AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Reencuentro en el lugar menos esperado (Eyra)
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Reencuentro en el lugar menos esperado (Eyra)
Aquel día había sido como otro cualquiera. Un duro día de trabajo. Había continuado con el consejo de mi vecino, la venta ambulante, ya que estaba aborrecida de estar todo el día en la tienda. El anterior día, el cual había comprobado su consejo, no hebía ido demasiado bien, pero aún no me había rendido y quería continuar con el consejo del hombre. Agarré una cesta y la llené de los juguetes más pequeños -para así llevar en más cantidad-. Al salir de la tienda, me dirigí hacia el norte de París. Era un lugar del que me había hablado bastante Daimmen, uno de sus favoritos creía recordar. Suspiré y comencé a vender juguetes de puerta en puerta.
Las primeras impresiones que daba eran muy malas. ¿Qué pensaba la gente al ver a una joven tocando a la puerta de su casa? Nada bueno, seguro. Pero enseguida que observaban mi cesta llena de juguetes, o llamaban a sus hijos para que los eligieran o simplemente me explicaban que no querían comprar. Habían raras excepciones en las que me abrían y me cerraban con un portazo con tan sólo mirarme. En aquellas circunstancias, siempre suspiraba y maldecía a aquellos señores de clase alta.
Al final de la tarde había conseguido vender la mitad de mis juguetes. Los observé durante un instante, ellos eran los no queridos del día, los juguetes que no habían convencido a aquellos niños. Me senté cansada en un banco, dejando la cesta de los juguetes a un lado y estiré las piernas tanto como podía. Yo no vestía vestidos ostentosos como las muejres de clase alta, aún así, me resultaba de lo más incómodo la ropa que solía llevar. Me eché el pelo para atrás y respiré profundamente. Saqué de la cesta una bolsita de tela llena de francos y me lo guardé en el escote, dentro de la ropa. Lugar seguro para guardar el dinero.
-Vaya día... Y ahora a volver a casa, con la pereza que me da...
Repentinamente, mi sentido de peligro me advirtió. Había una presencia peligrosa, alguien a quien conocía. Me llevé la mano a un bolsillo de la falda del vestido y noté el contacto del rosario de mi madre. Seguía estando allí, menos mal. Miré detrás mía y en la otra acera -justo enfrente de mí- vi a la persona que menos deseaba ver en París. Gruñí un poco al notar que ella también se había dado cuenta de mi presencia.
Las primeras impresiones que daba eran muy malas. ¿Qué pensaba la gente al ver a una joven tocando a la puerta de su casa? Nada bueno, seguro. Pero enseguida que observaban mi cesta llena de juguetes, o llamaban a sus hijos para que los eligieran o simplemente me explicaban que no querían comprar. Habían raras excepciones en las que me abrían y me cerraban con un portazo con tan sólo mirarme. En aquellas circunstancias, siempre suspiraba y maldecía a aquellos señores de clase alta.
Al final de la tarde había conseguido vender la mitad de mis juguetes. Los observé durante un instante, ellos eran los no queridos del día, los juguetes que no habían convencido a aquellos niños. Me senté cansada en un banco, dejando la cesta de los juguetes a un lado y estiré las piernas tanto como podía. Yo no vestía vestidos ostentosos como las muejres de clase alta, aún así, me resultaba de lo más incómodo la ropa que solía llevar. Me eché el pelo para atrás y respiré profundamente. Saqué de la cesta una bolsita de tela llena de francos y me lo guardé en el escote, dentro de la ropa. Lugar seguro para guardar el dinero.
-Vaya día... Y ahora a volver a casa, con la pereza que me da...
Repentinamente, mi sentido de peligro me advirtió. Había una presencia peligrosa, alguien a quien conocía. Me llevé la mano a un bolsillo de la falda del vestido y noté el contacto del rosario de mi madre. Seguía estando allí, menos mal. Miré detrás mía y en la otra acera -justo enfrente de mí- vi a la persona que menos deseaba ver en París. Gruñí un poco al notar que ella también se había dado cuenta de mi presencia.
Cyara Seery- Licántropo Clase Media
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Re: Reencuentro en el lugar menos esperado (Eyra)
Regresaba de una agencia de viajes nocturna, obviamente, regentada por vampiros. Había sacado ya los billetes para mi viaje a Noruega y mientras regresaba sola a casa empecé a trazar el plan para ésta vez sí, entrar en el dichoso museo dónde guardaban la corona vikinga de mi abuelo, Gudrek. Siempre había intentado conseguirla con el don de la palabra, pero los dueños e interesados jamás me perimitieron comprarla, pese a darles un cheque en blanco. Pero ahora estaba dispuesta a matar si era necesario con tal de tener bajo mi poder lo que me pertenecía por derecho legítimo. Eso me recordó otra de las relíquias que aún no poseía, un crucifijo perteneciente a mi abuela a la que una reina noruega le regaló como agradecimiento a la propagación de la religión cristiana en tierras paganas. Aunque no fuese cierto ya que en mi aldea siempre se practicó la mitología nórdica, ella lo aceptó y quedó realmente maravillada con su belleza. Cuando ella murió, me lo dejó en mi poder, pero cuando asesiné a mi progenitor, todo cuando tenía quedó en la aldea. No pude regresar hasta muchos años después, en los que supe que tal relíquia había pasado a manos de unos sobrinos de mi padre. Por mucho que lo estuve buscando, siempre llegaba tarde. Ahora sabía que lo tenía una licántropa de origen irlandés, una descendiente lejana de aquellos primos míos. Su nombre, Cyara. En más de una ocasión le había exigido que me lo devolviera y siempre recibía un no por respuesta. La próxima vez que la localizara, no lo aceptaría aunque eso implicara hacer correr su sangre.
Y como si el destino escuchara mis pensamientos, un aroma extremadamente familiar aunque nauseabundo por su raza me indicó que ésta vez no tendría que ir a por ella sino que ella me esperaba no muy lejos de mí. Crucé varias calles y giré unas cuantas esquinas hasta localizarla sentada en un banco. Saboreé ese momento dejando que mis colmillos asomaran por las comisuras de mis labios. Con un par de brincos me puse frente a ella y me relamí.
- Me alegra poder decir al fin que me alegra verte, Cyara.- le espeté con arrogancia a modo de saludo.- Dame lo que es mío y mañana podrás volver a ver el sol.
Tendí mi mano hacia ella y esperé su reacción, preparada para atacarla si se negaba a devolvérmelo.
Y como si el destino escuchara mis pensamientos, un aroma extremadamente familiar aunque nauseabundo por su raza me indicó que ésta vez no tendría que ir a por ella sino que ella me esperaba no muy lejos de mí. Crucé varias calles y giré unas cuantas esquinas hasta localizarla sentada en un banco. Saboreé ese momento dejando que mis colmillos asomaran por las comisuras de mis labios. Con un par de brincos me puse frente a ella y me relamí.
- Me alegra poder decir al fin que me alegra verte, Cyara.- le espeté con arrogancia a modo de saludo.- Dame lo que es mío y mañana podrás volver a ver el sol.
Tendí mi mano hacia ella y esperé su reacción, preparada para atacarla si se negaba a devolvérmelo.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: Reencuentro en el lugar menos esperado (Eyra)
Vino hacia mí al ver que yo no tenía intención alguna de dirigirme hacia ella. Sabía qué era lo que buscaba al venir a mí, pero no pensaba dárselo. Habían pasado muchos años desde nuestro último encuentro en Gran Breataña -creía recordar-, y Eyra parecía que no se rendía ante mi negativa de darle la supuesta reliquia de su familia. La primera vez que nos encontramos fue en Dublín, en el puerto. Ambas nos encontrábamos en el mismo barco rumbo hacia la costa oeste de Gran Breataña. Algo nos repelia, algo sobrenatural hacía que yo gruñera cuando la miraba y ella se comportara de manera más salvaje. Estaba claro entonces que yo era una licántropo y ella una vampira. Teníamos muchas diferencias, la experiencia sobre nuestras habilidades, la forma de actuar, etc. Pero había algo que nos unía. Al parecer, por lo que me explicó en nuestro segundo encuentro, el único recuerdo que tenía de mi madre era en realidad una reliquia de su familia muy querida por ella. ¿Cómo había llegado el crucifijo -transformado después en rosario- a manos de mi familia materna? La respuesta era muy sencilla. Estábamos emparentadas por una línea familiar de primos hermanos.
No conocía su historia. Solamente sabía su nombre: Eyra Erikdottir. También conocía sus intenciones, arrebatarme mi único recuerdo familiar. Sonaba egoísta, pero tenía que haber un buen motivo por el cual el rosario llegó a manos de mi familia en vez de a las manos de Eyra. No confiaba en ella. Siempre que se encontraba cerca de mí, el aire a mi alrededor olía a peligro. No, aunque ella sintiera uan gran necesidad por ir recopilando tesoros familiares, debía entender que éste me pertenecía. Ella estaba viviendo demasiado tiempo...
Paré mi mano, la cual iba directa al bolsillo de mi falda con una intención protectora. En cambio, para confundirla, hice el mismo movimiento pero completo, dirigido hacia mi cesta llena de juguetes. Tal vez aquello acabase en una pelea, como siempre. Era de noche y la gente se estaba marchando ya a sus casa. Si había una pelea, poca gente iba a salir para parar todo éso. Pensé en que los juguetes que habían sobrado por mi venta ambulante iban a acabar muy mal, pero siempre podía a hacer más, no debía preocuparme.
Me amenazó, aquéllo hizo que la mirase con desprecio para después sonreír de modo divertido.
-A mí en cambio, no me alegra para nada tu presencia aquí, Eyra. ¿Qué haces en París? ¿Robando antiguas posesiones tuyas? -bajé la mirada y observé su mano tendida. ¿Pensaba que iba a ser tan fácil? No, el rosario me pertenecía a mí-. ¿Ver otra vez la luz del sol? Tranquila, me voy a encargar de que mañana tú seas la que vea la luz del sol -conocía los puntos débiles de los vampiros, esos seres nocturnos que succionaban la sangre de las personas y que además, eran frágiles contra la luz del sol.
No conocía su historia. Solamente sabía su nombre: Eyra Erikdottir. También conocía sus intenciones, arrebatarme mi único recuerdo familiar. Sonaba egoísta, pero tenía que haber un buen motivo por el cual el rosario llegó a manos de mi familia en vez de a las manos de Eyra. No confiaba en ella. Siempre que se encontraba cerca de mí, el aire a mi alrededor olía a peligro. No, aunque ella sintiera uan gran necesidad por ir recopilando tesoros familiares, debía entender que éste me pertenecía. Ella estaba viviendo demasiado tiempo...
Paré mi mano, la cual iba directa al bolsillo de mi falda con una intención protectora. En cambio, para confundirla, hice el mismo movimiento pero completo, dirigido hacia mi cesta llena de juguetes. Tal vez aquello acabase en una pelea, como siempre. Era de noche y la gente se estaba marchando ya a sus casa. Si había una pelea, poca gente iba a salir para parar todo éso. Pensé en que los juguetes que habían sobrado por mi venta ambulante iban a acabar muy mal, pero siempre podía a hacer más, no debía preocuparme.
Me amenazó, aquéllo hizo que la mirase con desprecio para después sonreír de modo divertido.
-A mí en cambio, no me alegra para nada tu presencia aquí, Eyra. ¿Qué haces en París? ¿Robando antiguas posesiones tuyas? -bajé la mirada y observé su mano tendida. ¿Pensaba que iba a ser tan fácil? No, el rosario me pertenecía a mí-. ¿Ver otra vez la luz del sol? Tranquila, me voy a encargar de que mañana tú seas la que vea la luz del sol -conocía los puntos débiles de los vampiros, esos seres nocturnos que succionaban la sangre de las personas y que además, eran frágiles contra la luz del sol.
Cyara Seery- Licántropo Clase Media
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Re: Reencuentro en el lugar menos esperado (Eyra)
Puse los ojos en blanco y resoplé, cansada de ese jueguecito infantil. Claro, no era de extrañar si la muchacha se dedicaba a fabricar juguetes. Sí, sabía todo sobre ella. Cada paso que daba, cada persona que conocía, cada debilidad, cada fortaleza. Había tenido tiempo suficiente para poder estudiar a mi enemiga, así que bajé la mano y asentí una sola vez, relajando mi musculatura aunque sin acercarme a ella.
- Cyara esto puede terminar ahora si eres tan amable de entregarme lo que me pertenece.- le pedí, ésta vez sin amenazas de por medio.- Somos familia y no pienso matarte por una reliquia, sólo quiero que me la devuelvas.
Hice un gesto de cercanía, tentando el terreno. Era cierto que no tenía ganas de pelear, pues aunque fuésemos tremendamente lejanas, la sangre de mi familia corría por mis venas. Aunque fuese la sangre maloliente de mi padre. En el fondo, admiraba mi progenitor y lo respetaba, quizás por ello a veces me arrepentía de su muerte. Pero, ¿qué podía hacer? Era el precio por el sufrimiento ocasionado a mi madre y a mi familia materna. Él acabó con todos ellos. ¿Debía perdonárselo?
Sobre el banco en el que se hallaba Cyara colgaban las ramas de un árbol. No estaba cansada, pero me apetecía sentarme y más cuando aquello podía ir para rato. De un salto trepé por el tronco hasta dejar colgando mis largas y esbeltas piernas por la rama, observando a la licántropa de horrible olor.
- Si quieres respuestas te las daré.- le prometí.
- Cyara esto puede terminar ahora si eres tan amable de entregarme lo que me pertenece.- le pedí, ésta vez sin amenazas de por medio.- Somos familia y no pienso matarte por una reliquia, sólo quiero que me la devuelvas.
Hice un gesto de cercanía, tentando el terreno. Era cierto que no tenía ganas de pelear, pues aunque fuésemos tremendamente lejanas, la sangre de mi familia corría por mis venas. Aunque fuese la sangre maloliente de mi padre. En el fondo, admiraba mi progenitor y lo respetaba, quizás por ello a veces me arrepentía de su muerte. Pero, ¿qué podía hacer? Era el precio por el sufrimiento ocasionado a mi madre y a mi familia materna. Él acabó con todos ellos. ¿Debía perdonárselo?
Sobre el banco en el que se hallaba Cyara colgaban las ramas de un árbol. No estaba cansada, pero me apetecía sentarme y más cuando aquello podía ir para rato. De un salto trepé por el tronco hasta dejar colgando mis largas y esbeltas piernas por la rama, observando a la licántropa de horrible olor.
- Si quieres respuestas te las daré.- le prometí.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: Reencuentro en el lugar menos esperado (Eyra)
La escuché con atención. Me respondió con cierta amabilidad, sin signos de amenaza, pero aún así presentía que si quería hacerme daño, podría hacerlo. No iba a cambiar para nada mi postura. Parecería estúpido, pero iba a luchar con uñas y dientes con tal de ser yo la dueña del rosario de mi madre. Seguía insistiendo en que le pertenecía, y aquello me sacaba de mis casillas, y pocas cosas me hacían enfadar tremendamente. A su vez, también me confesó que no quería matarme, ya que aunque no lo parecería por nuestras venas corría casi la misma sangre -parentesco lejano, era lo que tenía-. Aquéllo no me convenció. Era una vampira con demasiados años de experiencia, demasiados años en los que seguramente podría haber recuperado el rosario. ¿Por qué en esos momentos? Mi cabeza estaba llena de dudas y Eyra me dijo que me las podría resolver.
¿Debía confiar en ella? ¿Iba a contarme en realidad la verdad, o sólo una vil mentira con tal de que yo le entregase la reliquia? Continué con mi estrategia y al ver que se subía a un árbol -seguramente intentando huir de mi olor, a ambas se nos revolvía el estómago cuando sentíamos a la otra-, me coloqué delante de la cesta de juguetes, como si allí se encontrase el rosario. Por un instante, caí en su trampa. Quería confiar en ella durante unos instantes en los que ella pudiera despejar mis dudas. Rápidamente recordé que se trataba de Eyra, vampira la cual me había tendido demasiadas emboscadas a lo largo de mi vida con tal de arrebatarme el único recuerdo de mi madre. Me hervía la sangre, casi no me podía controlar. Me mordí el labio inferior, aguantando las ganas de saltar y atacarla de una maldita vez. Respiré hondo y conseguí tranquilizarme. Después, alcé mi mirada, dirigiéndola a Eyra de nuevo, me crucé de brazos y comencé:
-Sabes que aunque me des las respuestas que tanto ansío, no cambiaré de opinión. La reliquia puede que perteneciera a tu familia en los momentos que eras humana, pero pasó a la rama de nuestra familia en común y llegó hasta mi familia. Es el único recuerdo que tengo de mi madre y no pienso desprenderme de él. Además, seguro que tienes reliquias familiares a montones -la miré de forma irónica-. ¿Por qué buscas el rosario ahora? Podrías habérselo arrebatado a mis abuelos, o quizá a mis bisabuelos tiempo atrás. Has tenido muchos años... O también, ¿por qué no te rindes aún sabiendo que su dueña, ósease yo, lo va a cuidar bien? -me guardé la última pregunta que quería hacerle, que era la pregunta por su estancia en París. ¿Acaso las casualidades existían? Yo creía que no.
¿Debía confiar en ella? ¿Iba a contarme en realidad la verdad, o sólo una vil mentira con tal de que yo le entregase la reliquia? Continué con mi estrategia y al ver que se subía a un árbol -seguramente intentando huir de mi olor, a ambas se nos revolvía el estómago cuando sentíamos a la otra-, me coloqué delante de la cesta de juguetes, como si allí se encontrase el rosario. Por un instante, caí en su trampa. Quería confiar en ella durante unos instantes en los que ella pudiera despejar mis dudas. Rápidamente recordé que se trataba de Eyra, vampira la cual me había tendido demasiadas emboscadas a lo largo de mi vida con tal de arrebatarme el único recuerdo de mi madre. Me hervía la sangre, casi no me podía controlar. Me mordí el labio inferior, aguantando las ganas de saltar y atacarla de una maldita vez. Respiré hondo y conseguí tranquilizarme. Después, alcé mi mirada, dirigiéndola a Eyra de nuevo, me crucé de brazos y comencé:
-Sabes que aunque me des las respuestas que tanto ansío, no cambiaré de opinión. La reliquia puede que perteneciera a tu familia en los momentos que eras humana, pero pasó a la rama de nuestra familia en común y llegó hasta mi familia. Es el único recuerdo que tengo de mi madre y no pienso desprenderme de él. Además, seguro que tienes reliquias familiares a montones -la miré de forma irónica-. ¿Por qué buscas el rosario ahora? Podrías habérselo arrebatado a mis abuelos, o quizá a mis bisabuelos tiempo atrás. Has tenido muchos años... O también, ¿por qué no te rindes aún sabiendo que su dueña, ósease yo, lo va a cuidar bien? -me guardé la última pregunta que quería hacerle, que era la pregunta por su estancia en París. ¿Acaso las casualidades existían? Yo creía que no.
Cyara Seery- Licántropo Clase Media
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Re: Reencuentro en el lugar menos esperado (Eyra)
Me encogí de hombros y clavé mis ojos a la luna, sabiendo que en cuanto me aburriera de aquella charla, simplemente usaría mis dones para obligar a que me lo entregara. El único motivo por el que aún no lo poseía era porque necesitaba tiempo, realmente. Tiempo para localizar todas las relíquias, pensar dónde guardarlas, qué hacer con ellas. Y ahora que sólo me faltaban dos por conseguir, era el momento de recuperar lo que era mío. No quería hacerlo por la fuerza, no era alguien tan mezquino e insensible. Sabía que era algo importante para ella y sólo por eso había dejado que lo tuviera durante unos años. Pero ahora, quería recuperarlo.
- He esperado porque sé que te importa y quería que lo tuvieras un tiempo bajo tu poder.- respondí escuetamente, sin tan siquiera mirarla.- A tus antepasados simplemente no pude hacerlo, puesto que eran hábiles escondiéndolo y lo pasaron durante años de unos a otros, nunca sabía dónde se encontraba en cada momento.- expliqué con una mueca, recordando las discusiones y las amenazas a las que habíamos llegado por culpa de aquél rosario.- Y no pienso rendirme, Cyara, lo siento, pero ésta noche será mío a las buenas o a las malas.
A las buenas me refería a que ella educadamente me lo cediera bajo su voluntad. A las malas me refería a usar mi don como el control mental a la que por supuesto ella no era excepción y obligarla a que me lo entregara, borrándole luego la memoria según como avanzaran las cosas entre ambas, pues no deseaba tensiones ni rencor. Simplemente que se olvidara del asunto. Sin embargo... ¿le robaría el recuerdo de una pieza que su madre le dejó? Probablemente no, aún conservaba mi parte humana y aquello sabía que era demasiado cruel.
- Intentaré explicarte porqué me interesan tanto esas relíquias.- anuncié con una sonrisa.- En realidad no son muchas. Por parte de mi padre, sólo me correspondía como primogénita la espada de mi padre Erik, la corona de mi abuelo Gudrek y el crucifijo, despues reconvertido en rosario, de mi abuela Halldora. Por parte de mi madre sólo hallé su diario personal y algunas de sus joyas. Ahora mismo conservo todo el patrimonio de mi familia excepto la corona y el rosario que tienes en tu poder.- murmuré, mirándola de reojo unos segundos.- Tu estás aquí protegiendo el único legado de tu madre... valoras lo que es ese rosario pero recuerda que yo tambien tengo derecho sobre él. A demás, no es algo que perteneciera a tu madre sino que fue un regalo a mi abuela, por ende, me corresponde a mí tenerlo.- razoné pacientemente, sin alzar la voz siquiera, deseando que confiara en mí y ésta vez, me brindara aquello por lo que había luchado durante siglos.
- He esperado porque sé que te importa y quería que lo tuvieras un tiempo bajo tu poder.- respondí escuetamente, sin tan siquiera mirarla.- A tus antepasados simplemente no pude hacerlo, puesto que eran hábiles escondiéndolo y lo pasaron durante años de unos a otros, nunca sabía dónde se encontraba en cada momento.- expliqué con una mueca, recordando las discusiones y las amenazas a las que habíamos llegado por culpa de aquél rosario.- Y no pienso rendirme, Cyara, lo siento, pero ésta noche será mío a las buenas o a las malas.
A las buenas me refería a que ella educadamente me lo cediera bajo su voluntad. A las malas me refería a usar mi don como el control mental a la que por supuesto ella no era excepción y obligarla a que me lo entregara, borrándole luego la memoria según como avanzaran las cosas entre ambas, pues no deseaba tensiones ni rencor. Simplemente que se olvidara del asunto. Sin embargo... ¿le robaría el recuerdo de una pieza que su madre le dejó? Probablemente no, aún conservaba mi parte humana y aquello sabía que era demasiado cruel.
- Intentaré explicarte porqué me interesan tanto esas relíquias.- anuncié con una sonrisa.- En realidad no son muchas. Por parte de mi padre, sólo me correspondía como primogénita la espada de mi padre Erik, la corona de mi abuelo Gudrek y el crucifijo, despues reconvertido en rosario, de mi abuela Halldora. Por parte de mi madre sólo hallé su diario personal y algunas de sus joyas. Ahora mismo conservo todo el patrimonio de mi familia excepto la corona y el rosario que tienes en tu poder.- murmuré, mirándola de reojo unos segundos.- Tu estás aquí protegiendo el único legado de tu madre... valoras lo que es ese rosario pero recuerda que yo tambien tengo derecho sobre él. A demás, no es algo que perteneciera a tu madre sino que fue un regalo a mi abuela, por ende, me corresponde a mí tenerlo.- razoné pacientemente, sin alzar la voz siquiera, deseando que confiara en mí y ésta vez, me brindara aquello por lo que había luchado durante siglos.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: Reencuentro en el lugar menos esperado (Eyra)
Escuché sus respuestas, su historia. ¿Qué era lo que pretendía en realidad? Debería marcharse o atacarme. Así todo sería más sencillo. Cuando me explicó el origen de todas las reliquias me estremecí, sentía el contacto del rosario contra la pierna; aún así debía seguir aparentando que éste se encontraba en la cesta de juguetes, la cual agarraba de manera muy protectora. Me quedé callada, asimilando la información mientras observaba la luna. Se acercaba a su forma de luna llena, pero no era la noche de la transformación, aún así sentía su influencia. Reprimí un gruñido con tanta fuerza como pude y le expliqué lo que pensaba:
-Has sido muy cruel permitiendo que me quedase con el rosario de mi madre -y remarqué aquellas últimas tres palabras- todos estos años. Habría sido todo mucho más fácil si me lo hubieras arrebatado en nuestro primer encuentro, bueno o quizá no, desconozco las consecuencia si hubiera ocurrido aquéllo. Aún así sigo insistiendo en que has cometido un grave error al permitir que me lo quedase. Nunca me he considerado católica practicante, ni siquiera creo en Dios, pero me he encariñado con el rosario. No por lo que representa, sino por lo que significa para mí, y éso ni tú ni nadie me lo va a poder arrebatar.
Recordé entonces el día de mi octavo cumpleaños. Mi padre, el cual pocas veces cocinaba, hizo una tarta típica de Francia especialmente para mí. Yo volvía de la escuela católica y ambos me abrieron la puerta con una sonrisa. Mi padre tenía la tarta -algo modesta de aspecto- entre sus manos y mi madre me llevó hasta la silla, donde me dijo que cerrase los ojos. Los abrí premeditadamente, y observé el regalo que me iba a dar, aquel rosario que me había hecho tanta ilusión. Por entonces, creía en todo lo que me decían, era demasiado inocente. De un modo u otro, aquel rosario me había dado ayuda emocional siempre y cuando la había necesitado.
-¿y tu abuela Halldora no tuvo ningún hijo aparte de tu padre? Porque éso explicaría muchas cosas -sabía que ambas erámos familia lejana, pero no sabía cuanto. Quizá, yo fuera tatataranieta de su tío o algo similar. Me daría tiempo para excusarme, a lo mejor Eyra se equivocaba y el rosario debería pertenecerme en realidad. Había algo en su pasado que necesitaba saber, conocer.
-Has sido muy cruel permitiendo que me quedase con el rosario de mi madre -y remarqué aquellas últimas tres palabras- todos estos años. Habría sido todo mucho más fácil si me lo hubieras arrebatado en nuestro primer encuentro, bueno o quizá no, desconozco las consecuencia si hubiera ocurrido aquéllo. Aún así sigo insistiendo en que has cometido un grave error al permitir que me lo quedase. Nunca me he considerado católica practicante, ni siquiera creo en Dios, pero me he encariñado con el rosario. No por lo que representa, sino por lo que significa para mí, y éso ni tú ni nadie me lo va a poder arrebatar.
Recordé entonces el día de mi octavo cumpleaños. Mi padre, el cual pocas veces cocinaba, hizo una tarta típica de Francia especialmente para mí. Yo volvía de la escuela católica y ambos me abrieron la puerta con una sonrisa. Mi padre tenía la tarta -algo modesta de aspecto- entre sus manos y mi madre me llevó hasta la silla, donde me dijo que cerrase los ojos. Los abrí premeditadamente, y observé el regalo que me iba a dar, aquel rosario que me había hecho tanta ilusión. Por entonces, creía en todo lo que me decían, era demasiado inocente. De un modo u otro, aquel rosario me había dado ayuda emocional siempre y cuando la había necesitado.
-¿y tu abuela Halldora no tuvo ningún hijo aparte de tu padre? Porque éso explicaría muchas cosas -sabía que ambas erámos familia lejana, pero no sabía cuanto. Quizá, yo fuera tatataranieta de su tío o algo similar. Me daría tiempo para excusarme, a lo mejor Eyra se equivocaba y el rosario debería pertenecerme en realidad. Había algo en su pasado que necesitaba saber, conocer.
Cyara Seery- Licántropo Clase Media
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Re: Reencuentro en el lugar menos esperado (Eyra)
Asentí una sola vez mientras seguía balanceándome en la rama de aquél árbol, como si fuese una niña pequeña que se aburre demasiado o que simplemente las cosas del suelo le parecen demasiado vanales. Era feliz así, con la mente infantil y caprichosa y mi cuerpo de mujer sensual que tantas veces me había facilitado los asuntos espinosos. Sin embargo en aquella ocasión, no podría seducir a Cyara. Tendría que manipularla mentalmente y aunque eso era algo que hacía a menudo con cualquiera, prefería no hacerlo con gente de mi alrededor. En sus ojos aún podía ver aquél centello celeste de mi padre, de mis abuelos. Por su sangre manchada de licantropía no podía negar que aún circulaba mi sangre.
- Halldora y Gudrek tuvieron cuatro hijos, todos ellos varones.- expliqué con sinceridad.- Y aunque mi padre era el tercero, yo fui la primera fémina de la familia, pues mis tíos mayores sólo tuvieron varones. Por ello me correspondía a mí tener aquél crucifijo, como mujer de la casa cuando mi abuela falleciera.- rememoré cada dulce recuerdo que aún conservaba de Halldora y no pude reprimir alguna que otra lágrima, cosa que intenté disimular para que Cyara no pudiera aprovecharse de mi debilidad anímica.- Pero cuando murió mi padre tuve que huír y al regresar, supe de la muerte de mi abuela y la existencia de una niña en nuestra familia, hija de mi tío menor. Mi prima. Ella fue quién se lo quedó.
Suspiré tras una mueca de desagrado y chasqueé la lengua en mi paladar, dejando de balancearme automáticamente. No me parecía justo que aquella niña se quedara con aquello que me pertenecía y menos cuando no hubo testamento alguno o si lo había, no se encontró. Y maldije el que no pudiera hablar con mis tíos, pues de haber sido en otra circunstancia, sabía que me lo hubieran devuelto... eran buena gente. Pero las cosas eran difíciles y después de lo que pasó con mi padre no podía enfrentarme a ellos. Me arriesgaba a que intentaran matarme y aquello supondría no mi fin, sino el suyo. Y probablemente de haber sucedido eso, sí, yo hubiera recuperado el crucifijo, pero habría matado parte de mi familia y desde luego Cyara, no estaría sentada en aquél banco aquella noche.
- Halldora y Gudrek tuvieron cuatro hijos, todos ellos varones.- expliqué con sinceridad.- Y aunque mi padre era el tercero, yo fui la primera fémina de la familia, pues mis tíos mayores sólo tuvieron varones. Por ello me correspondía a mí tener aquél crucifijo, como mujer de la casa cuando mi abuela falleciera.- rememoré cada dulce recuerdo que aún conservaba de Halldora y no pude reprimir alguna que otra lágrima, cosa que intenté disimular para que Cyara no pudiera aprovecharse de mi debilidad anímica.- Pero cuando murió mi padre tuve que huír y al regresar, supe de la muerte de mi abuela y la existencia de una niña en nuestra familia, hija de mi tío menor. Mi prima. Ella fue quién se lo quedó.
Suspiré tras una mueca de desagrado y chasqueé la lengua en mi paladar, dejando de balancearme automáticamente. No me parecía justo que aquella niña se quedara con aquello que me pertenecía y menos cuando no hubo testamento alguno o si lo había, no se encontró. Y maldije el que no pudiera hablar con mis tíos, pues de haber sido en otra circunstancia, sabía que me lo hubieran devuelto... eran buena gente. Pero las cosas eran difíciles y después de lo que pasó con mi padre no podía enfrentarme a ellos. Me arriesgaba a que intentaran matarme y aquello supondría no mi fin, sino el suyo. Y probablemente de haber sucedido eso, sí, yo hubiera recuperado el crucifijo, pero habría matado parte de mi familia y desde luego Cyara, no estaría sentada en aquél banco aquella noche.
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Re: Reencuentro en el lugar menos esperado (Eyra)
Sentía como me observaba desde arriba, con aquellos aires de superioridad con los que siempre andaba. Ella, sentada en un árbol, seguía insistiendo, más cerca del cielo y de la luna. Yo, como mujer inferior a ella, me mantenía en la tierra protegiendo lo que seguramente me iba a ser arrebatado. Me explicó todo lo que le había preguntado con la paciencia que siempre le había delatado. Quería huir, conocía el verdadero poder de los vampiros y Eyra se estaba reprimiendo y mucho. Estaba siendo paciente, sólo eso, quizá porque por mis venas corría aún algo de sangre de su familia ya muerta desde hacía siglos. Me contó la historia de mis antepasados y de su familia y olí como una lágrima salía por sus ojos. Me sorprendí, después de todo puede que Eyra tuviera sentimientos -desde nuestro primer encuentro lo único que sabía hacer era juzgarla, ella siempre sabía cómo hacerme molestar-. Pero había algo que no encajaba en su historia y que me dejó muy pensativa.
-¿Por qué tuviste que huir cuando murió tu padre? No lo entiendo, después de todo era tu familia. Si hubieras permanecido a su lado, podrías haberte adueñado de todas las reliquias -respiré, analizando yo misma mis palabras-. En mi opinión, creo que si tu prima heredó el crucifijo debió de ser por un buen motivo. Siento que no odiabas a tu familia, y supongo que ellos a ti tampoco. Por lo tanto, el motivo de esa huida es la respuesta a todo: el por qué no heredaste el crucifijo. Además, no comprendo habiendo recuperado tú, todas las reliquias de tu familia, no puedas permitir que otra persona de tu misma familia posea solamente una única reliquia, la cual seguramente pasará a sus descendientes -era muy reticente a tener hijos, a tener familia, aún así era un buen argumento contra ella, para hacerla echar para atrás. Ella no debía conocer éso sobre mí, quizá supiera la mayor parte de mi historia, pero ese problema que mantenía en mi corazón no, para nada.
Presentía que había algo que debía conocer sobre Eyra, algo que me daría algunas respuestas sobre el rosario y su pasado. Para nada quería informarme sobre su persona, pero después de todo era en parte familia mía. ¿Qué habría ocurrido aquella noche en Dublín si yo no hubiera llevado el rosario colgado del cuello? Quizás ella no lo habría reconocido cuando se sentó a mi lado a a hablarme, quizás hubiéramos estado hablando un rato y ya está. Después de todo, éramos razas contrarias y el odio que nos sentíamos la una hacia la otra era algo que no podíamos evitar. Era algo raro en mí. Odiar a alguien. Yo le tenía mucho aprecio a mi madre y tras abandonar toda mi vida, el rosario era el único lazo que me quedaba con Cork, ¿por qué Eyra tenía que ser tan egoísta? Era una bomba humana, tenía ganas de gritar, de destrozar cosas. Era un momento ideal para transformarme, sintiendo todo el odio que sentía, pero que mala suerte, la luna llena nunca llega cuando uno quiere...
-¿Por qué tuviste que huir cuando murió tu padre? No lo entiendo, después de todo era tu familia. Si hubieras permanecido a su lado, podrías haberte adueñado de todas las reliquias -respiré, analizando yo misma mis palabras-. En mi opinión, creo que si tu prima heredó el crucifijo debió de ser por un buen motivo. Siento que no odiabas a tu familia, y supongo que ellos a ti tampoco. Por lo tanto, el motivo de esa huida es la respuesta a todo: el por qué no heredaste el crucifijo. Además, no comprendo habiendo recuperado tú, todas las reliquias de tu familia, no puedas permitir que otra persona de tu misma familia posea solamente una única reliquia, la cual seguramente pasará a sus descendientes -era muy reticente a tener hijos, a tener familia, aún así era un buen argumento contra ella, para hacerla echar para atrás. Ella no debía conocer éso sobre mí, quizá supiera la mayor parte de mi historia, pero ese problema que mantenía en mi corazón no, para nada.
Presentía que había algo que debía conocer sobre Eyra, algo que me daría algunas respuestas sobre el rosario y su pasado. Para nada quería informarme sobre su persona, pero después de todo era en parte familia mía. ¿Qué habría ocurrido aquella noche en Dublín si yo no hubiera llevado el rosario colgado del cuello? Quizás ella no lo habría reconocido cuando se sentó a mi lado a a hablarme, quizás hubiéramos estado hablando un rato y ya está. Después de todo, éramos razas contrarias y el odio que nos sentíamos la una hacia la otra era algo que no podíamos evitar. Era algo raro en mí. Odiar a alguien. Yo le tenía mucho aprecio a mi madre y tras abandonar toda mi vida, el rosario era el único lazo que me quedaba con Cork, ¿por qué Eyra tenía que ser tan egoísta? Era una bomba humana, tenía ganas de gritar, de destrozar cosas. Era un momento ideal para transformarme, sintiendo todo el odio que sentía, pero que mala suerte, la luna llena nunca llega cuando uno quiere...
Cyara Seery- Licántropo Clase Media
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Re: Reencuentro en el lugar menos esperado (Eyra)
Sus preguntas empezaban a incomodarme. ¿Debía ser sincera? ¿Qué ganaba al contarle la verdad? ¿Qué perdía si no lo hacía? En realidad no me importaba. Si ella sabía el motivo probablemente con más razón se negaría a devolvérmelo, pero como igualmente pensaba controlarla mentalmente, me daba igual si se ponía a la defensiva. Y si no se lo contaba, le haría desconfiar más de mí y seguría estando a la defensiva. Así que, mirándolo de todos los ángulos, decidí que podía responder a sus preguntas curiosas sin temor alguno, sólo para ver su reacción a mi historia.
- Porque yo fuí quién mató a mi padre.- dije con voz casual y monótona, como si hubiera dicho "tengo hambre" de la forma más espontánea del mundo. Aquello me hizo sonreír levemente, aunque quise disimularlo ante Cyara.- Verás, mi padre había asesinado a toda la familia de mi madre y a ella la secuestró y la obligó a obedecerle en todos sus caprichos y aspiraciones. Cuando nací, mi madre intentó vengarse de él pero falló y murió cuando yo sólo tenía seis años.- suspiré profundamente, hundiendo mi rostro entre la sombra del árbol.- Cuando me hice adulta encontré el diario que mi madre me había dejado escondido y tras conocer toda la verdad del asunto, decidí tomarme la justicia por mi mano, acabando con su vida.- murmuré, no dándome cuenta que había estado bajando la tonalidad de mi habla conforme mi historia iba avanzando.- Por eso tuve que huír, por eso no pude reclamar lo que era mío y tuve que ver cómo pasaban las relíquias de una mano a otra sin poder frenarlo, hasta que toda mi familia fue muriendo y sus descendientes a penas sabían nada de mí, fue entonces cuando pude incursar en sus vidas y recuperar lo que me pertenecía.
Mientras hablaba recordaba lo sencillo que hubiera sido de poseer el don de la manipulación como lo tenía ahora, maldiciendo que aquella habilidad sólo apareciera con la edad. En aquella época era una vampiresa neófita, llena de dudas e inquietudes. No pude manejar la situación como hubiera deseado y el no salir de noche me dificultaba la tarea de rasteo. Pero por fín, recuperé la mayor parte de los tesoros familiares.
- No se trata de egoísmo, Cyara.- le espeté de pronto, recordando sus acusaciones con una mueca de desagrado.- Se trata de algo que era mío y por las circunstancias mi prima me lo robó. Y si fuera por egoísmo, te aseguro que ni tan siquiera el rosario hubiera llegado a manos de tu madre.- dije, ahora mostrando enfado por todo aquello.- Recuerdo que mi abuela me prestaba el crucifijo como juego infantil dado que ninguno de nuestra aldea se había convertido al cristinismo, rememoro cada vez que ella alabava la belleza de aquella pieza única, cómo olvidar las veces que me lo prestó cuando mi padre me organizaba alguna cita para, según ella, desearme suerte.- suspiré, calmando de nuevo mi estado anímico y relajando mis músculos.- Todos los recuerdos están en aquella pieza y pienso luchar con uñas y dientes para recuperarlo.
Me giré de pronto hacia ella y salté de la rama, cruzándome de brazos a la altura de mi pecho y observando su semblante con aire fieruno. Estaba cansada de hablar y mis ánsias por recuperar lo que me pertenecía me empujaban a terminar aquello como debí hacerlo hacía décadas: sometiéndola a mi voluntad. Sonreí con soberbia y maldad, dando un paso hacia Cyara.
- Porque yo fuí quién mató a mi padre.- dije con voz casual y monótona, como si hubiera dicho "tengo hambre" de la forma más espontánea del mundo. Aquello me hizo sonreír levemente, aunque quise disimularlo ante Cyara.- Verás, mi padre había asesinado a toda la familia de mi madre y a ella la secuestró y la obligó a obedecerle en todos sus caprichos y aspiraciones. Cuando nací, mi madre intentó vengarse de él pero falló y murió cuando yo sólo tenía seis años.- suspiré profundamente, hundiendo mi rostro entre la sombra del árbol.- Cuando me hice adulta encontré el diario que mi madre me había dejado escondido y tras conocer toda la verdad del asunto, decidí tomarme la justicia por mi mano, acabando con su vida.- murmuré, no dándome cuenta que había estado bajando la tonalidad de mi habla conforme mi historia iba avanzando.- Por eso tuve que huír, por eso no pude reclamar lo que era mío y tuve que ver cómo pasaban las relíquias de una mano a otra sin poder frenarlo, hasta que toda mi familia fue muriendo y sus descendientes a penas sabían nada de mí, fue entonces cuando pude incursar en sus vidas y recuperar lo que me pertenecía.
Mientras hablaba recordaba lo sencillo que hubiera sido de poseer el don de la manipulación como lo tenía ahora, maldiciendo que aquella habilidad sólo apareciera con la edad. En aquella época era una vampiresa neófita, llena de dudas e inquietudes. No pude manejar la situación como hubiera deseado y el no salir de noche me dificultaba la tarea de rasteo. Pero por fín, recuperé la mayor parte de los tesoros familiares.
- No se trata de egoísmo, Cyara.- le espeté de pronto, recordando sus acusaciones con una mueca de desagrado.- Se trata de algo que era mío y por las circunstancias mi prima me lo robó. Y si fuera por egoísmo, te aseguro que ni tan siquiera el rosario hubiera llegado a manos de tu madre.- dije, ahora mostrando enfado por todo aquello.- Recuerdo que mi abuela me prestaba el crucifijo como juego infantil dado que ninguno de nuestra aldea se había convertido al cristinismo, rememoro cada vez que ella alabava la belleza de aquella pieza única, cómo olvidar las veces que me lo prestó cuando mi padre me organizaba alguna cita para, según ella, desearme suerte.- suspiré, calmando de nuevo mi estado anímico y relajando mis músculos.- Todos los recuerdos están en aquella pieza y pienso luchar con uñas y dientes para recuperarlo.
Me giré de pronto hacia ella y salté de la rama, cruzándome de brazos a la altura de mi pecho y observando su semblante con aire fieruno. Estaba cansada de hablar y mis ánsias por recuperar lo que me pertenecía me empujaban a terminar aquello como debí hacerlo hacía décadas: sometiéndola a mi voluntad. Sonreí con soberbia y maldad, dando un paso hacia Cyara.
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Re: Reencuentro en el lugar menos esperado (Eyra)
No pude evitar mostrar asombro cuando me confesó que ella había matado a su propio padre. Presentía que Eyra había hecho cosas horribles en el pasado, pero, ¿asesinar a su padre? Era un golpe muy duro para mí. Después, me explicó el motivo. La escuché con atención, ya que después de todo, estaba respondiendo a mis preguntas, cosa que a su vez me sorprendía y mucho. Apreté los puños, sintiéndome impotente. Aún sabiendo ahora su historia, iba a seguir negándome. A pesar de las crueldades que probablemente había hecho su padre con su madre, no iba a compadecerla. Con Eyra, carecía la mayor parte de los sentimientos que me caracterizaban. Solamente sentía ira y odio. Apreté los puños y siguiendo con el plan, me colocaba de forma protectora delante de mi cesta de juguetes. Pronto usaría la fuerza para arrebatarme el rosario y debía ganar tiempo para huir, o quien sabe, pelear contra ella. ¿Y si el mejor momento para huir era aquel? Sentía que Eyra no estaba en sus mejores momentos, rememorando su pasado y quizá se sintiera decaída, y todo.
Pero enseguida noté su cambio de humor. Estaba enfadada, y el momento de recuperar lo que pensaba que era suyo se estaba acercando. Ella seguía pensando que el rosario era suyo, yo tenía mis serias dudas. ¿Y si después de todo, cuándo asesinó a su padre y ver como huía, su familia decidió arrebatarle lo que en teoría debería heredar? Después de todo, si había asesinado a su padre, había renegado de su familia, y por lo tanto, moralmente no podía poseer las reliquias de su familia paterna. Eso era al menos, lo que yo pensaba. Me miré las manos, como si tuviera sangre en ellas, las limpié en la falda de mi vestido. Recordé entonces mi primera transformación, ¿y si yo hubiera matado a mi madre o a mi padre por accidente? ¿Hubiera sido yo capaz de coger el rosario como único recuerdo de mi familia? Yo creía que no, y aún así, mi caso hubiera sido por accidente. Eyra no. Eyra seguramente mató a su padre a sangre fría, como venganza por su madre y por toda su aldea.
Cuando alcé la cabeza, me fijé en que ya no estaba en el árbol, sino en el suelo, a unos pasos cercanos a mí. Iba a atacarme, lo presentía. Sentía el peligro en mis cinco sentidos. Me alertaban, me advertían; me gritaban que era demasiado peligroso, que debía de huir si quería continuar poseyendo el rosario. Cuando dio un paso, yo agarré la cesta de juguetes, abrazándola y protegiéndola. No iba a cerrar los ojos, quería ver cómo pretendía arrebatarme el supuesto rosario que se encontraba en la cesta. La miré seria, con odio. Sentía mi sangre hervir corriendo por mis venas, sentía al lobo de mi interior que quería destrozar a aquella chupasangres. Sin embargo, utilicé mi parte humana.
-Oh Eyra, tú quien vivirá por toda la eternidad, no vas a permitir que yo, una licántropo que le quedarán treinta años de vida como mucho se quede con el rosario. Puede que compartas los recuerdos de tu abuela y yo los de mi madre, pero tú tienes otros recuerdos, otras reliquias. Yo solamente poseo este rosario, quien sabe, quizá pudiera volver a Cork a recuperar otras propiedades mías, pero seguramente mis primos lo habrán heredado al creerme mis padres desaparecida y a su vez muerta. Podría ir, perseguirlos y arrebatarles lo que en teoría es mío, pero no lo haré. Llegaría demasiado tarde, igual que llegaste tú cuando intentaste recuperar el crucifijo y las otras reliquias -tomé aire y tragué saliva. Sentía cada vez más peligro, pero no debía tener miedo; de algún modo sentía que no quería matarme, todavía-. Puede que hayas tenido suerte consiguiendo las otras, puede que seas más fuerte que yo, pero sé que mi fuerza de voluntad y las pocas habilidades que tengo me ayudarán a defender lo que es mío. Lo siento Eyra, va a ocurrir lo mismo que en Dublín.
Pero enseguida noté su cambio de humor. Estaba enfadada, y el momento de recuperar lo que pensaba que era suyo se estaba acercando. Ella seguía pensando que el rosario era suyo, yo tenía mis serias dudas. ¿Y si después de todo, cuándo asesinó a su padre y ver como huía, su familia decidió arrebatarle lo que en teoría debería heredar? Después de todo, si había asesinado a su padre, había renegado de su familia, y por lo tanto, moralmente no podía poseer las reliquias de su familia paterna. Eso era al menos, lo que yo pensaba. Me miré las manos, como si tuviera sangre en ellas, las limpié en la falda de mi vestido. Recordé entonces mi primera transformación, ¿y si yo hubiera matado a mi madre o a mi padre por accidente? ¿Hubiera sido yo capaz de coger el rosario como único recuerdo de mi familia? Yo creía que no, y aún así, mi caso hubiera sido por accidente. Eyra no. Eyra seguramente mató a su padre a sangre fría, como venganza por su madre y por toda su aldea.
Cuando alcé la cabeza, me fijé en que ya no estaba en el árbol, sino en el suelo, a unos pasos cercanos a mí. Iba a atacarme, lo presentía. Sentía el peligro en mis cinco sentidos. Me alertaban, me advertían; me gritaban que era demasiado peligroso, que debía de huir si quería continuar poseyendo el rosario. Cuando dio un paso, yo agarré la cesta de juguetes, abrazándola y protegiéndola. No iba a cerrar los ojos, quería ver cómo pretendía arrebatarme el supuesto rosario que se encontraba en la cesta. La miré seria, con odio. Sentía mi sangre hervir corriendo por mis venas, sentía al lobo de mi interior que quería destrozar a aquella chupasangres. Sin embargo, utilicé mi parte humana.
-Oh Eyra, tú quien vivirá por toda la eternidad, no vas a permitir que yo, una licántropo que le quedarán treinta años de vida como mucho se quede con el rosario. Puede que compartas los recuerdos de tu abuela y yo los de mi madre, pero tú tienes otros recuerdos, otras reliquias. Yo solamente poseo este rosario, quien sabe, quizá pudiera volver a Cork a recuperar otras propiedades mías, pero seguramente mis primos lo habrán heredado al creerme mis padres desaparecida y a su vez muerta. Podría ir, perseguirlos y arrebatarles lo que en teoría es mío, pero no lo haré. Llegaría demasiado tarde, igual que llegaste tú cuando intentaste recuperar el crucifijo y las otras reliquias -tomé aire y tragué saliva. Sentía cada vez más peligro, pero no debía tener miedo; de algún modo sentía que no quería matarme, todavía-. Puede que hayas tenido suerte consiguiendo las otras, puede que seas más fuerte que yo, pero sé que mi fuerza de voluntad y las pocas habilidades que tengo me ayudarán a defender lo que es mío. Lo siento Eyra, va a ocurrir lo mismo que en Dublín.
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Re: Reencuentro en el lugar menos esperado (Eyra)
Resoplé y puse los ojos en blanco de modo teatral. La miré con el ceño fruncido y una sonrisa de oreja a oreja, llena de decisión y energía. Una ernergía que estaba dispuesta a emplear contra ella, pero no para ensuciar mis bonitas uñas con su sangre.
- Lamento tu decisión, Cyara.- me limité a decir, endulzando levemente mi voz y encogiéndome entonces de hombros.
Ella permanecía el banco, abrazando una cesta como si estuviera dispuesta a dar su vida por ella. Lo lógico, quizás, era pensar que el rosario se encontraba allí, aunque mi sentido común y mi setecientos años de vida me negaron esa opción. ¿Quién llevaría un rosario en una cesta? ¿Para pasearlo por la calle? Me parecía estúpido, la verdad. Aunque podría estar jugando conmigo y realmente llevarlo allí... Aunque en realidad, no me importaba lo que ella hiciera o dijera. Ahora le sacaría la verdad por la fuerza.
Concentré todo mi poder vampírico en ella, en su mente, en sus pensamientos. Empecé a rebuscar en su cabeza como si buscara una aguja en un pajar, sólo que se trataba de unos pensamientos o unos recuerdos. Desheché todos aquellos relacionados con su vida privada, sus amistades, su familia, sus planes... ¡oh, vaya! Visto lo visto, no tenía intenciones de tener hijos... interesante. Seguí buscando hasta hallar la verdad de sus actos. Extrañamente, sí llevaba el rosario encima, pero no en aquella cesta sino en un bolsillo interior de su chaqueta. Reí abiertamente y ladeé la cabeza, observando su semblante ahora más pálido y sus ojos desenfocados, perdidos momentáneamente. Aquello era lo bueno del control mental: la sumisión absoluta del sujeto.
Entrégame el rosario, Cyara. Entrégamelo ahora; le ordené mentalmente, viendo cómo la muchacha se levantaba del banco sin mirar a ninguna parte, con los labios fruncidos y su cuerpo a mi merced. Al alzarse, la cesta que se encontraba en sobre sus piernas cayó y se abrió, cayendo de ella varios juguetes infantiles. ¿Juguetes? Aquello empezaba a ser cómico. Ella caminó y alzó su mano hacia su chaqueta, buscando... el rosario. Un precioso rosario con una cruz azabache, deslumbrante pese a su oscuridad. Sin duda, era ese. Su esencia me lo indicaba. Cyara me tendió su mano con la relíquia y yo lo tomé entre mis dedos, guardándomelo en mi pronunciado escote. Sonreí de alivio, sintiendo que un peso había desaparecido de mi espalda. Sólo me faltaba la corona. Sólo la corona y mis deseos se verían cumplidos.
Volví a penetrar en su mente y le ordené que volviera al banco y se sentara en él. Lo hizo sin titubear e incluso cruzando sus piernas cuando se sentó. Agarró la cesta por órden mía y la volvió a abrazar sobre sus piernas.
Entonces dudé. ¿Le borraba la memoria? Podía omitir toda aquella conversación conmigo e irme ahora, desaparecer de su vida y asegurarme que ella nunca me buscara. Pero... era divertido, tener a alguien al acecho, así que no lo hice. Simplemente salí de su mente paulatinamente, dejando que sus ojos retomaran el centello de la vida y su consciencia despertara de su pequeño letargo. Ella parecía confusa y desorientada, pero cuando me vio, empezó a recordar. Por supuesto, sólo hasta que momentos antes le había dicho que me parecía una lástima su decisión. Nada más. Sonreí y aguardé impaciente su reacción, divertida.
- Lamento tu decisión, Cyara.- me limité a decir, endulzando levemente mi voz y encogiéndome entonces de hombros.
Ella permanecía el banco, abrazando una cesta como si estuviera dispuesta a dar su vida por ella. Lo lógico, quizás, era pensar que el rosario se encontraba allí, aunque mi sentido común y mi setecientos años de vida me negaron esa opción. ¿Quién llevaría un rosario en una cesta? ¿Para pasearlo por la calle? Me parecía estúpido, la verdad. Aunque podría estar jugando conmigo y realmente llevarlo allí... Aunque en realidad, no me importaba lo que ella hiciera o dijera. Ahora le sacaría la verdad por la fuerza.
Concentré todo mi poder vampírico en ella, en su mente, en sus pensamientos. Empecé a rebuscar en su cabeza como si buscara una aguja en un pajar, sólo que se trataba de unos pensamientos o unos recuerdos. Desheché todos aquellos relacionados con su vida privada, sus amistades, su familia, sus planes... ¡oh, vaya! Visto lo visto, no tenía intenciones de tener hijos... interesante. Seguí buscando hasta hallar la verdad de sus actos. Extrañamente, sí llevaba el rosario encima, pero no en aquella cesta sino en un bolsillo interior de su chaqueta. Reí abiertamente y ladeé la cabeza, observando su semblante ahora más pálido y sus ojos desenfocados, perdidos momentáneamente. Aquello era lo bueno del control mental: la sumisión absoluta del sujeto.
Entrégame el rosario, Cyara. Entrégamelo ahora; le ordené mentalmente, viendo cómo la muchacha se levantaba del banco sin mirar a ninguna parte, con los labios fruncidos y su cuerpo a mi merced. Al alzarse, la cesta que se encontraba en sobre sus piernas cayó y se abrió, cayendo de ella varios juguetes infantiles. ¿Juguetes? Aquello empezaba a ser cómico. Ella caminó y alzó su mano hacia su chaqueta, buscando... el rosario. Un precioso rosario con una cruz azabache, deslumbrante pese a su oscuridad. Sin duda, era ese. Su esencia me lo indicaba. Cyara me tendió su mano con la relíquia y yo lo tomé entre mis dedos, guardándomelo en mi pronunciado escote. Sonreí de alivio, sintiendo que un peso había desaparecido de mi espalda. Sólo me faltaba la corona. Sólo la corona y mis deseos se verían cumplidos.
Volví a penetrar en su mente y le ordené que volviera al banco y se sentara en él. Lo hizo sin titubear e incluso cruzando sus piernas cuando se sentó. Agarró la cesta por órden mía y la volvió a abrazar sobre sus piernas.
Entonces dudé. ¿Le borraba la memoria? Podía omitir toda aquella conversación conmigo e irme ahora, desaparecer de su vida y asegurarme que ella nunca me buscara. Pero... era divertido, tener a alguien al acecho, así que no lo hice. Simplemente salí de su mente paulatinamente, dejando que sus ojos retomaran el centello de la vida y su consciencia despertara de su pequeño letargo. Ella parecía confusa y desorientada, pero cuando me vio, empezó a recordar. Por supuesto, sólo hasta que momentos antes le había dicho que me parecía una lástima su decisión. Nada más. Sonreí y aguardé impaciente su reacción, divertida.
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Re: Reencuentro en el lugar menos esperado (Eyra)
Lo último que pude escuchar fueron las pocas palabras que Eyra se dignó a dirigirme. "Lamento tu decisión, Cyara" era lo único que sonaba en mi cabeza una y otra vez. Sabía que iba a hacer algo, en mi interior lo sentía, me alertaba. Sorprendentemente, no podía huir, me mantenía apoyada en el banco, abrazada a la cesta, con la única esperanza de confundirla y poder salir corriendo. No pensaba en nada, simplemente no podía. Sentí como mi cuerpo se levantaba del banco a pesar de que yo no se lo había ordenado. Los sonidos de unos juguetes rotos me confundieron, pero yo caminé hacia Eyra, metiendo la mano en el bolsillo de mi falda y sacando el rosario que mi madre me había regalado en mi octavo cumpleaños. ¿Por qué estaba haciendo aquéllo? Ni yo misma me lo podía explicar. Noté como alguien me lo arrebataba, o más bien, que yo misma se lo daba. Cuando recuperé la conciencia y el control sobre mi cuerpo, estaba de nuevo sentada sobre el banco, abrazada a la cesta.
Pestañée varias veces, sin poder creerme lo que acababa de ocurrir. Eyra se encontraba delante mía, con una sonrisa que me indicaba que ya había cumplido su cometido. ¿Cómo lo había conseguido? No lo entendía. ¿Acaso poseía habilidades de las cuales yo desconocía su existencia? Era probable. Mi mirada cayó primero sobre la cesta, bastante vacía a causa de que los juguetes se encontraban en el suelo, desperdigados y algunos de ellos rotos. Entonces lo recordé. Mi mano fue directa hacia el bolsillo de mi falda, no sentía ningún bulto. El rosario de mi madre ya no se encontraba ahí. Mi mirada llena de odio se dirigió entonces hacia Eyra, había estado aguantando toda la ira que sentía por ella. Pero cada vez crecía más y más. Me arrepentí de no haber huido cuando el momento parecía oportuno, ¿y si en verdad había tenido una pequeña esperanza? ¿Y si Eyra aún poseía algo de su antiguo corazón humano y permitía que yo me quedase con el rosario de mi madre? No, sus ansias por la búsqueda de todas las reliquias familiares la había descontrolado. Después de todo, ¿qué pretendía hacer cuando las reuniera todas? ¿Guardarlas en un sito secreto y no volverlas a buscar nunca más? Aquel pensamiento me enfureció todavía más, tanto, que no pude evitar soltar un gruñido de puro odio. No. Aquel rosario me daba fuerzas y esperanza, sentía a mi madre y a mi padre al lado mío cuando lo llevaba conmigo, y ahora ella me había arrebatado la única conexión que tenía con ellos. Me sentía infantil, ya que era como si una niña más grande me hubiera arrebatado mi piruleta. Pero sabía que el rosario no era una piruleta, era algo más importante para mí.
No sabía si llorar, gritar de agonía o reír al percibir que todo aquello a Eyra le daba lo mismo. Había conseguido lo que quería. Me levanté, olvidándome que tenía encima la cesta de juguetes, dejándola otra vez en el suelo. Di varios pasos, hasta que tenía a la vampira cara a cara contra mí. Quería vivir, quería continuar con el propósito; pero de la rabia que sentía no podía pensar con claridad. Lo único que quería era que me devolviera el único recuerdo que tenía con mi familia. Extendí el brazo y le dije:
-Devuélveme el rosario de mi madre, ahora. No sé cómo lo has hecho, pero quiero de vuelta ya mismo lo único que me une a mi familia. Tú ya rompiste todo lazo que tenías con tu familia, ¿qué es lo que pretendes robando las reliquias de tu familia? Si no las heredaste fue por el error que cometiste en el pasado. Comprendo perfectamente la razón, pero ahora no puedes salirte de rositas robando a los descendientes de tu familia reliquias que han pasado a ellos. Acéptalo Eyra, no eres digna de ser la poseedora de las reliquias de tu familia. Lo dejaste de ser cuando mataste a tu padre -me sentía sucia al echar en cara pecados del pasado, pero así era yo. Desde que me convertí a la licantropía me sentía más sensible a todo, con una mayor dificultad para controlar mis emociones, y en esa situación era de lo más difícil.
Pestañée varias veces, sin poder creerme lo que acababa de ocurrir. Eyra se encontraba delante mía, con una sonrisa que me indicaba que ya había cumplido su cometido. ¿Cómo lo había conseguido? No lo entendía. ¿Acaso poseía habilidades de las cuales yo desconocía su existencia? Era probable. Mi mirada cayó primero sobre la cesta, bastante vacía a causa de que los juguetes se encontraban en el suelo, desperdigados y algunos de ellos rotos. Entonces lo recordé. Mi mano fue directa hacia el bolsillo de mi falda, no sentía ningún bulto. El rosario de mi madre ya no se encontraba ahí. Mi mirada llena de odio se dirigió entonces hacia Eyra, había estado aguantando toda la ira que sentía por ella. Pero cada vez crecía más y más. Me arrepentí de no haber huido cuando el momento parecía oportuno, ¿y si en verdad había tenido una pequeña esperanza? ¿Y si Eyra aún poseía algo de su antiguo corazón humano y permitía que yo me quedase con el rosario de mi madre? No, sus ansias por la búsqueda de todas las reliquias familiares la había descontrolado. Después de todo, ¿qué pretendía hacer cuando las reuniera todas? ¿Guardarlas en un sito secreto y no volverlas a buscar nunca más? Aquel pensamiento me enfureció todavía más, tanto, que no pude evitar soltar un gruñido de puro odio. No. Aquel rosario me daba fuerzas y esperanza, sentía a mi madre y a mi padre al lado mío cuando lo llevaba conmigo, y ahora ella me había arrebatado la única conexión que tenía con ellos. Me sentía infantil, ya que era como si una niña más grande me hubiera arrebatado mi piruleta. Pero sabía que el rosario no era una piruleta, era algo más importante para mí.
No sabía si llorar, gritar de agonía o reír al percibir que todo aquello a Eyra le daba lo mismo. Había conseguido lo que quería. Me levanté, olvidándome que tenía encima la cesta de juguetes, dejándola otra vez en el suelo. Di varios pasos, hasta que tenía a la vampira cara a cara contra mí. Quería vivir, quería continuar con el propósito; pero de la rabia que sentía no podía pensar con claridad. Lo único que quería era que me devolviera el único recuerdo que tenía con mi familia. Extendí el brazo y le dije:
-Devuélveme el rosario de mi madre, ahora. No sé cómo lo has hecho, pero quiero de vuelta ya mismo lo único que me une a mi familia. Tú ya rompiste todo lazo que tenías con tu familia, ¿qué es lo que pretendes robando las reliquias de tu familia? Si no las heredaste fue por el error que cometiste en el pasado. Comprendo perfectamente la razón, pero ahora no puedes salirte de rositas robando a los descendientes de tu familia reliquias que han pasado a ellos. Acéptalo Eyra, no eres digna de ser la poseedora de las reliquias de tu familia. Lo dejaste de ser cuando mataste a tu padre -me sentía sucia al echar en cara pecados del pasado, pero así era yo. Desde que me convertí a la licantropía me sentía más sensible a todo, con una mayor dificultad para controlar mis emociones, y en esa situación era de lo más difícil.
Cyara Seery- Licántropo Clase Media
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Re: Reencuentro en el lugar menos esperado (Eyra)
Su última frase fue el detonante.
Aquella niñita ignorante me había acusado de ladrona yde no ser justa merecedora de las reliquias. Ella, que ni tan sólo sabía el poder que ocultaban cada una de ellas. No tenía ni idea de lo que significaba poseer una de aquellas joyas y quizás por ello, la muy inconsciente iba paseando su rosario por la calle así sin más.
Pero sus últimas palabras mataron aquella poca humanidad -o paciencia- que se mantenía erguida en mi interior. La hizo añicos y ya no encontré razón alguna para seguir controlándome ante ella. Yo era superior a la loba en todos los sentidos: en edad, en habilidades, en experiencia, en conocimientos... ¿Porqué seguía encaprichada en mantenerla en vida? No ganaba más que disgustos y enfados. Y aún así, no la maté. Y aún ahora me pregunto el porqué.
Alcé la mano y llena de ira, abofeteé su mejilla derecha, viendo cómo su rostro quedaba ladeado y la marca de mis dedos empezaba a aparecer en su piel, coloreándola de un inteso color rubí.
- Suficiente hice por tí, estúpida perra callejera.- le escupí con fiereza, mirándola con el odio más intenso que nunca había sentido por nadie.- Da gracias de que no te mato aquí y ahora.
Aquella niñita ignorante me había acusado de ladrona yde no ser justa merecedora de las reliquias. Ella, que ni tan sólo sabía el poder que ocultaban cada una de ellas. No tenía ni idea de lo que significaba poseer una de aquellas joyas y quizás por ello, la muy inconsciente iba paseando su rosario por la calle así sin más.
Pero sus últimas palabras mataron aquella poca humanidad -o paciencia- que se mantenía erguida en mi interior. La hizo añicos y ya no encontré razón alguna para seguir controlándome ante ella. Yo era superior a la loba en todos los sentidos: en edad, en habilidades, en experiencia, en conocimientos... ¿Porqué seguía encaprichada en mantenerla en vida? No ganaba más que disgustos y enfados. Y aún así, no la maté. Y aún ahora me pregunto el porqué.
Alcé la mano y llena de ira, abofeteé su mejilla derecha, viendo cómo su rostro quedaba ladeado y la marca de mis dedos empezaba a aparecer en su piel, coloreándola de un inteso color rubí.
- Suficiente hice por tí, estúpida perra callejera.- le escupí con fiereza, mirándola con el odio más intenso que nunca había sentido por nadie.- Da gracias de que no te mato aquí y ahora.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: Reencuentro en el lugar menos esperado (Eyra)
Aquella boca mía siempre me había traído problema. Como aquélla vez, cuando tenía seis años y me atreví a preguntarle a mi maestra de escuela que si Dios era tan benevolente y poderoso, porque permitía que la gente amable muriera de formas tan dolorosas. Como única respuesta, la maestra agarró su larga regla de madera y me ordenó que colocara mi mano derecha sobre la mesa y que en ningún momento la apartase. Sabía qué era lo que me esperaba, pues se lo había visto a hacer a otros compañeros míos de clase, aún así era más doloroso de lo que aparentaba. La regla de madera caía una y otra vez sobre la mano derecha, cada vez con más fuerza. Yo reprimía mis gritos de dolor, pero cuando llegó el número veinte, solté lágrimas y le supliqué a mi maestra que parase. Pero ella continuó, así hasta que acabó la clase. No pude coger el carboncillo hasta pasados diez días, tenía la mano inflamada, hinchada, casi parecía un tomate y lo que era peor, me dolía y mucho.
Me había pasado lo mismo con Eyra, tal era el odio que sentía por ella que no me había podido reprimir. Le había echado en cara el secreto de su pasado que me había contado hacía poco. Su respuesta fue clara y sencilla. Me abofeteó con la fuerza única de un vampiro, pero yo era una licántropo y podía soportar aquéllo. Hubiera llegado a ser humana y me habría destrozado la cara por completo. Miraba a un lado y notaba como mi mejilla iba hinchándose poco a poco, y entonces, sin poder retenerlo, gruñí como una estúpida. Escuché sus palabras y me llenaron todavía más de odio e ira. Y cuando me escupió, no me pude retener. Mis sentidos me avisaban de que huyera ahora que podía, que iba a ser mi última oportunidad, pero no me lo permitía. Tenía muchas cosas que hacer en la poca vida que me quedaba, pero aún así, las había olvidado por completo cuando me enfrenté a ella. Ladée de nuevo la cara para encontrarme con la de Eyra, y gritando como una loca, me abalancé sobre ella llevando mis manos sobre su delicado -aunque vampírico- cuello. Estaba encima de ella, y en cualquier momento me echaría hacia atrás, haciéndome chocar contra el banco. Utilicé todas mis fuerzas reservadas y las emplée en estrangularle el cuello, entonces recordé que mi plan nacido del odio no iba a funcionar. ¿Cómo se podía matar a un vampiro? Sabía que podían vivir eternamente si no les llegaban a matar, pero desconocía los métodos. Aparté mis manos lentamente del cuello de Eyra y me quedé mirándola con desprecio.
-¿Cómo he llegado a éste? -pensé en voz alta, y me fui separando poco a poco de Eyra
Me había pasado lo mismo con Eyra, tal era el odio que sentía por ella que no me había podido reprimir. Le había echado en cara el secreto de su pasado que me había contado hacía poco. Su respuesta fue clara y sencilla. Me abofeteó con la fuerza única de un vampiro, pero yo era una licántropo y podía soportar aquéllo. Hubiera llegado a ser humana y me habría destrozado la cara por completo. Miraba a un lado y notaba como mi mejilla iba hinchándose poco a poco, y entonces, sin poder retenerlo, gruñí como una estúpida. Escuché sus palabras y me llenaron todavía más de odio e ira. Y cuando me escupió, no me pude retener. Mis sentidos me avisaban de que huyera ahora que podía, que iba a ser mi última oportunidad, pero no me lo permitía. Tenía muchas cosas que hacer en la poca vida que me quedaba, pero aún así, las había olvidado por completo cuando me enfrenté a ella. Ladée de nuevo la cara para encontrarme con la de Eyra, y gritando como una loca, me abalancé sobre ella llevando mis manos sobre su delicado -aunque vampírico- cuello. Estaba encima de ella, y en cualquier momento me echaría hacia atrás, haciéndome chocar contra el banco. Utilicé todas mis fuerzas reservadas y las emplée en estrangularle el cuello, entonces recordé que mi plan nacido del odio no iba a funcionar. ¿Cómo se podía matar a un vampiro? Sabía que podían vivir eternamente si no les llegaban a matar, pero desconocía los métodos. Aparté mis manos lentamente del cuello de Eyra y me quedé mirándola con desprecio.
-¿Cómo he llegado a éste? -pensé en voz alta, y me fui separando poco a poco de Eyra
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Re: Reencuentro en el lugar menos esperado (Eyra)
La conocía. Sabía que como una licántropa que era, sus instintos eran más animales y salvajes. Sabía que mi bofetón sería la gota que colmaría su vaso y aún así, no había dudado en hacerlo. Cuál fue mi -no- sorpresa cuando ella gruñó como un lobo hambriento y se me tiró encima, manchando mi vestido con la arena del lugar. Aquello sí que no se lo perdonaría. Entonces, a la muchacha no se le ocurrió mejor forma de intentar matarme que... ¡estrangulándome! Proferí una carcajada sonora y relajada, como si estuvieran haciéndome cosquillas. ¿A caso no sabía como matar a un vampiro? Aquello era un punto a mi favor, por supuesto. Pero... ¿estrangularme? Ni siquiera me afectaba el hecho de dejar de respirar, pues realmente, era un gesto humano, no necesario para vampiros. Podría pasar el resto de mi existencia bajo agua y no moriría, eso estaba claro.
Ella se alejo con el rostro descompuesto, preguntándose qué había hecho. Yo no podía dejar de reír, pero me levanté del suelo para no arrugar la falda de mi traje. La miré con autosuficiencia y sin borrar la sonrisa maquiavélica de mi rostro.
- Ésta ha sido la forma más estúpida de intentar matarme que jamás he visto.- reí, arreglándome mi pelo desaliñado mientras no le quitaba ojo de encima. Si cometía otra imprudencia, no dudaría en ejercitar mi poder mental para torturarla, algo que hacía realmente tiempo que no hacía con nadie, pues sabía que era demasiado doloroso y aquella tortura no se la deseaba a nadie, ni siquiera a mis enemigos. Muchos morían al poco de emplear aquél método de tortura mental.
Ella se alejo con el rostro descompuesto, preguntándose qué había hecho. Yo no podía dejar de reír, pero me levanté del suelo para no arrugar la falda de mi traje. La miré con autosuficiencia y sin borrar la sonrisa maquiavélica de mi rostro.
- Ésta ha sido la forma más estúpida de intentar matarme que jamás he visto.- reí, arreglándome mi pelo desaliñado mientras no le quitaba ojo de encima. Si cometía otra imprudencia, no dudaría en ejercitar mi poder mental para torturarla, algo que hacía realmente tiempo que no hacía con nadie, pues sabía que era demasiado doloroso y aquella tortura no se la deseaba a nadie, ni siquiera a mis enemigos. Muchos morían al poco de emplear aquél método de tortura mental.
Arlette- Vampiro Clase Baja
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Re: Reencuentro en el lugar menos esperado (Eyra)
Con impotencia, escuchaba sus risas. Desconocía el método de acabar con la vida de un ser inmortal, pero en mi interior sentía que lo único que iba a necesitar era arrancarle esa maldita cabeza suya mientras se reía. No quería continuar con aquéllo, me sentía cansada, tanto físicamente como mentalmente. ¿Cómo una persona podía sentir tantas emociones al mismo tiempo? Sentía como si fuera a explotar. Nunca había matado, que yo recordase, prefería que fuera el tiempo o las decisiones quienes acabasen con la persona. Aún así sabía que el tiempo no iba a acabar con Eyra, no podía simplemente sentarme y a esperar a que se volviera una vieja decrépita y que las enfermedades se la llevasen. En todo caso, la vieja decrépita iba a ser yo en un futuro aún algo lejano para mí. Respiré profundamente para intentar relajarme, Eyra siempre conseguía sacar lo peor de mí, sin embargo no quería acabar con su vida, ¿o tal vez sí? Mi lobo interior me gruñía, se despedazaba por dentro con tal de que yo le prestase atención. Quería acabar con esa chupasangres de inmediato.
Aquel no era el momento más apropiado para pensar en un plan para conseguir de nuevo mi rosario. Debía prepararme, informarme. Pero sabía que no iba a soportar estar separada del rosario de mi madre. No, debía actuar como la adulta que era -desde hacía mucho tiempo-.
-¿Vas a quedarte mucho tiempo en París, Eyra? Lo digo porque si es así, espero volver a encontrarme contigo para recuperar lo que me pertenece. Puede que ahora sigas pensando que debes poseerlo tú por tus derechos familiares, pero sigues estando equivocada, y un día de éstos lo comprenderás. Había algo en mi interior que me ha estado molestando durante todo el tiempo, ahora le he escuchado. Me marcho a mi juguetería. He entendido que no tengo oportunidad alguna contra ti, aún estoy muy verde, quizá porque nunca me había preocupado mucho por este mundo. Puedes llamarme cobarde por marcharme ahora y resignarme a no recuperar el rosario de mi madre. En mi interior siento que algún día comprenderás que todas esas reliquias dejaron de ser tuyas hace mucho tiempo, Eyra Erikdottir era una joven que murió hace muchos siglos. Tú ahora eres una vampira que juega a ser ella para siempre -respiré hondo, sabía que aquellas palabras iban a enfadarla todavía más, pero no podía evitarlo. Tenía la extraña manía de decir siempre la verdad-. No ha sido un placer encontrarme contigo, después de todo, sin embargo espero volver a encontrarme contigo... -debía marcharme hacia la juguetería, ya era muy de noche, pero sentía curiosidad por la respuesta de Eyra. ¿Dejaría que me fuera danzando por ahí? No lo sabía.
Aquel no era el momento más apropiado para pensar en un plan para conseguir de nuevo mi rosario. Debía prepararme, informarme. Pero sabía que no iba a soportar estar separada del rosario de mi madre. No, debía actuar como la adulta que era -desde hacía mucho tiempo-.
-¿Vas a quedarte mucho tiempo en París, Eyra? Lo digo porque si es así, espero volver a encontrarme contigo para recuperar lo que me pertenece. Puede que ahora sigas pensando que debes poseerlo tú por tus derechos familiares, pero sigues estando equivocada, y un día de éstos lo comprenderás. Había algo en mi interior que me ha estado molestando durante todo el tiempo, ahora le he escuchado. Me marcho a mi juguetería. He entendido que no tengo oportunidad alguna contra ti, aún estoy muy verde, quizá porque nunca me había preocupado mucho por este mundo. Puedes llamarme cobarde por marcharme ahora y resignarme a no recuperar el rosario de mi madre. En mi interior siento que algún día comprenderás que todas esas reliquias dejaron de ser tuyas hace mucho tiempo, Eyra Erikdottir era una joven que murió hace muchos siglos. Tú ahora eres una vampira que juega a ser ella para siempre -respiré hondo, sabía que aquellas palabras iban a enfadarla todavía más, pero no podía evitarlo. Tenía la extraña manía de decir siempre la verdad-. No ha sido un placer encontrarme contigo, después de todo, sin embargo espero volver a encontrarme contigo... -debía marcharme hacia la juguetería, ya era muy de noche, pero sentía curiosidad por la respuesta de Eyra. ¿Dejaría que me fuera danzando por ahí? No lo sabía.
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Re: Reencuentro en el lugar menos esperado (Eyra)
Dejé que la loba balbuceara cuanto quisiera sobre mí, pues al fin y al cabo, no tenía ni idea de quién era. Así que dejé que parloteara libremente, puesto que eso era lo único que le quedaba: palabras. El rosario estaba en mi poder y contra mí no tenía nada que hacer. Si pensaba plantarme cara, sabía que moriría en cuestión de segundos. Sonreí socarronamente y le hice un gesto con la mano como si le diera permiso para irse.
- Au revoir, Cyara.- me despedí con sarcasmo.- Espero no volverte a ver, pues no prometo que vieras la luz del sol de nuevo.
Y así, más feliz que un anís después de conseguir mi propósito, apoyé mi peso sobre los talones y giré en redondo para empezar a alejarme del lugar, pensando en qué podría llevarme a la boca antes de acostarme, pues después de aquella larga charla me sentía sedienta. Pronto, la brisa nocturna se llevó el aroma de la licántropa y yo me dejé llevar por mis instintos, cazando a un pobre infeliz borracho y tras satisfacerme con su sangre, dejándole tiradao en la calle con los suficientes pálpitos como para que el hombre sobreviviera a mi ataque, como siempre procuraba hacer. Y cuando la luna se ocultó, yo ya me encontraba tras la sabanas de mi solitario lecho, abrazando aquél rosario y soñando con la persona que me lo regaló, no pudiendo evitar sonreír para mis adentros sintiéndome complacida.
Off: ¿Cierras post?
- Au revoir, Cyara.- me despedí con sarcasmo.- Espero no volverte a ver, pues no prometo que vieras la luz del sol de nuevo.
Y así, más feliz que un anís después de conseguir mi propósito, apoyé mi peso sobre los talones y giré en redondo para empezar a alejarme del lugar, pensando en qué podría llevarme a la boca antes de acostarme, pues después de aquella larga charla me sentía sedienta. Pronto, la brisa nocturna se llevó el aroma de la licántropa y yo me dejé llevar por mis instintos, cazando a un pobre infeliz borracho y tras satisfacerme con su sangre, dejándole tiradao en la calle con los suficientes pálpitos como para que el hombre sobreviviera a mi ataque, como siempre procuraba hacer. Y cuando la luna se ocultó, yo ya me encontraba tras la sabanas de mi solitario lecho, abrazando aquél rosario y soñando con la persona que me lo regaló, no pudiendo evitar sonreír para mis adentros sintiéndome complacida.
Off: ¿Cierras post?
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