Draegan Sturm

Draegan "El Oscuro", así es conocido y así gusta de ser llamado. Tiene una lengua afilada que hará los comentarios más soeces, arrogantes y sarcásticos. Exageradamente controlador, le gusta mantener siempre las situaciones bajo su mando; si pasa lo contrario hará todo por estar liderando. La muerte siempre es su aliada y no dudará en acudir a su ayuda si se ve amenazado o, como ya hemos dejado claro, si no mantiene el control de lo que está pasando. No juega a observar, aunque esa siempre ha parecido ser su cualidad, una mirada a su alrededor y bastará para hacer un recuento de las personas que se encuentran en el lugar, de lo que están haciendo e incluso de lo qué están pensando. El Oscuro no conoce de intimidad, inmiscuirse en los asuntos de los seres alrededor ya es parte de su naturaleza. Recuerda cada maldito día de su encierro, odia el apellido que lleva pero siempre lo esgrime con esa arrogancia para recordar a los culpables de cada una de sus desgracias. Le gusta ser quien haga las preguntas, mas nunca ser el cuestionado. Disfruta de ser temido y por ello siempre anda intimidando a los que considera seres inferiores. Sus víctimas son, por lo general, las parejas y amantes que se encuentran entre las calles parisinas. No se puede confiar en él, no es leal ni honesto. Sabe sonreír, pero ninguna es real, todas son sinónimos de superioridad.

- Jodido bastardo. La fusta que su padre sostenía y golpeaba impacientemente contra su mano le dio limpiamente en la mejilla. Sabía que salir a hurtadillas significaría recibir un castigo si era descubierto, pero nunca habría imaginado que su padre le levantaría la mano ante una pequeña travesura. Era su único hijo, ¡por Dios! El futuro heredero de todo cuanto poseían. Justo cuanto iba a abrir la boca para refutar, la fusta volvió a ser levantada. La sangre fluyó a través de su boca, una gota escarlata cayendo sobre la fina alfombra. Su madre estaba sentada en una esquina, la mirada perdida sobre la crepitante chimenea. ¿Qué veía en esos tonos rojo amarillentos que le hipnotizaban a tal grado de no decir nada? - Pa... dre. – No pronuncies jamás esa palabra. La frase fue dicha con tal desprecio que Draegan no tuvo oportunidad de sorprenderse. Desmond lo había tirado contra la pared, lanzándose con toda la furia sobre él. Despertó en las mazmorras, sabía que lo eran porque hacía unas cuantas noches había descendido las escaleras para recorrer el único sitio al que no le permitían acceder. – No es un lugar apropiado. Había dicho su madre. Su cuerpo le dolía, su ojo estaba hinchándose, las magulladuras en sus rodillas estaban amoratándose y... Gritó ante el pánico que le recorrió. “Esto es un error. Padre vendrá a sacarme y...” Con las lágrimas corriendo sus mejillas y su ardor incrementándose por cada gota cristalina que descendía, cayó profundamente dormido. Pero los días pasaron y el sirviente que deslizaba un plato a través de una rendija, fue el único que apareció. Con el paso del tiempo, Draegan dejó de pensar en su libertad. El encargado de traerle la comida le había contado lo poco que sabía. Había sido dado por muerto y aquello le hizo comprender que nunca saldría.

Odio e ira fueron su alimento, algunas veces fantaseaba con encontrar una forma de salir y vengarse. Si él había sido tratado como un animal, su respuesta sería atacar. Quería sangre por toda la injusticia que habían cometido. Solstice apareció en medio de las tinieblas. El sirviente había muerto a causa de la gripe, él mismo estuvo enfermo pero ¡maldita sea! La muerte no había ido a reclamarlo, ésta solo se reía a carcajadas, escupiéndole a la cara. Pero ella, ella era la diosa que había llegado a salvarlo. No fue fácil persuadirle para que le dirigiera la palabra. Draegan estaba tan loco por oír su voz que en todo lo que podía pensar dentro de esas cuatro paredes era en convencerle de que no iba a hacerle daño. Si habían inventado la muerte del futuro heredero de la fortuna Sturm, seguramente habrían inventado que era peligroso. Finalmente lo logró. Solstice tenía un gran corazón e inevitablemente, se enamoró. Ella era la luz que no había visto desde su encierro. Los minutos en los que podía verle y platicar hicieron posible su confinamiento. Las horas que había pasado soñando con obtener su libertad habían sido reemplazadas por la mujer de cabellos color ébano, y esos enormes ojos verdeazulados que le sonreían y... Sí. Aquello despertó una sed irascible. No podía prometerle un futuro a la mujer que amaba con tal desesperación. – Voy a casarme. Sus palabras lo golpearon, ni siquiera las palizas que se había acostumbrado a recibir habían dolido tanto. Un vacío inexplicable se abrió en su pecho. Pudo ver el dolor en su mirada cuando le decía que lo sentía pero ¡qué demonios importaba! Se iba con otro. – No puedo seguir así, Draegan. Estoy embarazada. La sonrisa que curvó sus labios le dijo lo que no podía preguntar, era suyo y él estaba maldecido a no conocerlo jamás. – He venido a despedirme. La última imagen que inmortalizaría en su memoria, sería a Solstice acariciándose el vientre.

Cinco años después sucedió. Su libertad llegó. Su padre había muerto. Lo supo en el instante en que le tiraron las llaves al suelo. – Solo... desaparece. Esa voz... ¿Su madre? Le vio darle la espalda una vez más. El día que tanto había esperado había llegado. Si no podía reflejar toda esa ira en contra de su padre, su madre sería el objetivo, su madre y todos esos sirvientes que sabían que estaba encerrado. Trabajó durante las noches, reuniendo dinero y gastándolo en la búsqueda de encontrar a Solstice y su hijo. No podía soportar la luz solar. Tantos años viviendo en la oscuridad le habían dejado eso como recordatorio, absurdo, dado que nunca lo podría olvidar. Fue atacado mientras llevaba una carga a una de las mansiones que estaba cruzando los bosques. No tuvo miedo, sonrío como demente y se dispuso a abrazar a la muerte; pero algo en esa maldita risa debió atraer al vampiro. Despertó como inmortal, con una sed inhumana. ¿Lo demás? Es solo historia.

# Creció en Francia.
# Guarda el anillo de los Sturm por simple desprecio {una S en forma de serpiente}, siempre se encuentra haciéndolo girar con sus dedos.
# Después que fue transformado en vampiro, regresó a la mansión donde estuvo encerrado: asesinó y violó a su madre.
# Vive en la mansión donde se forjaron tantos recuerdos.
# Su hija fue dada en adopción.
# Fue transformado por el mismo hombre que se casó con Solstice.
# No soportó el Sol tras ser liberado por estar siempre entre las sombras, de ahí que pueda pasarse sumergido bajo su cobijo.  
# Le apasionan las mujeres morenas porque finge ver a Solstice.
# Practica diferentes tipos de juegos con sus víctimas.
# No se relaciona con cortesanas, a menos que sea para matarlas.
# Odia ser interrumpido.
# Encuentra fastidiosas a las mujeres caprichosas y engreídas.
# No sabe de compasión.