AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La llegada de los Zíngaros. [Libre]
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La llegada de los Zíngaros. [Libre]
Poco más tarde de que se resguardara el sol en lo que después de aquella última travesía formidable, a Dún le pareciera el borde mismo del mundo. Y con esa apacible sensación contemplaba, pensativa cómo el fulgor vacío de las hogueras se ondulaba contra los muros escabulléndose por los recovecos imprecisos que sujetaban los suburbios aquella destartalada ciudad, París. Intentando tranquilizarse. Lo suficientemente lejano a la parte posterior del mercado, desembocaba un paraje escarpado, elevándose sobre el borde de un mirador alto y áspero salpicado la noche de sombrías lumbres, y presentaba una magnifica vista de la localidad.
Entre sus dedos sujetaba un cigarro que se llevaba a la boca de vez en cuando, para exhalar a continuación una gran vaharada de humo. Hacia la umbría. Era una delgada pipa rematada por una maraña de hojas de tabaco bien pensadas. Buen remedio para la hinchazón de costillas y para desperezar la presión encabritada que aún le era punzante en el pecho. Cerrando los ojos, percibía la sangre… escasa ya, corriendo por sus venas marchitas, el oxido furioso en el paladar. Un temblor silencioso y demasiado familiar.
Distraídamente, vio llegar a Saul acompañado por el gitano Drogo, que avanzaba a trompicones equilibrando tres cazos burbujeantes de denso grong.
La vampira sonrió… el cariño que con el paso de las décadas, pues llevaba ya algunas en su compañía, les había cogido a esos dos bellacos, era tan fuerte que rara vez se separaba de ellos, o bien los bribones no se apartaban mucho de ella, era imposible saberse. Carpas de puestecillos circenses recién llegadas…
- Es asombroso cómo este equilibrio mantienen el mundo en funcionamiento -dijo dirigiéndose a Saul, quien se acomodó a su lado despatarrándose, al tiempo que le alborotaba cariñosamente el pelo con su manaza. Si te paras un momento, en seguida comprendes cuántos minúsculos detalles son necesarios tener en cuenta. Apoyándose en la generosa espalda del faquir, dejó caer la nuca hacía a tras, por encima de su hombro robusto, facilitándose así la vista hacia la inmensidad vacua de la bóveda celeste. Se sopló un mechón rebelde del flequillo.
- Púrpura, hasta los inocentes saben que hoy en esta ciudad se está vertiendo demasiada sangre. Este equilibrio se empeña en mantener el mundo, y nuestro jodido deber es mantener ese mismo orden. Siguió sin mirar a Saul, que a su vez le respondió afablemente. -La muerte y el sacrificio para nosotros son un deber sagrado pequeña, sin él la vida misma del universo se detiene- En ese momento Dún volvió a incorporarse y clavando inquisidora su mirada en él, zanjo el tema -Jamás he rehuido beber la sangre de un civil- El Vampiro se silenció prudente. Pues sabía bien como se las gastaba la chica en sus malos ratos.
-¡Dún!… el vozarrón ronco de Drogo resonó entonces en alguna parte del círculo quemado. Ella se limitó a suspirar sonoramente, dándole una patada ligera a un pedrusco y arrojándolo al fuego. El grandullón la notaba algo inquieta con la presencia de aquellas gentes contenedores andantes del preciado elixir rondando el asentamiento, tan cerca… y fuera del acostumbrado horario laboral justo al morir el sol, pues ya estaba bien entrada la noche cerrada y sus bailes, piruetas imposibles, y espectáculos por unas monedas, ya quedaron a tras por hoy.
Los dos cíngaros que ya se habían refrescado antes de cenar y ahora dispuestos y henchidos de satisfacción por la victoria del día, bebían sumidos en las sombras de la brasa. Sin embargo ella, después de la tarea de recoger los toldos, espadas, malabarismos y guardar el material de bisutería restante para la próxima noche, seguía con el rostro salpicado en arena del camino. A tiempo. Se miro por un momento los brazos y comenzó a rasparse abstraída un manchurrón de barro seco. No quería disponerse al riachuelo próximo, no todavía, y no a causa del cansancio exactamente.
- Deberías quitarte toda esta polvareda hermanita, te sentirás mejor, además apestas a gusarapo infectado- Continuó Saul.
Ella chiscó. -Cállate…
-Vamos... ni siquiera has tocado tu grong- insistió esta vez Drogo.
Pero a Saul no le hacía ninguna falta seguir su mirada, intensa y profundamente afilada, como si le fuera sencillo escudriñar en la lejanía tenebrosa, para saber que la inquietaba sobre manera. Había podido descubrir en qué consistía parte de su bravía naturaleza. Si algo la perdía a aquella muchacha misteriosa era su incorregible curiosidad por todos los entresijos de lo que le era incierto.
En la distancia un hombre moreno paseaba cavilante entre fogatas y ascuas, fingiendo interés por el buen estado de su “familia”, poco a poco fue alejándose del grupo sin despertar sospecha alguna hacia la pequeña lumbre que utilizaba para acurrucarse. Solo dos personas en el asentamiento se habían dado cuenta de ello. Curiosamente esos dos perspicaces depredadores a los que nunca solía escapárseles detalle alguno.
Dún sonrió con astucia y se volvió.
- …Por su bien solo espero que hoy se anden con pies de plomo.
Drogo les miró interrogante, y siguió “matando su sed”. Pero ella hizo caso omiso. Golpeando suavemente a Saul, que se mantenía apoyado muy cerca, con el codo, gesto confidencial y reflexivo entre ellos.
- ¿Qué opinas?- No necesitaba ni una palabra más.
El hombre masticaba una rama mirando lóbrego hacía la misma hoguera en la que no había tardado en acurrucarse el individuo. El cuero de su casaca se quejaba tendido en esa posición.
- No quiero que huela mal- Concluyó, desperezándose severo y buscando los grandes ojos cómplices de la joven – Lo último que nos convendría esta noche sería llamar la atención.
Drogo interrumpió con el rugido cavernoso que le caracterizaba, como era de esperar pronunció mínimamente lo que se suele decir en estos casos.
-Estaros tranquilos- con la barbilla señaló a la joven -Calma.
Ella volvió a mirar a Saul lentamente a su vez poniendo los ojos en blanco… -Acabamos de llegar, como quien dice- Sonrió de medio lado, pestañeando exageradamente, como imitando un gesto gracioso de seducción absurda, arrastrando las palabras, resopló…
Lanzo una risa baja seguida por la de los otros dos, y después de gargajear un buche escupió el grong que había medio ingerido, al fuego.
Saul bufo algo así como un enfado de mentirijilla -¡Tira ya para el río a lavarte, guarrindonga!- Le lanzó una amplísima sonrisa, y bajo la mirada, Dún salió corriendo burlona y atropellada, golpeándole en el cogote a su paso, con la funda de las cariocas que aun mantenía sujeta al cinto.
El continuó mirándola internarse en las sombras camino al agua, no podía evitar seguir sonriendo mientras desaparecía.
Entre sus dedos sujetaba un cigarro que se llevaba a la boca de vez en cuando, para exhalar a continuación una gran vaharada de humo. Hacia la umbría. Era una delgada pipa rematada por una maraña de hojas de tabaco bien pensadas. Buen remedio para la hinchazón de costillas y para desperezar la presión encabritada que aún le era punzante en el pecho. Cerrando los ojos, percibía la sangre… escasa ya, corriendo por sus venas marchitas, el oxido furioso en el paladar. Un temblor silencioso y demasiado familiar.
Distraídamente, vio llegar a Saul acompañado por el gitano Drogo, que avanzaba a trompicones equilibrando tres cazos burbujeantes de denso grong.
La vampira sonrió… el cariño que con el paso de las décadas, pues llevaba ya algunas en su compañía, les había cogido a esos dos bellacos, era tan fuerte que rara vez se separaba de ellos, o bien los bribones no se apartaban mucho de ella, era imposible saberse. Carpas de puestecillos circenses recién llegadas…
- Es asombroso cómo este equilibrio mantienen el mundo en funcionamiento -dijo dirigiéndose a Saul, quien se acomodó a su lado despatarrándose, al tiempo que le alborotaba cariñosamente el pelo con su manaza. Si te paras un momento, en seguida comprendes cuántos minúsculos detalles son necesarios tener en cuenta. Apoyándose en la generosa espalda del faquir, dejó caer la nuca hacía a tras, por encima de su hombro robusto, facilitándose así la vista hacia la inmensidad vacua de la bóveda celeste. Se sopló un mechón rebelde del flequillo.
- Púrpura, hasta los inocentes saben que hoy en esta ciudad se está vertiendo demasiada sangre. Este equilibrio se empeña en mantener el mundo, y nuestro jodido deber es mantener ese mismo orden. Siguió sin mirar a Saul, que a su vez le respondió afablemente. -La muerte y el sacrificio para nosotros son un deber sagrado pequeña, sin él la vida misma del universo se detiene- En ese momento Dún volvió a incorporarse y clavando inquisidora su mirada en él, zanjo el tema -Jamás he rehuido beber la sangre de un civil- El Vampiro se silenció prudente. Pues sabía bien como se las gastaba la chica en sus malos ratos.
-¡Dún!… el vozarrón ronco de Drogo resonó entonces en alguna parte del círculo quemado. Ella se limitó a suspirar sonoramente, dándole una patada ligera a un pedrusco y arrojándolo al fuego. El grandullón la notaba algo inquieta con la presencia de aquellas gentes contenedores andantes del preciado elixir rondando el asentamiento, tan cerca… y fuera del acostumbrado horario laboral justo al morir el sol, pues ya estaba bien entrada la noche cerrada y sus bailes, piruetas imposibles, y espectáculos por unas monedas, ya quedaron a tras por hoy.
Los dos cíngaros que ya se habían refrescado antes de cenar y ahora dispuestos y henchidos de satisfacción por la victoria del día, bebían sumidos en las sombras de la brasa. Sin embargo ella, después de la tarea de recoger los toldos, espadas, malabarismos y guardar el material de bisutería restante para la próxima noche, seguía con el rostro salpicado en arena del camino. A tiempo. Se miro por un momento los brazos y comenzó a rasparse abstraída un manchurrón de barro seco. No quería disponerse al riachuelo próximo, no todavía, y no a causa del cansancio exactamente.
- Deberías quitarte toda esta polvareda hermanita, te sentirás mejor, además apestas a gusarapo infectado- Continuó Saul.
Ella chiscó. -Cállate…
-Vamos... ni siquiera has tocado tu grong- insistió esta vez Drogo.
Pero a Saul no le hacía ninguna falta seguir su mirada, intensa y profundamente afilada, como si le fuera sencillo escudriñar en la lejanía tenebrosa, para saber que la inquietaba sobre manera. Había podido descubrir en qué consistía parte de su bravía naturaleza. Si algo la perdía a aquella muchacha misteriosa era su incorregible curiosidad por todos los entresijos de lo que le era incierto.
En la distancia un hombre moreno paseaba cavilante entre fogatas y ascuas, fingiendo interés por el buen estado de su “familia”, poco a poco fue alejándose del grupo sin despertar sospecha alguna hacia la pequeña lumbre que utilizaba para acurrucarse. Solo dos personas en el asentamiento se habían dado cuenta de ello. Curiosamente esos dos perspicaces depredadores a los que nunca solía escapárseles detalle alguno.
Dún sonrió con astucia y se volvió.
- …Por su bien solo espero que hoy se anden con pies de plomo.
Drogo les miró interrogante, y siguió “matando su sed”. Pero ella hizo caso omiso. Golpeando suavemente a Saul, que se mantenía apoyado muy cerca, con el codo, gesto confidencial y reflexivo entre ellos.
- ¿Qué opinas?- No necesitaba ni una palabra más.
El hombre masticaba una rama mirando lóbrego hacía la misma hoguera en la que no había tardado en acurrucarse el individuo. El cuero de su casaca se quejaba tendido en esa posición.
- No quiero que huela mal- Concluyó, desperezándose severo y buscando los grandes ojos cómplices de la joven – Lo último que nos convendría esta noche sería llamar la atención.
Drogo interrumpió con el rugido cavernoso que le caracterizaba, como era de esperar pronunció mínimamente lo que se suele decir en estos casos.
-Estaros tranquilos- con la barbilla señaló a la joven -Calma.
Ella volvió a mirar a Saul lentamente a su vez poniendo los ojos en blanco… -Acabamos de llegar, como quien dice- Sonrió de medio lado, pestañeando exageradamente, como imitando un gesto gracioso de seducción absurda, arrastrando las palabras, resopló…
Lanzo una risa baja seguida por la de los otros dos, y después de gargajear un buche escupió el grong que había medio ingerido, al fuego.
Saul bufo algo así como un enfado de mentirijilla -¡Tira ya para el río a lavarte, guarrindonga!- Le lanzó una amplísima sonrisa, y bajo la mirada, Dún salió corriendo burlona y atropellada, golpeándole en el cogote a su paso, con la funda de las cariocas que aun mantenía sujeta al cinto.
El continuó mirándola internarse en las sombras camino al agua, no podía evitar seguir sonriendo mientras desaparecía.
Dún Yapur- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 15/08/2011
Edad : 37
Localización : Nómada.
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Re: La llegada de los Zíngaros. [Libre]
Aquella noche paseaba callejero por los senderos oscuros. Una noche más estaba vagabundeando por la ciudad. Sin compañía y sin rumbo.
Camine por algunas transitadas calles, a pesar de la oscuridad habían algunas parejas paseando quizás disfrutando de la fresca brisa nocturna.
Contemple a aquellas personas y sus falsas sonrisas de felicidad.
No lo hacía por querer, era uno de mis dones, yo podía leer mentes, y también podía cerrar mi mente para no oír, pero a veces simplemente iba en “modo automático” escuchando todo a la vez junto y sin sentido.
Este don me había enseñado muchísimo sobre la gente, sobre sus mentes y sus miedos…cada país que visitaba tenía una “mentalidad” diferente. Y aunque a veces me avergonzaba de lo que oía, no dejaba de ser instructivo.
Me había ido acostumbrando a los pensamientos de los parisinos, Las mujeres sonriendo solían buscar con sus palabras las constantes alabanzas de sus maridos. Era como si buscasen una aceptación liberadora. Mientras que los maridos, infieles en su mayoría, se dedicaban a mirar escotes de las diversas jovencitas…pensando cosas que escandalizarían a los mas pervertidos…a veces era realmente divertido escuchar aquellos pensamientos. Y a veces era aterrador. Los tranquilos humanos en ocasiones tenían pensamientos mas monstruosos que los de mi propia raza.
Al menos eso era un consuelo. Todos llevábamos un pequeño monstruo en nuestro interior, y era nuestra la elección de desear alimentarle o no.
Así que en la soledad de mi camino sonreía como un demente al escuchar las historias ajenas, no sin llevarme más de alguna mirada de asombro, o incluso enfado.
-cómo es posible que un hombre “tan formal” se esté riendo de solo mientras camina por la calle!? Decía un hombre maduro.
-Estos jovencitos de hoy en dia tienen la cabeza llena de serrín… pensaba la esposa de este. ese joven como se ríe…podría ser su madre, pero aun así me acercaría a él para preguntarle si esta casado…
Escuchar esas cosas empeoraba mas si cavia mis carcajadas nocturnas.
Porque se escandalizaba tanto la gente? Yo simplemente me divertía con las conversaciones ajenas, por eso reía, claro que era muy difícil de explicar.
Mis pasos me llevaron a las afueras, no sabía muy bien donde estaba, conocía la ciudad, pero aun habían rincones que se escapan a mi descubrimiento. Algunas voces lejanas llamaron mi atención. Así que me dirigí curioso. Gitanos? Algunas personas charlaban y otra figura parecía alejarse del grupo camine hacia el grupo silencioso, ocultándome entre las sombras.
Parecían simplemente estar reunidos. Me intrigo la figura que se alejaba, así que comencé a seguirla hasta llegar a aquel rio.
Por un instante ella se giro, quizás me había escuchado, solo pude ver por un instante sus ojos, aunque con eso basto para sentirme realmente intrigado. Aquellos ojos claros y penetrantes parecían embrujados.
Me acerque un poco hacia ella. Aunque quizás no sería prudente interrumpirla.
Lanzo su pañuelo a un lado. Y entonces entendí que lo que parecía pretender era darse un baño, mmm a pesar de lo tentador que parecía la escena me gire en rotundo. Un caballero no debía hacer esas cosas me dije a mi mismo, como si estuviese riñendo a un niño pequeño. Camine alejándome, pisando una rama, escuche el crujido como si el sonido hubiese sido aumentado, nuestros sentidos estaban más desarrollados, pero…lo estarían los de aquella joven? Aunque no quería creérmelo había creado el suficiente ruido como para que ella me oyese.
Me mordí los labios, un poco avergonzado, aun de espaldas a la joven y al rio. Al parecer el sigilo no me acompañaba esta noche.
Camine por algunas transitadas calles, a pesar de la oscuridad habían algunas parejas paseando quizás disfrutando de la fresca brisa nocturna.
Contemple a aquellas personas y sus falsas sonrisas de felicidad.
No lo hacía por querer, era uno de mis dones, yo podía leer mentes, y también podía cerrar mi mente para no oír, pero a veces simplemente iba en “modo automático” escuchando todo a la vez junto y sin sentido.
Este don me había enseñado muchísimo sobre la gente, sobre sus mentes y sus miedos…cada país que visitaba tenía una “mentalidad” diferente. Y aunque a veces me avergonzaba de lo que oía, no dejaba de ser instructivo.
Me había ido acostumbrando a los pensamientos de los parisinos, Las mujeres sonriendo solían buscar con sus palabras las constantes alabanzas de sus maridos. Era como si buscasen una aceptación liberadora. Mientras que los maridos, infieles en su mayoría, se dedicaban a mirar escotes de las diversas jovencitas…pensando cosas que escandalizarían a los mas pervertidos…a veces era realmente divertido escuchar aquellos pensamientos. Y a veces era aterrador. Los tranquilos humanos en ocasiones tenían pensamientos mas monstruosos que los de mi propia raza.
Al menos eso era un consuelo. Todos llevábamos un pequeño monstruo en nuestro interior, y era nuestra la elección de desear alimentarle o no.
Así que en la soledad de mi camino sonreía como un demente al escuchar las historias ajenas, no sin llevarme más de alguna mirada de asombro, o incluso enfado.
-cómo es posible que un hombre “tan formal” se esté riendo de solo mientras camina por la calle!? Decía un hombre maduro.
-Estos jovencitos de hoy en dia tienen la cabeza llena de serrín… pensaba la esposa de este. ese joven como se ríe…podría ser su madre, pero aun así me acercaría a él para preguntarle si esta casado…
Escuchar esas cosas empeoraba mas si cavia mis carcajadas nocturnas.
Porque se escandalizaba tanto la gente? Yo simplemente me divertía con las conversaciones ajenas, por eso reía, claro que era muy difícil de explicar.
Mis pasos me llevaron a las afueras, no sabía muy bien donde estaba, conocía la ciudad, pero aun habían rincones que se escapan a mi descubrimiento. Algunas voces lejanas llamaron mi atención. Así que me dirigí curioso. Gitanos? Algunas personas charlaban y otra figura parecía alejarse del grupo camine hacia el grupo silencioso, ocultándome entre las sombras.
Parecían simplemente estar reunidos. Me intrigo la figura que se alejaba, así que comencé a seguirla hasta llegar a aquel rio.
Por un instante ella se giro, quizás me había escuchado, solo pude ver por un instante sus ojos, aunque con eso basto para sentirme realmente intrigado. Aquellos ojos claros y penetrantes parecían embrujados.
Me acerque un poco hacia ella. Aunque quizás no sería prudente interrumpirla.
Lanzo su pañuelo a un lado. Y entonces entendí que lo que parecía pretender era darse un baño, mmm a pesar de lo tentador que parecía la escena me gire en rotundo. Un caballero no debía hacer esas cosas me dije a mi mismo, como si estuviese riñendo a un niño pequeño. Camine alejándome, pisando una rama, escuche el crujido como si el sonido hubiese sido aumentado, nuestros sentidos estaban más desarrollados, pero…lo estarían los de aquella joven? Aunque no quería creérmelo había creado el suficiente ruido como para que ella me oyese.
Me mordí los labios, un poco avergonzado, aun de espaldas a la joven y al rio. Al parecer el sigilo no me acompañaba esta noche.
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 476
Fecha de inscripción : 14/08/2011
Edad : 794
Localización : Paseando por el techo de casa...
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Re: La llegada de los Zíngaros. [Libre]
Dún pronto divisó la orilla del río, la neblina ascendía del agua aun caliente por el fiero sol de aquella tierra. Trepó por una estribación, hasta la zona que parecía haber sido escavada por los ciudadanos, supuso, como presa de baño en los días más calurosos. Se deslizó rápida por una escarpada línea musgosa que mantenía el lugar perfectamente escondido. Se deshizo difícilmente de sus pantalones, pues con el sudor y la polvareda tremendamente pegajosa que salpicaba esas tierras, le costó lo suyo. Despacio introdujo los pies en la calidez de la corriente suave y caminó, tirando el ligero chaleco desde allí hacia la orilla antes de detenerse.
Notó que algo brillaba en uno de los surcos. La joven recogió el objeto. Lo sostuvo entre sus manos observándolo con detenimiento. Era un precioso fragmento de cerámica delicada, adornado con dibujos de pequeñas mujercitas bailando, que antaño fueran hadas de la primavera pletóricas de vida. La neblina le arrancaba reflejos lechosos, susurrando su historia. No pudo evitar entristecerse, mientras lo miraba hundirse de nuevo, mezclándose con el fango… Poco a poco, se distrajo siguiendo una sombra que atravesaba el embalse, hasta la otra orilla. El agua calina aliviaba sus tendones agarrotados, se sumergió aun más y cerró los ojos evitando mirar a su alrededor. Pero un frío intenso que la invadía y se había mantenido perdido en sus entrañas durante toda aquella tarde, comenzó a carcomerla poniéndole la piel de gallina. Hundió los dedos en la ribera empantanada necesitaba sentir la tierra, arañarse con ella, tener conciencia por un instante de donde se encontraba y porque razón. Apretó sus parpados por segunda vez, lo mas fuerte que pudo y expulsó instintivamente el poco aire que le había dado tiempo a respirar. Después se incorporó, sentándose segura y clara sobre las rocas.
Sentía el hambre, punzante en la sien después de tantas horas de camino y jornada de trabajo ¿Qué suerte de poder mágico podría hacer desaparecer en esos momentos todos sus demonios? Que nadie cometiera el error ingenuo de sentirse especial, ni privilegiado. Así se juega a los escalones de la necesidad y el crimen. ¿Pero quien respondía realmente después por aquellas pérdidas?… El pueblo, el día a día y el vulgo miserable. Vio la bestia rondándose a si misma. ¿Porque no creer que paliaban toda la vorágine, todo el horror de su destrucción, con el eufemismo del beber y sobrevivir? Premiar la muerte, eso si que era un sinsentido.
De madrugada y bajo la luz indolente de la luna parecía un lugar desolado… Se le ocurrió mientras contemplaba a distancia el centro del asentamiento gitano, resbalándose entre el musgo de aquella pequeña laguna. Tierra calcinada como un hueso arrojado al fuego.
El reflejo fugaz de todos ellos, vagamundos dormitando en ese mismo momento entre las hogueras acudió agudo. Lo que le turbaba la mente en ese instante no pudo mas que mostrárselos, mostrarse allí sentada y charlando minutos antes. Mientras una voz consciente le repetía…
¿Podríamos los noctámbulos jamás siquiera considerarlo?
Lejano creyó oír el galopar ajetreado de una montura. Los músculos se le tensaron y todas las fibras implacables de su cuerpo se alertaron inmediatamente... Pero en vez de clavar la mirada a tientas hacía el punto del que provenía el clamor. Algo automático la obligó a girar el rostro bruscamente a un costado. Acto reflejo del que no se arrepintió, pues sus retinas mordaces dieron rápidas con aquello que realmente le había provocado la reacción, como una fiera montaraz erizando el pelaje… Sin dificultad distinguió un reflejo, lo más parecido al brillo de los botones plateados de una casaca. Ni el ritmo de sus palpitaciones parecieron agitar lo más mínimo su anatomía, haciendo que su respiración se escapara en un bisbiseo imperceptible, la joven se convirtió en una confusión oscura y hierática que analizaba desde el mismo punto.
A distancia un par de ojos masculinos también se posaron en ella. Las retinas de Dún se achicaron y las pupilas le chispearon. Durante un segundo mantuvo la mirada profunda, que no tardó en hacerse inexpresiva. La aparente juventud de la muchacha sabía proporcionarle el escudo sutil de un olor suave y personal, sin embargo aquel aroma nocivo a… depredador era inconfundible. Y tenía muy claro que no se trataba de ninguno de sus dos “hermanos”.
En aquel silencio provocado, entonces, solo se escuchó un gruñido… Aplastado por el cansancio, un rugido bajo, suave y áspero, alargándose enrarecido, que de estremecedor, acalló los pocos sonidos nocturnos que plagaban la pequeña presa. Acto seguido y sumida en la humedad de la tierra, se levantó lentamente, cuan ligera era, con un breve mohín infantil. Sin dejar de mirar al sujeto en ningún momento. El rostro velado en sombras no dejaba apreciar su expresión, ni su fisionomía, únicamente la silueta y dos grandes retinas ambarinas clavándose en la oscuridad como pupila de gato. Después de aquello volvió al abrigo de los arbustos, provocando ruido a posta, rompiendo ramitas a su paso, chasquidos de pisadas. Parece que la muerte empieza a ganarme esta noche-. Ya rápidamente cubierta, se dispuso a salir a la débil luz rojiza que proyectaban las hogueras sobre el asentamiento.
Lejano creyó oír el galopar ajetreado de una montura. Los músculos se le tensaron y todas las fibras implacables de su cuerpo se alertaron inmediatamente... Pero en vez de clavar la mirada a tientas hacía el punto del que provenía el clamor. Algo automático la obligó a girar el rostro bruscamente a un costado. Acto reflejo del que no se arrepintió, pues sus retinas mordaces dieron rápidas con aquello que realmente le había provocado la reacción, como una fiera montaraz erizando el pelaje… Sin dificultad distinguió un reflejo, lo más parecido al brillo de los botones plateados de una casaca. Ni el ritmo de sus palpitaciones parecieron agitar lo más mínimo su anatomía, haciendo que su respiración se escapara en un bisbiseo imperceptible, la joven se convirtió en una confusión oscura y hierática que analizaba desde el mismo punto.
A distancia un par de ojos masculinos también se posaron en ella. Las retinas de Dún se achicaron y las pupilas le chispearon. Durante un segundo mantuvo la mirada profunda, que no tardó en hacerse inexpresiva. La aparente juventud de la muchacha sabía proporcionarle el escudo sutil de un olor suave y personal, sin embargo aquel aroma nocivo a… depredador era inconfundible. Y tenía muy claro que no se trataba de ninguno de sus dos “hermanos”.
En aquel silencio provocado, entonces, solo se escuchó un gruñido… Aplastado por el cansancio, un rugido bajo, suave y áspero, alargándose enrarecido, que de estremecedor, acalló los pocos sonidos nocturnos que plagaban la pequeña presa. Acto seguido y sumida en la humedad de la tierra, se levantó lentamente, cuan ligera era, con un breve mohín infantil. Sin dejar de mirar al sujeto en ningún momento. El rostro velado en sombras no dejaba apreciar su expresión, ni su fisionomía, únicamente la silueta y dos grandes retinas ambarinas clavándose en la oscuridad como pupila de gato. Después de aquello volvió al abrigo de los arbustos, provocando ruido a posta, rompiendo ramitas a su paso, chasquidos de pisadas. Parece que la muerte empieza a ganarme esta noche-. Ya rápidamente cubierta, se dispuso a salir a la débil luz rojiza que proyectaban las hogueras sobre el asentamiento.
Dún Yapur- Vampiro Clase Baja
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Re: La llegada de los Zíngaros. [Libre]
Mire a la joven, se había percatado de mi presencia, le contemple mientras aun le miraba desde las sombras. Su piel perfecta y blanquecina quedo ligeramente iluminada bajo la débil luz de la luna mientras se vestia.
Sin embargo aquellos ojos me miraron sin temor, de hecho no capte ninguna emoción.
Los humanos no eran así. Los humanos apenas podían manejar sus emociones sin que algún gesto corporal se les escapase. En este caso no era así.
Ella sostuvo mi mirada de forma tranquila, intrigada, quizás desafiante.
Se acerco a mí mientras ambos nos sosteníamos la mirada sin que ninguno cediese. A pesar de que su cuerpo había estado recientemente en el agua seguía desprendiendo aquel característico aroma.
Era una esencia única, dulce, un aroma creado específicamente para atraer, una esencia capaz de enloquecer a cualquier mortal.
Que haría ella en este lugar, De alguna forma tan apartado del gentío?
Salí de las sombras poco a poco y camine hacia ella quedándome a medio metro de distancia. Analice su rostro sobretodo su mirada, en silencio.
Aquellos ojos verdes, limpios y puros, parecían bailar con la débil luz de la luna. Nos mantuvimos la mirada fijamente unos cuantos segundos. Sus rasgos mostraban dureza pero a pesar de aquella mirada penetrante su rostro tenía un toque dulce, como si muy en el fondo detrás de aquella mirada fiera hubiesen también muchas heridas por curar.
Extendí mi mano hacia ella, Pensando por un momento en que aquella joven era una ilusión, desee acariciar su mejilla, seguramente fría. Sentí aquel tacto suave, pero no llegue a tocarla. Temí que mis actos le asustaran o enfureciesen. Baje la mano y la apreté en un puño.
En el pasado todo lo que había tocado había sido destruido. Temía que pudiese pasar en esta ocasión, aunque no fuese lógico ni racional reflexionar algo así.
Nuestra raza definitivamente nos había condenado a vivir eternamente con el recuerdo. Se nos había concedido la eternidad para vivirla, y el recuerdo para no poder descansar en paz jamás.
Solté un suspiro ciertamente un poco afligido, en que me habría metido esta vez? desvié la mirada hacia aquel lugar, El rio tranquilo se rodeaba de un frondoso bosque, consumido por las sombras. Las aguas reflejaban tranquilamente los pequeños haces de luz de luna.
La belleza de la noche se reflejaba en cada rincón, los humanos ni siquiera podrían apreciar la magia de aquel entorno…Ahora que me fijaba, entendía de alguna forma que podría hacer alguien como ella allí.
Volví a dirigir la mirada hacia la joven, ella no me había quitado los ojos de encima en ningún momento, estaba intrigada también, quizás pensando en que paso dar. Su mente no me daba muchas pistas y aquello me agrado.
-Disculpadme…No deseaba interrumpiros, ni molestaros...Ni mucho menos espiaros Madmoiselle. Pero ciertamente han sido vuestros ojos los que me han traído hasta aquí…
Todo aquello era cierto. Ella parecía esconder algo que de alguna forma yo no sabía cómo definir.
-No deseo ofenderos. Dije a modo de disculpa, a veces mi sinceridad quedaba mal vista. Lo que menos deseaba era comenzar un enfrentamiento, pero eso era algo que solo el destino sabía si ocurriría o no…
-Espero que no seáis una ilusión dije sonriéndole levemente…
Sin embargo aquellos ojos me miraron sin temor, de hecho no capte ninguna emoción.
Los humanos no eran así. Los humanos apenas podían manejar sus emociones sin que algún gesto corporal se les escapase. En este caso no era así.
Ella sostuvo mi mirada de forma tranquila, intrigada, quizás desafiante.
Se acerco a mí mientras ambos nos sosteníamos la mirada sin que ninguno cediese. A pesar de que su cuerpo había estado recientemente en el agua seguía desprendiendo aquel característico aroma.
Era una esencia única, dulce, un aroma creado específicamente para atraer, una esencia capaz de enloquecer a cualquier mortal.
Que haría ella en este lugar, De alguna forma tan apartado del gentío?
Salí de las sombras poco a poco y camine hacia ella quedándome a medio metro de distancia. Analice su rostro sobretodo su mirada, en silencio.
Aquellos ojos verdes, limpios y puros, parecían bailar con la débil luz de la luna. Nos mantuvimos la mirada fijamente unos cuantos segundos. Sus rasgos mostraban dureza pero a pesar de aquella mirada penetrante su rostro tenía un toque dulce, como si muy en el fondo detrás de aquella mirada fiera hubiesen también muchas heridas por curar.
Extendí mi mano hacia ella, Pensando por un momento en que aquella joven era una ilusión, desee acariciar su mejilla, seguramente fría. Sentí aquel tacto suave, pero no llegue a tocarla. Temí que mis actos le asustaran o enfureciesen. Baje la mano y la apreté en un puño.
En el pasado todo lo que había tocado había sido destruido. Temía que pudiese pasar en esta ocasión, aunque no fuese lógico ni racional reflexionar algo así.
Nuestra raza definitivamente nos había condenado a vivir eternamente con el recuerdo. Se nos había concedido la eternidad para vivirla, y el recuerdo para no poder descansar en paz jamás.
Solté un suspiro ciertamente un poco afligido, en que me habría metido esta vez? desvié la mirada hacia aquel lugar, El rio tranquilo se rodeaba de un frondoso bosque, consumido por las sombras. Las aguas reflejaban tranquilamente los pequeños haces de luz de luna.
La belleza de la noche se reflejaba en cada rincón, los humanos ni siquiera podrían apreciar la magia de aquel entorno…Ahora que me fijaba, entendía de alguna forma que podría hacer alguien como ella allí.
Volví a dirigir la mirada hacia la joven, ella no me había quitado los ojos de encima en ningún momento, estaba intrigada también, quizás pensando en que paso dar. Su mente no me daba muchas pistas y aquello me agrado.
-Disculpadme…No deseaba interrumpiros, ni molestaros...Ni mucho menos espiaros Madmoiselle. Pero ciertamente han sido vuestros ojos los que me han traído hasta aquí…
Todo aquello era cierto. Ella parecía esconder algo que de alguna forma yo no sabía cómo definir.
-No deseo ofenderos. Dije a modo de disculpa, a veces mi sinceridad quedaba mal vista. Lo que menos deseaba era comenzar un enfrentamiento, pero eso era algo que solo el destino sabía si ocurriría o no…
-Espero que no seáis una ilusión dije sonriéndole levemente…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: La llegada de los Zíngaros. [Libre]
La humedad fluvial carcomía los huesos a tan altas horas de la madrugada. Dún, a punto de helarse y agarrotada entre cadáveres de musgo. A su alrededor comenzaba también a amontonarse un enjambre de picajosos mosquitos. Traqueteó su mandíbula más por reflejo que por sensación en sí. El ruido provocado por el frío, la inquietud y el agotamiento, rompió aquel silencio agobiante. La oscuridad reinaba casi por completo y la luna tan apática dibujaba su acostumbrada sonrisa aviesa en medio del cielo descolorido.
Ya no esputaba buches de agua dulce en el interior de su boca, sin embargo la sed comenzó a lijar aun más su garganta, abrasándole el estomago. Otro tipo específico de sed.
La zíngara permaneció un largo rato callada, atenta escuchando las suaves y corteses palabras de aquel “hombre”, mientras caminaba hacia el. Más allá, en su singular campamento, sintió que todo estaba en perfecto orden, como debía. No sabía a ciencia cierta porque un escalofrío premonitorio recorría ahora su espinazo, así que relajó el gesto intentando desligarse de esa desagradable sensación.
Seguía mirándole directamente a los ojos, un punto retador, y se detuvo a unos tres pasos de distancia… prudente, ladeando la cabeza, cual cachorrillo lobuno, aparentando curiosidad, o quizá percatándola sinceramente. El vampiro ya había acabado de pronunciar su última palabra hacía unos minutos que comenzaban a antojarse largos.
A Dún nunca habían acabado de convencerla aquellos noctámbulos disfrazados de chaqué, embutidos y entumecidos, cuales pobres animalitos pululando con sus realidades imposibles, por lujosos salones de máscaras. La mayoría nuevitos, o como le gustaba llamarlos; iniciados. La hipocresía del instinto la hacía alejarse cuanto más pudiera de aquella minoría asesina, tiburones “indómitos” de ciudad, que amaban mezclarse, y revolverse pescando en pecera -¿también habrían perdido las “agallas”?- se preguntó irónica a si misma. Este pensamiento hizo que una ligera sonrisilla reluciera en su rostro de niña pícara. El sujeto pareció relajar el porte imperceptiblemente. –No tiene pinta de ser un iniciado, el aroma es demasiado fuerte-. fascinante incluso para los de su propia especie, aquello podía considerarse un poder, que distaba mucho de estar al alcance de los nuevos nacidos, aquel ser era antiguo… tal vez como ella, eso la interesó, una fugaz punzada de anhelar la recorrió entonces el espinazo impulsándola inapelablemente a seguir.
- Espero que sepas por que parte de la ciudad caminas… Caballero- quizá era la primera noche que ella, en esta travesía, pisaba París, pero no había sido ni mucho menos la única. Arrastró las sílabas desenfadadamente -Y si es así- continuó -Espero que adviertas mi curiosidad al respecto. Ya que me has visto cual dríade chapoteando entre ranas, musgo y arbustos- tiro burlona un trozo de alga parda al barro con travesura, no parecía sentir rubor alguno, y no iba a simularlo… ¿De verdad crees que podrías echarme el anzuelo? Por ultimo también espero que no te estés equivocando- respondió esta vez con ligero acento extranjero y llevándose claramente el dedo meñique hacía la boca fingiendo mordisquearse sus pequeñas uñas, muy distintas de las zarpas acostumbradas por los nocherniego/as, ¿por que no? llamémoslos también así, de clase alta. Su gesto cambió drásticamente, severo y… sus colmillos delicadamente lechosos, inequívocos, parecieron flagrar incluso en medio de tanta oscuridad.
Ya no esputaba buches de agua dulce en el interior de su boca, sin embargo la sed comenzó a lijar aun más su garganta, abrasándole el estomago. Otro tipo específico de sed.
La zíngara permaneció un largo rato callada, atenta escuchando las suaves y corteses palabras de aquel “hombre”, mientras caminaba hacia el. Más allá, en su singular campamento, sintió que todo estaba en perfecto orden, como debía. No sabía a ciencia cierta porque un escalofrío premonitorio recorría ahora su espinazo, así que relajó el gesto intentando desligarse de esa desagradable sensación.
Seguía mirándole directamente a los ojos, un punto retador, y se detuvo a unos tres pasos de distancia… prudente, ladeando la cabeza, cual cachorrillo lobuno, aparentando curiosidad, o quizá percatándola sinceramente. El vampiro ya había acabado de pronunciar su última palabra hacía unos minutos que comenzaban a antojarse largos.
A Dún nunca habían acabado de convencerla aquellos noctámbulos disfrazados de chaqué, embutidos y entumecidos, cuales pobres animalitos pululando con sus realidades imposibles, por lujosos salones de máscaras. La mayoría nuevitos, o como le gustaba llamarlos; iniciados. La hipocresía del instinto la hacía alejarse cuanto más pudiera de aquella minoría asesina, tiburones “indómitos” de ciudad, que amaban mezclarse, y revolverse pescando en pecera -¿también habrían perdido las “agallas”?- se preguntó irónica a si misma. Este pensamiento hizo que una ligera sonrisilla reluciera en su rostro de niña pícara. El sujeto pareció relajar el porte imperceptiblemente. –No tiene pinta de ser un iniciado, el aroma es demasiado fuerte-. fascinante incluso para los de su propia especie, aquello podía considerarse un poder, que distaba mucho de estar al alcance de los nuevos nacidos, aquel ser era antiguo… tal vez como ella, eso la interesó, una fugaz punzada de anhelar la recorrió entonces el espinazo impulsándola inapelablemente a seguir.
- Espero que sepas por que parte de la ciudad caminas… Caballero- quizá era la primera noche que ella, en esta travesía, pisaba París, pero no había sido ni mucho menos la única. Arrastró las sílabas desenfadadamente -Y si es así- continuó -Espero que adviertas mi curiosidad al respecto. Ya que me has visto cual dríade chapoteando entre ranas, musgo y arbustos- tiro burlona un trozo de alga parda al barro con travesura, no parecía sentir rubor alguno, y no iba a simularlo… ¿De verdad crees que podrías echarme el anzuelo? Por ultimo también espero que no te estés equivocando- respondió esta vez con ligero acento extranjero y llevándose claramente el dedo meñique hacía la boca fingiendo mordisquearse sus pequeñas uñas, muy distintas de las zarpas acostumbradas por los nocherniego/as, ¿por que no? llamémoslos también así, de clase alta. Su gesto cambió drásticamente, severo y… sus colmillos delicadamente lechosos, inequívocos, parecieron flagrar incluso en medio de tanta oscuridad.
Dún Yapur- Vampiro Clase Baja
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Re: La llegada de los Zíngaros. [Libre]
Sonreí ante sus palabras fieras. La gente de la época no era así de genuina, ni tan intensa, la mayoría era simplemente gente falsa con una gran sonrisa por mascara y con modales como trampa para engatusar. Si deseaba hacerme enfadar no lo iba a tener fácil.
Aparte la mirada y seguí el curso del agua.
-Sinceramente señorita, no tengo ni la más remota idea de donde estoy. Escuche como se quitaba y posteriormente lanzaba aquellas algas lejos de su perfecto cuerpo.
Al escuchar aquello de echarle el anzuelo me acerque unos pasos más hacia ella y me incline delante suyo dejando mi rostro a escasos centímetros del suyo.
-Echarle el anzuelo? Comencé a tutearla.-Tener una compañía como la tuya sin lugar a duda debe de ser un honor, sin embargo no creo que yo sea merecedor de algo así, después de todo solo soy un escritor…ahora mismo perdido dios sabe dónde.... Me puse derecho nuevamente. -Tengo demasiada mala suerte como para tener tan buena compañía. Además es muy probable que tus ojos ya tengan dueño, no es así? quien se podría resistir a esa mirada? Dije de forma picara evitando mirarla.
Independientemente de nuestra raza, creada exclusivamente para atraer a los demás, Ella tenía algo, una especie de chispa, ese algo que no se puede comprar y eso me interesaba. Era lo único que se me pasaba por la cabeza en ese instante, sino, porque seguiría allí hablando con aquella joven? Seguramente ella desearía estar sola, pero yo estaba allí, incordiándola.
Camine hacia el rio mientras me desabotonaba el cuello de la camisa quitándome el pañuelo, me puse de cuclillas para tocar las frías aguas, palpándolas. La verdad es que la temperatura era agradable, seguramente seria un baño grato. Aunque no era ni el lugar, ni el momento, para ni siquiera pensar en esa opción.
Y si todo aquel grupo reunido no eran más que vampiros nómadas? Algunos grupos eran realmente cerrados, y no dudaban en atacar a cualquier extraño.
Parpadee unas cuantas veces algo abrumado con la idea. Seria esta noche aparentemente tranquila una noche movidita para mí? Los diferentes altercados que tenia con algunos de mis “contactos” solían acabar de forma violenta por decirlo de algún modo. A pesar de mis ropas elegantes yo no era precisamente un hombre que no se manchase la ropa. Me parecía más divertido estar con gente corriente que me decía las cosas en la cara, a estar con gente “de sociedad” que lo único que hacía era investigar si yo era un buen partido para casarme. A pesar de las trifulcas (porque esas cosas solían pasarme) aun seguía de una pieza. Pero tampoco quería tentar a mi suerte.
Me puse de pie y me gire para mirar a la joven, ciertamente sin saber que decirle.
-Ahmmm...Ese grupo de allí…Son tu clan? Cuando decía clan quería decir, si ellos eran su familia vampírica. Esperaba que ella entendiese a lo que me refería. O son tu familia quizás…estaba interrogando a la joven? Soy un escritor sin modales…Mi nombre es Jerarld dije extendiendo mi mano hacia ella…
Aparte la mirada y seguí el curso del agua.
-Sinceramente señorita, no tengo ni la más remota idea de donde estoy. Escuche como se quitaba y posteriormente lanzaba aquellas algas lejos de su perfecto cuerpo.
Al escuchar aquello de echarle el anzuelo me acerque unos pasos más hacia ella y me incline delante suyo dejando mi rostro a escasos centímetros del suyo.
-Echarle el anzuelo? Comencé a tutearla.-Tener una compañía como la tuya sin lugar a duda debe de ser un honor, sin embargo no creo que yo sea merecedor de algo así, después de todo solo soy un escritor…ahora mismo perdido dios sabe dónde.... Me puse derecho nuevamente. -Tengo demasiada mala suerte como para tener tan buena compañía. Además es muy probable que tus ojos ya tengan dueño, no es así? quien se podría resistir a esa mirada? Dije de forma picara evitando mirarla.
Independientemente de nuestra raza, creada exclusivamente para atraer a los demás, Ella tenía algo, una especie de chispa, ese algo que no se puede comprar y eso me interesaba. Era lo único que se me pasaba por la cabeza en ese instante, sino, porque seguiría allí hablando con aquella joven? Seguramente ella desearía estar sola, pero yo estaba allí, incordiándola.
Camine hacia el rio mientras me desabotonaba el cuello de la camisa quitándome el pañuelo, me puse de cuclillas para tocar las frías aguas, palpándolas. La verdad es que la temperatura era agradable, seguramente seria un baño grato. Aunque no era ni el lugar, ni el momento, para ni siquiera pensar en esa opción.
Y si todo aquel grupo reunido no eran más que vampiros nómadas? Algunos grupos eran realmente cerrados, y no dudaban en atacar a cualquier extraño.
Parpadee unas cuantas veces algo abrumado con la idea. Seria esta noche aparentemente tranquila una noche movidita para mí? Los diferentes altercados que tenia con algunos de mis “contactos” solían acabar de forma violenta por decirlo de algún modo. A pesar de mis ropas elegantes yo no era precisamente un hombre que no se manchase la ropa. Me parecía más divertido estar con gente corriente que me decía las cosas en la cara, a estar con gente “de sociedad” que lo único que hacía era investigar si yo era un buen partido para casarme. A pesar de las trifulcas (porque esas cosas solían pasarme) aun seguía de una pieza. Pero tampoco quería tentar a mi suerte.
Me puse de pie y me gire para mirar a la joven, ciertamente sin saber que decirle.
-Ahmmm...Ese grupo de allí…Son tu clan? Cuando decía clan quería decir, si ellos eran su familia vampírica. Esperaba que ella entendiese a lo que me refería. O son tu familia quizás…estaba interrogando a la joven? Soy un escritor sin modales…Mi nombre es Jerarld dije extendiendo mi mano hacia ella…
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Re: La llegada de los Zíngaros. [Libre]
Ella levantó el rostro al instante echándole un vistazo indescifrable, ya que la altura del hombre sobrepasaba considerable la suya, sin perder de vista su mirada ni un instante, sobre todo y cuando la distancia entre los dos se había estrechado tan notablemente, y no gracias a ella. Pero no se movió ni un ápice siquiera. El aroma del vampiro se entreveraba con su esencia errante, creando en ambos una fragancia arrodallora, que se adhería sin remedio a toda vida en porciones minúsculas que deambulaba alrededor. Un enjambre de mosquitos quisquillosos comenzaba ya a rodearles encarnizadamente.
Habló seguido de que una efímera turbación flaseara su fino rostro, quizá como estratagema para quitarle importancia -Puedo sospechar que eres novato en la ciudad que nunca duerme, entonces- sus labios curvaron la pizca tan solo de una sonrisa embriagadora. Ningún encanto era comparable al magnetismo ejercido por una mujer de raza gitana, y eso era algo que cualquier viajero tendría presente, ella era consciente de su sortilegio… que tan intensificado por su condición de ser inmortal, en un humano podría llegar a rozar la vehemencia. Mecanismo vampírico, cuya intensidad variaba en dependencia bien de la herencia genética, carácter y clave del comportamiento anterior de la persona “viva” cuyo néctar debía cobrarse.
Algo instintivo en el hombre le provocó un ligero temblor, dándose buena cuenta de la afición que se estaba viendo sometido. Ella escucho su cuestión pronunciada dubitativa a cerca de si tenía “dueño”. Sus enormes ojos verdes chispearon de nuevo en una luminaria ambarina, montaraces en una negación. Por lo que asumió esa reacción como toda respuesta a su pregunta. Aguantando aquel magnetismo… Dún fue la primera en dar un paso a un lado, disimulada, seguida por el vampiro que camino muy lentamente hacia la horilla hasta quedar de espaldas, impidiéndole apreciar la expresión de su rostro.
Habló seguido de que una efímera turbación flaseara su fino rostro, quizá como estratagema para quitarle importancia -Puedo sospechar que eres novato en la ciudad que nunca duerme, entonces- sus labios curvaron la pizca tan solo de una sonrisa embriagadora. Ningún encanto era comparable al magnetismo ejercido por una mujer de raza gitana, y eso era algo que cualquier viajero tendría presente, ella era consciente de su sortilegio… que tan intensificado por su condición de ser inmortal, en un humano podría llegar a rozar la vehemencia. Mecanismo vampírico, cuya intensidad variaba en dependencia bien de la herencia genética, carácter y clave del comportamiento anterior de la persona “viva” cuyo néctar debía cobrarse.
Algo instintivo en el hombre le provocó un ligero temblor, dándose buena cuenta de la afición que se estaba viendo sometido. Ella escucho su cuestión pronunciada dubitativa a cerca de si tenía “dueño”. Sus enormes ojos verdes chispearon de nuevo en una luminaria ambarina, montaraces en una negación. Por lo que asumió esa reacción como toda respuesta a su pregunta. Aguantando aquel magnetismo… Dún fue la primera en dar un paso a un lado, disimulada, seguida por el vampiro que camino muy lentamente hacia la horilla hasta quedar de espaldas, impidiéndole apreciar la expresión de su rostro.
Por ultimo después de balbucear un segundo, le pregunto también sobre su clan, sentados y tranquilos a escasos metros de allí. – Un momento, ¿escritor has dicho?- Ahora más despejada volvía a ser incisiva en los detalles. Vio que el hombre se volvía, asintiendo jovial. Viniendo al caso del ansia insaciable de conocimiento, gran pasión de la joven. Tanto narrado, como representado o escrito. Le encantaba aprender, comprender y estudiar todos los entresijos de las diferentes culturas, antropología, tribus, clases, estratos que pueblan el mundo, sus leyendas, orígenes, costumbres, características, ritos… cualquier cosa, sobre lo que no le era conocido.
Gitana si, de clase baja, por supuesto… pero de buena cuna, al menos bien instruida por su tía Moira durante más de la mitad de su vida. Antes de que todo se torciera, o digamos ocurriera. Al convivir desde entonces en círculos circenses siempre dando la vuelta al globo había topado con; trovadores, contadores de cuentos, ancianos, todo tipo de sabios, gurús, chamanes indios, druídas celtas. Etc. A ella le encantaba filosofar en aquellas noches antiguas, con música lejana. Y a fuerza de buscarlo había absorbido multitud de saberes.
- Cuéntame ¿como imaginaste que sería tu noche?… ¿Qué vendría después? Al ver la mirada interrogante y noble del hombre, sonrío de nuevo, esta vez amplia y libre. Como toda ella, como lo que podía respirarse a su lado, si daba el alto a pasar por su laberinto. Normalmente solo te encuentras con la compañía a la que tu subconsciente llama. Seremos inmortales pero aun no tenemos el poder de manipular la “causalidad” a nuestro antojo, por lo tanto ni cuestiones si eres o no merecedor de cualquiera de las compañías, de la mejor a la peor. Desde la mujerona gorda y chillona con rulos en las coletas, al hombre más versado que de pie al comienzo de una obra teatral. Pueden serte valiosas por igual y recíprocamente. Hizo entonces un mohín gracioso de bribona reverencia y los cascabeles que tenía prendidos de la muñeca izquierda repicaron.
-Si, pongamos que somos tres Cíngaros recién llegados a París, en esta temporada, caminamos sin descanso desde Baviera y anteriormente de Berlín y con anterioridad de Prusia… así sucesivamente vagamos por medio mundo conocido. Inconformismo crónico, o bien podría llamárse escapismo. Una voz bonita y áspera de varón la llamó desde una de las hogueras ¡Dún! ...ella reaccionó acostumbrada girando hacía allí, y el escritor pudo apreciar complacido que aquel era su nombre.
- ¿De donde sales tú novelista? ¿Vagamundos, bueno y a caso no lo sois todos? Su mirada limpia y sonriente rasgaba el rabillo de sus espesas pestañas azabache. Pero aun no había tomado su mano extendida...
Gitana si, de clase baja, por supuesto… pero de buena cuna, al menos bien instruida por su tía Moira durante más de la mitad de su vida. Antes de que todo se torciera, o digamos ocurriera. Al convivir desde entonces en círculos circenses siempre dando la vuelta al globo había topado con; trovadores, contadores de cuentos, ancianos, todo tipo de sabios, gurús, chamanes indios, druídas celtas. Etc. A ella le encantaba filosofar en aquellas noches antiguas, con música lejana. Y a fuerza de buscarlo había absorbido multitud de saberes.
- Cuéntame ¿como imaginaste que sería tu noche?… ¿Qué vendría después? Al ver la mirada interrogante y noble del hombre, sonrío de nuevo, esta vez amplia y libre. Como toda ella, como lo que podía respirarse a su lado, si daba el alto a pasar por su laberinto. Normalmente solo te encuentras con la compañía a la que tu subconsciente llama. Seremos inmortales pero aun no tenemos el poder de manipular la “causalidad” a nuestro antojo, por lo tanto ni cuestiones si eres o no merecedor de cualquiera de las compañías, de la mejor a la peor. Desde la mujerona gorda y chillona con rulos en las coletas, al hombre más versado que de pie al comienzo de una obra teatral. Pueden serte valiosas por igual y recíprocamente. Hizo entonces un mohín gracioso de bribona reverencia y los cascabeles que tenía prendidos de la muñeca izquierda repicaron.
-Si, pongamos que somos tres Cíngaros recién llegados a París, en esta temporada, caminamos sin descanso desde Baviera y anteriormente de Berlín y con anterioridad de Prusia… así sucesivamente vagamos por medio mundo conocido. Inconformismo crónico, o bien podría llamárse escapismo. Una voz bonita y áspera de varón la llamó desde una de las hogueras ¡Dún! ...ella reaccionó acostumbrada girando hacía allí, y el escritor pudo apreciar complacido que aquel era su nombre.
- ¿De donde sales tú novelista? ¿Vagamundos, bueno y a caso no lo sois todos? Su mirada limpia y sonriente rasgaba el rabillo de sus espesas pestañas azabache. Pero aun no había tomado su mano extendida...
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Re: La llegada de los Zíngaros. [Libre]
Sonreí ante su reverencia. Un gesto muy teatral y desenvuelto. Después de escuchar a la joven y observar su sonrisa no logre comprender como era posible que no hubiese un sequito de hombres a su alrededor implorando su atención, una mirada o incluso un desprecio…
-Pues esta noche. Podría ser relatada como algo así. Carraspee y baje la voz para darle un aire más apagado y misterioso mientras caminaba rodeando a la joven. Comenzando a relatar como si de un cuento infantil se tratase.
-Yo no imaginaba gran cosa esta noche…Pero si alguien pregunta podemos decir que fue así…
“Era una madrugada oscura…en la cual la luna desaparecía poco a poco por entre las tinieblas de la noche…sus pasos errantes y nómadas habían llevado al perdido y vagabundo escritor hacia un lejano bosque…Él solía perderse…A veces ni recordaba en que lugar del mundo se hallaba…Su viaje comenzó en Noruega, su lugar natal, pero ya no queda nada allí para él. sus pasos perdidos le llevaron por el resto de Europa…América…y África… El destino solía hacerle malas pasadas al pobre hombre dije sin dejar de sonreír, negando con la cabeza.
Pero esta noche había algo diferente reservado para él…La magia. En el frondoso ramaje del bosque parecía manar algo indescriptible, algo sin nombre…la esencia pura del ser indomable…la belleza de aquellos que no han sido contaminados con la mediocridad ni la hipocresía de este mundo cruel… comencé a caminar hacia el tranquilo rio, pisando sobre las aguas mientras apreciaba las ondas que se formaban en la superficie al tenerme encima. El poder levitar permitía que me sintiese más ligero que una pluma. Continúe caminando allí un momento más, absorto en el cuento…
Realmente aquel errante se encontraba en una constante búsqueda…y ni siquiera sabía exactamente qué era lo que buscaba… Me pare un momento, No pude evitar pensar en ello, a veces seguía sintiéndome agobiado pero no sabía porque era. La soledad era mi compañera pero aun así, seguía sintiéndome mal por la vida que me habían robado. De haber seguido siendo humano habría podido tener una familia, habría envejecido. Y ya estaría muerto... Mire un momento mi reflejo sobre las aguas. Como hubiese sido mi aspecto de mayor? Un hombre canoso y con la mirada cansada…habría sido interesante poder verlo. Aparté esas ideas de mi mente y seguí con el relato mientras me devolvía para acercarme nuevamente hacia la joven, me situé delante de ella.
…Fue entonces cuando aquel hombre errante se pregunto si aquella joven danzaría por entre las sombras, llevando la belleza consigo a todos los rincones del ancho mundo… dije tomándole improvisadamente por la cintura acercándola hacia mí. Dando un par de pasos de tango con ella agarrada, en un rápido baile improvisado. Mientras hacía preguntas rápidamente.
-Seria aquella joven una esencia mágica? -Qué edad esconderían sus hermosos ojos verdes? Sería posible que aquella joven fuese demasiado buena para un mundo tan corrupto? la brisa se hizo más fuerte en aquel instante haciendo que las hojas de los arboles cayesen a nuestro alrededor...me despeje de ella dejando que la última pregunta fuese dicha ya de forma tranquila.
-que esconderán esos ojos? será la soledad? Tome su mano y le hice girar mientras ella sonreía, posiblemente pensando que yo era un demente. Quizás me llegaría algún bofetón por mi conducta, pero no me arrepentía de aquel momento.
Fuese como fuese lo que deparase la noche para aquel mísero escritor…muy posiblemente seria inolvidable…Dije finalmente acabando con el cuento.
En ese instante le volvieron a llamar por su nombre. La joven no había recibido mi mano como saludo, así que tan espontáneo como vagabundo que solía ser tome su mano dándole un suave beso en el dorso.
-Es un placer Dún… Busque el origen de aquella voz que le llamaba. Quizás los tuyos están algo preocupados por ti. Qué pensarían si viesen al mísero escritor aquí?
-Pues esta noche. Podría ser relatada como algo así. Carraspee y baje la voz para darle un aire más apagado y misterioso mientras caminaba rodeando a la joven. Comenzando a relatar como si de un cuento infantil se tratase.
-Yo no imaginaba gran cosa esta noche…Pero si alguien pregunta podemos decir que fue así…
“Era una madrugada oscura…en la cual la luna desaparecía poco a poco por entre las tinieblas de la noche…sus pasos errantes y nómadas habían llevado al perdido y vagabundo escritor hacia un lejano bosque…Él solía perderse…A veces ni recordaba en que lugar del mundo se hallaba…Su viaje comenzó en Noruega, su lugar natal, pero ya no queda nada allí para él. sus pasos perdidos le llevaron por el resto de Europa…América…y África… El destino solía hacerle malas pasadas al pobre hombre dije sin dejar de sonreír, negando con la cabeza.
Pero esta noche había algo diferente reservado para él…La magia. En el frondoso ramaje del bosque parecía manar algo indescriptible, algo sin nombre…la esencia pura del ser indomable…la belleza de aquellos que no han sido contaminados con la mediocridad ni la hipocresía de este mundo cruel… comencé a caminar hacia el tranquilo rio, pisando sobre las aguas mientras apreciaba las ondas que se formaban en la superficie al tenerme encima. El poder levitar permitía que me sintiese más ligero que una pluma. Continúe caminando allí un momento más, absorto en el cuento…
Realmente aquel errante se encontraba en una constante búsqueda…y ni siquiera sabía exactamente qué era lo que buscaba… Me pare un momento, No pude evitar pensar en ello, a veces seguía sintiéndome agobiado pero no sabía porque era. La soledad era mi compañera pero aun así, seguía sintiéndome mal por la vida que me habían robado. De haber seguido siendo humano habría podido tener una familia, habría envejecido. Y ya estaría muerto... Mire un momento mi reflejo sobre las aguas. Como hubiese sido mi aspecto de mayor? Un hombre canoso y con la mirada cansada…habría sido interesante poder verlo. Aparté esas ideas de mi mente y seguí con el relato mientras me devolvía para acercarme nuevamente hacia la joven, me situé delante de ella.
…Fue entonces cuando aquel hombre errante se pregunto si aquella joven danzaría por entre las sombras, llevando la belleza consigo a todos los rincones del ancho mundo… dije tomándole improvisadamente por la cintura acercándola hacia mí. Dando un par de pasos de tango con ella agarrada, en un rápido baile improvisado. Mientras hacía preguntas rápidamente.
-Seria aquella joven una esencia mágica? -Qué edad esconderían sus hermosos ojos verdes? Sería posible que aquella joven fuese demasiado buena para un mundo tan corrupto? la brisa se hizo más fuerte en aquel instante haciendo que las hojas de los arboles cayesen a nuestro alrededor...me despeje de ella dejando que la última pregunta fuese dicha ya de forma tranquila.
-que esconderán esos ojos? será la soledad? Tome su mano y le hice girar mientras ella sonreía, posiblemente pensando que yo era un demente. Quizás me llegaría algún bofetón por mi conducta, pero no me arrepentía de aquel momento.
Fuese como fuese lo que deparase la noche para aquel mísero escritor…muy posiblemente seria inolvidable…Dije finalmente acabando con el cuento.
En ese instante le volvieron a llamar por su nombre. La joven no había recibido mi mano como saludo, así que tan espontáneo como vagabundo que solía ser tome su mano dándole un suave beso en el dorso.
-Es un placer Dún… Busque el origen de aquella voz que le llamaba. Quizás los tuyos están algo preocupados por ti. Qué pensarían si viesen al mísero escritor aquí?
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Re: La llegada de los Zíngaros. [Libre]
Um…Dún sintió los labios helados de aquel extraño posarse en el dorso de su mano. Y al terminar el contacto, otro escalofrío volvió a recorrerla punzante, poniéndole la piel de gallina. Descubriendo así porque uno de sus tantos nombres indicaba: No-muertos.
Su gesto, después del bamboleo acompasado al que le habían “invitado” sin avisar, parecía inaccesible, borroso… enarcó una ceja sutilmente.
- ¿Siempre eres tan amable, o únicamente tengo suerte?
Su gesto, después del bamboleo acompasado al que le habían “invitado” sin avisar, parecía inaccesible, borroso… enarcó una ceja sutilmente.
- ¿Siempre eres tan amable, o únicamente tengo suerte?
El que hacía llamarse Jerarld sonrió entendiendo la chanza, sacudiendo la cabeza.
La gitana a su vez comenzaba pasito a pasito ligero a su alrededor, creando un medio círculo perfecto y desoyendo la voz que la llamaba insistente desde el campamento, cual niña pecosa que aun no se a cansado de investigar por su cuenta. Su semblante aparentaba ser juguetón y sombrío, quizá para no llegar a revelar así las sensaciones contrarias que fluían rápidas por su mente. En aquel baile ahora solitario, solo tenía ojos para el forastero. En cuanto sus pies desnudos irrumpieron en el estanque se detuvo, de espaldas al río, y se llevo las manos a la espalda como si escondiera un secreto, el silencio les atravesaba como un velo arábigo, expectante. Esta vez habló ladeando la cabeza como el hombre ya la había visto hace antes.
-Permíteme decirte que es muy curioso que tu ciudad natal sea Noruega, cuando tu nombre es puramente alemán… Jerarld- Lo pronunció susurrando encantadoramente. Su voz era moderadamente suave, sin nota de fragilidad alguna, pero sin llegar a sonar agreste. El rostro del hombre se tornó dubitativo, como sorprendido de nuevo, parpadeó de súbito, ella lo imitó pausadamente. Una maraña de pestañas oscuras cubrió la luz ocre de su mirada entonces.-Numerología- continuó alzando incitante el tono, como quien desafía simpáticamente a un socio compinche, que juega en su misma mesa.
Y desatando una mano hondeo acariciando el aire con ella. -Afición al estudio, habilidad y adaptabilidad; capacidad de destacar entre todos aquellos con la creatividad, la expresión, la seducción… no voy a preguntarte si me equivoco- Miró pensativa entonces hacía un corte del cerro que mostraba el horizonte púrpura moteado de chimeneas en la lejanía. Ante sí escucho un carraspeo, pero no le miró aun.
- Y no tienes idea alguna de donde te encuentras, pero sin embargo conoces la ciudad.Se volvió de repente esta vez algo ausente, como si al fijarse en los tejados mientras hablaba, los hubiera también recorrido en ese mismo instante. -No creo que esa historia sea lo que te trae tan de cabeza para que una magnífica noche como es esta caminaras sin rumbo ¿Son cartón piedra los recuerdos, verdad?
El rostro del hombre se mantenía sumido en sombras desde aquella posición. Ella hubiera podido verlo forzando la vista, pero prefirió no hacerlo, él parecía respirar sosegadamente. Así que serpenteando con sus piecitos salió del agua y camino hacía el pequeño sendero que los había reunido allí, sonriendo levemente, como evocando una sensación que hacía tiempo no llegaba a percibir, que la empujó a entonar…
“Golpe a golpe esculpirme, como humo de tabaco desvanecerme, paso a paso desandar, día a día desvivir, año tras año desconocer. Mirar entre los dedos como se pudre, un mundo que hicieron demasiado grande para mi”
Por ultimo se giró para decirle.
No te salves ahora
Ni nunca, escritor.
No te salves.
Y siguió, dejando la distancia que les distaba del campamento como una invitación o bien como el duerme vela de que a la horilla del río nada nunca hubiera ocurrido.
Dún Yapur- Vampiro Clase Baja
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Re: La llegada de los Zíngaros. [Libre]
El baile de aquella joven, grácil y sensual en sus delicados movimientos, parecía manar de ella con naturalidad, como si poco a poco ella se fuese a desvanecer en el aire. Observe su agilidad con expectación y atención mientras ella paseaba a mi alrededor a veces quedando totalmente oculta detrás de mí.
-…Mi padre era alemán comente mientras ella paseaba…Es por eso que tengo este nombre…Mis padres también habían viajado mucho, Se habían establecido en Noruega no sin antes buscar y conocer las capitales más grandes de Europa. Eran viajes constantes de negocios.
Al parecer ellos también habian sido unos nómadas y sin querer me habían pasado aquello como herencia a mi…Siempre vagabundeando sin rumbo alguno.
Contemple a la joven y ella me observo un instante como si estuviese leyendo mi alma.
La verdad es que todas las cosas que me había dicho eran ciertas. Aunque me avergonzaba que la seducción fuese uno de mis atributos. Siempre había tenido suerte con las damas y con los caballeros… pero yo asociaba aquello a la pura casualidad y a la suerte inmerecida que a veces tienen los más ignorantes.
Me aclare la voz. Era absurdo que aquellas cosas que me avergonzasen después de los años que yo tenía y de las cosas que había hecho. Sin embargo así era.
Aquella joven me estaba leyendo como si fuese un libro abierto. Como era eso posible? El sonido dulce de su voz, como una grácil melodía me saco de mi ensimismamiento.
Las palabras brotaron de sus labios como si ella entonase un antiguo cantico, como si fuese un pequeño hechizo. Realmente me sorprendió.
Seguí con la mirada sus pasos cuando comenzó a alejarse de mí. Temí que se esfumase. No era un sueño, aunque lo pareciese no lo era.
Me saque el abrigo y subí mis mangas, acomode el cuello ya desabotonado de la camisa. tenía un aspecto formal, y lo que yo realmente deseaba era sentirme cómodo. Tome el abrigo y mire hacia todos lados, ya no recordaba ni por donde había venido.
No tenía nada que perder aquella noche, así que camine siguiendo los pasos que había dado Dún hacia apenas unos instantes.
Llegue hacia donde estaban aquellos hombres, sin embargo me quede un momento oculto en las sombras. No quise interrumpirles, ellos parecían tranquilos y serenos, hablaron algunas cosas con Dún, parecían una gran familia...
No deseaba acercarme no quería interrumpir el momento, pero tampoco deseaba irme. Me acerque poco a poco mientras aquellos hombres me miraban ceñudos, después de todo yo era un extraño allí.
-Buenas caballeros dije acercándome despacio. Camine hacia la hoguera que ellos tenían mientras se ponían en pie.
Levante las manos como si fuese un criminal
-Vengo en son de paz. dije a modo amistoso. Vosotros no sabréis como puedo hacer para llegar a la ciudad verdad? las calles de Berlín…o de Baviera eran más fáciles de recordar, comente recordando que Dún me había dicho que habían pasado por aquellos lugares. Yo los había visitado hacia unos cuantos meses.
Mire a la joven mientras ésta sonreía con la situación, quizas disfrutando de la torpeza del escritor.
Nadie más que ella sabía lo que ocurría a continuación, yo sinceramente me esperaba cualquier cosa.
Me pregunte si su familia tendría armas de fuego por ahí… No había ocurrido nada y yo ya estaba viendo que el asunto se enturbiaba, esas cosas solían pasarme, así que lo intentaba asimilar.
Observe los ojos de Dún mientras estos brillaban con las luces de la hoguera. Sus ojos misteriosos y mágicos parecían tener más vida si cabía que anteriormente, cuando habían sido iluminados por los rayos de la luna…
-…Mi padre era alemán comente mientras ella paseaba…Es por eso que tengo este nombre…Mis padres también habían viajado mucho, Se habían establecido en Noruega no sin antes buscar y conocer las capitales más grandes de Europa. Eran viajes constantes de negocios.
Al parecer ellos también habian sido unos nómadas y sin querer me habían pasado aquello como herencia a mi…Siempre vagabundeando sin rumbo alguno.
Contemple a la joven y ella me observo un instante como si estuviese leyendo mi alma.
La verdad es que todas las cosas que me había dicho eran ciertas. Aunque me avergonzaba que la seducción fuese uno de mis atributos. Siempre había tenido suerte con las damas y con los caballeros… pero yo asociaba aquello a la pura casualidad y a la suerte inmerecida que a veces tienen los más ignorantes.
Me aclare la voz. Era absurdo que aquellas cosas que me avergonzasen después de los años que yo tenía y de las cosas que había hecho. Sin embargo así era.
Aquella joven me estaba leyendo como si fuese un libro abierto. Como era eso posible? El sonido dulce de su voz, como una grácil melodía me saco de mi ensimismamiento.
Las palabras brotaron de sus labios como si ella entonase un antiguo cantico, como si fuese un pequeño hechizo. Realmente me sorprendió.
Seguí con la mirada sus pasos cuando comenzó a alejarse de mí. Temí que se esfumase. No era un sueño, aunque lo pareciese no lo era.
Me saque el abrigo y subí mis mangas, acomode el cuello ya desabotonado de la camisa. tenía un aspecto formal, y lo que yo realmente deseaba era sentirme cómodo. Tome el abrigo y mire hacia todos lados, ya no recordaba ni por donde había venido.
No tenía nada que perder aquella noche, así que camine siguiendo los pasos que había dado Dún hacia apenas unos instantes.
Llegue hacia donde estaban aquellos hombres, sin embargo me quede un momento oculto en las sombras. No quise interrumpirles, ellos parecían tranquilos y serenos, hablaron algunas cosas con Dún, parecían una gran familia...
No deseaba acercarme no quería interrumpir el momento, pero tampoco deseaba irme. Me acerque poco a poco mientras aquellos hombres me miraban ceñudos, después de todo yo era un extraño allí.
-Buenas caballeros dije acercándome despacio. Camine hacia la hoguera que ellos tenían mientras se ponían en pie.
Levante las manos como si fuese un criminal
-Vengo en son de paz. dije a modo amistoso. Vosotros no sabréis como puedo hacer para llegar a la ciudad verdad? las calles de Berlín…o de Baviera eran más fáciles de recordar, comente recordando que Dún me había dicho que habían pasado por aquellos lugares. Yo los había visitado hacia unos cuantos meses.
Mire a la joven mientras ésta sonreía con la situación, quizas disfrutando de la torpeza del escritor.
Nadie más que ella sabía lo que ocurría a continuación, yo sinceramente me esperaba cualquier cosa.
Me pregunte si su familia tendría armas de fuego por ahí… No había ocurrido nada y yo ya estaba viendo que el asunto se enturbiaba, esas cosas solían pasarme, así que lo intentaba asimilar.
Observe los ojos de Dún mientras estos brillaban con las luces de la hoguera. Sus ojos misteriosos y mágicos parecían tener más vida si cabía que anteriormente, cuando habían sido iluminados por los rayos de la luna…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: La llegada de los Zíngaros. [Libre]
La inmensidad de la ciudad dorada ofrecía cierto consuelo… iluminada aquella noche, presa en el color rojizo, por ser el color de los dioses. Sin pasado, sin futuro, sin presente. Bañada por el haz de luna y desordenada por el cruce apabullante de culturas. Dun podía sentir una quietud inusual, como una sombra fugaz que la consumía poco a poco. La brisa en el pequeño campamento semioculto parecía procrear ese lejano olor, almizcle de animales y corazones flechados, o ya dispuestos en lanzas. Susurraban pequeños misterios a cada latido de las violas. Árboles expectantes se alzaban oscuros en silencio. Aire de pasión, aire marchito, aire de las bellas palabras matándose a si mismas. Aire que envenenaba y se iba de las manos que se ausentaba… era una de aquellas noches en las que ella lo presentía, se impacientaba por conocer todos los misterios del universo. Y su mente escapaba en busca de la locura, como muchas otras veces solía hacer.
Pronto bajo la espesura de telares que cubría el asentamiento, pudo distinguir el susurro de los gitanos de la zona, que ocupados en sus quehaceres trasnochadores no se habían percatado siquiera del extraño rumbo que había tomado el viento en la urbe abarrotada.
Las débiles voces de los niños al acostarse, le recordaban a cada instante la infancia que nunca tuvo. Sabía que era necesario encontrarse aislados para no llamar la atención. Pero su rostro felino, pues conservaba la arrogante apariencia de las antiguas mujeres turcas, no dio muestras de molestia alguna. A la joven le gustaba observar sus tareas y disfrutar de aquella extraña rutina del día a día en la minoría nómada, sintiendo una secreta envidia por la vida de aquellos mortales. Todos ellos, siempre joviales, rostros despreocupados llenos de vida, que no demandaban nada, en el fondo no podía evitar sentirse culpable. Ellos eran únicamente eso, milenaria especie secreta en los sótanos de las ciudades… solo sombras… de lo que antaño fueron hombres.
Eran aquellos momentos cuando en su interior se sentían realmente solos…
Pronto bajo la espesura de telares que cubría el asentamiento, pudo distinguir el susurro de los gitanos de la zona, que ocupados en sus quehaceres trasnochadores no se habían percatado siquiera del extraño rumbo que había tomado el viento en la urbe abarrotada.
Las débiles voces de los niños al acostarse, le recordaban a cada instante la infancia que nunca tuvo. Sabía que era necesario encontrarse aislados para no llamar la atención. Pero su rostro felino, pues conservaba la arrogante apariencia de las antiguas mujeres turcas, no dio muestras de molestia alguna. A la joven le gustaba observar sus tareas y disfrutar de aquella extraña rutina del día a día en la minoría nómada, sintiendo una secreta envidia por la vida de aquellos mortales. Todos ellos, siempre joviales, rostros despreocupados llenos de vida, que no demandaban nada, en el fondo no podía evitar sentirse culpable. Ellos eran únicamente eso, milenaria especie secreta en los sótanos de las ciudades… solo sombras… de lo que antaño fueron hombres.
Eran aquellos momentos cuando en su interior se sentían realmente solos…
El llanto de un crío se fundió entonces entre el plateado humo que se elevaba, asomándose por encima de las carpas. Y una rápida figura se escabulló perdiéndose entre las sombras del camino… era tan asombroso escrutar la vida a través de sus ojos de vampiro.
Dos miradas furtivas reflejaban el ardor de la hoguera, Saul acurrucado ante el fuego. Alguien empezó a entonar dentro el Absogued ingala, plegaria de ayuda, una dulce sensación recorrió instantáneamente el cuerpo de la vampira, que se volvió dejando el resplandor rojizo a sus espaldas. Justo en el momento que Drogo eligió para aparecer ante ellos. Vestía una larga túnica color azul, altivo, con su orgullosa panza, embriagándolo todo de un extraño olor a cazahuate, antigua planta sacrosanta, poseedora de maravillosos poderes curativos.
- ¿Ya estas trasteando pécora?- le propino ella burlona, pero el zingaro no quitaba ni por un segundo su atención del forastero que la seguía.
- Te hemos estado llamando, ahora mismo venía del templete azul, por si después del baño habías decidido pasearte “a por la cena” esta muy concurrido… empezó a hablar con normalidad como quien ignora totalmente la presencia molesta, a excepción de que no cesaba el contacto visual. Como si intentara leer algo recóndito en la cabeza de Jerarld, que no conseguía arrancar de una vez. Susurraron algunas cosas inteligibles más en un singular dialecto que utilizaban en situaciones en la que procuraban mantener la seguridad, hasta que el grandullón pareció tranquilizarse, por goleada era el más influenciable de los tres.
Pero Saul era muy distinto, levantó el rostro al tiempo echándola un vistazo indescifrable. Entre ellos dos de no preferirlo no era necesaria ni una palabra. Se notaba tanto que la quería… demasiado, seguramente hubiera ambicionado ser su protector, pero Dún tendría que haberse negado en rotundo. -No te preocupes, estoy segura de que si quieres algo me encontrarás. Dijo enseñándole los dientes, despectiva. Y pateó la arena echándole un montoncito sobre las piernas a modo de pillería, quizá para intentar quitarle importancia a la inesperada situación. Saul, después de haberse mantenido en silencio un pequeño rato, dejo de mirarla penetrantemente y se revolvió chasqueando. Fue el único de ellos que no había mirado al vampiro recién llegado ni una sola vez. También parecía ser el más viejo… Jerarld, en medio del silencio, pudo apreciar cuanto dominaban aquellos la perfección de la telepatía, poder que a su antojo se muestra en ciertos noctámbulos.
-Hemos sido perseguidos durante tanto tiempo, que estos truquitos nos son tan sencillos como tararear una nana. Dun se había vuelto hacia él notando su interrogante. La carita limpia no mostraba preocupación. Pero la tensión en el ambiente comenzaba ya a hacerse muy notable, sobre todo por parte de Saul que le miró al fin, cuando el recién llegado comenzó a dar las buenas noches. Sus muñecas haciendo fricción sobre la tierra empezaron a temblarle, gesto tan sutil que solo un inmortal podía haberlo notado. Su paciencia comenzaba a agotarse, y se estaba inquietando… celos, miedo quizá… cualquier escusa podía ser válida para quitárselo de encima. Eran gitanos, bravías criaturas, y no entendía que estaba haciendo ese ser enchaquetado, con acento edulcorante en su campamento. Y menos hablando con Dún. -¿Pero de donde demonios había salido?-.
Antes de que continuara con su presentación, ella que miraba a Jerarld insondable, alzo delicadamente la mano y poso el dedo índice en sus labios. Acercándose a su rostro, de frente, y murmurando shhhhh en voz muy bajita, mientras no podía evitar fijarse en la perfección de sus pequeños incisivos blancos. Se quedó unos segundo así, acercándose despacio cada vez más, como hipnotizada, podía sentir que la respiración del vampiro también era cada vez más débil, seguramente el también estuviera observándola… hasta que estuvo a un palmo, y recuperándose alzó sus largas pestañas, esta vez hacia los ojos, y con natural treatralidad ensayada, quizá para despistar a los dos guardianes ¿Quién sabe? aguzó la voz.
- Acércate “curioso”, me gustaría consultarte la buena ventura.
Dicho esto sus manitas sutilmente le agarraron los brazos que descansaban tensos en ambos lados, resbalando por la tela áspera del chaqué, hasta cerrarse en las suyas. Y empujo de la misma forma hacía sí, antes de darse la vuelta y seguir caminando de espaldas, llevándole de la mano. –Voy a sacarte de aquí-.
[…]
El interior de su carpa era un lugar extraño, no era como podía imaginarse desde el exterior. Mucho más grande. En el suelo una enorme alfombra turquesa lo cubría todo, simulando la infinita extensión del mar y las telas de las paredes estaban recubiertas de hollín como si se tratasen del oscuro cielo nocturno que los observaba desde las alturas. En el centro del habitáculo en cambio se encontraba situada una pequeña mesa tallada en piedra volcánica, sabe díos arrastrada desde que parte del globo terráqueo, rodeada por cómodos cojines.
- Ya ves, ninguno de nosotros trashumantes, nos libramos del complejo caracol. Sonrió de una forma muy esotérica
Jerarld se adelantó receloso entre las enigmáticas piedrecillas de colores que cubrían la alfombra… en una de las esquinas, alejada de la luz, se encontraba la delgada figura de Dún esperándole, cuya piel relucía aun misteriosa. Claramente, su alma no pertenecía a esta tierra. En ocasiones galopaba perdida en algún lugar entre este mundo y el otro.
El escritor avanzó por la estancia tambaleándose en la oscuridad. No sabía muy bien cual debía ser la forma adecuada para expresar su desconcierto, así que giró la cara hacía la entrada, aunque estuvieran a buena distancia de la anterior hoguera, parecía un poco inquieto con la posibilidad de que pudieran entrar.
-Puedes tranquilizarte bucanero. Las serpientes rodearán ahora su ración de muerte nocturna. Dijo ella sin más.
Jerarld se adelantó receloso entre las enigmáticas piedrecillas de colores que cubrían la alfombra… en una de las esquinas, alejada de la luz, se encontraba la delgada figura de Dún esperándole, cuya piel relucía aun misteriosa. Claramente, su alma no pertenecía a esta tierra. En ocasiones galopaba perdida en algún lugar entre este mundo y el otro.
El escritor avanzó por la estancia tambaleándose en la oscuridad. No sabía muy bien cual debía ser la forma adecuada para expresar su desconcierto, así que giró la cara hacía la entrada, aunque estuvieran a buena distancia de la anterior hoguera, parecía un poco inquieto con la posibilidad de que pudieran entrar.
-Puedes tranquilizarte bucanero. Las serpientes rodearán ahora su ración de muerte nocturna. Dijo ella sin más.
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Re: La llegada de los Zíngaros. [Libre]
Entre en aquella estancia tomado de la mano de mi anfitriona, el contacto suave de su piel era aun más agradable de lo que yo imaginaba en mi mente,
El tacto era frio, pero a la vez tenía cierta calidez. Ese tipo de calidez que solo un no-muerto puede entender.
Ya en el interior de aquel lugar aun en penumbras observe como Dún parecía deslizarse suavemente hacia el fondo de la estancia. Yo observe su figura en sombras y volví a contemplar la entrada, al fin había sido rescatado de aquellos hombres, el susurro de sus mentes algo cerradas mostraban al igual que su lenguaje corporal unas ideas más que claras; la protección, la lealtad, el honor, la valentía y el coraje eran sus pensamientos más fuertes y latentes… Eran como una especie de hermandad, y aquellos eran sus lemas.
Yo era un extraño allí y ellos no dudarían en hacérmelo entender si yo me pasaba.
No es que no hubiese podido con ellos, no dejaban de ser humanos, pero no era mi deseo comenzar una disputa esta noche, y mucho menos con aquellos que eran seres importantes para mí extraña y mágica anfitriona.
Las palabras de ésta me alentaron a bajar la guardia. A veces nuestra raza era demasiado paranoica, a veces se veían fantasmas y peligros donde no los había, aun así pretendía estar atento.
Observe curioso y agradecido a Dún porque me concediese poder ver aquel lugar.
Avance mirando todo sumamente fascinado, era como haber entrado en un cuento de hadas en el cual la magia sigue allí presente y arcaica en cada rincón, deseosa de manifestarse. Donde seguramente cada objeto que se almacenaba ocultaría una pequeña historia detrás.
Muy posiblemente escribiría sobre todo lo que estaba viendo, mi mente estaba recopilando información, realmente expectante con lo que se le ofrecía.
Llegue hasta los suaves y cómodos cojines y observe aquella mesa labrada. Los detalles de su superficie detallada al milímetro eran realmente hermosos, quizás tenia mas años que mi acompañante y yo juntos…
-Es cierto que me vas a leer la suerte? O quizas me vas a dejar descubrir algo mas sobre ti? Los temas esotéricos me gustaban mucho, y a pesar de que me llamasen crédulo o irracional, creía en el destino y en que se han de pagar tarde o temprano todas las facturas…Me gustaba pensar que pagaría las mías mas bien tarde.
Ella se sentó en los suaves cojines y me indico con la mano que yo podía hacer lo mismo, yo me senté con las piernas cruzadas delante suyo.
-Supongo que de alguna forma soy bastante transparente para ti verdad?
Un hombre enchaquetado, perdido, quizás el típico idiota que habla con palabras bonitas y adornadas, buscando jovencitas para martirizarlas…
Sonreí mientras le decía todas estas cosas, me vería ella como al típico bribón?
La verdad es que me moría de ganas por saber su opinión y descubrir aunque fuese un ápice de lo que ocultaban aquellos hermosos ojos que parecían atravesar cualquier cosa con su mirada.
Fuera, aquellos hombres seguían reunidos quizás preguntándose cómo hacer que me fuese de allí.
La brisa del exterior movía suavemente las telas cercanas, como si el viento quisiera mostrar que también estaba allí…escuchando el susurro de los inmortales…
El tacto era frio, pero a la vez tenía cierta calidez. Ese tipo de calidez que solo un no-muerto puede entender.
Ya en el interior de aquel lugar aun en penumbras observe como Dún parecía deslizarse suavemente hacia el fondo de la estancia. Yo observe su figura en sombras y volví a contemplar la entrada, al fin había sido rescatado de aquellos hombres, el susurro de sus mentes algo cerradas mostraban al igual que su lenguaje corporal unas ideas más que claras; la protección, la lealtad, el honor, la valentía y el coraje eran sus pensamientos más fuertes y latentes… Eran como una especie de hermandad, y aquellos eran sus lemas.
Yo era un extraño allí y ellos no dudarían en hacérmelo entender si yo me pasaba.
No es que no hubiese podido con ellos, no dejaban de ser humanos, pero no era mi deseo comenzar una disputa esta noche, y mucho menos con aquellos que eran seres importantes para mí extraña y mágica anfitriona.
Las palabras de ésta me alentaron a bajar la guardia. A veces nuestra raza era demasiado paranoica, a veces se veían fantasmas y peligros donde no los había, aun así pretendía estar atento.
Observe curioso y agradecido a Dún porque me concediese poder ver aquel lugar.
Avance mirando todo sumamente fascinado, era como haber entrado en un cuento de hadas en el cual la magia sigue allí presente y arcaica en cada rincón, deseosa de manifestarse. Donde seguramente cada objeto que se almacenaba ocultaría una pequeña historia detrás.
Muy posiblemente escribiría sobre todo lo que estaba viendo, mi mente estaba recopilando información, realmente expectante con lo que se le ofrecía.
Llegue hasta los suaves y cómodos cojines y observe aquella mesa labrada. Los detalles de su superficie detallada al milímetro eran realmente hermosos, quizás tenia mas años que mi acompañante y yo juntos…
-Es cierto que me vas a leer la suerte? O quizas me vas a dejar descubrir algo mas sobre ti? Los temas esotéricos me gustaban mucho, y a pesar de que me llamasen crédulo o irracional, creía en el destino y en que se han de pagar tarde o temprano todas las facturas…Me gustaba pensar que pagaría las mías mas bien tarde.
Ella se sentó en los suaves cojines y me indico con la mano que yo podía hacer lo mismo, yo me senté con las piernas cruzadas delante suyo.
-Supongo que de alguna forma soy bastante transparente para ti verdad?
Un hombre enchaquetado, perdido, quizás el típico idiota que habla con palabras bonitas y adornadas, buscando jovencitas para martirizarlas…
Sonreí mientras le decía todas estas cosas, me vería ella como al típico bribón?
La verdad es que me moría de ganas por saber su opinión y descubrir aunque fuese un ápice de lo que ocultaban aquellos hermosos ojos que parecían atravesar cualquier cosa con su mirada.
Fuera, aquellos hombres seguían reunidos quizás preguntándose cómo hacer que me fuese de allí.
La brisa del exterior movía suavemente las telas cercanas, como si el viento quisiera mostrar que también estaba allí…escuchando el susurro de los inmortales…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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Re: La llegada de los Zíngaros. [Libre]
- E visto entre la gente asesinos que aun no han derramado sangre, ladrones que aun no han robado nada, y mentirosos que hasta ahora dicen la verdad… todos ellos carecen de criterio. No es nada nuevo para mí.- Pues sabía que solo tres cosas que podían entorpecer el progreso en todos los sentidos: El ego u orgullo, las mentiras y la crueldad innecesaria. La zingara hablaba pausadamente y en tono aterciopelado, mientras rebuscaba resuelta bajo el velo trasparente que cubría la mesa redonda. Resopló con resignación –Muchos que viven merecen la muerte y algunos que mueren merecen la vida.-.
Cuando al fin encontró lo que buscaba, dejo caer con cuidado el contenido de una pequeña bolsa gastada de cuero rebujado en su superficie… después alzo la mirada achicando sus ojos, sumidos en la semipenumbra azulada del entorno, se habían convertido en oscuros iris penetrantes, que valiéndose de una punzada precisa entraban sin permiso en el receptor. –Pero ante todo, no olvides que entre inmortales suele darse el hecho de querer aparentar ser dioses, por eso a veces sentimos la necesidad de convertirnos en demonios… continuó severa, bajando a propósito la voz. –Lo sabemos muy bien, tú y yo. Que llevamos esta carga-.
El gesto del vampiro entonces pareció turbarse profundamente por el dolor. -Entre hombres y dioses hay una distancia peligrosa. Una y otra vez por el rito del sacrificio, el noctámbulo accede a la esfera divina pero solo para rendirse, al cabo de un instante en su realidad original. Los hijos de la noche podemos parecerse a los dioses; ellos nunca se parecen a nosotros-.
-Sea lo que fuere, se alzó resuelta al percibir la profundidad con la que el hombre la estaba observando en esos momentos. Lo importante es que en ambos casos sigas siendo la mejor versión de ti. La estaba haciendo parpadear, dando así, una pista de flaqueza.
Permaneció un largo rato callada, atenta a sus reacciones… escrutando al hombre que a su vez también se mantenía sereno, con todos los reflejos a flor de piel, escuchando ojo avizor. Observaba las pequeñas piedrecitas que gravadas en extraños símbolos, le devolvían desafío desde la mesa, como invitándole a cogerlas… Jerarld se encontraba tentado… pero sabía que aun no debía. Dún ya lo había intuido.
- Son Runas… en lenguaje celta estos curiosos abismos significan: “pequeño secreto” eran muy populares entre los druidas, grupo intelectual indígena durante la época de los «cazadores-recolectores». Para los druidas celtas su templo para la transformación estaba en la Naturaleza, donde las montañas, los ríos y los valles se volvían sagrados; como rito iniciático, se apoyaban en la simbología de las piedras sagradas. Siempre me han fascinado… dijo en viva voz, aunque seguramente iba para si misma.
Las corrientes de aire ondulaban de forma misteriosa casi mística. –Vamos ahora atrévete, eres mi invitado, y te prometo que no te morderán-. Soltó una risita infantil para relajar la tensión que junto al calor añadido, cargaba demasiado el ambiente. Como sin intención, dejo caer su mano gélida sobre la del vampiro, que dio un ligero bote imperceptible al ojo humano… no dejó entonces de mirarle inmutable, pues el contacto visual era importante en estos casos. Un susurro – Forastero, que el miedo no existe, es solo una sombra que esta dentro de ti, nuestra mente es la sustancia que forma lo que creemos es la realidad… Cierra los ojos-.
Poco a poco sus finos dedos se entrelazaron y alzaron sobre las piedras. Una vez en esa posición ella le soltó la mano y le indico que revolviera las Runas tomándose su tiempo. –Elige nueve. Quizá únicamente sea un pequeño resquicio de tu destino- un gélido escalofrío recorrió entonces el cuerpo del muchacho. - Únicamente muestran una pequeña parte del ayer y del mañana, robándolas de sus escurridizas manos. Algunos piensan que solo nos es revelado lo que en nuestro interior ansiamos… o… tememos ver. Si lo que muestran es real o no, entra dentro de la subjetividad. La mente pone límites pero el corazón los supera ¿sabes?
Dún que había convivido muchas décadas con calós, estaba totalmente acostumbrada a tratar con la magia, incluso con hechizos complejos de invocación. Los testimonios en sus labios se consumieron… y las manos hablaron entonces.
- Para ahora mismo, no es necesario que cojas más… fueron las ultimas y desconcertantes palabras que jerarld escucho pronunciar a la vampira, antes de abrir los ojos con siete piedras apretadas en el interior de su puño.
- Tu, pobre diablo. Estás maldito.
La única vela centinela que había sobre la mesa se apagó. Y Dún se apresuró a abrirle la mano para arrancarle cinco de las runas que allí había, y lanzarlas rápidamente contra el suelo.
Cuando al fin encontró lo que buscaba, dejo caer con cuidado el contenido de una pequeña bolsa gastada de cuero rebujado en su superficie… después alzo la mirada achicando sus ojos, sumidos en la semipenumbra azulada del entorno, se habían convertido en oscuros iris penetrantes, que valiéndose de una punzada precisa entraban sin permiso en el receptor. –Pero ante todo, no olvides que entre inmortales suele darse el hecho de querer aparentar ser dioses, por eso a veces sentimos la necesidad de convertirnos en demonios… continuó severa, bajando a propósito la voz. –Lo sabemos muy bien, tú y yo. Que llevamos esta carga-.
El gesto del vampiro entonces pareció turbarse profundamente por el dolor. -Entre hombres y dioses hay una distancia peligrosa. Una y otra vez por el rito del sacrificio, el noctámbulo accede a la esfera divina pero solo para rendirse, al cabo de un instante en su realidad original. Los hijos de la noche podemos parecerse a los dioses; ellos nunca se parecen a nosotros-.
-Sea lo que fuere, se alzó resuelta al percibir la profundidad con la que el hombre la estaba observando en esos momentos. Lo importante es que en ambos casos sigas siendo la mejor versión de ti. La estaba haciendo parpadear, dando así, una pista de flaqueza.
Permaneció un largo rato callada, atenta a sus reacciones… escrutando al hombre que a su vez también se mantenía sereno, con todos los reflejos a flor de piel, escuchando ojo avizor. Observaba las pequeñas piedrecitas que gravadas en extraños símbolos, le devolvían desafío desde la mesa, como invitándole a cogerlas… Jerarld se encontraba tentado… pero sabía que aun no debía. Dún ya lo había intuido.
- Son Runas… en lenguaje celta estos curiosos abismos significan: “pequeño secreto” eran muy populares entre los druidas, grupo intelectual indígena durante la época de los «cazadores-recolectores». Para los druidas celtas su templo para la transformación estaba en la Naturaleza, donde las montañas, los ríos y los valles se volvían sagrados; como rito iniciático, se apoyaban en la simbología de las piedras sagradas. Siempre me han fascinado… dijo en viva voz, aunque seguramente iba para si misma.
Las corrientes de aire ondulaban de forma misteriosa casi mística. –Vamos ahora atrévete, eres mi invitado, y te prometo que no te morderán-. Soltó una risita infantil para relajar la tensión que junto al calor añadido, cargaba demasiado el ambiente. Como sin intención, dejo caer su mano gélida sobre la del vampiro, que dio un ligero bote imperceptible al ojo humano… no dejó entonces de mirarle inmutable, pues el contacto visual era importante en estos casos. Un susurro – Forastero, que el miedo no existe, es solo una sombra que esta dentro de ti, nuestra mente es la sustancia que forma lo que creemos es la realidad… Cierra los ojos-.
Poco a poco sus finos dedos se entrelazaron y alzaron sobre las piedras. Una vez en esa posición ella le soltó la mano y le indico que revolviera las Runas tomándose su tiempo. –Elige nueve. Quizá únicamente sea un pequeño resquicio de tu destino- un gélido escalofrío recorrió entonces el cuerpo del muchacho. - Únicamente muestran una pequeña parte del ayer y del mañana, robándolas de sus escurridizas manos. Algunos piensan que solo nos es revelado lo que en nuestro interior ansiamos… o… tememos ver. Si lo que muestran es real o no, entra dentro de la subjetividad. La mente pone límites pero el corazón los supera ¿sabes?
Dún que había convivido muchas décadas con calós, estaba totalmente acostumbrada a tratar con la magia, incluso con hechizos complejos de invocación. Los testimonios en sus labios se consumieron… y las manos hablaron entonces.
- Para ahora mismo, no es necesario que cojas más… fueron las ultimas y desconcertantes palabras que jerarld escucho pronunciar a la vampira, antes de abrir los ojos con siete piedras apretadas en el interior de su puño.
- Tu, pobre diablo. Estás maldito.
La única vela centinela que había sobre la mesa se apagó. Y Dún se apresuró a abrirle la mano para arrancarle cinco de las runas que allí había, y lanzarlas rápidamente contra el suelo.
Dún Yapur- Vampiro Clase Baja
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Re: La llegada de los Zíngaros. [Libre]
Las runas…Un elemento realmente interesante, había leído sobre ellas y sobre la cultura celta, los símbolos realmente eran interesantes.
Escuchar de sus labios que aquello podría revelar una parte que quizás no deseaba ver me dejo ciertamente algo sobrecogido, que podría tener el destino preparado para mí que yo no quisiera saber?
Ciertamente no sé si quería saberlo del todo, además de los frecuentes líos en los que solía meterme, (como ahora, que estaba perdido con un grupo de personas deseando que me marchase…) pues el destino parecía a veces ensañarse conmigo. A veces ni siquiera recordaba porque infortunio seguía estando “entre los vivos”
Seguí las indicaciones de Dún, recogiendo las runas hasta que ella me pidió que parase.
Su mirada misteriosa y totalmente intrigante para mi, pareció ver algo que iba mucho mas allá de mi entendimiento. Soltó las runas casi con violencia, haciéndome sentir francamente alarmado. La vela se apago dejándonos a oscuras.
-Maldito…repetí para mi en voz baja, como si intentase entenderlo.
-No estamos todos malditos al fin y al cabo? Comente aun mirando las runas que Dún me había arrebatado y había lanzado sobre la mesa, totalmente absorto en ellas.
-Si…seguramente estoy maldito, dicen que los escritores suelen estarlo…y si a eso le sumamos el no tener alma… Me quede en silencio unos instantes divagando.
-Supongo…que quizás aun tengo algo pendiente en esta vida…Incluso los malditos tienen que pagar sus deudas, verdad?
Me sentía francamente extraño…Era aquella la verdad que no quería escuchar? o aquella joven de ojos misteriosos se estaba riendo de mi?
Ella comenzó a encender la vela nuevamente. Aunque nosotros no necesitásemos la luz para poder apreciar donde estaba cada objeto.
Mire a Dún, sus ojos profundos fijos en los míos estarían pensando quizás los diversos significados de las runas. Me sentí incomodo con su mirada, de alguna forma seguía traspasándome con sus ojos, como si pudiese leer cada fragmento de mi alma.
Quizás era hora de irme. Después de todo yo no era bienvenido allí. Pero tampoco sabía cómo diantres irme.
-No desearía robarte más tiempo Dún…comente intentando no demostrar lo desconcertado que me sentía.
Quizás debía irme…Sin embargo aquel lugar era cálido, era acogedor. Me sentía bien rodeado de todos aquellos objetos que parecían preciosos y mágicos. Me puse en pie, sin saber si ella había acabado o no y pasee en círculos delante de la mesa lentamente…
Aprecie las runas que ella había lanzado al suelo y comencé a tomarlas una a una hasta que las recogí todas.
Me acerque hacia Dún, y volví a sentarme en los cojines. Tome su mano fría y vertí las runas sobre su mano mientras me sentía algo infantil y ridículo al pensar en la pregunta que quería formular y que me rondaba la mente sin parar.
-Tú también estas maldita Dún?...Ella me miro extrañada.
Habría visto ella algo familiar en las runas y por eso se había enfadado? O seria que mi presencia comenzaba a molestarle?
Quizás el destino tuviese sus trucos también bajo la manga…como si todos fuésemos meros títeres. Fragmentos y partes de un espectáculo mucho mayor que el que nosotros pidiésemos imaginar…
Escuchar de sus labios que aquello podría revelar una parte que quizás no deseaba ver me dejo ciertamente algo sobrecogido, que podría tener el destino preparado para mí que yo no quisiera saber?
Ciertamente no sé si quería saberlo del todo, además de los frecuentes líos en los que solía meterme, (como ahora, que estaba perdido con un grupo de personas deseando que me marchase…) pues el destino parecía a veces ensañarse conmigo. A veces ni siquiera recordaba porque infortunio seguía estando “entre los vivos”
Seguí las indicaciones de Dún, recogiendo las runas hasta que ella me pidió que parase.
Su mirada misteriosa y totalmente intrigante para mi, pareció ver algo que iba mucho mas allá de mi entendimiento. Soltó las runas casi con violencia, haciéndome sentir francamente alarmado. La vela se apago dejándonos a oscuras.
-Maldito…repetí para mi en voz baja, como si intentase entenderlo.
-No estamos todos malditos al fin y al cabo? Comente aun mirando las runas que Dún me había arrebatado y había lanzado sobre la mesa, totalmente absorto en ellas.
-Si…seguramente estoy maldito, dicen que los escritores suelen estarlo…y si a eso le sumamos el no tener alma… Me quede en silencio unos instantes divagando.
-Supongo…que quizás aun tengo algo pendiente en esta vida…Incluso los malditos tienen que pagar sus deudas, verdad?
Me sentía francamente extraño…Era aquella la verdad que no quería escuchar? o aquella joven de ojos misteriosos se estaba riendo de mi?
Ella comenzó a encender la vela nuevamente. Aunque nosotros no necesitásemos la luz para poder apreciar donde estaba cada objeto.
Mire a Dún, sus ojos profundos fijos en los míos estarían pensando quizás los diversos significados de las runas. Me sentí incomodo con su mirada, de alguna forma seguía traspasándome con sus ojos, como si pudiese leer cada fragmento de mi alma.
Quizás era hora de irme. Después de todo yo no era bienvenido allí. Pero tampoco sabía cómo diantres irme.
-No desearía robarte más tiempo Dún…comente intentando no demostrar lo desconcertado que me sentía.
Quizás debía irme…Sin embargo aquel lugar era cálido, era acogedor. Me sentía bien rodeado de todos aquellos objetos que parecían preciosos y mágicos. Me puse en pie, sin saber si ella había acabado o no y pasee en círculos delante de la mesa lentamente…
Aprecie las runas que ella había lanzado al suelo y comencé a tomarlas una a una hasta que las recogí todas.
Me acerque hacia Dún, y volví a sentarme en los cojines. Tome su mano fría y vertí las runas sobre su mano mientras me sentía algo infantil y ridículo al pensar en la pregunta que quería formular y que me rondaba la mente sin parar.
-Tú también estas maldita Dún?...Ella me miro extrañada.
Habría visto ella algo familiar en las runas y por eso se había enfadado? O seria que mi presencia comenzaba a molestarle?
Quizás el destino tuviese sus trucos también bajo la manga…como si todos fuésemos meros títeres. Fragmentos y partes de un espectáculo mucho mayor que el que nosotros pidiésemos imaginar…
Jerarld Délvheen- Vampiro/Realeza
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