Es otra ilusión ¿o no? [Anuar]

Ya me había acostumbrado a mi rutina, por las mañanas me pasaba por la consulta del doctor Stravinsky a tomar leche fresca, nuestra amistad había crecido mucho aquel día de nuestro primer encuentro entre, preguntas y transformaciones habíamos creado un lazo y uno bien fuerte, me gustaba visitarlo porque siempre me sorprendía era un buen hombre y no me cavia duda que era un buen doctor. La mañana seguía el curso natural de las cosas, había ido al restaurant a trabajar y para mi sorpresa tenía el día libre, ya se me había olvidado que ese día tenia libertad para hacer lo que desease, o quizás no tanto.

Entre suspiros y suspiros mire el cielo aun era temprano, muy temprano como para ir a visitar a, al que había robado mi corazón, mi alma mi todo. Sin más que hacer me pase por el mercado para comprar algunos víveres para tener que comer, aun no sabía nada de Anuar y fiel a él seguía en el piso, lo mantenía limpio ordenado y sin palomas; reí al recordar aquel suceso entre las palomas yo y Soren, ¡que días aquellos!. Cuando tuve lo necesario para la semana me dirigí al piso, desvié mi camino entre los callejones que ya me los conocía de memoria y de día no eran de temer estaban iluminados y despejado de cualquiera que si quiera pensara en atacarme.

Subí con gran velocidad al tercer piso, empuje la puerta despacio y me quede detenida en la galería mirando el espacio vacío, la pintura que había hecho ya estaba fresca y se podía ver por todo el suelo. El día anterior había hecho una obra de arte en el lugar, con mis patas en mi forma felina había pintado el lugar dejando huellas de mis patitas, formando nada más que caminos, pero no me había quedado solo en eso si no que mezcle todas mis formas e hice varios recorridos dejando mis huellas pintadas en el suelo. – Le hacía falta color – dije aun estando en el umbral de la puerta, aun recordaba mi primer día en aquel lugar con todos esos cuadros, lienzos pintados de una manera tan única, sentí un poco de melancolía y seguía pensando positivo, no quería creer que lo habían convertido, negué con la cabeza varias veces y entre por completo al piso del pintor, vi al pintor al otro lado de la galería y sonreí para mí – Otra ilusión – no era la primera vez que mi mente me engañaba, lo había visto miles de veces en el piso pero nunca era. Avance en silencio y pase directo a la cocina para preparar algo ya se acercaba la hora de comer y mi estomago se pondría a gruñir.

Era como si aún estuviera dormida, era en esos momentos que mi corazón se acongojaba y pedía a gritos un abrazo, era en ese momento cuando necesitaba que la soledad me envolviera y me diera los mismos ánimos para seguir con mi camino, cerré los ojos y avance cuan felino es casi no oído por el lugar, entre mis brazos estaba la bolsa del mercado con verduras y carne para cocinar, el camino por la habitación me lo sabía de memoria podría recorrer el lugar a ojos cerrados guiada por mis instintos pero suspire varias veces dejándome llevar por nada más que…

Aquella voz hizo que cada célula de mi cuerpo se tensara mis brazos cedieron y callo la bolsa revotando en el lugar, mis ojos con rapidez se abrieron, estaba paralizada como aquel día, cuando me encontró en las zonas abandonadas, cuando me habían despojado de todas mis pertenencias, mis ojos lentamente se llenaron de lágrimas y dando la vueltas solo pude sentir el aroma, me había limitado… siempre que entraba al piso de Anuar bloqueaba, para no extrañarlo tanto como lo hacía… pero era el… - An… Yo…. – casi en ese mismo momento y con gran energía le di un abrazo apretándolo casi con todas las fuerzas que tenía en ese momento, mis ojos no dieron tregua y las lágrimas afloraron como cualquier obra de arte en la que no habías visto a tu hermano u amigo en años. – No… no eres una ilusión… - dando certeza de aquello ya que el tacto entre los dos había sido agradable.

Quería decirle mil cosas, contarle por todo lo que he vivido, contarle de mis fracasos y mis triunfos, de mis alegrías y mis penas, no sabía por dónde empezar y mis ojos lagrimeaban sin parar, él había sido el primer hombre que me había tendido la mano cuando más lo necesitaba, le debía mucho más de lo que él se imaginaba. Me aleje de él tomando sus manos con las mías mirándolo convenciéndome de que si era el – Te extrañe – dije entre sollozos y le di un beso en la mejilla, podía ver en sus ojos que había crecido como persona, podía sentirle…. – ¿Eres tú, Cierto… no estoy soñando? – era curiosa pero no sabía en ese momento que era realidad o que no lo era.

Calme mi interior, calmando así las lagrimas que lentamente cesaban, quería verlo y con todo aquel berrinche de mis ojos no había podido apreciarle, suspire el aire me hacía falta cuando el nudo en la garganta se hacía cada vez más fuerte. Baje la mirada y me quede quieta mirando el suelo, sin decir ni una palabra.

Si el tiempo se pudiese detener a gusto de uno, ese sería el momento de poner todo en pausa, y pintar aquel reencuentro que habíamos tenido, ya no cabían dudas era el en carne y hueso, Anuar Dutuescu quien hacía tiempo no veía, al cual la pista y el rastro de su aroma se había esfumado por completo de aquel lugar. Quede como una verdadera estatua conteniendo todo lo que en ese momento habitaba en mi interior. ¿Nervios? Claro que no, era emoción lo que sentía, sí. Él había sido como un verdadero amigo para mí, aun cuando pude irme de aquel lugar jamás paso en mi cabeza, ya que… simplemente no podía.

Lleve una de mis manos hacia mi rostro para detener el lloriqueo, para detener la emoción, habían otras maneras de expresar todo aquello, esperaba tener tiempo para contarle todo, o tal vez contar lo más relevante en estas últimas semanas. Sonreí ampliamente, respire profundo y con ganas, gire mi cuerpo para seguirle a la cocina, que parecía otra, ciertamente me había dedicado a restaurarla, agradecía que mi trabajo era estable y que me daba para vivir, para poder tener lo mío, o lo nuestro ya que todo aquello era del también. Quería invadirlo en preguntas pero no sabía por dónde empezar, trague saliva y me pare frente de el – Me siento feliz que este de vuelta a tu hogar – mi voz sonó suave intentando por todos los medios no romper aquella armonía que me había autoimpuesto.

No quería explicaciones, pero una parte de mi las necesitaba, quizás quería espacio o intimidad que seguramente conmigo ahí no las podría tener, o tal vez… moví mi cabeza de lado a lado sacando toda pregunta de mi al menos ahora solo quería disfrutar de su compañía que tanto me gustaba – Creo que tendremos todo el día para conversar, me dieron libre en el trabajo – dije levantando los hombros – ¿Tienes hambre? Porque hoy cocinare carne a la olla – puse mi dedo su nariz tocándole suavemente para luego largarme a reír, si, estaba nerviosa tenía que admitirlo ya que mis actos demostraban aquello.

Me adelante y puse la carne bajo el fregadero para que esta se limpiara, me volví a dirigir al pintor – Pague la renta, vinieron a cobrarla – no sabía por qué había dicho aquello, quizás no quería entrar en detalles, prefería que todo saliera natural que el hablara sin presiones ni ataduras, después de todo éramos amigos y no quería que fuese de otra forma. Apoye mi cuerpo en el mueble de la cocina y mirando al pintor me quede en silencio mirando el suelo esperando alguna reacción por parte de él, quizás no me diría nada pero no quería entrar en suposiciones que verdaderamente solo harían atormentarnos mutuamente.

De todas las personas que había conocido en Paris solo dos eran tachados como mis amigos, el pintor y el doctor, era extraño un humano y un vampiro, pero de algo si agradecía, que aquellos aparecieran en mi vida, de no ser así… quizás estuviera medio muerta en algún lugar. Trague saliva cuando dijo sus palabras, no exigía a nadie pero solo me bastaba ver a los ojos de Anuar para saber que sus palabras venían de muy adentro de su corazón. Sonreí suave mirándolo a los ojos, seguía igual a mi recuerdo, igual que como la primera vez que me recogió en aquellas zonas donde solo existía el abandono. Suspire aliviada era como si hubieran quitado la soga que amarraba mi cuello, el, si el de alguna forma era más que un amigo, un hermano que nunca tuve.

Trabajo… Trabajo en un Restaurar, soy ayudante del Chef – Levante los hombros, el trabajo era bueno, los horarios flexibles, la paga era buena y siempre podía traerme algo de comida de aquel lugar y no solo por el hecho de que yo cocinaba si no que mi jefe era una persona buena. Mis compañeros de trabajo eran de todo tipo, humildes, egocéntricos, críticos, flojos, trabajadores pero algo teníamos en común todo éramos de la misma clase social, no existía distinción entre eso. –Es un buen trabajo, me gusta ir ahí, ayudar al Chef, cocinar aquellos platos de nombres impronunciables pero deliciosos, no me quejo creo que es un lugar al que calzo muy bien. – añadí mientras abría la llave del agua, que me había dedicado a repararla, ya que tenía una gotera que no me dejaba dormir en las soledades de la noche, lave la carne con cuidado y la puse en un pequeño mesón que había conseguido a un precio accesible.

Es delicioso, lo aprendí a cocinar en el trabajo, es sencillo pero ayuda a que el estomago no ruga – sonreí media cómplice ya que yo no era de comer grandes porciones de comida y con muy poco me llenaba pero aquella ocasión era el momento para cocinar a lo grande, un festín, un reencuentro. – Si quieres ayudarme, puedes cortar las verduras, en cubos – dije mientras me dedicaba a cortar la carne con cuidado, estaba fresca, roja y fría el punto perfecto para hacer un verdadera cena… Mientras mis dedos jugaban con el cuchillo separando la grasa y nervios para solo dejar la carne, escuche lo de la renta – No te preocupes, cuando tengas trabajo comienzas a pagar, de no ser así yo puedo hacerlo – soné tranquila, pero de alguna forma sentí ese vacío en mi interior, tenía la necesidad y el deber de contarle, de las cartas, de Italia, de lo que me había pasado.

Anuar… - dije casi en un soplido que salió de mis labios, como si fuera mi último aliento – Tengo… una pareja – tampoco quería que pensara mal de mí, nunca lo había traído a este lugar, no por vergüenza, si no por la distancia que nos separaba, aguarde silencio recordando que en unos días tendría que viajar, a Italia, a si me lo había pedido Zarek y ya hacia un par de meses que no lo veía, y cada día lo extrañaba mas, pero tenía miedo, de irme y no volver, pero aquello no lo dije, no hable, solo me concentre en lo que estaba haciendo, prendí la olla y eche algunas especies, un poco de grasa, de la misma carne y a fuego lento espere a que se frieran solo un poco. –Espero no te moleste que haya pintado tu galería, pero… me había acostumbrado a ver tu arte… y necesitaba un poco de color para mis días grises – desvié mi cabeza en dirección a la puerta principal, era un desastre de color pero me gustaba.

El pintor, el hermano que nunca tuve, el hombre que me acogió… mi compañero de hogar, el… era extraño si quiera pensar todo eso de él, pero así lo era, eso era lo que sentía por él, ese amor que solo alguien de tu sangre puede darte si, el aun cuando nada sanguíneo nos unía para mí era sangre de mi sangre, no sabía porque, pero él era más importante para mí que mi propia vida, hacía mucho tiempo que venía pensando esto yo protegería a Anuar pasara lo que pasara, ahora todo iba en calma, pero aun tenia cosas que contarle, hablarle y no sabía si sería capaz de decir todo lo que mi corazón quería, pero de alguna forma intentaría hacerlo. Comencé a quitarle la grasa a la carne para que quedara livianita para el paladar, mientras ponía a hervir un poco de agua para apresurar la cocción. Puse atención a la forma en que él estaba cortando las verduras y de verdad sentí ese extraño presentimiento en mi estómago, ese algo que no sabías como explicar; me detuve y sentí como me besaba la coronilla, una amplia sonrisa se dibujó en mis labios pero eso no quito el revoltijo que estaba teniendo. Tan solo me dedique hacer lo que mejor sabía observar.

No basto tantos segundos para darme cuenta de lo que al parecer sucedía - ¿Anuar le sucede algo a tu mano? – la curiosidad era lo mío así que de esa manera ladee mi rostro para observarle apuntando a la forma difícil y extraña en como movía su mano, cosa que dio paso a que mi imaginación comenzara a volar, ¿quizás por eso ya no pintaba? ¿O tal vez, le habían golpeado? O mucho peor ¿Se había herido defendiendo al bruto del vampiro?, pero también cabía la posibilidad de que le hubiera sucedido de alguna otra forma. Lentamente mi mano tomo la de él, no quería interrumpirle, tampoco era medico ni nada, pero podía notar las extrañas maneras en que estaba el movimiento. Cuando su mano estuvo junto a la mía, le di una suave caricia, como si con aquello todo volviera a la normalidad, pero solo era un gesto de mero cario hacia él, mi hermano y amigo. – ¿me contaras? Tengo un amigo que es doctor, él puede revisarte – dije un poco nerviosa, no quería que nada malo le pasara pero el daño ya estaba ¿o no?, mi intención era ayudar.

Lo mire directo a los ojos, como una hermana menor mira al mayor, como una niña consentida que busca que le expliquen algo que no entiende, ese revoltijo en mi estómago seguía y claramente no se detendría a menos que entendiera el porqué. Suspire haciendo un puchero leve, seguí dándole caricias, suaves mientras estaba pendiente de él. Aun tenia cosas por contarle pero todo a su tiempo – Lo conocerás y espero que pronto – me limite a decir, tenía que hablarle de las cartas, del encuentro, de mi próximo viaje, todo un mar de sucesos que parecían agolparme justo en ese mismo momento.

Y como un balde de agua fría que congelo no solo mis pensamientos, sus palabras me atormentaron, me hicieron sentir un vacío en mi interior, no tenía explicación para aquel sentimiento que comenzaba poco a poco albergarse en mi corazón, trague saliva y dándome vueltas sin decir palabra alguna continué cortando las verduras, dejándome llevar, descargando mis energías en la cocina, me habían enseñado que cocinar te liberaba, te quitaba la tristeza, la melancolía un mal rato mientras cocinaba pasaba, pero no, en ese momento no sucedía aquello. No tendría respuestas y no preguntaría nada, no era necesario. El pintor se había encargado en dejar todo claro. Me concentre en los alimentos, prendí la cocinilla que me había conseguido, en la hoya vertí la carne para que se dorara un poco, luego las verduras, revolví en silencio escuchando el fuego que flameaba lentamente. Agregue un poco de agua y sal y tape aquella hoya, limpie mis manos, sacando los rastros de comida pegada en ellos y aun sin mirarle, escuche, sus últimas palabras con atención.

Es un vampiro – fue lo primero que dije, parecía ser importante partir por ahí – Es… - hice una prolongada pausa, tan solo lo había visto una vez y con ello me bastaba para saber que lo amaba – es Italiano, vive en ese país… me escribe cartas casi diariamente – trague saliva, de seguro pensaría que estoy loca, pero en realidad lo estaba – Hace dos meses – continué, y el corazón se me estrujo cuando dije aquello, porque específicamente hacía dos meses que no lo veía y por más que sus cartas me decía cuanto me amaba, seguía sintiendo ese vacío en mi interior. – Y en dos días… lo iré a ver… me ha pedido que lo visite – termine por añadir, aquello Anear lo tenía que saber, si tenía dudas se las respondería, no iba en mi callarme menos en ese momento. – Se llama Zarek.

La tapa de la hoya comenzó a moverse, destape y revolví agregando un poco de sal, el aroma a las especies con la carne a cualquiera abrirían el apetito y esperaba que el pintor tuviera hambre, era la primera vez que le cocinaba algo elaborado y no quería quedar mal.

Me di vuelta y me senté junto a él, de un momento a otro las cosas habían cambiado aun me sentía emocionada por tenerlo cerca, pero sentía que él me alejaba, que ponía una barrera invisible entre él y yo. No podía estar quieta y me volví a levantar, me puse a ordenar las pocas cosas que estaban sobre la pequeña mesita junto a la cocinilla, mi mente se había ido lejos, había encerrado mis pensamientos, guardado mis emociones. Mi curiosidad oculta la dejaría para otros momentos… ahora me importaba el, Anuar. Que aun sin verlo a la cara podía presentir que había un vacío en el…

Revolví una, dos tres veces, acerque mi nariz un poco al humeante que salía por algún pequeña abertura entre la tapa y la hoya, el olor me envolvió por completo hasta podría decir que deje de pensar en ese momento. Y agradecía hacerlo, porque pensar me degastaba llevaba dos meses o quizás más lamentándome muchas cosas, un abandono, la soledad, la oscuridad, la falta de color, un cariño que había buscado y nunca conseguiría… no creía necesario seguir con mis pensamientos que parecían ser hilos que caían a un barranco que en medio camino se enredaban y ahí quedaban. Apreté mis ojos aun dándole la espalda a Anuar, apreté la quijada notando la tensión que no solo había en mi cuerpo sino que también en mi pensar. Respire profundo no solo una vez reiteradas veces, hasta podría decir que mi cuerpo quiso caer al suelo. Pero no, era una mujer fuerte… una mujer fuerte repetí para mi mientras con lentitud daba vuelta mi cuerpo y apoyándome en el canto del mueble de cocina mire al pintor.

Espero escribir… y mantenerte al tanto… pero volveré… es solo una visita – trague saliva y apreté el mueble con una de mis manos, mientras con ternura escasa veía a ese hombre que tiempo atrás me había ayudado prácticamente había sido el salvador de mi vida y Dios como estaba agradecía de él, por todas las molestias que le había hecho pasar, el… que sin preguntarme nada más me había dado un techo, un hogar, comida y agua… me había cuidado cuando poda decir que estaba apunto… si a punto de morir… el… mi cuerpo se estremeció por completo, mi escasos bellos que cubrían mi piel se erizaron por completo y mis pupilas… no mis ojos se abrieron quedando pegados en la nada.

No me dejas ayudarte… siempre que he querido saber si quiera una cosa más de ti –trague saliva, no era tiempo de hacerse la mujer fuerte y quedarse callada haciendo que nada había pasado – siempre construyes un muro tan alto que nadie pueda entrar en el… te encierras en ti mismo – sentía mi corazón acelerarse con cada palabra, no sabía por qué – me da pena, angustia que sientas ese vacío y desconfianza… está bien, no te conozco del todo, no se cuáles son tus sueños ni tus triunfos ni tus fracasos, pero me gustaría saber que pasa por tu cabeza, que piensas… - baje la mirada, en realidad a medida que hablaba sentía como una carga menos era quitada de mis hombros - ¿He hecho algo malo? – quizás el error era yo, quizás yo no debía estar ahí, el nudo en mi garganta se hizo más fuerte y no pude decir nada porque ese dolor inexplicable comenzaba aflorar en mi pecho. – Si querías estar solo… sólo nunca debiste darme un hogar – fueron mis últimas palabras y apagando la hoya – si tienes hambre la comida esta lista – mi voz sonó fría, casi como si me hubiera convertido en un tempano de hielo, pero había cerrado mi corazón. Me levante mirándolo nuevamente y me encamine hacia la galería, al balcón… necesitaba irme.