AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El desenlace no es siempre el que uno espera... [Henry]
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El desenlace no es siempre el que uno espera... [Henry]
No sabía cómo, pero me había dejado convencer por Alexei a que le acompañara al teatro, nunca, después de tantos años me había hecho tal invitación, seguramente traía algo entre manos, su rostro mostraba la seriedad y aquella oculta ansiedad que el poseía. Lo conocía, había aprendido a conocerlo, cada cara que el mostraba tenia más información que un mismo libro de ciencia. Richard, la pareja de mi esposo, estaba arreglándose traía un montón de trajes demasiados elegantes para una simple obra de teatro. Yo era ingenua a pesar de todo, siempre terminaba creyendo en lo que Alexei me dijera, no era que lo amara, o que sintiera algo por él, solo que… Alexei me conocía tanto que sabía cómo tratarme, como hablar esa suavidad… - Madame, Madame – la voz de Lisa, mi nodriza, se hacía presente, venía con un vestido de color turquesa con flores azulinas de estampado, nunca había visto aquel vestido y me fui con ella hacia mi habitación para cambiar mi vestuario y quedar tan o más elegante que mi esposo y su amante. Aquel día era uno de los pocos en los que los tres podíamos vivir bajo el mismo techo.
Los minutos pasaron volando y gracias a Lisa quede arreglada y lista para salir, con un maquillaje bien suave sobre mi rostro, mis labios rojizos y un perfecto color para los ojos. La puerta sonó tres veces y enseguida se escuchó “El carruaje está listo”, Richard, si esa era su voz, un poco más ronca que la de Alexei. Salí de la habitación con dirección a la entrada principal donde el carruaje nos esperaba. Tenía que admitir que la amabilidad de aquellos dos era extraña, curiosa y jamás los había visto con tan buen trato a mi persona, de igual forma me subí al carruaje junto a ellos y emprendimos camino.
Un rato más tarde estábamos a las afueras del famoso teatro de Paris, no había visitado aquel lugar público y mucho menos en compañía de aquel par que misteriosamente se comportaba. Alexei me tendió la mano y me ayudo a bajar, sin soltarme puso mi mano sobre su brazo y entramos como si fuéramos la pareja más feliz del planeta. El cinismo en la cara de ambos era evidente pero aun así me deje guiar por él. Llegamos hasta el palco, en un lugar exclusivo para parejas o familias de seguro habían gastado bastantes francos por aquellos lugares pero no me importo, era plata de ellos y no mía. Fue en ese lugar donde las cosas comenzaron a cambiar, Richard tomo mi lugar y se sentó a un lado de mi esposo, y yo, si yo tuve que quedar detrás de ellos, el lugar estaba lo suficientemente oscuro para que nadie notara mi presencia, las pocas luces que habían se apagaron por completo y el espectáculo comenzó, era una ópera, de la cual no entendía nada de lo que decían ya que hablaban en una extraña lengua o seria que… trague saliva y un sirviente nos trajo champagne, cuando fui a tomar, Richard se levantó y tomo mi copa diciéndome bien bajo – Tu, no tomas estas muy gorda – me mordí la lengua antes de hablar y Alexei con esa típica sonrisa me quedo mirando con cara de repudio, me iba a levantar cuando mi esposo me toma de la mano – Tu no vas a ningún lugar – me dijo enfadado y me volvió a sentar. Claro el día había sido muy bueno hasta ahora pensé mientras ya ni siquiera ponía atención a lo que ocurría en el escenario, pidieron más vino burbujeante y vino mi desquite, antes de que llegaran a servirle tome la botella y la deje caer, sabía que aquello me costaría caro y así fue, me levante para salir y un empujón recibí por parte de Alexei, choque con la puerta que separaba aquel espacio y levantándome como pude corrí por el pasillo ente sirvientes y personas que llegaban tarde a la ópera, no sé en que momento pero me alcanzo mi esposo y deteniéndome me dio una bofetada haciendo que el golpe se llevara consigo mi cuerpo, cai al suelo ante la mirada de todos los que por ahí pasaban... Sin más consuelo que el de mi pañuelo me tape el rostro y el llanto ahogo mis palabras mientras las palabras hirientes salían de los labios del cual alguna vez me quiso…
Los minutos pasaron volando y gracias a Lisa quede arreglada y lista para salir, con un maquillaje bien suave sobre mi rostro, mis labios rojizos y un perfecto color para los ojos. La puerta sonó tres veces y enseguida se escuchó “El carruaje está listo”, Richard, si esa era su voz, un poco más ronca que la de Alexei. Salí de la habitación con dirección a la entrada principal donde el carruaje nos esperaba. Tenía que admitir que la amabilidad de aquellos dos era extraña, curiosa y jamás los había visto con tan buen trato a mi persona, de igual forma me subí al carruaje junto a ellos y emprendimos camino.
Un rato más tarde estábamos a las afueras del famoso teatro de Paris, no había visitado aquel lugar público y mucho menos en compañía de aquel par que misteriosamente se comportaba. Alexei me tendió la mano y me ayudo a bajar, sin soltarme puso mi mano sobre su brazo y entramos como si fuéramos la pareja más feliz del planeta. El cinismo en la cara de ambos era evidente pero aun así me deje guiar por él. Llegamos hasta el palco, en un lugar exclusivo para parejas o familias de seguro habían gastado bastantes francos por aquellos lugares pero no me importo, era plata de ellos y no mía. Fue en ese lugar donde las cosas comenzaron a cambiar, Richard tomo mi lugar y se sentó a un lado de mi esposo, y yo, si yo tuve que quedar detrás de ellos, el lugar estaba lo suficientemente oscuro para que nadie notara mi presencia, las pocas luces que habían se apagaron por completo y el espectáculo comenzó, era una ópera, de la cual no entendía nada de lo que decían ya que hablaban en una extraña lengua o seria que… trague saliva y un sirviente nos trajo champagne, cuando fui a tomar, Richard se levantó y tomo mi copa diciéndome bien bajo – Tu, no tomas estas muy gorda – me mordí la lengua antes de hablar y Alexei con esa típica sonrisa me quedo mirando con cara de repudio, me iba a levantar cuando mi esposo me toma de la mano – Tu no vas a ningún lugar – me dijo enfadado y me volvió a sentar. Claro el día había sido muy bueno hasta ahora pensé mientras ya ni siquiera ponía atención a lo que ocurría en el escenario, pidieron más vino burbujeante y vino mi desquite, antes de que llegaran a servirle tome la botella y la deje caer, sabía que aquello me costaría caro y así fue, me levante para salir y un empujón recibí por parte de Alexei, choque con la puerta que separaba aquel espacio y levantándome como pude corrí por el pasillo ente sirvientes y personas que llegaban tarde a la ópera, no sé en que momento pero me alcanzo mi esposo y deteniéndome me dio una bofetada haciendo que el golpe se llevara consigo mi cuerpo, cai al suelo ante la mirada de todos los que por ahí pasaban... Sin más consuelo que el de mi pañuelo me tape el rostro y el llanto ahogo mis palabras mientras las palabras hirientes salían de los labios del cual alguna vez me quiso…
Amy Von Bennewitz- Mensajes : 171
Fecha de inscripción : 21/06/2011
Re: El desenlace no es siempre el que uno espera... [Henry]
Llevaba varios días esperando esa noche con impaciencia y ahora que había llegado el momento la hora y el tiempo se le habían echado encima. - ¡Maldita sea! - pensó mientras volvía a casa corriendo después de las clases en la universidad. Lo tenía todo planeado, pero, un infortunado encuentro con unos padres disgustados por el castigo infringido a su hijo (que por cierto, había sido descubierto copiando en un examen) le había robado más tiempo del que disponía para ofrecer. Ahora que, seguramente, llegaba tarde no disponía de más tiempo que el que le requiriera arreglarse deprisa y corriendo y llegar hasta el teatro. Abrió la puerta de casa dejándosela incluso abierta y tirando el maletín al sofá; éste cayó bocabajo y algunas partituras se esparramaron por el suelo del salón. Mientras, Henry corría de aquí para allá con un semblante no muy serio en el rostro, sino más bien de pánico. No quería perderse por nada del mundo una de las obras más renovadoras del género operístico, menos aún cuando era un privilegio que la volvieran a estrenar en la misma ciudad donde ya se hizo medio siglo atrás.
El profesor era un enamorado de la música y no sólo porque impartiera aquella materia, sino porque era dentro de su propio espíritu donde residía su esencia. La esencia que lo hacía vibrar con cada nota que penetraba en sus oídos y le llegaba hasta el alma.
Con poco más de diez minutos se aseó, vistió, peinó, echó un poco de colonia y salió a la calle dando un portazo por las prisas. Pero una vez fuera se percató de que se había olvidado lo más importante: la entrada. Regresó abriendo la puerta torpemente, dejándosela abierta otra vez, y abrió el cajón, la cogió y se lo dejó abierto, volviendo nuevamente a cerrar de un portazo. Una vez fuera, ya sí con todo lo necesario, se miró el reloj y supo que no llegaría para nada al comienzo, hiciera lo que hiciese. Pero sí podía llegar antes que cualquier otra persona. ¿Cómo? Corriendo. Ventajas de ser un lobo hijo de la madre naturaleza. Se dirigió rápidamente hacia una zona algo alejada, cercana al bosque, y allí, sin que nadie lo viera, echó a correr como alma que lleva el diablo en una dirección: el teatro.
No pasaron más de unos minutos y Henry aflojó la marcha al comenzar a divisar el edificio. En lo poco que le quedaba de recorrido se cruzó con varias personas, carruajes y demás que asistían también al estreno, aunque, como él, tarde también. Una vez subidas las escaleras del recibidor enseñó su entrada y pudo pasar sin problemas. Aunque el problema se presentó momentos más tarde cuando las personas que se retrasaban como él mismo atascaban el pasillo o se quedaban quietas sin poder avanzar más. Él consiguió abrirse paso y se escabulló por un hueco entre los cuerpos tensos y logró llegar hasta un pasillo en el que el ambiente era más corporalmente austero. La obra ya se escuchaba y Henry sentía que el corazón se le iba a salir por la boca en cualquier momento.
Todo marchaba bien, todo apuntaba a que iba a ser una noche más o menos espléndida. Sin embargo, el brillo de sus ojos y la sonrisa de sus labios se apagaron al contemplar una escena que lo dejó helado: un hombre pegaba e insultaba a una mujer que caía al suelo tras el golpe. En esos momentos algo dentro de él se detuvo para dar paso a otra cosa muy distinta, rabia. ¿Qué hacía aquel hombre comportándose así delante de todo el mundo, en aquel lugar, en aquel momento? ¿Y quién se creía que era para dañar así a otro ser humano? El lobo no se lo pensó dos veces y, con la ópera de banda sonora, se aproximó hasta los cuerpos protagonistas de tal drama y apartó al hombre de un empujón que lo hizo retroceder varios pasos. No, al lobo nunca le habían importado ni las clases sociales ni los títulos ni muchísimo menos las especulaciones y los comentarios. Si por intervenir y participar en tal escándalo se ganaba el sobrenombre de engreído o maleducado poco, por no decir nada, le iba a importar. Pero él no podía quedarse quieto ante tal aberración. Era el único que se había atrevido a hacer algo, ya que los demás sólo miraban y cuchicheaban.
Aguantó la malévola mirada que le lanzó el hombre y se colocó entre él y la mujer del suelo, la que seguramente estaría muriendo y no por dolor o vergüenza, sino por sentir su orgullo pisoteado como las uvas del vino. El hombre trató de golpearlo pero Henry le sujetó el brazo, evidentemente fuerte gracias a su fuerza sobrenatural. Henry lo cogió después de la pechera con la otra mano y lo empujó haciéndolo retroceder más aún. Entonces otro hombre que había al lado de aquel intentó lo mismo, recibiendo exactamente la misma contestación por parte del docente. Unos cuantos tira y afloja más se sucedieron hasta que finalmente Henry los terminó echando del lugar con algún empujón como los recibidos durante la disputa. Una vez los hombres se fueron con miradas que evidentemente presagiaban una venganza próxima el profesor se acercó a la mujer y se agachó, sujetándole el rostro por la parte no golpeada con una mano - Eh… ¿Se encuentra bien, señorita? - preguntó sabiendo la respuesta, pero no pudo evitarlo. Tras unos momentos se dio cuenta de que la gente seguía mirándolos y aquello no le hizo gracia - ¿Qué están mirando? Aquí no ha sucedido nada, esta no es la obra que han venido a ver, ¿verdad? Váyanse, todos. ¡Ahora! - y la gente comenzó a pasar lentamente, sin apartar la mirada de ellos dos.
El profesor dejó de prestar atención a los que todavía pasaban a su lado y ayudó a la mujer a levantarse. Una vez en pie la cogió por los brazos - Señorita, ¿Qué ha pasado? - preguntó sin si quiera volver a preocuparse por la ópera. Sí, había deseado escucharla en directo desde que había oído hablar de ella, pero, para él era mucho más importante una sonrisa de felicidad que una producida por la emoción de vivir algo que podía vivirse en otra ocasión - Acompáñeme, vayamos a otro sitio. Aquí la gente seguirá murmurando si nos ve -, y secándole las lágrimas con los dedos de una mano Henry le sonrió y le pasó un brazo por los hombros mientras que con la mano del otro sostenía suavemente su brazo.
Caminaron un poco y todavía en el pasillo el lobo le dio un suave apretón en el hombro - No se preocupe, está a salvo conmigo. No tema, todo está bien. Ya pasó… - le hablaba para intentar tranquilizarla. Era una mujer bastante hermosa a su parecer, con unos ojos impactantes que seguramente vivos y sin lágrimas lo serían mucho más. Henry esperaba poder ayudar a esa mujer asustada que con toda seguridad, no era la primera vez que sufría un trato así, a juzgar por las palabras y el tono del hombre que usaba contra ella. Pero eso se vería más tarde. Ahora lo importante era apoyar un alma herida embaucada por la confusión, y Henry deseaba profundamente poder donar su granito de arena para fortalecer su muralla contra la tristeza y verla sonreír.
Una ópera de Christoph W. Gluck. Un Orfeo ed Euridice en versión italiana dejando atrás su latín de origen. Henry estaba seguro de que aquella hermosa mujer podría disfrutarla, pero, no en compañía de dos mal nacidos que no sabían apreciar su belleza, tanto física como interna, que, sin dudarlo, debía ser inmensa como las emociones que las voces de sopranos y tenores incrustaban en el alma.
OFF: Lamento si la largura es excesiva xD Pero tanto Henry como yo nos hemos emocionado con la historia *3*
El profesor era un enamorado de la música y no sólo porque impartiera aquella materia, sino porque era dentro de su propio espíritu donde residía su esencia. La esencia que lo hacía vibrar con cada nota que penetraba en sus oídos y le llegaba hasta el alma.
Con poco más de diez minutos se aseó, vistió, peinó, echó un poco de colonia y salió a la calle dando un portazo por las prisas. Pero una vez fuera se percató de que se había olvidado lo más importante: la entrada. Regresó abriendo la puerta torpemente, dejándosela abierta otra vez, y abrió el cajón, la cogió y se lo dejó abierto, volviendo nuevamente a cerrar de un portazo. Una vez fuera, ya sí con todo lo necesario, se miró el reloj y supo que no llegaría para nada al comienzo, hiciera lo que hiciese. Pero sí podía llegar antes que cualquier otra persona. ¿Cómo? Corriendo. Ventajas de ser un lobo hijo de la madre naturaleza. Se dirigió rápidamente hacia una zona algo alejada, cercana al bosque, y allí, sin que nadie lo viera, echó a correr como alma que lleva el diablo en una dirección: el teatro.
No pasaron más de unos minutos y Henry aflojó la marcha al comenzar a divisar el edificio. En lo poco que le quedaba de recorrido se cruzó con varias personas, carruajes y demás que asistían también al estreno, aunque, como él, tarde también. Una vez subidas las escaleras del recibidor enseñó su entrada y pudo pasar sin problemas. Aunque el problema se presentó momentos más tarde cuando las personas que se retrasaban como él mismo atascaban el pasillo o se quedaban quietas sin poder avanzar más. Él consiguió abrirse paso y se escabulló por un hueco entre los cuerpos tensos y logró llegar hasta un pasillo en el que el ambiente era más corporalmente austero. La obra ya se escuchaba y Henry sentía que el corazón se le iba a salir por la boca en cualquier momento.
Todo marchaba bien, todo apuntaba a que iba a ser una noche más o menos espléndida. Sin embargo, el brillo de sus ojos y la sonrisa de sus labios se apagaron al contemplar una escena que lo dejó helado: un hombre pegaba e insultaba a una mujer que caía al suelo tras el golpe. En esos momentos algo dentro de él se detuvo para dar paso a otra cosa muy distinta, rabia. ¿Qué hacía aquel hombre comportándose así delante de todo el mundo, en aquel lugar, en aquel momento? ¿Y quién se creía que era para dañar así a otro ser humano? El lobo no se lo pensó dos veces y, con la ópera de banda sonora, se aproximó hasta los cuerpos protagonistas de tal drama y apartó al hombre de un empujón que lo hizo retroceder varios pasos. No, al lobo nunca le habían importado ni las clases sociales ni los títulos ni muchísimo menos las especulaciones y los comentarios. Si por intervenir y participar en tal escándalo se ganaba el sobrenombre de engreído o maleducado poco, por no decir nada, le iba a importar. Pero él no podía quedarse quieto ante tal aberración. Era el único que se había atrevido a hacer algo, ya que los demás sólo miraban y cuchicheaban.
Aguantó la malévola mirada que le lanzó el hombre y se colocó entre él y la mujer del suelo, la que seguramente estaría muriendo y no por dolor o vergüenza, sino por sentir su orgullo pisoteado como las uvas del vino. El hombre trató de golpearlo pero Henry le sujetó el brazo, evidentemente fuerte gracias a su fuerza sobrenatural. Henry lo cogió después de la pechera con la otra mano y lo empujó haciéndolo retroceder más aún. Entonces otro hombre que había al lado de aquel intentó lo mismo, recibiendo exactamente la misma contestación por parte del docente. Unos cuantos tira y afloja más se sucedieron hasta que finalmente Henry los terminó echando del lugar con algún empujón como los recibidos durante la disputa. Una vez los hombres se fueron con miradas que evidentemente presagiaban una venganza próxima el profesor se acercó a la mujer y se agachó, sujetándole el rostro por la parte no golpeada con una mano - Eh… ¿Se encuentra bien, señorita? - preguntó sabiendo la respuesta, pero no pudo evitarlo. Tras unos momentos se dio cuenta de que la gente seguía mirándolos y aquello no le hizo gracia - ¿Qué están mirando? Aquí no ha sucedido nada, esta no es la obra que han venido a ver, ¿verdad? Váyanse, todos. ¡Ahora! - y la gente comenzó a pasar lentamente, sin apartar la mirada de ellos dos.
El profesor dejó de prestar atención a los que todavía pasaban a su lado y ayudó a la mujer a levantarse. Una vez en pie la cogió por los brazos - Señorita, ¿Qué ha pasado? - preguntó sin si quiera volver a preocuparse por la ópera. Sí, había deseado escucharla en directo desde que había oído hablar de ella, pero, para él era mucho más importante una sonrisa de felicidad que una producida por la emoción de vivir algo que podía vivirse en otra ocasión - Acompáñeme, vayamos a otro sitio. Aquí la gente seguirá murmurando si nos ve -, y secándole las lágrimas con los dedos de una mano Henry le sonrió y le pasó un brazo por los hombros mientras que con la mano del otro sostenía suavemente su brazo.
Caminaron un poco y todavía en el pasillo el lobo le dio un suave apretón en el hombro - No se preocupe, está a salvo conmigo. No tema, todo está bien. Ya pasó… - le hablaba para intentar tranquilizarla. Era una mujer bastante hermosa a su parecer, con unos ojos impactantes que seguramente vivos y sin lágrimas lo serían mucho más. Henry esperaba poder ayudar a esa mujer asustada que con toda seguridad, no era la primera vez que sufría un trato así, a juzgar por las palabras y el tono del hombre que usaba contra ella. Pero eso se vería más tarde. Ahora lo importante era apoyar un alma herida embaucada por la confusión, y Henry deseaba profundamente poder donar su granito de arena para fortalecer su muralla contra la tristeza y verla sonreír.
Una ópera de Christoph W. Gluck. Un Orfeo ed Euridice en versión italiana dejando atrás su latín de origen. Henry estaba seguro de que aquella hermosa mujer podría disfrutarla, pero, no en compañía de dos mal nacidos que no sabían apreciar su belleza, tanto física como interna, que, sin dudarlo, debía ser inmensa como las emociones que las voces de sopranos y tenores incrustaban en el alma.
OFF: Lamento si la largura es excesiva xD Pero tanto Henry como yo nos hemos emocionado con la historia *3*
Última edición por Henry Everill el Miér Ago 24, 2011 7:10 pm, editado 1 vez
Invitado- Invitado
Re: El desenlace no es siempre el que uno espera... [Henry]
Cerré mis ojos dejándome llevar por las lágrimas que no cesaban, solo podía oír como los murmullos crecían y se agolpaban contra mis oídos, entre sollozos la vergüenza crecía, la humillación no podía ser más, sentía o mejor dicho sabía que ellos, Alexei y Richard disfrutaban con aquella escena. Siempre era lo mismo, como podía aun creerle después de tantos años seguía confiando en quien cada día de su vida hacía de la mía el peor de los tormentos. Mis lágrimas nublaban todo, no podía ver nada, pero algo si podía hacer escuchar. Un caballero acudía a mi auxilio, escuche como lanzaba gritos hacia el par de hombres que me había traído a este lugar, escuche los golpes y mi corazón se aceleró, ¿alguien me estaba ayudando?... No era la primera vez que Alexei me golpeaba en público pero nunca antes alguien me había ayudado, me sentí más débil de lo que era, más débil que nunca, mas…
Un escalofríos recorrió mi cuerpo cuando sentí aquella voz, luego los gritos que opacaban la opera que se escuchaba de fondo, mi corazón se estrujo y alce la mirada para ver quién era el que me ofrecía ayuda, mi cuerpo temblaba era mezcla entre nervios y vergüenza que se apoderándose de mí. Le quede mirando, de seguro mi rostro demostraba la angustia que habitaba en mi interior, baje la mirada, no quería que ni el ni nadie viera los rastros de aquel golpe… siempre eran en el rostro, siempre me dejaba un hematoma o hacia que mi nariz sangrara, gracias a Dios hoy no había sangrado; aun con el pañuelo cubriendo parcialmente mi rostro me levante con la ayuda de aquel hombre un suspiro ahogado salía de mis labios al tiempo que una de sus manos me ayudaba en la limpieza de las lágrimas que hacia escasos segundos me habían invadido. – Estoy bien, gracias – un hilo de voz salió de mis labios, le acompañe o mejor dicho me deje guiar por él, aun tenia aquella confusión en mi cabeza… - ¿Dónde están… Alexei y Richard? – pregunte con cierto temor, sabía que al llegar a casa la cosa se pondría peor, en realidad no me importaba si le habían dado una paliza o no; el me consolaba decía que estaría a salvo con él, era cierto… pero aquello solo duraría el tiempo que la opera estuviera en curso. – Nunca pasara – le dedique una mirada sincera mientras seguía negando con la cabeza, no podía dejar de pensar en aquello, cada día era una tortura vivir bajo el mismo techo.
Llegamos a un lugar donde el espectáculo se podía apreciar de buena forma, era mejor donde estaba anteriormente, aun bajo el “cuidado” de aquel hombre tome asiento junto a él, las voces que venían del escenario hacían que mi cuerpo se estremeciera cada segundo más, entre escalofríos y nervios por estar ahí pegue mi vista en el hombre que me había socorrido – Gracias… Mil gracias… Nunca nadie me había ayudado – mi voz salió atropellada por mis labios, no sabía cómo reaccionar ante la ayuda, no sabía que decir, ni mucho menos que pensar… Cerré completamente mis ojos me deje llevar por las voces provenientes por la ópera, necesitaba tranquilizarme ya que mi corazón estaba más agitado de lo normal… - Soy… Soy Amy Von Bennewitz – sonreí abriendo lentamente mis ojos para terminar mi saludo. – Lamento que por mi culpa se haya retrasado – Claro el venía a ver aquel espectáculo no a ser el “salvador” de una cortesana. Pase el pañuelo por debajo de mis ojos para limpiar el maquillaje que seguramente se había corrido, mis manos seguían temblando pero mi cuerpo ciertamente se sentía más relajado, siempre que algo así me pasaba solía escaparme huir de la mirada de aquellos que solían refregarme lo fea y gorda que era, cada día los insultos de ellos crecía hacia mi persona. Era por esa razón que evitaba el contacto con mi esposo y su pareja, ambos se creían perfectos pero lentamente se ahogaban en sus propias palabras. Nunca los enfrentaría, ya que sin su ayuda quedaría prácticamente en la calle, con ellos tenía un hogar al menos mi habitación era el único lugar donde ellos no entraban era el pacto que habíamos hecho desde el primer día en Paris.
Un escalofríos recorrió mi cuerpo cuando sentí aquella voz, luego los gritos que opacaban la opera que se escuchaba de fondo, mi corazón se estrujo y alce la mirada para ver quién era el que me ofrecía ayuda, mi cuerpo temblaba era mezcla entre nervios y vergüenza que se apoderándose de mí. Le quede mirando, de seguro mi rostro demostraba la angustia que habitaba en mi interior, baje la mirada, no quería que ni el ni nadie viera los rastros de aquel golpe… siempre eran en el rostro, siempre me dejaba un hematoma o hacia que mi nariz sangrara, gracias a Dios hoy no había sangrado; aun con el pañuelo cubriendo parcialmente mi rostro me levante con la ayuda de aquel hombre un suspiro ahogado salía de mis labios al tiempo que una de sus manos me ayudaba en la limpieza de las lágrimas que hacia escasos segundos me habían invadido. – Estoy bien, gracias – un hilo de voz salió de mis labios, le acompañe o mejor dicho me deje guiar por él, aun tenia aquella confusión en mi cabeza… - ¿Dónde están… Alexei y Richard? – pregunte con cierto temor, sabía que al llegar a casa la cosa se pondría peor, en realidad no me importaba si le habían dado una paliza o no; el me consolaba decía que estaría a salvo con él, era cierto… pero aquello solo duraría el tiempo que la opera estuviera en curso. – Nunca pasara – le dedique una mirada sincera mientras seguía negando con la cabeza, no podía dejar de pensar en aquello, cada día era una tortura vivir bajo el mismo techo.
Llegamos a un lugar donde el espectáculo se podía apreciar de buena forma, era mejor donde estaba anteriormente, aun bajo el “cuidado” de aquel hombre tome asiento junto a él, las voces que venían del escenario hacían que mi cuerpo se estremeciera cada segundo más, entre escalofríos y nervios por estar ahí pegue mi vista en el hombre que me había socorrido – Gracias… Mil gracias… Nunca nadie me había ayudado – mi voz salió atropellada por mis labios, no sabía cómo reaccionar ante la ayuda, no sabía que decir, ni mucho menos que pensar… Cerré completamente mis ojos me deje llevar por las voces provenientes por la ópera, necesitaba tranquilizarme ya que mi corazón estaba más agitado de lo normal… - Soy… Soy Amy Von Bennewitz – sonreí abriendo lentamente mis ojos para terminar mi saludo. – Lamento que por mi culpa se haya retrasado – Claro el venía a ver aquel espectáculo no a ser el “salvador” de una cortesana. Pase el pañuelo por debajo de mis ojos para limpiar el maquillaje que seguramente se había corrido, mis manos seguían temblando pero mi cuerpo ciertamente se sentía más relajado, siempre que algo así me pasaba solía escaparme huir de la mirada de aquellos que solían refregarme lo fea y gorda que era, cada día los insultos de ellos crecía hacia mi persona. Era por esa razón que evitaba el contacto con mi esposo y su pareja, ambos se creían perfectos pero lentamente se ahogaban en sus propias palabras. Nunca los enfrentaría, ya que sin su ayuda quedaría prácticamente en la calle, con ellos tenía un hogar al menos mi habitación era el único lugar donde ellos no entraban era el pacto que habíamos hecho desde el primer día en Paris.
Off: No te preocupes al final la idea es que al otro le guste o emocione la historia y en cuanto a lo extenso ningún problema
Amy Von Bennewitz- Mensajes : 171
Fecha de inscripción : 21/06/2011
Re: El desenlace no es siempre el que uno espera... [Henry]
¿Por qué el destino era tan cruel? ¿Por qué siempre eran las almas buenas las que terminaban sufriendo la ira y la cólera de los non gratos para la vida? Henry había socorrido a un ser humano del ataque de otro ser humano. ¿Por qué nadie más se había metido? ¿Eran acaso más importantes las normas sociales que los sentimientos? No… Sólo que los sentimientos eran opacados por las primeras. Así nunca se veía lo que había detrás de un acto, salvo las apariencias que la gente veía, juzgaba y después divulgaba modificadas tras procesos de habladurías. ¿Qué sería ahora de aquella pobre mujer? Y peor aún, ¿qué sería de ella cuando volviera a ver a aquél hombre? - No sé quiénes son, señorita… ¿Son esos dos? - preguntó con tono tierno a la par que denotaba asco mientras la seguía guiando, cogiéndola como la tenía de los hombros. Se mordió el labio inferior al escucharla murmurar aquellas palabras que delataban falta de fe en el destino. Aunque… ¿Quién podía creer en aquello que te había causado tanto dolor que hasta habías olvidado que existía?
La condujo hasta un lugar alejado, el más alejado que encontró. Era un palco pequeñito pero suficiente para dos personas, así que pasaron y Henry la dejó sentarse para sentarse él después - Venga, tranquilícese… Ya no nos ve nadie, no se preocupe - continuó al haberse acomodado para poder verla de frente. A pesar de la oscuridad del lugar algunos efectos de luces llegaron hasta ellos, enfatizando todavía más la opinión del lobo acerca de la belleza de aquella mujer. Todavía no entendía cómo alguien no había podido detenerse a observar aquella dulzura de ojos. “¿Acaso soy un Dios o algo parecido?”, pensó irónicamente para sí. - Por favor, no me las dé. No me ha costado nada, tranquila. Lo he hecho de corazón, no tiene nada que agradecerme. Me conformo con que usted se encuentre bien y que este acto no tenga mayores consecuencias que las que ya se suponen, como las habladurías… - le dijo mientras le sonreía.
Escuchó durante unos instantes la obra. La parte del ángel descendente… Qué voz, qué puesta en escena, qué todo… Así que Amy. Un nombre hermoso para una mujer hermosa. Al menos en eso todo era apropiado - Es un placer, señorita Von Bennewitz, aunque lamento profundamente las circunstancias en las que nos conocemos… - dijo tomándole su mano para besarle el dorso. Después llevó esa mano hasta su mejilla y ahí retiró un mechón de cabello que se había soltado y con la otra mano palpó suavemente la zona golpeada, que ya comenzaba a verse de un marrón claro que posteriormente se transformaría en púrpura - Dios… - murmuró casi de forma imperceptible - Bien, señorita Von Bennewitz. Si no es molestia, me gustaría saber quiénes eran, y por qué - explicó con un tono ahora serio y casi respetable, pero no dejando de tratarla con dulzura - Mi nombre es Henry Everill… Y le aseguro que puede confiar plenamente en mí.
OFF: Lamento la demora, espero que te guste
La condujo hasta un lugar alejado, el más alejado que encontró. Era un palco pequeñito pero suficiente para dos personas, así que pasaron y Henry la dejó sentarse para sentarse él después - Venga, tranquilícese… Ya no nos ve nadie, no se preocupe - continuó al haberse acomodado para poder verla de frente. A pesar de la oscuridad del lugar algunos efectos de luces llegaron hasta ellos, enfatizando todavía más la opinión del lobo acerca de la belleza de aquella mujer. Todavía no entendía cómo alguien no había podido detenerse a observar aquella dulzura de ojos. “¿Acaso soy un Dios o algo parecido?”, pensó irónicamente para sí. - Por favor, no me las dé. No me ha costado nada, tranquila. Lo he hecho de corazón, no tiene nada que agradecerme. Me conformo con que usted se encuentre bien y que este acto no tenga mayores consecuencias que las que ya se suponen, como las habladurías… - le dijo mientras le sonreía.
Escuchó durante unos instantes la obra. La parte del ángel descendente… Qué voz, qué puesta en escena, qué todo… Así que Amy. Un nombre hermoso para una mujer hermosa. Al menos en eso todo era apropiado - Es un placer, señorita Von Bennewitz, aunque lamento profundamente las circunstancias en las que nos conocemos… - dijo tomándole su mano para besarle el dorso. Después llevó esa mano hasta su mejilla y ahí retiró un mechón de cabello que se había soltado y con la otra mano palpó suavemente la zona golpeada, que ya comenzaba a verse de un marrón claro que posteriormente se transformaría en púrpura - Dios… - murmuró casi de forma imperceptible - Bien, señorita Von Bennewitz. Si no es molestia, me gustaría saber quiénes eran, y por qué - explicó con un tono ahora serio y casi respetable, pero no dejando de tratarla con dulzura - Mi nombre es Henry Everill… Y le aseguro que puede confiar plenamente en mí.
OFF: Lamento la demora, espero que te guste
Invitado- Invitado
Re: El desenlace no es siempre el que uno espera... [Henry]
Tranquilizarme era parte de mi espíritu, era algo que venía trabajando desde el primer día que recibí un golpe por parte de mi esposo, fue aquel día que jure irme, han pasado largos años después de aquello y aún seguía bajo el mismo techo, quizás era mi futuro y mi presente seguir ahí, todo lo que ganaba lo repartía en dos, una parte se la enviaba a mis padres y la otra la guardaba, Dios, porque estaba pensando eso justo ahora, justo cuando todo pudo seguir una buen desenlace había cambiado, ¿Mi culpa? Lo más probable ¿costumbre? Aquello para cualquier otro era lamentable, por que verdaderamente me sentía culpable, algún día terminaría de disfrutar de los golpes de aquella humillación y realmente no quería eso, porque dañaba mi alma cada vez que eso pasaba. La puesta en escena de la opera que se llevaba a cabo era sorprendente. –Si aquellos que me golpearon son Alexei y Richard – en realidad, Alexei me había golpeado, Richard no era capaz de ponerme mano en sima, pero era experto en humillarme con palabras.
Sentir que estaba en un lugar público, donde había hecho tal espectáculo hacia que mi ser se sintiera pequeño, una hormiga en ese mundo, pero aquel hombre se había encargado de que nadie me pisoteara, uno en un millón, era el primero que me había ayudado, estaba agradecida. Y le debía una. No podría dejar de agradecerle y aunque él me había dicho que lo había hecho de corazón pocos actuaban con el corazón, muchos ocupaban la razón antes sonreí de lado mientras mis ojos miraban mis manos ocultando mi rostro, ocultando aquella humillación que tenía marcado. – Las circunstancias no fueron las mejores, pero agradezco que estuviera en ese momento – añadí mientras alzaba la vista ante sentir como se presentaba, en sus ojos podía ver aquella paz que necesitaba, la ansiedad se apoderaba de mi ante aquella exclamación, mi mejilla latía por el golpe seguramente, confiar, muchas veces había contado aquella historia pero todo se quedaba ahí, me servía para desahogarme pero para nada más. – Monsieur Everill – hice una mueca con mis labios esbozando una sonrisa, infle mi pecho conteniendo la angustia que había en mí y luego de unos segundos me acomode para tener una mejor vista de él.
Alexei, es mi esposo – dije con un suspiro bajando la mirada – llevamos casados siete años, y Richard es su pareja – Con decirle aquello sentí como los nervios me invadían mis manos comenzaron a temblar entrelace mis dedos para poder tranquilizarme con decir aquello podría ser suficiente pero aun tenia más que decir, trague saliva y suspire profundamente – Yo… yo los descubrí – mis ojos se llenaron de lágrimas pero no deje que ninguna callera mi voz comenzaba a quebrarse y mi corazón comenzó a latí con mucha fuerza – creerá que soy una estúpida – apreté mis ojos con fuerzas pero por más que intente no pude contener y las lágrimas comenzaron a salir solas, llevadas por los sentimientos encontrados que sentía en ese momento – los descubrí en la cama – dije al fin y con el mismo pañuelo que había ocupado antes me seque las lágrimas, para apretarlo con fuerzas la impotencia que sentía se apoderaba de todo mi cuerpo - ¿Por qué sigo con él? Creo que esa sería su otra pregunta – trague saliva y le mire directo a los ojos – Me tiene amenazada y tengo que vivir día a día bajo al mismo techo que aquellos dos. – suspire entre pucheros mientras mis ojos se volvían a nublar, era una tonta que debió hacer algo al respecto, me sentía frágil y pequeña en ese momento… - Esa es la historia… - no sé qué rostro tendría ahora, quizás mostraba a una mujer que sufría de un maltrato a base de golpes y palabras, a base de humillación y mucho dolor, que su única escapatoria había sido vender su cuerpo en busca del amor, en busca de quien se enfrentara a su esposo y la raptara para que ella pudiera vivir en paz, formar una nueva familia quizás poder tener un hijo, y una finca, pero solo eran sueños, nada más que sueños. –Lo siento usted a venido a ver la opera y se a encontrado con mi espectáculo – Las palabras salian de lo mas profundo de mi ser, no quería dar lastima pero la estaba dando.
Sentir que estaba en un lugar público, donde había hecho tal espectáculo hacia que mi ser se sintiera pequeño, una hormiga en ese mundo, pero aquel hombre se había encargado de que nadie me pisoteara, uno en un millón, era el primero que me había ayudado, estaba agradecida. Y le debía una. No podría dejar de agradecerle y aunque él me había dicho que lo había hecho de corazón pocos actuaban con el corazón, muchos ocupaban la razón antes sonreí de lado mientras mis ojos miraban mis manos ocultando mi rostro, ocultando aquella humillación que tenía marcado. – Las circunstancias no fueron las mejores, pero agradezco que estuviera en ese momento – añadí mientras alzaba la vista ante sentir como se presentaba, en sus ojos podía ver aquella paz que necesitaba, la ansiedad se apoderaba de mi ante aquella exclamación, mi mejilla latía por el golpe seguramente, confiar, muchas veces había contado aquella historia pero todo se quedaba ahí, me servía para desahogarme pero para nada más. – Monsieur Everill – hice una mueca con mis labios esbozando una sonrisa, infle mi pecho conteniendo la angustia que había en mí y luego de unos segundos me acomode para tener una mejor vista de él.
Alexei, es mi esposo – dije con un suspiro bajando la mirada – llevamos casados siete años, y Richard es su pareja – Con decirle aquello sentí como los nervios me invadían mis manos comenzaron a temblar entrelace mis dedos para poder tranquilizarme con decir aquello podría ser suficiente pero aun tenia más que decir, trague saliva y suspire profundamente – Yo… yo los descubrí – mis ojos se llenaron de lágrimas pero no deje que ninguna callera mi voz comenzaba a quebrarse y mi corazón comenzó a latí con mucha fuerza – creerá que soy una estúpida – apreté mis ojos con fuerzas pero por más que intente no pude contener y las lágrimas comenzaron a salir solas, llevadas por los sentimientos encontrados que sentía en ese momento – los descubrí en la cama – dije al fin y con el mismo pañuelo que había ocupado antes me seque las lágrimas, para apretarlo con fuerzas la impotencia que sentía se apoderaba de todo mi cuerpo - ¿Por qué sigo con él? Creo que esa sería su otra pregunta – trague saliva y le mire directo a los ojos – Me tiene amenazada y tengo que vivir día a día bajo al mismo techo que aquellos dos. – suspire entre pucheros mientras mis ojos se volvían a nublar, era una tonta que debió hacer algo al respecto, me sentía frágil y pequeña en ese momento… - Esa es la historia… - no sé qué rostro tendría ahora, quizás mostraba a una mujer que sufría de un maltrato a base de golpes y palabras, a base de humillación y mucho dolor, que su única escapatoria había sido vender su cuerpo en busca del amor, en busca de quien se enfrentara a su esposo y la raptara para que ella pudiera vivir en paz, formar una nueva familia quizás poder tener un hijo, y una finca, pero solo eran sueños, nada más que sueños. –Lo siento usted a venido a ver la opera y se a encontrado con mi espectáculo – Las palabras salian de lo mas profundo de mi ser, no quería dar lastima pero la estaba dando.
Amy Von Bennewitz- Mensajes : 171
Fecha de inscripción : 21/06/2011
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