutos cerré los ojos dejándome guiar por el caballero del rostro de ángel, sintiendo como esos instintos de supervivencia me pedían a gritos salir de ese lugar de una manera u otra. Al abrir los ojos me llevé una gran sorpresa, nunca me había adentrado demás al cementerio, siempre habían sido lapidas superficiales de la entrada del lugar pero nunca me había importado conocer más de lo principal, aquel lugar parecía un pequeño poblado donde cada ser humano tenía su casa, una casa donde solo el silencio y la oscuridad era capaz de acompañarlos, no entendía como personas eran capaces de gastar montones de dinero por este tipo de detalles a los seres que morían. ¿Por qué no gastarlo cuando se vive? A fin de cuentas al morir no te llevas nada, pues tus ojos no lo vuelven a ver, tu corazón no vuelve a latir y tus manos no vuelven a tocar las cosas.
Me separé por unos momentos de mi acompañante admirando de cerca cada una de las lapidas, hice una mueca notoria al notar los nombres. Apellidos de la realeza y esas cosas eran los que estaban plasmados en aquel lugar. - Tantos detalles por un muerto es ridículo - Mi pensamiento salió en voz alta haciendo incluso un eco en el lugar. Volteé a verlo sin apartar la mueca de mis labios - ¿Visita mucho este lugar? - Si, me parecía bastante curioso el hecho de a estas horas de la noche encontrarte con una personas, más cuando yo había caído por accidente, y estaba segura mi accidente no se volvería a repetir por ningún motivo. Seguí llevando la mirada por todo el lugar hasta encontrar un hermoso árbol con una banca pintada de blanco, se podía notar el color gracias a los destellos que la luz de la luna, esta que no nos dejaba solos al contrario era nuestra fiel cómplice y confidente.
Por una extraña fracción de segundo el miedo se fue, avance a paso lento hasta aquella banca, estaba cansada bastante ya no quería seguir de pie, incluso mis piernas comenzaban a temblar del cansancio. Me deje caer en esta, corriéndome hasta el final, dejando un largo espacio para que él pudiera sentarse - ¿Me acompaña? - Mi voz salió firme, pero suave y delicada. ¿Por qué mis presentimientos me decían que estaba en peligro? ¿Por qué? Sin embargo confiaba ciegamente en que todo podría salir bien al final de la noche. Siempre tenía esa tonta confianza hacia los demás, siempre creía que incluso el más malo y cruel de los caballeros tenía una pizca de bondad. Siempre fui soñadora, siempre he llevado parte de la inocencia a mi vida. - ¿Cuál es tu nombre? - Mis ojos se toparon con esos ojos que parecían imanes. La paz interna que había alcanzado aquella noche me hizo querer conocer un poco más de mi nueva compañía, quizás empezando con preguntas clave podría empezar a armar un rompecabezas donde él era el dibujo principal y cada una de sus contestaciones una pieza de lo que era, sentía, vivía y sería. Solo quizás pues no tenía ni siquiera mayor interés por insistir demasiado sino quería decir algo de él
Cruce mis brazos con fuerza sin perder la mirada de él. Tenía muchas dudas en la cabeza, su nombre, su procedencia, sería de aquí o de algún lugar vecino, porque estaba en aquel lugar tan noche, que pretendía, porque sentía que estaba bastante en peligro. Necesitaba seguir manteniendo el control de mis emociones, de mis pensamientos, de mis deseos, no me llevaría a nada bueno comenzar a querer escapar de ese lugar, de este momento. Estaba aquí y si lo estaba debía aprender a disfrutar cada detalle los momentos que vivía sin lamentarme de nada. Su rostro de ángel me ponía, nerviosa, sin embargo algo era cierto, los ángeles protegían, cuidaban y te amaban ¿No es así?
Su piel fría hacía que temblara aquella noche, no estaba completamente preparada para disfrutar de la temperatura, a penas había tomado un vestido para poder dar un paso y un pequeño suéter de acompañamiento. Su temperatura corporal no ayudaba para que estuviera tranquila, para que mis dientes no tiritaran demostrando ese estado en mi, su roce incluso era más frío y un poco fuerte pero no lastimaba, y entonces por minutos cerré los ojos dejándome guiar por el caballero del rostro de ángel, sintiendo como esos instintos de supervivencia me pedían a gritos salir de ese lugar de una manera u otra. Al abrir los ojos me llevé una gran sorpresa, nunca me había adentrado demás al cementerio, siempre habían sido lapidas superficiales de la entrada del lugar pero nunca me había importado conocer más de lo principal, aquel lugar parecía un pequeño poblado donde cada ser humano tenía su casa, una casa donde solo el silencio y la oscuridad era capaz de acompañarlos, no entendía como personas eran capaces de gastar montones de dinero por este tipo de detalles a los seres que morían. ¿Por qué no gastarlo cuando se vive? A fin de cuentas al morir no te llevas nada, pues tus ojos no lo vuelven a ver, tu corazón no vuelve a latir y tus manos no vuelven a tocar las cosas.
Me separé por unos momentos de mi acompañante admirando de cerca cada una de las lapidas, hice una mueca notoria al notar los nombres. Apellidos de la realeza y esas cosas eran los que estaban plasmados en aquel lugar. - Tantos detalles por un muerto es ridículo - Mi pensamiento salió en voz alta haciendo incluso un eco en el lugar. Volteé a verlo sin apartar la mueca de mis labios - ¿Visita mucho este lugar? - Si, me parecía bastante curioso el hecho de a estas horas de la noche encontrarte con una personas, más cuando yo había caído por accidente, y estaba segura mi accidente no se volvería a repetir por ningún motivo. Seguí llevando la mirada por todo el lugar hasta encontrar un hermoso árbol con una banca pintada de blanco, se podía notar el color gracias a los destellos que la luz de la luna, esta que no nos dejaba solos al contrario era nuestra fiel cómplice y confidente.
Por una extraña fracción de segundo el miedo se fue, avance a paso lento hasta aquella banca, estaba cansada bastante ya no quería seguir de pie, incluso mis piernas comenzaban a temblar del cansancio. Me deje caer en esta, corriéndome hasta el final, dejando un largo espacio para que él pudiera sentarse - ¿Me acompaña? - Mi voz salió firme, pero suave y delicada. ¿Por qué mis presentimientos me decían que estaba en peligro? ¿Por qué? Sin embargo confiaba ciegamente en que todo podría salir bien al final de la noche. Siempre tenía esa tonta confianza hacia los demás, siempre creía que incluso el más malo y cruel de los caballeros tenía una pizca de bondad. Siempre fui soñadora, siempre he llevado parte de la inocencia a mi vida. - ¿Cuál es tu nombre? - Mis ojos se toparon con esos ojos que parecían imanes. La paz interna que había alcanzado aquella noche me hizo querer conocer un poco más de mi nueva compañía, quizás empezando con preguntas clave podría empezar a armar un rompecabezas donde él era el dibujo principal y cada una de sus contestaciones una pieza de lo que era, sentía, vivía y sería. Solo quizás pues no tenía ni siquiera mayor interés por insistir demasiado sino quería decir algo de él
Cruce mis brazos con fuerza sin perder la mirada de él. Tenía muchas dudas en la cabeza, su nombre, su procedencia, sería de aquí o de algún lugar vecino, porque estaba en aquel lugar tan noche, que pretendía, porque sentía que estaba bastante en peligro. Necesitaba seguir manteniendo el control de mis emociones, de mis pensamientos, de mis deseos, no me llevaría a nada bueno comenzar a querer escapar de ese lugar, de este momento. Estaba aquí y si lo estaba debía aprender a disfrutar cada detalle los momentos que vivía sin lamentarme de nada. Su rostro de ángel me ponía, nerviosa, sin embargo algo era cierto, los ángeles protegían, cuidaban y te amaban ¿No es así?
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Re: De la pesadilla a la realidad [Aidan Windsor]
Suelo santo, así eran llamados los cementerios, al igual que las iglesias. Los mortales creían que los demonios no podrían perseguirlos en esos lugares, que equivocados estaban, los visitábamos incluso con más frecuencia que ellos mismos. ¿Y los ángeles?, esos solo eran de piedra y adornaban las capillas y mausoleos aunque algunas veces era una dicha encontrar un mortal que se asemejara en algo a aquellas criaturas ‘puras’ y llenas de bondad. La inocencia de la chica parecía hacerla la indicada para encarnar a uno de esos aclamados ángeles. En cuanto a belleza, quizá si podía asemejarse también pero no era lo que particularmente me importaba, mujeres bellas habían muchas a cual mejor, al igual que las feas, pero de ella solo me interesaba su incorrupta alma…¿y si la despojaba de ella?, ni siquiera se sabe que es pero todos dicen que del alma depende la salvación y muchos juran habérsela vendido al diablo a cambio de un favor, ¿ella me daría la suya a cambio de su vida?.
Muy temprano para adelantarse, era mejor seguirle la corriente y jugar un rato más llevando a cabo la actuación de quién no quiere hacerle daño. Ella se sentiría cómoda si aparentaba ser solo un muchacho, eso les agrada a las jóvenes que se enajenan con novelas románticas u obras de teatro, sueñan con tropezar con un desconocido que las hipnotice con galanteos y promesas que nunca se cumplirán. Pensar en hacer ese papel me daba tanta risa no pude evitar por lo menos sonreír mientras caminábamos adentrándonos en el cementerio. Las lápidas estaban regadas por todo el camino aunque los arboles espectrales que decoraban perfectamente el cementerio también empezaron a ser más recurrentes. La muchacha permanecía concentrada mirando los nombres de las lápidas como si importara, lo relevante era que estaban muertos, lo insignificante era como se llamaban porque sus nombres habían muerto también. Algún día esa chica también estaría bajo una tumba y su nombre estaría grabado en mármol o en piedra, dependiendo de sus funerales, quizá alguien la recordaría pero no durante siglos ya que el polvo de sus huesos no volvería a acariciar ninguna piel. Y yo, inmortal, si algún día me llegaba la segunda muerte, bajaría a los infiernos como premio a mis incontables crímenes y allí viviría cometiéndolos aún porque el diablo se complace de ellos y porque fue el mismo quien me dio la nueva vida a cambio de un alma que nunca poseí.
Su voz me devolvió a la realidad después de estar soñando unos minutos con las torturas generosas que me estaba perdiendo por estar lejos de casa. Se encontraba solo a unos pasos de mí aun observando unas tumbas que ya eran de la clase alta y de la realeza, claramente el tallado de mármol, las incrustaciones de oro, las flores frescas, denotaban el estatus social. –No, solo vine a visitar a unos amigos- respondí levantando la vista hacia las ramas de los árboles muertos y encontrándolos allí, nos miraban, en silencio, con los ojos rojos, con los picos negros y con el apetito voraz en mi acompañante pero su instinto les advertía que un depredador más fuerte se encontraba allí así que mantenían su distancia. La luz de luna dibujaba las sombras en el suelo y parecían ser arboles con hojas cuando solo era el plumaje de los cuervos. Creí que ella no se había dado cuenta de esto ya que busco con la mirada y se acerco a uno de los pocos árboles que aun tenían follaje. Al pie de este una banca, como si estuvieran en un parque, para que pudieran sentarse a admirar la vista de las tumbas y los demás árboles llenos de ocupantes que les rodeaban.
-Por supuesto- respondí torciendo una sonrisa a la propuesta de sentarme a su lado, ya estábamos muy lejos de la salida y de toda persona viva que pudiera estar por los alrededores, era la hora de descansar en ‘paz’. De tal forma le hice compañía en esa banca de madera donde su mirada no se escondía de la mía y donde su encantadora figura estaba a mi merced. Algunos cuervos empezaron a graznar quizá porque sentían el peligro o el deseo irrefrenable que me recorría la garganta, la sed de sangre, de su esencia joven y pura. Muchos volaron en dirección opuesta al cementerio y algunos se acomodaron en el árbol que teníamos detrás como expectantes a lo que estuviera por suceder una vez más en silencio aunque su vuelo produjo que algunas plumas negras caerán sobre nosotros mezcladas con hojas secas del árbol. Entonces ella preguntó mi nombre y me acerqué aun mas a ella, levantando mi mano hacia su cabello para quitar una pluma negra que había caído sobre ella, aproveche este gesto para acercarme a su oído –Aidan- susurre y deposite un beso en el lóbulo de su oreja. Seguido acaricie el contorno de su rostro con la pluma -¿Y el tuyo es…?- pregunté alejándome solo un par de centímetros, estando muy cerca de su rostro.
Comprobé que se encontraba nerviosa, sonreí satisfactoriamente ya que su miedo era mi alimento, empecé a usar el control sobre sus emociones nuevamente haciéndola entrar en un letargo debido a que solo quería que estuviera tranquila, se había merecido un premio por su buen juicio. Mujeres que gritaban o que salían corriendo por miedo simplemente me sacaban de quicio así que sus gargantas crujían en cuestión de segundos pero ella no, era ¿valiente?, o quizá solo curiosa por tratar de controlarse a si misma evitándome el trabajo de hacerlo pero ya a esas alturas era necesario que usara un poco mis influencias sobre ella ya que la sed era apremiante aunque antes quizá planeara algo mas ya que no quería dejarla inconsciente tan rápidamente. La muerte siempre estaba atenta a las víctimas que se llevaría y que eran un regalo mío para ella pero estaba en Paris, con una muchacha joven, pura y hermosa, solo por ello no la mataría pero a cambio nunca más vería mi rostro después de aquella noche.
Muy temprano para adelantarse, era mejor seguirle la corriente y jugar un rato más llevando a cabo la actuación de quién no quiere hacerle daño. Ella se sentiría cómoda si aparentaba ser solo un muchacho, eso les agrada a las jóvenes que se enajenan con novelas románticas u obras de teatro, sueñan con tropezar con un desconocido que las hipnotice con galanteos y promesas que nunca se cumplirán. Pensar en hacer ese papel me daba tanta risa no pude evitar por lo menos sonreír mientras caminábamos adentrándonos en el cementerio. Las lápidas estaban regadas por todo el camino aunque los arboles espectrales que decoraban perfectamente el cementerio también empezaron a ser más recurrentes. La muchacha permanecía concentrada mirando los nombres de las lápidas como si importara, lo relevante era que estaban muertos, lo insignificante era como se llamaban porque sus nombres habían muerto también. Algún día esa chica también estaría bajo una tumba y su nombre estaría grabado en mármol o en piedra, dependiendo de sus funerales, quizá alguien la recordaría pero no durante siglos ya que el polvo de sus huesos no volvería a acariciar ninguna piel. Y yo, inmortal, si algún día me llegaba la segunda muerte, bajaría a los infiernos como premio a mis incontables crímenes y allí viviría cometiéndolos aún porque el diablo se complace de ellos y porque fue el mismo quien me dio la nueva vida a cambio de un alma que nunca poseí.
Su voz me devolvió a la realidad después de estar soñando unos minutos con las torturas generosas que me estaba perdiendo por estar lejos de casa. Se encontraba solo a unos pasos de mí aun observando unas tumbas que ya eran de la clase alta y de la realeza, claramente el tallado de mármol, las incrustaciones de oro, las flores frescas, denotaban el estatus social. –No, solo vine a visitar a unos amigos- respondí levantando la vista hacia las ramas de los árboles muertos y encontrándolos allí, nos miraban, en silencio, con los ojos rojos, con los picos negros y con el apetito voraz en mi acompañante pero su instinto les advertía que un depredador más fuerte se encontraba allí así que mantenían su distancia. La luz de luna dibujaba las sombras en el suelo y parecían ser arboles con hojas cuando solo era el plumaje de los cuervos. Creí que ella no se había dado cuenta de esto ya que busco con la mirada y se acerco a uno de los pocos árboles que aun tenían follaje. Al pie de este una banca, como si estuvieran en un parque, para que pudieran sentarse a admirar la vista de las tumbas y los demás árboles llenos de ocupantes que les rodeaban.
-Por supuesto- respondí torciendo una sonrisa a la propuesta de sentarme a su lado, ya estábamos muy lejos de la salida y de toda persona viva que pudiera estar por los alrededores, era la hora de descansar en ‘paz’. De tal forma le hice compañía en esa banca de madera donde su mirada no se escondía de la mía y donde su encantadora figura estaba a mi merced. Algunos cuervos empezaron a graznar quizá porque sentían el peligro o el deseo irrefrenable que me recorría la garganta, la sed de sangre, de su esencia joven y pura. Muchos volaron en dirección opuesta al cementerio y algunos se acomodaron en el árbol que teníamos detrás como expectantes a lo que estuviera por suceder una vez más en silencio aunque su vuelo produjo que algunas plumas negras caerán sobre nosotros mezcladas con hojas secas del árbol. Entonces ella preguntó mi nombre y me acerqué aun mas a ella, levantando mi mano hacia su cabello para quitar una pluma negra que había caído sobre ella, aproveche este gesto para acercarme a su oído –Aidan- susurre y deposite un beso en el lóbulo de su oreja. Seguido acaricie el contorno de su rostro con la pluma -¿Y el tuyo es…?- pregunté alejándome solo un par de centímetros, estando muy cerca de su rostro.
Comprobé que se encontraba nerviosa, sonreí satisfactoriamente ya que su miedo era mi alimento, empecé a usar el control sobre sus emociones nuevamente haciéndola entrar en un letargo debido a que solo quería que estuviera tranquila, se había merecido un premio por su buen juicio. Mujeres que gritaban o que salían corriendo por miedo simplemente me sacaban de quicio así que sus gargantas crujían en cuestión de segundos pero ella no, era ¿valiente?, o quizá solo curiosa por tratar de controlarse a si misma evitándome el trabajo de hacerlo pero ya a esas alturas era necesario que usara un poco mis influencias sobre ella ya que la sed era apremiante aunque antes quizá planeara algo mas ya que no quería dejarla inconsciente tan rápidamente. La muerte siempre estaba atenta a las víctimas que se llevaría y que eran un regalo mío para ella pero estaba en Paris, con una muchacha joven, pura y hermosa, solo por ello no la mataría pero a cambio nunca más vería mi rostro después de aquella noche.
LOS CUERVOS
Señor, cuando se hielan los prados;
cuando en las aldeas asoladas
se han callado los ángelus...
sobre la naturaleza defoliada
haz que desciendan de los cielos
los deliciosos, los queridos cuervos.
Extraño ejército de severos gritos.
los vientos fríos atacan vuestros nidos.
A lo largo de los ríos amarillos,
en los caminos de los viejos
calvarios, en las fosas y trincheras,
¡dispersaros! ¡Juntaros!
Por millares, en los campos de Francia,
donde duermen los muertos
de antes de ayer, ¡dad vueltas y más vueltas
en el invierno para que recapacite todo transeúnte!
¡Sé, pues, el pregonero del deber,
oh, nuestro fúnebre pájaro negro!
Pero, santos del cielo en las alturas de los robles
(perdidos mástiles en la noche encantada),
dejad los ruiseñores de mayo para aquellos
que, en el fondo del bosque y en la hierba
de donde no se puede huir, ha encadenado
la derrota prevista.
Señor, cuando se hielan los prados;
cuando en las aldeas asoladas
se han callado los ángelus...
sobre la naturaleza defoliada
haz que desciendan de los cielos
los deliciosos, los queridos cuervos.
Extraño ejército de severos gritos.
los vientos fríos atacan vuestros nidos.
A lo largo de los ríos amarillos,
en los caminos de los viejos
calvarios, en las fosas y trincheras,
¡dispersaros! ¡Juntaros!
Por millares, en los campos de Francia,
donde duermen los muertos
de antes de ayer, ¡dad vueltas y más vueltas
en el invierno para que recapacite todo transeúnte!
¡Sé, pues, el pregonero del deber,
oh, nuestro fúnebre pájaro negro!
Pero, santos del cielo en las alturas de los robles
(perdidos mástiles en la noche encantada),
dejad los ruiseñores de mayo para aquellos
que, en el fondo del bosque y en la hierba
de donde no se puede huir, ha encadenado
la derrota prevista.
Invitado- Invitado
Re: De la pesadilla a la realidad [Aidan Windsor]
Mi cuerpo se encontraba ya bastante cómodo bajo aquel árbol, estar sin dormir tanto tiempo comenzaba a hacer que alucinara. Me sentía completamente observada, pero no por mi acompañante, era como si alguien estuviera siendo cómplice de nuestro encuentro, alguien que estuviera encantado por vernos jugar a dos desconocidos necesitando hablar con alguien más, el cómplice que mandaba las instrucciones para poder detonar el gatillo de un arma en caso necesario. Despegué suavemente mi mirada de sus ojos, con lentitud, no tenía prisa en realidad, lo que pasará, podría ser en este momento o minutos más tarde, así que de nada importaba ponerme histérica. Al tener fuera de vista sus ojos, empecé a observar a nuestro alrededor, intentando buscar un movimiento extraño que comprobará mi teoría, pero pensándolo bien, cualquier movimiento o acción en ese lugar sería extraño. ¿Cómo saber diferenciar?
Su cercanía, su aliento golpeando mi piel, su voz susurrante, aquel beso "inocente" pero intimo, borró por completo esos pensamientos sobre vigilantes de la noche. El miedo se había desaparecido por escasos segundos, pero entonces mi cuerpo tembló, mi piel se erizó, y mis labios se entreabrieron ligeramente sacando un poco de aire a causa del nerviosismo. Sentí por unos instantes que la noche no estaba fría, que mi cuerpo estaba expidiendo calor irracional, y entonces este mismo subía hasta depositarse en mis mejillas, dejando un color carmín en ellas, denotando que aquello me había tomado por completa sorpresa. No, no estaba acostumbrada a aquellas cercanías, tampoco al tacto, pocas veces había sentido que era deseada, y sé que me estoy yendo muy lejos pero eso me pone nerviosa. Bajé la mirada completamente avergonzada, en mi regazo se encontraban tres plumas negras, las toma suavemente para dejarlas caer por fin al suelo. No podía evitar sentir aun el calor de mis mejillas. Comencé a respirar profundamente, para intentar controlarme.
De la nada, me sentí bien, me sentí tranquila, incluso alcé la mirada y sonreí con ese aire de inocencia y seguridad. ¿Seguridad? Pocas veces la tengo, pero este momento me hizo sentir así. - Doreen - Susurré casi de la misma manera que él, casi con lascivia, había sido sin intención, había sido inevitable, era como si tenerlo frente a mi sacará una especie de… No lo sabía. Moví mi cabeza intentando volver a tomar la compostura - Esas cosas no se hacen caballero - Reproché de manera inevitable, los modales, y ese respeto propio siempre lo tenía presente - No es de caballeros tanta cercanía y esa clase de besos con señoritas que apenas conoce ¿No lo cree? - Una de mis cejas se arqueo, mi sonrisa se torció aun con ese dejo de coquetería que no entendía porque salía a la luz. Negué mi actitud, de manera interna me estaba regañando por ser tan inconsciente de las cosas que hacía, de lo inconsciente que había sido hasta llegar a ese lugar. Me puse de pie rápidamente, y entonces los vi, aquellos grandes cuervos, sus picos bastante grandes, más incluso de aquellos que comúnmente se ven, tragué saliva al verlos - ¿Podemos irnos de aquí? No me gusta… Siento que pasará algo malo… ¿Podemos? - Volteé a verlo, mis ojos denotaban suplica. De la desesperación di unos pasos torpes colocándome frente a él, casi estuve por pararme con firmeza pero el colocar el pie sobre una piedra me hizo tropezar sobre él. Me sujeté con fuerza de la madera que estaba detrás de su cuerpo, mis brazos lo rodearon, casi creyendo que iba a impactarme sobre su cuerpo me aferré tanto las manos contra la madera que incluso sentí pedazos de manera salida enterrarse en mis manos. - ouch, lo siento - Dije sosteniéndome de sus hombros para levantarme, no me había dado cuenta, gotas de sangre habían quedado en su abrigo negro, no podían verse, pero al pararme de nueva cuenta y cerrar los puños de nuevo el dolor había vuelto, volteé a ver mis manos y entonces comencé a sacar las incrustaciones de madera, observando como la sangre comenzaba a salir de la palma de esta.
De manera inconsciente me di la vuelta, intentando buscar que la luz de la luna me dejara observar mi mano. Comencé a quitar con las uñas de la otra mano la manera, una por una, era un poco doloroso, no lo niego, pero al menos estaba dejando de molestar conforme quitaba los pedacitos que aun me quedaban, la sangre ya estaba comenzando a parar, por eso dicen que la sangre es escandalosa, porque puede ser pequeño el corte que te haces, sin embargo esta sale como si se tratara de un gran corte. - ¿Podemos irnos? - Volví a preguntar ya dejando limpia por fin la mano, mi cuerpo se volvió a girar para voltear a verlo. Su rostro… Estaba tan diferente, sus ojos… No entendía bien con quien estaba enfrente, primero su piel pálida, su frío corporal (que lo había notado por el beso). Solo una persona había conocido con esas características con anterioridad, un amigo… Lestat que había resultado ser un vampiro… Pero.. Los vampiros tienen conductas diferentes ¿No es así? Carraspeé suavemente dando un paso hacía adelante. ¿,Miedo? Si, lo tenía pero de nada servía correr. Estiré mi mano para invitarlo a levantarse, a acompañarme - ¿Vamos? - Volví a insistir sonriendo nerviosa
Su cercanía, su aliento golpeando mi piel, su voz susurrante, aquel beso "inocente" pero intimo, borró por completo esos pensamientos sobre vigilantes de la noche. El miedo se había desaparecido por escasos segundos, pero entonces mi cuerpo tembló, mi piel se erizó, y mis labios se entreabrieron ligeramente sacando un poco de aire a causa del nerviosismo. Sentí por unos instantes que la noche no estaba fría, que mi cuerpo estaba expidiendo calor irracional, y entonces este mismo subía hasta depositarse en mis mejillas, dejando un color carmín en ellas, denotando que aquello me había tomado por completa sorpresa. No, no estaba acostumbrada a aquellas cercanías, tampoco al tacto, pocas veces había sentido que era deseada, y sé que me estoy yendo muy lejos pero eso me pone nerviosa. Bajé la mirada completamente avergonzada, en mi regazo se encontraban tres plumas negras, las toma suavemente para dejarlas caer por fin al suelo. No podía evitar sentir aun el calor de mis mejillas. Comencé a respirar profundamente, para intentar controlarme.
De la nada, me sentí bien, me sentí tranquila, incluso alcé la mirada y sonreí con ese aire de inocencia y seguridad. ¿Seguridad? Pocas veces la tengo, pero este momento me hizo sentir así. - Doreen - Susurré casi de la misma manera que él, casi con lascivia, había sido sin intención, había sido inevitable, era como si tenerlo frente a mi sacará una especie de… No lo sabía. Moví mi cabeza intentando volver a tomar la compostura - Esas cosas no se hacen caballero - Reproché de manera inevitable, los modales, y ese respeto propio siempre lo tenía presente - No es de caballeros tanta cercanía y esa clase de besos con señoritas que apenas conoce ¿No lo cree? - Una de mis cejas se arqueo, mi sonrisa se torció aun con ese dejo de coquetería que no entendía porque salía a la luz. Negué mi actitud, de manera interna me estaba regañando por ser tan inconsciente de las cosas que hacía, de lo inconsciente que había sido hasta llegar a ese lugar. Me puse de pie rápidamente, y entonces los vi, aquellos grandes cuervos, sus picos bastante grandes, más incluso de aquellos que comúnmente se ven, tragué saliva al verlos - ¿Podemos irnos de aquí? No me gusta… Siento que pasará algo malo… ¿Podemos? - Volteé a verlo, mis ojos denotaban suplica. De la desesperación di unos pasos torpes colocándome frente a él, casi estuve por pararme con firmeza pero el colocar el pie sobre una piedra me hizo tropezar sobre él. Me sujeté con fuerza de la madera que estaba detrás de su cuerpo, mis brazos lo rodearon, casi creyendo que iba a impactarme sobre su cuerpo me aferré tanto las manos contra la madera que incluso sentí pedazos de manera salida enterrarse en mis manos. - ouch, lo siento - Dije sosteniéndome de sus hombros para levantarme, no me había dado cuenta, gotas de sangre habían quedado en su abrigo negro, no podían verse, pero al pararme de nueva cuenta y cerrar los puños de nuevo el dolor había vuelto, volteé a ver mis manos y entonces comencé a sacar las incrustaciones de madera, observando como la sangre comenzaba a salir de la palma de esta.
De manera inconsciente me di la vuelta, intentando buscar que la luz de la luna me dejara observar mi mano. Comencé a quitar con las uñas de la otra mano la manera, una por una, era un poco doloroso, no lo niego, pero al menos estaba dejando de molestar conforme quitaba los pedacitos que aun me quedaban, la sangre ya estaba comenzando a parar, por eso dicen que la sangre es escandalosa, porque puede ser pequeño el corte que te haces, sin embargo esta sale como si se tratara de un gran corte. - ¿Podemos irnos? - Volví a preguntar ya dejando limpia por fin la mano, mi cuerpo se volvió a girar para voltear a verlo. Su rostro… Estaba tan diferente, sus ojos… No entendía bien con quien estaba enfrente, primero su piel pálida, su frío corporal (que lo había notado por el beso). Solo una persona había conocido con esas características con anterioridad, un amigo… Lestat que había resultado ser un vampiro… Pero.. Los vampiros tienen conductas diferentes ¿No es así? Carraspeé suavemente dando un paso hacía adelante. ¿,Miedo? Si, lo tenía pero de nada servía correr. Estiré mi mano para invitarlo a levantarse, a acompañarme - ¿Vamos? - Volví a insistir sonriendo nerviosa
Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 5232
Fecha de inscripción : 01/03/2011
Edad : 34
Localización : Zona Residencia.
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: De la pesadilla a la realidad [Aidan Windsor]
Éramos dos sombras de diferente color y textura, dos existencias ajenas, un depredador y una presa. No había prisa por una despedida porque no hubo prisa por un encuentro y sin embargo allí estábamos en medio de la oscuridad deseando dos cosas totalmente distintas pero estaba claro que cada uno deseaba algo del otro. Ella quería un ‘caballero’ que la sacara del ese macabro lugar, que la llevara por las misteriosas calles de Paris hasta encontrar el lugar donde ella podía sentirse segura y para concluir ¿un beso en la mano?, ¿en los labios?, ¿una promesa de volverse a ver?. Podía lucir como un príncipe, hablar como uno, incluso ser más que uno y portar una corona que prometía a la joven doncella ser llevada a tierras lejanas donde vivirá las mismas cursilerías que se leen en las obras de los poetas. Por supuesto que nada de ello sucedería, yo solo quería su sangre y nada más que divertirme un momento en aquella noche en la que pensé encontrarme con nada que llamara mi atención.
Su instinto humano le decía que se alejara de mí, lo sabía ya que solo mencionaba el querer irse y solo caminaba torpe y rápidamente en busca de una salida, como si no fuera capaz de apreciar el paisaje en el que nos encontrábamos. Por lo menos una banca detuvo su andar o hubiera tenido que tranquilizarla de una forma no muy cortes ya que no me gustaban los juegos del gato y el ratón, si iba a jugar con mi comida sería a mi manera. Tuve que seguir el teatro que habíamos armado y actuar pacientemente, no es que no lo estuviera disfrutando, simplemente quería darle un giro. Por ello, cuando tuve la oportunidad a mi alcance, me acerqué a ella rozando su suave piel y besándola en la superficie antes de confesarle mi nombre y preguntarle el suyo. Su respuesta fue de esperar, las ‘damas’ de casa no estaban acostumbradas a que un desconocido les diera un trato tan cercano aunque en secreto quizá alucinaban con ello. Me limite a sonreír tranquilamente al verla sonrojarse y bajar la mirada para luego tener finalmente una respuesta de su parte, su nombre.
Parecía que la chica a pesar de inocente si sabia como provocar a un hombre aunque asumí que lo hacia inconscientemente. De pronto su actitud por poco me causa una risa que pude ocultar detrás de una sonrisa y alejándome apenas unos centímetros de ella quedé divertido observando sus cambios –Es inevitable Doreen, una joven de belleza singular como la tuya debe acostumbrarse a robar corazones- dije solemnemente cuando por dentro la risa me carcomía. No iba a negar que era hermosa, pero mujeres hermosas habían muchas, así que una vez mas lo único que le veía de especial era su talento en meterse en problemas. Chica sola en un cementerio se entrega al peligro de ser atacada por un vampiro…un caso peculiar. –¿Siempre eres tan agraciada?- pregunte sonriendo aun observándola desde mi lugar en la banca ya que una vez más ella cambio de humor al darse cuenta de los cuervos que nos rodeaban. Me divertía todo aquello, me divertía ella con su bipolaridad, me divertía su atrevimiento mezclado con miedo.
Se descompuso buscando por todas partes la salida y en ello tropezó con una roca casi cayendo sobre mí pero apoyo las manos sobre la madera de la banca y se quedo unos segundos muy cercana a mí. La mire fijamente con tranquilidad y al tome de la cintura con ambos brazos –Quizas si no te desesperaras tan fácilmente sería más fácil para los dos- murmure ya que ella podía escucharme desde esa posición pero enseguida trato de recuperar su compostura y se apoyo en mis hombros para ponerse de pie. El olor llegó a mi nariz de inmediato, sangre. Sucedió que mientras ellas se volteaba yo llevaba mis dedos a mis hombros para recoger con las yemas las gotas de liquido carmesí y luego llevarlas a mis labios para pasar mi lengua por ellos y degustar del esplendido sabor de la sangre joven y recién cosechada. Ella acababa de incitar a mi sed y esta no se detendría hasta lograr saciarse. Mi expresión divertida se borro y mi rostro asumió una seriedad inescrutable. Doreen pareció notar mi cambio cuando volvió la espalda y me vio de frente. Tranquilamente me puse de pie y la mire fijamente a los ojos, saqué un pañuelo del abrigo y lo extendí hacia ella sin dejar de mirarle en ningún momento –Lo siento Doreen, te has hecho daño…- dije y empecé a caminar alrededor sin alejarme más que centímetros de ella.
Volví a aspirar el aire frío de la noche mezclado con el aroma inconfundible de la sangre y camina hasta encontrarme detrás de ella. La tomé fuertemente por la cintura con un brazo apresándola contra mi cuerpo mientras con la otra mano acariciaba su cuello -¿Le tienes miedo a la muerte?- susurre a su oído y luego pase mi lengua por el lóbulo de su oreja hasta bajar a su cuello donde deposite mis labios dándole una caricia con ellos. Si gritaba sería peor para ella, podía quebrarle el cuello en segundos y meter su cadáver a una de las tumbas, nunca nadie se enteraría de lo que le había sucedido y seria una más de las muchas desaparecidas que se tienen a diario. Debería agradecer estar en aquel lugar ya que de estar en un espacio cerrado me hubiera placido de ella también de forma carnal. Su cuerpo era joven, sus atributos muchos y yo tenía hambre de piel y sangre para saciar todos mis apetitos.
Su instinto humano le decía que se alejara de mí, lo sabía ya que solo mencionaba el querer irse y solo caminaba torpe y rápidamente en busca de una salida, como si no fuera capaz de apreciar el paisaje en el que nos encontrábamos. Por lo menos una banca detuvo su andar o hubiera tenido que tranquilizarla de una forma no muy cortes ya que no me gustaban los juegos del gato y el ratón, si iba a jugar con mi comida sería a mi manera. Tuve que seguir el teatro que habíamos armado y actuar pacientemente, no es que no lo estuviera disfrutando, simplemente quería darle un giro. Por ello, cuando tuve la oportunidad a mi alcance, me acerqué a ella rozando su suave piel y besándola en la superficie antes de confesarle mi nombre y preguntarle el suyo. Su respuesta fue de esperar, las ‘damas’ de casa no estaban acostumbradas a que un desconocido les diera un trato tan cercano aunque en secreto quizá alucinaban con ello. Me limite a sonreír tranquilamente al verla sonrojarse y bajar la mirada para luego tener finalmente una respuesta de su parte, su nombre.
Parecía que la chica a pesar de inocente si sabia como provocar a un hombre aunque asumí que lo hacia inconscientemente. De pronto su actitud por poco me causa una risa que pude ocultar detrás de una sonrisa y alejándome apenas unos centímetros de ella quedé divertido observando sus cambios –Es inevitable Doreen, una joven de belleza singular como la tuya debe acostumbrarse a robar corazones- dije solemnemente cuando por dentro la risa me carcomía. No iba a negar que era hermosa, pero mujeres hermosas habían muchas, así que una vez mas lo único que le veía de especial era su talento en meterse en problemas. Chica sola en un cementerio se entrega al peligro de ser atacada por un vampiro…un caso peculiar. –¿Siempre eres tan agraciada?- pregunte sonriendo aun observándola desde mi lugar en la banca ya que una vez más ella cambio de humor al darse cuenta de los cuervos que nos rodeaban. Me divertía todo aquello, me divertía ella con su bipolaridad, me divertía su atrevimiento mezclado con miedo.
Se descompuso buscando por todas partes la salida y en ello tropezó con una roca casi cayendo sobre mí pero apoyo las manos sobre la madera de la banca y se quedo unos segundos muy cercana a mí. La mire fijamente con tranquilidad y al tome de la cintura con ambos brazos –Quizas si no te desesperaras tan fácilmente sería más fácil para los dos- murmure ya que ella podía escucharme desde esa posición pero enseguida trato de recuperar su compostura y se apoyo en mis hombros para ponerse de pie. El olor llegó a mi nariz de inmediato, sangre. Sucedió que mientras ellas se volteaba yo llevaba mis dedos a mis hombros para recoger con las yemas las gotas de liquido carmesí y luego llevarlas a mis labios para pasar mi lengua por ellos y degustar del esplendido sabor de la sangre joven y recién cosechada. Ella acababa de incitar a mi sed y esta no se detendría hasta lograr saciarse. Mi expresión divertida se borro y mi rostro asumió una seriedad inescrutable. Doreen pareció notar mi cambio cuando volvió la espalda y me vio de frente. Tranquilamente me puse de pie y la mire fijamente a los ojos, saqué un pañuelo del abrigo y lo extendí hacia ella sin dejar de mirarle en ningún momento –Lo siento Doreen, te has hecho daño…- dije y empecé a caminar alrededor sin alejarme más que centímetros de ella.
Volví a aspirar el aire frío de la noche mezclado con el aroma inconfundible de la sangre y camina hasta encontrarme detrás de ella. La tomé fuertemente por la cintura con un brazo apresándola contra mi cuerpo mientras con la otra mano acariciaba su cuello -¿Le tienes miedo a la muerte?- susurre a su oído y luego pase mi lengua por el lóbulo de su oreja hasta bajar a su cuello donde deposite mis labios dándole una caricia con ellos. Si gritaba sería peor para ella, podía quebrarle el cuello en segundos y meter su cadáver a una de las tumbas, nunca nadie se enteraría de lo que le había sucedido y seria una más de las muchas desaparecidas que se tienen a diario. Debería agradecer estar en aquel lugar ya que de estar en un espacio cerrado me hubiera placido de ella también de forma carnal. Su cuerpo era joven, sus atributos muchos y yo tenía hambre de piel y sangre para saciar todos mis apetitos.
Invitado- Invitado
Re: De la pesadilla a la realidad [Aidan Windsor]
Cuando era pequeña, mi madre se dedicaba a citar libros, cuentos donde solo resaltaba el amor, la paz, y las reglas correctas de una familia, a pesar de que los libros hablaban de un gran amor, también hablaban sobre la posición que tenía la mujer en la sociedad, la pieza pequeña de un juego, cada uno de esos cuentos me habían dejado ciertas enseñanzas, pero sobre todo me dejaron sueños. En demasiadas ocasiones soñaba con poder encontrar a ese príncipe azul, el que me sacará de ese estilo de vida, que sería educado, atento, divertido, pero que sobretodo que me amara, todos aquellos sueños se rompieron. Ahora vivía una realidad.
La realidad consistía en haber roto una burbuja, en haberme metido en una revolución, en defender mis ideales y creer que la corona caería para poder volver a estar en libertad. ¿Por qué recordar todo esto? Porque ahora me daba cuenta que no había valorado todo lo que tenía en mi vida, estaba en una situación complicada, con un desconocido que me ponía los pelos de punta, que me miraba con soberbia pero me quería mostrar la suavidad en sus palabras frívolas, tonta no soy, y me doy cuenta de las intenciones de las personas. Por eso soy artista, porque aprendo a observar con el corazón, de manera detallada, lo que muchos no hacen.
Tomé el pañuelo, era blanco, tanto como los copos de nieve que caían en lo alto de las montañas en invierno, al limpiar mis pequeñas heridas me di cuenta de como se iba pigmentando de color carmín, la sangre brotaba como si de verdad me hubiera hecho un gran corte, ¿por qué tenía que ser tan escandalosa? Siempre alarmando por pequeñas rasparas o pequeñas cortadas. - Muchas gracias - Sonreí completamente agradecida, enredando el pañuelo entre las palmas de mis manos y mis dedos ejerciendo fuerza. Seguí con detenimiento sus movimientos, me sentí de nuevo ruborizada, no es que lo viera pero el calor de mi cuerpo gracias al nerviosismo que el hombre me provocaba se deslizaba por cada parte de mi ser, y terminaba por acumularse en mis mejillas. De nuevo mis sentidos se pusieron alertas. ¿Cómo se había dado cuenta que me hice daño? A cada paso que daba cada uno en falso descubría más de él, confirmaba mis suposiciones: Era un vampiro. Lo era y poco a poco se estaba revelando ante mi, y no es que le importara mucho decirme su naturaleza.
Estaba por girar a verlo cuando sentí su mano aprisionar mi cuerpo contra el suyo. Sentir su respiración gélida contra mi piel me erizó de nueva cuenta. Cerró los ojos con fuerza aguardando por unos momentos la respiración. Alcé mi mano derecha para poder enredar mis dedos en su cabello negro azabache, quería gritar pero no podía, quería correr pero sabía que era imposible, todo estaba a su favor, más valía cooperar un poco para que las cosas no se hiciera más peligrosas. - No… No le tengo miedo… Aprendí a respetarla - Confesé. Desde pequeña se me había inculcado que la muerte, no es algo que podamos controlar, mucho menos manejar a nuestro antojo, que puede pasar en cualquier momento, de un segundo a otro, y que no debíamos sufrir por algo que inevitablemente va a pasar. Era mucho mejor tomarle de la mano, caminar con ella a un lado, y sentir el apretón a nuestra muñeca para saber cuando era el momento correcto, extrañamente, no sentía que mi muñeca fuera apretada, pero si tenía miedo a la situación.
Mi mano jaló ligeramente el cabello hacía atrás. Sentí mi cuerpo temblar y querer escurrir hacía las lapidas por aquella cercanía tan insinuante. Muchas veces había leído sobre los efectos que los vampiros pueden ejercer hacía nosotros. Esa gran atracción, el deseo de permanecer a su lado sin importar el peligro, el deseo de sentir sus manos sobre nuestro cuerpo, el tener una obsesión hacía ellos de manera instantánea, todo aquello podía sonar verdaderamente enfermo pero no por eso fuera mentira. - Por favor, no me dañes, por favor… - Supliqué apenas en un susurró. No quise moverme, y tampoco es que pudiera, pues sentía mi cuerpo rígido como una roca. Aquellos besos me arrancaron una especie de jadeo complaciente, estaba rompiendo con toda creencia, a pesar de lo aterrada que estaba su tacto era tan complaciente que me hacía perder la realidad por momentos. - Aidan, por favor. Te daré de mi sangre, solo un poco, pero déjame ir con vida, aun no quiero morir - Supliqué con un tono de voz más elevado, tragando saliva, y volviendo a abrir los ojos asustada, recordando que estaba en medio de un cementerio, y que al igual que aquellos cuerpos en putrefacción, el mío podría terminar de esa manera, esa noche, sino hacía lo que él me pedía.
La realidad consistía en haber roto una burbuja, en haberme metido en una revolución, en defender mis ideales y creer que la corona caería para poder volver a estar en libertad. ¿Por qué recordar todo esto? Porque ahora me daba cuenta que no había valorado todo lo que tenía en mi vida, estaba en una situación complicada, con un desconocido que me ponía los pelos de punta, que me miraba con soberbia pero me quería mostrar la suavidad en sus palabras frívolas, tonta no soy, y me doy cuenta de las intenciones de las personas. Por eso soy artista, porque aprendo a observar con el corazón, de manera detallada, lo que muchos no hacen.
Tomé el pañuelo, era blanco, tanto como los copos de nieve que caían en lo alto de las montañas en invierno, al limpiar mis pequeñas heridas me di cuenta de como se iba pigmentando de color carmín, la sangre brotaba como si de verdad me hubiera hecho un gran corte, ¿por qué tenía que ser tan escandalosa? Siempre alarmando por pequeñas rasparas o pequeñas cortadas. - Muchas gracias - Sonreí completamente agradecida, enredando el pañuelo entre las palmas de mis manos y mis dedos ejerciendo fuerza. Seguí con detenimiento sus movimientos, me sentí de nuevo ruborizada, no es que lo viera pero el calor de mi cuerpo gracias al nerviosismo que el hombre me provocaba se deslizaba por cada parte de mi ser, y terminaba por acumularse en mis mejillas. De nuevo mis sentidos se pusieron alertas. ¿Cómo se había dado cuenta que me hice daño? A cada paso que daba cada uno en falso descubría más de él, confirmaba mis suposiciones: Era un vampiro. Lo era y poco a poco se estaba revelando ante mi, y no es que le importara mucho decirme su naturaleza.
Estaba por girar a verlo cuando sentí su mano aprisionar mi cuerpo contra el suyo. Sentir su respiración gélida contra mi piel me erizó de nueva cuenta. Cerró los ojos con fuerza aguardando por unos momentos la respiración. Alcé mi mano derecha para poder enredar mis dedos en su cabello negro azabache, quería gritar pero no podía, quería correr pero sabía que era imposible, todo estaba a su favor, más valía cooperar un poco para que las cosas no se hiciera más peligrosas. - No… No le tengo miedo… Aprendí a respetarla - Confesé. Desde pequeña se me había inculcado que la muerte, no es algo que podamos controlar, mucho menos manejar a nuestro antojo, que puede pasar en cualquier momento, de un segundo a otro, y que no debíamos sufrir por algo que inevitablemente va a pasar. Era mucho mejor tomarle de la mano, caminar con ella a un lado, y sentir el apretón a nuestra muñeca para saber cuando era el momento correcto, extrañamente, no sentía que mi muñeca fuera apretada, pero si tenía miedo a la situación.
Mi mano jaló ligeramente el cabello hacía atrás. Sentí mi cuerpo temblar y querer escurrir hacía las lapidas por aquella cercanía tan insinuante. Muchas veces había leído sobre los efectos que los vampiros pueden ejercer hacía nosotros. Esa gran atracción, el deseo de permanecer a su lado sin importar el peligro, el deseo de sentir sus manos sobre nuestro cuerpo, el tener una obsesión hacía ellos de manera instantánea, todo aquello podía sonar verdaderamente enfermo pero no por eso fuera mentira. - Por favor, no me dañes, por favor… - Supliqué apenas en un susurró. No quise moverme, y tampoco es que pudiera, pues sentía mi cuerpo rígido como una roca. Aquellos besos me arrancaron una especie de jadeo complaciente, estaba rompiendo con toda creencia, a pesar de lo aterrada que estaba su tacto era tan complaciente que me hacía perder la realidad por momentos. - Aidan, por favor. Te daré de mi sangre, solo un poco, pero déjame ir con vida, aun no quiero morir - Supliqué con un tono de voz más elevado, tragando saliva, y volviendo a abrir los ojos asustada, recordando que estaba en medio de un cementerio, y que al igual que aquellos cuerpos en putrefacción, el mío podría terminar de esa manera, esa noche, sino hacía lo que él me pedía.
Doreen Jussieu- Hechicero Clase Alta
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