Visiones de paz (Marianne)

por **Wolfgang Lindert** Dom Ago 14, 2011 3:59 pm

Habia paseado desde el amanecer por toda la ciudad, tenia un rumbo fijado, queria ir a Notre Dame, habia pasado por alli pero aun no habia podido sentarme a disfrutar de las vistas y de aquel pequeño jardin que habia tras la iglesia.

Al llegar al lugar me sente frente a la catedral, admirando la fachada del edificio con cara de asombro durante los primeros segundos. Habia visto innumerables templos en mi vida pero jamas habia visto uno tan hermoso como aquel, era simplemente magnifico. Al admirar sus imponentes torres me invadia una gran sensacion de paz, de que algun dia por fin encontraria la paz que tanto ansiaba. Podria dejar al fin mi eterna guerra contra los vampiros, dejar de viajar y ser feliz al fin. Era una tonteria pero todo aquello me transmitia aquel edificio que tenia delante

Habia comprado un par de manzanas en un puesto de camino a la catedral y saque una de ellas para comermela mientras permanecia alli sin nada que hacer. Aunque era extremadamente pobre no me importaba, sabia que la gente me miraba al pasar, que los mas ricos se alejaban de mi por mi aspecto y que muchas veces pasaba grandes penurias pero aun asi jamas habia necesitado mas dinero del que poseia y no tenia intencion de cambiarlo, por raro que sonase aquello.

por **Marianne Cromwell** Dom Ago 14, 2011 4:53 pm

Marianne bajó del carruaje con ayuda de Juan, el hombretón era delicado siempre con la pequeña que había visto crecer desde los 6 años, la protegía y custodiaba siempre, sin que ello le causara algún problema al respecto puesto que sus padres normalmente eran amables con él, le pagaban por su trabajo y le permitían que su familia estuviera a su lado, algo que nadie hacía en la Nueva España, de donde era originario.

Mientras tanto, Marianne estaba realmente emocionada de ver la catedral, tanto que se había olvidado de la sombrilla y aunque el sol parecía quemar por el calor del verano, era más su anhelo de conocer el edificio del que su padre tanto le había contado.

La ciudad natal de su padre siempre era motivo de preguntas y preguntas y repreguntas, cuando era pequeña hasta que él se reía de ella, la abrazaba y la hacía girar hasta que se ahogaba en carcajadas. Sin embargo, nada que su padre le hubiera dicho se comparaba con tenerla frente a sí, su diseño, su arquitectura, era impresionante ante la luz del sol, que creaba también muchas sombras que la incitaban a dibujar.

Y eso hizo, tomó asiento distraídamente junto a un hombre que comía manzanas, sacó su cuaderno, un carboncillo, trazando las primeras líneas del edificio, con la intención de, en cierto momento, enviárselo a su padre, quien lo disfrutaría mucho más. Tarareaba una canción que había escuchado hacía poco, durante su trayecto, mirando el edificio y el cuaderno alternadamente, mientras sus manos se movían y creaban una réplica bastante decente de la Catedral.

A unos cuantos pasos, Juan la miraba atentamente, cuidándola en todo momento, pero sin interrumpirla, sabiendo ser el protector sin presionarla demasiado.

por **Wolfgang Lindert** Dom Ago 14, 2011 5:07 pm

Mientras me terminaba la manzana comence a ver a una joven dama que se sentaba a mi lado. No necesite ni girarme para observarla de cerca para descubrir que era una mujer con dinero, al menos el suficiente para permitirse oler tan bien como olia, algo que una persona con una economia mas ajustada no podria permitirse.

Al girarme observe que estaba pintando la catedral y no pude evitar el observar como dibujaba, la verdad es que lo hacia realmente bien. Ademas la escuchaba tararear una cancion que jamas habia oido, la verdad es que jamas habia oido demasiada musica, aunque aquella cancion que estaba tarareando era bonita, no me hubiera importado escucharla tocada por instrumentos musicales.

Al poco, impresionado por su forma de dibujar no pude evitar mirar descaradamente el como lo hacia - si me permitis, os dire que dibujais realmente bien - le dije observando su dibujo al que aun le faltaba mucho para estar acabado pero aun asi, tal y como estaba en aquel preciso momento se adivinaba ya que era la catedral. Reflejaba de maravilla la hermosura de la catedral lo que me dejaba impresionado.

por **Marianne Cromwell** Dom Ago 14, 2011 6:48 pm

Marianne seguía inmersa en su dibujo, sin darse cuenta quién estaba a su lado, cada parte de la catedral tenía que ser bien plasmada, por lo que a veces dejaba de tararear para morderse el labio inferior y entrecerrar los ojos o bien, ponerse la mano sobre la frente, haciéndose sombra y asentir cuando tenía el ángulo adecuado o entendía qué trazo había que asentar.

El dibujo iba dando forma lentamente, pero sus manos se llenaban del carbón, sin preocuparse más por ello, a finales de cuentas, para eso existía el agua ¿No? Para lavarse y divertirse sin remordimientos.

Además, el estar en el parque inundaba sus pulmones de pura tranquilidad, de un olor a pasto que la hacía olvidarse de sus preocupaciones. A sus oídos llegaban los cantos de los pájaros que se posaban en los altos árboles, permitiendo que a veces guardara silencio oyendo esa hermosa música natural.

Hubo un momento en que se quedó mirando una de las torres cuando escuchó una voz masculina bastante agradable. Parpadeó y volteó a verlo intrigada, era atractivo, aunque sus ropas mostraban la modestia de su status. Ladeó la cabeza y miró su estilo, para asentir y regresar unas cuantas páginas de su cuaderno.

- Gracias por su halago, señor - dijo - pero no se mueva, por favor - pidió mientras hacía los bocetos de lo que parecía ser, sí, las ropas del hombre, pero con algunos arreglos que se adecuaban a la forma en que él usaba cada prenda, que podrían incluso, verse en algún cuerpo de un hombre de clase alta - su estilo es bastante agradable a la vista y muy funcional - le miró con unos ojos enormes, que parecían ser dos pozos de agua azulina, quizá por la forma en que la luz se reflejaba en ellos - permítame robarle la idea de cómo lleva los pantalones y el chaleco.

No parecía afectarle el hablar con él, al contrario, le trataba con un respeto quizá impropio para su status social, le trataba como si fuera... un hombre que valiera la pena.

por **Wolfgang Lindert** Lun Ago 15, 2011 4:49 am

Cuando me pidio que no me moviera me quede perplejo, no sabia para que queria que me quedara alli parado pues aunque dijera que mi estilo era muy funcional no entendia a que se referia, no es que tuviera mucha ropa entre la que elegir asique mi estilo era el unico que podia tener.

- Si claro, robe lo que quiera, no tengo mucho que pueda dar asique si a usted le gusta como llevo mis ropas, adelante - le dije con una amplia sonrisa. Mientras hablaba la miraba de vez en cuando, aunque la mayor parte del tiempo la pasaba mirando la catedral. Me gustaba aquel lugar y era agradable la brisa que se habia levantado, era demasiado suave para ser molesta y la agradecia mas que una buena cerveza de mi tierra.

- ¿Es usted de aqui madame? - le pregunte mientras la observaba, la verdad es que mi olfato habia acertado, se trataba de una mujer rica, seguramente hubiera nacido ya en una buena familia. El verla no se porque me hizo recordar mi infancia, las largas jornadas del campo, los juegos en el monte y las noches en mi pequeña y calentita casa.

por **Marianne Cromwell** Lun Ago 15, 2011 10:35 pm

Lo había desequilibrado, se notaba en la forma en que la miraba, los ojos desenfocados, levemente entreabierta la boca, seguramente no estaba acostumbrado a tratar con personas de su clase social y no le culpaba la sorpresa, simplemente las ideas arcaicas sobre el hecho de mantener las distancias o cosas por el estilo, no iban con ella.

Cierto es que no daría el dolor de cabeza a sus padres en casarse con alguien al que ellos no le dieran su bendición, pero de eso a no mantener una relación de amistad con una persona sólo porque no hubiera nacido entre sábanas de seda, era toda una...

Se concentró en terminar los bocetos, ese hombre lucía realmente bien, tenía un estilo único, una forma de moverse, conducirse, vamos, hasta de pararse, que valía la pena cada instante en que pasaba con él. Aunque se dio cuenta de algo: el chico era guapo, pero si hacía la equivocada comparación con Sebastián... ¿Qué tenía ese tutor suyo que la dejaba tonta y temblorosa? Ningún hombre la hacía sentir así. ¿Por qué?

- Sí claro, robe lo que quiera, no tengo mucho que pueda dar así que si a usted le gusta cómo llevo mis ropas, adelante.

Marianne negó y le volteó a ver, admirando su rostro masculino, sus formas y sí, la sonrisa, tan franca, despreocupada y llena de vida. Algo que ningún hombre de su clase le ofrecía a la primera, que no lucía sin tener por seguro que nadie le veía. Una refrescante y nueva realidad, por eso le gustaba estar entre ellos, los que se decían clase media o baja, porque eran sinceros, se mostraban tal cuales eran y no tenían miedo de que alguien los señalara o ridiculizara.

Valientes, bravos, increíblemente osados y aventureros. Así eran esos hombres y a ella siempre le había gustado cómo le hacían sentir. Segura, protegida, libre de ser ella misma, sin complicaciones, sin ataduras, ni tabúes. Regresó la mirada al cuaderno y terminó los trazos, asintiendo ante el resultado, le habían quedado muy bien.

- ¿Es usted de aqui madame? - escuchó y le sonrió levemente, algo que no había hecho en muchos, muchos días, más que en el barco y ante su capitán. Ese hombre había logrado en sólo unos minutos, lo que sus padres habían intentado meses: hacerla sonreír aunque fuera una sola vez y con ello, se iluminaba su rostro, le mostraba la juventud que tenía, pero denotaba a su vez su vulnerabilidad, la inocencia con la que se conducía y que le caracterizaba.

- Mi padre es francés y el de dónde soy, es muy complicado de explicar -dijo ladeando la cabeza, un rizo rebelde se cruzó por su rostro, se lo hizo a un lado, con la mano libre, sin preocuparse si manchaba o no su mejilla del carboncillo que había sostenido, dejando un leve rastro de dicho carbón en su pómulo.

Suspiró y miró al frente, mirando los árboles, la gente pasar, aspirando el aire tan delicioso del lugar y elevando sus hombros con una media sonrisa al sentirse tan a gusto y al expulsar dicho aire, se lamió los labios.

- Nací en Madrid, pero en cuanto mi madre estuvo bien y yo di muestras de poder con el mundo, partimos en barco hacia las Américas, más exactamente, la Nueva España, donde estuve muchos, muchos años - miró la torre más alta de la Catedral - regresamos a Madrid cuando tenía 13 años y pasé una temporada en Inglaterra, en la corte justamente, hasta ayer - le miró - que llegué a París, ¿Qué tal?

Estaba bastante orgullosa de su pasado, por todo lo que había aprendido. Tenía una poca edad, comparada con muchos otros que la rodeaban, quizá con el mismo joven que tenía frente a ella y que empezaba a agradarle, pero su vida era un cúmulo de experiencias, de grandes verdades y muchos objetivos por conseguir.

- Ahora, sorpréndame - propuso - siempre he pensado que todas las personas tienen que dar más de lo que imaginan, porque todas las experiencias valen en esta cruzada por el mundo, entonces ¿Qué tiene que ofrecer?

por **Wolfgang Lindert** Mar Ago 16, 2011 1:30 pm

Escuche sus palabras con atencion, notando que se habia manchado la cara con el material que usaba para dibujar, no recordaba su nombre, hacia años que no veia uno y por lo tanto mi memoria habia decidido guardar en una esquina el nombre de aquel objeto. Aunque pareciese extraño, la realidad era que tras tantos años, uno dejaba de acordarse de ciertos detalles como ese.

- Se mancho el rostro - le dije tocandome mi propio pomulo para que viese la zona que llevaba manchada, no iba a tocarla, por lo que yo sabia la mayoria de las mujeres de su clase jamas hubiesen permitido que las tocase alguien de la mia y aunque me importaba poco no queria incomodarla.

Escuche con atencion la explicacion de sus viajes, cuando nombro las americas mi mente volo del lugar, era uno de los sitios que me habia prometido visitar, el viejo continente ya no tenia demasiados alicientes. Habia ido de aqui para alla durante cien años y habia visitado multitud de paises, los cuales, en esencia, eran iguales. En todos habia pobreza y penuras, gente adinerada que se habia olvidado de que todos mereciamos una vida digna y otros que simplemente se dedicaban al negocio de la muerte, esperaba que el nuevo mundo fuera distinto, aunque lo dudaba. En mas de una ocasion habia escuchado que en el nuevo mundo tan solo se encontraba lo peor del viejo, aunque por supuesto queria descubrirlo por mi mismo.

- Supongo que poco puedo ofrecer al mundo, he pasado mi vida de aqui para alla, he vivido en ciudades tan lejanas como Lisboa o Estambul y la verdad es que todas son iguales. No sabria decirle si soy capaz de ofrecer algo a este mundo, lo que si que se es que si en mi mano estuviera, no existiria la pobreza ni el hambre, no se si habra fijado en la pobreza del mundo. Dese cuenta cuando pasee por Paris y lo comprobara, no es mas que otro ejemplo de un mundo abocado a la perdicion. Quizas, sin parecer un prepotente, deberia decirle que si algo puedo ofrecerle al mundo es un cambio, uno necesario, no soy mas que un hombre pero hago lo que puedo, si veo a un niño hambriento, le doy de comer, aunque yo no coma ese dia, si veo una mujer en apuros, la ayudo y si cualquiera necesita ayuda en la noche, voy - le conteste mirando hacia la catedral, la ultima parte sobretodo era referida a los vampiros, aunque no pudiese decirlo. La verdad es que lo unico que podia ofrecer en el fondo era mi vision del mundo, quizas no era la correcta, pero era de lo poco que tenia. Ademas, ella no conocia el mundo nocturno en donde los vampiros vivian en un banquete constante, yo si y la verdad es que estaba obcecado en acabar con el.No negaba que debian alimentarse, pero sin muertes, eso era obligatorio si querian la paz

por **Marianne Cromwell** Miér Ago 17, 2011 12:47 am

Marianne parpadeó y sacó un pañuelo de uno de los bolsillos ocultos de su vestido, para limpiarse el carbón con mucho cuidado, tras ello, guardó sus carboncillos y el cuaderno, aseándose a continuación las manos, mirando a su interlocutor.

Era atractivo, sí, seguramente unos 2 ó 4 años más grande que ella, pero simpático. De esos hombres en los que confías sin dudar aunque nunca te hayan dirigido la palabra, sólo porque tu mismo corazón te lo indica.

Escuchó contenta sobre cómo había viajado de un lado a otro y a punto estuvo de preguntarle sobre sus experiencias, sobre qué lugar le había parecido más increíble o hermoso o simple y sencillamente, le había brindado paz, cuando él comentó:

- No sabría decirle si soy capaz de ofrecer algo a este mundo, lo que sí que sé es que si en mi mano estuviera, no existiría la pobreza ni el hambre, no sé si se habrá fijado en la pobreza del mundo.

Ladeó la cabeza y entornó los ojos, no sabía qué clase de persona la consideraba para hacerle semejante comentario. Claro que veía la pobreza del mundo, claro que veía las injusticias, claro que veía tantas cosas que le gustaría arreglar si tuviera el poder de hacerlo, pero como no lo tenía, al menos intentaba poner su granito de arena.

Y él parecía hacer lo mismo, mientras Marianne había puesto una escuela en casa, donde los hijos de las criadas pudieran leer y escribir y servir de ayudantes a su padre clasificando libros o incluso, acompañándolo a sus reuniones como consejero del noble al que apoyaba constantemente, o dándoles de comer a los pobres un día sí y otro no, conforme sus posibilidades; él lo hacía de una forma más hermosa, porque se quitaba el pan de la boca para dárselo a alguien, porque ayudaba a los demás, sin ver quiénes eran o si le redituaban algo.

- No sé qué tipo de persona me considera usted - dijo tranquila, mirando su libreta - quizá piense que, como vengo a pasar el tiempo dibujando, no pienso en los demás, no me duele ver la hambruna en el mundo o las injusticias hechas a inocentes y que se justifican sólo porque son de una clase social inferior o bien, no nacieron en una cuna de plata y sedas.

Suspiró y se puso en pie frente a él, observándolo mientras ladeaba la cabeza y un rizo caía sobre su mejilla. Sus ojos estaban fijos en el hombre y su perfume era llevado por el viento, predominantemente jazmín entremezclado con la manzana y la canela, éstos dos últimos de una forma muy sutil. Estaba seria, pero no por ello molesta.

- No soy como cualquier otra mujer que haya conocido, ni siquiera pienso como algunas mujeres que conozco, en que no debería hablar con usted porque viste de una forma inapropiada o porque sus galas distan mucho de la ropa que estoy acostumbrada a ver o incluso y espero no se ofenda, - alzó la barbilla, para que él viera la franqueza con la que se dirigía a él - no voy a juzgarlo porque sólo haya comido dos manzanas de una forma tal, que me demuestra cuánta hambre tiene y que si usted estuviera en mi hogar, le daría la comida de mi propio plato sin inmutarme siquiera. No piense que por ser una niña de cuna de oro - apretó su cuaderno contra sí - no entiendo o no veo la realidad de mi mundo, porque se equivoca. Odio la desigualdad con la que hemos nacido, odio que los hombres y mujeres de mi clase piensen que, por nacer privilegiados, son más que aquéllos que nos pueden enseñar tanto. Por favor, no me vea como alguien que no entiende o no ve... mejor pregúnteme ¿Qué tengo que ofrecer?

Era demasiado vehemente, pero si no ponía los puntos sobre las íes, quizá nunca podría hacerlo. Más valía que él supiera quién realmente era ella, a que la juzgara de una forma inapropiada.

por **Wolfgang Lindert** Jue Ago 18, 2011 2:37 pm

La deje hablar pues pense que habia entendido mal mis palabras. No me referia precisamente a ella, simplemente hablaba en general, no pretendia ofenderla ni nada por el estilo. La unica intencion que habia tenido era dar mi opinion sobre la sociedad en la que viviamos tanto ella como yo, si mi opinion le habia molestado, no entendia porque pues ella habia preguntado y yo tan solo habia contestado a su pregunta.

- Mi intencion no ha sido ofenderla señorita, simplemente le he contestado a su pregunta - le conteste mirandola, esperando conseguir calmarla pues me daba la impresion de que se habia enfadado - en ningun momento hablaba sobre usted, simplemente contestaba a su pregunta sinceramente, si os he molestado, os pido disculpas, prometo que no volvera a suceder - le conteste mirandola directamente a los ojos y levantandome del frio suelo, deseando cambiar de conversacion.

- ¿Quiere acompañarme a pasear para ver el resto de la catedral? - le dije mirando la fachada de esta, seguro de que el resto de la catedral seria tan emocionante.

por **Marianne Cromwell** Jue Ago 18, 2011 11:52 pm

Se sonrojó toda, desde la cara, hasta el cuello, pero era un color que mostraba su candidez, la manera tan inocente que era, porque se había dejado ir con prontitud y él tenía razón con sus palabras, haciéndola consciente de su mala actitud.

- Lo siento - bajó la cabecita abochornada aún, reprendiéndose mentalmente por haber sido tan impulsiva y cabezota, algo que su madre le había dicho, debía controlar y evitar por todos los medios. La mayor parte de las veces lo lograba, pero otras como esa...

Bueno, al menos él comprendía levemente su exabrupto. O bien, intentaba cambiar de tema, lo cual agradecía. Le gustaba también la idea de entrar a la catedral y verla, quizá tuviera alguna forma que pudiera inmortalizar en su cuaderno.

- Me gustaría, siempre y cuando me ofreciera su brazo y caminara a mi paso - rogó sonriendo levemente, mirándole a los ojos, tranquila y serena. Sí, se había equivocado, pero quería arreglarlo - no me gusta estar enemistada con las personas y lamento mucho el exabrupto, a veces soy demasiado impulsiva, pero sobre todo, me molesta mucho que por mi estrato social, piensen que soy como cualquier otra de mi clase. Soy completamente diferente... - le miró - me gusta su propuesta, ande, vamos dentro, quiero ver si puedo tomar alguna idea para hacer un trazo lindo.

Su intención era que él le contara sobre las personas que conocía, quizá en algún momento, pudiera poner otro comedor, como lo hacía en Madrid.

por **Wolfgang Lindert** Sáb Ago 20, 2011 4:05 pm

Hice un gesto para que dejara el tema cuando me dijo que lo sentia, la verdad es que no importaba, habia sido un simple malentendido y como ese habia cientos a lo largo de una vida, tonterias por las que se dejaba de conocer a gente maravillosa. Por suerte ya me lo habia aprendido y habia decidido que lo mejor era olvidarlo y seguir adelante.

- De acuerdo, ire a su paso - le conteste con una amplia sonrisa mientras le ofrecia mi mano para entrar en la catedral. Aquel lugar debia de ser magnifico y no cabia en mi mismo del ansia porque ella tomara mi mano y comenzara a andar hacia el interior de aquel magnifico edificio que se situaba en el centro de la capital francesa.

- Sino recuerdo mal aun no nos hemos presentado como se debe - le dije mirandola de reojo antes de agacharme para besar su mano como marcaba la norma de la epoca - Mi nombre es Wolfgang Lindert - le dije mirandola mientras recuperaba mi postura y esperaba a que ella me dijera su nombre, al menos por la comodidad de hablar sin tener que llamar su atencion de cualquier otra manera mas descortes.

por **Marianne Cromwell** Mar Ago 23, 2011 11:20 pm

Marianne miró la mano que le ofrecían. Estaba acostumbrada a tomar a los caballeros del brazo, así que ladeó la cabecita pensativa. Al final, dos segundos después, pensó que no importaba, es decir, si él venía de otros lugares, quizá en alguno así fuera costumbre llevar a una dama. Por lo que le tomó la mano y sonrió.

- Ésto de tomarle la mano a un hombre, es nuevo, me educaron que una dama toma del brazo a un caballero - sonrió y caminó tranquila - ¿Y qué le parece la catedral? Es hermosa en muchísimos de sus rasgos y formas, pero lo que más me encanta es ese aire tan lúgubre en algunos momentos y en otros, tan solemne.

Guardó silencio cuando él habló de presentarse y al sentir el beso en su mano desnuda, tragó saliva mirándole a los ojos... qué bonitos ojos tenía, realmente agradables y llenos de pasión, alegría y sí, bondad. Le gustaba verlos, no podía negarlo, tanto que tardó unos leves momentos en contestarle.

- Lo siento, pero es que sus ojos son... increíbles - sonrió - Marianne Louvier, pero puede decirme Marianne, no me acostumbro del todo a ser la señorita Louvier todo el tiempo - rió divertida - y menos con las personas que quiero que sean mis amigos - dijo en tono confidente, mientras que ella misma, le tomaba bien la mano y lo llevaba a una esquina - mirad los ángulos, - empezando a explicarle lo que había aprendido de la catedral, dándole una lección sobre arquitectura, pausando cuando veía que él no lo entendía del todo, para regresar y darle la explicación más comprensible, haciendo más fácil todo.

Así era Marianne, siempre atenta con los demás, si alguien no sabía hacer algo, ella le enseñaba con paciencia, de muchas formas diversas. Le agradaba ayudar a alguien a que saliera adelante. Quizá no aprendiera mucho el señor Lindert con su explicación, pero ella no era egoísta con lo que sabía. Lo que tenía, lo entregaba a manos llenas. Así era ella.

por **Wolfgang Lindert** Vie Ago 26, 2011 6:33 am

Al escuchar su comentario no pude evitar sonreir mientras la miraba - cierto, es asi normalmente. Solamente me salio inconscientemente el ofrecerle la mano - le conteste sin darle mayor importancia. Ella no parecia darsela por lo que no iba a seguir por ahi la conversacion.

- La catedral es hermosa, realmente hermosa, a mi la verdad es que me hace sentir en paz, como si estuviera flotando sobre un inmenso lago en donde nada moviese el agua y esta pareciera un grandioso espejo - le conteste respirando hondo mientras admiraba una de las miles de figuras que adornaban las paredes del edificio.

- ¿Mis ojos decis? Nunca pense que fueran nada especiales, aunque gracias Marianne - le conteste con una amplia sonrisa en el rostro y algo sonrojado pues no esperaba un halago por su parte - aunque si vamos a ser sinceros he de decirle que su belleza no tiene rival Marianne y agradezco que quiera ser amiga mia - le conteste sonriendo de nuevo. Escuche toda su explicacion sin perderme el mas minimo detalle, intentando entender todo lo que decia aunque en mas de una ocasion me perdia entre sus explicaciones, demasiado complejas en ocasiones.

por **Marianne Cromwell** Dom Ago 28, 2011 8:42 pm

Marianne se quedó sonrojada tras su comentario sobre su belleza y sólo agradeció con un pequeñito asentimiento y tragó saliva. Aunque no fue por eso que soltó y soltó tanta habladuría, hasta que volteó a verle y fue cuando su cabeza cayó en cuenta: él había estado callado desde hacía rato.

No preguntas, no comentarios, nada. Callado... Lo que significaba que... que se había aburrido definitivamente. Se sonrojó peor y miró sus manos entrelazadas, haciendo una muequita.

- Lo... lo siento, le he aburrido ¿Verdad? - le miró - era lo último que quería, pero... bueno, mejor hable usted - sonrió con alegría, de esa forma que iluminaba sus ojos y la hacía lucir más dulce.

Sólo no quería que el momento se perdiera, quería afianzar esa... ¿Amistad? ¿Era amistad? No... no sabía... bueno sí... ¿No? Ya no sabía qué quería, pero prefería que él hablara, oírle y saber qué pensaba, compartir opiniones. Eso lo hacía mucho más interesante cuando dos personas se encontraban.

Se sorprendió pensando eso, curiosamente desde su llegada a París, se encontraba pensando cada cosa... Sintiéndose atraída primero por Sebastián y ahora... ¿Por él? Sí, se sentía atraída, aunque esperaba que pronto se solucionara. Para su propio bienestar y el de él.

por **Wolfgang Lindert** Lun Ago 29, 2011 3:49 am

Gire la cabeza para mirarla cuando comento que me estaba aburriendo para mirarla. La verdad es que simplemente estaba intentando enterarme de algo de lo que habia dicho, no tenia nocion alguna de arquitectura por lo que no me resultaba sencillo entender todo lo que ella me explicaba.

- No, tranquila, no me aburris, simplemente intentaba entender lo que decis sobre la catedral - le explique con una amplia sonrisa dibujada en el rostro. Volvi a mover mis pies, dispuesto a ir hacia el jardin que habia tras la catedral para pioder hablar mas tranquilos y a ser posible, sentados comodamente en un banco.

- Pues no se que quereis que os cuente, mi vida no es demasiado divertida, paso el dia de aqui para alla y cuando me canso, me voy a otro lugar - le conteste mirando hacia el frente - aunque creo que en Paris permanecere algo mas de tiempo de lo normal - le dije sonriendo de nuevo y llevandola hasta el jardin. No era un jardin grande ni excesivamente bonito pero tenia su encanto, habia una maravillosa fuente en medio y multitud de setos y flores que decoraban el lugar.

por **Marianne Cromwell** Vie Sep 02, 2011 2:03 am

Le hizo sonreír cuando él habló de que no había comprendido del todo los términos de arquitectura que había intentado enseñarle. Bien, no volvería a hablar sobre ello. Mientras él la guiaba hacia fuera del imponente lugar, la joven volteó a observar por última vez en el día, lo hermoso del contraste de sombra y luz de algunos ángulos y sobre todo, las personas que venían a visitar la imponente catedral.

Después de un instante, se concentró en la plática de su interlocutor, asintiendo al entender lo que era estar en un lugar el tiempo suficiente para hacer algo que en tu vida era necesario y luego, partir. O bien, hacerlo porque se estaba uno aburrido ya de las mismas caras y situaciones.

- En ocasiones, todo se hace tan monótono, que necesitas un cambio de aires - opinó - sí, lo entiendo. Aunque ¿Qué le hace quedarse más tiempo en París? - le miró - es una ciudad preciosa, conforme he estado ayer caminando y observándola, pero también tiene sus eslabones frágiles, que le dan ese toque especial, pero me pregunto qué es lo que ve usted.

En cuanto salieron de la catedral, Marianne se cubrió los ojos con la mano libre, la luz era intensa y le costaba enfocar un poco, algo normal. Incluso, entrecerró sus ojos y se mantuvo quieta el tiempo suficiente para reacostumbrarse a la luz y entonces sí, seguir a su acompañante.

El jardín era bastante mono, pero ella rió al ver a los niños jugueteando y yendo de un lado a otro entre risas y carreras, con alguna de las madres preocupada porque se fueran muy lejos o una nana tras ellos, esperando que no les pasara nada de consideración; con hermosas plantas que para ella, eran irreconocibles algunas y otras, las podía identificar de libros o de sus visitas a París de la mano de su padre.

Esta vez, era diferente, porque estaba sola, nadie de su familia había ido con ella y por lo tanto, podía ser libre de ver todo lo que había a su alrededor con total tranquilidad y calma. De aprender e incluso explorar, con el fiel Juan tras ella, por supuesto.

- Qué hermosa fuente - sonrió - los colores que toma al contacto de la luz del sol, hacen recordar a las más finas joyas; en ocasiones, la gente se olvida que lo más precioso es lo que la naturaleza nos da: comida, hermosos momentos, arcoiris, niños adorables, - rió - flores de colores impresionantes - miró algunas - el cielo con sus nubes caprichosas... y sólo busca las cosas materiales. Cierto es que tener dinero en el bolsillo hace las cosas más fáciles, pero siempre me he preguntado qué pasaría si el dinero no existiera y la propiedad privada desapareciera.

Sí, siempre lo había meditado, pero seguramente sería un caos completo, más sin embargo, quería saber qué pensaba el hombre que tenía a su lado, que sufría justamente la otra cara de la moneda.

por **Wolfgang Lindert** Vie Sep 02, 2011 2:41 pm

Escuche su pregunta con atencion y aunque no sabria decirle que veia yo en Paris sabia que habia algo que me hacia querer estar en aquel lugar, me transmitia una sensacion de bienestar y aquello lo habia estado buscando desde hacia mucho tiempo.

Por un momento, antes de contestar a su pregunta me quede embobado mirando jugar a los niños, aquella inocencia y felicidad que sentian durante todo el dia era algo que envidiaba. Si todos en el mundo fueran tan inocentes y buenos como los niños seguramente se habrian acabado ya muchos de los problemas que habia en la sociedad. Cogi aire con fuerza antes de contestar a Marianne, mirandola a los ojos para responderle.

- La verdad es que Paris no tiene nada en especial, eso lo se, es igual que cualquier otra gran ciudad del viejo continente - le dije volviendo a perder por un instante mi mirada - aunque me transmite una sensacion de bienestar en algunos momentos que llevaba buscando desde hace demasiado tiempo - le conteste al final, esperando que esa respuesta fuera suficiente para ella.

Asenti al escuchar sus palabras sobre lo maravillosa que podia ser la naturaleza. Lo sabia muy bien pues estaba durante largos periodos viajando por Europa sin querer acercarme a una ciudad, vagando por el mundo en solitario, observando y deseando que aquellos hermosos parajes que veia permanecieran asi para siempre.

- Esa pregunta es interesante, no estoy demasiado seguro la verdad - le conteste mirandola y encogiendome levemente de hombros. Resople una vez, mirando hacia el cielo y meditando bien mi propuesta - la verdad es que por ejemplo para mi la vida no cambiaria y aunque mi corazon desea que si desapareciese el dinero todos se volverian bondadosos y amables se que no es asi. Seguramente la perversion humana crearia otra forma de subyugar a la mayoria, dandoles el poder a unos pocos privilegiados que casi nunca se lo merecen - le conteste poniendome mas serio conforme contestaba a su pregunta, era un tema que me molestaba bastante. Queria creer en la bondad del ser humano pero sabia que no existia tal, al menos en la mayoria de los casos.

por **Marianne Cromwell** Sáb Sep 03, 2011 10:11 am

Sus palabras la hicieron pensar que la naturaleza humana era algo más que simples deseos sobre la desaparición del dinero; sobre el deseo de que la iniciativa privada fuera justamente el inicio de todos los males, pero le parecía que no. Todo era mucho más complejo de lo que a simple vista se observaba.

- Sí, tiene que ver con el egoísmo humano, con las envidias y los celos, que una y otra vez flagelan el corazón y el humanismo. ¿Alguna vez hubo realmente el paraíso del que habla la Biblia? Seguramente ni Adán ni Eva se llevaban tan bien, mucho menos tras el repoblamiento de la tierra por el Diluvio. Los hombres han tenido oportunidades de redimirse y en lugar de ello, optan por elegir lastimar a su prójimo.

Se quedó pensativa y tomó asiento en una banca, aspirando aire profundamente. Miró a un niño con su cometa y a una niña con una muñeca y sonrió levemente.

- La inocencia se pierde en el momento que los padres permitan que desaparezca, cuando golpean a un niño o le enseñan a ser egoísta. También cuando los niños no inocentes están con los que sí son y les muestran muchas de sus actitudes. Es entonces cuando todo empieza a degenerarse.

Se miró las manos y luego a su interlocutor, observando cómo el sol sacaba algunos brillos de su cabello y en los ojos. Era muy atractivo, de esa forma en que uno lo miraba y le parecía tierno, pero también, con una personalidad que se anhela descubrir poco a poco, como una cebolla, capa a capita.

- Bueno, cebollita - sonrió dándole el apodo - ¿Qué personas tienes a tu alrededor que te parezcan interesantes y por qué? - no había mejor forma de conocer a alguien que conociendo a las personas que frecuentaba. Normalmente los más cercanos los tenían porque te agradaba su compañía o compartían los mismos gustos. ¿Cómo sería realmente él?

por **Wolfgang Lindert** Lun Sep 05, 2011 2:37 pm

Escuche sus palabras acertadas y mire el cielo por un instante, tenia razon, los humanos no eran gente honrada ni noble pero merecian una oportunidad mas de redimirse. No creia que fuera un enviado de Dios ni mucho menos pero aun asi creia en algunas de sus historias y en como, aunque fuera por un breve periodo de tiempo, la humanidad habia merecido salvarse. Yo creia en eso y por eso luchaba cada dia por hacer el mundo mejor, aunque cada dia mi espiritu era mas y mas aplastado por el mundo.

- Yo creo en el bien humano y si quieres mi opinion, el paraiso no es un lugar fisico, se encuentra en el corazon de cada hombre y mujer, en su parte buena y noble, aunque algunos la escondan. Todos tienen un pedazo del paraiso en su interior - le conteste con una amplia sonrisa, siguiendola hasta el banco y sentandome a su lado, mirandola intrigado, me parecia una buena persona, un buen ejemplo de bondad humana.

- El mundo siempre ha intentado terminar con la inocencia, pero mientras exista un niño inocente, seguire creyendo que todos podemos cambiar - le conteste esperanzado, deseoso de que eso fuera verdad, aunque estaba seguro de que no era mas que un idealista.

- La verdad es que no tengo a nadie realmente cercano Marianne, se que es triste, pero hace años que estoy solo en el mundo y se que si ahora mismo muriese, nadie me extrañaria - le dije con un gran cambio en mi mirada, esta era triste ahora, no queria pensar en eso, aunque sabia que no habia nadie en mi vida a quien considerar cercano, alguien a quien le importase lo mas minimo - espero que no sea tu caso, es dura la soledad, demasiado - le conteste intentando alegrarme sin conseguirlo.

por **Marianne Cromwell** Dom Sep 11, 2011 7:44 pm

Miró al cielo, las nubes de algodón la saludaban con formas curiosas, otras bien formaditas como una estrella o una ovejita, mientras lo escuchaba y sonreía. Le agradaba, le estaba simpatizando demasiado y se mordió el labio inferior, levemente coqueta. Marianne no era de esas mujeres bien seguras de sus atributos. Era mucho más noble e inocente, seduciendo con una mirada dulce o una palabra tierna.

- No lo había pensado así. Sé que el alma está bien pegada a cada uno de nosotros y conforme actuamos, va flagelándose o sanándose. Cada acción tiene una consecuencia, sea buena o mala, dependiendo de la que la originó. Da algo y te será retribuido. Destruye algo y te harán mucho daño. El alma es la que termina pagando todo, porque conforme va desgranándose nosotros vamos cambiando y degenerándonos. ¿La opción? El equilibrio. Ni muchas acciones buenas, ni muchas malas. Simplemente ayudar y también obstruir. He pensado que si algún día tú auxilias a alguien, indirectamente estás haciéndole algo malo a otra persona. O algo que él considera malo.

Regresó la mirada a él y le descubrió mirándola. Le sonrió y sus ojos brillaron en un azul intenso, entregarle una enorme sonrisa mientras él seguía observándola, curiosa, juguetona, olvidándose de la etiqueta y las formas que una dama debía guardar. Colocó las manos atrás de su cuerpo, en el borde de la banca y miró hacia el frente. Disfrutando nada más, de la compañía, del aire, de los olores y sonidos. Era un bonito día.

- Me encanta ver a los niños pequeños, todos ellos - dijo con un suspiro- porque siempre son la llave del cielo, como dices, hay más Paraíso en ellos que en cualquier otro. He pensado la mayor parte de mi vida, que si quieres un buen consejo, debes sentarte con un grupo de niños y contarles - rió - te darán muchísimas ideas, pero sobre todo, ven la vida tan fácil, que te preguntas una y otra vez por qué no lo viste antes. Cuando un niño habla, es porque Dios te está mandando un mensaje.

Su corriente alegre fue interrumpida ante sus últimas palabras ¿De verdad no tenía a alguien? Sí, era duro estar solo, pero ella no lo entendía del todo. Siempre tenía a alguein consigo... su familia, su hermano, amigos... parpadeó intentando que las lágrimas no la sorprendieran, extendiendo una mano y tomando la de Wolfgang entre las suyas y le miró a los ojos.

- Nunca más - prometió - Yo, Marianne Louvier prometo el día de hoy, ante la Catedral que nos unió, ante Dios y los hombres, que no sólo seré tu amiga, seré tu familia en forma de hermana, hija, madre... y todo lo que necesites... - sonrió débilmente - quizá no sea un gran sustituta, pero créeme que lo haré de corazón - dijo - ¿Me aceptas? - puso su mejor sonrisa.

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