Noche fría en las calles (Priv)

por **Vilhelm Larsen** Jue Ago 25, 2011 3:39 pm

Aquel había sido mi primer día de trabajo. Desde que dejé de vivir con Ginebra, estuve viviendo de unos pocos ahorros que tenía, hasta que finalmente los ahorros desaparecieron y me vi en la urgencia de buscar un trabajo. La cuestión era, ¿dónde? ¿De qué podría servir yo? Desde pequeño, mis padres me enseñaron a ser un buen sirviente con su amo, pero al cambiar completamente de vida me negaba a volver a ésa otra. Por nada del mundo iba a convertirme en un artista callejero, utilizando la magia para sorprender a los más pequeños. No, tenía que utilizar alguna de mis habilidades para poder ganarme la vida. El día anterior pasé por la calle turística de París, donde se encontraban la mayoría de los restaurantes y recordé entonces que la cocina no se me daba para nada mal. ¿Qué mejor lugar para mejorar mis habilidades como cocinero que en un restaurante? Además, aprendería más sobre la cocina francesa y quizá también me pudiera ayudar con la hechicería... Por lo tanto me decidí y entré con una sonrisa encantadora al primer restaurante en el cual anunciaba con un cartel que necesitaba a un cocinero. El dueño no me puso muchos inconvenientes a pesar de ser extranjero, de todos modos no iba a estar en contacto con los clientes, al hombre solamente le interesara que supiera pelar y cocer patatas y juntarlo con otros ingredientes. No sería el trabajo más imaginativo del mundo, pero un trabajo era, y con un buen sueldo.

Volviendo al presente. Había salido bastante contento de mi primer día de trabajo, estaba satisfecho conmigo mismo. Incluso había hecho una extraña relación con el cocinero jefe, de nombre Jacques -a pesar de mi reticencia hacia las relaciones sociales-. Era un hombre de cuerpo ancho y de barba salvaje, pero muy hablador y divertido. En general, había hecho de mi primer día algo fácil. Me despedí de él recordándole que debía enseñarme a hacer una tarta de manzana y salí al exterior. Una bocanada de aire frío me llegó al cuerpo, era el contraste que había entre las cocinas y el exterior. Aún así no se podía comparar con Dinamarca, para nada. Me subí el cuello de la chaqueta para protegerme mejor y caminé hacia dónde vivía. Era de noche y la gente ya comenzaba a marcharse, solamente quedaba algo de vida en los burdeles. Recordé entonces una cosa muy dura sobre las cortesanas.

Quizá del cansancio o algo parecido, se me nubló la vista durante unos instantes y tropecé con algo. Caí al suelo bastante desorientado y una sombra tapó la iluminación de las calles, desde mi punto de vista. Creía haber tenido una premonición, pero no estaba completamente seguro...