Olas rítmicas y vientos de tormenta [Priv. Kael]

por **Valerio Magno** Lun Ago 22, 2011 8:49 am

Al fin la noche había llegado, cubriendo con su oscuro manto las calles y los rincones de esa ciudad, de París. Muchos locales seguían exponiendo orgullosamente sus luces, apenas unas cuantas viviendas seguían teniendo las ventanas iluminadas, y al ser tan tarde poca gente podía encontrarse caminando de forma tranquila sobre los adoquines. Era la hora de los ladrones, los asesinos en serie y las bestias que moraban lejos de la vista inocente de la humanidad, entre los cuales él se contaba. Llevaba demasiado tiempo siendo un monstruo, necesitado de la sangre de los demás para sobrevivir, escondiéndose de la luz del sol que tanto daño podía hacerle a pesar de su antigüedad y su experiencia como vampiro. Pero... no era el sol lo único a lo que temía.

Estaba hastiado de la humanidad, de su hipocresía, de las malas miradas y de tener que esconderse en cada rincón por temor a hacer daño a personas que en realidad... eran demasiado blandas como para soportar su maldita realidad a menos de cinco metros de distancia con él. Quizás por eso rehuía los lugares más públicos y transitados, intentando no mezclarse con algún ser humano o con cualquier otra criatura sobrenatural que pudiese criticarlo, juzgarlo e incluso desearlo. Esa noche, sus pasos vagabundos lo habían llevado a las afueras, al puerto, donde esperaba encontrar algo de calma. El mar rugía de forma muy tenue, mecido por un viento que vaticinaba una tormenta futura... tan lejana, que no se podía ni aspirar el aroma de la lluvia en el ambiente. Era un entorno relajado, tan poco hostil como un pequeño retoño, y al mismo tiempo... sabía que tarde o temprano esa tranquilidad tendría que irse, el niño crecería... y el puerto dejaría de ser pacífico para convertirse en un centro de tempestad. Era demasiado similar a su propia vida.

Se dirigió al embarcadero, y miró al horizonte con sus intensos ojos azules entornados, lanzando un silencioso desafío al destino. Había luchado tantas veces contra él... que ya no lo consideraba un rival de peso.