AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Nadie (Libre)
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Nadie (Libre)
Acababa de entrar la noche. No quería llegar tarde a nuestra cita de negocios. Eso no sería de buen recibo para mí, pues desde muy pequeña me han instruído con los modales adecuados para una dama de alta cuna y, aunque ya no goce de tales títulos, mis anticuadas costumbres todavían seguían apegadas a mí como una garrapata a la oreja de un perro.
Creí que sería apropiado vestir el color azul oscuro para esa ocasión. Pues era un color que inspiraba seguridad y madurez. Aunque de lo primero ande escasa, era necesario causar buena impresión a Dimitri Lumière. Él había depositado toda su confianza en mí para dar rienda suelta a su proyecto de montar una orquesta. "La Orquesta Lumière" de la que yo sería su compositora oficial. Aquello me abriría las puertas para realizar mi propio sueño; montar un ballet.
Las calles adoquinadas no estaban del todo desiertas a aquellas horas. Y es que, los parisinos burgueses adoraban la noche y la parafernalia, las salas de variedades y los casinos. El traqueteo de los carros de caballos, la luz tintineante de las farolas o la música de las tabernas hacían de la noche un cúmulo de vida.
Y también muerte. Pues la noche era el escudo perfecto para las criaturas de la noche. Para nosotros.
Mi apartamento no estaba muy lejos del teatro Lumière. Crucé la plaza de La Croix y, a los pocos minutos, ya estaba dentro del teatro.
Era un teatro recién renovado, por lo que las paredes y el tejado se mantenían en perfecto estado. La gran lámpara de araña acogía bajo sus 20 brazos las filas de butacas que se desperdigaban por la planta baja.
Recorrí el camino-que ya me sabía-hacia el despacho de Lumière. LLamé un par de veces, pero nadie me contestaba. Con un poco de reticencia, abrí la puerta. Las estanterías antaño cubiertas de libros, estaban vacías, la mesa de trabajo, siempre con papeles y carpetas de cuentas, también estaba desierta.
-¿Dimitri?-me sentía estúpida. Era evidente que allí no estaba.
Salí disparada hacia fuera. Busqué y busqué por todos los rincones del teatro. Subí a los palcos, entré en la sala de los instrumentos, en la pequeña biblioteca, detrás del escenario...Perdí la cuenta de las horas que pasé en el teatro. Pero allí no había nadie.
De pronto, me quedé paralizada y me di cuenta. Se había ido. Se había ido sin decirme nada.
Primero fue la tristeza la que acudió a mí. Debería estar acostumbrada a ello, pues no era la primera persona que perdía a lo largo de mi inmortalidad. Los vampiros éramos seres obtusos, desprendidos. No podíamos mantenernos demasiado tiempo en un mismo lugar.
Primero fue la rabia. ¿Tanto le costaba avisarme? ¿Acudir a mi apartamento, que estaba tan sólo a dos minutos? ¿Una carta? ¿Acaso estaba manco para escribirme una condenada carta? Había sido un egoísta. Yo había creído en él. En su música. En nuestra música. Podía haberme abierto camino. Pero él había decidido marcharse.
-¡Maldito seas, Dimitri Lumière!-mis dientes crujieron. Y yo, presa de la furia, empecé a derribar todo lo que se interponía en mi paso; las bambalinas, los intrumentos, rasgué los vestidos de los artistas...Luché por que las lágrimas ardientes no se derramaran. Arrojé el violín, que había tocado para mi audición, lejos. Después, deposité mi vista en el piano. Su piano. Aquel instrumento que, sin saber por qué, le provocaba cierta angustia. La única que había visto en los ojos de Dimitri.
Después, fui yo la que caí de rodillas al suelo, abatida. Y me vino la tristeza. Debería estar acostumbrada a ello, pues no era la primera persona que perdía a lo largo de mi inmortalidad. Los vampiros éramos seres obtusos, desprendidos. No podíamos mantenernos demasiado tiempo en un mismo lugar.
Estaba bloqueada y no sabía qué hacer, cómo moverme, a dónde ir. Así que, me quedé en esa posición lo que me parecieron horas. ¿Por qué todos tenían que irse?
Creí que sería apropiado vestir el color azul oscuro para esa ocasión. Pues era un color que inspiraba seguridad y madurez. Aunque de lo primero ande escasa, era necesario causar buena impresión a Dimitri Lumière. Él había depositado toda su confianza en mí para dar rienda suelta a su proyecto de montar una orquesta. "La Orquesta Lumière" de la que yo sería su compositora oficial. Aquello me abriría las puertas para realizar mi propio sueño; montar un ballet.
Las calles adoquinadas no estaban del todo desiertas a aquellas horas. Y es que, los parisinos burgueses adoraban la noche y la parafernalia, las salas de variedades y los casinos. El traqueteo de los carros de caballos, la luz tintineante de las farolas o la música de las tabernas hacían de la noche un cúmulo de vida.
Y también muerte. Pues la noche era el escudo perfecto para las criaturas de la noche. Para nosotros.
Mi apartamento no estaba muy lejos del teatro Lumière. Crucé la plaza de La Croix y, a los pocos minutos, ya estaba dentro del teatro.
Era un teatro recién renovado, por lo que las paredes y el tejado se mantenían en perfecto estado. La gran lámpara de araña acogía bajo sus 20 brazos las filas de butacas que se desperdigaban por la planta baja.
Recorrí el camino-que ya me sabía-hacia el despacho de Lumière. LLamé un par de veces, pero nadie me contestaba. Con un poco de reticencia, abrí la puerta. Las estanterías antaño cubiertas de libros, estaban vacías, la mesa de trabajo, siempre con papeles y carpetas de cuentas, también estaba desierta.
-¿Dimitri?-me sentía estúpida. Era evidente que allí no estaba.
Salí disparada hacia fuera. Busqué y busqué por todos los rincones del teatro. Subí a los palcos, entré en la sala de los instrumentos, en la pequeña biblioteca, detrás del escenario...Perdí la cuenta de las horas que pasé en el teatro. Pero allí no había nadie.
De pronto, me quedé paralizada y me di cuenta. Se había ido. Se había ido sin decirme nada.
Primero fue la tristeza la que acudió a mí. Debería estar acostumbrada a ello, pues no era la primera persona que perdía a lo largo de mi inmortalidad. Los vampiros éramos seres obtusos, desprendidos. No podíamos mantenernos demasiado tiempo en un mismo lugar.
Primero fue la rabia. ¿Tanto le costaba avisarme? ¿Acudir a mi apartamento, que estaba tan sólo a dos minutos? ¿Una carta? ¿Acaso estaba manco para escribirme una condenada carta? Había sido un egoísta. Yo había creído en él. En su música. En nuestra música. Podía haberme abierto camino. Pero él había decidido marcharse.
-¡Maldito seas, Dimitri Lumière!-mis dientes crujieron. Y yo, presa de la furia, empecé a derribar todo lo que se interponía en mi paso; las bambalinas, los intrumentos, rasgué los vestidos de los artistas...Luché por que las lágrimas ardientes no se derramaran. Arrojé el violín, que había tocado para mi audición, lejos. Después, deposité mi vista en el piano. Su piano. Aquel instrumento que, sin saber por qué, le provocaba cierta angustia. La única que había visto en los ojos de Dimitri.
Después, fui yo la que caí de rodillas al suelo, abatida. Y me vino la tristeza. Debería estar acostumbrada a ello, pues no era la primera persona que perdía a lo largo de mi inmortalidad. Los vampiros éramos seres obtusos, desprendidos. No podíamos mantenernos demasiado tiempo en un mismo lugar.
Estaba bloqueada y no sabía qué hacer, cómo moverme, a dónde ir. Así que, me quedé en esa posición lo que me parecieron horas. ¿Por qué todos tenían que irse?
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
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Re: Nadie (Libre)
El manto oscuro de la noche ya no provocaba en mí lo que provocaba días atrás. Balthazar me usaba sin descanso para prepararle hechizos de toda clase, últimamente prefería correr antes del anochecer antes de prender una vela de cebo y ponerme a trabajar para él.
Me miré al viejo espejo de mi habitación, estaba tan diferente a cuando me maquillaba de forma exagerada. Podía ver el brillo tenue de mi piel, mis ojos claros reflejando mi propio rostro en el espejo... ésta era una Soraya completamente distinta a la del cabaret.
Me pude cerrar el corset negro, me puse una falda larga azul oscuro, coloqué mi capa de protección renovada y salí caminando por las calles de París.
El París comercial, tenía de todo, desde utensillos de cocina, hasta elementos claves para los más oscuros y poderosos hechizos.Sin duda el paraiso para cualquiera, cualquiera que pueda costear todo aquello. Caminé hasta llegar a una zona más distinguida, con respecto a la arquitectura y de los peatones que transitaban sus calles. Un cartel de llamativas letras. Anunciaba un teatro.
Al entrar, las luces estaban casi apagadas, sólo daban una luz pálida. No podía ver muy bien por allí. Estaba ciega.
De repente algo me extreñó del lugar, era como si alguien estuviera tirando un montón de cosas pesadas. Temerosa de que fuera un asesino, o un grupo de ladrones, me escondí detrás de una de las butacas de terciopelo.
Un golpe seco hizo que me levantara de forma autómatica, una mujer de aspecto frágil estaba allí sola, en el piso, con un montón de cosas a su alrededor totalmente astilladas.
- ¿ Necesita ayuda?...- pregunté al acercarme a un metro de distancia de la mujer.
Cerré los ojos para poder ver que emociones tenía...pero me fue inútil. No percibía nada de aquella mujer, no era como cuando no sabía que emociones tenía pero podía verle el aura... acá era diferente. Parecía como si estuviera muerta.
¡ Espera!, me dije a mi misma... era claro que no estaba muerta, pero...¿ y si era una no muerta?...una vampiresa... Si era así, ya estaba acostumbrada. Mis compañeras del cabaret eran casi todas vampiresas, bueno la que gozaba un lugar privilegiado.
Aunque no sabía si una prostituta podía tener un lugar privilegiado en algún sitio.
Me miré al viejo espejo de mi habitación, estaba tan diferente a cuando me maquillaba de forma exagerada. Podía ver el brillo tenue de mi piel, mis ojos claros reflejando mi propio rostro en el espejo... ésta era una Soraya completamente distinta a la del cabaret.
Me pude cerrar el corset negro, me puse una falda larga azul oscuro, coloqué mi capa de protección renovada y salí caminando por las calles de París.
El París comercial, tenía de todo, desde utensillos de cocina, hasta elementos claves para los más oscuros y poderosos hechizos.Sin duda el paraiso para cualquiera, cualquiera que pueda costear todo aquello. Caminé hasta llegar a una zona más distinguida, con respecto a la arquitectura y de los peatones que transitaban sus calles. Un cartel de llamativas letras. Anunciaba un teatro.
Al entrar, las luces estaban casi apagadas, sólo daban una luz pálida. No podía ver muy bien por allí. Estaba ciega.
De repente algo me extreñó del lugar, era como si alguien estuviera tirando un montón de cosas pesadas. Temerosa de que fuera un asesino, o un grupo de ladrones, me escondí detrás de una de las butacas de terciopelo.
Un golpe seco hizo que me levantara de forma autómatica, una mujer de aspecto frágil estaba allí sola, en el piso, con un montón de cosas a su alrededor totalmente astilladas.
- ¿ Necesita ayuda?...- pregunté al acercarme a un metro de distancia de la mujer.
Cerré los ojos para poder ver que emociones tenía...pero me fue inútil. No percibía nada de aquella mujer, no era como cuando no sabía que emociones tenía pero podía verle el aura... acá era diferente. Parecía como si estuviera muerta.
¡ Espera!, me dije a mi misma... era claro que no estaba muerta, pero...¿ y si era una no muerta?...una vampiresa... Si era así, ya estaba acostumbrada. Mis compañeras del cabaret eran casi todas vampiresas, bueno la que gozaba un lugar privilegiado.
Aunque no sabía si una prostituta podía tener un lugar privilegiado en algún sitio.
Invitado- Invitado
Re: Nadie (Libre)
La boca se le había llenado con mentiras. Me pregunté si para él había sido un juego. Supongo que, conociéndole como le conozco, se habría divertido mucho conmigo. Las lágrimas de sangre ardían en mis ojos y luchaban por salir. Pero yo no estaba dispuesta a darle tal satisfacción a monsieur Lumière. Sólo había llorado una vez en la vida. Sólo esperaba que hubiese disfrutado con mis sueños. ¿Sería consciente de cuánto había depositado en él y en la Orquesta? Esfuerzo, dinero, tiempo...Y cuando ya creía que podría salir a flote otra vez. Cuando creía que podía dejar de lado el recuerdo de aquel que me hizo, un teatro vacío me devolvía a la cruda realidad. Y es que no había compasión ni tan si quiera para los condenados...Para nosotros, los que menos. Sólo pedía una cosa; una explicación. Algo que temía que no se iba a producir.
Hasta que no me habló no me di cuenta de su presencia. Tampoco había sentido su olor hasta que no la tuve delante. Tal era mi estado de ofuscación en esos momentos.
Alcé la vista y encontré a una muchacha de ojos claros con mirada circunspecta. "¿Por qué está preocupada?" Entonces supuse que era por mí. Los mortales siempre habían sentido una compasión singular por aquellos a los que veían desvalidos. Era una cualidad de ellos que admiraba y echaba de menos. Pues los inmortales, con el tiempo, hemos perdido esa facultad. Para nosotros la vida tenía tan poco valor...Supongo que es lo que ocurre cuando vives miles y miles de años. Las personas sólo se te antojan como cosas pasajeras y que pronto se marchitarán.
-Yo...-me limpié las mejillas rápidamente, pues sentía que me ardían a causa de una lágrima que había prometido no derramar.-Sí, creo que...-me incorporé. Esta vez mi tristeza había dado paso a un sentimiento de vergüenza. ¡Cómo había podido ser tan indecorosa! Aquello no había sido correcto. No entendía por qué me había dejado llevar tanto por mis emociones. No me habían enseñado a ser así. Carolina Van de Valley tenía que ser una dama aunque las circunstancias fueran adversas, soplara un huracán o muriese su mascota querida.
-Disculpe, señorita. No debe preocuparse por mí.-ni si quiera había advertido el olor particular que desprendía la muchacha hasta ese momento. Era un aroma que me resultaba ya conocido pues había tenido un encuentro con otro de su misma raza hacía pocos días en el teatro; era una bruja.-¿Qué..qué hace en el teatro?-aún tartamudeaba un poco a causa del cansancio y agotamiento. El teatro estaba cerrado. No había nadie. Nadie.
Hasta que no me habló no me di cuenta de su presencia. Tampoco había sentido su olor hasta que no la tuve delante. Tal era mi estado de ofuscación en esos momentos.
Alcé la vista y encontré a una muchacha de ojos claros con mirada circunspecta. "¿Por qué está preocupada?" Entonces supuse que era por mí. Los mortales siempre habían sentido una compasión singular por aquellos a los que veían desvalidos. Era una cualidad de ellos que admiraba y echaba de menos. Pues los inmortales, con el tiempo, hemos perdido esa facultad. Para nosotros la vida tenía tan poco valor...Supongo que es lo que ocurre cuando vives miles y miles de años. Las personas sólo se te antojan como cosas pasajeras y que pronto se marchitarán.
-Yo...-me limpié las mejillas rápidamente, pues sentía que me ardían a causa de una lágrima que había prometido no derramar.-Sí, creo que...-me incorporé. Esta vez mi tristeza había dado paso a un sentimiento de vergüenza. ¡Cómo había podido ser tan indecorosa! Aquello no había sido correcto. No entendía por qué me había dejado llevar tanto por mis emociones. No me habían enseñado a ser así. Carolina Van de Valley tenía que ser una dama aunque las circunstancias fueran adversas, soplara un huracán o muriese su mascota querida.
-Disculpe, señorita. No debe preocuparse por mí.-ni si quiera había advertido el olor particular que desprendía la muchacha hasta ese momento. Era un aroma que me resultaba ya conocido pues había tenido un encuentro con otro de su misma raza hacía pocos días en el teatro; era una bruja.-¿Qué..qué hace en el teatro?-aún tartamudeaba un poco a causa del cansancio y agotamiento. El teatro estaba cerrado. No había nadie. Nadie.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
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Re: Nadie (Libre)
Sus ojos la delataban.
Definitivamente aquella muchacha no la estaba pasando bien, sus ojos reflejaban tristeza, dolor, decepción, y demasiadas emociones cargadas negativamente. No podía usar mi don con ella, pero sí podía ver sus emociones a través de ellos.
Algo en mí se había quebrado, los recuerdos de mi hechizo para borrar los sentimientos negativos había dado sus frutos, pero aún así, no dejaba de ser cobarde. En vez de ser fuerte, de vencerlos por mí, usaba lo más sublime que la vida me había dado... mi magia.
Poseía en mi ser el despojo de mis raíces, el hecho de descubrir mi herencia gitana y bruja a través de palabrerías de malandras y prostitutas... si bien mi entorno era así, si bien mis amistades lo eran, y por más que ellos tuvieran buen corazón, no quería haber pasado por todo ello. Pensar, que aquellos sentimientos casi me había llevado a la muerte, claro que...antes bruja que muerta, prefería estar en riesgo de perder mi licencia de bruja que me habían dado las mujeres aquellas, que perder mi vida por unos rídiculos sentimientos de mi infancia.
Apenas escuché su voz femenina volví a concentrarme en aquella vampiresa. Se veía destrozada, y quizá me estaba exponiendo innecesariamente, a causa de querer ayudar a alguien.
- Me preocupo...- dije con un hilo de voz, quería saber si mis dones, alguno de ellos funcionaba...pero eran obsoletos, quizá el de hechicería funcionara, si era así, tenía que ver que materiales podía usar, y en vista de que el teatro estaba cerrado... mis opciones bajaban notablemente.- Déjeme ayudarla...- musité, mirándola a los ojos.
- ¿ La típica frase " Vi luz y entré"... no sirve mucho para el porque de mi estadía aquí, no?..[/i].- dije a modo de broma. Sin duda no podía con mi genio.
Me acerqué a ella.-[i]¿ Qué hace una mujer como usted... en éste lugar?.- Quizá se trataba de una urtadilla con su amante que había salido mal, pero era muy extraño ver a un vampiro o vampiresa en ese estado catatónico, no es por exagerar, no soy amarillista, pero algo la tenía muy mal, y yo la ayudaría a reponerse.
Definitivamente aquella muchacha no la estaba pasando bien, sus ojos reflejaban tristeza, dolor, decepción, y demasiadas emociones cargadas negativamente. No podía usar mi don con ella, pero sí podía ver sus emociones a través de ellos.
Algo en mí se había quebrado, los recuerdos de mi hechizo para borrar los sentimientos negativos había dado sus frutos, pero aún así, no dejaba de ser cobarde. En vez de ser fuerte, de vencerlos por mí, usaba lo más sublime que la vida me había dado... mi magia.
Poseía en mi ser el despojo de mis raíces, el hecho de descubrir mi herencia gitana y bruja a través de palabrerías de malandras y prostitutas... si bien mi entorno era así, si bien mis amistades lo eran, y por más que ellos tuvieran buen corazón, no quería haber pasado por todo ello. Pensar, que aquellos sentimientos casi me había llevado a la muerte, claro que...antes bruja que muerta, prefería estar en riesgo de perder mi licencia de bruja que me habían dado las mujeres aquellas, que perder mi vida por unos rídiculos sentimientos de mi infancia.
Apenas escuché su voz femenina volví a concentrarme en aquella vampiresa. Se veía destrozada, y quizá me estaba exponiendo innecesariamente, a causa de querer ayudar a alguien.
- Me preocupo...- dije con un hilo de voz, quería saber si mis dones, alguno de ellos funcionaba...pero eran obsoletos, quizá el de hechicería funcionara, si era así, tenía que ver que materiales podía usar, y en vista de que el teatro estaba cerrado... mis opciones bajaban notablemente.- Déjeme ayudarla...- musité, mirándola a los ojos.
- ¿ La típica frase " Vi luz y entré"... no sirve mucho para el porque de mi estadía aquí, no?..[/i].- dije a modo de broma. Sin duda no podía con mi genio.
Me acerqué a ella.-[i]¿ Qué hace una mujer como usted... en éste lugar?.- Quizá se trataba de una urtadilla con su amante que había salido mal, pero era muy extraño ver a un vampiro o vampiresa en ese estado catatónico, no es por exagerar, no soy amarillista, pero algo la tenía muy mal, y yo la ayudaría a reponerse.
Invitado- Invitado
Re: Nadie (Libre)
Los mortales me sorprendía cada día más. Bueno, aunque esta muchacha no fuese del todo una mortal. Aún así, los brujos tampoco eran conocidos por su cortesía hacia los no muertos. Aunque ya había podido comprobar lo contrario dos veces. Después de todo, los vampiros tampoco éramos recordados por nuestra bondad y benevolencia.
Pero siempre hay excepciones. Eso lo sabía yo muy bien.
Los brujos no me inspiraban confianza. Aunque aquella muchacha se había mostrado cordial conmigo. Los brujos podían ver cosas que el resto de los mortales no podían. Incluso podían doblegarnos, controlar la muerte, hacernos sus marionetas. Y lo que más me asustaba; podían ver en nuestro interior. ¿Qué vería ella en el mío? ¿Un demonio o una mujer condenada? No me gustaba que me tocasen ni que desnudasen mi alma con sólo una mirada. Pero en aquellos momentos estaba tan descorazonada que no me molestaba admitir que la presencia de la muchacha me reconfortaba en cierta manera. Paradójico, ¿no? Ella sólo era una desconocida. Pero prefería la compañía de una desconocida antes que la fría soledad del teatro vacío.
-Se lo agradezco, pero ya estoy mejor.-me forcé en sonreír, tratando de parecer recuperada. Físicamente estaba bien, pero mi interior estaba putrefacto. Nuestras miradas se cruzaron un instante. Parecía tan convencida cuando ofreció su ayuda...-¿Por qué querrías ayudarme?-inquirí enarcando una ceja.
No quería responder a aquella pregunta. ¿Qué podía decirle? Tampoco quería hablar de ello. Si lo hacía, no sabía si sería la furia o la tristeza la que acudiría nuevamente a mí. "El tiempo...el tiempo lo cura todo" me esforcé en pensar. Ya casi no recordaba la cara de Mi Maestro, aunque sí su voz. Pronto también olvidaría todo lo que tenía que ver con Dimitri Lumière. Y volvería a mi cómodo e implacable aislamiento.
-Pues...descubrir que un buen amigo se ha marchado.-musité. Me sorprendí a mí misma diciendo estas palabras. Pero le debía a la chica una explicación lo más fiel a la realidad. Ella estaba tratando de ayudar.
Me puse en pie y caminé hacia la salida, dispuesta a volver a mi apartamento.
-Gracias por vuestro interés, mademoiselle...-no sabía su nombre.-He de volver.
Pero siempre hay excepciones. Eso lo sabía yo muy bien.
Los brujos no me inspiraban confianza. Aunque aquella muchacha se había mostrado cordial conmigo. Los brujos podían ver cosas que el resto de los mortales no podían. Incluso podían doblegarnos, controlar la muerte, hacernos sus marionetas. Y lo que más me asustaba; podían ver en nuestro interior. ¿Qué vería ella en el mío? ¿Un demonio o una mujer condenada? No me gustaba que me tocasen ni que desnudasen mi alma con sólo una mirada. Pero en aquellos momentos estaba tan descorazonada que no me molestaba admitir que la presencia de la muchacha me reconfortaba en cierta manera. Paradójico, ¿no? Ella sólo era una desconocida. Pero prefería la compañía de una desconocida antes que la fría soledad del teatro vacío.
-Se lo agradezco, pero ya estoy mejor.-me forcé en sonreír, tratando de parecer recuperada. Físicamente estaba bien, pero mi interior estaba putrefacto. Nuestras miradas se cruzaron un instante. Parecía tan convencida cuando ofreció su ayuda...-¿Por qué querrías ayudarme?-inquirí enarcando una ceja.
No quería responder a aquella pregunta. ¿Qué podía decirle? Tampoco quería hablar de ello. Si lo hacía, no sabía si sería la furia o la tristeza la que acudiría nuevamente a mí. "El tiempo...el tiempo lo cura todo" me esforcé en pensar. Ya casi no recordaba la cara de Mi Maestro, aunque sí su voz. Pronto también olvidaría todo lo que tenía que ver con Dimitri Lumière. Y volvería a mi cómodo e implacable aislamiento.
-Pues...descubrir que un buen amigo se ha marchado.-musité. Me sorprendí a mí misma diciendo estas palabras. Pero le debía a la chica una explicación lo más fiel a la realidad. Ella estaba tratando de ayudar.
Me puse en pie y caminé hacia la salida, dispuesta a volver a mi apartamento.
-Gracias por vuestro interés, mademoiselle...-no sabía su nombre.-He de volver.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
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Re: Nadie (Libre)
La vampiresa estaba tan agustiada que comencé a reflexionar acerca de los valores humanos. Los vampiros antes de ser no muertos fueron humanos, y tanto en ese tiempo como ahora tienen recuerdos, sentimientos y vivencias. No eran muy diferentes a nosotros, todos... en cierto punto éramos vampiros... y ellos en cierto punto eran humanos. Siendo sincera eso me agradaba, sabía que no podía con ésto, con los prejuicios de ser bruja y el estado nervioso de estar siempre atenta te deterioraba hasta tal punto que tenías que alejarte de París y volver a tus orígenes, en mi caso, un bosque o el mar.
Sonreí, sabía que me engañaba, el arte de aprender a conocer a las personas, sin diferencia de raza.- Porque no me gusta ver a nadie de aquella forma...- dije con voz alta, pero tranquila.- Disculpeme, pero un buen amigo no deja así a su par... si se va... que sea con alegría... - dije con un hilo de voz.
No sabía si me metía en lios, lo único que quería era sacarla de aquel pozo. Una vez hecho mi trabajo me hiría como si el viento me hubiera traido.
- No tiene caso huir de la tristeza... sólo enfrentándonos a ella podemos vivir...- dije con gesto ausente.- Si se va... se lamentará... llorará... y dentendrá las agujas del reloj...
Con cada palabra me acercaba un paso más hacia ella.
- Si quiere me voy... sé que mi presencia le molesta... pero... traté de no llegar a su destino con el alma en los pies...- Mi voz era ahora ausente. No sabía si me atacaría o se quedaría... o se iría sin más.
Sonreí, sabía que me engañaba, el arte de aprender a conocer a las personas, sin diferencia de raza.- Porque no me gusta ver a nadie de aquella forma...- dije con voz alta, pero tranquila.- Disculpeme, pero un buen amigo no deja así a su par... si se va... que sea con alegría... - dije con un hilo de voz.
No sabía si me metía en lios, lo único que quería era sacarla de aquel pozo. Una vez hecho mi trabajo me hiría como si el viento me hubiera traido.
- No tiene caso huir de la tristeza... sólo enfrentándonos a ella podemos vivir...- dije con gesto ausente.- Si se va... se lamentará... llorará... y dentendrá las agujas del reloj...
Con cada palabra me acercaba un paso más hacia ella.
- Si quiere me voy... sé que mi presencia le molesta... pero... traté de no llegar a su destino con el alma en los pies...- Mi voz era ahora ausente. No sabía si me atacaría o se quedaría... o se iría sin más.
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Re: Nadie (Libre)
A veces, sólo las palabras de los desconocidos pueden hacernos sentir mejor. Es algo curioso, pero yo había podido experimentarlo en diversas ocasiones. No sólo aquí, con la joven que me estaba hablando. También recordaba cierta ocasión con un gitano...Una rosa, una simple rosa me regaló y eso fue suficiente para apaciguar mi nostalgia una vez más.
-Tienes valor, muchacha.-dije, mirándola a los ojos. Algo me decía que ella tampoco había tenido una vida fácil. ¿Y quién sí? Era eso lo que conllevaba la vida. Pero yo estaba muerta. Muerta, muerta, muerta.
-Hablas como lo haría un anciano.-entrecerré los ojos.-Eres bruja, ¿cierto?-continué. Me pregunté cuántos años tendría. No era necesario ocultarlo. Seguramente, ella sabía qué era yo y yo había podido percibir su olor peculiar. -No hace falta que se vaya. Ahora, este lugar no es de nadie.-ladeé una sonrisa.
Recordé la primera vez que Dimitri inauguró el teatro después de haber estado medio siglo abandonado. Fue todo un espectáculo. A la gente le encantó nuestra obra. Y yo pensaba que aquello iba a durar siempre. "Qué ingenua. ¿Todavía no has aprendido que nada es para siempre?"
Primero mi Maestro y después él. ¿Acaso no había forma de retenerlos para siempre?
"La vida sigue su curso. Los muertos con los muertos, desaparecidos. Y los vivos, con los vivos"
-Aún no sé tu nombre.-agregué, luego proseguí.-El mío es Carolina.
Era extraño, pero era reconfortante tener una presencia desconocida en aquel lugar donde todo me resultaba tan familiar y ahora tan distinto al mismo tiempo.
-Tienes valor, muchacha.-dije, mirándola a los ojos. Algo me decía que ella tampoco había tenido una vida fácil. ¿Y quién sí? Era eso lo que conllevaba la vida. Pero yo estaba muerta. Muerta, muerta, muerta.
-Hablas como lo haría un anciano.-entrecerré los ojos.-Eres bruja, ¿cierto?-continué. Me pregunté cuántos años tendría. No era necesario ocultarlo. Seguramente, ella sabía qué era yo y yo había podido percibir su olor peculiar. -No hace falta que se vaya. Ahora, este lugar no es de nadie.-ladeé una sonrisa.
Recordé la primera vez que Dimitri inauguró el teatro después de haber estado medio siglo abandonado. Fue todo un espectáculo. A la gente le encantó nuestra obra. Y yo pensaba que aquello iba a durar siempre. "Qué ingenua. ¿Todavía no has aprendido que nada es para siempre?"
Primero mi Maestro y después él. ¿Acaso no había forma de retenerlos para siempre?
"La vida sigue su curso. Los muertos con los muertos, desaparecidos. Y los vivos, con los vivos"
-Aún no sé tu nombre.-agregué, luego proseguí.-El mío es Carolina.
Era extraño, pero era reconfortante tener una presencia desconocida en aquel lugar donde todo me resultaba tan familiar y ahora tan distinto al mismo tiempo.
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Re: Nadie (Libre)
Seamos sinceros, no quería tener inconvenientes con una vampiresa, pero tampoco la dejaría allí,con su sentir en los pies y una nostalgia desgarradora.
Nadie tenía una vida de ensueño, y cuando le tenés la perdés inmediantamente,así seguís soñando que alguna vez volverás a aquella vida, seguís creyendo en la magia de soñar y en la magia de vivir.
Sus ojos claros se clavaron en mí, sonreí satisfecha por el momento no se iría.
- Yo no lo llamaría valor... le llamaría sensabilidad y algo de idiotez...- hablé en un suave murmullo, no pensaba en irme y dejarla acá.
Había veces que nadie te comprendía, otras... las personas que menos esperas te ayudan a superar aquellas crisis que te toman de sorpresa y te ves vencido. Nadie te comprendía en una totalidad, y ningún conocido te ayudaba. Sólo podías esperar que el viento mandara una persona que te abriera los ojos y que te ayudara a sanar tu corazón. Algo poético...pero verdadero.
- Digamos que soy una anciana con cuerpo de joven...- musité con una sonrisa.- O quizás maduré muy pronto.- Todos teníamos sobre nuestras espaldas el trayecto de las penurias de nuestras vidas, eso era algo tan real como que yo estaba viva.
¡Perfecto!, sabía qué era. Aunque, también yo sabía lo que era.- Lo soy... y tu eres una vampiresa... y no tiene nada de malo serlo...- hablé mientras mi voz se iba aterciopelando.
- No me voy.... si usted no se va... así no puede ir a ninguna parte...- continué. De repente me vi como Clarisse en su faceta "madre"- Un placer conocerte Corolina...- hice una pequeña reverencia.- El mio es Soraya...- sonreí.- ¿ Siempre vienes por aquí?... Me he dado cuenta que es como si siempre hubieras estado por éstas salas...- Creo que no debí haber dicho eso, pero la curiosidad me mataba... " La curiosidad mató al gato", interesante ¿ no?
Nadie tenía una vida de ensueño, y cuando le tenés la perdés inmediantamente,así seguís soñando que alguna vez volverás a aquella vida, seguís creyendo en la magia de soñar y en la magia de vivir.
Sus ojos claros se clavaron en mí, sonreí satisfecha por el momento no se iría.
- Yo no lo llamaría valor... le llamaría sensabilidad y algo de idiotez...- hablé en un suave murmullo, no pensaba en irme y dejarla acá.
Había veces que nadie te comprendía, otras... las personas que menos esperas te ayudan a superar aquellas crisis que te toman de sorpresa y te ves vencido. Nadie te comprendía en una totalidad, y ningún conocido te ayudaba. Sólo podías esperar que el viento mandara una persona que te abriera los ojos y que te ayudara a sanar tu corazón. Algo poético...pero verdadero.
- Digamos que soy una anciana con cuerpo de joven...- musité con una sonrisa.- O quizás maduré muy pronto.- Todos teníamos sobre nuestras espaldas el trayecto de las penurias de nuestras vidas, eso era algo tan real como que yo estaba viva.
¡Perfecto!, sabía qué era. Aunque, también yo sabía lo que era.- Lo soy... y tu eres una vampiresa... y no tiene nada de malo serlo...- hablé mientras mi voz se iba aterciopelando.
- No me voy.... si usted no se va... así no puede ir a ninguna parte...- continué. De repente me vi como Clarisse en su faceta "madre"- Un placer conocerte Corolina...- hice una pequeña reverencia.- El mio es Soraya...- sonreí.- ¿ Siempre vienes por aquí?... Me he dado cuenta que es como si siempre hubieras estado por éstas salas...- Creo que no debí haber dicho eso, pero la curiosidad me mataba... " La curiosidad mató al gato", interesante ¿ no?
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Re: Nadie (Libre)
-Encantada, Soraya.-asentí a modo de saludo. Uno un poco anticuado, tal vez. Pero una no podía despegarse de las viejas costumbres aunque viviera cien años más.-Es una suerte que nos hayamos encontrado. Si no llega a ser por vos, bueno...Quién sabe.-me encogí de hombros. No quería terminar la frase que estaba apunto de decir. Porque me resultaba difícil pensarlo incluso a mí. Pero, yo ya había tenido todo lo que tenía que vivir, ¿cierto?
Aquella chica me intrigaba cada vez más. Los brujos siempre habían sido personas curiosas. Aunque sólo había tenido la oportunidad de conocer a uno (dos, con la señorita Soraya). ¿Serían ellos inmortales como nosotros?
Me percaté de que su respuesta fue taimada y sutil. Si ella no quería confirmarme mis sospechas, yo tampoco haría nada por que me lo contase. Aunque bien podría, empleando mis poderes. Claro que yo no era así, y hacía mucho, muchísimo tiempo que dejé de utilizar aquellos "dones", como los llamaba Friedrich. Dejé de emplearlos justo la misma noche en la que él murió.
"No tiene nada de malo serlo" Ojalá pudiese creerla.
-Cuando vives mucho tiempo, la soledad pesa más que cualquier otra cosa.-fue mi respuesta.
Otra vez aquella preocupación real y sincera. ¿Quién era en realidad Soraya? ¿Acaso un ángel? No, Dios no se preocupa por los nuestros. ¿Qué había visto en mí para prestarme tanta atención? No es que no gozase de su compañía, pero aquello era un sentimiento que no dejaba de rondarme la cabeza desde que la bruja pronunció su primera palabra.
-Estoy bien, en serio.-me esforcé por señalar. No sabía qué aspecto tendría pero a juzgar por la inquietud de la joven, no debía ser muy bueno.
-Bueno, sí. Antes trabajaba aquí. Han sido muchas...noches de esfuerzo y ensayo. Creía que valdría la pena. Pero, a juzgar por lo que veo, otra persona no estaba del todo convencido de ello.-de nuevo la rabia se hizo presa de mí. Apreté la mandíbula al recordar nuestro primer encuentro....Y, de pronto, una imagen. "El piano"
"No hay ningún piano" me contestó Dimitri con su habitual tono cortés pero que denotaba cierto enfado. ¿O era decepción? Era difícil saberlo cuando se trataba de Dimitri. Pero, fuera como fuese, había algo con ese piano...Y la nota de mi Maestro. Todo eran piezas que no podía encajar.
Aquella chica me intrigaba cada vez más. Los brujos siempre habían sido personas curiosas. Aunque sólo había tenido la oportunidad de conocer a uno (dos, con la señorita Soraya). ¿Serían ellos inmortales como nosotros?
Me percaté de que su respuesta fue taimada y sutil. Si ella no quería confirmarme mis sospechas, yo tampoco haría nada por que me lo contase. Aunque bien podría, empleando mis poderes. Claro que yo no era así, y hacía mucho, muchísimo tiempo que dejé de utilizar aquellos "dones", como los llamaba Friedrich. Dejé de emplearlos justo la misma noche en la que él murió.
"No tiene nada de malo serlo" Ojalá pudiese creerla.
-Cuando vives mucho tiempo, la soledad pesa más que cualquier otra cosa.-fue mi respuesta.
Otra vez aquella preocupación real y sincera. ¿Quién era en realidad Soraya? ¿Acaso un ángel? No, Dios no se preocupa por los nuestros. ¿Qué había visto en mí para prestarme tanta atención? No es que no gozase de su compañía, pero aquello era un sentimiento que no dejaba de rondarme la cabeza desde que la bruja pronunció su primera palabra.
-Estoy bien, en serio.-me esforcé por señalar. No sabía qué aspecto tendría pero a juzgar por la inquietud de la joven, no debía ser muy bueno.
-Bueno, sí. Antes trabajaba aquí. Han sido muchas...noches de esfuerzo y ensayo. Creía que valdría la pena. Pero, a juzgar por lo que veo, otra persona no estaba del todo convencido de ello.-de nuevo la rabia se hizo presa de mí. Apreté la mandíbula al recordar nuestro primer encuentro....Y, de pronto, una imagen. "El piano"
"No hay ningún piano" me contestó Dimitri con su habitual tono cortés pero que denotaba cierto enfado. ¿O era decepción? Era difícil saberlo cuando se trataba de Dimitri. Pero, fuera como fuese, había algo con ese piano...Y la nota de mi Maestro. Todo eran piezas que no podía encajar.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 19/01/2010
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Re: Nadie (Libre)
Soñé que estaba en un lugar poco conocido por la mayoría, soñé que la verdadera amistad podría trascender los prejuicios de las razas, inclusive entre brujos y vampiros, las dos caras de la noche y del día.
Asentí con una sonrisa.- No debes decir eso... lo importante es que te hayas tranquilizado...- me sorprendí por el sonido de mi voz, era suave, dulce y apasible, como la de una madre que quiere lo mejor para su hija pequeña.
Las vampiros no me sorprendían, pensaba que eran muy parecidos a nosotros, con dolores y alegrías, con esperanzas y sueños. Nada de eso era diferente a todas las razas, no importaba el hecho de que se alimentaran de sangre, si a ellos no les molestaba, a mí menos. Pensar que mi mejor amigo es un vampiro, mi aventura sexual fue con un vampiro y al parecer Carolina seguiría estando en mis recuerdos, jamás me olvidaba de alguien, aquello era muy raro de mí.
Al recibir esa respuesta comprendí algunas cosas, sus pesares también eran por su inmortalidad, como mis pesares, algunos de ellos se trataban de mis dones algo descontrolados.
- Entonces aquí tienes a una compañera...- murmuré. Era cierto que estar sumergida en la soledad era el peor de los infiernos, por aquel motivo ofrecía mi amistad, al igual que mi amiga Sirenia al ayudarme con mis orígenes.
Negué con mi cabeza, era ingenua pero esa historia no me la creía, sus ojos lagrimeaban y tenían ese brillo que demostraba mis supocisiones,a ella le pasaban mil cosas, y yo me quedaría allí como su ángel guardían, aunque no lo fuera ni por asomo.
- El esfuerzo demuestra tu fuerza interior Carolina... suponiendo que ésto es un teatro y lo es... tu esfuerzo debió ser artístico...- Me senté en el suelo, como una niña esperando una función de títeres.
- Si quieres... apreciaré tu esfuerzo... yo te escucharé...
Eso fue lo último que dije, si alguien me hubiera dicho aquello, si hubieran confiado en mí, no habría pasado por lo que pasé. Estaba a tiempo para ayudar a aquella vampiresa.
Asentí con una sonrisa.- No debes decir eso... lo importante es que te hayas tranquilizado...- me sorprendí por el sonido de mi voz, era suave, dulce y apasible, como la de una madre que quiere lo mejor para su hija pequeña.
Las vampiros no me sorprendían, pensaba que eran muy parecidos a nosotros, con dolores y alegrías, con esperanzas y sueños. Nada de eso era diferente a todas las razas, no importaba el hecho de que se alimentaran de sangre, si a ellos no les molestaba, a mí menos. Pensar que mi mejor amigo es un vampiro, mi aventura sexual fue con un vampiro y al parecer Carolina seguiría estando en mis recuerdos, jamás me olvidaba de alguien, aquello era muy raro de mí.
Al recibir esa respuesta comprendí algunas cosas, sus pesares también eran por su inmortalidad, como mis pesares, algunos de ellos se trataban de mis dones algo descontrolados.
- Entonces aquí tienes a una compañera...- murmuré. Era cierto que estar sumergida en la soledad era el peor de los infiernos, por aquel motivo ofrecía mi amistad, al igual que mi amiga Sirenia al ayudarme con mis orígenes.
Negué con mi cabeza, era ingenua pero esa historia no me la creía, sus ojos lagrimeaban y tenían ese brillo que demostraba mis supocisiones,a ella le pasaban mil cosas, y yo me quedaría allí como su ángel guardían, aunque no lo fuera ni por asomo.
- El esfuerzo demuestra tu fuerza interior Carolina... suponiendo que ésto es un teatro y lo es... tu esfuerzo debió ser artístico...- Me senté en el suelo, como una niña esperando una función de títeres.
- Si quieres... apreciaré tu esfuerzo... yo te escucharé...
Eso fue lo último que dije, si alguien me hubiera dicho aquello, si hubieran confiado en mí, no habría pasado por lo que pasé. Estaba a tiempo para ayudar a aquella vampiresa.
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Re: Nadie (Libre)
Ah, así que mis sospechas no eran infundadas. Ella también había experimentado el paso lento de los siglos. La inmortalidad era una carga que muy pocos podían sobrellevar. Muchos sueñan con ella, pero los que verdaderamente la conocen, se cansan al poco tiempo. Y lo peor de todo es que sabes que nunca acabarán...Nunca. Porque la inmortalidad era implacable, cruel e inflexible. Y yo no tenía la fuerza suficiente para acabar con ella. "Cobarde" Eso es, cobarde.
-Parece que tenemos en común más de lo que nos gustaría admitir.-sonreí levemente. ¿Acaso para ella la inmortalidad también le resultaba fatigoso? O puede que todavía no la hubiese mirado a los ojos el tiempo suficiente. A la diosa Inmortalidad le gustaba jugar con los inferiores.
Asentí a las palabras de Soraya. La bruja poseía una intuición notable.
-Así es. Era...soy compositora.-me apresuré a señalar en presente. No es que ya hubiese dejado la música a un lado. Al contrario, la música era lo único que conseguía mantenerme...con vida. Pero había sido tal mi grado de decepción que llegué a imaginar que nunca más compondría. Nunca más tocaría un piano. "Un piano" De nuevo aquella imagen. Ah, malditos fuesen todos los que me abandonaron y me dejaron sólo con palabras en la mente y un trozo de papel que no podía descifrar. ¿Qué diablos había ocurrido entre ambos? Yo, ingenua de mí, pensaba que mi Maestro y Dimitri nada tenían que ver uno con el otro...Cuán equivocada estaba.
Alcé la mirada, sorprendida, hacia Soraya. Se había ofrecido a escucharme. Aquel detalle me hizo sentir mucho mejor. Sin embargo, aún estaba insegura. ¿Qué podía tocar que no me hiciese recordar tiempo pasados?
"¿Y para qué quieres la música entonces, Carolina?" me recordó una voz interior "La música sirve para recordar momentos mejores. Lo sabes. Es lo que te ha mantenido cuerda todos este siglo y medio"
-Yo...Estaré encantada.-ladeé una sonrisa.
Me levanté y empecé a rebuscar entre los instrumentos que yo misma había dejado desperdigados por el escenario en mi ataque de furia. Algunos estaban rotos, otros todavía se podían utilizar. Las cuerdas de un violín resplandecieron entre la multitud de instrumentos mutilados.
Suponiendo que mi corazón hubiese seguido latiendo, se me hubiese parado en aquel mismo instante.
Era el Stradivarius de Dimitri. El violín que me ofreció la primera vez que nos conocimos para demostrarle mi talento. Lo acogí entre mis brazos y aspiré el aroma a madera y barníz. La madera tallada tenía un inscripción en latín, "Carpe Diem". No pude evitar sonreír. Aquéllo era típico de Dimitri.
Volví con la joven bruja. Me posicié el violín en mi hombro y, una vez que deslizé el arco por sus cuerdas, me dejé llevar por la música. Melodía triste, cargada de pesadumbre. No dije nada, pues ya no hacían falta las palabras. Ahora el violín quien contaba mi historia.
-Parece que tenemos en común más de lo que nos gustaría admitir.-sonreí levemente. ¿Acaso para ella la inmortalidad también le resultaba fatigoso? O puede que todavía no la hubiese mirado a los ojos el tiempo suficiente. A la diosa Inmortalidad le gustaba jugar con los inferiores.
Asentí a las palabras de Soraya. La bruja poseía una intuición notable.
-Así es. Era...soy compositora.-me apresuré a señalar en presente. No es que ya hubiese dejado la música a un lado. Al contrario, la música era lo único que conseguía mantenerme...con vida. Pero había sido tal mi grado de decepción que llegué a imaginar que nunca más compondría. Nunca más tocaría un piano. "Un piano" De nuevo aquella imagen. Ah, malditos fuesen todos los que me abandonaron y me dejaron sólo con palabras en la mente y un trozo de papel que no podía descifrar. ¿Qué diablos había ocurrido entre ambos? Yo, ingenua de mí, pensaba que mi Maestro y Dimitri nada tenían que ver uno con el otro...Cuán equivocada estaba.
Alcé la mirada, sorprendida, hacia Soraya. Se había ofrecido a escucharme. Aquel detalle me hizo sentir mucho mejor. Sin embargo, aún estaba insegura. ¿Qué podía tocar que no me hiciese recordar tiempo pasados?
"¿Y para qué quieres la música entonces, Carolina?" me recordó una voz interior "La música sirve para recordar momentos mejores. Lo sabes. Es lo que te ha mantenido cuerda todos este siglo y medio"
-Yo...Estaré encantada.-ladeé una sonrisa.
Me levanté y empecé a rebuscar entre los instrumentos que yo misma había dejado desperdigados por el escenario en mi ataque de furia. Algunos estaban rotos, otros todavía se podían utilizar. Las cuerdas de un violín resplandecieron entre la multitud de instrumentos mutilados.
Suponiendo que mi corazón hubiese seguido latiendo, se me hubiese parado en aquel mismo instante.
Era el Stradivarius de Dimitri. El violín que me ofreció la primera vez que nos conocimos para demostrarle mi talento. Lo acogí entre mis brazos y aspiré el aroma a madera y barníz. La madera tallada tenía un inscripción en latín, "Carpe Diem". No pude evitar sonreír. Aquéllo era típico de Dimitri.
Volví con la joven bruja. Me posicié el violín en mi hombro y, una vez que deslizé el arco por sus cuerdas, me dejé llevar por la música. Melodía triste, cargada de pesadumbre. No dije nada, pues ya no hacían falta las palabras. Ahora el violín quien contaba mi historia.
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