AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Claro de Luna ºAnuarº
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Claro de Luna ºAnuarº
Alejado, completamente alejado es la única manera en la que puedo concentrarme en mí, en lo que amo hacer. Con la mente en blanco, y con el único propósito de dejar salir las notas, mis manos y mi cabeza son una sola. Coloco el violín entre mi barbilla y mi hombro, tomo el arco y comienzo a tocar la canción que me enseñó mi padre, hace ya tanto tiempo. Cierro los ojos y la música viaja a cada rincón cerca.
Me concentro en mí y en lo que hago, no hay nada más allá afuera, los árboles, el viento, la noche, incluso la luna desaparecen, sólo somos la música y yo. Las notas lloran celosas unas de otras y mi boca sonrie, disfrutando de las rencillas de aquellos infames sonidos.
Mis ojos no se abren, mi mente se deja llevar y por ese instante nada existe, sólo yo y ellas, mis fieles amantes que no me abandonan... nunca.
Y la noche está en mi cabeza, y entonces siento el sufrimiento, uno casi invisible, que está ahi dentro, junto con todas las dudas, junto con cada momento de desdicha, ahí están, arremolinados y dispuestos a emerger en un llanto. Que evito. Y lo transformo en más notas. Bellas notas disfrazadas de lágrimas color rubí.
Mi cuerpo se mueve ligero, al son de aquél sentimiento. Sigo atento a mi interior, y a todo lo que hay allí, que nadie ha visto, que nadie a logrado sacar. Todo bien guardado, bajo la llave que una bestia ha tragado y no está dispuesta a devolver.
El viento me mueve el cabello, aunque no lo sienta, sé que está ahí, bailando a mi alrededor, y acariciando mi cuerpo envuelto en ropas sencillas, disfrutando de alguna manera de mi mente inerte de sonidos. Y el tiempo transcurre en una combinación armónica exquisita. Y la mente se libera y mis miedos se esfuman durante un momento....
La música termina... y vuelvo a la realidad.
Poco a poco abro los ojos, las sombras de la noche se hacen presentes poco a poco y mi sonrisa ligera se queda permanente en mi rostro.
Un sonido me advierte... me giro, pero no alcanzo a ver nada. Me han dicho que la noche es peligrosa, poco me importa, sobre todo en este preciso momento en el que disfruto de un clímax musical innigualable.
Me concentro en mí y en lo que hago, no hay nada más allá afuera, los árboles, el viento, la noche, incluso la luna desaparecen, sólo somos la música y yo. Las notas lloran celosas unas de otras y mi boca sonrie, disfrutando de las rencillas de aquellos infames sonidos.
Mis ojos no se abren, mi mente se deja llevar y por ese instante nada existe, sólo yo y ellas, mis fieles amantes que no me abandonan... nunca.
Y la noche está en mi cabeza, y entonces siento el sufrimiento, uno casi invisible, que está ahi dentro, junto con todas las dudas, junto con cada momento de desdicha, ahí están, arremolinados y dispuestos a emerger en un llanto. Que evito. Y lo transformo en más notas. Bellas notas disfrazadas de lágrimas color rubí.
Mi cuerpo se mueve ligero, al son de aquél sentimiento. Sigo atento a mi interior, y a todo lo que hay allí, que nadie ha visto, que nadie a logrado sacar. Todo bien guardado, bajo la llave que una bestia ha tragado y no está dispuesta a devolver.
El viento me mueve el cabello, aunque no lo sienta, sé que está ahí, bailando a mi alrededor, y acariciando mi cuerpo envuelto en ropas sencillas, disfrutando de alguna manera de mi mente inerte de sonidos. Y el tiempo transcurre en una combinación armónica exquisita. Y la mente se libera y mis miedos se esfuman durante un momento....
La música termina... y vuelvo a la realidad.
Poco a poco abro los ojos, las sombras de la noche se hacen presentes poco a poco y mi sonrisa ligera se queda permanente en mi rostro.
Un sonido me advierte... me giro, pero no alcanzo a ver nada. Me han dicho que la noche es peligrosa, poco me importa, sobre todo en este preciso momento en el que disfruto de un clímax musical innigualable.
Jace Labourd- Humano Clase Media
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 31/07/2011
Edad : 39
Re: Claro de Luna ºAnuarº
¿Qué hacía en aquel lugar? Se cuestiono al salir de su hogar y durante todo el trayecto a aquel sitio que era una mezcla perfecta de humanidad y naturaleza, un punto intermedio entre lo que era y lo que iba a ser. Más la respuesta al cuestionamiento no yacía flotando en aquella realidad ajena el motivo era simple y complejo, evidente y rebuscado. El motivo era uno, volver a yacer en presencia de las dos brujas que en antaño había conocido pues solo en ese lugar las había logrado encontrar. Ellas y quizás solo ellas lograrían succionar el veneno que corría en sus venas y que por nombre llevaba amor.
El hálito nocturno arrastro consigo no solo el olor a campos y sembradíos sino también un sonido inusual que no podía provenir de ningún animal. Un cantico lacrimoso que se le antojaba como la melodía de algún sochrante después de una batalla celestial. El aire jugó con él, le susurró al oído la melodía y danzo con sus cabellos ante aquel ritmo impuesto y aprendido. Se coloco por sus labios inundando su alma de placer. Placer de escuchar lo que otra desdichaba alma decía sin pronunciar, sentía sin desear. Aquellos sentimientos jamás pronunciados y aun así materializados involuntariamente en el arte. Si tan solo las personas se dieran mayor tiempo a rebuscar, escuchar más allá de una sinfonía o un poema, observar a través de la hoja de papel y los lienzos ensangrentados con pintura. Un alma desgarrada, desnuda y entregada. Una que se le antojaba conocer pues en su descuido y pasión le había permitido a él, quien comprendía el lenguaje del arte, observar lo que en su interior resguardaba.
Avanzó siguiendo el camino que la melodía producía como un sabueso un trozo de fina carne. Las hierbas bajo sus pies acariciaban sus tobillos, allí donde la tela permitía a las plantas y flores entrar. Avanzó, motivo por la curiosidad y el asombro pues en su capacidad de pintor, o lo que de esta quedaba, era capaz de comprender la belleza de las cosas aun de aquellas que aparentaban no tener. Sin embargo, la beldad de aquella sinfonía debía ser tangible y aun para aquellos no dotados de un oído agudo y una crítica labrada con determinación y experiencia.
Se vio arrastrado, como movido por olas de invisible materia hasta el lugar del cual manaba la melodía. Observo lo que la madre luna así le permitía, parecía exudar de su cuerpo y no de aquel instrumento como su la música viviese en su interior y aprovechase para emerger la distracción del violín. Se quedo estático, dudando, de si su intromisión en el espacio aledaño a él pudiese romper su inspiración, aquel momento de entrega y dilección al arte. Se deleito con los sonidos cuanto pudo y cuando este se hubo terminado ya busco en el ambiente su sabor, aquel lacrimoso y dramático.
Arrastrando los pies salió de su escondite aun cuando se había planteado marcharse –fastuoso – dio por adjetivo a su arte – lamento haberle escuchado desde la obscuridad más temía que con mi presencia su alma quisiera esconderse entre los sonidos- no fue una disculpa sino un hecho y una aseveración. Extendió su mano hacía el, aquella ahora maltrecha e inútil, inútil para la única labor que debía realizar, exponer su alma en un lienzo. Se negaba ahora a cooperar, temblando de forma frenética ante el tacto de los pinceles, dando brochazos irregulares y deformes. Aquellas antes perfectas aguardaban ahora en la imperfección –mi nombre es Anuar Dutuescu- se presento no por cortesía sino para conocer el nombre de aquel gallardo hombre que por cuna llevaba la virtud. ¿Más que podia decir de el su nombre? ¿Qué parte de su esencia poseía? ¿Su talento? Quizás el color de su piel y sus ojos. Nada más que una referencia, algo que todos podian conocer y poseer. El hombre tras el nombre sin embargo era lo que pretendia descubrir.
El hálito nocturno arrastro consigo no solo el olor a campos y sembradíos sino también un sonido inusual que no podía provenir de ningún animal. Un cantico lacrimoso que se le antojaba como la melodía de algún sochrante después de una batalla celestial. El aire jugó con él, le susurró al oído la melodía y danzo con sus cabellos ante aquel ritmo impuesto y aprendido. Se coloco por sus labios inundando su alma de placer. Placer de escuchar lo que otra desdichaba alma decía sin pronunciar, sentía sin desear. Aquellos sentimientos jamás pronunciados y aun así materializados involuntariamente en el arte. Si tan solo las personas se dieran mayor tiempo a rebuscar, escuchar más allá de una sinfonía o un poema, observar a través de la hoja de papel y los lienzos ensangrentados con pintura. Un alma desgarrada, desnuda y entregada. Una que se le antojaba conocer pues en su descuido y pasión le había permitido a él, quien comprendía el lenguaje del arte, observar lo que en su interior resguardaba.
Avanzó siguiendo el camino que la melodía producía como un sabueso un trozo de fina carne. Las hierbas bajo sus pies acariciaban sus tobillos, allí donde la tela permitía a las plantas y flores entrar. Avanzó, motivo por la curiosidad y el asombro pues en su capacidad de pintor, o lo que de esta quedaba, era capaz de comprender la belleza de las cosas aun de aquellas que aparentaban no tener. Sin embargo, la beldad de aquella sinfonía debía ser tangible y aun para aquellos no dotados de un oído agudo y una crítica labrada con determinación y experiencia.
Se vio arrastrado, como movido por olas de invisible materia hasta el lugar del cual manaba la melodía. Observo lo que la madre luna así le permitía, parecía exudar de su cuerpo y no de aquel instrumento como su la música viviese en su interior y aprovechase para emerger la distracción del violín. Se quedo estático, dudando, de si su intromisión en el espacio aledaño a él pudiese romper su inspiración, aquel momento de entrega y dilección al arte. Se deleito con los sonidos cuanto pudo y cuando este se hubo terminado ya busco en el ambiente su sabor, aquel lacrimoso y dramático.
Arrastrando los pies salió de su escondite aun cuando se había planteado marcharse –fastuoso – dio por adjetivo a su arte – lamento haberle escuchado desde la obscuridad más temía que con mi presencia su alma quisiera esconderse entre los sonidos- no fue una disculpa sino un hecho y una aseveración. Extendió su mano hacía el, aquella ahora maltrecha e inútil, inútil para la única labor que debía realizar, exponer su alma en un lienzo. Se negaba ahora a cooperar, temblando de forma frenética ante el tacto de los pinceles, dando brochazos irregulares y deformes. Aquellas antes perfectas aguardaban ahora en la imperfección –mi nombre es Anuar Dutuescu- se presento no por cortesía sino para conocer el nombre de aquel gallardo hombre que por cuna llevaba la virtud. ¿Más que podia decir de el su nombre? ¿Qué parte de su esencia poseía? ¿Su talento? Quizás el color de su piel y sus ojos. Nada más que una referencia, algo que todos podian conocer y poseer. El hombre tras el nombre sin embargo era lo que pretendia descubrir.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
- Mensajes : 1801
Fecha de inscripción : 25/06/2010
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Re: Claro de Luna ºAnuarº
Ya con la realidad a cuestas y con el sonido de algo ahi afuera previniendome, me limito a observar lo que la noche me permite. Y a pesar de ya no haber música en el aire, aún la siento, como si el viento me retara a un duelo musical, los árboles, y las hojas arremolinadas hacen un sonido exquisito, incluso bailotean, un plus que en mi caso no hay, por lo menos no de manera consciente. El sonido de hojas quebrandose me hace girar a una dirección en particular. Diviso una sombra que de primera impresión no me asusta, tampoco me incomoda, sólo me resulta un tanto extraño de ver, ya que hubiese imaginado que el único con desvario mortal y mental en este lugar soy yo.
Mis ojos intentan ajustarse a la poca luz que hay, bajo el violín, y acto reflejo lo coloco detrás de mí, como intentando protegerlo, cómo siempre, como si él fuera el único a quien mi desgastada imagen debiera proteger, y en dado caso, sí es el único; a quién he intentado cuidar durante tanto tiempo, ahora se halla en la meseta de las desgracias, no me considero culpable de ello, sin embargo si algo incapaz.
La sombra se hace más evidente cuando de ella emana un sonido, delicado y nada presuntoso. Una voz ligera y acorde con el ambiente, como si la música hubiera vuelto esa voz más melodiosa, pero no puedo asegurar nada, ya que jamás en mi vida la había oído.
Me quedo tieso, sin comprender de donde ha salido, me giro y observo a mi alrededor, jamás he sido desconfiado, mucho menos precavido, pero volteo a mirar si no hay más público ahí... es el único.
La luna de pronto se oculta bajo una espesa nube, la cual parece anunciar una tormenta, el viento arrecia, y parece que clama más de mí, mi cabello me limita la vista, con la mano libre lo quito de la cara y lo guardo detrás de las orejas, mi abrigo largo bailotea junto con el aire, quieren más de mí, sin embargo no estoy dispuesto a dárselos.
Ya han pasado unos segundos , que no tardan en completar el minuto, yo sigo sin responder nada al caballero, me ha halagado, sin embargo no sé como responderle, los halagos que recibo siempre son en un escenario o en una concurrida presentación, llegan tantos que no hay necesidad de responderlos, unos a otros se opacan con el comentario anterior, por lo que se vuelve una guerra de egos de los oyentes, más no mía. Yo me retiro y ellos se quedan peleando por el mejor halago hacia mí.
Ahora no hay manera de retirarme, muerdo mi labio y asiento con la cabeza
-no tiene de que lamentarse- digo por fin acercandome un poco al individuo, intento mirar más allá de sus ojos, pero la escasa luz no me lo permite, por lo que reduzco el espacio con el fin de verle mejor, mis ojos se han achicado casi al extremo.
-Siempre es grato tener algo de público, sobre todo en un escenario como este- sonrio de manera ligera, aun me parece extraño encontrarme aqui y mucho más extraño que alguien llegase así de pronto. Mi rostro parece sorprendido y lleno de un brillo propio, todo causa de la música recién interpretada.
Levanto mi mano derecha, que está desocupada y tomo la suya cuando él se presenta.
-Mucho gusto- hago una ligera reverencia con la cabeza -soy Jace Labourt, un loco violinista que disfruta de los escenarios nocturnos y el público selecto- sonrio de nuevo, sólo que esta vez va acompañada de una ligera carcajada. No entiendo porque de pronto me siento tan seguro y tan en mi lugar. El ceño se frunce cuando noto mi comodidad, pero así mismo como llega desaparece. Algo me dice que debo continuar prevenido.
-¿Fastuoso suena bastante babilónico no lo cree?, yo diría "puro", pero no debo criticar su opinión, aunque cualquier referente a lo que hago siempre me parece exagerado- he soltado su mano y la he puesto como freno del cabello que no me deja observar con claridad, el viento comienza a parecerme molesto, me giro y no observo nada alrededor, y al centro de una gran majada, sólo el caballero y yo, en este momento... comienzo a sospechar. Estático observo la otra mano del caballero para buscar algún referente de arsenal.
Mis ojos intentan ajustarse a la poca luz que hay, bajo el violín, y acto reflejo lo coloco detrás de mí, como intentando protegerlo, cómo siempre, como si él fuera el único a quien mi desgastada imagen debiera proteger, y en dado caso, sí es el único; a quién he intentado cuidar durante tanto tiempo, ahora se halla en la meseta de las desgracias, no me considero culpable de ello, sin embargo si algo incapaz.
La sombra se hace más evidente cuando de ella emana un sonido, delicado y nada presuntoso. Una voz ligera y acorde con el ambiente, como si la música hubiera vuelto esa voz más melodiosa, pero no puedo asegurar nada, ya que jamás en mi vida la había oído.
Me quedo tieso, sin comprender de donde ha salido, me giro y observo a mi alrededor, jamás he sido desconfiado, mucho menos precavido, pero volteo a mirar si no hay más público ahí... es el único.
La luna de pronto se oculta bajo una espesa nube, la cual parece anunciar una tormenta, el viento arrecia, y parece que clama más de mí, mi cabello me limita la vista, con la mano libre lo quito de la cara y lo guardo detrás de las orejas, mi abrigo largo bailotea junto con el aire, quieren más de mí, sin embargo no estoy dispuesto a dárselos.
Ya han pasado unos segundos , que no tardan en completar el minuto, yo sigo sin responder nada al caballero, me ha halagado, sin embargo no sé como responderle, los halagos que recibo siempre son en un escenario o en una concurrida presentación, llegan tantos que no hay necesidad de responderlos, unos a otros se opacan con el comentario anterior, por lo que se vuelve una guerra de egos de los oyentes, más no mía. Yo me retiro y ellos se quedan peleando por el mejor halago hacia mí.
Ahora no hay manera de retirarme, muerdo mi labio y asiento con la cabeza
-no tiene de que lamentarse- digo por fin acercandome un poco al individuo, intento mirar más allá de sus ojos, pero la escasa luz no me lo permite, por lo que reduzco el espacio con el fin de verle mejor, mis ojos se han achicado casi al extremo.
-Siempre es grato tener algo de público, sobre todo en un escenario como este- sonrio de manera ligera, aun me parece extraño encontrarme aqui y mucho más extraño que alguien llegase así de pronto. Mi rostro parece sorprendido y lleno de un brillo propio, todo causa de la música recién interpretada.
Levanto mi mano derecha, que está desocupada y tomo la suya cuando él se presenta.
-Mucho gusto- hago una ligera reverencia con la cabeza -soy Jace Labourt, un loco violinista que disfruta de los escenarios nocturnos y el público selecto- sonrio de nuevo, sólo que esta vez va acompañada de una ligera carcajada. No entiendo porque de pronto me siento tan seguro y tan en mi lugar. El ceño se frunce cuando noto mi comodidad, pero así mismo como llega desaparece. Algo me dice que debo continuar prevenido.
-¿Fastuoso suena bastante babilónico no lo cree?, yo diría "puro", pero no debo criticar su opinión, aunque cualquier referente a lo que hago siempre me parece exagerado- he soltado su mano y la he puesto como freno del cabello que no me deja observar con claridad, el viento comienza a parecerme molesto, me giro y no observo nada alrededor, y al centro de una gran majada, sólo el caballero y yo, en este momento... comienzo a sospechar. Estático observo la otra mano del caballero para buscar algún referente de arsenal.
Jace Labourd- Humano Clase Media
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 31/07/2011
Edad : 39
Re: Claro de Luna ºAnuarº
Observo con claridad el momento mismo en que su cuerpo cubrió el violín como si fuese él su eterno protector y aquel objeto un bien tan preciado que su vida no era merecida de perderlo o estropearlo, quizás tan valioso como el listón que el guardaba de su hermana o la carta jamás entregada tiempo atrás y que en hogaño permanecía reclusa en una caja de metal y pasaba incauta ante sus melosos orbes pues era la felicidad de los recuerdos la que lo obligaban a abrir aquella caja de memorias y no el anhelo de una despedida y un olvido que más aun pretende olvidar.
Dejo que sus melados orbes cayesen en derredor para deleitarse con aquel escenario que la obscuridad le impedía vislumbrar con nitidez y al cual mas sin embargo la luna pintaba con espectral brillo inusual, aquel que en las noches parisianas parecía alumbrar el andar de los vagabundos. Esencias que habían perdido un hogar al cual regresar al alba y por el cual alegrarse y rebozar de emociones que solo la familia logra hacer sentir, sentimientos de los cuales el no conocía en demasía al no haber tenido jamás un hogar al cual regresar sin embargo uno al cual abandonar.
-¿selecto?- repitió y la palabra le resulto graciosa entre sus labios y sobre su lengua, viajando al exterior como sonidos y fonemas que dentro de el más parecían caricias –supongo entonces que tan selecto es que nadie ha logrado pasar los requerimientos para escucharle- ¿él? El había llegado a aquel lugar por azares del destino y no un motivo o un deseo de, en efecto, escucharle sucumbir a sus emociones. Aunque no podía ni quería negar que el espectáculo habría valido de haber ido a aquel lugar solo a presenciarlo.
-¿y puro le parece más humilde?- a su parecer toda acción, pensamientos o en efecto emoción perdía la pureza concebida en cuanto su autor la señalaba y remarcaba. Las personas no debían ayudar para ser honradas con bellacos títulos y soberbios adjetivos, el hombre no debía prostituir sus emociones y su arte al mejor postor así como la pureza no debía ser señalada por quien la cometía o en el acto la belleza se esfumaba.
-es aun así un honor dommil Labourt haberle escuchado aunque debo preguntar ¿Dónde toca usted? Aparte de entre las flores y el trigo- la intriga se había formulado y la curiosidad no podía jamás yacer en paz.
Dejo que sus melados orbes cayesen en derredor para deleitarse con aquel escenario que la obscuridad le impedía vislumbrar con nitidez y al cual mas sin embargo la luna pintaba con espectral brillo inusual, aquel que en las noches parisianas parecía alumbrar el andar de los vagabundos. Esencias que habían perdido un hogar al cual regresar al alba y por el cual alegrarse y rebozar de emociones que solo la familia logra hacer sentir, sentimientos de los cuales el no conocía en demasía al no haber tenido jamás un hogar al cual regresar sin embargo uno al cual abandonar.
-¿selecto?- repitió y la palabra le resulto graciosa entre sus labios y sobre su lengua, viajando al exterior como sonidos y fonemas que dentro de el más parecían caricias –supongo entonces que tan selecto es que nadie ha logrado pasar los requerimientos para escucharle- ¿él? El había llegado a aquel lugar por azares del destino y no un motivo o un deseo de, en efecto, escucharle sucumbir a sus emociones. Aunque no podía ni quería negar que el espectáculo habría valido de haber ido a aquel lugar solo a presenciarlo.
-¿y puro le parece más humilde?- a su parecer toda acción, pensamientos o en efecto emoción perdía la pureza concebida en cuanto su autor la señalaba y remarcaba. Las personas no debían ayudar para ser honradas con bellacos títulos y soberbios adjetivos, el hombre no debía prostituir sus emociones y su arte al mejor postor así como la pureza no debía ser señalada por quien la cometía o en el acto la belleza se esfumaba.
-es aun así un honor dommil Labourt haberle escuchado aunque debo preguntar ¿Dónde toca usted? Aparte de entre las flores y el trigo- la intriga se había formulado y la curiosidad no podía jamás yacer en paz.
Anuar Dutuescu- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 25/06/2010
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