Una verdadera locura - Matteo A. Orsini.

por **Magdalene A. Orsini** Jue Ago 18, 2011 12:07 pm

-¡Matteo! – gritó notando como algunos pájaros alzaban el vuelo gracias a su tono de voz, - Matteo… fratello… Matteo escúchame… - caminaba tras de él bordeando un seto que más se asemejaba a una torre de vigilancia. – Detente por favor Matteo, - susurraba cada vez más cerca de la espalda de su hermano. Sabía que estaba enojado y también conocía como lograr que se calmara, aunque para eso tenía que poder mirarlo a la cara. – Amore… - la voz aún más baja mientras pronunciaba el apodo que guardaba sólo para cuando estaban solos, aquellas raras ocasiones en que no hay alguien cuidando de ella o esperando recibir ordenes de alguno de los dos. Magdalene da pasos rápidos y logra adelantarlo sólo porque sabe que él disminuyó la velocidad de los suyos, se enfrenta al rostro del que ama y toma su mano para llevarlo a un lugar más apartado. A esa hora de la tarde ya casi no queda gente en el jardín pero ellos más que nadie saben que es cuando se esconde el sol la hora donde en la ciudad parece emerger bajo un cariz distinto. – Amore mío, era necesario… tenía que hacerlo porque es ese el designio de nuestro Dios, es él quien me ha revelado que aún no es el tiempo y que tampoco lo será pronto. – Se pone de puntillas y pasa los brazos por el cuello de su hermano, - ese niño no podía ser parte de este mundo tan sucio, tenemos que deshacernos de las criaturas de Satán antes de que los pies de nuestros herederos pisen la tierra que nos ha entregado el Señor. – la voz apenas se escucha y sus labios se encuentran, ella se entrega en ese beso que tanto había deseado, cada noche espera a que los sonidos se apaguen para que sólo se escuche la petición que su hermano hace, - ¿comprendes las razones de por qué tuve que acabar con nuestro hijo? -

por **Matteo A. Orsini** Jue Ago 18, 2011 1:11 pm

Alejó de ella como alma que se la lleva el diablo, por irónico que ello suene en alguien fervientemente religioso como él, estaba demasiado enojado, y aunque nunca lo fuese a admitir en voz alta, estaba dolido –Calla, mujer, calla. No quiero oírte más- gruñó dando grandes zancadas para mantenerla lejos de él, le hablaba con una frialdad que nunca había usado con su hermana. Matteo siempre había sido el primero en apoyarla, en mimarla y darle en el gusto en cualquier cosa, ¡pero esto sobre pasaba todos los limites! Todo lo que estaba a su paso sentía el peso de su ira, una planta que colgaba del techo con su maceta acabó estrellada en el piso a los pies de quien lo perseguía, luego de un puñetazo en un cálculo preciso. Comenzó a caminar más lento, sin que le importase nada, ni las palabras de su hermana, ni la sangre que comenzaba a emanar profusamente de la herida que de había hecho en la mano derecha -¿Era necesario?- preguntó con un dejo de ironía –Lo mismo dijiste del hijo de ese mal nacido que fue tu esposo y te apoyé, por que era obvio que Dios no aprobaba su existencia. Pero ahora… Recurres a los mismo medios que las zorras de los burdeles con sus bastardos…- gruñó destilando toda la rabia que sentía cual veneno, sintió sus labios sobre los suyos, cerró los ojos, en aquel momento no quería sus besos, tomó su rostro por la mandíbula con más fuerza de la necesaria, apartándola y manchándole el rostro de sangre –No vuelvas a hacer algo así, Magdalene, no con un hijo mío, que yo no soy el pusilánime de tu esposo- le advirtió en voz alta, soltándole recién el rostro, para darle la espalda, llamándola por primera vez en años por su nombre de pila. –Y dudo que eso haya sido un designio de Dios, nuestro Señor te castigará por eso, Magdalene- le dijo cual amenaza mirándola por sobre el hombro.

por **Magdalene A. Orsini** Jue Ago 18, 2011 2:04 pm

Su mano ya no es cálida y suave como tantas veces lo fue, su tono no es delicado y amoroso como cada vez que se refiere a ella. Magdalene salta con cada golpe que él da, se asombra porque jamás lo había visto así, ni siquiera en las noches cuando cumplían con la misión encomendada. – Amore… - su voz se detiene con las duras palabras de él, la compara con una cortesana y eso es tan indigno como si lo hiciera con alguna criatura de Satán. - ¿Cómo puedes dudar de lo que el Señor me ha encomendado? Yo sólo soy un instrumento de su palabra, es él quien guía cada uno de mis pasos… - se lleva la mano a la cara y nota como está ahora manchada con sangre, sangre de su hermano, su propia sangre. – Amore mío, déjame revisar tu mano… estás herido y puedo ayudarte. – se acerca a él y vuelve a rodearlo para poder mirarlo a los ojos, - Si nuestro Dios decide castigarme obedeceré, es su voluntad la que debemos seguir. Si tu me pides que lleve en mi vientre a tu hijo, lo haré… - vuelve a inclinarse hacia él y lo besa aunque sabe que no es lo correcto, es lo que debe hacer y lo que desea. – Dame tu perdón fratello, dime que comprendes mis motivos y que puedes ver en mis ojos que seré la madre de tus hijos… - algo en el centro de su pecho comenzaba a doler, ver a su hermano tratándola así, escuchándolo llamarla por su nombre y no alguno de los apodos que siempre le había otorgado. Magdalene cierra los ojos un momento y espera que al abrirlos la visión sea del hombre que tanto ama y del que sabe el Señor ha puesto en su camino. – Amore mío… no me alejes de ti… -

por **Matteo A. Orsini** Dom Ago 21, 2011 4:49 pm

Dentro de toda la frialdad de su profesión, Matteo se las había arreglado para mantenerse cuerdo y centrado, él no había perdido el control hasta ese preciso momento –Has ido demasiado lejos, incluso para personas como nosotros- vociferó rehusándose a mirarla, aquello se alejaba completamente de la misión que les había sido encomendada, ellos se encargaban de acabar con aquellos que había sido corrompidos por Satán, para proteger a las criaturas de Dios –Sabes bien lo que dice la biblia sobre la matanza de inocentes. Nuestro deber es matar, sí, pero aquellos que ponen en peligro a la humanidad. No a aquellos que se supone que debemos defender. Has cruzado una línea muy fina, más de una vez ¿No lo entiendes?- le increpó con una frialdad, demasiado anormal en él, pero era normal en un caso como ese, se sentía herido, traicionado, preocupado y sobre todo furioso. Se negó al contacto con su hermana cuando ella se ofreció a curarlo –Déjame, no me voy a morir por un pequeño corte- dijo apartándose de ella cuando quiso abrazarlo, ya no quiere ese contacto físico, que incrementa aun más la ira que florece en su interior. Mientras más la escucha hablar más sentía que en algún momento ella había perdido su curso, se cruzó de brazos sin que le importase manchar su vestuario con su sangre –Sabes que no soy yo quien debe perdonarte, yo no soy nadie para hacer, es Dios y es a su juicio misericordioso al que debes enfrentarte- sentenció mirándola directo a los ojos, con la resolución brillando en él. Magdalene había excedido todos los límites posibles y había que ponerle un alto a aquello –Pensé que traerte a Francia sería una buena idea, que te ayudaría a alejarte de todo, pero has empeorado, Magdalene… - comenzó a decir con voz seria y con actitud estricta, mientras caminaba de un lado a otro frente a ella –Volverás a Italia, volverás a Roma, le escribiré a nuestro tío y él te cuidará- dijo finalmente decidido…

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