Una extraña pesadilla

Abrí los ojos contemplando con una mezcla de desconcierto y asombró la oscuridad que me rodeaba. Por un segundo me encontré incapaz de recordar donde me encontraba y que era aquella helada sensación que entumecía mi piel. Quieta permanecí a la espera en medio de la negrura del incierto, tratando de descifrar el misterio a través de mis sentidos.

La humedad y frialdad de mi piel, el sonido de las ondas del agua al realizar hasta el mas mínimo movimiento y una dura sensación contra la piel de mi espalda, trasero y muslos. Todo apuntaba a que estaba sentada dentro de un contenedor de liquido. ¿Una tina? Quizás. Trate de recordar si había tomado un baño pero mi mente solo se nubló y una jaqueca terrible ocupó mi raciocinio.

-Maldición...- Murmuré con acritud, extrañada del sonido de mi propia voz, de su resonancia seca... como el graznido de un cuervo. -Tengo sed. -Confesé extrañada y anonadada mientras mis manos tanteaban aquel liquido en el que mi cuerpo permanecía, mis movimientos eran torpes, casi mecánicos mientras lograba reunir un poco de aquella materia caprichosa en el cuenco que mis manos formaban.

Le lleve a mis labios, dispuesta a beber pues sentía ahora la lengua tan seca como si fuese una lija. Me detuve en el ultimo instante, insegura de continuar con aquello. -No creo que sea seguro... puede que no sea seguro... -Me repetí una decena de veces sintiendo el deseo apremiante de llenar mi boca con aquel liquido, de saciar una sed que parecía tener su origen en una época lejana.

Mi garganta dolía y no me encontraba segura de soportar por mucho tiempo el ardor que en mi pecho se alojaba. Maldiciendo en silencio a los dioses trague de un sorbo precipitado el agua. Era helada pero su gusto tenía algo de acre, algo dulce y amargo a un tiempo, no fue hasta que trague que el aroma pútrido de la muerte me inundó el olfato. El liquido descendía por mi garganta y aliviaba mi sed, pero su regusto anunciaba que mi estomago no contendría su contenido por mucho tiempo.

Trate de ponerme de pie, salir de aquel lugar pero me encontré incapacitada para hacerlo. Si bien mis manos se encontraban libres, no lo estaban mis piernas y pies. Algo me mantenía atada al fondo de aquel extraño lugar. Aquello era inadmisible, no encontraba razón o explicación en todo aquello y el tratar de rememorar no ayudaba en absolutamente nada.

Me encontraba a punto de gritar, de exigir una razón de aquella violencia en mi contra cuando las luces inundaron mi mirada. Ciega por la llegada repentina de aquel ramadal de luminosidad cerré los ojos y gemí suavemente por el dolor. Pasaron largos segundos hasta que finalmente me atreví a enfrentarme a la verdad que desconocía. Poco a poco los manchones ante mi mirada comenzaron a tomar forma.

Tuve que contener un grito de terror al observar la bizarra escena que me esperaba. Me encontraba en medio de una enorme tina excavada en el suelo. La habitación era blanca como la nieve a excepción de aquel espacio donde yo y otra decena de mujeres eramos encadenadas. Sus vestidos blancos, al igual que el que cubría mi cuerpo, estaban manchados de sangre y el agua misma se teñía de aquel material. Las nauseas regresaron pero el terror era mucho mas grande. Una puerta a mi espalda chirrió, alguien hacia su entrada triunfal en aquel lugar.